III. El sanctus fue cruel pero no mentiroso.

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 El llanto de 1E era lo único que se escuchaba, después de todo me había dicho que hace poco había perdido a sus amigos de la patrulla de expedición, tratando de trazar una ruta de escape en las ruinas rojas. Ahora acababa de perder a otra amiga.

Probablemente no le quedaba nadie.

—Pero si agarraron a 26J podemos ir a rescatarla ¿Cierto? —preguntó 6M, tenía voz de soprano y mejillas carnosas.

Meneé con la cabeza.

—Le quitaron su corazón.

Veintiuno se sumó a su loca esperanza.

—Entonces vamos a rescatarla cuando tomemos el Banco ¡Recuperaremos también su corazón!

—No se puede, Veintiuno —miré a 6M y luego a él—, está muerta. Lo siento, pero está muerta, ya no hay nada que podamos hacer.

6M tenía los ojos cargados de lágrimas, sostenía su lanza porque ya no podía sostener la esperanza. Arrugaba el labio como un bebé, después de todo tenía seis u ocho, casi lo era. Veintiuno estaba igual de perturbado, como él contaba con un único ojo era por donde lloraba. Me acerqué hacia ellos y los estreché a cada uno con un brazo. 6M era huesudo y suavecito, por otro lado, Veintiuno era morrudo y macizo, áspero, cuando llegara a la pubertad sería una montaña de musculo.

Ambos se dejaron abrazar, es más, se aferraron a mí como si buscaran a la desesperada un poco de consuelo.

—¿A mi puedes decirme Seis? —preguntó 6M, él estaba recostado contra mi pecho y jugueteaba con el borde de mi camisa, aplastando la tela entre sus dedos—. Ya que llamas a O21 solo Veintiuno.

No sabía a qué venía su reclamo ya que estaba llorando por otra cosa.

—Claro que sí, Seis. Si te gusta —respondí con la voz más calmada que podía entonar.

1E seguía sollozando de forma ruidosa. 17N le susurraba cosas tranquilizadoras al oído, pero no había mucho que podía decir. Ella soltó la lanza que rebotó de un extremo a otro como un platillo, se sentó más tranquila sobre la calzada llena de cenizas y continuó acariciándole la espalda.

Berenice se inclinó de cuclillas al lado de ambos.

—Sé lo que sientes —musitó e hizo una pausa—, yo también perdí a un amigo.

—Debí haber ido yo —se lamentó el niño.

—No, eso jamás —negó Berenice—. Escucha 1E ¡Escúchame!

1E alzó la cabeza.

—Pensé lo mismo antes, pero fui una tonta, no cometas el mismo error —suplicó—. Yo también lo perdí tratando de liberar mi mundo, y cuando tuve la libertad, pero no a él, me di cuenta de que preferiría vivir en la oscuridad, sin decir ninguna palabra, pero con él —tragó saliva—. La suerte que tuve y tú no tuviste fue que en mi caso él falleció cuando acabó la guerra ¡Pero en este mundo la guerra todavía no inició! ¡No dejes que su muerte sea en vano! Podrás llorarla después, cuando recuperes a tu pueblo. Pero ahora, si flaqueas, te quedarás sin nada.

Ese discurso motivacional tenía mucho de discurso y poco de motivación. Dudaba que alguien de once pudiera soportar eso, pero ellos se habían crecido en rocas más duras.

—Pero yo quiero que venga —Propinó golpecitos al suelo con las palmas de sus manos—. La quiero aquí ¡Ahora! ¡Aquí, quiero que aparezca ahora!

17N apretó los labios y miró al horizonte como si esperara que 26J apareciera repentinamente caminando con su semblante huraño, con los dedos enganchados en su cinturón porta herramientas tamaño cósmico, refunfuñando porque la dejamos atrás.

Berenice suspiró.

—Si estuviera aquí, estoy segura de que te pediría que siguieras. Te lo rogaría. No le quites ese favor. Ella fue valiente hasta el último segundo ¿No, Jonás?

Asentí y Seis y Veintiuno se apretaron más contra mí. Me gustaba abrazarlos, si fuera por mí me quedaría así por horas, rogando para que las guerras se acabaran sin nuestra intervención.

1E se sorbió la nariz.

—Me duele el brazo —susurró, como si le mostrara a Berenice todos sus problemas y esperara que ella los solucionara.

Ella se acercó hasta 1E, enlazó su mano con la de él, le estiró el brazo rectamente en todo su largo e inspeccionó la herida.

—Ya veo. Sí. Petra te curó. Ahora está lleno de costras ¿Duele menos que antes?

1E asintió repetidas veces y arrugó la cara como si hubiese chupado limón. Berenice lo soltó, se descolgó la mochila y buscó entre las cosas que había empacado. Sacó un frasco chato como una brújula que contenía una pomada blanca parecida a la pasta de dientes y la untó en su brazo. El olor a menta me llegó hasta la nariz. Realmente era pasta de dientes.

—Esto te ayudará a calmar el dolor, no sirve para cicatrizar, pero sí para engañarte y hacerte sentir que el ardor se va —le garantizó—. Al menos por este día.

—Me quedará una cicatriz —se lamentó 1E.

—Mira —dije alzando mis manos cubiertas de cicatrices, prácticamente mis dedos ya casi no tenían forma, se veían como bastones de queso y cuando agarraba algo pocas veces sentía sus texturas.

—Oh, que cicatrices más chulas —opinó 17N, solo para calmar a 1E, porque mis manos eran tan chulas como el trasero de un mandril—. Se ven rudas, le dan fuerza a tu personalidad —mintió.

—Yo también tengo —opinó Veintiuno, enseñando el parche de carne revuelta que portaba donde debería estar su ojo—. Me dolió, estuve dos semanas en la enfermería y me dieron sedantes que ¡Oh! Hacían que todo diera risa. Además, me suspendieron las clases, eso fue bueno. Después ni me dolió.

—Necesitan un poco de azúcar —dije soltando a los niños y descolgándome la mochila.

Petra tenía magia para sanar ¿Y yo? Azúcar.

Saqué todas las barras de chocolate y los dulces que había empacado.

Pensé que ninguno de ellos había probado la magia de los dulces, solo conocían al alcohol o los sedantes. Con tan solo un mordisco tendrían los niveles de azúcar por los aires. Pensar en que 26J nunca probó el sabor del chocolate fue como una mano cerrándose sobre mi garganta. Ni siquiera había podido gozar de una infancia saludable, había estado toda su vida encerrada en un edificio, apretando botones que daban siempre el mismo resultado.

Ella solo quería recuperar a sus amigos, sus padres... si aún tenía. Prácticamente no había muchas diferencias entre ella y yo.

¿Qué pasaría cuando sus padres recuperaran su corazón y se dieran cuenta de que su hija había muerto unas horas antes? ¿Eran conscientes de que tenían una hija? O habían tenido...

Junté el botín en mis manos y arrastré los pies hacia 17N, ella observó desde abajo, en el suelo, que le ofrecía un dulce. Meneó con la cabeza y dijo que no tenía hambre, pero se la di de todos modos. Le quité la envoltura y le sostuve la barra de caramelo frente al rostro hasta que rugió y decidió cogerla. Aún tenía las mejillas enrojecidas por el vino.

Seis y Veintiuno, lo más pequeños, fueron los primeros en recuperar el ánimo, no tenían mucha memoria para las cosas tristes. Devoraron todo y tuve que darle caramelos que fueran difíciles de engullir tan rápido.

Dejamos a los cuatro niños sentados en mitad de la calle para que descansaran y recuperaran energías mientras con Berenice nos apartamos un par de metros y vigilábamos las ruinas rojas. Cuando pude ver las sogas mucho más cerca, noté que no todas las cuerdas medían lo mismo, algunas eran gruesas como las que usaban en los muelles para amarrar barcos cargueros.

Estábamos parados en lo que antes hubiera sido una calle, un jardín o una avenida. Lo único que quedaban eran carcasas chamuscadas de las viejas cabañas, maderas ennegrecidas o esqueletos abrazados. Había un par de costillas allá y un cráneo calcinado a lo lejos. Algunas casas continuaban casi intactas, pero no en esa manzana.

Las cuerdas rojas eran como una bruma, difícilmente atisbaba algo que estuviera más allá de cien metros. Por suerte nosotros nos encontrábamos en un claro.

Había una cuerda que estaba recostada en mitad de la calle como una liana caída, Berenice pateó una roca negra hasta ella, la piedra rodó y cuando tocó la superficie de la soga empalideció. Ahora era una roca de sal. Como en aquel cuento de mi mundo en que Lot escapa con su esposa de una ciudad y ella por voltear atrás y ver la destrucción de su hogar se convierte en una figura blanca de sal. Supuse que varias leyendas de mi mundo, en realidad, eran chismes mal contados de otro pasaje. O al revés.

Tragué saliva, con que era cierto, si tocabas las cuerdas rojas sufrías dos destinos horribles: o te convertías en una roca de sal o envejecías al instante.

—Tú sabías que este mundo lo dirige Logum ¿Verdad? —preguntó Berenice.

La pregunta me pegó como un balde de agua fría. Su voz no delataba sentimiento alguno, traté de buscar algún rastro de pensamiento en su expresión, pero tenía una careta impenetrable. No sabía si estaba enojada conmigo, pero la mera idea me aterraba.

—¿Estás enojada con...

—¡Sí! —estalló, pero sin alzar la voz para que los niños no la oyeran.

Me subí las gafas al puente de mi nariz. Mi mano temblaba como el hocico de un conejo.

—¿Me... perdonas?

Apretó los labios y observó en la lejanía, tal como había hecho hace unos minutos 17N. Todos estábamos esperando algo, pero ya no sabíamos qué.

—Sí —masculló con un deje de frustración porque no podía estar enojada conmigo.

Eso me relajó un poco bastante. Quería averiguar si ella era tan vengativa como creía Sobe. Yo dudaba que Berenice nos abandonara en su afán empedernido y testarudo de matar al tipo que le arruinó la vida; pero ella era un libro cerrado y sin palabras. Resultaba difícil saber lo que tramaba.

—¿Irás a matarlo?

—Sí.

—¿Nos dejarás?

Escuché el aleteó de Phil antes que verlos, sonaban como sábanas agitadas por el viento. Supe que aterrizaron cerca. Vinieron caminando, sus pasos aplastando madera podrida y ceniza crujiente y acapararon el silencio.

Aparecieron detrás de una vigas carbonizadas y derrumbadas.

Phil se encorvó para atravesar las vigas por debajo. Lucía su forma humana y tenía puesta la misma vestimenta que todos, pero estaba mucho más macilento y cansado, como una planta marchita. No sabía si se debía a que cambiar de forma lo agotaba o que tener varias emociones era lo que lo hacía verse tan demacrado. Portaba arrugas verticales en la frente y patas de gallo alrededor de los ojos, antes no había notado esos pliegues, tal vez porque antes de unirse a nuestro grupo se hallaba tranquilo y fresco en su hogar de Galés, tomando té, asistiendo a castings de comerciales, recordando a su cobaya Larry y blasfemando contra Nancy Thompson.

De verdad estaba fulminado. Nos observó de arriba abajo, asegurándose de que nos encontráramos a salvo.

—¿Y Dante? —pregunté.

—Camino al hospital —aseguró Phil y parpadeó extenuado—. Los alcancé al auto más cercano y un extraño se ofreció a llevarlos. Un disparo de bala de dos muchachos salidos de la nada llamará la atención de la prensa local y de La Sociedad, pero en veinticuatro horas, tal vez más. Tardarán en pillarlos. Cuando reciban asistencia médica escaparán y nos esperarán en la camioneta, al lado del portal.

Eso era una buena noticia, no un triunfo, pero casi.

Rogaba para mis adentros que Petra pudiera lograrlo, si había alguien que podía ayudar a Dante esa era ella. Tal vez Dante necesitaba cirugía o transfusiones, ella podría aprovechar el tiempo en la sala de espera para recuperar energías y ponerse en contacto con el Triángulo.

No teníamos noticias de nuestros amigos a excepción de que habían sido atacados por una bandada de buscavispas. Rogaba por su seguridad, estar a punto de perder a Dante había sido una de las peores experiencias que había vivido.

Me dolía separarme de Petra, ni siquiera había tenido tiempo para preguntarle cómo se encontraba. Lo último que había sabido de ella era que un trotamundos se había suicidado frente a sus ojos cuando la vio, sin dar explicaciones y que, desde ese acontecimiento, ella no dejaba de sujetarse o soltarse el cabello. No sabía por qué la muerte de alguien la haría preocuparse repentinamente por su cabello.

—Gracias, Phil.

Él alzó un hombro con desinterés.

—No lo hice porque prometí ayudarlos a encontrar la Cura para que me lleven con mi padre. Lo hice porque... son críos ¿Sí? Y no merecen... —Se detuvo, la voz se le estaba a punto de quebrar, se mordió el puño con los ojos llorosos, lo soltó y dijo muy rápido—. ¡Todo es culpa de Nancy Thompson!

Sin emitir otro juicio fue con los niños, apoyó el culo sobre las cenizas negras como ellos, rodeó con un brazo a 1E y con el otro a Seis y empezó a hablar de algo que no los hacía sonreír, pero provocaba que sus ojos brillaran con más vida.

Sobe nos había dado espacio para hablar con Phil. Venía detrás, rengueando con su típico andar chueco, se había colocado la campera de aviador y calzado sus botas militares, pero continuaba con el mismo uniforme pijama de Nózaroc.

Observó a Berenice, frunció el ceño evidentemente molesto. Eso me desconcertó, él siempre estaba despreocupado y cualquier cosa que hiciera Berenice provocara que babeara como un descerebrado. Arrastró su pierna levantando una estela de polvo y soltó rígidamente:

—Escucha, Berenice Porter, no vas a ir como un kamikaze a matar a Logum. La única persona lo suficientemente estúpida como para divertirse con el peligro soy yo ¿Escuchaste bien? —preguntó imperante.

Ella meneó la cabeza.

—Que no me gusta la idea de que te enfrentes a cientos de soldados-palillos, sin planificación alguna, lanzándote a ese hervidero de sangre como si fueras a nadar a una alberca, solo para matar a un tipo a lo psicópata. Tengo derecho a exigirlo, soy el Abridor que los mete a todos ustedes a los pasajes y los líos. No vas. No así.

Ella se cruzó de brazos, de su hombro colgaba el AK-47 de él, supuse que en mitad del follón que se había armado en el Banco ella se había quedado con su arma o él se la había dado.

—¿O qué? —cuestionó son su voz tranquila.

Sobe mojó los labios, dubitativo, Berenice tenía ese poder en las personas, con solo una oración te dejaba sin palabras.

—¿Cómo que o qué?

Ella alzó las cejas como diciendo: «Sabes a qué me refiero, no eres mi jefe» Sobe balbuceó sin argumentos, totalmente atónito. Eso se estaba volviendo incómodo, señalé por encima de mi hombro.

—Mejor me voy, Petra me llama.

—¡Ella ya no está aquí! —susurró Sobe cruzándose de brazos también.

—Te quedas —demandó Berenice.

Planté mis pies en el lugar, deseando que la tierra me tragara.

Sobe suavizó su semblante, miró a la izquierda y luego a la derecha como si buscara alguna salida a eso. Suspiró hasta desinflarse y hundir los hombros, caminó hacia Berenice y la agarró de los codos porque ella tenía las manos ocultas en sus brazos anudados.

—Berenice, lo dije miles de veces a modo de broma, pero siempre fue en serio. Te amo. Maldición, no solo te quiero. Te amo. Adoro verte tocar instrumentos a escondidas de los demás o tomar clases de música, adoro que seas la chica más fuerte que conozco, me encanta que siempre sepas qué decir, amo que no le temas a nada y que no respetes a nadie, me encanta todo de ti. Amo hasta tu jodido cabello.

Le agarró un mechón de pelo ensortijado, lo estiró como un resorte y miró cómo regresaba a su antigua posición.

—Me gustas con ese estúpido marcador que tienes en el brazo —Ella observó la máquina apagada y hundida en su carne y se mordió el labio apenada, pero él continuó—. Siempre estoy pensando en ti ¿De acuerdo? Y-y a veces creo que tú también me amas, como cuando me acusaron de traidor, pasé horas entrenando en el gimnasio del Triángulo porque necesitaba espacio, pero aun así tú te quedabas en una esquina, esperándome. Pe-pero luego me ignoras ¿Cómo es... cómo es la forma en la que me quieres? ¿Por qué no quieres amarme?

Los ojos se Berenice centellaron de pánico «¡No es eso! No creas eso, Sobe» suplicaba su mirada. Tensó los labios y la nariz. Él continuó hablando.

—Lo único que le daba sentido a mi vida era el ponerla en peligro... me sigue divirtiendo eso, tal vez estoy mal de la cabeza ¡Pero no es el punto! El punto es que toda mi vida fui un nómade que no perteneció a ningún lado, pero cuando estoy contigo siento que estoy en un mundo hecho para mí. Me haces sentir en casa. Te amo, Berenice Porter. Te amo, joder, joder, joder ¿Por qué vas a matarte?

Berenice abrió la boca, pero no pudo articular palabra, la volvió a cerrar. Ahora era ella la que no sabía que decir.

—¿Sabes que lograrás si te mueres? —continuó Sobe—. Harás que yo también muera. Me destrozarías. No podría vivir con eso maldita sea, sabes que te seguiría a todos lados, lo haría, daría mi vida para vengar a Wat contigo. Pero ahora no es el momento indicado. Te pido tiempo, Berenice, en este mundo no puedes atacar a Logum ¡Porque te matarán! Sé que Wat es importante para ti y a veces deseo ser él ¿Es tonto no? Tenerle envidia a un muerto... sé que quieres vengarlo, pero no podrás hacerlo, no en este mundo ¿Por qué no puedes esperar?

Berenice quedó en silencio tres segundos. Luego cinco y permaneció sin decir nada hasta diez segundos. Cuando Sobe y yo creímos que continuaría molesta, cruzada de brazos, muda, separó los labios y susurró bien bajito:

—Es que Wat... él sí eres tú —respiró aire, pero lo hizo trémulamente, como si estuviera a punto de llorar, algo se agitó en mi interior—. Amé a Wat como te amo a ti... Me haces feliz como él me hizo feliz. Y pensar en Logum... no puedo dejar que la persona que lo mató siga viva. Tengo... que acabar con él, por ambos. Quiero cerrar esa etapa. Haría lo mismo por ti... Porque los amo y nadie lastima a los que amo.

Sobe tragó saliva y parpadeó repetidas veces, asimilando la información. En realidad, Berenice había dicho mucho más, no le gustaba pronunciar palabras y sintetizaba sus ideas, así que había que leer entre líneas.

—¿Me-me...? ¿Tú me...? ¿Escuché bien? —una sonrisa chueca como todo en su cara resplandeció, su frustración comenzaba a desvanecerse.

—Sí, tonto —escupió rencorosa.

—¿Aunque haga comentarios inútiles y esté un poco demente? —interrogó.

Berenice asintió, encogiéndose de hombros dubitativa, algo más relajada. Una sonrisita imperceptible se asomó en sus labios.

—¿Aunque esté lisiado? —insistió sacudiendo su pierna coja un poco apenado.

Berenice alzó su marcador, la pantalla apagada estaba bajo un velo de rayas, empolvada. Ella curvó ligeramente el labio con socarronería, su respuesta era sencilla: «Yo también tengo una parte del cuerpo que no me sirve»

—¿Me amas... aunque sea feo? ¿Y no estés a mi altura?

Era raro que Sobe admitiera eso, solía tener el ego por las nubes, o al menos eso aparentaba.

Berenice cuadró los hombros, separó los brazos, sus ojos bien abiertos rebotaron de un lado a otro de la cara de Sobe. Tenía la mirada inquisitiva, con sus ojos cuestionaba miles de preguntas que no pude interpretar, recorrió cada resquicio de los rasgos de él desde la nariz chueca, su cabello mal cortado, las pecas y los ojos azules, tan oscuros, que parecían negros. Lo palpaba como si lo encontrara perfecto.

Finalmente, las mejillas de Berenice se sonrojaron, se puso de puntillas, agarró con ambas manos el cuello de la camisa de Sobe y lo atrajo hacia sus labios.

Él le devolvió el beso agarrándola de la cintura y apretándola contra su cuerpo. Las manos de ella ascendieron hasta la nuca de él y le acariciaron el cabello seco y enmarañado que le llegaba al mentón. Sobe la sujetó de los muslos, la alzó y la acercó más a su cuerpo para... suficiente. Había tenido más que suficiente.

Nunca había imaginado que mis amigos estaban más calientes que sobaco de panadero.

Me alejé abochornado. Frotándome los ojos. Aunque me habían pedido que me quedara ni si quiera notaron cuando me fui.

Escondí las manos en mis bolcillos y sonreí para mis adentros, Sobe y Berenice siempre se habían gustado y que lo confesaran era todo un logro. Pero la sonrisa no tardó en desdibujarse de mis labios.

¿Acaso eso era una despedida?

Después de la muerte de 26J, del disparo a Dante, del cese de comunicación en el Triángulo, el inminente fin de nuestro pasaje y de que Berenice confesara que estaba decidida a perder su vida en venganza y él no cambiaría de opinión en que la acompañaría a cualquier rincón del universo... tal vez habían aceptado su destino: morirían prontamente. Jóvenes.

Y el amor que se dedicaban no perduraría por mucho tiempo. Sus vidas acabarían antes de que pudieran tener un aniversario.

No llegarían a envejecer juntos, convertirse en Guardianes, conseguir una casa en la villa del Triángulo, tener hijos, perros o gatos... cosas a las que aspiraba la gente normal. Ellos no eran peces, tenían memoria y yo les había contado que mi destino sería perder al final de la guerra contra Gartet. Ellos no tenían un destino muy diferente.

Estaban aprovechando el poco tiempo que tenían. Pensé que debería hacer lo mismo. Pero era como Berenice, para empezar un ciclo tenía que cerrar otro.

Arrastré los pies hasta el grupo de niños y Phil.

Saqué el peluche que guardaba detrás de mi espalda, estaba secándose. La felpa se hallaba sucia y un poco quemada, parecía el pelaje de un perro callejero que se graduó de la universidad y le aventaron huevos y harina ¿Qué había pasado? Antes era achaparrado, pero ahora estaba vacío, le faltaba relleno, en el estómago alguien había tratado de coserlo con hilo amarillo para que no perdiera más felpa. Si Miel podría contarme todo lo que vio con sus ojos de botón... ¿Debía abandonar la idea de recuperar a mis hermanos?

—¡Qué asco! ¡Se besuquean! —Seis arrugó su cara pálida, tenía una mancha de chocolate en el mentón que comencé a borrarle.

—Yo jamás de los jamases besaré una chica ¡Antes pierdo el ojo que me queda! —manifestó Veintiuno.

Seis asintió respaldando sus palabras. Me estiré con pereza, estábamos a punto de partir. 1E rodeó sus piernas con los brazos y apoyó su barbilla sobre las rodillas. Tenía los ojos inyectados en sangre de tanto llorar, las pestañas mojadas y la punta de la nariz sonrosada.

—Creí que Sobe no tenía novia —se lamentó 1E.

—Hay gente con suerte —aportó 17N—, ella es una chica bellísima comparada a él. No está a su altura.

—Qué dices, Sobe me parece guapísimo —discutió 1E, olvidándose por un segundo de la melancolía que lo demolía—. Su cara era mi poster de Se busca favorito y el de Dagna. Ella es tan rubia —suspiró admirado.

17N sacudió sus mejillas carnosas y rojas.

—Guapo si lo comparas con una rana leprosa —hipó—. Además ¿Dagna? Esa delincuente tiene cara de trapo mojado.

—¡Eh! —protestó 1E.

Phil suspiró mientras miraba a Berenice y Sobe enlazados, apoyados contra una viga, sus figuras se veían difusas porque el viento levantaba las cenizas y provocaba nebulosas.

—Ah, la juventud. Aún recuerdo cuando solía besarme así con Nancy Thompson —comentó anhelante.

Encogí la barbilla contra el cuello, confundido con su comentario, no sabía que Nancy había sido su novia, siempre criticaba su buen gusto por los zapatos y casi todo lo demás. Prácticamente la odiaba.

—¿Te besabas con ella?

—Estoy bromeando, hacíamos más que eso —rio.

—¡Asco! —dijo 17N y trató de sonreír, pero todavía era muy resiente para algo como eso, aún tenía los ojos vidriosos por la muerte de 26J.

—Estoy bromeando —repitió y me guiñó el ojo, pero no sabía si eso significaba que estaba bromeando o no.

Yo sonreía o eso trataba, pero no podía sostenerla por mucho tiempo, esa mueca me pesaba. Era tn difícil como levantar una casa. Luego de la muerte de 26J y de todos los problemas que tenían mis amigos y yo... luego de encontrar la Cura del Tiempo sentía que no me quedaba tiempo.

No solo no me quedaba tiempo para encontrar a mis hermanos, tampoco me quedaba para estar con mis amigos. Para ayudar a Petra, que sin duda ocultaba muchos secretos y necesitaba apoyo...

Tenía la siniestra sensación de que cada vez se acercaba más el momento en donde tendría que decidir entre mis amigos y mi familia. Y la decisión estaba más que clara.

Ya sabía a quién elegiría cuando llegara ese momento. Pero la decisión, aunque clara, me dolía profundamente. 


















¡HOLA A TODOS!

¡Tanto tiempo, pasaron volando los días!

 Mañana es el cumpleaños de DjZero así que quise actualizar :3

Quisiera volver, pero todavía no terminaron mis vacaciones creativas, quiero acabar de escribir un libro y me está costando mucho. Mi bloqueo escritor se plantó y no quiero que eche raíces. 

Mientras tanto les dejo un meme:


 Estoy pensando en abrir una cuenta de Instagram con memes de mis novelas y fanarts, tal vez use la que ya tengo (la de reseñas) y emplee las historias para Wattpad. 

Soy muy lenta para tomar decisiones jajajajaja

 Por cierto, pongan acá sus usuarios, me gustaría seguirlos (me seguía con algunos en mi cuenta personal pero la anulé hace más de medio año), la nueva de reseñas es: urbcoco.

¡No me gustaría irme sin antes agradecerles por todo el apoyo que siempre le dan a mis historias! Sin ustedes no sería nada, gracias, gracias, gracias.

¡Abrazote y feliz sábado! 


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