III. Soy un acosador certificado

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


 Petra le cedió el mapa y Berenice lo inspeccionó críticamente con Sobe asomándose por encima de su hombro. Él había crecido mucho el último año y estaba un poco fibroso; aunque Sobe fingía que los músculos siempre habían estado allí, todos sabíamos que no era cierto.

 Yo compartía habitación con él y lo veía todas las mañanas en calzones (cosa que no te recomiendo) cuando se examinaba con asombro frente al espejo, peinaba su cabello que estaba enmarañado hasta el mentón y sacudía la cabeza como un metalero mientras escuchaba My Chemical Romance. Tenía diecisiete años al igual que Berenice, un año más que Petra y yo.

 Estaba bien si querían acompañarme no se los impediría, no tenía que recordarles que los trotadores renegados que no pertenecían al Triángulo eran peligrosos. Ellos ya lo sabían al igual que conocían mi obsesión por Dracma, no me había hecho un tatuaje de él, pero lo había investigado por meses enteros. Además, los últimos años sólo había hecho cosas peligrosas con ellos, ya era tan normal como ir al cine.

 Sobe no había reaccionado bien a la noticia que habían dado los sanctus.

 Hace un año unas patrullas de búsqueda había contactado con estos espíritus para poder tener respuestas de la guerra. Se suponía que los sanctus lo sabían todo.

 Las respuestas que le dieron fueron que nosotros, Sobe y yo, estábamos destinados a salvar o destruir el Triángulo y a todos los trotadores, además dieron a entender que había más posibilidades de que cumplamos lo segundo; también habían informado que posiblemente podíamos ser el punto débil de Gartet un tipo sicótico que quería destruir todo lo que no fuera trotador y conectar los mundos para dar lugar al desorden y la destrucción. Como sea, nadie reaccionaría bien a eso, era mucha presión para dos chicos.

 Por esa razón Sobe había estado más de un mes sin largar comentarios sarcásticos ni gastar bromas a nadie del triángulo o decir algo negativo. Sólo se limitaba a ser amable, humilde, realizar favores, dar cumplidos y hasta decir con frecuencia las palabras por favor y gracias. Nadie podía creérselo, hubiera sido más normal que caigan monedas del cielo o que Mickey Mouse diga groserías como un marinero.

 Se comportó amable y entrenó de día y noche en el gimnasio, levantaba pesas, masas, y hacía todo tipo de ejercicios que no implicaran utilizar las piernas porque una de ellas la tenía herida. Berenice lo acompañaba en el gimnasio, lo miraba o se sentaba en un rincón y tocaba música, para lo cual es sensacional. Como sea, Sobe se portó bien y se encerró en el gimnasio hasta que todos lo trotadores de la isla olvidaron o fingieron olvidar las noticias que se dieron esa noche.

 Después del informe en donde dijeron que éramos dos bombas de tiempo yo había pasado mis tardes en la enfermería, escondiéndome del mundo y esperando a que Petra despertara. Sacaba libros de la biblioteca y leía en voz alta para ella, sobre todo, de personas poderosas, como ella para que la inspiren. O leía diccionarios, porque a mí me gustaban.

 También había comenzado a entrenar con Dagna, ella me enseñaba defensa personal y a la vez me usaba como saco de box. Ahora era mucho mejor defendiéndome y aunque no tenía músculos como Sobe mi reducido tamaño y mi delgadez me permitía ser más rápido que mi oponente.

 También dormía casi todo el día porque por las noches salía con los Abridores y me escabullía por los portales para poder conseguir información de Dracma Malgor. Si le pagaba bien Tian Wang me llevaba de un lado a otro, incluso una vez viaje con él y con J.J a Colombia, Perú, Uganda y de ahí a Cuba en tan solo una noche.

 Berenice me acompañaba la mayoría de las noches porque también había alguien a quien quería acosar. Pero la diferencia entre mi Dracma Malgor y su víctima era que el suyo se llamaba Logum y que quería matarlo para vengar la muerte de Wat Tyler, un chico que la amaba y había iniciado una revolución por ella.

Menuda historia ¿verdad?

Petra había despertado dos meses después de caer inconsciente al escapar de Babilon, yo había estado sentado a su lado cuando sucedió. Me había puesto tan feliz que di un salto y tiré el libro. Había estado semanas esperando que pasara, no quería que al regresar estuviera sola. Se despertó llamando a Marvus, no sabía quién era él, había dicho su nombre también en Babilon.

Cuando ella me había visto había roto a llorar como si estuviera decepcionada y aliviada.

Entonces había cerrado los ojos y se había dormido, llamé al resto y ellos llamaron a la única doctora y enfermera del Triángulo: Wang.

Petra había desaparecido un año para ir a su mundo y comprobar que no habían sido colonizado por Gartet, pero nunca me contó cómo le fue, cuando regresó estábamos demasiado ocupados manteniéndonos vivos en Babilon como para hablar de eso. Luego había caído en coma y cuando despertó no lo sacó a colación. Creí que necesitaba tiempo, pero habían transcurrido meses enteros y continuaba sin contarme.

Además, siempre que le preguntaba cambiaba el tema de conversación, fingía que alguien la llamaba o dramatizaba dolor de estómago.

La miré. Iba encabezando el grupo con el mapa en las manos. Llevaba unos pantalones cortos de piel color caramelo al igual que su cabello, una blusa blanca bordada que destacaba lo bronceado de su piel, unas botas de cuero, un pañuelo en el cuello y todas sus armas camufladas como brazaletes. Volteó y me dedicó una sonrisa tímida, me dio el mapa y se colocó a mi lado.

Llegamos al hotel.

Contaba con más de ocho pisos y exhibía innumerables balcones. De la parte delantera de la fachada colgaban unas banderas desteñidas por el sol, los escaparates estaban cubiertos con tablones de madera, unos macetones redondos estaban esparcidos en líneas y enseñaban unas plantas deprimentes. En frente había una extensión de agua que era precedida por una playa de rocas pálidas, enromes y ásperas. Una barandilla de hierro que sería burlada hasta por un niño de cinco años separaba la vereda de la playa.

El viento era fresco y salado, el sol caía a plomo y el murmullo del agua resultaba acogedor.

Unos metros en la distancia se podía apreciar la majestuosidad de la fortaleza, el castillo dell'ovo, detrás se veían un montón de astillas lejanas que eran los mástiles de los veleros amarrados en el pequeño puerto. Un ancho y reducido camino de ladrillos con farolas te llevaban al islote, los turistas se dirigían a la fortaleza con sus cámaras fotográficas y lentes oscuros. Había algunos autos aparcados al lado del hotel.

Sobe alzó su cabeza, silbó prolongadamente y rodeó con su brazo los hombros de Berenice.

—¿Se supone que Dracma Malgor suele frecuentar este lugar? Pero qué cochiquera.

Asentí.

—Es algo así como un casino, adentro hay uno y se llama Arena, un lugar muy peligroso hasta para adultos trotadores. Pero si alguien sabe dónde se realizará el Concilio del Equinoccio entonces es aquí, además deben saber dónde se esconde Drama Malgor mientras espera por el concilio.

—Sabes qué es lo más gracioso, que está enfrente del Castillo del Huevo, es muy poco noble poner una guarida de villanos en frente de un lugar llamado el Huevo.

—Le pusieron así porque se rumoreaba que Vigilio había escondido un huevo mágico en los cimientos del castillo —expliqué lo que había leído en internet antes de venir.

Sobe largó una risotada y Berenice lo miró como si tratara de comprender qué le daba tanta gracia.

—Si tanto quieren huevos mágicos aquí les tengo un pa...

—Miren una entrada —señaló Petra.

Existía un espacio entre el Royal Continental y otro edificio, se trataba de un pequeño patio detrás de una reja. El piso del patio era de concreto verde, había algunas plantas y una palmera detrás de una pasarela que conectaba los dos edificios. A un costado de la pasarela se escondían unas hileras de ventanas tapadas con papel de diario.

Nos dirigimos hasta la reja, petra comenzó a treparla con seguridad y agilidad. Berenice la siguió y yo también. Sobe le desprendió una mirada resignada y la trepó, pero le costó un poco más de lo calculado. Cuando terminó de montarla, cayó de culo del otro lado del patio. El labio de Berenice se curvó imperceptiblemente para ella eso equivalía a una carcajada, él se sobó la cabeza y lo notó.

—¿Te divierte mi desgracia Berenice Porter?

—No, me diviertes tú —respondió ella observándolo penetrantemente y extendiéndole la mano, él se la aceptó con una sonrisa sincera en los labios.

Había más ventanas de ese lado, incluso habían construido un jardín de invierno, pero todo estaba abandonado, revestido de papel de diario o cubierto con pintura negra. Petra se hallaba inspeccionando detrás de un cristal, entornaba la mirada y se cernía sobre una ranura que no estaba cubierta con papel.

—No hay nada ahí dentro.

—Como en tu cabeza, quién lo diría —aportó Sobe, ella lo ignoró.

Negué meneando el mentón y me coloqué a su lado.

—Para los confronteras es un hotel abandonado, pero para los trotadores se trata de un edificio de todo lujo cuyo sótano es un casino y una discoteca. Aunque este lugar es frecuentado por muchos monstruos, tal vez haya algunos por los pasillos haciendo... ya sabes... lo que la gente quiere hacer en una discoteca con privacidad.

—No te pillo —dijo Petra desviando sus ojos policromos del cristal.

Sobe puso los ojos en blanco.

—¿Qué nunca fuiste a una fiesta Petra? La gente a veces se separa del grupo para enviar mensajes de textos a sus madres y decir que todo es seguro, llamarlas, enviarles fotos de la fiesta, cosas como esas.

—¿De verdad?

Iba a responder que le estaba tomando el pelo y que la gente en las fiestas se alejaba si querían crear bebés, si es que tenían la decencia de alejarse y no lo hacían en público, no te imaginas a la infinidad de lugares en los que entré que la palabra descendía sólo existía como una burla en el diccionario.

Los trotadores que no pertenecían al Triángulo solían ser muy... desvergonzados.

Pero Sobe se anticipó y afirmó con la cabeza.

—Sí, absolutamente.

—Ah, en ese caso, no veo que haya de peligroso. Sólo son transversus hablando por texto.

Berenice sabía que Sobe mentía, cualquiera hubiera adivinado que Sobe mentía, pero ella todavía tenía muchas cosas que aprender de este mundo. Tenía que romper la ventana, era la única manera de entrar, si había un lugar de ingreso no estaría tan a la vista y nos tomaría horas encontrarlo. Sobe leyó mi pensamiento y una sonrisa burlona y despreocupada se formó en sus labios.

Se dirigió hacia una maceta, la contempló como sopesando posibilidades y elevó sus oscuros ojos azules hacia los míos.

—Jonás, ¿Quieres ascender tu posición de acosador certificado a allanador de lugares privados? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro