Capítulo 32

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Will saboreaba asquerosamente su malteada frente mío.

—¿Es necesario poner esa cara?

—Lo siento— dijo riendo— es que es deliciosa— me eché a reír, me atraganté y me salió por la nariz. Will no podía parar de reírse mientras yo trataba de limpiarme.

—Que mal amigo eres ¡deberías ayudarme, no reírte!

—¡Lo siento! —su risa era interminable, parecía un cochinito— ¡es que es muy gracioso!

—Vale, un poco gracioso es— terminé de limpiarme, ahora me dolía la naríz, como si hubiera tragado agua.

—Ya, ¿estás bien?

—Claro, que yo sepa nadie se ha muerto por tomar un batido.

—Si tú lo dices.

Will y yo habíamos hecho un pequeño descanso para comprar regalos de navidad. Tenía una idea de qué regalarle a Poppy y Will había pensado en qué regalarse a sí mismo, el muy egocéntrico.

—Se supone que te regalen, no que te regales— le decía.

—Pero siempre me regalan cualquier cosa, un par de medias o un libro que nunca leeré. En eso va una advertencia para tí.

—Vale, ya entendí. Nada de libros.

—Así que prefiero regalarme yo.

—¿Y qué quieres?

—La Nintendo DS.

—¿Que no eras de Playstation?

—Si, pero quiero expandirme, probar otros horizontes también.

—Bueno, yo te la regalo.

—Vamos hombre, no es necesario.

—Que si, yo ya estoy trabajando y puedo hacerlo. Además te lo mereces, eres el mejor amigo que tengo... Y el único— reí.

—Si, tienes cierto talento en espantar gente—me golpeó el brazo.

Recorrimos la calle, miramos y entramos a locales. Le compré a Poppy una Barbie princesa. Siempre me contaba que una amiguita del colegio tenía una y a ella le gustaba mucho. Me pregunté porque no se la había comprado antes.

Para Freya fue más difícil, sin embargo ella no había regresado a su casa a buscar sus cosas por lo que había perdido sus libros. Si, sabía que me encantaba regalar libros, Will lo había dejado claro. Pero a Freya le gustaban mucho, siempre buscaba y leía libros de la biblioteca de Jack. Él aún no había venido a buscar sus cosas. Tal vez no quería cruzarse conmigo.

Revisé entre las estanterías, a ella le gustaba la fantasía, eso había visto entre sus libros, pero también el romance.

—Cómprale este— dijo Will dándome uno— le encantará a ella que es tan enamoradiza.

El libro se llamaba "Medianoche" de "Lisa Marie Rice", trataba de una mujer que se enamoraba de un misterioso hombre que resultaba ser un agente secreto.

Asentí con la cabeza, podía ser una buena idea. Me la imaginé leyéndolo y me convenció.

Las cosas con Freya iban muy bien, me había convencido de que ella era la chica para mí, aunque no dejaba de sentir ese dolorcito en lo profundo de mi ser.

Salíamos a pasar con Poppy, muchísimo. Ellas se llevaban muy bien. Poppy le caía bien a cualquiera.

Regresamos a casa a escondidas y guardé los regalos bajo la cama mientras Will le hacía caras graciosas a la niña. Me hubiera gustado saber qué pensaría ella teniendo un loco así en frente.

Preparamos un pollo entre los tres, Freya se encargaba de las ensaladas y yo ponía un poco de aportación en el postre. Los tres juntos hacíamos algo más o menos decente. Siempre y cuando vigiláramos el horno y no se nos quemara.

—Va a quedar delicioso— dijo Freya cerrando la puerta del horno y besándome— ¿a que si?

—Si lo hiciste tú, seguro— ella sonrió satisfecha.

—Bueno, no se olviden que yo estoy aquí.

—No seas quejoso Will —le dije empujándolo.

La noche cayó sobre nosotros y montamos un picnic fuera, con luces y todo. Poppy estaba que echaba chispas.

—¡Hoy viene Santa! —gritaba extasiada. Esta era la primera vez que venía. Nunca antes nos había visitado. Su primera navidad.

Freya cortó el pollo y lo puso en platos con las ensaladas. Todos nos sentamos en la manta.

Will empezó a servir las bebidas.

—Freya, ¿tú quieres?

—Si, por favor— acercó su vaso. Will me miró.

—Tú no.

—Vamos Will, solo un poquito. ¿Qué puede pasar?

Se lo pensó y cedió.

—Solo un poquito— y sirvió en mi vaso una cantidad minúscula de bebida.

—Eso era lo mismo que nada— miré el vaso.

—Dijiste un poquito.

Comimos en medio de una charla amena. Poppy le preguntó a Freya sobre Santa y ella le contó que siempre la había visitado cuando era pequeña, le dejaba regalos y los abría al día siguiente pero a veces, estaba tan ansiosa que se quedaba despierta y abría los regalos a las doce.

—¿Puedo hacer eso? ¿Puedo? —le dirigí una mirada asesina a Freya y ella encogió los hombros.

—Si, puedes— la pequeña estaba que no daba de la emoción. Y entonces caí en la cuenta. —¡El árbol! ¡No tenemos árbol! —los dos se miraron asustados, ninguno se había acordado.

—¿No era tu tarea? —dijo Will.

—Yo creí que era la tuya.

—Basta— nos frenó Freya— nadie lo pensó, ya está. Santa vendrá y dejará los regalos junto al sofá.

—¿En serio? —preguntó Poppy—¿cómo sabrá?

—Porque es lo que siempre hace, si no hay árbol, busca el sofá.

Poppy se quedó satisfecha con la respuesta y siguió comiendo.

—Gracias— susurré y ella guiñó un ojo.

La hora pasaba y ya casi daban las doce.

—Ey, Poppy ¿vamos a ver si pasa Santa por el mar? —improvisó Will.

—¿Pasará por el mar?

—Pues claro, viene cruzando.

—¡Vamos! —se la llevó corriendo y yo entré a los trompicones a la casa, rebusqué bajo la cama y puse todas las bolsas en el sofá "el nuevo árbol". Salí de la casa y corrí tras ellos como si siempre hubiera estado allí.

Por supuesto, no vimos a Santa. Pero dieron las doce y lo que sí vimos fueron fuegos artificiales y muchos, de todos los colores. Poppy estaba con la boca abierta, era la primera vez que los veía y yo tendría que decir que también la mía.

Aún seguían estallando los colores cuando Poppy decidió ir a averiguar si Santa había llegado a casa. Fuimos tras ella y la emoción de esa niña al ver los paquetes, fue sensacional. Freya se sentó a su lado y buscó el que decía su nombre. Poppy lo abrió con desesperación y estalló de emoción al ver la muñeca. Enseguida me pidió que le abriera el empaque y se puso a jugar. Freya leyó los diferentes nombres y Will recibió su Nintendo, Freya su libro romántico. Se puso muy contenta, le emocionó la historia. Will me regaló un vale de cien dólares para ir a la librería, fue una buena idea. Y Freya me regaló una foto, una que nos habíamos sacado los cuatro en el centro, luego de hacer unas compras.

—Para que siempre recuerdes a nuestra pequeña familia— Will apretó mi hombro y sonrió.

—Gracias.

Poppy se fue a dormir con su muñeca y nosotros salimos a la playa. No nos fuimos lejos, para no dejar sola a la niña. Will puso música y bailamos. Freya se veía muy bonita a la luz de las candelas que habíamos llevado. La zarandeé para un lado y para el otro. Ella reía y Will cantaba haciéndose el gracioso.

La noche nos consumió y nos encontró a los tres mirando las estrellas.

—Es re loco que hayamos terminado aquí—dijo Will.

—¿De qué hablas?

—Si, de todos los futuros, nunca pensé que terminaría viviendo aquí con ustedes dos.

—Yo tampoco— agregó Freya.

—Es que somos los desheredados— se echó a reír— mis padres ya estaban hartos de mi, Freya tuvo que escapar de su casa y tú, bueno, nadie te quiere.

—Gracias.

—Lo siento amigo, pero es verdad.

—Lo sé. ¿Ustedes siguen en contacto con los demás?

—Con Sophie hablo por mensaje, Jaden ya no quiere verme. —Suspiró Freya.

—Lo lamento, no quería hacerles esto.

—No te preocupes. Era lo que tenía que ser, el que está en las malas es el amigo que vale —me guiñó grotescamente.

—Si me estás guiñando el ojo, apenas lo veo en la oscuridad.

—Como eres ¡eh!

Nos echamos unas risas los tres y decidimos que ya era hora de irnos a dormir.

Poppy seguía dormida y no nos escuchó entrar.

Nos despedimos de Will y nos metimos al cuarto.

Freya siempre se pegaba a mi para dormir y yo la dejaba.

—Gracias— susurró— por el regalo, lo leeré— era la segunda vez en la vida que me decían eso. La primera me habían dejado el libro en la mesa. Me preguntaba si esta vez se repetiría.

—Espero que te guste, sino es culpa de Will, él lo eligió.

—Vale, le diré— se inclinó y me besó, la dejé pero enseguida la abracé para dormir. Ella sintió mi rechazo.

—Lo siento, hoy no me siento muy bien— asintió dándome espacio, ya comprendía que yo a veces no funcionaba correctamente. Y era cierto, ese libro regalado y esa foto, me habían recordado tanto a ella. Aún guardaba esa foto. La tenía dentro del libro, imaginaba que nadie iría a leerlo y a encontrarla.

¿Qué estaría haciendo? ¿Estaría con él? ¿Qué habría recibido de regalo? Yo le habría regalado la luna.

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