21: Almas atrapadas

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Klena y Noba se encontraban encerrados en una pequeña y austera celda. Las paredes sucias y frías contrastaban con el afán de encontrar alguna manera de escapar. El samurái sintió cómo una mano le acariciaba la mejilla y se sintió a gusto. Recordó que su madre también lo arrullaba así y el dolor de sus heridas desapareció por un momento.

Comenzó a escuchar el lejano sonido de una voz. Su cabeza le dolía y no asuntaba en lo que pasaba a su alrededor o en dónde estaba.

—¿Noba, estás despierto? —habló otra vez esa dulce voz.

Luchó por abrir los ojos, pero un dolor latente en todo su cuerpo le hizo soltar un quejido. Cautelosamente, Klena trazó con sus dedos suaves líneas imaginarias sobre su mejilla, siguiendo los contornos de su rostro. Un gesto reconfortante que buscaba traerle algo de alivio en su desafortunada circunstancia.

Observó en detalle cada rasgo de su rostro: sus pómulos ligeramente rosados, sus labios entreabiertos y esa melena oscura y desordenada que enmarcaba su semblante.

Sentía su respiración en su mano, lenta y constante, lo que le daba cierta tranquilidad. Su corazón latía con fuerza, pero también surgía una extraña conexión con él, una unión inexplicable en medio de un cautiverio que los mantuvo prisioneros. Aquellos instantes parecían detenerse, como si solo existieran él y ella, encerrados entre las paredes de aquel lugar inhóspito.

—¿Noba, me escuchas? —Al chico le gustaba esa melosa pero demandante voz.

—¿Eres mamá? —murmuró tras otro quejido de dolor.

—¡Soy Klena, imbécil!

Una cachetada lo trajo de vuelta al mundo de los vivos solo para darse cuenta que Klena lo había abofeteado.

—¿Te gusta abofetear a las personas, eh? —preguntó, sobándose la mejilla y mirándola con repudio directo a los ojos.

—No es mi culpa, eras tú el que no despertaba.

—Dios Elton, ¿por qué estoy junto a esta bruja?

—¿Me dijiste bruja? —chilló colérica.

Él suspiró y dejó a un lado la discusión, mirando atentamente su cuerpo. Vio varias vendas rodeando su brazo herido y ambas manos. Entonces cayó en cuenta de que solo pudo ser Klena.

—¿Tú me ayudaste? —inquirió.

—Sí. —Desvió la mirada—. Ese demonio, Orion, creo, nos quitó todo lo que traíamos y a penas me dio unas vendas viejas para que no nos desangráramos. De verdad que Lou no nos quiere muertos.

—Lou… ¿Qué querrá de nosotros?

Ellos se tomaron las molestias de pensar en eso, a Klena le dolía la mano como nunca antes y a Noba le punzaba todo el cuerpo, era el que estaba en peores condiciones.

Sin esperar las respuestas de Klena, que parecía no querer hablar al respecto, Noba miró a los alrededores. Estaban dentro de una celda con barrotes de metal y, si él estuviese en su mejor momento, podría romperlas con solo un golpe.

Se acomodó sobre el regazo de Klena, para sorpresa de ella, y suspiró muy cansado de tan solo esforzarse en mentalizar la situación.

—Me duele todo el cuerpo. —Se quejó.

—¿Me importa? —Ella hizo una mueca—. No, espera, una mejor. ¿Quién narices te dijo que podías recostarte sobre mí?

—Tú no estás tan herida como yo, déjame estar tranquilo aunque sea unos minutos.

—Bien. Pero solo un minuto. —Ella bufó.

Ambos comenzaron a soltar ideas, lo primero que se les pasara por la mente, tal vez con alguna de esas lograrían salir de allí.

—¿Probaste a corroer los barrotes con veneno?

—¿Eres imbécil? ¿No te dije que nos quitaron todo?

—Oh, cierto…

—De todos modos, son barrotes de axonita.

—¿Axonita? —Él alzó una ceja, total desconocedor del tema.

—-¿Acaso no sabes lo que es eso? Es un mineral que neutraliza los poderes de sacerdotisas y muy resistente a la corrosión y, sobre todo, es muy fuerte.

—Perdón si no cumplí tus expectativas, Klena —pronunció su nombre de mala gana—. No es mi culpa que me interesen más los temas de batallas que de sacerdotisas.

Ella comprendió que él estaba enojado por perder la batalla contra Orion, pero parecía estar dispuesto a iniciar otra con Klena, solo que verbal.

—¿En serio quieres discutir conmigo, Noba? —preguntó.

—No he dicho eso. Solo insinúo que podías haberme ayudado más a pelear.

—¿Disculpa? Entré en pánico cuando vi a mi hermano tirado en la nieve sin moverse. —Klena apretó los puños, pero trató de no mover a Noba; en el fondo, solo quería descargar un poco de ira sin lastimarlo más de lo que estaba—. Él lo es todo para mí. No tengo a nadie más. Lou se fue del grupo, luego los demás nos separamos por su culpa. Creí que podría tener a más personas importantes en mi vida, pero todos me odian por mi carácter. Soy así, no puedo cambiar cómo soy. Todos se alejan de mí —las lágrimas comenzaron a escabullirse de sus ojos y sus pupilas azules se vieron acuosas—, mis padres me golpeaban y Edriell se fue de mi lado sin decirme nada. Creo que todos me van a odiar siempre y…

—¡Klena, cállate! —gruñó Noba, harto de escuchar los lamentos de ella cuando en realidad no solucionaban nada—. ¡Si no te callas me veré obligado a callarte!

—¡Déjame al menos desahogarme con…!

Y ella no logró terminar de decir esa frase. Noba apoyó un brazo en el suelo para levantarse un poco, la otra mano vendada la colocó detrás de la cabeza de la chica y, sin siquiera, pensarlo unió sus labios con los de ella en un furtivo beso.

Los ojos de Klena se abrieron desmesuradamente ante la inesperada muestra de afecto, no podía creer lo que había sucedido. El tiempo pareció detenerse en ese momento mágico. Los sentimientos de Noba fluían a través de ese beso, transmitiéndole lo que llevaba guardado en mi corazón.

Después de unos instantes, ellos se separaron, sus miradas encontrándose y, verdaderamente, Noba le robó las palabras a Klena. Sus mejillas se tiñeron de un suave tono rosado, mientras que una tímida expresión se dibujaba en su rostro.

—Oye… —El rubor le alcanzó todo el rostro inmediatamente—. Pero, ¿qué te pasa? ¡Estás loco…!

Como si quisiera callarla de nuevo, Noba repitió la acción. Ella hizo un patético intento por apartarlo, pero Noba seguía siendo más fuerte aún estando herido. Siendo conocedora de que por su cuenta no podría apartarlo, ella por fin cedió y correspondió el beso del chico.

—Oh. —Una voz los hizo separarse bruscamente y mirar afuera de la celda, Orion estaba con los brazos cruzados y observando divertido—. No pareces estar tan débil, Noba —carcajeó—. Recuerdo que te dejé hecho cenizas.

Klena, avergonzada por lo que había hecho, agachó la cabeza, ganándose una mirada de reproche del chico que recién había besado.

«¿A dónde se fue todo tu coraje, Klena?»

—No es tu problema lo que yo haga, Orion —musitó—. Si no vas a sacarnos, vete y déjanos morir aquí de viejos.

El otro carcajeó, realmente entretenido por las palabras del encarcelado. Le encantó el hecho de que no hizo esfuerzos para ganarles y que ahora estaban prisioneros a su merced, a esperas de órdenes de los superiores.

—Oh, Noba y Klena, tal vez no se queden ahí hasta viejos, pero sí hasta que la Demonio Supremo de órdenes.

Eso los dejó pensando y ella no dudó en hacer una pregunta.

—¿Orion, quién tiene más poder? ¿Lou o el Rey Demonio?

—¿Lou? Ella ya no se llama Lou. Ahora es Teivel, la Demonio Supremo.

—Respóndeme —decretó.

Él alzó la cabeza, la parte de su cabello negro que estaba sobre su visión rodó a ambos lados de su rostro, enmarcándolo.

—La Demonio Supremo, Teivel, es el ser más fuerte en toda la Cuenca Blanca. Ni un ejército de demonios y humanos unidos podrían contra ella en estos momentos. Y quiero que sepan algo, cuando se convierta en Reina Demonio, definitivamente ustedes estarán muertos.

Eso les heló la piel. ¿Lou los iba a asesinar? ¿Por qué lo haría? Dio órdenes para que fueran apresados con vida, no podría ser capaz de matarlos. A no ser que…

—Lou… No, Teivel. —Se corrigió Noba—. Ella nos va a usar para algo, ¿no?

—No tengo autorizo para responder esa pregunta, pero diré que te acercaste al hecho.

Ambos valientes se observaron entre el pavor que les causaba pensar en morir sin cumplir su cometido. La humanidad estaría sencillamente perdida.

Les fallarían a todos. Cada aldea del continente esperaba con ansias la noticia de la muerte del Rey Demonio de los propios labios de los valientes y deseaban por sobre todo un hogar feliz en el que existir. Sin embargo, de forma lenta, Noba y Klena comenzaron a perder la pequeña luz de esperanza que conservaban.

—Oh, pero no desesperéis desde ahora. —Orion soltó una carcajada insana acompañada de un brillo antinatural en su grotesca mirada carmín—. Todavía faltan más de ustedes para lo que planea hacer mi Rey.

(...)

Ulrick, Litia y Alkey escucharon unos guturales gritos muy a lo lejos de donde estaban y, de inmediato, salieron corriendo hacia el sonido, solo para percatarse de que llegaron muy tarde. El campo de batalla lo indicaba todo. Había charcos de sangre por doquier, esparcida como si una lenta masacre se hubiese librado allí.

Los ojos de Ulrick recorrieron el paisaje nevado y finalmente los posó sobre una pequeña montaña de nieve cercana. Se acercó apresuradamente y, al remover la nieve con sus manos temblorosas, quedó horrorizada al encontrar a Kalen desmayado y sepultado entre la blanca masa.

—¡Kalen!

Sin pensarlo dos veces, se arrodilló junto a él y comenzó a sacudirlo suavemente para tratar de despertarlo. Mientras lo hacía, sus manos temblaban y su corazón latía con fuerza. No podía permitir que se convirtiera en una víctima más de esa despiadada guerra.

—¿Él está… —murmuró Lita— muerto?

Tomó su pulso y entonces pudo exhalar en paz, su corazón aún latía; lento, pero lo hacía. Sus ojos estaban cerrados y parecía dormido, cuando en realidad fue golpeado en la cabeza al caer al suelo. La responsable: la pequeña roca que se encontraba bajo él.

Finalmente, después de un par de minutos, el niño abrió lentamente sus ojos y miró a su alrededor confundido. Al verlos, sus mejillas se tornaron de un rosado pálido y su expresión de miedo se convirtió en una mezcla de alivio y gratitud.

Con mucho cuidado, Ulrick y Litia lo ayudaron a incorporarse, notando que en sus pies había un leve rastro de sangre; Alkey se percató de que tenía una herida abierta. Sacó de su kimono un pañuelo y le indicó a Litia que presionara fuerte.

—¿Cómo pasó esto? —preguntó la princesa.

—No tengo idea. Pero lo que sí sé, Litia, es que Noba y Klena perdieron esta contienda.

Alkey caminó unos metros hacia la derecha, después de recoger el arco y las flechas de Kalen, y se agachó, su rodilla rozando la nieve y llevándose la fría sensación.

—Es la sangre de Noba y de Klena. Deben haber luchado para sobrevivir y apuesto a que se los llevaron a la Cuenca Blanca.

Maldijo para sus adentros, el Bosque Témpano se le hizo muy laberíntico y la sensación de añoranza lo carcomía.

«Lou…»

Para mal de él, Lou ya no estaba a su lado y todavía creía que ella intentaba derrotar al Rey Demonio para ayudarlos en la batalla final. No conocía todavía el hecho de que Lou estaba dormida en lo más profundo de Teivel, la Demonio Supremo.

—¿Qué hacemos? —Ulrick habló con Kalen cargado sobre su espalda. Parecía que ya no estaba sangrando en demasía y, durante el tiempo que Alkey pensaba en Lou y los tiempos que eran felices en Poge, a ellas dos les tocó darle unos intensivos primeros auxilios al niño.

—¿No es obvio? —espetó él—. Seguir hasta la Cuenca Blanca para salvar a esos dos. Luego… —Por poco dice que ayudar a Lou, pero se corrigió rápido—. Luego derrotaremos a los demonios y seremos felices para siempre. —Esto último lo dijo con un tono de amargura en su voz.

—Lo haces sonar muy simple —alegó Litia—. Como en un cuento de hadas.

«Y sí, parecemos miembros de uno.»

Alkey tenía razón. Demonios, mixtos, supuestas traiciones, princesas, sacerdotisas, samuráis, palacios, héroes, elegidos… Para un vagabundo como Alkey, hacía unos años atrás todo eso no sería posible.

Pero llegó Lou a su vida y lo cambió todo. Rompió todas sus expectativas en cuanto a la vida y, de no ser por ella, no los habría conocido a todos, pero tampoco estaría en semejantes aprietos.

Con el dolor de las heridas en su cuerpo, siguieron el camino más recto con un nuevo integrante, y Alkey con un recuerdo perenne en la mente.

“—¡Te odio, Alkey! ¡Te odio porque me tratas bien aún cuando sabes que soy un monstruo! Pero… También te amo… aún cuando sabes que soy un monstruo.”

Cada vez que lo recordaba, una indescriptible emoción lo abrumaba. Casi estaba al descubrir lo que era.

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