II. La biblioteca está desactualizada.

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Sobe nos dijo que no encontraríamos nada en los libros y que si un trotamundos quería averiguar algo debía saltar de pasaje en pasaje, preguntar a otros trotadores y en algún momento encontraría lo que buscaba.

Lo ignoramos y seguimos leyendo, pero a medida que dejaba atrás cada página sentía que sus palabras eran verdaderas y que lo único que hacía era perder valioso e irrecuperable tiempo. Tenía una semana para encontrar la Cura del Tiempo, lo que más codiciaba Dracma, de otro modo me vendería por dinero porque era un monstruo sin corazón que podría ayudarme a encontrar a mis hermanos, pero no lo haría gratis. Deseé, que, si eso llegaba a pasar, lo estafaran o pagaran mucho menos de lo que valgo. Luego me pregunté cuánto valía y después me dio dolor de cabeza.

Cuando llegó el anochecer, levantamos el picnic y nos dirigimos al observatorio. Ahí se reunían los estudiantes y contaban historias de otros pasajes que visitaron, cosas que descubrieron o gente que conocieron. La regla era: no ir sin comida o sin una historia. La mayoría llevaba instrumentos y tocaban mientras alguien te informaba de cómo estaba gobernado el mundo de Aiuqrana. Era divertido, además los profesores y guardianes te animaban a congregarte porque de ese modo aprendías cosas en fin de semana.

En resumen, era como ver un programa educativo en vacaciones, puede resultar aburrido, pero era mejor que nada. El sábado pasado un grupo de niños había recreado una pelea que habían observado en otro portal: un vendedor de tamales se había revocado en el suelo con un bufón, la razón de la pela implicaba la posesión de una estrofa de una canción para niños. Esa noche aprendí que un vendedor de tamales podía tener un puño muy duro.

Pero nos demoramos en llegar porque nos cruzamos con Chia, la guardiana.

Ella cargaba un manojo de llaves en las manos, traía una mirada divertida en el rostro, se encontraba cruzada de brazos y su piel oscura como la noche estaba descubierta porque andaba con pantalones cortos y remera aún más corta. Su cabello estaba mojado, sus pies tenían arena, acababa de llegar del mar.

Casi era de noche y los pasillos estaban desérticos. Ella había merodeado por las habitaciones y había sido testigo del remolino de caos que era mi recamara y la de Sobe. Nos obligó a limpiar nuestra alcoba antes de seguir divirtiéndonos, protestamos, negó con la cabeza y no dio el brazo a torcer. A Sobe le tendió un balde de limpieza con tantos artículos como para sacar brillo a todo el edificio. A mí me ofreció un trapeador.

—¿Te mencioné que Babilon fue demasiado traumático para nosotros que ya no queremos limpiar ni siquiera nuestros dientes?

Ella sonrió y le acomodó el cabello desaliñado a Sobe.

—Fueron muy valientes en Babilon pero no se zafarán de esto.

—¿No podemos olvidarlo? Es noche de sábado —traté.

—¿Creen que no me divierto los sábados? —inquirió ella sin sacar esa sonrisa de su rostro, aparecía cuando veía a un estudiante adorable y para ella todo el mundo era merecedor de suspiros y sonrisas, hasta consideraría adorable a Miles sin gorro—. De hecho, me dirigía a la casa de Emma, veremos un maratón de películas con Aurora, Cassie y Chiyoko. Yo llevaré Orgullo y Prejuicio, amo ese libro.

—Tienes razón —comentó Sobe—. Ahora pienso que no te diviertes los sábados.

—Vamos, yo los ayudaré —puntualizó poniendo los ojos en blanco.

Sabía que no todo se debía a la limpieza, no era tan tonto como creían los guardianes. Después de que se dio la noticia de que nosotros podríamos ayudar o destruir a Gartet y de que yo era el último que había tocado el libro de Solutio, esa misma noche, después de que Adán escuchó mi nombre como respuesta, se había bajado de un salto de la tarima. Que se dijera que yo había tenido en mis manos el libro era como un insulto porque uno de los nuestros, un Guardián, había muerto en la búsqueda.

Adán estaba furioso.

Había ordenado que registraran nuestra habitación, un grupo de alumnos, guardianes y profesores la desmantelaron de arriba abajo, incluso destriparon los colchones, tajearon las almohadas y tumbaron muebles, pero no encontraron el libro de Solutio ni siquiera una prueba de que pensábamos seguir los pasos de Gartet. Lo único que encontraron al desmantelar nuestro cuarto fue vergüenza en sus caras, Aurora se había echado a llorar mientras lo hacían, decía que el Triángulo no era así.

Mientras se había realizado la búsqueda dos profesores nos sostuvieron de los brazos y nos hicieron mirar. Fue un verdadero lío porque mis amigos y los más allegados como los gemelos Bramson, Amanda Jones, J.J, Verónica Montes, James River y las hermanas Hawk nos defendieron. Hubo varias peleas. Pero fueron silenciados rápidamente por el gentío.

Habían hallado mi cuaderno donde escribía notas sobre los lugares que había visitado y lo leyeron a todos. Mi bitácora de viajes. Fue vergonzoso porque ahí también había plasmado algunos pensamientos.

Alguien había tocado la fotografía de mi familia, la única que conservaba. Forcejeé y le dije que la soltara o le rompería la cara. Se trataba de un alumno llamado Ed, nunca nos habíamos querido y esa no fue la excepción. Ya lo sé, hago amigos en todos lados.

Él, como respuesta a mi amenaza, había estrujado la fotografía en sus morrudos dedos, después de eso no recuerdo muy bien lo que sucedió, sólo recuerdo que estaba furioso. Me había librado del profesor Bright, que era el que me tenía inmovilizado contra una pared. Había saltado sobre Ed, derribado a pesar de que era el doble de mi tamaño y golpeado en la cara hasta que sentir su nariz crujir bajo mis dedos y no iba a detenerme, lo que me detuvo fueron el par de manos que me arrastraron lejos de la habitación.

Después de atacar a Ed me habían arrastrado hasta la sala de lavados, donde me arrojaron de bruces y me encerraron. Había recuperado la fotografía y por suerte estaba intacta. Cuando amaneció me llevaron con el espíritu Lusom para un interrogatorio, él me preguntó dónde estaba el libro y le dije que no recordaba haberlo visto en toda mi vida, como él podía descubrir la verdad supo que era honesto y quedé limpio. Las sospechas se terminaron.

Mis sospechas no ¡Había tenido en mis manos el libro de Solutio! Con ese libro podría saber cómo acabara la guerra. Pero la guerra no acababa porque podía recordar todos los dorimes y opening que había oído en mi vida ¡Pero no recordaba tocar el puñetero libro!

A la mañana siguiente recibí disculpas de los alumnos que registraron mi habitación, los guardianes me abordaron personalmente para hablar de eso, dijeron que estaban asustados y lamentan asustarme a mí, los profesores comenzaron a ser lindos conmigo y hasta nos subieron el promedio de las calificaciones en algunos que otros exámenes que entregamos en blanco esa semana. Incluso el profesor-guardián de geografía me aplaudió cuando dije que no sabía nada de Dinamarca pero me parecía chula, me puso un sobresaliente y me dijo que estaba progresando. Todos se disculparon a su manera excepto Adán.

Después para borrar lo ocurrido me dieron dos sesiones con la psicóloga del Triángulo, que también era piloto y guardiana (estaban escasos de personal), se llamaba Cassie Evans y me preguntó en las dos horas que estuvimos juntos por qué le había roto la nariz a Ed. Sobe se había escapado de las citas porque se había portado bien mientras registraban nuestro cuarto.

La mayor parte de esa noche se había solucionado, pero aun así continuaban registrando nuestra habitación, claro que ahora lo camuflaban de otra manera, se lo hacían a todos y se llamaba «Ronda de limpieza». Un guardián controlaba si eras ordenado y si no lo hacías no te permitía salir del cuarto hasta que cumplieras con tu deber.

J.J se había negado a aspirar la moqueta de su cuarto, Adán le echó llave a la puerta, pero él no cedió hasta tres semanas después, estuvo todo el tiempo en su cuarto, le pasaban comida por debajo de la puerta e iba a sus clases por vía Skype, fue una leyenda, agitó las masas de estudiantes, pero después de todo terminó aseando la recamara porque su novia, Juana Domínguez, amenazó con dejarlo si no salía de una vez.

 —¿Hay algo nuevo, chicos? —inquirió Chia interrumpiendo una discusión que tenía a murmullos con Sobe.

 Él se quejaba de que tenía tantos libros como una biblioteca y que siempre los dejaba tirados mientras yo le recordaba que acababa de levantar una de sus remeras sudadas del suelo. Sobe detuvo sus cuchicheos y yo bajé la remera que estaba a punto de tirarle a la cabeza. Dirigimos la mirada hacia ella.

 —Sí, tu repentino interés por nosotros —respondió Sobe fingiendo que colocaba en su lugar los libros de una repisa.

 Ella hizo una mueca.

 —No sean injustos yo siempre me preocupo por los estudiantes, aunque son muchos y no puedo dedicarles el tiempo suficiente. Lo sabrán cuando sean Guardianes.

 No podía ser grosero con ella, era una linda persona y decía la verdad: siempre dedicaba su tiempo a los estudiantes.

 —Está todo bien.

 —De maravilla —conviné.

 —Ojalá siempre se mantengas así —esperanzó ella.

 Queríamos evitar otra vez la conversación incómoda del futuro. La verdad era que mi futuro ya estaba perdido, pero quería recuperarlo.

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