II. No tengo madera de empresario.

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Estábamos en frente de la residencia de los padres de Dante.

Su casa de invierno se encontraba en un barrio muy lujoso llamado Chester, a un lado del Green Park. Los edificios de ladrillo eran similares al lugar donde vivía Micco, pero sólo que la base era blanca y tenía arbustos y flores más chulas, más allá de eso, las estructuras también eran altas y estrechas.

Dante dudó y golpeó la puerta como si llamara a unos desconocidos y no a una de sus propia casa de invierno en Londres.

Que no tuviera llave significaba dos cosas y ninguna buena: no confiaban en Dante como si fuera un drogadicto o que él no era parte de su propia familia.

Le lanzó una mirada inquieta a Phil, tragó saliva como si fuera su fin y aguardó en los escalones. No sabía por qué Dante tenía tanto miedo, tal vez temía que sus tutores se pusieran furiosos y nos exterminaran con una lanza llamas porque para mí no había problema; en el peor de los casos nos correrían a la calle y eso no era nada nuevo para ninguno de los cuatro.

A Dan no le había agradado mucho la idea de que viniera Phil, no porque odiara a los monstruos, Albert, el niño viejo fanático del mar era uno y todos lo adorábamos. Se puso nerviosos solo porque a Sobe se le escapó que estaba un poco chalado y que podía transformarse en cualquier cosa como en un gigante de veinte metros al igual que en Ataque a los titanes.

—¿Puedes convertirte en eso? —yo le había preguntado un poco entusiasmado.

—No seas ridículo —había contestado Phil acariciando su abdomen—. Rompería mi traje.

Sí, traje.

Cuando Phil había aparecido con su ropa nueva no me había ayudado mucho a demostrar que no estaba tan loco. Se había presentado con un traje blanco y brilloso con mangas y botamangas anchas, escote hasta un poco más arriba del ombligo y un cinturón grotesco y enorme. Lo peor de todo era que tenía una capa blanca que estaba enganchada a sus hombros y la tela estaba bordada con lentejuelas. Se había vestido como Elvis.

Según él era un homenaje, si tenía que morir quería que fuera vestido como el rey.

Sí, al parecer habíamos estacionado frente al único centro comercial que tenía una tienda la cual vendía ropa de famosos del siglo pasado. Cuando habíamos llegado a la minivan él estaba viéndose en uno de los espejos laterales y peinándose un copete. Sobe continuaban enfrascado en los papeles, sentando detrás del volante.

—¡Philco! —había protestado al llegar—. Dije que consiguieras ropa nueva.

—Y eso hice —había separado su vista del espejo, pero había continuado peinando su cabello con las manos—. Sueles frustrarte muy rápido pequeñito, deberías tomar más té. Té de ruda.

Le había dado frustrado una patada a los neumáticos jurando jamás volver a dejarlo solo, Petra me había observado como si ese gesto demostrara que era un cascarrabias sin inteligencia.

Sobe y Berenice se habían bajado del auto. Ella no demostró sorpresa porque su cara jamás expresaba nada y Sobe si se desconcertó al ver a Dan con nosotros no lo reveló. Simplemente lo había abrazado teatralmente con los ojos en el cielo, lo había sacudido y le había pedido que le echara una mano con los documentos.

Pero Dante no había despegado la vista de Phil en ningún momento. Lo miraba como si fuera un elfo del polo norte (él le tenía miedo a los elfos del polo norte sobre todo si eran caricaturas) y sabía por qué. Traer una criatura de otro mundo con delirios no era el mejor regalo de todos para unos padres estrictos. Por eso había estado tan nervioso y seguía nervioso mientras esperaba en la escalera de su casa.

Suspiró, cerró los puños para tranquilizarse, bajó uno de los escalones y nos encaró con las pupilas dilatadas y los ojos bien abiertos:

—Si mis padres preguntan él... él es un Guardián —susurró para que Phil no lo oyera, se volteó y golpeó nuevamente la puerta, pero esta vez un poco más fuerte.

—Yo no soy un Guardián —protestó Phil oyéndolo de todos modos.

Sobe no se veía convencido, se encontraba apoyado sobre la reja que rodeaba la casa, había estado interrumpiendo un camino de hormigas con su pie, parecía aburrido. Levantó la vista de los insectos y con pereza preguntó:

—¿Estás seguro que es mejor que tus padres piensen que tipos como él son los que te supervisan todo el verano en una isla? —Se cruzó de brazos con desgana, tenía un bolígrafo sobre la oreja y los papeles aferrados en la mano—. No quiero ofenderte Phil, me caes bien y todo, pero... —titubeó, puso los ojos en blanco y le dio un golpe en el brazo con los papeles—. Ya deja de fingir que mascas chicle —gritó fastidioso— ¡Sé que no tienes nada en tu boca!

Phil comenzó a mascar a toda máquina cerca de su cara cuando alguien abrió la puerta.

—Calmémonos y tú actúa responsablemente —recomendó Petra en un susurro al momento que una mujer que parecía salida de un tribunal de La ley y el orden apareció en el vano de la puerta.

Nos echó una mirada, pero sus ojos se detuvieron en Dante como dos anclas que tocan tierra. Su expresión pasó de la duda al asombro y luego al desconcierto. Sin vacilar fu hasta su tramo de la escalera y lo abrazó, casi lo tumbó.

—Dan, creí que te había sucedido algo, no sabía qué hacer —exclamó con ternura, pero ese cariño duró aproximadamente dos segundos, lo soltó, se enderezó, se tensó, puso los brazos en jarras y comenzó a rezongar a gritos, literalmente, gritos—. ¿Te escapaste? ¡En qué estabas pensando jovencito! ¡Despierto a la mañana y veo que no estás! ¡No sé si llamar a la policía, buscarte o esperar que vuelvas de una de tus locas aventuras como trotador! ¡Tú afectas mis nervios todo el tiempo! ¿Sabes lo complicado que es ser tu madre? ¡Este era un viaje para que seas normal por un minuto! ¡Te escapaste del internado para jovencitos hace menos de una semana para irte a Italia con tus amigos! ¡Al cine! ¿Tienes una idea de lo difícil que fue cubrir eso a la directora del instituto? ¡Te sancionaron por una semana! ¡Jamás me sentí tan avergonzada de un hijo! ¡Sancionado!

Sobe arrugó el entrecejo, era el que más cerca estaba de la señora y de su estridente voz, se obstruyó disimuladamente el tímpano con el meñique.

—¡Tu padre y yo hicimos un espacio, en nuestra apretada agenda, para tener tiempo contigo! ¡Te repetimos mil veces que queremos que seas un ciudadano maduro! ¡Pero nunca respetas la ley! ¡Organizamos unas vacaciones en tu semana de suspensión porque creímos que necesitabas atención y mira! ¡Vuelvas a fugarte! ¡En lugar de aprender la lección vuelves a fugarte! ¡Te ordenamos que le dieras un alto a esas cosas de trotamundos y tú te apareces después de dejar una nota que no entiendo...

Los regaños perduraron unos diez largos minutos. Era como escuchar una sinfonía de insultos cariñosos. Sobe se mordía el labio para contener la risa, Petra tenía expresión de sufrir al igual que Dan como si la reprendiera también a ella, Berenice esperaba en el pie de la escalera con su aire críptico y Phil miraba a la mujer como si fuera lo más hermoso que había visto jamás.

Después de unos minutos agarró a Dan de su campera y lo arrastró al interior de la casa, íbamos a seguirla, pero cerró la puerta en nuestras narices. Actuó como si fuéramos invisibles. Yo ya estaba acostumbrado a que las personas no me notaran, cuando tenía nueve mi abuelo me había olvidado en el estacionamiento de un supermercado y no se dio cuenta hasta que llegó a casa.

Pero al parecer Petra no, porque abrió los ojos sorprendida como si no pudiera creer que alguien no la quisiera en su casa.

Se escucharon gritos de la mujer del otro lado y la voz de Dante tratando de explicar algo a través de titubeos. Palabras como Catástrofes, fin del mundo, búsqueda de hermanos y La Sociedad se filtraban desde el otro lado.

—Pensé que él había dicho que sus padres no se quejarían mucho porque estábamos nosotros —susurró Petra.

—Eso dijo, es cierto —recordó Phil con tono pensativo.

—No me gustan las peleas familiares —concluyó ella, abrazándose—. Me traen malos recuerdos.

Me pregunté a qué se refería Petra. Phil entornó los ojos.

—Esto me huele a la obra de Nancy Thompson, ella es así, siempre arruinando todo lo que amas.

Cuando creí que lo habíamos perdido a nuestro amigo la puerta volvió a abrirse y para mi sorpresa nadie nos corrió con una manguera o una escopeta como había sucedido en la posada.

La mujer nos estudió con una mezcla de curiosidad y enfado.

Estaba vestida con una falda de oficina, zapatos de tacón, camisa blanca y saco negro. Tenía el cabello rubio oscuro suelto, unos ojos verdes que expresaban a la perfección lo molesta que estaba y arrugas comprimidas en sus ojeras. Me sorprendió que vistiera así en unas vacaciones, pero jamás había entendido a la gente de etiqueta.

A su lado se encontraba un hombre con chaqueta de tweed, pantalones de raya diplomática y corbata. Su cabello era oscuro, rizado y canoso. Tenía el mentón bien marcado y una mirada firme. Los padres de Dante eran unos ilustres empresarios con muchas acciones, oficinas y esas cosas intelectuales, o al menos eso me había dicho él. Ambos estaban de brazos cruzados.

El hombre nos escudriñaba como si pudiera comprarnos por un centavo y vendernos a millones de euros, pensé que tendría que ser muy bueno para poder hacer algo como eso. Aunque mi abuela siempre decía que yo valía oro había aprendido que no todos tenían la misma idea de valor.

—Ustedes deben ser los amigos de Dante —habló el hombre al cabo de un momento—. Son... como... como él.

—Un poquito más queridos —musitó Sobe, bien bajito.

Pronunció las últimas palabras como si fuéramos unos fumadores adictos a las apuestas que acababan de salir alcoholizados de Las Vegas, pero el único que se vía así era Phil.

Yo había visto una vez a los padres de Dan. No realmente a ellos, solo la imagen. Fue a través de una alucinación causada por el sanctus, porque eran a lo que más le temía Dante, a decepcionarlos y reprobar, que era prácticamente lo mismo. Aunque observarlos en la vida real resultaba mucho más intimidante. Sus ojos te estudiaban y juzgaban como si quisieran saber de cuánto eras capaz. No sé por qué, pero sentí la necesidad de agradarles, parecían personas importantes y no quería decepcionarlos.

Esbocé mi mejor sonrisa, pero antes de que dijera algo Phil dio un paso adelante, irguió su postura y la altura de su copete al momento que le dedicaba una sonrisa zalamera. Colgó sus pulgares del cinturón blanco de cuero sintético.

—Disculpen la molestia, pero como les habrá explicado su hijo, estamos en un aprieto.

—Si no los dejamos entrar los cazarán —dedujo su padre.

—Un poquito, sí. Para mí esto es una gran oportunidad porque además de poder escondernos por unas horas me conceden el honor de decirles lo que pienso. Creo que lograron un gran trabajo criando a ese muchachito ejemplar. Sobre todo, a usted, buena dama —Le guiñó un ojo—, creo que es excelente criando niños —Señaló con ambas manos a Dan—. Damián...

Sobe tosió como si tuviera catarro de repente.

—Dante —corrigió.

—Dante es un alumno destacado en el... este... el... cómo era... el Rectán...

—Triángulo —agregó Sobe con poca paciencia.

Phil rio.

—Es un chiste entre nosotros —aclaró, avanzó unos pasos, atravesó la puerta y le dio unas palmadas en la espalda a Dante—. Solemos ponerle el nombre de otras figuras geométricas, pero siempre sabremos que es el Triángulo de... este... de... La Habana.

—Bermudas —corrigió el padre con poca paciencia.

—¿Está cerca de La Habana?

—Sí —concedió el padre, arrugando el labio.

—Ahí tiene usted. Es casi lo mismo.

—Ja, ja —exclamó Petra nerviosa y jugueteando con sus manos—. Otro chiste, los Guardianes son tan divertidos.

—Y responsables —añadí inclinándome hacia delante.

—Sé que no es el momento para bromas —admitió Phil compungido y meneó la cabeza—. Lo lamento, es la costumbre, verá, si usted llevara años como yo criando a niños huérfanos ya estaría acostumbrado a actuar con una sonrisa y buena actitud todo el tiempo. Son gajes del oficio. No solo debo ser profesor, también debo motivarlos a que estén felices.

No podía creerlo, había dejado de mascar chicle y hablaba como todo un mayor, parecía un adulto un poco tonto, pero eso no importaba mucho. Los trotamundos que llegaban a su edad no eran un ejemplo de cordura. Él podía verse como un humano, pero no lo era, era un monstruo. Había aprendido que todas las personalidades de Phil tenían un IQ de -1.

Si lograbas apartar de tu mente que estaba vestido como una celebridad muerta y que confundía los nombres de los lugares podía creerse que se tratara de un Guardián.

—Tú eres uno de los protectores del Triángulo —dedujo su padre.

—¡Pero claro! —rio— ¿Qué es lo que cree? ¿que el Triángulo es un lugar donde se pueden escapar niños todo el tiempo sin la supervisión de un adulto y sin que nadie se dé cuenta?

Sobe tosió otra vez para despistarlos y que nadie contestara esa pregunta. Exageró demasiado porque parecía a punto de escupir un pulmón. Pero el problema fue que nadie le prestó atención pudo asfixiarse y ninguno se hubiera movido.

La madre de Dan levantó asqueada su labio, pero continuó muda.

—Sólo una vez vimos a uno de ustedes, payasos. Fue el peor día de mi vida —exclamó abstraída y sombríamente el hombre, observando a Phil como si fuera una ventana a todos los malos recuerdos del mundo—. Vinieron por mi hijo y me dijeron que no era humano y que si no se lo llevaban lo mataría una organización llamada La Sociedad. Desde entonces Dante no puede tener una vida normal sin ser atacado por cosas de otros pasajes o por agentes gubernamentales. Sus hermanos ya no pueden captar el mundo como antes. Arruinaron mi familia. Me gasto un dineral en ocultar su huella en el mundo para que no lo cacen, sobornando desde policías a gobernadores. Por fin encontré un internado apartado del peligro y las ciudades para niños... ¡Humanos! Pero él siempre se escapa. Todo por gente como como usted señor...

—Un gusto me llamo Phil —exclamó entendiendo la mano.

—No me dieron muchas explicaciones —prosiguió el hombre ignorando el último comentario, observando la mano con desprecio y confusión y apartándose del marco de la puerta para abrirnos el paso—, pero ahora tengo varias preguntas que hacerle acerca de sus métodos de enseñanza y las actividades en el verano. Mi hijo siempre pasa las vacaciones en esa isla.

Phil hizo un gesto confianzudo como si las preguntas no fueran problema.

—Yo responderé todas sus interrogantes. Descuide, su hijo siempre está en buenas manos.

La mujer suspiró y nos guío hacia el interior de la casa con disgusto como si tuviera que dejar entrar bolsas de basura olorosas. Antes de pasar le lancé una última mirada a la minivan, la habíamos cubierto con una lona oscura que habíamos tomado prestada de una construcción a ocho calles.

Con suerte La Sociedad no vería el automóvil si es que los agentes decidían ignorar un enorme bulto negro en plena calle.  







 ¡Hola gente bella! 

 Este capítulo es más largo de lo que pensé, lo dividí en cuatro partes y las voy a ir publicando en lo que queda de enero porque estoy escribiendo una nueva novela de ""romance""  la tercera que empiezo con ese tópico. Veremos si esta vez la puedo terminar.   Como no pude avanzar nada con esta saga en enero no habrá doble actualizaciones jojo. 

En fin... ¡Buen viernes y feliz fin de semana! ¡Pásenla lindo! ¡Besos!





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