Los hermanos menores arruinan la jornada.

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Reemprendimos la marcha sin chistar, estábamos aturdidos, cansados y sobre todo rotos, habíamos dado lo mejor de nosotros, pero teníamos que dar un último esfuerzo, como los profesores de música en los actos escolares.

Éramos responsables de cumplir la misión que nos habían encomendado: meter un nuevo mensaje en las pantallas para que los adultos entraran al Banco. Aunque no teníamos idea de cuáles eran las consecuencias, íbamos a cumplirla.

La razón por la que antes los niños no habían podido encontrar la tercera sala de control era porque no habían contado con un par de alas como las de Phil. Les pregunté por qué no habían usado las piedras que provocaban que tu cuerpo flotara.

1E me explicó que las piedras solo funcionaban cuando estabas dentro del círculo de pilares, es decir, cuando estabas en la ciudad. No podías irte volando por ahí cuando quisieras a donde quisieras. Cada vez que los grupos de búsqueda incursionaron, en las entrañas de las ruinas rojas, fue a pie. En ese momento Phil se convirtió en un pajarillo, aleteó haciendo volteretas para que Veintiuno y Seis rieran y comenzó a buscar la sala de control por la estepa.

Si Dante o Petra hubieran estado allí habrían dado una explicación científica para las rocas, algo que involucrara cargas magnéticas positivas o negativas, baterías y demás, algo que lo hiciera verse menos mágico; pero no estaban.

Rogué para mis adentros que todo saliera bien, confiaba en sus capacidades de supervivencia. A esas alturas Dante ya habría sido atendido en un hospital, Petra estaría durmiendo en las sillas plásticas de la sala de espera o tal vez hubiera sido arrestada por la policía local y trataría de escarpar con sus brazaletes.

El día seguía oscuro, pero ya debería ser el mediodía en ese mundo.

Deberían haber notado que faltaban niños, tal vez habían hecho un conteo, además no habría pasado por desapercibido que alguien saboteó los parlantes en el Banco. De seguro enviarían a alguien de carne y hueso a solucionar el problema, tal vez Logum. Probablemente en unas horas los trotadores de los puertos en el cielo bajarían a cazar a los niños rebeldes.

A la mañana siguiente harían la Extirpación de Lealtad. Se suponía que faltaban menos de diez horas para que la resistencia, es decir los niños que formaban parte de ella, atacara. Lo harían cuando vieran todas las bengalas surcando el firmamento. Señal que nosotros deberíamos encender cuando volcáramos nuevas órdenes en las pantallas.

Seis dijo que antes de irse estaban todos en el barco preparándose para el atraco y que se habían unido más de quinientos niños nuevos cuando escucharon el rumor del plan. Porque la noticia se había esparcido como pólvora en todos los Hogares de la Comuna: Deslealtad continuaba en pie e iba a dar el golpe final a ese mundo.

El viejo navío estaba repleto de pequeños que se creaban armaduras y aprendían a último momento a empuñar un arma. Eso alertaría más a los soldados y trotadores, sobre todo a Logum. Luego de que alguien entrara al Banco cientos de niños habían desparecido de las guarderías. No sería ignorando. La batalla se estaba gestando. O la masacre... porque eran críos no soldados de élite.

Todo dependía de que nosotros encontráramos la tercer jodida base de control.

Phil se había ido hace tres horas y todavía no había regresado. Él buscaba por el cielo, nosotros por tierra, cuando encontrábamos una zona bloqueada volvíamos en nuestros pies. 1E trataba de dibujar rapidamente los hilos que había en esa zona, para que los revisara luego Phil.

Veintiuno me iba contando todas las veces que había encontrado en su caja de almuerzo dos ampollas de agua en lugar de una, Seis decía que eso era imposible, pero él insistía en que no era un mentiroso. Tuve que mediar para que no se pelearan.

17N iba por delante, junto con Berenice que no emitía palabra alguna. Yo trataba de ignorar las figuras de niños que se habían petrificado al tocar las cuerdas rojas, todavía quedaban sus estatuas de sal, paradas entre las ruinas rojas, eternamente aturdidos por el pánico.

Sobe cerraba la formación. Escuché las suelas de sus botas aplastando lo que antes habían sido ascuas. Se acercó a mi lado, me puso los labios en el oído e imitó el sonido de una pompa de jabón al estallar. Me reí. Él estaba muy risueño y relajado, casi podía decir que estaba, por primera vez en mucho tiempo, feliz, o al menos tan feliz como podía en ese lugar.

—Besé a Berenice —me confesó en un susurró.

Puse los ojos en blanco.

—¿De verdad? Ni lo había notado —comenté con sarcasmo.

Él se mordió el labio interno y trató de reprimir una sonrisa.

—Me alegro por ti, Sobe.

—Deberías alegrarte también por Berenice —Soltó el fusil que cargaba y se señaló con ambas manos—, se llevó el premio gordo.

Berenice se acercó a mí, creí que para curiosear lo que Sobe me decía, en plan celos o algo así. Pero sería demasiado para Berenice, ella era toda una estratega y casi nunca dejaba que los sentimientos interfieran en sus planes. En realidad, le daba igual lo que habláramos, se acercó para preguntarme una única cosa y callar.

—¿Encontraste la cura? —preguntó.

No habíamos hablado de eso, ninguno había preguntado porque el desvío de esa cosa costó la vida de 26J. Todavía escuchaba sus gritos de dolor, aún veía sus ojos abiertos con el temor tatuado para siempre en ellos. Aunque la Cura me ayudaría a recuperar a mis hermanos, estaba más convencido que también debería cambiar los recuerdos de Dracma por información de la guerra. Se lo debía a 26J y a los niños de sal.

Sin embargo, supe que todos tenían curiosidad por la Cura porque 1E detuvo sus dibujos en el mapa, 17N miró de reojo y aminoró el paso para acercarse más y Seis y Veintiuno se pusieron de puntillas sin disimulo.

Traté de hablar sin sonar frágil y desvalido. Aclaré mi garganta y saqué el oso de peluche que había escondido en mi pantalón.

Ninguno pudo controlar su deseo de fisgoneo y rodearon el oso.

Berenice lo miró atentamente pasar de una mano a otra, primero lo agarró 17N hipó y lo soltó en las manos de Veintiuno que se frotó el peluche en la cara, sin ninguna razón aparente, solo porque sí, supongo que quería saber qué se sentía. Se lo quitó 1E, lo analizó concienzudamente como si fuera un mapa y se lo tendió a Sobe con gesto amistoso.

—¿Qué es esa cosa?

—Un oso de peluche.

—¿Qué es un oso? —preguntó 1E bien bajito.

—Un animal. Se ve así pero más... real. El hocico no es plano, es prominente —dije señalando la nariz de hilo que tenía—, es bastante narigón, su pelo es un desastre y generalmente tiene un humor terrible.

—Básicamente como Jonás —agregó Sobe.

—Jonás se parece a un oso y Sobe a una cobaya —dedujo Veintiuno, recordando que yo había hecho la misma broma cuando preguntó por las cobayas.

Sobe arqueó una ceja, confundido.

—¿Y qué es un peluche? —preguntó Seis.

—Es algo con lo que juega la gente —expliqué arrepentido al instante por lo que diría Sobe.

—Como Jonás —aclaró Sobe.

Le di un pisotón y él soltó una sonrisita.

—No, así no, los peluches suelen ser usados por niños, los calma, duermen con ellos.

Veintiuno estiró los brazos, tratando de trepar sobre 17N.

—Quiero tenerlo un rato más.

—Estás mal niño, se supone que eso lo van a cambiar con un mango por información de guerra de Gartet, no es algo para jugar —explicó lentamente 17N, a cada palabra tenía que asimilar la idea porque ni ella creía lo que decía.

Asentí.

—Mago —corregí—. No mango. O puedes decirle hechicero.

—También cambiarán el peluche para saber qué fue de los hermanos de Jonás —agregó Veintiuno, presuntuoso por saber algo que los demás no.

—Ahí hay recuerdos ¿No? —cuestionó 17N—. ¿Recuerdos del Hechiperro Dracma Mango?

Se suponía que ella no sabía eso.

—Adivinaré. Phil les dijo —deduje.

Ella sonrió de lado y pasó el juguete al siguiente curioso: Sobe.

Él lo rotó en todas direcciones, bastante serio, como cayendo en la cuenta de una verdad oscura. Que la seriedad en Sobe dudara tanto tiempo me estremecía. Estaba rogando para que dijera que su hermano había muerto vestido como un oso de peluche o aplastado por una tonelada de animales de felpas. En lugar de eso, continuó igual de serio, tal vez estaba comenzando a acostumbrarme a su nuevo estado de ánimo.

Me pregunté cuál sería el mío.

—No sabía que Dracma Malgor dormía con osos de peluche —concluyó—. ¿Alguien sabe la edad de Dracma Malgor? ¿Y si tan solo tiene diez años? ¿Y si tiene tres?

—No inventes —supliqué—. Si lo repites, con nuestra suerte, puede que se haga realidad.

—Ojalá tuviera tres, en ese caso —dijo Sobe alzando un dedo—, le diría: O me das información secreta de las tropas de Gartet o te quedas sin postre.

—¿Qué es un postre? —preguntó Seis.

Sobe arrugó la nariz.

—Maldita sea, en este mundo no existe nada ¿Acaso existe la palabra alegría?

—Sí, es lo que ocurre cuando cierras la boca —le dije.

Puuuuuuuuummmm.

Una corriente de viento trajo el zumbido del banco, pero tan rápido como vino se desvaneció. Me recorrió un escalofrío.

Berenice se masajeó el oído derecho, la sonrisa de todos se desvaneció. Veintiuno se cubrió las orejas exageradamente como si aún recordara lo frustrante que había sido los latidos anormales que habían bombeado esos corazones.

17N y Seis no entendían qué estaba ocurriendo.

Rápidamente los pusimos al tanto y le explicamos que cuando pisamos el Banco los corazones estaban latiendo todos a ritmos diferentes y que mientras más tiempo estábamos en las instalaciones latían no solo con más fuerza, sino que con más ruido hasta provocar un zumbido extraño y letal. No solo era ruido, la vibración se metían en tu cabeza, no te dejaba pensar, te daba una jaqueca tremenda y te sacudía los intestinos como una piñata. Eso ocurrió hasta que Phil logró abrir las paredes y permitió que el sonido dejara de rebotar en el interior del Banco.

—Yo lo vi. Se convirtió en una cosa roja enorme que escupía fuego —ilustró Veintiuno estirando sus brazos como si fueran alas y dando pisotones a la tierra—. ¡Philco es sensacional!

—Un dragón, creo —comentó Sobe—, nunca había visto uno. Es una pena que me lo haya perdido.

—Se dice que tienen un aliento tremendo —recordé las historias.

—Pfff, nada que no te iguale por las mañanas.

—Yo siempre lo vi como un cuervo, no sé por qué ocultó su forma de bestia hasta ahora —lamentó 1E.

—Es porque los dragones son agresivos, extremadamente, tal vez por eso Phil no se transforma siempre en uno, es posible que tenga ganas de devorarnos cuando se ve como un dragón —Sobe sujetó al osito de peluche de los bracitos y lo agitó—. Tal vez esos monstruos necesiten un osito de peluche por las noches.

Puuuuuummmm.

Veintiuno se encogió, espantándose por el recuerdo de las vibraciones, 17N frunció el ceño como si con tantas jaquecas que tuvo en su vida eso fuera como el zumbido de una mosca y 1E dio un respingo. Berenice sostuvo la miraba al norte, la dirección de la ciudad, observaba el panorama con su expresión misteriosa y críptica, opinando dentro de su cabeza.

—Estamos requetelejos —dijo Seis agarrándose el cabello en un ataque de histeria repentino—. No deberíamos escuchar ese requeteruido, requetefuerte.

Sabía que había asuntos más importantes que pensar, pero ¿De dónde había sacado Seis esa maldita palabra?

17N clavó su lanza al suelo de tierra seca y negra, todos giramos hacia ella, parecía que tenía algo importante que decir.

—¡Tengo dos cosas importantes que decir!

—No, no puedes volver por alcohol —tajeó 1E.

—¡Entonces tengo una cosa importante que decir! —repitió estoica—. Recuerdo una historia... una leyenda que me contó una vez mi tía... Aunque no creo que sea verdad. No sé si decirla.

—La dirás de todos modos —adiviné.

—Nosotros —dijo—, las personas de Nózaroc, podemos quitarnos el corazón sin morir, no como la gente de su mundo.

—Sí y no, Berenice siempre tuvo mi corazón y yo podía vivir tranquilo con eso —aportó Sobe guiñándole un ojo a Berenice.

Ella no dijo nada, de hecho, nadie lo hizo, Sobe se aclaró la garganta y pidió que siguiera, 17N lo hizo:

—Eso es porque nuestra alma, está distribuida en porciones, alrededor de todo el cuerpo, pero mayormente en el corazón.

17N metió la mano en el bolcillo y sacó una barra de chocolate de diez cuadrados, le quitó la envoltura y quebró dos cuadraditos de la tableta, luego uno y dejó el trozo más grande con siete. Mostró el pedazo más largo.

—Mi tía me dijo que casi toda nuestra alma está en el corazón, es por eso que la entregábamos cuando amábamos a alguien, pero nos quedaba un poco para nosotros —Mostró el trocito de dos cuadraditos de chocolate—, con eso funcionábamos, pensábamos por nuestra cuenta y movíamos el cuerpo. Es decir, si la persona que tiene tu corazón te ordena que no te vuelvas a reír tú lo obedecerás, pero eso no signifique que las cosas dejen de causarte gracia o que de repente no entiendas ningún chiste ¿Me explico? Porque no entregas todo de ti, te queda un pedazo de alma, uno más pequeño. Nadie puede ordenarte que seas más inteligente de lo que eres porque es imposible para ti. Logum no puede ordenarnos que saquemos plumas y tiremos fuego por los ojos, porque ellos no pueden hacer eso.

—Pero Logum les obligó a que no sintieran nada —musité captando la horrible idea.

17N tragó saliva.

—Sienten solo que no lo demuestran o lo ignoran.

Veintiuno se abrazó a sí mismo.

—¿Mi mamá está sufriendo?

No supe cómo decirle que tal vez su mamá ni siquiera quiere ser su mamá, después de todo, él nació cuando las pantallas manipulaban a las personas y los obligaban a trabajar, seguir itinerarios o tener hijos.

—¿Mi hermano la pasa mal? —Veintiuno continuó preguntando apabullado—. Yo creí que no... eso me dijeron siempre.

17N se compadeció de él, pero no por eso iba a detener la explicación.

—Yo también quise creerlo, por eso no le conté a nadie la historia de mi tía, no venía al caso, además era una leyenda, un cuento de terror para niños... A las únicas personas que le conté fueron 26J y...

—5M —deduje.

17N asintió.

—¿Y cuál es la historia? ¿Se puede saber? —preguntó Sobe.

17N agarró el último trozo de chocolate, el más pequeño e insignificante. Lo alzó para que lo viéramos todos.

—La historia trata del tercer fragmento de tu alma, el pequeñito, que no se halla ni en tu corazón ni en el resto de tu cuerpo. Está en el aire. Podría ser tu mente, pero no es pensamiento racional, es sentimiento puro, miedo, amor, alegría... Es el que compartes ¿Alguna vez viste a una persona que estaba tan feliz que te contagió y te alegró también? O al revés, una persona tan amargada que con solo tenerla al lado te arruina el día. Sientes como si emanaran oscuridad o luz o calidez o frialdad.

—En mi mundo le dicen vibras —musité.

Asentimos, 1E se rascó la nariz como si de repente le preocupara cuál de las dos personas era él.

—El tercer fragmento de tu alma, generalmente, aunque esté en el aire siempre sigue a la mayor parte del alma, al corazón... La leyenda va así: Había un carpintero que tenía tres hijos y los quería de formas diferentes. Al mayor lo quería un montón, al del medio lo quería un poco y al último lo amaba, pero casi nada. Un día el carpintero viejo se enfermó y les suplicó a sus hijos que fueran a buscar una forma de curarlo. El primero llegó a la semana. El segundo terminó su viaje a las dos semanas. Y el tercero llegó luego de veintiún días. Le dijo que le traía la solución a su dolor. Lo que hizo fue degollarle la garganta.

—Con razón no lo quería —comenté.

—Pero al ver que no funcionaba le clavó un puñal en el corazón.

—Oh, a mi hermano le pasó lo mismo, pobre de él —se compadeció Sobe, pero en realidad estaba aburrido y dibujaba en la tierra con su zapato.

—Pero el hermano menor no mató a su padre, si no al primogénito. Porque lo que había hecho el hermano mayor era regalarle su corazón sano para que bombeara por él...

—Eso no puede hacerse, una vez traté de usar el corazón de otra persona y se sintió horrible —contrarió Veintiuno con escepticismo.

17N puso los ojos en blanco.

—Es una leyenda, no es cierta, Veintiuno. En fin, el segundo hijo se había quitado la piel y se la había dado al padre para que la vistiera, así estaba doblemente protegido, por eso cuando trató de degollarlo no pudo. O sea, porque tenía doble piel.

—Se entendió perfecto —comenté impaciente.

—La leyenda terminaba en que moría el primogénito, el del medio quedaba a cargo del hogar y de sus padres y el hermano menor era desterrado lejos de la casa. Sin embargo, él nunca se movió de ahí, siempre deambulaba alrededor, mirando por las ventanas, espiando debajo de la puerta, rogando que lo dejaran entrar y cuando veía a una persona se ponía a gritar que por favor lo dejen entrar ¿Entienden?

—Sí, los hermanos menores en este mundo dan miedo —aseguró Sobe.

—¿Los corazones que gritan son de hermanos menores psicópatas? —intenté.

17N bufó.

—¡Que es una metáfora, una leyenda! ¡No pasó en realidad!

—Ya, no te alteres —alcé las manos pidiendo piedad.

17N hipó y se masajeó las mejillas rojas, seguramente quería un poco de alcohol. Si liberábamos ese mundo ella necesitaría ayuda profesional y adulta para dejar la bebida.

—Lo que esa historia trata de explicar es que el alma de nosotros... al menos la mía, la de Veintiuno, Seis y 1E está dividida en tres partes. Las almas de las personas que entregaron su corazón y fueron encerrados en el Banco están fragmentadas hace tiempo, apartadas. Pueden funcionar por separado, pero el tercer fragmento —Agarró la barrita de chocolate pequeña—, es el que siempre queda afuera, no quedan ni en el corazón ni en el cuerpo. Esa parte errante buscan un hogar, un lugar donde meterse, están desesperados por encontrar un cuerpo en el que rondar. Custodia el corazón al que pertenece, pero anhelan enfebrecidos entrar a lo que vean con vida, incluso si es un huésped impropio. Aunque jamás se le permite entrar a ningún lado ¿Entienden? Es como el hermano menor desterrado. El último fragmento, los sentimientos, la parte irracional de las personas de Nózaroc es muy volátil y peligrosa. Es por eso que los soldados de Nózaroc son máquinas y no personas vivientes de carne y hueso... porque si fuesen personas hubieran sido abatidos o poseídos por esa... ¿Fuerza? Nadie vivo pudo acercarse a todos esos corazones sin sufrir las consecuencias.

—¿Estás diciendo que todos estos años los corazones del Banco atrajeron un pedazo errante y enojado del alma de las personas que Logum volvió vegetales? —argumenté.

17N asintió.

—No solo enojados, con miedo, angustia... sea como sea, ese pedazo de alma está obsesionado por meterse en un cuerpo. Pero no lo logrará, no podrían entrar siquiera a su propio cuerpo, menos a uno ajeno. Por lo que ustedes me contaron lo único que hacía era...

—Vibrar hasta...

—Asesinarnos —soltó 1E.

—¿El sonido puede matarte? —inquirió Seis—. ¡Es requeteraro!

—El sonido incrementado sí... podría destruirte los tímpanos y... —no era una charla para niños, me aclaré la garganta para callar.

—Si Phil no habría una puerta ese ruido iba a matarme —bisbiseó 1E, a él le importaba poco el público que lo escuchaba—. No solo se me metía en el cuerpo y en la cabeza, era como si estuviera en... todos yo.

Sobe soltó una risa.

—A ver, a ver, me enfrenté a muchas cosas —enumeró con los dedos—, a monstruos, gente loca, monstruos locos y a Petra enojada que es todo lo anterior junto, pero jamás tuve que combatir sonido asesino.

—Son almas enojadas, vibras —corrigió 17N.

—Sonido asesino —reiteró Sobe.

—¿Y si nos paramos todos frente al banco y hacemos SHHHHHHHH? —terció Veintiuno.

No creía que chitar funcionara, pero la idea se apreciaba.

—¿Entonces el Banco no fue visitado por nada vivo desde que se fundó, porque si las almas descubrían un cuerpo iban a querer usurparlo hasta acabarlo? —repitió Sobe.

Excepto Dracma Malgor o sus aprendices, pero él era un mago tan poderoso que podía burlarse de unas animas enojadas.

17N asintió.

—Puede ser posible. No lo sé. Creí que era una leyenda —se excusó abriéndose de manos y retrocediendo un paso—, 5M me dijo que la olvidara.

5M conocía esa información y aun así nos había hecho entrar con sus dos sucesores al mando ¿Por qué? Por millonésima vez me pregunté cuál era su plan.

—Pero era cierta y ahora ese ruido está en toda la ciudad... si llegó hasta aquí —dije.

—Creo que el Banco no está fortificado para que nadie entre —musitó 17N—. Es para que nadie... o nada, salga. Y nosotros acabamos de liberarlo.



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