07: Vestigios de un traidor

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Estalactitas caían y se quebraban al tocar el helado suelo. El sonido viajó por sus sentidos y la sacó del trance, abriendo finalmente sus llamativos ojos.

Primero, se tuvo que acostumbrar al frío, luego a la luz y, por último, al molesto suelo rocoso en el que estaba acostada. Cuando se sentó, fue que consiguió ver su alrededor. Un dolor latente le impedía girar su cuello, probablemente se lo había golpeado con mucha fuerza al caer por el sumidero; una pequeña venda en la parte posterior de su nuca le indicó que ya había sido tratada con anterioridad.

—No te muevas, Lou. —Una voz que no esperaba para nada resultó ser la de su acompañante.

Creyó que Alkey la había salvado, pero él no se encontraba por todo el lugar. Lo vio por última vez cuando le extendió la mano en la superficie, mas no recordaba nada aparte de eso.

La figura de pie de Noba era lo único con vida cerca de ella, además del dormido cuerpo de Klena que estaba sobre su espalda. Heridas menores eran las únicas que se veían a simple vista, salieron demasiado bien para una caída desde esa altura.

—¿Qué pasó, Noba? —preguntó ella más confusa que nunca, imágenes aleatorias de los rayos y el suelo abriéndose pasaron por su memoria.

—Los demonios nos llevaron hasta un claro. Caímos bajo la tierra por los rayos de Litia y nos separamos del resto.

—¿Cómo está ella? —investigó, refiriéndose a la mezquina chica.

Él pareció dudar pero al final habló.

—Klena está bien, solo se golpeó la cabeza pero… —La miró preocupado—. Tú te golpeaste el nervio cervical y sigues viva. ¿Segura que estás bien?

Ella vaciló, preguntándose si en realidad esa era una herida grave. No sabía mucho de medicina, pero por el tono de voz que Noba usaba debía ser algo realmente preocupante.

—Eso creo. —Lo único que sentía era ese molesto dolor detrás del cuello, exactamente donde estaba la venda que cubría la herida.

—Creo que tu condición no empeorará. Si no te has sentido muy mal, es porque eres más resistente de lo que pensé. Debemos caminar —dijo y la ayudó a pararse.

Las paredes congeladas se iban haciendo más y más amplias a medida que avanzaban, era un reto poder ver con la poca iluminación en la que se encontraban. Apenas tenían el brillo provocado por el hielo.

A medida que se adentraban, descubrieron una serie de cámaras secretas interconectadas, cada una de ellas más mortífera que la anterior, repletas de trampas que más de una vez intentaron quitarle la vida a los tres.

—¿Lou, qué fue lo que te pasó allá arriba?

Ella sabía que se refería a su repentino ataque, justo en el momento que la voz la invadió. No confiaba de todo en el chico, pero si vacilaba en su respuesta podía ganarse la mirada juzgadora de él y eso no sería nada bueno.

—Escuché una voz —respondió—. Me pedía que los dejara.

—¿Dejarnos?

—Sí, dejarlos.

—¿No reconociste quién era?

—No sé. La adrenalina de la pelea, sumada a lo irritada que me tenía toda la discusión, no me dejaron enfocarme bien.

—¿Al menos sabes si era hombre o mujer?

—Hombre, estoy segura.

Siguieron caminando, sintiéndose ambos molestos por el silencio. Una respiración fuerte los puso en alerta, pero resultó ser el cuerpo de Klena volviendo en sí.

—¿Qué…? —Ella golpeó la espalda de Noba cuando se vio sobre él—. ¡Suéltame, extraño!

—Klena, él te salvó —alegó Lou, logrando que Klena se calmara un poco—. Si hubiera sido yo, te dejaría sin siquiera pensarlo.

—Oh, por supuesto que lo sé. Más importante. ¿Dónde está Kalen?

—Tu hermano se separó de nosotros en la caída. —Él explicó.

—La caída… —Se quedo pensativa por unos segundos, como si tratara de recordar lo sucedido y todo fuera un parche difuminado en su memoria—. Cierto. —Su voz se volvió más neutra—. Litia lanzó aquel rayo y el suelo se abrió. Mi hermano…

Noba la miró de reojo, como si supiera lo que pensaba.

—Litia no lo hizo a propósito, fuimos usados por los demonios. Él debe estar con los demás.

—No pensé en eso, pero también es una probabilidad.

Lou intervino, antes de que la discusión llegara a niveles mayores.

—¿Escuchan eso? —Cerró sus ojos y colocó sus manos en las paredes congeladas de la cueva subterránea—. Siento agua.

—¿Sientes agua? —A la otra chica se le contrajo el rostro, extrañada por el enunciado de Lou.

—La presencia de una cascada está al frente, hay mucha agua, probablemente es un manantial.

Noba bajó a Klena, no sin antes preguntarle por su estado. Ella tenía mucha energía vital, alguien normal hubiese muerto de aquella caída y, considerando los niveles y poderes del resto de valientes, Klena y Kalen eran los más corrientes.

—Lo primero es hallar al resto —afirmó Noba—. Estaré al mando. ¿Están de acuerdo?

Ambas asintieron, prefirieron dejarle el trabajo molesto a él, que parecía no ser tan callado cuando el círculo social era más pequeño. Caminaron y caminaron hasta que, finalmente, el sonido de agua cayendo se escuchó al final del túnel y una débil luz provenía de este.

Noba comenzaba a sentirse paranoico, pero perder la compostura en esa situación era algo que no podía permitirse.

«¿Estamos muriendo?»

No lo parecía; pero unos escalofríos cubrieron el cuerpo de Lou en un instante, algo malo estaba por ocurrir y solo estaba segura de que el olor de los problemas ya residía en ellos, vigente.

(…)

Frío. Mucho frío.

Una gélida corriente de aire golpeó la piel de Meylynn cuando empezó a abrir los ojos. Estaba acostada sobre el solidificado suelo incómodo que le ocasionaba fastidio en su espalda. No sabía cómo había llegado allí, ni siquiera se lo imaginaba. Cuando intentó levantarse, casi sin fuerzas, una punzada en la pierna la hizo gritar del dolor. Aunque ya tenía una venda colocada, el dolor seguía ahí, implícito. Entre respiraciones forzosas, asuntó a su alrededor.

—Te lastimaste con tu propia arma —decretó una figura sentada a su lado.

Ella apoyó sus brazos para alzar su cuerpo y ver a quien supuestamente la había salvado y se llevó una grata sorpresa. Pagort estaba ahí, mientras la miraba preocupado.

—¿Qué me lastimé con mi propia arma, dices? —inquirió.

Palpó uno de los bolsillos de su kimono, desde donde se encontraban pequeños frascos de cristal con medicinas básicas. Allí solía estar su daga. Le sorprendió el ver que el arma estaba al lado suyo y no llevaba su funda; la punta estaba ensangrentada. Error de novato.

—Sí. Fue una pequeña herida, pero en una zona mortal —respondió.

Entonces, ella se percató de que se había lastimado en el muslo, casi por donde pasaba una arteria vital.

—Si no fueras una de los valientes, probablemente estuvieras muerta —determinó él.

—Pagort, ¿y los demás? —Decidió evitar todos los sermones, no se consideraba culpable de la mala suerte que siempre la acompañaba.

—Nos separamos en la caída. Esos monstruos prepararon demasiado bien el campo de batalla. Ya habían divido el subsuelo en túneles angostos para que nos desorientáramos y se nos fuera difícil hallar al resto.

—¿Crees que ellos están bien?

—No lo sé, pero puedo tratar de deducir la cercanía de cada quien según la forma en la que estábamos esparcidos allá arriba.

Aclaró eso y agarró su katana, tensando el delicado y femenino cuerpo de la chica.

—¿Qué harás? —Ella tragó grueso.

—No estarás pensando que te haré daño, ¿o sí?

Ella agachó la cabeza, avergonzada.

—No…

Pagort sostuvo con firmeza la katana y empezó a trazar figuras sobre el hielo, provocando un resonante chirrido que crispó la piel de Meylynn.

—Aquí estaba Lou, muy cerca de Noba y Klena —dijo y trazó un círculo—. Kalen también estaba cerca de su hermana, pero más cerca de Alkey —representó un cuadrado en la tierra—, parece que se separó de Klena por una fracción de tiempo cuando el suelo comenzó a temblar.

—Oh, recuerdo algo. —Meylynn se levantó ignorando el dolor en su pierna y le arrebató la katana a Pagort, impresionándolo y trazando un triángulo al lado del círculo—. Ulrick había agarrado a Litia del brazo justo después del rayo y estaban detrás de Lou.

—Ey. —Él se apresuró en tomar de vuelta su arma, tensándose un poco—. No tomes sin permiso la espada de un samurái.

—Oh, perdón. —Ella agachó la cabeza, avergonzada por su actitud tan animada en una situación como esa.

—No te sientas mal por ello, solo estoy algo cansado.

Trató de esbozar una sonrisa para que la chica se sintiera mejor, pero el gesto fue transformado en una mueca graciosa a la cual ella tuvo que ignorar para no reír y romper la seriedad del asunto.

—Parece que tu memoria sigue bien, Meylynn —continuó con su deducción—. Además, aquí —él dibujó una estrella—, estábamos nosotros dos, entre Kalen y Alkey. Si mi hipótesis es correcta, tú deberías haber estado con Kalen y yo con Alkey.

—Entonces, o en la caída tomamos este rumbo o…

—O algo más nos desvió —finalizó él.

Pagort le hizo un gesto a Meylynn para que lo siguiera y empezaron a adentrarse en la cueva. Rápidamente, la imagen del cuerpo de los demonios invadió sus mentes. El cómo se retorcían de dolor y emitían sonidos grotescos solo los inquietaba más y debían permanecer fuertes para que la comida en sus estómagos no abandonara su lugar.

—Pagort.

—¿Sí?

—¿Crees… que uno de nosotros es un enemigo?

Él bajó la mirada, pero siguió avanzando, como si estuviera pensando detenidamente lo que iba a decir.

—Meylynn, no cometas el error de ablandarte. Alguien entre nosotros debe de ser miembro del ejército enemigo… y ya estoy seguro de quién es.

Por la mente de Pagort pasó el rostro de su principal sospechoso, esa persona que siempre iba con cautela hasta en la forma en que respiraba y caminaba. Desde que vio su único aspecto y la heterocromía de sus pupilas sospechó de ella.

—¿De quién sospechas?

—Es obvio. De Lou.

—¿De Lou? ¿Por qué de ella y no de Alkey? Él no me parece de fiar.

—Según ella dijo, lleva unas semanas viajando con Alkey. Probablemente se llevan muy bien. Si tú fueras el enemigo, ¿no asegurarías un compañero fuerte que pudiese protegerte en todo momento?

—Comprendo tu punto de vista, ¿pero no es muy pronto para sacar suposiciones como esa?

—Meylynn, dentro de poco, todos se percatarán. Nosotros fuimos guiados al claro del bosque por uno de nosotros, no por los mismos demonios.

—Eso no puede ser…

—¿Por qué crees que no?

Ella respiró profundo, derrotada por las teorías de Pagort. Sinceramente, no lograría combatir contra esa manera tan analítica de pensar. Pagort desconfió de Lou y nada haría que su irritación fuera sosegada.

(...)

—¿Dónde está mi hermana? —Fue lo primero que preguntó Kalen, abriendo los ojos como platos al verse en la espalda de Alkey.

—Ni idea.

—Puedes bajarme, estoy bien.

Alkey cumplió con el mandato del niño, que a pesar de no parecer tener el carácter de Klena, no quería provocarlo y descubrirlo.

—¿Recuerdas todo? —Alkey no dejó de caminar y pronto Kalen lo alcanzó a pequeños pasos apresurados.

—Sí… ¿Caímos, no?

—Sí, eso pasó.

—¿A dónde vamos? —preguntó el menor.

—Yo qué sé. —Alzó sus hombros, totalmente consternado por el momento y severamente perdido—. A donde llegue este túnel, supongo.

—Oye, no te molestes. Todavía traigo mi arco y flechas.

—¿Me amenazas?

Ambos se miraron fijamente mientras mantenían el ritmo de la caminata. Fulminándose con la mirada, decidieron que no era momento de discusiones, a no ser que de verdad quisieran matarse.

—Solo eres un niño mimado —murmuró Alkey.

Se detuvieron tras esas palabras. Alkey sintió una presencia asesina y, cerca de él, solo estaba Kalen. Giró su cabeza hacia su compañero y la imagen que vio lo perturbó.

—¿Soy un qué?

Kalen sostenía con firmeza su arco, la cuerda siendo tensada al máximo y apuntando hacia él. Sus ojos manifestaban pura ira y deseos asesinos. Alkey lo subestimó totalmente.

(...)

—Princesa, ya casi llegamos —decretó Ulrick, muy cerca del sonido de agua que sintieron a lo lejos.

Litia estaba con Ulrick, para su suerte. En la caída sufrieron heridas leves que no les impidieron seguir caminando. Habían escuchado el sonido de agua, tal vez un manantial o algo así. De lo que sí estaban seguras, era de que algo muy importante pasaría una vez llegaran allí.

Caminaron hasta llegar al lugar, la vista las deslumbró totalmente. Eran unas ruinas de un templo antiguo, uno que, a pesar de su decadencia, seguía siendo hermoso.

Sus muros de piedra estaban erosionados, cubiertos de hielo y ennegrecidos por el paso del tiempo. La madera de la construcción principal había sido devorada por el pasar del tiempo y parecía brillar por el resplandor tímido del hielo. Frente a ellas, un pequeño altar deteriorado y abandonado se erigía, siendo víctima del olvido.

Detectaron inmediatamente el sonido de antes. Procedía de atrás de los pilotes, algo de agua pura y cristalina brotaba perenne de detrás unas piedras.

Ellas caminaron hasta encontrarse frente a frente con el templo, en las paredes, unas escrituras se hallaban. Ulrick las topó, la sensación del frío en la pared inmediato llegó a su piel.

—Son runas mágicas —dijo la mujer mayor.

—¿Runas mágicas? —inquirió la princesa—. ¿Qué es eso?

—Las runas mágicas son la forma en la que las sacerdotisas plasman su poder en algo.

—¿Y para qué plasmarlo?

—Si una sacerdotisa pierde su poder y ha dejado runas como estas, lo puede recuperar. De modo similar, si las absorbe aún poseyendo su poder, se vuelve considerablemente más poderosa.

—¿Una sacerdotisa puede ser separada de su poder? Eso es imposible. Nuestra conexión con nuestros dioses es irrompible. Nadie puede quitarnos nuestra magia.

—Sí se puede, princesa Litia.

Ulrick agachó la cabeza, dolida, había sido testigo de eso un par de años atrás con su fallecida hermana. Había luchado a muerte con un espíritu malvado que drenó todo su poder sin darle tiempo a defenderse.

—Si una sacerdotisa es despojada de su poder —comenzó a contar mientras palpaba las runas—, pierde la conexión con su Dios y su vida termina ahí como castigo. Mi mamá, la anterior Sacerdotisa Madre, ideó un conjuro para prevenir esto. Ella creó las runas mágicas para dejar parte de nuestro poder en ellas y así poder restaurarlo en un futuro.

—¿Quién dejó ahí esas runas?

Ulrick tocó nuevamente las runas, sintiendo un débil rastro de poder saliendo de ellas. Se concentró muy profundo, tanto que su mente se hizo una con aquellas escrituras, pero nada consiguió que supiera del creador de esas runas.

—Princesa, yo…

—Tranquila, Ulrick. —Litia sostuvo el hombro de la mujer en señal de reconforte.

—No lo sé. No puedo sentir de quién es. Solo sé lo mismo que tú, es de una sacerdotisa que anteriormente estuvo aquí.

—¿Pero quién?

—Disculpe, princesa, no lo…

—Por favor, Ulrick, tutéame. En estas condiciones, todos somos iguales. Además, creo tener una idea.

—¿Una idea, prince…Litia? —Se corrigió.

—Sí. Tal vez debamos entrar a ese templo para descubrir más sobre la persona que dejó esto ahí.

Ulrick compartió una mirada de desconfianza con Litia. Ambas sabían que podían entrar en cualquier tipo de trampa estando ahí, pero necesitaban la información.

Una vez se decidieron, abrieron la desgastada puerta corrediza del templo y se adentraron en el lugar, cuidando sus espaldas en todo momento. Un estrecho y largo camino poco iluminado hizo que Ulrick usara sus llamas. A pesar de que el lugar se veía enorme desde el exterior, por dentro solo era el pasadizo y una recóndita cámara.

Tras inspeccionarla completa, a Litia le dio curiosidad la katana incrustada en el suelo. No era para nada común toparse con una espada en cualquier sitio, así que la hundió en la superficie de madera corroída por los años.

Un sonido de rocas desplazándose las hizo mirar al frente. Ella había activado accidentalmente el mecanismo hacia una antecámara secreta.

Lo primero que vieron dentro fue unos dibujos en las paredes, además de que era lo único de importancia allí. Unas extrañas figuras estaban cuidadosamente matizadas como si narraran una historia.

—Son dibujos rojos.

—Es sangre, Litia —corrigió Ulrick.

A la princesa se le crispó la piel tras ese comentario. Un horrible miedo la inundó. Desde la comodidad de su palacio, ella siempre vivió tranquila y con todo lo que deseaba; pero ahora que viajaba en territorio enemigo, ya nada sería como antes.

—Relatan una historia. —Litia sacudió sus miedos y apreció detenidamente a los dibujos.

En el que opinaban que era el orden correcto, se desplazaban de izquierda a derecha por toda la antecámara. A medida que la joven iba pasando la mirada por las paredes, Ulrick la seguía con el latente fuego de sus manos.

—Hay letras muy pequeñas —dijo la princesa y aguzó la vista.

—Es otro idioma —juzgó la otra.

—No, más bien, es un código. Se usa mucho entre personas de la realeza para enviar mensajes.

—¿Puedes leerlo?

—Eso trataré.

A grandes rasgos, se veía la figura de un bebé alado, varios demonios a su alrededor, un sol, varias flores y un campo de batalla. Litia inspeccionó cada detalle hasta lograr descifrar cada parte de la escritura.

Una vez leído, Ulrick quedó boquiabierta, Litia le siguió la acción. Maldijeron para sus adentros una y otra vez, captándolo todo de golpe.

—¡Chicas! —Alkey llegó con Kalen a su lado.

Se veía agitado, como si hubiera estado huyendo de él. Ulrick dedujo que lo había molestado y le había hecho ver al diablo. Ignorando ese comportamiento tan poco maduro, Litia observó el otro grupo que venía tras ellos.

Pagort junto a Meylynn alcanzaron la antecámara, la impresión por la estructura muy clara en sus rostros. Nunca antes habían visto algo así de grande y antiguo.

—Ulrick, esto es malo. —Fue lo primero que dijo el samurái de Ragnar.

—¿De qué hablas, ya lo sabes?

—Como me esperaba de…

—Hay un demonio entre nosotros —interrumpió ella.

El rostro de Pagort palideció, no era precisamente la información que iba a dar. Era peor, con creces.

—Oigan. —Otra vez se incorporó a la conversación.

Noba llegó al lugar. Klena caminaba con molestia a su lado y Lou los seguía. Al ver la rubia a su hermano, corrió y lo abrazó.

—¡Estás bien, Kalen! —Casi lloró.

—Alkey cuidó de mí —alegó y Klena miró al chico.

Un leve asentimiento fue todo el agradecimiento que obtuvo de ella, pero no se podía pedir más. Para un carácter como el de ella, eso era demasiado.

—Ladronzuelo. —Lo llamó Lou con su tenue voz.

—Lou. —La mirada de Alkey cobró vida cuando la vio.

Corrió y la abrazó, sorprendiéndose ella ante el gesto que la había tomado desprevenida. Solo hacía un par de horas quizás y habían constituido una eternidad para Alkey.

—Hay cosas más importantes de las que tratar ahora mismo. —Finalizó el reencuentro Pagort.

—Adelante, Pagort —dijo Litia—. Esperamos atentos lo que deseas decir.

Él se vio vacilar en si decirlo o no, pero ya estaba todo hecho. Ocultarlo todo solo traería problemas a sí mismo.

—Pagort y yo improvisamos un mapa sobre nuestras posiciones en el campo de batalla cuando estábamos allá arriba —comentó Meylynn.

—Llegamos a la conclusión de que los demonios no habían sido los que nos condujeron al claro —comunicó, viéndose más pálido cada vez.

—¿Qué quieres decir, Pagort? —La Sacerdotisa Madre frunció el ceño, las llamas en sus puños cerrados creciendo con cada palabra del samurái.

—Hay un enemigo entre nosotros.

—Comprendo, pensamos lo mismo pero a partir de situaciones distintas —habló Ulrick—. Afuera hay runas mágicas. Las sacerdotisas las usamos para guardar parte de nuestro poder en caso de que algún día lo perdamos. Alguien debió grabar eso ahí.

—Permíteme concluir tu información —habló Litia—. En estas paredes hay escrita una historia, como si fuese un legado a nuevas generaciones.

—Léala, por favor —pidió Meylynn.

Litia se giró nuevamente hasta los dibujos para releerlos. Esta vez, sería para todos los valientes.

—“Un bebé ha nacido con el propósito de salvar nuestra especie y traernos prosperidad —comenzó a leer—. Es más afín a nuestros perennes enemigos que a nosotros mismos, pero estamos inequívocos que con su poder descubrirá la forma de hacer desaparecer al adversario. Aborrecemos la humanidad y surgimos para acabar con ella. El bebé emergió para encarnar nuestras codicias; nosotros, para protegerlo. Nos referimos a esta entidad como 'Demonio Supremo', es más poderoso que nosotros mismos. Venerado Rey Demonio, las runas ya están grabadas, nuestra parte ya está cumplida”.

Pagort sacó su katana de la vaina en su cintura y apuntó a Lou, frunciendo el ceño y tensando su mandíbula.

—Mis sospechas son más que obvias, Lou. Tú nos traicionas.

La espada apuntaba directo a la cabeza de ella y, a pesar de la distancia, retrocedió unos pasos.

Grave error.

—Esto no puede ser verdad. —Litia miró a Lou a los ojos, pero esta solo pudo manifestar su incomprensibilidad ante el escenario en el que se encerraba.

—¿No lo entiendes, Lou? —Pagort miró a todos en la sala—. Alguien entre nosotros es el llamado “Demonio Supremo”, y estoy seguro de que eres tú.

Holaaaa, lectores ♡. ¿Cómo han estado? Espero que muy bien. Aquí les traigo el capítulo de siempre, espero y lo disfruten mucho.

Ya la trama empieza a tomar potencia 😈. Ay, mi pobre Lou. Todo lo malo te pasa a ti. *Carraspea y trata de disimular un poco*

Bueno, ya saben. Den estrellita, comenten y compartan con amigos. Me ayudan a que mi historia llegue a más personas y me anime a seguir escribiendo 😀

Pasen una linda semana 💙

Sayonara,
Emily

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