Capítulo 25

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—Vamos niño, apúrate que llegaremos tarde— me dijo tío Jack y salió por la puerta.

—Yo estoy bien vestido así— le dije a Will.

—Que no, hombre. Hoy tu hermana empieza el cole, pon un poco más de ganas.

—¡Las estoy poniendo! Esta es la mejor ropa que tengo ¿qué más quieres?

—Vale, vamos a tener que hacer algunas compras un día de estos. ¿No tienes algún perfume para ponerte? ¿Y el que te regale?

—Eh, no.

—¿Lo tiraste?

—No, no— me excusé— lo tengo guardado, pero es que huele a abuelito. —Will se echó a reír.

—Vale, luego te regalo otro, de niño malcriado ¿te parece?

—Si serás idiota—puse el celular en el bolsillo y sali de casa. Will nos llevó a todos a la nueva escuela de Poppy. Era el gran acontecimiento, todo el mundo estaba allí, los chicos también habían asistido, todos la querían.

Nos quedamos en la entrada, ella estaba ansiosa y temerosa. Aún no había cumplido los seis años, pero pronto lo haría. Iba a ser la más pequeñita.

Me arrodillé a su lado Y acomodé su pelito detrás de la oreja.

—Poppy, no tengas miedo. Sé que puede resultar abrumador, pero no lo es. Ya verás que harás muchos amigos y te divertirás. Tienes todo lo que yo no tuve, personas que te quieren y te apoyarán en todo. —Me sonrió tímidamente— ¿Me prometes que lo intentarás? Yo sé que eres fuerte, la más fuerte de esta familia. Tú puedes ¿sí? —dijo que sí con la cabeza y la abracé, era tan chiquita que se perdía en mis brazos.

—Te quiero— me dijo al oído.

—Yo más— le sonreí y me puse de pie. La tomé de la mano y la acompañé hasta casi entrar por la puerta, me despedí con la mano y no la vi más entre el tumulto de niños.

—No me vayas a llorar ahora— dijo tío Jack cuando volví con ellos.

—No seas ridículo—contesté un poco afectado.

—¿Vamos a lo de Noly? Yo tengo hambre —sugirió Jaden y todos me miraron.

—Por mi está bien, ¿por qué no podría ir?

Lo tomaron en positivo y caminamos hasta Noly's. Layla seguía trabajando allí y mi reemplazo era una chica pelirroja.

—Me gusta tu reemplazo— me dijo Will.

—Ya cállate.

Me quedé viendo en una mesa a Gus, hacía mucho que no tenía noticias de él. Me acerqué despacio y me senté en frente.

—Hola Gus, ¿cómo van las cosas?

—¡Ewan! ¡Aquí estás!

—Si, aquí estoy.

—Hace rato que te buscaba, tengo varios trabajos para tí. No me dejaste un teléfono de contacto y como ya no trabajabas aquí, no pude ubicarte.

No lo podía creer, ¿me estaba hablando en serio? ¿Había perdido un trabajo pero ganado otro?

—¿De verdad?

—Que si, déjame tu número y un email por favor. De momento tengo dos propuestas de empleo.

—¿De cuánto es el pago? —si, resulté ser un poco curioso o vanidoso, las dos cosas.

—Mejor que trabajando aquí. Así que no te preocupes por eso.

—¿Esto sería algo permanente o cada tanto?

—Recibo estas propuestas varias veces al mes. Así que calcula que tendrás trabajitos todos los meses.

¿Se me estaba dando? ¿Era esto real? Me preguntaba qué había hecho para tener esa suerte. Ya no necesita buscar otro empleo. Hacía meses que no trabajaba. Tío Jack no me decía, pero yo sabía que en el fondo no le gustaba. A veces hacía menciones, indirectas mientras cenábamos y claramente entendía que se refería a mi. Ahora podría cambiar eso. Trabajaría desde casa, pero trabajaría y llevaría dinero. Nadie podría decir nada más de mi. Era un pequeño paso, algo para sentirme mejor. Tal vez si tenía trabajo y era responsable, ella podría volver a quererme.

Regresé a la mesa donde estaban todos y saqué el celular para enviar un mensaje.

E:

Emma, ¿cómo estás? Quisiera pensar que bien, espero que si. Me dijiste que todo volvería a ser como antes pero ya no me contestas los mensajes. ¿Qué pasó?

E:

Te extraño muchísimo.

E:

Te quiero Emma, por favor contesta.

E:

¿Qué crees? Ya conseguí trabajo. Estoy tratando de dejar de beber, lo estoy haciendo por tí. Estoy cambiando, te lo prometo. Seré mejor.


—Ya déjalo— me dijo Will viéndome— no sigas humillándote. ¿Qué tan seguido le mandas mensajes?

—Varias veces al día.

—No, hombre. Ya córtala. La vuelves loca.

—¿Quieres que no le mande más?

—Sí, ya déjala ir.

—Pero dijiste que si me ponía bien podría recuperarla. —insistí.

—Si, pero la estás acosando. Deja que se olvide por un tiempo y ya luego lo intentas. —Me palmeó la espalda y bebió su malteada.

Dejarla ir, no era algo que pudiera hacer. Ella estaba en mi corazón. Presente en cada lugar, viva en cada rincón. No podía borrarla así como así. Se había llevado un pedazo mío cuando se fue y lo necesitaba de regreso para poder respirar en paz nuevamente.

Había intentado muchas veces no mandarle mensajes pero... ¿y si hoy me contestaba? Tenía que seguir intentando.

—¿Me enseñas a conducir? —le pregunté a Will.

—Si, ya te había dicho que si.

—Pero hoy.

—¿Hoy?

—Si, ni que estuvieras muy ocupado.

Me miró fijo y entrecerró los ojos, lo había calado.

—Vale. Pero déjame terminar mi malteada.


Me senté en el lugar del conductor.

—Apoya bien la espalda—me dijo Will.

—Si, señor instructor.

—Vamos, no te rías— me eché a reír.

—Vale.

—Coloca las manos en el volante, a las nueve y a las tres, como en un reloj.

—¿Esto es muy necesario? Yo no te veo haciéndolo.

—Cuando estoy borracho lo olvido, pero hazlo.

—Okay.

—Pon los pies en los pedales, ponte el cinturón.

—Sí, señor.

—Eres incorregible.

—Ahora enciende el auto con el pie en el freno, no quiero salir disparado. Yo te muestro la palanca como va. Ah, y me olvidé lo de ajustar los espejos, ¿pero que va? No hay autos aquí, luego lo hacemos.

Arranqué el auto y fue despacito, luego un poco más rápido y más.

—Espera, no te apures, ve más despacio. —Pisé el freno y nos detuvimos de golpe —¡Ey! ¡Casi me matas!

—Exagerado.

—Creo que fue suficiente por hoy. Dado que protejo la seguridad de este auto, lo reintentamos mañana. ¿Te parece?

Asentí y Will tomó el lugar del conductor.

Lo volvimos a intentar al día siguiente y al siguiente y así por todo un mes. Finalmente aprendí a manejar pero no saqué la licencia, solo me interesaba aprender por si acaso, no iba a comprarme un auto.

Gus me había enviado varios trabajos que realicé en la laptop de tío Jack. Me pagó muy bien por ello, por lo que compré mi propia computadora. Al fin había conseguido el empleo con el que siempre había soñado.

Me había mantenido bastante ocupado, entre escribir, aprender a manejar, llevar y traer a Poppy del colegio y las salidas con los chicos, que no había tenido tiempo de pensar mucho en ella y lamentarme. A veces tenía la tentación de mandarle mensajes pero pensaba en lo que había dicho Will y lo olvidaba, cerraba el celular y lo dejaba lejos. Además comenzaba a sentirme bien, nuevamente bien. No bien normal sino bien, bien. Todo tenía otro color, las cosas resaltaban y solo quería salir y disfrutar de la vida.

Salía bastante con los chicos luego de recoger a Poppy.

Me encontré algunas veces con Freya, todos los problemas que habíamos tenido se arreglaron y todo parecía ir genial. También solía pasar la tarde en la playa y Jaden, luego de la negativa de todos, había aceptado enseñarme a surfear.

—¿Cuál es el problema? —dije— solo quiero aprender y disfrutarlo igual que ustedes.

Sophie me prestó su tabla, me la ató al tobillo y me metí al agua con Jaden.

—Más o menos tienes una idea de cómo es— dijo.

—Si— contesté— pero yo solo no sé si me va a salir.

—Confía ¿de verdad sabes nadar?

—Que sí, hombre.

—Vale. Aguardamos que venga una ola— y esperamos un ratito. Jaden empezó a ponerse de pie y yo lo seguí, la ola me consumió y caí rodando al agua. Salí enseguida, Jaden también estaba en el agua.

—¿Otra vez? —dije. Jaden sonrió.

Estuvimos un buen rato y no hubo caso, solo me hundía, una y otra vez. Imaginé que era cuestión de tiempo y práctica. Por más empeño que le pusiera la primera vez, eso no pasaría.

Nos sentamos a tomar el sol que quedaba. Las chicas habían llevado sandwiches. Prácticamente los devoramos.

En el celular de Sophie sonaba la canción Viva la vida de Coldplay. Recostado en la arena me puse a cantarla a todo pulmón. Todos me miraban. Me puse de pie y tiré del brazo de Freya para que se parara. La obligué a bailar pegada a mi mientras cantaba más despacio. La alejé y la hice dar vueltas en la arena y otra vez la atraje hacia mi. Agarré su cara entre mis manos y la besé, luego salí corriendo como un loco hacia el agua.

—¡¿Ewan, estás bien?! —se acercó Will.

—¡Mejor que nunca! —dejé que me golpearan las olas, el aroma a sal me limpiaba.

—Vamos Ewan, vamos a casa.

—¿Eh? ¿Por qué? —me le quedé viendo, ¿acaso no veía que me estaba divirtiendo? Hacía mucho no me divertía tanto.

—Ven —tiró de mi brazo pero me solté.

—¿Cuál es el problema, Will?

—Besaste a Freya— dijo bajito.

—¿Y?

—¿Y qué hay de Loki?

—El pasado, enterrado. Hay que seguir con la vida.

—El Ewan que yo conozco no diría eso. Dime, ¿estás fingiendo?

—No estoy fingiendo nada, solo me estoy divirtiendo. Deberías hacer lo mismo.

—¿Hace cuánto te sientes así?

—¿Así cómo?

—Así, como un súper tú.

—Un par de semanas.

Se quedó pensativo y negó con la cabeza.

—No sé cómo no me dí cuenta antes. —Volvió a tirarme del brazo y mi reflejo fue tirarle un puñetazo en la cara, cayó a la arena como bolsa de papas. Todos vinieron enseguida a ayudarlo y yo seguí mi camino hacia casa.

A la noche, cuando tío Jack llegó, me tomó del brazo y dijo: — tú te vienes conmigo—. Traté de resistirme pero me sacó a la fuerza del bungalow. Will nos esperaba en el auto. Tenía el ojo violeta e hinchado. Condujeron durante un buen rato hasta el hospital. Allí Jack seguía llevándome a la rastra, tenía miedo de que saliera corriendo.

No tardaron mucho en atendernos, me hicieron pasar a un consultorio. Intenté huir pero al lado de la puerta de salida estaban ellos sentados. Además qué sentido tendría, volverían a llevarme. Tampoco entendía cuál era el problema. Yo estaba bien, todo estaba bien. Había estado meses mal y ahora que estaba bien, tampoco les gustaba. ¿Por qué diablos no se decidían?

Finalmente llegó el médico, un psiquiatra. Vale, lo que me faltaba. Yo estaba cuerdo, no necesitaba toda esta basura.

—Hola Ewan— me dijo y no contesté —parece que estuviste teniendo algunos inconvenientes —leyó en su cuadernito. Siempre leyendo todo los médicos. ¿Acaso no podían retener el mínimo de información?

—Para nada, yo estoy bien. No sé porqué estoy aquí—dije intentando demostrar mi cordura.

—Ya veo— ¿ya veo qué? ¿Acaso no me creía?

—Mira Ewan, lo que te pasa... —y entonces desconecté, me perdí en medio de los nubarrones de sus palabras que me golpeaban y no entendía. Las palabras enfermedad y trastorno resonaron y no quise creerlo.

—Te vas a quedar aquí unos días, hasta que te mejores— continuó y yo no pude decir nada. Y ¿qué iba a decir de todas maneras? Ya me había sentenciado.

Mi estadía duraría lo que yo me sintiera bien, lo cual no tenía sentido. Ya me sentía bien.

La habitación la compartía con otro, un chico raro que llevaba los brazos vendados y la mirada perdida. Se suponía que debía tomar medicación. Los primeros dos días me las ingenié para escupirlas, luego me descubrieron y hasta que no las tragaba no se iban. Los días pasaron y ya no me sentí tan bien, la realidad me golpeó y entendí dónde estaba. El médico me dió el alta y Will pasó por mi. En el auto no dije nada, ninguno lo hizo. Ni siquiera mencioné ese ojo que ya se ponía verdoso.

Al llegar a casa, me preguntó si podía pasar y le dije que sí.

—Lamento lo que pasó— dijo— pero no tuve alternativa.

—Está bien— dije sentándome frente a él en la barra —algún día iba a pasar ¿no?

—Supongo.

—Ey... siento lo del ojo.

—Está bien, ya se está curando. Es una herida de guerra— rió. Will era el único en ver el lado positivo de todo.

—¿Cómo estuvo todo? Mientras no estuve.

—Bueno, Noly agradece que ya no vayas, los chicos te extrañan y Freya, no sé qué decirte de Freya. Tú sabrás.

—¿Qué tiene que ver Noly en esto y Freya? Yo no sé nada de Freya, sabes que no me interesa.

—¿No te acuerdas?

—¿Qué debería acordarme?

—Bueno, el médico nos dijo que tal vez podrías olvidar algunas cosas.

—Ya dime, por favor.

—Bueno, pero no me mates, yo solo te estoy contando.

—Ya me estoy arrepintiendo de preguntar.

—Vale. Noly le contó a Jack que una tarde te apareciste a tomar una malteada en calzoncillos. Te sacó a los empujones mientras tú te quejabas de que era una ciudad libre. —Okay, eso era terrible. Qué vergüenza. Estaba empezando a recordarlo, Noly gritándome que era un degenerado y que me fuera del lugar, la gente molesta y algunos riendo. Un policía me había dado un aviso en la calle y mi respuesta había sido que mi ropa estaba en la lavadora. No recordaba si era cierto.

—¿Y Freya? No sé si quiero escuchar esto. Bastante malo es lo de Noly. No creo poder verla a la cara de nuevo.

—Freya, cuando te internamos, estaba muy afectada. Le pregunté por qué tanto y me confesó que habían estado saliendo y que, lo siento pero, te habías acostado con ella.

—¡Ja! ¿Te parece que me estoy riendo? No es gracioso.

—No te estoy mintiendo.

—Ella te mintió entonces.

—No creo que mintiera, te vi besarla enfrente mío. —Vale, eso sí lo recordaba y sabía que había salido con ella algunas veces, pero eso era todo.

—¿Y ahora cómo soluciono todo? Yo no quiero nada con ella.

—Tal vez esta es tu oportunidad de olvidar a Loki.

—Sabes que no puedo— y decía la verdad pero ahora más que nunca, lo había arruinado todo. Me había autodestruido. Recordaba haberle mandado mensajes negativos, de odio. Ya nunca me perdonaría.

—¿Por qué hiciste eso? —me preguntó Will cuando le conté.

—No lo sé, me sentía tan bien que me pareció que ya no valía la pena luchar por ella y decidí cortarlo.

—¿Volverás a acosarla?

—Ya no le diré nada más. Seguro me odia.

—El tiempo lo dirá.

No mandaría más mensajes, no intentaría nada más. Había llegado a un punto sin retorno. Ella no me quería y no iba a quererme. Tal vez era hora de aflojar y dejarla ir. 

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