Capítulo 30

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La luz que entraba a través de las cortinas era demasiado fuerte, quise levantar el brazo para cubrirme pero tenía conectada una vía. ¿Estaba en un hospital? ¿Por qué estaba en un hospital? No se suponía que eso pasara. Debía morir, no tenían que revivirme. ¿Otra vez a lo mismo? ¿Por qué seguían castigándome?

La puerta se abrió y entró Will, tragué saliva un tanto avergonzado. Él me conocía lo suficiente como para saber qué había hecho. Se veía feliz, me sonreía. Se acercó y me acarició el hombro, no entendí el gesto.

—Me alegro que volvieras, nos tenías a todos muy asustados.

—Yo no quería volver.

—Lo sé, créeme que lo sé. —No entendía qué estaba pasando, ¿venía para decirme eso? Seguía teniendo algunas lagunas mentales y no estaba comprendiendo lo que pasaba. —Alguien vino a verte.

—No tengo ganas de ver a nadie— dije en negativa. No era un buen momento para visitas.

—Estoy seguro que te gustará—siguió y estaba por repetirle que no, cuando ella entró. Se me paralizó el corazón. Ni en mis sueños más profundos creía que volvería a verla. Quise enderezarme pero me faltaron fuerzas y Will me ayudó. Estaba hermosa, tal cual la recordaba. Tenía los ojos llorosos ¿había llorado? ¿Por mi? Me sonrió y estaba seguro de haber puesto la cara del idiota mas idiota del mundo. No lo podía creer, era demasiado bueno para ser verdad. Tanto que empecé a creer que tal vez sí me había muerto y esto era el cielo, una representación de mis mayores deseos. Tiré del brazo de Will para que se acercara y él se inclinó, le dije al oído:

—¿Esto es real? —él se sonrió divertido y me dijo que sí con la cabeza.

—Hola— me dijo ella.

—¿No le vas a decir que se siente? —me dijo Will.

—¿Qué? —no podía dejar de mirarla— si, si, siéntate por favor.

Ella agarró una silla y la acercó a la camilla. Tragué saliva, nervioso ¿Qué tenía que hacer? ¿Qué tenía que decir? Había imaginado este momento muchas veces pero no había pensado en lo que le diría. Ella me miraba expectante, tal vez esperaba mi reacción. Empieza por lo básico.

—Hola— dije. Puede que fuera un acosador pero no podía quitarle los ojos de encima. Temía que si dejara de verla, desapareciera.

—¿Cómo has estado? —me preguntó y bajó la cabeza.

—Bueno, creo que eso ya te lo han contado. —Miré a Will y asintió. Luego me hizo señas de que se retiraba y nos dejó solos.

—¿Por qué lo hiciste? —sonaba triste.

—Eso también lo sabes.

—¿En serio? ¿Tanto?

—Si, tanto. —Empezaba a sentir el llanto a flor de piel.

—Solo fueron dos semanas.

—¿Solo fueron dos semanas para tí? ¿Y por qué estás aquí hoy?

—Porque eres mi amigo y me preocupo. —No levantaba la mirada.

—Un amigo al que hace meses no contestas los mensajes.

—No quiero discutir, solo quería asegurarme que estuvieras bien— puso su mano sobre la mía y entonces lo vió, el tatuaje de la L, reprimió un sollozo y no dijo nada.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me dejaste?

—Eso ya no importa, fue hace mucho.

—Dime, te lo suplico.

—Me equivoqué ¿vale? Te vi con Freya y creí otra cosa, me sentí engañada y huí.

—Pero— agarré su mano— eso nunca pasó, sabías que no la quería y nunca la querré.

—Lamento todo lo que te pasó, yo no quería eso. Pero ya es tarde.

—¿Tarde para qué?

—Para nosotros, yo tengo mi novio e iremos juntos a la universidad.

¿Por qué me decía esto? Cavaba una fosa dentro mío.

—¿Y lo quieres? —¿acaso quieres sufrir? ¿Por qué le sigues preguntando esas cosas?

—Si— dijo luego de un rato— es lo mejor para mí, me da estabilidad y una buena promesa de futuro.

—Y yo solo soy un desastre, entiendo.

—No digas eso.

—Ya lo dijiste.

Ninguno de los dos dijo nada más por un rato, ella bajaba la cabeza y yo miraba a la nada buscando ayuda, esperando encontrar las palabras correctas para recuperarla.

—Sabes—dije— yo haría lo que fuera por tí. Cambiaría todo, no me importa, lo que tú quieras. Sería la persona perfecta para tí porque tú ya eres la perfecta para mí.

Me miró a los ojos y se secó una lágrima.

—Si tienes que cambiar para agradarle a otra persona, tal vez es que la otra persona no era para tí. —Se puso de pie.

—No te vayas.

—Lo siento, es un largo camino.

—Seguro Will puede llevarte luego.

—Me tengo que ir, de verdad lo siento. Ya vi que estás bien, no tengo más nada que hacer aquí.

—¿Por qué eres tan fría? —se acomodó el pelo en una coleta y salió por la puerta apurada, sin despedirse.

Me quedé nuevamente en silencio, el maldito silencio que invitaba a pensar. Y eso era lo último que quería hacer. ¿Para qué había ido a verme si nada le importaba? ¿Por qué se fue así? Nada tenía sentido.

Jack y los chicos me visitaron ese día.

Jaden me preguntaba qué había visto si es que había visto algo. Solo recordaba oscuridad y puede que algunas voces. En particular creía recordar la voz de Loki diciéndome algo, pero era demasiado bueno para ser real por lo que de seguro me lo había imaginado.

Me quedé en el hospital varios días, me querían hacer monitoreo y me dieron medicamentos para controlar los síntomas de la abstinencia que igualmente aparecieron, los sudores, dolores de cabeza y vómitos. Mis manos temblaban y no podía controlarlas. Me dolía todo el cuerpo y dormía hecho un ovillo, en la camilla. Trataba mal a los médicos y me negaba a comer, las náuseas me lo impedían. Poco a poco, día a día los síntomas bajaron y empecé a sentirme normal.

Me dejaron ir para el día de acción de gracias.

Will vino a por mí. Dijo que Jack había organizado una fiesta. No estaba para fiestas, pero tío Jack era bueno y se lo debía.

En el auto me mordí la lengua para no preguntarle de ella, él seguro lo sabía todo. Habían tenido tiempo de hablar durante los viajes. No importaba, otro día le preguntaría. Otro día sabría algo de ella, tal vez descubriera por qué me había ido a ver. 

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