Los muertos no mueren.

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Por fin comprendí lo que sentía Petra cuando le daba pánico escénico. Tenía muchas personas regalándome su atención y pesaba más que una montaña. La temperatura de mi cuerpo descendió drásticamente, un sudor gélido me empapó la espalda, las rodillas me temblaban y el estómago se me apretaba como los pasajeros de un tren en hora pico.

—No, no... no puede ser posible —musité.

Sobe se atragantó con el té y tosió pasmado, mirando a Dracma y luego a mí, Phil sostenía la taza con el meñique parado cuando la soltó por el asombro, Petra liberó un grito de exclamación y Berenice tenía los ojos abiertos, bien alertas y brillantes. Dante se aferró de los hombros de las chicas para no perder el equilibrio y desmallarse y luego perdió el equilibrio y se desmayó.

Dracma agarró el overol, lo hizo un bollo en sus manos, se enderezó y antes de caminar hacia mí, cerró, con el pie, la maleta de metal y la empujó bajo la cama otra vez. Me arrojó la prenda mirándome con lastima, la agarré en mis manos y la examiné anonadado. Era el uniforme que había usado ella.

«Narel»

Entonces, Narel, Rishya y Eithan se habían unido al ejército de Gartet, tenía sentido, ellos se habían perdido en un mundo colonizado. Los trotadores de sus tropas los habían encontrado y los habían reclutado, fue mera suerte, a mí me habían descubierto Sobe y Petra por eso acabé en el Triángulo... pero pudo ser La Sociedad, un grupo de mercenarios o las mismísimas tropas Gartet.

Miré el oso de peluche Miel que había quedado en el diván. Faltaba algo. Una pieza en la historia que no encajaba.

Narel me había dicho que no estaba del lado de Gartet.

Recordaba perfectamente sus palabras: «Olvídalo, de todos modos, no puedo decirte... dicen que la magia profética no puede usarse de ese modo» «Sea lo que sea que haya visto estoy segura de que podrás superar todo...» «...podrás salvar ese mundo, mover las masas, liberar al resto de los pasajes y salvar a nuestro mundo de La Sociedad y de Gartet»

«...De La Sociedad y de Gartet»

No iba a decirme algo como eso si le era fiel a Gartet ¿O sí? Pero ya no quería vivir en negación. Lo único que hacía era aferrarme al pasado, como había dicho Sobe ¿Y si ella estaba con Gartet? ¿Cuál era el siguiente paso? Meterme en las tropas de Gartet a buscarla sería un suicidio... o la perdida de mi libertad. Acababa de cruzarme con una barrera ¿Hasta cuándo estaba dispuesto a arriesgar para recuperar a mis hermanos? ¿Podría trabajar para él? ¿Mataría mundos enteros por ellos?

Sentía que el suelo se bamboleaba bajo mis pies. Me hundí en el diván. Petra me abrazó, Dante recuperó el conocimiento y aturdido hizo lo propio.

—¿Saben qué estamos haciendo en el Concilio hoy? —inquirió Dracma.

Esperó una respuesta, pero mis amigos negaron con la cabeza, yo continuaba sosteniendo el uniforme del ejército de Gartet en mis manos, apuntalando mis codos en las rodillas mientras era acobijado por la lumbre del caldero.

—Cada año el Concilio decide cosas diferentes, a veces solo nos reunimos para intercambiar trucos, clientes y noticias de mundos. Somos más de cien personas. Pero este año solo se presentaron diez. Muchos sabían lo que íbamos a discutir y tuvieron miedo. Esta noche estábamos tratando de encontrar el libro de Solutio o algún sustituto.

Sobe se puso de pie con desesperación, él haría lo que fuera para proteger la isla.

—¿Lo hallaron?

Dracma meneó la cabeza, se sentó en el sillón, cruzó las piernas, colocó las manos en el apoyabrazos y suspiró.

—No, ustedes nos interrumpieron.

—¿O sea que estaban todos tomados de las manos para ver un libro escondido, pero no vieron que nos acercamos a su conferencia? —se decepcionó Sobe—. Qué magia más chapucera.

—¡Eh, no seas descortés! —Petra lo asesinaría con los ojos de ser posible.

Dracma agitó una mano en el aire para quitarle hierro al asunto.

—De todos modos, no íbamos a encontrar nada más. Rastrear es un arte muy difícil del nivel cuatro y aunque todos los magos del Concilio sean nivel cinco no significa que podamos hacer lo que queramos sin reglas. Si no tenemos una pista como un trozo del objeto que buscamos es casi imposible encontrar algo. Es como tratar de alcanzar una moneda en el océano.

—¿Y el sustituto? —inquirió Phil, repentinamente atento a la conversación, hablando con madurez y cautela—. ¿Puede reemplazarse algo tan importante como el libro de Solutio?

Dracma infló indecisamente su pecho de aire y lo liberó:

—¿Están preparados para una larga clase de historia y teoría mágica?

—No —se quejó Sobe.

—¡SÍ! —aulló Dante con la voz ronca, dio un ligero brinquito entusiasta, preso del frenesí, si no hubiese estado herido habría saltado como un conejo.

Dracma sonrió.

—La magia es algo que está en cada lugar de cada pasaje, es todo, es energía, partículas elementales, materia oscura, pueden llamarla como quieran, pero está ahí, son todos los mundos al mismo tiempo —Señaló el caldero de té que había y con el dedo indicó que prestáramos atención a las burbujas—. Imaginen que la magia es el té y los mundos son las burbujas que bullen. Son un reflejo de ella, el resultado del calor que hay en el té. Un trotador no es más que una persona con la capacidad innata de abrir portales, podemos controlar un pedacito minúsculo la magia, es por eso que solo algunos trotamundos soportan las artes extrañas y los humanos jamás.

Berenice bufó. Ella era la única humana, bueno casi, había nacido en otro mundo, pero se veía como una adolescente normal y probablemente fuera de la misma especie que mi madre. Tal vez bufó porque no entendía la explicación, yo tampoco había digerido sus ejemplos.

—Es por eso que con magia se puede saber el futuro, en parte porque está en cada tramo de la vida de cualquier criatura u objeto. Si sabes manejarla puedes abrir puestas a otros mundos o ver lo que existió o existirá, controlar las reglas del pasaje, de tu vida y la del resto, como si fuera una simulación virtual y tú un programador.

—Pero el futuro no se puede cambiar ¿Por qué quieren saber el futuro? —preguntó Petra—. Es cierto que el libro de Solutio ayudaría un montón, pero...

—No puede cambiarse, eso dicen, pero ¿Alguna vez alguien lo intentó? —preguntó con una sonrisa socarrona.

Todos nos quedamos en silencio, Dante levantó la mano y Sobe se la bajó.

—Nos basamos en que el futuro no puede cambiar porque todo lo que ha aparecido en el libro de Solutio se hizo real. Pero tenemos que recordar que es un libro creados por magos.

—¿Y eso? —cuestioné.

—Es un libro que contiene un montón de magia, incluso se dice que sus hojas queman. Pero que la contenga no quiere decir que sepa más que la magia.

—¿Y entonces a quien le preguntamos? ¿A la magia? Si se supone que es energía o té o el universo mismo.

—Encerraron una enorme cantidad de hechizos y artes extrañas en sus hojas, pero para que no fuera un arma tan poderosa hicieron que cada respuesta apareciera como acertijo. Eso dicen los rumores, lo que yo pienso es que la respuesta es una adivinanza porque el mismo futuro lo es. Imaginen que lo tiene Gartet y él pregunta cómo ganar la guerra, la respuesta que podría darle el libro es: «Caza a los cuatro ojos de cicatrices»

Sobe hizo una trompetilla para no reír.

—Tardaría años en entender que es Jonás —prosiguió Dracma—, debería dedicarles mucho estudio a las respuestas. Pero podría ser cualquiera con cicatrices o con ojos particulares —desvió la mirada a Petra—. Lo que digo es que existen muchas formas de interpretar una profecía y eso es porque hay muchas formas de cumplirla. No hay un futuro absoluto como solemos creer. Podemos elegir el que más nos convenga.

—¿Qué suplemento encontraste del libro de Solutio? —se interesó Berenice, hablando por primera vez en mucho tiempo.

—Existen personas que fueron creadas como el libro de Solutio, escuché rumores de Videntes. No son magos. Son más que eso. Es gente que fue creada con artes extrañas por trotadores o criaturas fuertes como dioses... Todavía no encontré a ninguno. Generalmente si se vuelca tanta magia en un cuerpo físico termina demente o no puede acceder a toda la verdad, tal como ocurre con Solutio. Algunos solo pueden ver cosas dentro de un mundo, otros son como los sanctus y ven más allá, pueden atisbar lo que ocurre en simultaneo en todos lados. Pero hace poco escuché hablar de una criatura de manchas negras, asesina, demencial, que es la marioneta de la Guillotina Naranja, una princesa sin reino que tortura a toda criatura viviente por diversión. Ambos están muy dementes y tienen mucha información valiosa que no comparten con nadie.

—¿Son aliados o enemigos? —preguntó Petra.

Dracma chasqueó la lengua.

—Los pocos que los vieron dijeron que juegan entre ellos a matar seguidores de Gartet o cualquiera que se cruce en su camino. Se hacen coronas con sus huesos o capas con las pieles. Están embebidos de odio y poder. Son oscuros, negros hasta el alma y sumamente peligrosos, pero si no encontrábamos el libro íbamos a localizarlos para pedirle consejo.

Suspiré.

—Se supone que soy el último que tocó el libro de Solutio, pero juro que no sé dónde está.

Drama se masajeó el mentón, habría presionado demasiado la mandíbula.

—El Concilio del Equinoccio tiene bien en claro que para ganar la guerra no solo se necesita un ejército o trotadores poderosos, también se necesita información, saber el futuro, clarividencia... y tememos que Gartet esté reclutando, en las sombras, a Videntes. Ese trotador suele hacer todo en secreto, tememos que cuando reúna a muchos pueda localizarlos a ustedes, con o sin bloqueo. Tememos que pueda ganar.

Dante comenzó a morderse las uñas.

—Debemos solucionar cuánto antes el problema de falta de información ¿Eso dices? —preguntó Sobe.

—¿Acaso no tenemos que salvar a este mundo de las Catástrofes? —aportó Phil.

Sonreí para mis adentros porque no tenía tanta felicidad para curvar la comisura de mis labios. Phil había dicho «Tenemos», se incluyó en nuestro grupo. Tal vez, cada vez tenía más problemas y enemigos, pero también más aliados.

—Las movidas de Gartat ya comenzaron. Es hora de que ustedes y el Triángulo ataquen.

Meneé la cabeza, yo ya había tenido suficiente de guerras y de luchar en primera línea. Además, si el Triángulo decidía avanzar entonces la masacre de Nózaroc sería una fiesta de niños.

—Esta noche teníamos en mente buscar el libro de Solutio o a los Videntes —prosiguió Dracma—. Si existe un Vidente tan poderoso, puede que nos observe buscando ayuda, se apiade de nosotros y nos contacte. Solo que piedad y poder no van de la mano.

—¿Tan crueles son los Videntes? —preguntó Petra horrorizada.

—Tan crueles como escasos. Tal vez con más magos hubiéramos logrado acercarnos a algo. El resto de los magos poderosos se ubica en una posición neutral. Son pocos los que ven la gravedad del asunto, si Gartet ganara la guerra querría apoderarse de las fronteras y los pasajes, abrirlas a todas, pero monitorearlas ¿Se imaginan tener que pedir una VISA para visitar otro mundo? ¿O solicitar un permiso para que me dejen ser mago nivel cinco? O peor aún, que este mundo humano sea destruido, cosa que él quiere hacer.

Meneó la cabeza.

—Pero trabajaste para él —obstinó Sobe—. ¿Eres idiota o qué?

Dracma sonrió.

—Conociéndome seguramente trabajé para él porque creí que Gartet era un chiste. Nunca había oído de él. Hace menos de treinta años se hizo popular. Si aparece de repente un hombre con ejércitos y dice haberse preparado por cientos de años para una guerra no te lo tomas en serio.

—¡Claro que sí! ¡Eso se toma en serio! —estalló Dante—. ¿Qué otra cosa tomarías en serio si no?

—A un representante de actuación, cuando te dice que te dejará es porque te dejará —respondió Phil, aunque la pregunta no iba para él y la respuesta no tenía sentido.

—Viví cientos de vidas, vi miles de Gartets. A muchos trotadores como yo les cuesta creer que va en serio, pero a cada semana me entero que un mundo ha sido colonizado hace años en su nombre y nunca nadie supo hasta ahora. Eso sí fue inquietante. Miren, no quiero perder la libertad, ni yo ni mis congéneres. Pero pocos tienen el valor de enfrentarlo porque su ejército es formidable y Gartet es un líder paciente. Son dos cualidades que si las juntas obtienes como resultado un ganador.

—Yo vi magos que estaban en las tropas de Gartet —musitó Petra—. Izaro, por ejemplo, esa chica nos hizo la vida imposible el año pasado. Hay gente que se une a su causa... no todos los magos son indiferentes.

Dracma asintió.

—No la conozco, pero de seguro no es tan poderosa como crees, aunque sea nivel cinco, no debe tener reservas de energía, ni poder usar varias palabras en un mismo hechizo. Ella debe usar su cuerpo de combustible tal como haces tú —respondió señalando el librito que le regaló—. Te aconsejo que aprendas rápido. Y con seguridad, afirmo, que los maestros más poderosos son indiferentes a ambos bandos.

—Así que ningún maestro de artes extrañas se anima a atacar —repitió Sobe.

—Efectivamente. Solo somos diez dispuestos a hacerlo. El día que agredamos su orgullo, debería ser un golpe importante. Atacar algo que a Gartet le duela...

—La Coalición de Innovación —musité.

Dracma Malgor arqueó una ceja.

—¿Disculpa?

—Gartet tenía diez Coaliciones de Innovación. Ahora tiene nueve. Los usa para crear armas. Le dolerá perderlas —expliqué frotándome las manos.

—Tomo nota —dijo, se rascó el mentón, apoyó los codos sobre las rodillas, se encorvó y agregó—. Escuchen...

—De-debes ir al Triángulo —supliqué estrujando el uniforme de Gartet—. Los guardianes y estudiantes estamos formando un ejército, pero quedan pocos mundos que quieran unirse. Ven al Triangulo y planea el golpe que darás con los profesores y nosotros. Puedes atacar sus Coaliciones de innovación y su grupo de cerebritos mientras los estudiantes liberamos mundos.

Asintió.

—Se lo comunicaré a mis camaradas. Ya que falló nuestro intento de llegar a Videntes o libros de profecías, lo mejor es actuar a ciegas —hizo un largo silencio y agregó—. Tengo un presentimiento con todo esto —flexionó y estiró el dedo medio e índice, pidiéndome trajera la Cura del Tiempo.

Se la alcancé, pero él no la agarró.

—Creo que yo ya hice mi parte contra Gartet. El Concilio del Equinoccio ya te ayudó una vez, es el tipo de bloqueo que tienen ustedes dos —dijo señalándonos a Sobe y a mí—. No es como una pared sobre sus cabezas, es como un vacío, una mancha negra, oscuridad y no se ve nada en la oscuridad. Pero esa penumbra va más allá. Va desde la cabeza de Petra, hasta la de Dante y la de Phil...

—Pero a Phil lo conocemos hace una semana.

Dracma asintió.

—Alguien te habrá conocido y supo que harías muchos amigos y que esos amigos también necesitarían protección.

Bufé.

—De seguro no fue idea de Narel, ella siempre se rio de que era un inadaptado.

—Eras inadaptado en el mundo de los humanos, no en el de trotadores.

—Sí, ahí también —Sobe concordó con Narel, de haber estado ella ahí se hubiera codeado con él o soltado bromitas.

—¿Estás diciendo que cuando Jonás hace amigos, se encariña de alguien o le es leal a una persona instantáneamente la mente de su amigo se fortifica para que nadie la invada? —preguntó Petra.

Dracma asintió.

—¡Pero eso es...! ¡Imposible! —negó Dante recitando todos los libros que había leído—. Un hechizo como ese implica a lo sumo veinte palabras. Es una locura. Es magia muy poderosa. Ya ni siquiera sé si eso es magia. Nadie jamás ha usado tanta fuerza junta. Además, tú ni ningún mago tenía nada de Jonás, no podían rastrearlo. Necesitaban sangre de él o pelo o algo así.

—Yo no —admitió y señaló el oso de peluche—. Pero tres personas tal vez sí.

—¿Mi... mi hermana habló con el Concilio del Equinoccio hace dos años y les pidió que me plantaran un bloqueo mental? ¿Cómo... cómo supo que lo necesitaría? ¿Por qué...?

Dracma se puso de pie. Frotó las manos como si quisiera encender fuego, miró a Miel con ojos ambiciosos, se arrodilló en el suelo junto al peluche y lo contempló profundamente. La mitad de su cabello rojo era iluminado por las velas de la estancia, parecía que tenía una extraña aurora sobre el cráneo.

—Cuando toque el objeto me vendrán los recuerdos, será rápido como encender una bombilla —anticipó, nos lanzó una mirada de advertencia y se ajustó la chaqueta jalándola hacia adelante—. Les diré todo lo que vea, pero inmediatamente los extirparé. Por algo, en primer lugar, me quité esa información de la cabeza.

—Pero ve al Triángulo, por favor —imploró Sobe—. ¿Lo harás? ¿No quieres ver el clima veraniego?

Él sonrió de costado.

—Yo...

Alguien entró a la carpa, era el hombre disfrazado de Naruto. Irrumpió empujando con los brazos extendidos, los telones de la entrada. La tela se zarandeó hasta permanecer quieta, lo agitado ahí era su respiración. Jadeaba, se le había caído la bincha y el tinte amarillo del cabello se le derraba con los surcos de sudor. En vez de ninja parecía un presidiario borracho. Apoyó las manos en sus muslos y nos contempló desilusionado, como alguien que corre kilómetros en un desierto por algo que beber y encuentra en su lugar soda de naranja:

—¡La Sociedad! ¡Vienen! ¡Están rodeando el edificio! Dijeron que quieren a Jonás Brown y William Payne y que si se los entregamos perdonarán nuestros actos de herejía... descubrieron que llevo dos disfraces y no soy humano —agitó tanto los brazos que por un momento pensé que le habían dado ganas de imitar un número musical.

—¿Qué? —preguntó Dracma haciendo espamentos con las manos, como si quisiera aplastar moscas—. ¿Cómo saben que ellos están aquí?

—¡No tuve tiempo de preguntarles! —objetó el mago—. Muy divertido el mundo humano, me encanta el anime y todo y verme como una persona que tiene solo una cabeza —se alisó los pliegues de su cosplay—. Pero no pienso morir aquí.

Petra se puso de pie, decidida.

—Los detendremos. Somos más de diez magos.

—¿Somos? —preguntó el hombre disfrazado—. Eran. El resto se fue, no quiere problemas. Yo vine a advertirles. Me largo, no me voy a meter con La Sociedad ¡Son como noventa! ¡NOVENTA!

Volteó para irse, fiel a su promesa se iría luego de dar el mensaje, eh, podía ser un gallina pero mentiroso jamás. Dracma se levantó fugaz como una corriente de aire, por más que estuviera embutido en cuero era elástico. Con un puño aprisionó el cuello del disfraz del hombre y con la otra mano lo sostuvo fraternalmente de la nuca, era un intento desesperado de ser oído.

—Alcanza al resto. Diles que terminamos la reunión en el Triángulo. Tengo un plan para el golpe. Nos vemos allá.

Ambos se sostuvieron la mirada como si quisieran construir un puente entre ellos, Dracma tenía los ojos grises y férreos depositados en la inseguridad de su amigo. Alzó las cejas, aguardando una respuesta. El hombre tragó saliva de forma ruidosa, asintió torpe y cabizbajo y desapareció. Literalmente. Es esfumó de un segundo a otro. Tal vez se había vuelto invisible o algo por el estilo. No tenía tiempo para extrañarlo o preguntarme qué había sido de él.

Todos soltamos las tazas, nos pusimos de pie y dudamos. Jamás nos habíamos enfrentado a tantos agentes. En Gales se necesitó solo dos para casi matarme. Estos eran demasiados. No tenía idea de cómo habían llegado hasta allí o encontrado. Además ¿Cómo se habían reunido en tan poco tiempo? ¿Estaban festejando un cumpleaños o una despedida de soltero como para materializarse tan rápido en Japón?

—¡Yo los distraeré hasta que me dé miedo! —anunció Dracma, avanzó a grandes pasos hacia una repisa de frascos y comenzó a coger algunos con polvos y colocarlos en su brazo como si fuera una doncella cortando rosas—. ¡Ustedes escapen!

Bob corrió hacia debajo de la cama y sacó una armadura de samurái de su tamaño y de goma rígida. Era específicamente para soportar las descargas eléctricas que tenían las armas de los agentes. Se visitó ceremoniosamente, listo para el combate, recitando por lo bajo una oración a sus antepasados y unas palabras de ánimos para nosotros:

—¡Nos vamos a morir! ¡Todos! Nos vamos a morir por ustedes, mocosos que no saben apreciar un buen té y por ese histérico, demente, enfermo y abominable idiota que los escolta.

—¡Oye, no inventes, yo no soy escolta de nadie! —gritó Phil.

—¡Gracias por el té, me gustó más no nos hayas matado! —saludó Sobe, despidiéndose como un soldado, agarrando su mochila, colgándosela a los hombros y rengueando a la salida de la carpa.

—¡Pero tienes que tocar la cura! —insistí yo, anclado a mi lugar.

Todo orbitaba vertiginosamente a mi alrededor, me había convertido en un poste flaco y con gafas que sostenía un oso de felpa más demacrado que cualquier personaje de Friday Night Freddie. Berenice siguió a Sobe, tantos agentes de La Sociedad no esperarían a que tomáramos una decisión. Era defender o huir, sin pensarlo. Dante dudó, pensó, titubeó, se levantó del diván y se volvió a sentar como veinte veces, parecía que vibraba en la silla. Phil fue el primero en abandonar la carpa. Dante rugió débil, como un gatito.

—No quiero ser un agente —dijo Dracma, poniéndose de pie y corriendo hacia la salida—. De verdad que no, perdón. Tal vez un abogado o mariachi, pero agente no.

Movía tanto los brazos que no sabía si quería animarnos como una porrista, estaba lanzando hechizos o había cundido en pánico. Todos eran mala opción.

—¡Eres un mago que tiene más de cientos de años! ¡Nivel cinco! —le recordé.

—Y planeo serlo muchos años más —abrió el brazo que tenía libre, con el otro sostenía frascos—. ¡Por algo llegué a esta edad, me fui del Triángulo y de este mundo plagado de agentes hace décadas! La magia es poderosa pero tampoco es que pueda contra... —Azotó el aire con su brazo recto y derecho, como la barrera de un tren—. ¡NOVENTA METRALLETAS APUNTANDO HACIA MÍ!

—Podemos derrotarlos juntos.

—¿Y luego qué, Jonás? ¿Cómo trotaremos a un portal? Soy un Cerra y aquí solo hay dos Abridores ¡Y tú y el niño tembloroso también cierran portales! —dijo señalando a Sobe y Petra—. ¡Tenemos que separarnos! ¡Corro menos peligro si peleo por mi cuenta y les aligero la carga de agentes!

Dante y Berenice corrieron fuera de la carpa diciendo que irían por el auto y lo acercarían a la entrada porque lo habíamos dejado en la avenida detrás del parque. Primero teníamos que alejarnos de las zonas urbanas, luego trotar al primer portal que encontráramos.

Yo me adelanté hacia Dracma, sujetando el estúpido oso de peluche. No había hecho todo ese viaje por nada, 26J había muerto para dármelo, no iba a desperdiciarlo. El señor Malgor detuvo el saqueó de sus anaqueles y se congeló. Me observó, sus ojos rebotaron de un lado a otro de mi rostro, chasqueó la lengua, dejó cuidadosamente los frascos en el suelo y dijo:

—Bien. Rápido. Que sea rápido.

—Eso también le dicen las chicas cuando las invita a una cita —se mofó Sobe.

Petra le dio un pisotón y rumió que no era el momento. Dracma colocó su mano enguantada, enorme y surcada de venas sobre el oso de peluche y cerró los ojos.

Los mantuvo cerrados tan solo cinco segundos. Sus pupilas se sacudían frenéticamente debajo de los párpados como si estuviera siguiendo una partida de pingpong o algo más rápido y veloz que eso, a los magos del Concilio huyendo, por ejemplo. Los dientes le chirriaron como bisagras a punto de colapsar, su mandíbula templada adquirió la misma consistencia que una roca, los músculos bajo su piel cobraron una firmeza tirante. Cundo regresara en sí le dolería el cuerpo. De repente desencajó la mandíbula para tragar una bocanada de aire ruidosa y regresó con la misma tranquilidad que alguien siente cuando arroja un bollo a la freidora.

Abrió los ojos otra vez, henchido de lágrimas, vidriosos, pesados, los párpados le temblaban por el peso de sus cejas. Mal presagio. Sus ojos estaban tan cargados de pena que parecían a punto de desgarrarse por la culpa. Me vi reflejado en ellos, por poco pensé que estaba frente a un espejo.

—Oh. Leila. Olvidé que tenía novia.

—Jamás te olvidarías de ella si salieras con alguien como Bereni... —Sobe no pudo terminar de hablar porque Petra le cubrió la boca.

—Ella también estuvo ahí, en el ritual ¡Ella quería salvarte!

—Lo siento —musité recordando que su novia era la mujer de piel apergaminada y arrugada como una pasa seca—. Y gracias...

Escuché un rugido gutural fuera de la carpa. Era áspero y grabe, generado por una bestia descomunal. Miré. Phil se había ido, estaba luchando fuera, pero Petra y Sobe continuaban esperando, amontonados en la puerta de la carpa. Petra había desplegado el báculo. Sobe sostenía una porra que se habían empacado de Nózaroc.

—Tu hermana —me sujetó del cuello de mi remera, apretando los puños y me acercó hasta él como si fuera a besarme—. Ella fue la que convocó a los magos —susurró atropelladamente—. Narel volvió a casa con tus hermanos. Estuvieron en el sótano a las horas de que tú te fugaras con Sobe y Petra. Luego planeó la protección mental. Narel se quitó los recuerdos. No sabe quién eres, tiene una difusa o nula idea de que eres su hermano. Lo hizo para que nadie del ejercito de Gartet la descubriera. No recuerda su otra vida. Ahora es leal a Gartet.

—¿Mis hermanos leales... a Gartet? —meneé la cabeza—. Eso es imposible.

—Tus hermanos... ya no están juntos. Narel, ella está sola en el ejército ¿Cómo no sería leal si es lo único que recuerda? Se olvidaron de todo lo demás. De ti. Ella ve a Gartet como un padre, un jefe, un salvador. Es alguien que les promete una mejor vida y él con los trotadores sí cumple las promesas.

—Recuperaré sus recuerdos como lo hice con los tuyos...

—¡Los destruyó, Jonás! ¿Qué no entiendes? Los perdiste para siempre.

—No, tiene que haber una manera... Les compartiré mis recuerdos. Juro que volveré a encontrarlos...

—No hagas promesas que no puedes cumplir...

Un efluvio de agentes entró por la puerta, aparecieron repentinamente, ni siquiera los vi llegar, como si fueran alumnos rodeando a alguien que abrió un paquete de papas. Eran ocho. Petra gritó:

—Move!

Repentinamente los muebles fueron impelidos a esas personas. Desde la mesa de noche, la cama y las estanterías, todas, fueron arrancadas de su sitio e impulsadas hacia los agentes que no pudieron reaccionar antes de ser derrumbados. Ella logró derribar a cinco.

El sexto agente, era una adolescente de quince vestida de traje. Trepó el aparador que había sobre un compañero, hincó la rodilla, entornó el ojo derecho para fijar la mira y apuntó a Petra con un arpón. La punta del arma chispeaba, estaba cargada con alto voltaje. Bob el monstruo que se veía igual que una marioneta saltó al rostro de la chica y comenzó a golpearla como si estuviera en un ring callejero.

—¡Toma eso! ¿Acaso te gusta matar monstruos, maldita agente? ¡Mata esto! ¿Quién es la especie inferior ahora? —bramaba mientras le atizaba puñetazos rabiosos.

Dracma corrió hacia Sobe y Petra, se posicionó frente a los dos agentes que quedaban y otros tres que estaban liberándose del peso de los muebles. Empujó a mis amigos hacia atrás.

—Váyanse ¡Ahora! ¡Retrocedan!

Sobe y Petra corrieron hacia el otro extremo de la carpa, yo los seguí, alcé la tela roja de la pared y esperé a que se escabulleran por debajo. Drama aventó los frascos al suelo, los hizo estallar en cientos de pedazos. Aunque eran solo polvo reventaron como escopetazos. Vapores de todos los colores se irguieron y cubrieron cada rincón. Entre la bruma colorida vi fogonazos de luz y fuego. Todo en el gas flotaba con ligereza, las esquirlas de los recipientes levitaban ingrávidos, Dracma erguido, ya no tocaba el suelo y las corbatas de los agentes se alzaron como horcas que le quitaron el aire.

—¡Olvídate de tus hermanos, esas personas ya no existen! ¡Si te ven te matan! ¡La Trinidad Luminosa, Jonás! —Aulló Dracma—. ¡Saben dónde está el libro de Solutio! ¡Corre! ¡Busca a la trinidad! Con ellos, los mundos que se sumen y el Triángulo unidos podemos ganar ¡No te rindas! ¡Todos contamos contigo! ¿Izaro ya te atacó?

Aún estaba de cuclillas, plegando entre mis dedos el extremo de la pared de la carpa, a punto de escabullirme a la terraza del edificio.

—¿La conoces?

—¿Qué si la conozco? ¡Sí! ¡Si la vuelves a ver, la matas! ¡Es muy peligrosa para Witerico y para Piedad! Ella está loca de amor. Olivia y Kaldor se burlan de ella por eso...

—¿Olivia y Kal...?

—Los locos de los que te hablé antes, podridos hasta la raíz.

Dracma emergió de la bruma, estaba sudoroso y su peinado bicolor era una marea de cabello mojado. Tras él tenía agentes con navajas, cercenando sus corbatas que levitaban y los ahorcaban como criminales. Dos personas delgadas y ancianas descansaban entre los muebles rotos y astillados que había movido Petra. Les había robado los años de vida y los había chupado hasta la raíz, se veían como momias secas u hojas de otoño. Tal vez por eso Dracma estaba tan empapado. Además, sentía el calor de un sol de verano emanar de él, irradiaba un ardor sofocante.

De repente su magia me asustó.

—Jonás, sé que no querrás hacerlo o creerme. Pero tu hermana quiere destruir la Trinidad Luminosa ¡Y ellos son los únicos que pueden ayudarnos si no conseguimos un Vidente! La Trinidad Luminosa es un grupo de soldados y seguidores de Gartet que lo sabotean ¡Son topos! ¿Entiendes? No están de nuestro lado, pero buscan lo mismo que nosotros: Acabar con la tiranía. Si deseas ganarle a Gartet, debes deshacerte de Izaro, de Cornelius Litwin y de ella... si ves a tu hermana debes matarla.

—Qué... no...

—Lo entenderás mejor cuando conozcas a la Trinidad Luminosa, ellos leyeron el libro de Solutio ¡Dile a Sarila Zerrin que hizo bien! ¡Corre! ¡Vete!

No sabía por qué él conocía el paradero del libro de Solutio si se suponía que la última persona en tocarlo fui yo, pero memoricé sus palabras. Aunque estaba convencido de no seguir todos sus consejos, bajo ningún termino iba a matar a mi hermana. Prefería antes morir yo o entregarme a Gartet... el último pensamiento me destruyó la moral ¿Acaso era cierto? ¿Podía terminar en el bando de Gartet? ¿Así de fácil? No, jamás. Por Veintiuno, los niños, Finca, Watt Tyler y miles estaban muertos. Pero tampoco tenía corazón para ir contra mi familia.

«¿Narel no me recordaba? ¿Quería asesinarme? ¿por qué se unió a Gartet y se quitó los recuerdos de su antigua vida? ¿Por qué no regresó a casa? ¿Qué fue lo que vio cuando nos separamos?»

Con las manos temblándome, gateé lejos de la carpa. Al momento que la atravesé y me senté aturdido en la pista de aterrizaje, toda la tienda de campaña desapareció como si nunca hubiese estado ahí. Me pareció un poco cobarde de parte de Dracma, pero él tenía razón, no me había dicho nada nuevo, los que no juegan a ser los héroes son los que más tiempo duran en pie. Las flores más osadas, que crecen en las afueras del prado, son las primeras en ser cortadas. El valor mata más que los cuchillos, sin embargo, el miedo tampoco es un aliado. El temor te prolonga la vida al costo de que te sientes humillado y vives en la sombra de tus más oscuras ilusiones.

Vivir con miedo no es vivir, a duras penas es existir.

Comprendí a 5M. Ella había visto como todos dejaban de vivir para doblegarse. Me imaginé lo sola que se habrá sentido con su valor, mirando cómo sus amigos caían y su familia se limita a existir bajo la podredumbre del miedo.

Los mató a todos porque había pensado que llevaban años y años muertos.

El valor te mata y el miedo, irónicamente, también. El verdadero milagro es, a fin de cuentas, terminar un día más con vida.

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