✧ Capítulo 41 ✧

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«Stood on the cliffside screaming "Give me a reason"». Hoax, Taylor Swift.


HUNTER

Nunca me había sentido tan cansado en toda mi vida. Ya ni siquiera sentía miedo, tan solo necesitaba tumbarme y dormir.

Los niños a mi alrededor estaban aterrorizados y me tomó varios minutos comprender que aquello de lo que tenían miedo era de mí. Me había convertido en un monstruo.

Durante lo que parecieron horas, me encontré en un estado de extraña semiinconsciencia. Me dolía la espalda tanto como si hubiera recibido mil latigazos, pero aun así era capaz de ponerme en pie, de seguir adelante, de algún modo.

Pandora regresó y yo, a pesar de no poder pensar con claridad, sentí el alivio más grande que jamás había experimentado.

—Necesito dormir —le susurré.

Ella sonrió suavemente y me cubrió con sus brazos. Solo entonces me percaté de que estaba desnudo de cintura para arriba.

Pandora me condujo a su habitación una vez más, cruzando un sinfín de pasillos y escaleras hasta por fin llegar a su familiar puerta. Yo sentía que me desmoronaría en cualquier momento. Caería en un sueño que duraría cien horas, del que sería imposible despertarme.

—¿Estoy en el infierno? —pregunté, recordando una vez más lo que había sucedido, cómo mi espalda se había abierto y, sin saber muy bien cómo, yo me había convertido en algo extraño, en una bestia—. ¿Soy un demonio?

Pandora negó con la cabeza. Me llevó hasta su cama y me depositó con cuidado en ella, cargando con una gran parte de mi peso. Yo sentí que mi cabeza daba vueltas.

—No, Hunter, por supuesto que no —me tranquilizó.

—Yo ya he estado en el infierno antes —le confesé—. Siete veces. Fue horrible, creí que nunca tendría que volver allí...

Mis pensamientos eran inconexos. Sentía que nada de lo que decía tenía sentido, pero recordaba perfectamente esos siete infiernos. Siete casas de acogida en las que había recibido maltratos durante años, de las que había deseado escapar con toda mi alma. Y siempre lo conseguía, al final lo hacía. Recordaba a un hombre, un rostro familiar, joven y apuesto, que siempre estaba ahí, cada vez que me trasladaban a una nueva casa. Como si me estuviera cuidando, como si él estuviera velando por mí...

—Vi a Castelli —susurré.

Pandora me acarició el rostro antes de taparme con su colcha. Ella no me hablaba, quizás porque sabía que nada de lo que yo decía tenía ninguna importancia en ese momento.

—Descansa, Hunter —me susurró ella con dulzura—. Lo necesitas.

—Duerme conmigo —le pedí—, por favor.

Oí el sonido de sus zapatos golpeando el suelo cuando se los quitó. El cuerpo de Pandora se tumbó sobre la cama, junto a mí. Me aferré al calor de su piel y tomé aire profundamente.

Quería tenerla cerca, quería sentir su piel contra la mía. Tomé aire de forma aparatosa y logré acariciar la suave piel de su cuello.Ella rozó sus labios con los míos un instante y enterró sus manos en mi cabello, brindándome el contacto que tanto necesitaba. Eso fue suficiente para hacerme sentir a salvo por fin. Después, perdí la consciencia por completo.

En esos momentos no sabía si llegaría a despertarme.

⚜︎⚜︎

Tomé aire profundamente al tiempo que abrí los ojos.

Pandora aún dormía a mi lado en la cama, pero pude ver a través de la ventana que ya había amanecido. Me incorporé en el colchón, intentando no hacer ruido para no despertarla. La observé durante unos segundos, fijándome en su cabello oscuro y despeinado y en su rostro armónico. Por fin había encontrado a alguien, una persona con la que me sentía a salvo, seguro... y nos encontrábamos en mitad del maldito Apocalipsis. Definitivamente no tenía mucha suerte. Y ella tampoco.

Me puse en pie, sorprendido al darme cuenta de que ya no estaba cansado. Tampoco me dolía nada en el cuerpo, cuando apenas unas horas antes había sentido que no había ni un solo centímetro de mi cuerpo que no estuviera hecho polvo.

Pude observar el enorme jardín de la Academia a través de la amplia ventana de la habitación. Para mi sorpresa, esa mañana había un autobús negro aparcado frente a la puerta principal. Se me heló la sangre. ¿Querrían utilizar ese autobús para transportarnos, para llevarnos a quién sabía dónde?

Tenía miedo, no podía negarlo, pero me asustaba aún más regresar a casa, volver a ver a mis padres... Ya no lo tenía tan claro. Yo ya no era Hunter Alexandre, ya no era un chico de dieciocho años normal y corriente. Ahora era un monstruo. ¿Un ángel? Eso era lo que ellos decían que yo era. No sabía si lo creía.

—¿Hunter?

La voz suave me llamó desde la cama. No pude resistirme y volví a sentarme sobre el colchón. Los ojos oscuros de Pandora aún estaban entrecerrados.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—Estoy bien. Muy bien. Pero tenemos que marcharnos, es hora de volver a casa.

El labio inferior de Pandora tembló.

—No sé si... —dijo Pandora, su rostro se ensombreció—. No sé si podemos irnos ahora.

Yo fruncí el ceño.

—Pandora, tienes que volver a casa —dije con seriedad.

—¿Y tú?

Pareció despertarse de golpe. Pandora se incorporó sobre el colchón y me miró a los ojos. De repente sentí que podía ver dentro de mí, algo que nadie antes había conseguido.

—Estás dudando —afirmó ella—, ¿estás dudando?

Tuve que poner cierta distancia entre nosotros.

—Pandora... has visto lo que soy. En lo que me he convertido, pero tú aún puedes volver a tu casa, como si todo esto no hubiera...

—Yo tampoco soy la misma. Santos tampoco lo es. Todos estamos metidos en esto.

Tragué grueso. Pandora me parecía increíblemente valiente, pero no sabía hasta qué punto esa valentía era, simplemente, impulsividad y rebeldía.

—Pandora, no quiero que...

—Yo también soy... no sé, cómo decirlo, no sé cómo explicarlo —dijo ella—, pero ya no soy humana. No del todo, al menos.

Esas palabras me sorprendieron. Entorné los ojos, sin entender bien qué intentaba decirme. Ella no era hija de Kahenn, ¿verdad? Entonces, ¿cómo era posible?

—¿De qué estás hablando?

Pandora apartó la mirada.

—Es mejor que salgamos de la habitación. Tenemos que tomar una decisión antes de que sea tarde.

—No, Pandora. ¿Qué demonios quieres decir...?

—Vámonos —contestó ella con dureza.

Me estaba perdiendo algo, algo importante, pero no pude seguir insistiendo. Antes de que pudiera pronunciar otra palabra, Pandora se puso sus botas, cruzó la puerta de la habitación y se fue.

Yo tardé unos segundos en seguirla. Los pasillos de la Academia estaban vacíos, silenciosos. Sentía que ese no era el mismo lugar de siempre y, además, una voz en mi interior me decía que no me quedaba mucho tiempo allí.

Bajé las escaleras en dirección a la cafetería de la Academia, pero no llegué a esa gran puerta de madera. Me detuve un instante cuando, a unos metros de las escaleras, junto a la entrada principal de la Academia, distinguí a Santos y a Marco. Pandora había llegado a ellos solamente unos instantes antes que yo. Santos me dirigió una mirada dulce.

—¿Estás bien, Hunter?

Asentí con la cabeza. Después me dirigí a Marco, que me dedicó un asentimiento de cabeza firme. Hermanos. Marco y yo éramos hermanos, aún no podía creérmelo, pero, curiosamente, sentía que era cierto. Algo dentro de mí me lo decía. El tipo de camaradería que sentía con él no era simple amistad.

Marco extendió su mano hacia mí. Yo se la estreché con fuerza y ambos nos miramos a los ojos. Estábamos en eso juntos.

—Los están sacando —dijo Santos, señalando al exterior de la Academia—. El autobús no es para nosotros, es para ellos.

Desde la puerta podíamos distinguir con claridad un autobús negro junto al que se hallaba una docena de niños.

—Son los últimos niños que no son hijos de Kahenn —explicó Pandora con un suspiro—. Han olvidado todo lo que pasó anoche. No sé cómo, pero han borrado su memoria.

Yo apreté los labios. Sabía que todo el mundo me había visto convertirme y, a pesar de no haberlo hecho de forma voluntaria, ahora me sentía completamente avergonzado.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Santos—. ¿Creéis que tenemos una oportunidad de intentar marcharnos también?

—No si queremos llevarnos a los demás —contestó Pandora—. Todo esto es una locura, pero... ¿y si tienen razón? —preguntó—. ¿Y si de verdad están intentando salvarnos?

Me estremecí. Después me giré hacia Santos y Pandora de nuevo.

—Id al autobús —les pedí—, marchaos.

—¡Te he dicho que no podemos hacerlo! —exclamó Pandora—. Hunter, Santos y yo también hemos cambiado.

En los ojos de Marco supe que él ya era consciente de esta realidad. No entendía por qué él no intentaba disuadir a las chicas de salvarse, de al menos intentarlo. La razón debía de ser muy válida...

—¿Cómo es eso posible? —demandé saber—. Vosotras no sois hijas de Kahenn... ¿verdad?

El simple pensamiento de que Pandora pudiera ser mi hermana también amenazaba con volverme loco. Fue Marco quien posó su mano sobre mi hombro. Bajó la cabeza y logré distinguir una nota de culpabilidad en su voz.

—Hemos sido nosotros. Han cambiado por nuestra culpa.

Yo no entendía qué quería decir con eso, pero Marco siguió hablando.

Nuestros sentimientos han hecho que cambien.

—Oh.

No supe qué más decir. No pude expresar ni una sola palabra. De pronto mi mundo se derrumbaba sobre mí. ¿Yo había hecho eso? ¿Había condenado a Pandora a eso?

Me aparté de ellos unos pasos, intentando asimilar lo que acababa de oír.

—Yo no quiero participar en ninguna guerra —dijo Pandora con seriedad—, pero no podemos dejar a esos niños solos.

—Son nuestros hermanos. —La voz de Marco fue dura.

Yo sentí un escalofrío. Marco tenía razón, pues no eran solamente alumnos de la Academia, niños desconocidos. Estaban en la misma situación que nosotros.

—Necesito aire —susurré.

Salí por la puerta con rapidez. Estaba sudando y mi corazón latía con fuerza.

Sabía que me tocaba decidir, que tenía que hacerlo en ese mismo momento. Podía rebelarme, intentar salir de allí y salvar lo poco que me quedaba o, al contrario, podía obedecer. Seguir a Zanna y a Castelli y unirme a esa lucha en la que ni siquiera terminaba de creer.

Al otro lado del jardín, el resto de los niños terminaron de subirse al autobús. Desde la distancia, yo distinguí al señor Castelli junto a ellos, ayudándolos a subirse al transporte. Sonreía con calidez y actuaba exactamente como si nada hubiera sucedido el día anterior. Algunos de los niños me miraron desde allí, pero nadie gritó ni se asustó por mi presencia. Pandora debía de tener razón.

—Lo han olvidado todo —dijo una voz femenina a mi espalda, como si hubiera leído mis pensamientos—: tu transformación, las desapariciones, incluso han olvidado que alguna vez conocieron a alguno de los hijos de Kahenn... todo se ha borrado de su mente. —No necesité girarme hacia ella para distinguir a Zanna—. Es por su propio bien.

Apreté los labios.

—¿Y el resto de nosotros?

—El resto de vosotros sobrevivirá. Es así como deben suceder las cosas, Hunter.

Habría querido creer en sus palabras. Tener alguna prueba de que lo que decía era cierto, que todo eso era lo correcto.

—Aún quieres escapar —dijo Zanna, aunque no era una pregunta—. No confías en nosotros.

Me giré hacia ella.

—¿Tú lo harías?

Para mí sorpresa, Zanna compuso una pequeña sonrisa divertida. Por un momento, su rostro severo se suavizó y pareció mucho más joven, apenas una adolescente.

—No, la verdad es que no —terminó contestando—. Eres valiente, todos lo sois. Sé que ahora crees que este es el final de tu vida, Hunter, pero es justamente al contrario: aquí comienza tu historia, la de todos vosotros. —Guardó silencio un momento—. Entiendo que no quieras confiar en mí, pero sé que aprenderás a hacerlo. Eres mi sobrino.

No pude evitar bufar de forma audible.

Ante mis ojos, Castelli se subió a ese autobús negro y las puertas se cerraron automáticamente. Supe que estaban a punto de marcharse y yo tan solo podía quedarme allí, mirando.

—Hay alguien a quien sé que te resultará más fácil creer que a mí...

Zanna me miró a los ojos y suspiró. Se giró y comenzó a alejarse de mí, dejándome solo y confundido una vez más, debatiéndome internamente.

Entonces la oí. Aquella voz que creía que jamás volvería a oír. Llegó hasta mí.

—Hunter.

Tan solo había dicho mi nombre, nada más, pero eso me provocó un enorme escalofrío que me hizo temblar. Tomé aire con lentitud y, a la vez, me di la vuelta para, por fin, volver a verla.

A pocos metros de distancia, más imponente que nunca, Emma me devolvió la mirada.


⚜︎

¡Hola! 

Llevo 41 capítulos para poder utilizar Hoax como canción, ¡¡por fin!!

Ayyyy, hemos llegado al final de la historia. ¡¡Todavía no me lo creo!!

Capítulo dedicado a sillezcan Mil gracias por llevar aquí años leyéndome y apoyándome ❤︎

Nos vemos en el siguiente capítulo.

Mil besos

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