CAPÍTULO 7

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A cada paso que daba a través de la gente, Alex analizaba todo lo que sucedía. Cada persona en aquel club era escaneada por los ojos de Alex, pero solamente había gente adinerada y ególatra la que estaba ahí esa noche para divertirse.

Avanzó entre la histeria y el tumulto de gente que bailaba y cubría los alrededores hasta que llegó a la barra. Donde simplemente se sentó sin hacer o decir nada.

—Rob, ¿me recibes? —habló de la manera más disimulada que pudo a través del comunicador.

Fuerte y claro. ¿Se divierten? —preguntó con cierta gracias en su tono de voz. Alex negó involuntariamente.

—Claro que sí, me la estoy pasando bomba. ¿Qué debo hacer, voy con los japoneses?

—¡¿Estás loco?! ¿Quieres que te arranquen la lengua en medio de la fiesta? El traje no fue barato, no. Actúa normal y obtén información del cantinero.

—¿Qué le ofrezco, caballero? — preguntó el cantinero.

—Un pétalo de rosa, con hielo. —Alex no supó con exactitud lo qué ordenó, simplemente leyó ese nombre en la lista de bebidas e improvisó lo demás.

—Aquí tiene. —le acercó una copa llena con un líquido rojo fuerte, lo probó, para su suerte la bebida había resultado ser bastante buena.

—Gracias. Oye, ¿sabes donde puedo conseguir algo de diversión? —. El cantinero emitió una ligera carcajada y se inclinó un poco.

—Bueno, caballero, está en uno de los mejores clubes en todo Nueva York, hay mucha diversión, pero si lo que busca es viajar a otro mundo. Hable con ese hombre, él puede conseguir lo que sea.

Ambos voltearon lentamente, y el cantinero apuntó a un hombre afroamericano con lentes oscuros y lleno de tatuajes en el rostro, quien fumaba un habano con una voluptuosa mujer sentada en sus piernas.

—Pero tenga cuidado, pues ese hombre trabaja para la mafia japonesa, no se le ocurra decir una sola palabra errónea. Se hace llamar Dirty mouth

—Está bien, muchas gracias. —Dejó un par de billetes de propina y caminó lentamente hasta él.— ¿Rob, crees que el sea el creador de la droga?

No estoy seguro, pero si lo es, en las calles llaman a la droga la ''Sangre de Dios'' .— Alex se puso en frente del hombre, quien lo veía con un rostro molesto.

—¿Dirty mouth? —dijo, pero éste no respondió de ninguna manera—. Escuché que puedes darme algo de calidad— El hombre movió la mano y la mujer se fue, no sin antes recibir una nalgada por parte de Dirty mouth.

—¿Que quieres? —su voz era muy grave y cavernosa.

—¿Qué puedes darme?

—Niño, yo tengo de todo, nieve negra, luciérnagas, de todo. ¿Tú qué buscas?

—Busco la Sangre de Dios —Dirty mouth bajó sus gafas y miró a Alex seriamente.

—¿Hablas en serio?

—Sí. ¿tu eres quién la fabrica?

—¿Qué, eres una clase de policía o algo así? —aseveró con molestia. Alex comenzó a negar con preocupación.

—No, para nada, solo soy un tipo que quiere divertirse, no te lo tomes a pecho, hombre.

Dirty mouth siguió viéndolo atentamente, pero Alex no cambió su postura.

—Yo no fabrico esa cosa, pero puedo llevarte con quien la hace. Solo si de verdad planeas comprarla.

—Por supuesto que la compraré —aseguró. Dirty mouth se levantó y Alex lo siguió, ambos atravesaron por casi todo el club, hasta llegar a una puerta metálica que era protegida por un gigantesco hombre gordo. Dirty mouth pronunció unas palabras en japonés, y sin chistar, el guardia les abrió la puerta. Ambos entraron a un cuarto bastante pequeño y oscuro que contenía una mesa y dos sillas.

Alex miró que había varias personas en el lugar, un japonés de pequeña barba y también con gafas oscuras. En una orilla una atractiva y sensual mujer blanca y de vestido rojo, la cual fumaba un cigarrillo encima de un sofá de color púrpura. Aquella mujer sonrió al ver a Alex entrar, y por último, un japonés un tanto más viejo que los demás, el hombre tenía una mirada intimidante y una cicatriz que recorría desde su frente pasando por el ojo derecho, y terminando en la mejilla.
Dirty mouth tomó de los hombros a Alex y lo sentó. En la silla, frente al hombre que era iluminado por una pequeña lámpara en la pared.

—¿Qué significa esto? Sabes bien que está prohibido traer desconocidos aquí —alzó la voz el molesto oriental de barba pequeña.

—Vamos, Komodo, si está aquí es porque busca diversión —la sensual mujer caminó contoneandose directo hacia Alex, y se sentó en sus piernas.—Y mira que la encontró —la mujer mordió levemente el labio de Alex y se echó a reír.

—Vine aquí buscando un hombre, encontrando a otro y hablando con uno más. Pero lo que en realidad busco, es la Sangre de Dios, y a su creador —todos lo miraron sin decir nada.

—Tú, buscas a Dagger... —susurró la mujer en su oído, y esta vez pasó su lengua por su mejilla.
El hombre de la cicatriz colocó un pequeño estuche con tres jeringas de color rojo fuerte. Iguales a las que había visto en la fábrica, abrió los ojos con sorpresa y miró al hombre.

—¿Tú eres Dagger?

—¡¿Por qué mierda haces tantas preguntas?! ¡¿A caso eres policía?! — Komodo sacó rápidamente una enorme magnum y la apuntó directamente a la cabeza de Alex. Y después Dirty mouth hizo lo mismo a sus espaldas.

—Niño malo —la mujer se levantó y después besó de una manera rápida y lujuriosa los labios de Alex. El lugar se había silenciado, todos, incluso el hombre de la cicatriz apuntaron un arma en dirección a él, y cuando pensó que sería acribillado, de entre la oscuridad se escuchó una voz.

—No es un policía... —la voz era fuerte pero calmada, y venía acompañada de unos pasos que a pesar de ser una habitación pequeña, creaban eco y profundidad.
Una figura salió de entre las sombras, un hombre alto de cabello largo, portaba un traje de vestir a la medida, pero lo que más resaltaba, era su extraña máscara oscura que cubría la boca y la nariz, como si lo que tuviera puesto fuera el bozal de algún perro—. Tampoco es un simple niño —todos las personas se hicieron a la orilla y guardaron sus armas, como si él les infudiera un gran miedo.— De entre cientas de personas que me buscan, ¿tenía qué ser un maldito justiciero nocturno el que me encontrara?

Alex quedó helado ante sus plabras. Entonces Dagger tomó la mesa desde abajo y la lanzó a un lado como si no pesara nada, después pateó a Alex con una fuerza totalmente descomunal, haciéndolo atravesar la puerta metálica dejando un agujero en la pared.

Toda la gente comenzó a correr hacia todas partes, el lugar parecía ser un gigantesco cardumen de peces que se toparon con un tiburón.
De entre el polvo y los escombros emergió Dagger.

—Lleven la mercancía lejos, y no me fallen. —Rápidamente los tres sujetos de la habitación salieron corriendo del lugar—. Así que tú eres quien destruyó mi paquetería en el centro. No pensé que estarías solo.

Entonces el techo del lugar estalló, y de el cayó Black Bow, empuñando su arco.

—No lo está. —Disparó tres flechas seguidas, de las cuales dos esquivó, y la última, la atrapó.

—Siempre te gustaron los juguetes viejos.

—Viejos pero no imposibles de modernizar —la flecha explotó en su rostro, lanzándolo directo al suelo.

—¿Estás bien? —preguntó Rob ayudándole a levantarse.

—Sí, eso creo.

—Excelente, toma, ve y ayuda a Rouge.—Le entregó su bastón y sus Parvadas. Y de inmediato corrió a socorrerla.

Dagger se levantó, limpió la suciedad de su traje, y arremetió directo hacia Rob. Lanzando decenas de golpes mortales para cualquier otra persona. Pero Black Bow bloqueó todos los golpes. Ambos sujetos comenzaron a golpearse uno al otro de una forma realmente agresiva, pero parecía que ambos habían practicado una coreografía de combate. Pues ninguno lograba lastimar al otro, al menos no de gravedad.

Cuando Rob se alejó los suficiente de su atacante, disparó un par de flechas explosivas. Que nuevamente Dagger logró esquivar deslizándose a través del suelo, y al no tener más tiempo de colocar otra flecha, Dagger golpeó el pecho de Rob, levantándolo por los aires y haciéndolo estrellarse contra una mesa de vidrio. Caminó lentamente hasta él, y al llegar, lo tomó fuertemente del cuello. Entonces una afilada Parvada se incrustó en su brazo, Alex captó su atención, justo a tiempo para que Rouge lanzara una patada de giro directo a su rostro.

Dagger soltó a Rob, y Alex disparó el mecanismo de látigo de su bastón, y lo envolvió en un enorme candelabro que colgaba del techo. Jaló con fuerza el candelabro, hasta que lo hizo caer, Rob reaccionó y giró rápidamente, y el candelabro cayó encima de su oponente.

—¡Tenemos que alcanzar a los Yakuza antes de que sea tarde! —Rob se levantó y tomó su arco. Los tres se dirigieron a la salida, y vieron que la policía se acercaba al lugar. Y cuando regresaron la mirada al interior del club, Dagger no estaba.

—Volveremos por él después, ahora debemos alcanzar a los otros —los adolecentes siguieron a Rob hasta la Bestia, la cual estaba aparcada en un callejón cercano. Entraron y pusieron en marcha la persecución.












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