No le caigo bien a los padres de mis amigos.

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 No supe en qué momento se había acercado, pero se aproximó sigilosamente como una corriente de aire muda, accionó un botón de la esfera circular y la aventó a nuestros pies. La pelota metálica y reticulada tintineó dos veces como si fuera luces de feria y explotó. No supe si se trataba de una granada, pero de todos modos me arrojé sobre Berenice y la cubrí.

 Pero la bola no nos mató, jamás creí que pensaría algo como eso.

 Sólo se expandió y tejió una red de caza metálica sobre nosotros. Pan comido para cazar un par de bobos.

 Berenice miró por encima de mi hombro, sentía su aliento contra mi oreja, alargó un brazo y trató de apartar las cuerdas, pero cuando apoyó ambas manos sobre el tramado chilló de dolor y las escondió nuevamente debajo de mí.

 Estaba apoyándome sobre mis codos, traté de apartarme para ver qué le había sucedido, pero cuando me quise poner de pie la cuerda calentó temperaturas abrasadoras. Era como si estuviera tocando metal fundido. Aullé de dolor y me desplomé sobre ella. Si no hubiera traído la chaqueta me habría quemado seriamente, de todos modos, sentía mi abrigo ardiente como si hubieran colocado una plancha encima. Sentí olor a quemado. Unos pasos calmados se aproximaron a nosotros.

—Si se resisten les dolerá más.

—No me digas, genio —mascullé.

Berenice jadeaba de dolor cada sonido en la nave se intensificaba y resonaba en todo el lugar.

—¿Les gusta? —preguntó con aire juguetón—. Es tecnología de otro mundo, sé que La Sociedad quiere cerrar todas las puertas y cortar contacto con los otros pasajes, pero mientras lo hacemos no está mal que nos beneficiemos un poco de lo que hay en los otros lados. Esta delicia proviene de Azac, así lo llaman ustedes, para nosotros es un portal más.

Berenice no dejó que el dolor la paralizara, desenvainó una daga y trató de cortar las cuerdas, supe que nada bueno vendría de eso. Llámalo sexto sentido, premonición o inteligencia sobrenatural, pero sabía que los cazadores de Azac no dejaría que una presa se escapara tan fácil de su red.

Le saqué el cuchillo de la mano al momento que gritaba:

—¡No!

Una descarga eléctrica me recorrió el cuerpo, sentí un pinchazo en la mano y un hormigueo llameante debajo de mi piel. Gruñí y solté la daga que cayó emitiendo un ensordecedor ruido metálico. Sentí que perdía fuerza en los músculos. Aunque estaba tumbado sobre ella Berenice me agarró el rostro entre las manos.

—Jonás, lo siento. Debimos matarlo, él ya no es el padre de Cam.

—Cameron —susurró el hombre mientras aferraba la cuerda con su única mano y nos arrastraba lejos de los bancos, su rostro se puso rojo del esfuerzo y de un tirón nos depositó en el corredor principal, se enderezó y se frotó la espalda baja como si le molestara—. Cameron era un buen chico ¿No vino con ustedes o sí? Papi quiere decir hola.

—Pues papi ya dijo hola —musité.

—Me refería a él, a mi hijo —aclaró el hombre con su voz estática.

—No dejaríamos que te le acerques —cuchicheé—. Eres un agente. Tú lo matarás.

El hombre sacó un teléfono móvil del bolsillo y comenzó a teclear los números para llamar refuerzos. Tenía la mejilla pegada al suelo, Berenice estaba al lado mío con su rostro de póker y ojos venenosos. Desde abajo el hombre se veía muy grande, colocó un pie sobre mi brazo como si estuviera posando para una fotografía de caza en el safari. El hombre largó un resoplido.

—Pero qué tontería si Cam aún me quiere, por esa razón no me mataron. O al menos duraron de hacerlo lo que es igual de perjudicial para ustedes. La duda es mortal, niños, no duden jamás. Pero Cam... —Negó con la cabeza— él cree que en el interior sigo siendo el mismo y ustedes no soportarían saber que me asesinaron porque no querrían que un niño de nueve años perdiera a su querido padre que arriesgó la vida por él ¿O sí?

—Tiene once —mascullé.

El hombre parpadeó, si no hubiera estado en el suelo, debajo de una red que quemaba si te movías y no tuviera su pie sobre mí cuerpo habría creído que en su rostro brotó un ápice de tristeza.

—¿Tan rápido creció?

—Gracias a ti —susurré, sabía que no llegaría a su lado de compasión porque La Sociedad había asesinado ese rincón humano, pero al menos merecía que le reconocieran la verdad.

Sus ojos se empañaron de tristeza, pero rápidamente regresó a la automática y monótona seriedad. Él negó con la cabeza.

¡Él seguía ahí abajo! Lo había visto, no sabía qué le habían hecho para arrancarle sus sentimientos, pero por solo momento habían resurgido. De repente caí en la horrible realidad de que miles de Cerras seguían ahí afuera, matándonos y tal vez sufriendo, pero encerrados en su propia mente.

Me prometí averiguar la forma de curarlos, debía haber un retorno. Yo era bueno haciendo cosas imposibles.

—Hice mal en protegerlo, mi hijo es un asesino. El abre portales. Es peligroso. Y como todo delincuente si hace mal a otros debo...

—¡Somnum!

El agente cayó de rodillas y luego se desplomó de bruces sobre nosotros. El teléfono celular se deslizó de sus dedos flácidos al suelo y alguien corrió a cogerlo, era Sobe. Llevó el aparató cerca de su oído, se aclaró la garganta y fingió una voz mucho más grabe y madura que la de él:

—¡Sí, pido refuerzos! —ordenó, pero sin desesperación como haría una agente y luego tosió—. ¡No, no estaban en la Iglesia del Temple, están en Vauxhall! —tosió—. ¡Vengan rápido, están arrojándome bolas de fuego! ¡Son tan poderosos y fantásticos!

Colgó y corrió hacia donde nos encontrábamos. Petra estaba inclinada a mi lado, con las palmas abiertas sobre el suelo, escuchando la explicación de por qué no debería retirarnos la cuerda a menos que quisiera brochetas de Berenice y Jonás.

—Si la mueves nos quemas —finalicé.

Petra rodó los ojos, pero extrañamente se veía feliz y desesperada, se puso de pie con energía y nos apuntó con su báculo.

—Es hora de que Azac conozca las artes extrañas —hizo un movimiento lateral con su báculo y dijo con aire seguro e impotente—. ¡Motus!

La cuerda levitó rápidamente como si alguien invisible la alzara y con la misma velocidad salió despedida hacia las tumbas donde aterrizó entonando el ruido similar a un porrazo. Me puse de pie de un salto y Berenice se levantó con lentitud observando sus manos quemadas al rojo vivo, parecía que las había puesto bajo el sol de una playa sin protector solar. Observé a Petra que corrió a darme un abrazo. Desconcertado la estreché en mis brazos.

—Te vi en el suelo y te creí muerto —dijo con la voz quebrada por la pena—. Me asusté mucho.

¿Estaba llorando? Estaba llorando.

Busqué a la desesperada una respuesta que distrajera de esos pensamientos.

—¿Moto?

—Motus —corrigió ella agarrándome de los brazos y apartándome para verme a los ojos, los suyos fueron iluminados por la luz de la ventana, motas grises, verdes, azules, violetas y de todos los colores que puedas ver, la sangre de su piel se le estaba secando y tenía parte de su cabello color canela recogido—. Lo aprendí en mi libro...

Volví a estrecharla, por alguna razón tenerla cerca me hizo sentirme seguro y me di cuenta de que la necesitaba. Ella estaba rígida y sorprendida pero después de unos momentos se relajó y me rodeó el cuello con sus brazos. Le acaricié la espalda.

No quería ver al padre de Cam tirado allí, ahora no podía dejar de pensar en que no era su padre y era él, Cam con treinta años más, mi pequeño amigo siendo capturado por La Sociedad. No sé cómo Sobe soportaba ver a Tony. De repente comprendí lo fuerte que eran mis amigos y lo débil que era yo. Tal vez el agente tenía razón algún día terminaría muerto porque era tonto, un día mis miedos me consumirían y acabarían conmigo.

Pero ese día estaba vivo y la abrazaba.

Petra me dio un beso en la mejilla, sentí que el calor se me subía a la cara y recostó su cabeza en mi hombro. Le acaricié el cabello de la nuca, pero ella se apartó rápidamente con una expresión que decía: «QUÉ. DOMONIOS. ESTÁS. HACIENDO» Me examinó como si me hubiese pasado de la raya, pero en realidad solo le había tocado el cabello y para empezar Petra se había pasado primero.

Metí las manos en mis bolsillos inmediatamente e hice un esfuerzo para mirar el cuerpo desfallecido del agente.

—Es el padre de Cam —susurró Petra, cambiando el tema y se estremeció por un escalofrío—. Lo escuché y no puedo creerlo... ¿Qué hacemos?

Sobe estaba horrorizado y hablaba con Berenice... o algo como eso, al menos había palabras de parte de él.

—Berenice... —le agarró los hombros—. Nunca me asustes así, creí que te había perdido para siempre, creí que había quedado viudo para siempre.

Ella le apartó las manos y lo observó molesta, pero no tanto porque la había salvado. Frunció ligeramente el ceño y masculló un «Gracias». Petra le prometió que podría curarle la quemadura de las manos y que lo haría en el camino.

Nos limitamos a observar el cuerpo con tristeza. Tenía la certeza de que había sido un gran padre en el pasado.

Sólo Sobe hizo una observación parcial:

—Es extraño que en el mismo día nos hayamos cruzado con los padres de nuestros amigos, parece el destino.

—El destino no existe —le contestó Berenice—. Lo único que existe aquí es tu personalidad sarcástica metiéndose todo el tiempo.

—Ah, pero la sientes cerca —apuntó—. ¿Te gusta?

Berenice contestó como siempre respondía: volteó sin emitir ni una palabra y echó a correr hacia la salida, la plaza donde se encontraba el portal. Todos la seguimos.

Estábamos a unos metros del portal que se encontraba por encima de la azotea de un edificio de Nuevo México, podía ver el suelo de la terraza a medio metro de caída. Cuando me dirigía para allí un objeto se precipitó del cielo y cayó en picada hacia mí.

Retrocedí un paso al momento que reparaba en lo que era. Se trataba de una avispa del tamaño de un puño. Sus extremidades eran doradas y resplandecientes pero su abdomen destacaba un color carmín oscuro como sangre coagulada. Sus alas se veían como una mancha borrosa sobre su cuerpo, emitían el zumbido de un motor, era robótica, podía oír el chasquido de algunos engranajes en el interior de sus diminutas entrañas.

La avispa voló alrededor de mí, estudiándome. Yo no era el mejor con las especies de insectos, lo único que reconocía eran las cucarachas, pero las odiaba. Aun así, estaba casi seguro de que no provenía de este mundo.

La avispa se avecinó para picarme con un aguijón del tamaño de mi dedo medio. La golpeé con la espada como si fuera una revista enrollada, el bicho cayó al suelo y luego le encesté otro golpe. El insecto dejó de moverse y largó un líquido rojo y espeso que siseó y comenzó a quemar el suelo al ser vertido.

—¿Qué demonios es eso? —inquirió Petra.

—Si no me equivoco y de hecho nunca lo hago se ve como una Buscavispa —dijo Sobe inclinándose sobre el insecto, olfateando como un sabueso y asintiendo—. Sí, es una Buscavispa.

—Suena a que busca avispas —opiné.

Sobe me dio un golpe en la nuca con su mano abierta.

—No, tonto, suena a una avispa que busca.

—Como sea —mascullé sobándome, irritado—, iba a atacarme. No puedo ni pestañear sin que alguien traté de matarme.

Berenice se inclinó y lo picó con una rama. Sobe parpadeó desconcertado, se veía incrédulo como si le hubiera dicho que Berenice había aceptado ser su novia:

—¿Estás seguro? ¿Quiso atacarte?

Asentí, envainando a anguis. La espada se encogió hasta regresar al formato de un anillo.

—Sí, quiso picarme.

Sobe se agarró la cabeza con las manos como si imitara a Dante, él no era de recurrir al pánico tan fácilmente.

—Oh, no, no, eso significa un problema.

Pero entonces se oyó otro zumbido, aunque mucho más fuerte, insistente y ensordecedor, alcé mi vista y comprobé que un enjambre entero se avecinaba hacia nosotros. Estaban sobrevolando por encima de los tejados de un edificio, nos percibieron y decayeron a toda velocidad.

—Creo que ya no importa —exclamó Sobe encogiéndose de hombros, dando la media y vuelta y cojeando por su vida—. ¡Corraaaaaaaaan!

Ya todos habían atravesado el portal, sí que eran veloces, podía oír sus gritos del otro lado, me llamaban desesperados. Uno de ellos me llamaba con groserías sonaba a Berenice. Tardé en reaccionar, iba a correr, pero vi que el abdomen de la avispa tenía una inscripción. Eran letras.

Tal vez una pista de su creador.

Sin pensarlo volví en mis pasos, agarré al cuerpo metalizado del insecto, lo guardé en mi bolsillo y salté hacia Nuevo México. 












La saga de Jonás es una de las novelas que más tengo desarrolladas hasta el día de la fecha. No solamente porque escribí tres volúmenes. Si no porque cada personaje de fondo o secundario (Izaro, Cornelius, Yabal... ¡Hasta Oliver o Mojito que solamente dijeron un dialogo!) tienen una historia de fondo que es más importante de lo que parece para la saga.

 Ayer empecé a escribir un libro llamado "Los hermanos Brown y el imperio verde" (el título está por verse) Prácticamente es la historia de Narel, Eithan y Ryshia desde el primer instante en que Jonás los deja. Quise subirla hoy pero me contuve, además solamente hice 30 páginas XD

 La voy a subir cuando termine esta novela porque está plagada de spoilers. 

 En fin, como no la publiqué me conformo con anunciarlo por acá :v

¡Buen viernes a todos! ¡Abrazo!

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