¿Dónde está Walton?

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 Phil volvió después de tres horas de vuelo, jadeando, diciendo que no descubrió nada, solo vio cráneos, costillas y huesos viejos. Mejor dicho, no descubrió nada alentador.

 17N aseguraba que la sala de mandos se trataba un edificio de concreto y circular, sería fácil localizar por arriba en las ruinas rojas, pero las construcciones eran bastante amplias y rodeaban a la ciudad en la parte sur y oeste. 1E volvió a desplegar el mapa que había dibujado con sus amigos, existían zonas en blanco donde les había sido imposible acceder. Lo mostró con modestia, pero Sobe le dijo que resultaba muy útil y habían hecho un gran trabajo.

 Él tenía más experiencia en cartografía y con un simple vistazo estimó que las ruinas rojas medían dos veces la extensión de la ciudad de Manhattan, tal vez tres. Además, concluyó en que Phil debería prestar más atención a las zonas blancas, donde los niños no habían podido incursionar.

 —Por algo nunca vieron la tercera base de control ¿Verdad? Debe estar rodeado de hilos en una de las zonas blancas que no pudieron dibujar porque no pudieron caminar. Además —miró a 17N y le palmeó el hombro—. Tuviste buena idea al deducir que será un edificio circular ya que esa es la estructura de toda la ciudad y si lo construyeron los Salivantes seguramente debería tener la misma forma.

 17N asintió y trató de ocultar que estaba más roja de lo normal. Tanto ella como 1E, eran admiradores de Sobe porque tenían su afiche.

 —Se-seguramente —respondió ruda.

 Sobe chasqueó la lengua y se rascó la barbilla.

 —Pero lo dudo mucho. Para mí es una escotilla —enrolló el mapa y se lo dio a 1E que lo aceptó con una sonrisita tímida—. Debe ser algo pequeño, será difícil de encontrar ¿Estás acostumbrado a encontrar cosas pequeñas, Phil?

Phil bufó.

—Será pan comido, si todas las mañanas me encuentro el... ujum —Se rascó la nuca, miró a los niños y se encogió de hombros apenado—. La encontraré.

—Te recomendaría volar al ras del suelo si se trata de una escotilla —aconsejó Sobe, desviando el rumbo de la conversación con una sonrisa—. Claro que solo es una suposición.

—Es lo mejor que tenemos —admití—. Debemos apostar a una teoría, no hay tiempo para probarlas a todas.

17N hizo una mueca.

—Creo que la teoría de Sobe podría ser buena.

—Lo mismo —comentaron al unísono Seis y Veintiuno.

Berenice no se molestó en opinar y 1E asintió retraídamente.

Mientras nosotros discutíamos cuál sería la mejor ruta Phil bebía grandes sorbos de agua del último botellón que nos quedaba. Agarró el mapa, memorizó en voz baja las zonas en blanco, en las que los niños no habían podido entrar porque había tantos hilos como gotas en una tormenta o flotadores en una clase de natación de prescolar. Le devolvió el papel apergaminado a 1E y emprendió vuelo nuevamente, no sin antes dedicarnos una orquesta de huesos rotos, piel desgarrada, uñas cayéndose y sangre derramada por el suelo.

Aunque yo ya estaba acostumbrándome a las transformaciones, 17N no, infló los cachetes como si fuera a vomitar y trasbocó.

—¡Eres como el Batman de este mundo, amigo! —le recordé.

Lamenté que Petra no estuviera allí, a ella le gustaban los cómics como a mí, aunque era un poco dura para recordar nombres y siempre cuestionaba cosas como que el Wason cayó a un tanque de ácido y salió con mejoras, ella dijo que tuvo que haber emergido de ese tanque como una vela derretida. Además, nunca había aprendido a diferenciar Wanda Vision de Mujer Maravilla.

Continuamos caminando, pero sin encontrar nada de utilidad. Solo nos dimos cuenta de que el leve pitido se intensificaba.

Puuuuuuummmmm.

—Podríamos solucionarlo haciendo que cada uno recupere su corazón —esperanzó 1E, así todos los fragmentos divididos de sus almas estarían cerca otra vez.

Sobe chasqueó la lengua.

—Lamento decírtelo amigo, pero si se escucha así de fuerte estando a más de dos horas de distancia, creo que sería casi imposible acercarse al Banco sin que sientas que te explotará el cerebro.

—Yo podría acercarme —dijo Veintiuno con aire testarudo.

—¿Acaso no tienes cerebro? —se burló Sobe y el niño le sacó la lengua.

—¿Cómo deberá ser ahora la ciudad? —pregunté tratando de imaginarme el panorama.

—Mucho más aburrida si no estamos en ella —garantizó Sobe, colgando los brazos en su fusil.

Incluso los niños en el barco no podrían soportar el dolor de cabeza y decidirían bajar a luchar ahora que eran útiles antes de que se desmayaran o... algo peor.

—Espero que todos estén bien —dije.

—Tú concéntrate en seguir vivo para que los padres de Dante te maten o te demanden.

Asentí, era una buena idea.

Phil descendió, se había transformado en un colibrí, sus plumas satinadas brillaban intensamente, era turquesa y rosado. Las almas se agitaban velozmente como un manchón irisado y borroso alrededor de su cuerpo.

De repente el colibrí cayó al suelo como si alguien lo hubiera derribado de un golpe. Levantó una estela de cenizas al aterrizar, aleteó, gimió, un omoplato le reventó la espalda, las plumas se le cayeron, la piel se le hizo correosa, luego se endureció como el cuero curtido, un montón de plumas negras crecieron en esa piel callosa con la rapidez que tarda una mecha en explotar.

Prontamente su apariencia mutó a la de un cuervo tan enorme como un helicóptero. Sentí calor en las mejillas y un martilleo en el corazón. Acababa de encontrar la escotilla, solo por eso regresaría. Esperaba que estuviera cerca de la ciudad, para que vieran la bengala.

Nos montamos rápido sobre Phil, sin chistar, ayudé a Veintiuno a subir con una mano mientras sostenía a Seis con el otra. No sabía por qué los niños siempre me seguían, no era muy habilidoso en muchas cosas, pero sí en caerle bien a los pequeños, prefería ese don mil veces a que tener una rara inclinación a mover portales o crearlos... o lo que fuera que hiciera.

Berenice rodeó la espalda de Sobe y con sus piernas se sujetó a su cadera, él apretó los labios para no sonreír como un bobo. 17N estaba sobria y muy decidida a acabar con ello, por su parte, 1E había regresado a su timidez ruborizada.

Para nuestra suerte Phil voló con dirección a la ciudad. Las ruinas rojas transcurrían bajo nosotros como un mar granate y caótico. Miré hacia delante, estaba sentado detrás de 1E y Seis, pero podía ver tranquilamente sobre sus cabezas. Los altos muros de granito que rodeaban la ciudad comenzaron a dibujarse en el horizonte.

Phil se detuvo bruscamente como si se hubiera perdido, aleteó hasta quedar verticalmente como un cohete y todos casi nos resbalamos de su lomo. Me aferré de las plumas para no caer y enterré mis piernas en sus costillas. Había un descenso de diez metros. 1E rodeó el cuello del cuervo con los brazos, 17N me imitó y Berenice que era la última de la fila fue sujetada por Sobe para no derrapar, él la abrazo con la izquierda. Seis chocó contra mi cuerpo porque no tenía fuerza suficiente para sostenerse y Veintiuno contra Sobe.

Él estaba sosteniendo el peso de dos personas, vi a su único brazo libre temblar por el esfuerzo. Todos enmudecimos por el miedo excepto los niños que aullaron de la sorpresa con sus gritos de soprano:

—¡MALDITO PALILLO! ¡QUÉ HACES!

—¡QUÉ TE RAPTEN! ¡ME VOY A CAER, NO HAGAS ESO!

Phil reaccionó ante los gritos, suspiros o estremecimientos, abandonó su postura recta, aleteó esperando que lográramos estabilizarnos y continuó su vuelo hasta acercarnos a la muralla de hilos y pilares. Estábamos a una manzana o dos de la ciudad, es decir, de un Hogar de la Comuna porque la urbanización comenzaba de sopetón. Nos hallábamos tan cerca de los pilares, que de haber pateado un balón hubiera rebotado en ellos. Se veían tan colosales y desmesuradamente blancos que me helaron el corazón, se alzaban como rascacielos apelotonados, de ancho medían tanto como una montaña y de alto... pues Godzilla se veía como un mosquito en comparación.

El grito de los corazones y de todas las almas era bastante grave. Invadía la atmosfera.

Puuuuuuuuummm.

Era como si estuviéramos en una discoteca con el dj sordo.

Phil aterrizó junto a la boca de chimenea de una antigua cabaña que continuaba casi en pie. La chimenea y un metro de tejado mohoso eran lo único libre, toda la cuadra y las antiguas casas vecinas estaban rodeadas de hilos, la calle no se veía, era una cama elástica roja y mortal.

Berenice bajó primero, Sobe fue el segundo, alzando a Veintiuno para luego sentarlo sobre la chimenea como si el niño fuera un Santa moreno que iba a entrar a la casa. 1E y 17N aterrizaron en el tejado libre, fueron veloces estaban desesperados por bajar de Phil. Alcé en brazos a Seis y se lo pasé a Sobe, maldiciendo para mis adentros que 5M enviara a niños tan pequeños a misiones como esas.

Sobe sujetó al pequeño rubio y lo sentó junto al otro como si fuera a sacarles una foto, señaló con ambos dedos índices a los niños y los miró bastante serio:

—No se muevan de ahí o me voy a enojar. Hay hilos por todas partes.

—Requeteclaro —dijo Seis.

Berenice se paró al lado de Sobe, asintió moviendo ampliamente la cabeza y los observó reprobatoriamente, uniéndose, en silencio, a la reprimenda de él.

—¿Está claro? Quietos, si quieren ayudar vigilen la periferia, pero quietos.

—¿O qué? —cuestionó Veintiuno cruzándose de brazos.

Sobe se giró hacia Berenice y rio.

—Oye, Berenice, este ya se parece a ti.

Ella curvó ligeramente el labio lo que equivalía a una risa amigable.

Cuando todos se bajaron, Phil aterrizó como humano en la parte libre del tejado donde estaban 17N y 1E. Nosotros seguíamos apelotonados alrededor de la chimenea, temía que el techo se desmoronara, nuestro refugio estaba rodearon de sogas acostadas flojamente sobre las tejas mientras que otras recorrían la superficie de tiza tensas como las cuerdas de un violín. En el otro extremo del techo estaban el resto del equipo.

Tragué saliva. Habíamos pasado todo el día buscando esa escotilla, ya iba a caer la noche y el zumbido no hacía más que crecer.

¡Puuuuuuuuuuuuummmm!

No veía ninguna escotilla por ahí, los hilos eran imposibles de cortar y a no ser que aprendiera a encogerme como un insecto no podría llegar al suelo. Phil tendría que bajar y volcar los datos, solo, sería difícil coordinar con el resto, es decir, con el hermano de 5M y la otra tropilla de niños que había ido a la segunda base, pero teníamos que hacerlo, no quedaba de otra.

Y nuestra única forma de comunicarnos era una bengala.

—Debemos que ir allá abajo —insistió Veintiuno, cuestionando a Sobe.

Sentí pena por Sobe, nadie jamás lo tomaba como figura de autoridad. Veintiuno veía los hilos rojos como un desafío, ese niño era testarudo, muy valiente o un completo idiota. Seis estaba observando todo con los labios separados como un pez, no era un niño muy listillo.

—Ahí no entra ni un alfiler, Veintiuno —le dije, metiéndome a la conversación—. No podemos pasar, así que no te muevas de la chimenea.

—Pero...

—Sin peros.

—Pero tú dijiste, pero.

—Lo dije para decir que no lo digas.

—Pero...

—Obedece, Octubre Veintiuno —pedí en tono cansino masajeándome las manos, decir su nombre completo era raro, me recordaba a mi padre, pero eso lo hizo callar.

Sobe sonrió satisfecho.

—Claro, eeeeh, así me gusta —Asintió con las manos en la cadera, como si él hubiera solucionado el problema—. Porque si no... iba, este, a enojarme ¡Digo, ponerme inflexible y malhumorado!

—Sí cómo no —se burló Veintiuno.

—Oye, 1E ¿Tienes el disco? Creo que deberá llevarlo Phil —le grité desde la otra punta del tejado.

1E me señaló a Phil, 17N estaba sacudiéndole el hombro y llamándolo.

—Creo que se averió.

Phil estaba encogido de cuclillas y abría las palmas sobre el tejado cuberito de cenizas, su postura parecía o la de un demente o la de un animal y él, cuando quería, era las dos cosas. En realidad, no era humano, a veces se adoptaba la apariencia de un hombre adulto por mera cortesía, pero su verdadera forma era un misterio. Tal vez se veía como un terrier escocés.

Tenía los ojos grises anclados en la muralla de columnas y olfateaba el aire. El viento arrastraba las nubes de humo de las fábricas y las cenizas que había por todo Nózaroc.

—¡Phil! ¡Camarada! ¿Qué pasa? ¿Hay alguien insultando a Elvis de ese lado?

17N lo soltó y Phil giró confundido hacia mí, se irguió en toda su altura y señaló con el brazo extendido la ciudad.

—No, peor, allá huele a los hermanos Bramson.

Parpadeé y tosí porque la ceniza se me estaba metiendo en la garganta y quemaba como salsa picante. Demoré en recordar que Philco conocía a los hermanos Bramson, mis amigos del Triángulo; a principio de la semana los gemelos nos habían guiado a Galés porque tenían un conocido que había hablado de una Cura del Tiempo, Phil nos llevó hasta su antigua doctora Micco, de ella habíamos conseguido la dirección del gigante, habíamos trotado de Europa a México, luego a Luanda, más tarde a las islas Malvinas y luego allí.

No había dormido bien esa semana, mucho menos había tenido mente o tiempo para comer, estaba realmente famélico, cansado hasta los huesos y aturdido, en tantos sentidos que quería gritar.

—¿Y a qué huelen los hermanos Bramson? —preguntó Sobe con curiosidad—. A mí siempre me dio la impresión de que usaban colonia de bebés. No juzgo, solo me da curiosidad saber si usan esas colonias que venden en los supermercados, es que nadie puede oler tan suave, así como así ¿Es cierto?

Phil no contestó, estaba abstraído en su contemplación, meneó la cabeza como si discutiera consigo mismo, demudó la expresión a alegría, rio, volvió a la antigua postura de animal y frunció el ceño en silencio.

Sus ataques no eran imaginar cosas, era cambiar de personalidad... Si el olía a los hermanos Bramson era porque de verdad olfateaba a los gemelos.

—Los hermanos Bramson están en el Triángulo —dije con la voz calmada y comprensiva—. No hay manera de que hayan llegado hasta aquí.

—Están allí, estoy seguro, los huelo. Alrededor de los pilares. Es su olor. Así siempre olieron ellos cuando iban a mi casa.

—Olieron como... —presionó Sobe, haciendo círculos con las manos, para que terminara la oración.

—¡No estamos jugando a dónde está Waldo... o los hermanos Bramson! —grité—. Además, acaso, ¿Acaso los oliste cuando fueron a tu casa? Amigo, eso es raro.

—¿Quién no huele a sus visitas? —discrepó Phil.

17N se alejó por precaución.

1E plegó el mapa que tenía en la mano, cuando había aterrizado había comenzado a dibujar esa zona, guardó el papel en su bolsillo y sacó del mismo lugar la pistola bengala y el disco con información. Era redondo como una galleta.

Le dio golpecitos en el hombro, a Phil, con el disco.

—Philco, por favor, ya casi terminamos con esto. Eres el único que puede llegar a los controles.

Phil sujetó el disco con la mano sin abandonar la mirada de los pilares que hacían gravitar el basurero. Se lo metió en la boca, escondió la cabeza en los brazos y se encogió al tamaño de una rata. El animal medía treinta centímetros, tenía el pelaje blanco y los ojos rojos, rapidamente las cenizas y la suciedad del aire empezó a impregnársele en el pellejo.

Al estar en altura recibíamos más desechos, giré a mirar al resto y todos tenían una capa de hollín o grasa sobre la piel, se veían como mineros. Con gestos les indiqué a Veintiuno y Seis que se pusieran las mascarillas.

La rata agitó sus patitas para liberarse de la sangre, el pelo y los jirones de piel humana que dejó en el tejado luego de la transformación.

—Nosotros te gritaremos cuando puedas apretar el botón ¿Sí? —dijo 17N inclinándose ante el ratón—. Será una cuenta regresiva, contaré de tres a uno. Metes el disco con información y esperas para apretar el botón amarillo, tiene que ser el amarillo y lo presionas cuando nosotros te decimos. Así: Tres, dos, uno... Y aprietas. Voy a gritar para que me oigas.

La rata se peinó los bigotes, asintió y se fue correteando por debajo de los hilos tensados.

¡¡Puuuuuuuummmmmm!!

Todos teníamos una expresión triste porque a pesar de que ya íbamos a acabar con eso tendríamos que ir corriendo a luchar para llegar al Banco... pero ese había sido el antiguo plan. Ahora, cuando los Salivantes dejaran de obedecer a las pantallas, no podríamos ir a recuperar su corazón, tal vez serían usados como peones para derrotar a los robots, tomar los barcos y echar del mundo a los colonizadores.

Carraspeé. No tenía sentido.

—Pero ¿Por qué 5M nos dejó entrar si sabía que ocurriría algo como eso? —preguntó 17N, al parecer pensando lo mismo, sus ojos tristes coronaban las mejillas enrojecidas que siempre portaba—. Lo que Phil hará ahora es que los Salivantes dejen de obedecer a las pantallas y luchen para recuperar su corazón. Pero se supone que no pueden acercarse al Banco sin que el ruido los mate ¿Por qué 5M nos dijo que entráramos a ese lugar si sabía que ningún ser viviente podía entrar y salir? Hubiera enviado a su hermano.

Berenice me lanzó una mirada penetrante y oscura, en ella decía: «5M no tenía intenciones de que saliéramos de ese Banco»

Todo tenía sentido si lo veías desde esa perspectiva.

Si Phil no hubiera roto una de las paredes, nosotros no hubiéramos podido salir, nos habríamos quedados aturdidos en el suelo, sordos, hasta que llegaran soldados-palillos y nos derritieran con su agua venenosa. Nos había enviado a apagar los parlantes y no regresar. Pero algo fallaba... Si nosotros moríamos en el Banco ¿Quién habría encontrado la tercera base? ¿Quién habría hecho que los adultos dejaran de seguir las ordenes de las pantallas? Si lo adultos seguían siendo leales a Logum entonces los niños irían a pelear y morirían, sería una masacre.

Algo no tenía sentido.

Además, 5M había enviado a 26J Y 1E. A sus dos primeros al mando para la misión del Banco ¿Por qué se los había quitado de encima?

No tenía sentido. Me estaba perdiendo de algo. Comenzaba a dolerme un poco el entrecejo como si tuviera una semilla germinando.

La tarde caía. Ya era un viernes a la mañana en mi mundo, en menos de diez horas terminaría el Concilio del Equinoccio.

De repente se escuchó una explosión que superó el tenue zumbido. Estaba cerca. Tragué saliva. Era el resto de la resistencia, los niños. Habían iniciado el ataque con o sin ayuda de los Salivantes. El zumbido nunca había sido parte del plan y sin las explicaciones de 5M o nuestra aparición ellos habrán estado más perdidos y confundidos que nosotros. Se arriesgaron. No podía culparlos, todo era caótico y, ante la falta de un líder, cada grupo actuaba por su cuenta. Ya no había más esperas, había llago el momento de liberarse o morir.

Estaban siendo masacrados por los soldados y por el retumbar del Banco. Calculé que si el sonido de la batalla había llegado deberíamos estar a diez minutos.

Miré a Sobe, él también estaba preocupado.

—Voy yo. Ustedes quédense con Phil —dijo Sobe.

—¡No, piedad! —protestó 17N.

Sobe parpadeó.

—Oye, Phil tampoco es tan malo ¿Sabes?

—No, no por eso. Es que son nuestros amigos los que están allá ¡Iremos nosotros! ¡Se los debemos! —17N le quitó la bengala a 1E que se quedó paralizado en su lugar, le arrojó la pistola-bengala a Sobe como si se tratara de un balón.

Él la pescó con rapidez, aunque correr no era lo suyo tenía buenos reflejos.

Sobe colgó la bengala en su pantalón, esperaría un minuto antes de lanzarla, cuando la luz destellara en el aire debería confiar que el hermano de 5M y el otro grupo la vieran, contar hasta tres y decirle a Phil que apretara el botón al mismo tiempo que el resto.

1E comenzó a bajar por su lado del techo, sujetándose a una tubería vieja incrustada a la pared de la ruina. Había encontrado un camino despejado de hilos. Como nosotros estábamos en el otro extremo del tejado, le indiqué a Veintiuno y Seis que podían descender por una enredadera seca pegada a una pila de escombros.

—Requeteayudaremos a la resistencia —dijo Seis.

17N dio unas palmaditas a su pecho, mirando a Sobe, supuse que era un saludo de ese mundo o una forma de demostrar respeto, nos dio la espalda y siguió a 1E. No iba a dejar a los niños solos. Cuando comprobé que Seis y Veintiuno no tenía problemas con las enredaderas los seguí, no sin antes notar que Sobe sujetó las manos de Berenice. Ella persiguió sus movimientos con los ojos, como si quisiera cazarlos.

—Berenice, eres difícil de leer, pero aun así sé que vas a irte ahora en lugar de esperar conmigo ¿O me equivoco?

Negó con la cabeza.

—No voy a detenerte. Solo... si quieres ir hasta la represa o seguir a Logum espérame. Espérame ¿Sí? Esto no me tomará más de dos minutos. Trataré de seguirte. Quiero terminar como coladera o cera derretida contigo.

Berenice arqueó una ceja.

—Sí, hablo en serio —aseguró él.

Ella meneó la cabeza.

—¿Esperarás? —preguntó Sobe.

Asintió ligeramente.

—La venganza puede esperar —agregó.

Berenice le acarició la barbilla y las mejillas, como si encontrara algo adorable en él, algo que nadie más veía. Finalmente le tocó los labios con la yema de los dedos.

—Me gustaría... tener una cita con mi novio antes de terminar como coladera —dijo con su voz suave, pero ronca y rasposa porque no solía usarla mucho.

Sobe le agarró la cara con las manos y la acercó hasta que sus narices se rozaron. Tenía una expresión perpleja y asombrada, él había pasado de ser el chico al que nadie quería invitar al baile del Triángulo a salir con una de las estudiantes más lindas de toda la isla.

—¿Quieres ser mi...? ¿Estás pidiéndome que seamos...? —tragó en seco.

Ella asintió. Sobe deslizó sus manos hasta la nuca de Berenice, sin vacilar la arrastró y la besó en los labios, Berenice le devolvió el beso. Comencé a bajar la enredadera, dándoles espacio, pero ella me siguió inmediatamente, se trepó a las ramas secas, observó a Sobe y dijo bien claro:

—Esperaré.

Sobe sonrió, relajó los hombros y los puños, le habían quitado un inmenso peso de encima. Ella le sonrió, no fue una mueca pequeña o una ligera curvatura, verdaderamente le sonrió.

—¡Te amo, raro! —gritó para que él la escuchara desde el tejado.

—¡Te amo, rara!

Aterricé en el suelo y eché a correr a toda máquina, con la rapidez digna de alguien que persigue un autobús. Berenice iba tras mi espalda. Los corazones o las almas molestas continuaban creciendo como el fuego, nosotros éramos su leña, se alimentaban de cada cuerpo y aullaban con todas sus fuerzas. El Banco entero seguía retumbando...

Salté maderas ennegrecidas y podridas, esquivé hilos rojos que me interrumpían el camino, pisé un cráneo que no pude vadear y llegué hasta el linde de la ciudad: los pilares de roca.

Me recordó al monumento de piedra de mi mundo, que parecía un circulo de puertas y eran tan antiguo como los dinosaurios. Stonehenge. Así se llamaba, todavía conservaba conocimientos de ser un traga libros en secundaria.

El pilar que tenía en frente era de granito blanco o al menos se parecía, estaba cincelado sin cuidado, su superficie no era lisa, era granulosa como una mazorca. Por suerte, las columnas cercanas a mí no contaban con muchas cuerdas, de otro modo no hubiese podido acercarme. Había huecos en donde me podía meter, sobre todo al ras del suelo, donde se notaba que años atrás varios niños habían cavado como presos escapando de un campo de concentración.

Me agaché y me arrastré por la tierra quemada hasta que llegar a la calle de la ciudad, la cual aparecía súbitamente.

A cincuenta metros había un Hogar de la Comuna, podía ver ligeramente su figura redonda en la esquina. La oscuridad era absoluta en la ciudad. Nunca había habido farolas, antes las luces provenían de los edificios y de los barcos mercantiles que surcaban el cielo, pero en ese momento todo estaba en penumbras. Alguien había cortado los suministros de electricidad y los navíos ya no iluminaban la ciudad con reflectores de vigilancia.

Cualquiera pensaría: «Genial, si no hay electricidad, seguro las pantallas están apagadas» Pues no, eran lo único que iluminaban la estrecha calzada o pasillo, ya que en Nózaroc no existían los autos y por lo tanto tampoco las calles. En la pantalla se había una única inscripción:

«Extirpación de lealtad»

Era el día de la ceremonia, había estado programada para ese momento.

Oía gritos a dos manzanas de distancia, llegaban lejanos, como un recuerdo doloroso. No atinaba a identificar ningún aullido en concreto, eran un clamor soprano y homogéneo de personas temiendo por su vida. Personitas. Eran los niños.

Allí habían ido 1E, 17N, Seis y Veintiuno. En esa dirección estaba la batalla. Entorné los ojos y mis gafas hicieron el favor de ayudarme a ver más lejos. Los niños habían soltado las camas de los Hogares de la Comuna en mitad de la calle, estaban usándolas como barricadas, había mesas sueltas, cristales en el suelo y cajas incendiándose.

Estaban montando una defensa con muebles.

Un destello tenue iluminó todo de verde, volteé hacia las Ruinas Rojas. Era la bengala de Sobe. Vi, detrás del pilar y de los hilos rojos, la figura de Berenice siendo iluminada por la luz, se veía como una aceituna. Ella todavía no había entrado a la ciudad, continuaba del otro lado de la muralla, estaba atenta en algo que no alcanzaba a identificar, giró la cabeza hacia la izquierda, desenfundó el arma y dijo:

—Jonás. Mira el suelo. Alguien estuvo aquí. Creo que sé quién es.

Iba a prestarle atención a lo que ella se refería, pero algo diferente acaparó mi interés, fue un silbido grave. Giré noventa grados y noté que las pantallas de los Hogares de la Comuna se apagaban instantáneamente emitiendo el sonido parecido a un motor.

Los gritos de los niños a dos cuadras aminoraron, expectantes.

El monitor antes había sido una imagen negra con letras blancas, parecido a los paneles de los aeropuertos en donde anuncian los vuelos. Pero el color cambió a azul. Toda la ciudad se iluminó de ese tinte, al menos donde había Hogares de la Comuna. Mi piel adquirió una tonalidad cerúlea como si fuera un alíen.

Contuve el aliento. La pantalla escribió una nueva orden.

—Olvídate de la primera y segunda regla. Enójate. Sal de la oscuridad. Trae tu ira o no traigas nada. Llénate de valor. Destruye a Logum y todo lo que él trajo. Recupera tu vida. Véngate. Véngate. Véngate. Véngate. Véngate.

El corazón me pateaba el pecho cuando oí cientos de pasos en las casas de Comuna. Luego vinieron los gritos, pero no sopranos e infantiles, eran grabes, aullidos de personas adultas. Eran bramidos de terror y rabia que se unían al zumbido, cada vez más fuerte.

¡¡¡Puuuuuuuuuuummm!!!

Tragué saliva y vi una muchedumbre encolerizada que salía de los edificios circulares, eran cientos, miles, rapidamente la calle donde me hallaba se llenó de personas confundidas pero enojadas. Me sentía en un estadio. 5M les había pedido que regresaran a la vida, pero con su rabia, solo había llamado la parte oscura de ellos.

Ahora eran armas, asesinos, sedientos de sangre, buscando con rencor un río que saciara su sed.

La multitud me embistió. No sabía dónde estaba, era arrastrado por una marea de adultos que empujaban en todas direcciones buscando algo que romper. Traté de impelerlos, anclé los pies en el suelo, pero no pude plantar mucha resistencia.

—¡BERENICE! —Estiré mi brazo hacia ella.

Ya estaba demasiado lejos de los pilares y las Ruinas Rojas.

Choqué con una cama marinera que estaba apoyada en el muro de un Hogar de la Comuna, de manera que no era volcada por los cientos de empujones, de otro modo la estampida ya la habría tumbado. Qué hacía una cama ahí. No me importó, ni me lo pregunté demasiado. La escalé rapidamente, me paré encima el colchón superior y miré el hervidero en el que se había convertido la ciudad.

Eran cientos de cabezas, brazos, puñetazos y cuerpos que se tiraban en avalancha sobre los Palillos. Los robots disparaban agua y gas venenoso en todas direcciones, como una ráfaga, los proyectiles caían de forma alarmante creando un alud de gente. Los Salivantes de las primeras filas que fueron alcanzados se derrumbaron al suelo con la cara cubierta de ampollas e inflamada, la ropa hecha jirones, casi desnudos, con las rodillas a carne viva o con los huesos aproximándose. Pero se ponían de pie y continuaban, inmunes al dolor.

Porque lo único que imperaba en sus conciencias era la rabia que 5M les ordenaba sentir.

Algunos se sentaban en la acera a gritar una única palabra:

—Véngate. Véngate. Véngate.

Una mujer golpeaba con sus puños sobre la hojalata que había quedado de un soldado, solo estaba su pecho y las piernas, el resto había sido despedazado por alguien más. Un hombre de unos veintiséis se arrodilló junto a ella y con una rabia animal comenzó a comerse los pies metálicos y arañados de la máquina, un chico de quince giraba en círculos y gritaba coléricamente:

—Véngate. Véngate. Véngate.

No podía creer que Gartet había sido el que creo todo eso... él, 5M y... nosotros.

Y la sensación horrible regresó, aquella que vaticinaba siempre algo peor. Pocas veces había sentido algo tan punzante como eso.

Era terror. Denso y puro.

Ese sentimiento me erizaba el vello de la nuca mientras susurraba: Esto recién empieza.






Este capítulo es requetelargo, como diría Seis XD

Pero no quería cortárselo porque últimamente no pueden leer tan seguido la novela ¡Y porque siempre son tan amables esperando las actualizaciones que me enternecen!

Sé que lo dije muchas veces pero siento que nunca son suficientes ¡Gracias por leer la novela hasta este punto! Pensar que llevan tres libros siempre me llena de asombro :D

Además el lunes 18  es el cumpleaños de Heyha_Boy   

En los siguientes capítulos se desata la guerra de Nózaroc. Jonás tuvo suerte hasta el momento de nunca encontrarse en primera línea de la batalla, podría decirse que jamás estuvo en una guerra, solo en pequeñas misiones, pero como vieron su suerte cambió >:v

¡Los quiero! ¡Abrazote a todos! ¡Buen domingo! ¡Feliz día a sus madres si viven en Argentina! 

:D

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