CAPÍTULO 6

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—¿Entonces están saliendo?

—Pues sí —la sonrisa de Alex no podía ocultarse.
Todo había pasado muy rápido, pero era indudable para él la atracción que sentía por Becca, y aunque no llevaban tanto tiempo conociéndose uno al otro, la chispa en ellos dos era incontrolable.

—Genial, me enorgulleces, ya llegaste a segunda base.

—Cierra la boca —no solo la actitud de Alex cambió con Becca, cambió con todo y todos, y Milton era quien más lo sentía. Alex mostraba un gran aprecio por su amigo, si antes eran los mejores amigos, bien podrían llamarse hermanos ahora.

Al estar en los pasillos de la escuela, ambos amigos se cruzaron con Becca, la cual no dudó en correr directo a los brazos de Alex y besarlo con pasión.

—Tranquilos, estamos en un área pública. —Ambos siguieron en lo suyo sin mirar las palabras de Milton—. Adiós tortolitos, se alejó riendo del lugar.

—¿Oye, quieres ir al cine hoy? —preguntó Alex sin soltarla.

—Seguro, me encantaría —siguió besándolo hasta que sonó el timbre.— Debo ir a clase, ¿nos vemos al salir?

—Claro. —Tal parecía que ambos tenían demasiado amor que demostrar. Alex caminó a su clase luego de separarse. Pero antes de llegar alguien lo tomó del brazo con fuerza, y lo encerró en el armario del conserje.
Alex se puso en guardia listo para pelear, y se encendió la luz.

—Casi me matas de un infarto, ¿qué pasa, Zoey?

—¿Qué pasa? Pasa que tú estás muy tranquilo por ahí derrochando amor con completa normalidad, cuando hoy salimos a cazar a los Yakuza — nuevamente lo amenazó sin soltarle el cuello de la playera.

—¿Cual es tú problema? —apartó sus manos de él con mucha más molestia.

—Mi problema es que no estás tomando esto con seriedad, eres un justiciero, por Dios —suspiró profundamente.— Escucha, sé que has sido de mucha ayuda en estos días, y honestamente me empiezas a caer bien, pero te lo digo en serio, no tomes esto a la ligera.

—No lo haré, hoy daré el máximo esfuerzo, ya lo verás. —Le sonrió, y ella volteó los ojos. Ambos se quedaron en el armario, sin cruzar miradas.— ¿Zoey, ya me puedo ir?

—Ah, claro... —le abrió la puerta y se fue.

Mucho más tarde, en el cuartel subterráneo, el trío de superhéroes se preparaban para salir a su misión.

—Zoey me dijo que el arma te ha funcionado, pero aún así no es suficiente para protegerte al máximo.—Comenzó a decir Rob—. Por eso te fabriqué éstos —le mostró un extraño objeto de color negro, el cual era como una especie de artefacto afilado de unos quince centímetros de tamaño. Rob arrojó el objeto con fuerza, y este se pegó a la pared cual cuchillo arrojadizo.

—¿Y esto? —preguntó tomado varios de esos objetos.

—A estos juguetitos los llamo las Parvadas, son proyectiles arrojadizos, funcionan como un Boomerang o como dagas, son fáciles de manipular, y te serán útiles afuera para neutralizar objetivos lejanos o defenderte si no tienes oportunidad de sacar el Demoledor —. Alex inspeccionaba  los artefactos nuevos, y notó que todos tenían la forma de un ave.

—Gracias, Rob.

—No hay de que, y ya casi termino tu traje, solo no desesperes. Muy bien, vámonos ya.

Desde la cima de un edificio, el trío de héroes observaban a través de las paredes de un club nocturno las actividades de los Yakuza. Todo utilizando un par de binoculares de visión infrarroja.

—Están ebrios, podemos atacar por sorpresa —comentó Alex mirando como los Yakuza disfrutaban de sus bebidas sin dejar de reír, y como las atractivas mujeres no dejaban de bailar.

—Abre los ojos, Nightcrow. No están desprotegidos —mencionó su mentor, observó meticulosamente el área y encontró a decenas de hombres armados rodeando todo el club. Y un par de tiradores en el techo.

—¿Cuál es el plan entonces? —preguntó Rouge, y Rob solo se quedó pensando.

—Niños, el lugar está muy protegido. No podemos entrar por ahí tirando patadas, también hay inocentes, se haría una masacre.

—¿Qué propones? —Rob observó nuevamente la calle, y se detuvo en una tienda de ropa.

—Creo que tengo un plan... Es hora de ir a cambiarse.

—¿Qué dices?


—¿Nombres? —enunció el guardia de seguridad. Al ver a los dos jóvenes intentando entrar al club.

—Edward Johnson, y mi... —se detuvo y cerró los ojos lentamente ante lo que diría—. Y mi novia, Christine.

—No están en la lista —zanjo tajante.

—Vamos, guapo, déjanos entrar — habló Zoey, la cual sorprendió completamente a Alex, al emitir una voz extremadamente seductora y combinado con el vestido que portaba, no pudo evitar voltear a verla con ambos ojos bien abiertos.

—No... lo siento, no están en la... lista— Rouge acariciaba el cuello del guardia, y éste mostraba cierta debilidad, pero no logró hacerlos entrar.

—Te diré que. Porque no vamos al callejón de allá y te hago cambiar de parecer —mordía suavemente sus labios rojos, y al final este no logró resistirse.

—Pues vamos. Te la devuelvo en un rato, galán —el hombre tomó de la cintura a Rouge y ambos se fueron al callejón.

Cierra la boca, niño. —Comentó Rob por el comunicador en su oído. Y así de rápido salió Rouge caminando de manera normal y con una sonrisa pícara en su rostro.

—¿Tan... Rápido?

—Sí.

—¿Tú y él, ya sabes, no...? —chocaba ambos puños con un rostro de duda.

—No. —Dejó de sonreír, y volvió a su mirada normal, y después entró al club.

—¿Pero no usaste la boca, verdad?

—¡Cállate!

Al entrar al club, un estallido de colores iluminó los ojos de ambos, decenas de luces de neón, estroboscópicas y de colores ambientaban el lugar, y a la gente que estaba bailando al compás de la estridente música electrónica.
De reojo igual observaban a los guardias del lugar, un puñado de hombres armados. Los cuales trabajaban para los orientales adinerados que reían y festejaban con un grupo de mujeres de poca ropa bailándoles encima.

—Hay que separarnos —rápido propuso la joven heroína.

—¿Bromeas, cierto?

—Busca a alguien que te pueda dar información, puedes tratar en la barra.

—¿Y tú?

—Ya funcionó una vez, porque no volver a seducir a algún idiota de aquí y así conseguir información útil.

—Está bien. Hey, toma esto —le pasó disimuladamente una Parvada —si estás en problemas no dudes en gritar.

—Está bien —se guardó el arma en la pierna, y ambos se separaron en busca de respuestas.












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