08: La sombra de un demonio

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Una fina y transparente vidriera grisácea impedía que la helada ventisca llenase el salón.

Situado en lo alto de una montaña y rodeado por un paisaje desolado y oscuro, el palacio del Rey Demonio imponía su oscuro régimen ante los débiles.

Su aura siniestra emanaba de su origen demoníaco. Las murallas estaban hechas de robustas piedras, que se elevaban imponentes hacia el cielo. Los alrededores estaban adornados con fosos profundos y trampas mortales, diseñadas para disuadir a los intrusos y mantener a raya a quienes osaban desafiar la autoridad del rey.

El corazón del castillo albergaba la sala del trono del rey demonio, un lugar bañado en penumbra, dominado por un trono elaboradamente tallado en huesos y adornado con gemas y objetos preciosos.

El rey acechaba desde las alturas. Se encontraba encaramado en una de las ventanas, observando el vasto paisaje que se extendía bajo su dominio. Su rostro, enmarcado por cabellos color nieve, reflejaba tanto poder como malicia.

Sus ojos rojos, centelleantes y llenos de psicopatía, escrutaban el horizonte mientras su mente maquinaba sin descanso su próximo plan macabro. Había amasado un ejército de criaturas sobrenaturales para servir a sus maléficos designios. Su poder y crueldad eran conocidos por todo el mundo, y los héroes valerosos que se atrevían a enfrentarse a él ya habían caído uno tras otro.

Pero su ego no conocía límites, y se deleitaba con cada intento frustrado de sus oponentes por acabar con su reinado de terror.

Sus labios se curvaban en una sonrisa macabra mientras consideraba las trampas mortales que prepararía para los ocho valientes. Un laberinto infernal lleno de monstruos acechantes, ilusiones engañosas que desorientarían sus sentidos y una batalla estratégica que les arrebataría toda esperanza. El rey demonio sabía cómo manipular los miedos y deseos de los héroes, dándoles la falsa ilusión de que podrían derrotarlo.

Con cada pensamiento, una nueva forma de tortura y sufrimiento se gestaba en la mente siniestra del rey demonio. Su malvado ingenio no tenía límites, y todo aquel que osara enfrentarlo se enfrentaría a un destino peor que la muerte misma.

—Valdis, infórmame de la situación. —El rey tomó su lugar en el trono. Cruzó una pierna y esperó demandante la respuesta de su subordinado.

—Señor nuestro, los valientes cayeron en la trampa. —La otra persona presente, con una rodilla hincada en el suelo en señal de reverencia, expuso su respuesta.

No parecían ser humanos a simple vista. El hombre del trono, el llamado "señor nuestro", tenía un gran par de alas de murciélago que permanecían tranquilas sobre su espalda. Si se enfadase, las extendería y blandiría su espada sin dejar nadie que contara el suceso.

El nombrado Valdis y los demás que lo rodeaban también portaban alas de ese mismo tipo, pero en menor tamaño. Su cabello plateado y facciones finas lo hacían lucir más joven de lo que en realidad era, ya pasaba los quinientos años y era la mano derecha del rey.

—Muy bien, todo va según lo planeado.

—Y también encontraron las ruinas, señor nuestro —habló esta vez una mujer.

Jela era la mayor entre los presentes, sin contar al "señor", claro está. También tenía el cabello plateado, era hermana de Valdis, pero eso no la hacía más fuerte o importante que él.

—Esa era la idea, Jela —protestó Valdis alzando un poco la cabeza.

—No la molestes, ella tuvo que encargarse de llevar a los valientes hasta el claro y preparar todo el escenario —comentó Orion, el menor, acomodando el flequillo negro que se le escapaba hacia el rostro.

Con doscientos años, Orion ya había arrasado con trece mil vidas humanas y, a pesar de ser bastante tranquilo de carácter, no era nada compasivo a la hora de acabar con la existencia de cualquiera.

—No olvides que yo cavé la sección de túneles durante treinta años y sin descanso, Orion —dijo el último de los presentes, nombrado Anarchy.

Anarchy se veía muy mayor, pero solo contaba con unos cuatrocientos años. Era el más semejante a un humano de entre los presentes y eso le causaba repugnancia a todos menos a él.

El mundo de los humanos siempre lo cautivó en una cálida caricia, pero por sus claras diferencias no podía salvar a ninguno, todo humano que cayese en sus manos debería ser infamemente asesinado.

—Guarda silencio, Anarchy. El amo lleva muchos siglos durmiendo -gruñó Jela.

El señor, jefe de todos ellos, alzó la mano para evitar la discusión de sus tan allegados discípulos.

—Valdis, Jela, Orion, Anarchy. —Los llamó uno a uno y ellos se pusieron de pie, con sus brazos empuñados en sus espaldas—. Los ocho valientes ya deben haber leído las runas mágicas con ayuda de la Sacerdotisa Madre. También, uno de ellos debe haberse imaginado que alguien pretendió acabarlos. Tarde o temprano, las "pistas" que insertamos a propósito darán a ella. Entonces, la traeremos de vuelta.

Él observó a su derecha, un trono algo más pequeño que el suyo se encontraba ahí, despidiendo un aura a oscuridad. Pero no era cualquier oscuridad, era algo más siniestro. Un latente y aterrador poder maligno emanaba desde allí. Era un soez deseo de matar, de no dejar un humano en pie.

—Las ambiciones de ella quedaron sellados en este lugar. Este es su verdadero hogar.

—Dudo mucho que esa chica pueda reinar como se debe, amo —renegó Jela.

—Como parte de los Cuatro Acólitos, tenemos prohibido pelear —regañó Orion.

Ellos cuatro eran la guardia privada del rey y se hacían llamar los Cuatro Acólitos. Juntos, habían preparado los escenarios para el regreso del Rey Demonio y así poder servirle mejor que nunca.

—Solo digo que esa niña no es nada especial.

Jela despegó en vuelo, seguido se fueron Orion y Anarchy. Cuando solo quedaron Valdis y su señor, él le habló.

—¿Por qué usted insiste tanto en que la traigamos con nosotros, majestad?

—Oh, no lo entenderías, Valdis. Ella tiene poder. Uno arcano e infinito.

—¿Y cómo piensa convencerla?

—¿Convencerla? —Él carcajeó, muy seguro de lo que iba a decir—. Ella vendrá por sí sola, estimado sirviente. Y cumplirá con todo lo que yo le pida cuando le cuente toda la verdad.

Satisfecho por las respuestas de su superior, el demonio de menor nivel realizó una leve reverencia y se alzó en vuelo.

—Cumpliremos con el plan que nos proporcionó usted, Rey Demonio. Le aseguro que dividiremos a los ocho valientes. Téngalo como algo inequívoco —dijo y finalmente se fue, dejando al rey solo.

El rey demonio salió del salón del trono y se encaminó por los pasillos de su oscuro castillo, consciente de que pronto desataría su siguiente acto de horror. Su satisfacción y expectativas retorcidas crecían con cada pensamiento malévolo. Ya era hora de que los héroes vieran su verdadero poder y sufrieran las consecuencias de desafiarlo sin piedad ni remordimientos.

Él experimentaba una tremenda confianza en sí mismo, ya que sabía que su fuerza sobrenatural le permitiría derrotar con facilidad a cualquier oponente. Después de todo, su destreza en el combate, sus habilidades mágicas y su capacidad para controlar a las criaturas oscuras lo convirtieron en un ser implacable y temido.

—Yo seré el próximo soberano del mundo y Lou reinará a mi lado. Los ocho valientes son simples piezas en este juego, todos ellos acabarán muertos.

Holaaa, lectores ♡ Aquí un capítulo cortito porque sí y porque hacía falta jajaja :D

Quería mostrarles la historia desde la perspectiva del «lado oscuro». Ya nos hacía falta conocer a los villanos <3

Denle ⭐ al capítulo, comenten y disfruten de la historia. 💙

Sayonara,

Emily *ૢ✧

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