238. Sin salida

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Lía

No sé si Linzy quiere preparar su paraíso ideal o crearme mi propio infierno. Será venganza o pasión de una demente.

¡¿Por qué tenía que ser yo su objetivo?! ¡O quizás ya hubo otras y las asesino!

¿Voy a morir? ¿Me estoy haciendo una película macabra? ¡Ni hablar, no seré ese tipo de protagonista!

Forcejeo con la puerta ya que Linzy la ha cerrado otra vez, luego de haberme sacado fotos con este estúpido vestido.

—¡No voy a quedarme aquí! —de tanto golpear la vieja puerta, mi última patada la rompe y sonrío —¡Gol! —. Salgo corriendo pero me detengo a ocultarme detrás de una pared, descubriendo que ella sigue en el mismo sillón del living de antes —mierda —maldigo por lo bajo. Lo raro es que no haya escuchado mi grito con anterioridad.

Linzy se mantiene sentada, cruzada de piernas, moviendo la que está sobre la otra, mirando el celular muy concentrada con una sonrisa. Adivino, está viendo esas horrorosas y estúpidas fotos.

—Chiquitita, ya te vi —dice sin mirarme pero sonriente.

Me petrifico, es un monstruo. En definitiva, ya me voy corriendo. Si tengo suerte, rompo otra puerta.

Ventanas selladas, pasillos que no llevan a ningún lado y el portón principal es imposible de abrir. Ni un patio o jardín para saltar mínimo una pared. Voy por los pasillos como si estuviera en un callejón sin salida ¡Porque obvio no la hay!

Oigo los tacos de Linzy y me detengo, va caminando tranquila hacia mí. Juega con el cuchillo entre sus dedos.

—¿Sabés? —Se mantiene sonriente —me excitó mucho que rompieras la puerta, que sexy —se muerde el labio inferior.

Me titila un ojo.

—¿Cómo puede ser eso sexy?

—Lo es para mí.

Levanto los puños y me pongo en posición de pelea.

—¡Te voy a moler tanto a golpes que ya no te parecerá sexy! —grito y hace una carcajada que me irrita más —¡Ni creas que tú cuchillo me intimida! —miento.

—Y por eso llevas mi regalo —aclara y he sido estúpidamente descubierta.

—Pues... pues...

Mierda, no tengo argumentos.

—Viendo que te has dado cuenta quién tiene la ventaja, pasemos a la fase dos.

—¿Qué fase? ¿De qué hablas? —. No debí preguntar.

Se muerde el labio inferior.

—Esa en la que te amarro a la cama.

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