Capítulo 6

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—¿Alguno va a decirme hacia dónde vamos? —inquirió Yara con un deje de impaciencia en su voz, mientras observaba cómo Kain manipulaba la brújula.

Habían transcurrido horas enteras caminando bajo la luz de la luna, y el agotamiento se dibujaba en los rostros de todos. Aunque habían hablado sobre la necesidad de detenerse en algún lugar tranquilo para descansar, ningún sitio parecía ser el ideal. Con la llegada del alba, tanto Dante como Yara habían expresado su disposición a continuar un poco más, aunque reconocían que necesitarían un descanso en algún momento. Derek, que parecía un zombi, había asentido en sintonía.

—¿Qué tal aquí? —propuso Edén.

Kain asintió, dejando caer su mochila en el suelo con un suspiro de alivio. Enseguida, los chicos se pusieron manos a la obra, armando las tres tiendas de campaña. En medio de la actividad, quedó patente la diferencia de habilidades entre ellos. Mientras Edén se desenvolvía con destreza en cada tarea, otros, como Kain y Yara, parecían más perdidos en la labor.

—¿Cómo has aprendido a hacer esto? —preguntó Kain mientras intentaba encajar las varillas en la tienda con cierta torpeza.

Edén dedicó una pausa, permitiendo que su mente se sumergiera en recuerdos de su infancia.

—Mis padres solían llevarme de acampada cuando era niña —comentó con una brizna de melancolía—. Por eso solo hay tres tiendas de campaña —suspiró antes de mover la cabeza para quitarse las ideas que rondaban por su cabeza.

Ninguno dijo nada más y cuando terminaron finalmente de montar todas las tiendas, otro lío se formó para decidir quién debía dormir en cada tienda. Diversas propuestas surgieron, pero el dilema radicaba en que todos preferían dormir solos.

—Diurnos por una parte y nocturnos por otra, el sobrante se va a la tercera —propuso Derek.

—Suena razonable —asintió Kain, dando su visto bueno.

—¡No! ¿qué tal chicos por una parte y chicas por otro? —exclamó Yara con visible molestia, desafiando la propuesta inicial.

A Edén no le gustaba la idea de dormir con Yara, pero en este momento solo quería descansar, no le importaba con quién. A Dante le daba igual la distribución, así que se fue junto con Edén y charlaron un rato.

—¿Cuánto tiempo llevas con ese chico? —indagó Dante, curioso por conocer más detalles.

Edén, con una mezcla de incertidumbre y un toque de inseguridad, respondió:

—¿Por qué? —rebatió Edén, no sabía si lo que percibía de él eran celos o no.

—Solo curiosidad, no lo conozco, aunque parece un poco... —hizo una pausa para buscar las palabras adecuadas—, ermitaño

—¿Ermitaño? —Una risa suave escapó de Edén, dejando entrever su complicada relación con Derek.

—Sí, solitario, reservado...

La atención de Edén se desvió hacia Derek, inmerso en una discusión sobre la distribución de las tiendas, ajeno al tiempo que estaban perdiendo para descansar.

—No es así, o al menos no lo era. —hizo una pausa volviendo la vista hacia Dante—. Creo que no está contento con este viaje.

—¿Y por qué ha venido, entonces? — preguntó Dante, evidenciando un sincero interés.

Edén suspiró, evocando los últimos días y las grietas en su relación con Derek.

—Se supone que, para protegerme, no estoy segura, estos días estamos algo distanciados —admitió Edén.

—Entiendo —Dante asintió comprensivamente, captando el matiz de sus palabras—, pero ¿cómo te sientes tú al respecto?

Edén respiró hondo, tratando de poner en palabras lo que sentía. No era fácil, ya que estaba confundida y sus pensamientos estaban revueltos. Sabía que algo no iba bien con Derek, pero no entendía por qué. Lo que sí sabía con certeza era que se sentía sola en su viaje, a pesar de tener a sus amigos a su lado. La falta de apoyo y la sensación de que Derek estaba cuestionando cada una de sus decisiones la hacían sentir insegura y desorientada, como si estuviera luchando contra el mundo ella sola.

Antes de poder responder, la voz de Yara interrumpió su introspección. Edén se sintió agradecida, pues no eran sentimientos que quisiese desvelar a la ligera.

—Ya está —gritó Yara.

Dante y Edén giraron la cabeza hacia ella con rapidez, levantándose para reunirse con el grupo.

—Aceptaremos la propuesta de Derek por esta vez, pero en la próxima parada me toca a mí —aseguró la pelirroja.

—¿Qué propuesta es esa? —preguntó Dante mientras se limpiaba el pantalón.

—Tú conmigo. Kain solo y Derek y Edén juntos —la chica iba señalando cada tienda de campaña mientras decía los nombres.

La noticia de dormir con Derek provocó un torrente de emociones encontradas en Edén. Por un lado, ansiaba el momento para hablar, pero por otro, se sentía intimidada con tanta cercanía.

—¿Grupos mixtos? — soltó Dante en voz alta, manifestando su desagrado por la idea de que Derek y Edén compartieran tienda, menos aún con Yara como compañera.

—Es lo que toca — afirmó Derek, con una expresión complacida, ansioso por pasar más tiempo con Edén—. Ahora vengo, voy a... —dejó la frase a medias mientras se señalaba sus partes íntimas. Todos entendieron a dónde se dirigía.

Todos se colocaron en círculo mientras Edén veía marcharse a Derek, al instante su estómago comenzó a rugir con fuerza.

—¿Comemos algo? —preguntó la chica sujetándose la tripa. Era la única que no había comido nada desde hacía bastante y ni siquiera se había percatado de lo hambrienta que se sentía.

Todos asintieron y se sentaron en el suelo. Edén sacó varias latas de su mochila y distribuyó los cubiertos de plástico. En ese instante, Derek se unió a ellos y ocupó un lugar.

—¿Alguno me dirá hacia donde nos dirigimos? —insistió la pelirroja, rompiendo el silencio.

Edén abrió la primera lata, probó su contenido y luego la pasó al siguiente.

—No parece que tuvieras mucha curiosidad por saberlo antes. ¿Por qué ahora? —Edén contraatacó, desafiante.

—No voy a decirle a nadie que eres bisiesta — respondió Yara, con una cucharada de judías con tomate en la boca, pasandole la lata a Dante.

Edén sintió una punzada de incomodidad al oír las palabras de Yara. Recordó cómo Dante había revelado accidentalmente su secreto, y aunque no podía culparlo por completo, esa sensación de traición se deslizó silenciosamente en su interior. Trató de mantener la compostura, pero su expresión reveló una mezcla sutil de preocupación y cautela.

—No es por lo que digas o dejes de decir, es simplemente que no deberías estar aquí —masculló Edén.

—¿Por qué te influye tanto mi presencia? —Yara parecía sincera.

—No me molesta, pero es cierto que no estoy igual contigo aquí que sin ti.

—Claro, tu preferías tener a tres chicos para ti sola, es lógico si...

—No sé qué pretendes insinuar, pero será mejor que cierres la boca —intervino Dante con una mirada de desaprobación.

—Perdón papá, ¿te gusta el incesto Edén? —la chica sonrió con malicia, sabiendo que estaba tocando un punto sensible.

—¿Por qué no te calmas? —habló de nuevo Dante.

—¿Calmarme? ¿Por qué? Si nadie me quiere aquí, no voy a callarme porque tú me lo digas. —Yara elevó la voz, desafiante.

—Yara, te apuntaste a esto sin preguntar, obligándonos, es obvio que nadie te quiere aquí —Dante la miró fríamente, sin ceder ante su actitud.

—Déjala, está acostumbrada a abrir la boca para... —Edén dejó la frase a medias en contraataque.

—Claro, para decirte a ti lo zo...

—Cállate —Dante cortó sus palabras con una firmeza que dejó claro que no toleraría nada más.

—Pensaba que tu padre había muerto, pero no, Dante puede ocupar su papel —Yara finalizó con una sonrisa venenosa, consciente de que había cruzado una línea.

Edén sintió cómo la rabia se apoderaba de ella. Las palabras de Yara no solo eran ofensivas, sino que también tocaban sus heridas más profundas. Un torrente de emociones la embargó, y luchó por contener las lágrimas, pero no iba a dejar que ella ganase la batalla.

—Te has pasado —intervino Derek mientras le sujetaba la mano a Edén.

—¿Vas a llorar, Edén? ¿Vas a llamar a papi? Dante, estate preparado —Yara continuó con sus ataques.

Edén experimentó una sensación de opresión en el pecho que la hizo sentir como si su corazón fuera a estallar en cualquier momento. La imagen de su padre yaciendo en una cama de hospital, moribundo, se apoderó de su mente y un nudo se formó en su garganta. No podía creer que Yara hubiera utilizado eso en su contra, y aunque intentó mantener la compostura, sus ojos se llenaron de lágrimas que amenazaban con salir.

—Será mejor que te calles, Yara —intervino Kain con voz contundente, provocando que la pelirroja explotara.

—Genial, el que faltaba. Ella me dice que abro la boca para comer pollas y los chicos salen en su defensa, me parece estupendo —la chica se puso de pie abruptamente y se alejó con paso firme.

—Has empezado diciendo tú lo de los tres chicos para mí sola, además de mi boca nunca ha salido esa palabra —gritó Edén, desafiante y enojada, luchando por mantener la compostura.

Yara se giró hacia Edén, sus ojos centelleaban con rabia y desprecio.

—No, yo he empezado con tranquilidad, eres tú la que me saca el lado hostil —su dedo índice se movía acusativamente.

Yara comenzó a caminar sola, sintiéndose incomprendida y rechazada por el grupo de amigos al que había intentado unirse. A pesar de haberse apuntado voluntariamente para ser parte de ellos, Yara se sentía como una intrusa, alguien que no encajaba en el grupo y que siempre estaba en segundo plano. Mientras caminaba, se llenaba de envidia y celos al ver cómo Edén era el centro de atención.

La presencia constante de Dante, quien defendía a Edén en lugar de a ella, solo aumentaba su sensación de exclusión y soledad. Yara anhelaba ser parte de algo más grande, quería sentirse aceptada y querida por el grupo, pero cada vez le costaba más.

Kain se levantó para ir tras Yara, lo que encendió la furia de Edén. Llena de ira, se levantó y se dirigió hacia la tienda que le correspondía. Se dejó caer en su interior y comenzó a llorar de rabia y frustración. La cremallera se movió y Derek apareció frente a ella.

—No dejes que te afecten las palabras de una persona que no te importa —Derek se sentó a su lado, acariciando suavemente su espalda mientras la veía llorar.

Edén se enderezó bruscamente.

—No lo entiendes, me saca de quicio, no la quiero aquí —habló con rabia mientras se secaba las lágrimas.

—Esta aquí porque no nos dejó otra opción —Derek limpió sus lágrimas con ambas manos y luego le sostuvo la cara, buscando su mirada—. Si permites que te afecte, encontrará un punto débil para atacar. Si no tienes debilidades, nunca te herirá.

—Pero lo hace, no puedo hacer que me dejen de importar mis padres —la chica ya no lloraba, pero le gustaba sentir el contacto de Derek en su cara.

—Lo sé, ha sido un golpe muy bajo —concluyó él.

—¿Te quedarás conmigo? —preguntó Edén con una mezcla de temor y necesidad.

—Por supuesto.

Derek quería protegerla y hacer que se sintiera segura, algo que ella necesitaba en ese momento difícil. Derek se convirtió en su cueva, ofreciéndole un refugio seguro en medio de la tormenta emocional que estaba experimentando. Su objetivo era hacer todo lo que estuviera en su poder para que ella se sintiera protegida y apoyada.

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