4: Unos ojos burlones.

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Esto no está pasando.

¿Mi amiga en serio se había enamorado de un introvertido, vibras de fumador, y sarcástico ser?

Suspiro ante el cutis perfecto de mi amiga aunque sea un buen maquillaje que cubre ello. No entiendo que a pesar de ser las ocho de la mañana y teniendo química ella tenga esa actitud tan apacible y soñadora. Muy feliz, para ser verdad.

—Saquen una hoja en blanco, lápiz y goma. La última prueba dura dos horas.

Y claro, mi amiga está sonriendo.

Mientras que yo parezco un desdichado que estudio todo a último momento.

Respondo varias preguntas con sus soluciones y las repaso varias veces ya que siento que lo conteste demasiado rápido para mi gusto. Además de que implicaría quedar sin hacer nada por una hora. Echo un vistazo a varias personas que tienen su machete o anotaciones escondidas a simple vista y a algunos desesperados para que un ángel de la guarda los ilumine.

No pienso en advertirles o ser un bocón ya que lo último que quiero es más problemas además de que de todas formas van a tener que rendir asignaturas de otros años o del mismo. Además, el profesor de química, el señor Saavedra, tiene un buen ojo de halcón por lo que se levanta y sin decir ninguna palabra quita las pruebas de algunos. Los primeros en entregar son Carol y una que otra amiga suya, Christine y yo.

El profesor nos desea buena suerte pero, por su sonrisa maliciosa y mirando mal a los chicos que les quitó su evaluación, desea verlos en las vacaciones de verano. O peor. Que vuelvan a recursar.

Aunque él perdería más que ellos.

Varios sueltan quejas y forman grupos mientras yo me quedo leyendo algo de mi libro pensando que las chicas se están tardando en venir. A veces subestimo el tiempo que transcurre una mujer en el baño comparado con un hombre. Pero si lo pongo en debate me lo podrían refutar con otro punto.

Suspiro ante mi impaciencia y saco una libreta de bocetos de edificios que estoy practicando. Escucho sin darle mucha importancia al anuncio de Carol dando una fiesta este fin de semana para conmemorar el solsticio de agosto y que todos están invitados.

—Chicos, debo hacerles un anuncio.

Levanto la vista y me encuentro con la profesora de matemáticas que tiene un portafolios con tres plumones de colores. Azul, bien. Verde, cuidado. Rojo, ya valiste.

Veo a las chicas que entran y Ximena se sienta a mi lado expectante. Aunque después me concentro en Chris que tiene una mirada con preocupación. ¿Habrá pasado algo en el baño?

—Ya que ustedes son muy poco en este curso y dada la tormenta de la semana pasada, se decidió por la directiva de la tarde que los alumnos del turno tarde vengan a la mañana indefinidamente hasta arreglar su salón correspondiente.

Abro los ojos con sorpresa y se me ilumina la mente. Ximena sabía y por ello estaba ilusionada ayer y hoy es el momento que está esperando para ver a su crush. Alguien toca mi espalda y volteo a ver a Chris. Me hace una seña que debemos hablar después y casi de inmediato empiezo a preocuparme. ¿Chris acaso conoce a Rivera?

¿Acaso es su anterior amistad?

—Disculpe, profe Fátima, ¿pero cuándo van a comenzar a estudiar con nosotros? —pregunta un compañero haciendo que ella vea su reloj en su muñeca.

—Bueno, tendrían que...

Un ruido llamando a la puerta hace que la profesora ilumine su mirada y se dirija a ella. Ve al pasillo e indica al del otro lado que podía pasar. Entran los chicos algo callados con nuestro respectivo uniforme gris y verde, refutando el rumor de Carol que ellos venían vestidos como querían. Sonrío por ello hasta que al final está el chico, quien su cabello ya no está con reflejos azules sino lo reemplaza un azabache oscuro y bien peinado. Aunque hay un mechón rebelde que va a la mitad de su rostro.

Se ve... aceptable.

—¿A que no es lindo?

Lindo el día que deje de hablarme pura bobada de el.

Pero llamando la atención Ximena por su pregunta, el chico fija sus ojos en nosotros. O eso es lo que quiero creer hasta que su sonrisa felina aparece cuando alza una ceja. Viéndome.

¿Le parezco chistoso o qué?

—Tu lo conoces —asegura mi amiga cuando capta a quién mira Simon.

—No...

—¿Entonces por qué sonríe?

—Le parezco entretenido —inquiero con sarcasmo cosa que a veces ella no capta.

¿Ya ven que es una mala combinación mi amiga y ese tipejo? Bueno, no niego que me agrado un poco cuando hablamos en la fiesta pero me da la impresión de que esconde algo.

Al rato varios se acomodan y Simón está ubicado al lado de la puerta junto con otro chico. Y durante la clase de la profesora mi amiga no deja de suspirar.

¿Cómo se dice?

¿Dios examíname o ilumíname?

Ay, mamá. ¿Por qué no eres religiosa?


***


Viernes.

Un día hermoso de no ser porque es común que mis compañeros sean más impacientes a la hora de la salida. Cosa que es dentro de dos horas.

Suspiro mirando al techo en señal de apoyo de algún lado. Aunque sea de la araña de un tamaño muy considerable que está empezando a descender hacia mi mesa.

Lo bueno es que solo yo lo estoy vien...

—¡Un bicho!

Me equivoqué.

—Calmense —digo a ciertos compañeros que ven con horror al arácnido.

Dedico una mirada de advertencia a un chico que saca un insecticida de su mochila. Las preguntas, si es siquiera traer algo así a la escuela o si esa cosa desprenda un químico que nos vaya a repelar más que a la araña, suenan en mi cabeza a toda velocidad. Busco cualquier cosa en que atraparla sin lastimarla hasta que un frasco de mermelada la atrapa.

—Atrapado.

El chico Rivera me dedica una mirada orgullosa y por alguna razón la encuentro muy molesta ahora.

Sobra decir que solo han pasado un par de días desde que participamos en la misma clase y los suficientes para saber que es un arrogante tras una máscara de el típico chico impasible. También que es el mejor de su clase aunque lo veo así porque repitió el año. Y eso último me enteré por accidente mientras llevaba unos papeles a la directora.

Varios de esa clase se están adaptando todavía al cambio de horario de clases pero por ahora no presentaron ningún problema entre grupos. O al menos es así ya que la mayoría se llevan mejor con Ximena ya que ella los recibió amena a conversar y a participar.

Solo espero que ella tome cautela del veneno de cierta persona.

Ya con la araña siendo llevada al laboratorio y siendo atendida por el profesor de biología, empiezo a cuestionar porque demora nuestra clase hoy. No hago caso hasta que veo a la profesora de matemáticas y al de química hablar con preocupación en el pasillo.

—¿Cuándo lo decidieron?

—Hoy en el grupo. Sabes que el wifi de aquí está hecho pelota.

—¿Hay wifi?

Carol habla detrás de mí consiguiendo la atención de nuestros profesores. Nos indican que entremos al salón y todos empiezan a ubicarse en sus lugares.

—Chicos, debo... —comienza algo dudosa la profesora Fátima —. Miren, pasó algo con nuestra paga.

—¿Qué pasó?

—No nos pagaron hasta el momento —dice con algo de molestia el profesor de química.

—Así que como pertenecemos al sindicato nos ordenaron detener las clases.

Todos murmuran entre emocionados y sorprendidos por lo que vaya a suceder. Aunque es por la mirada inquisitiva del profesor que el anuncio no terminó.

—¿Acaso piensan que nosotros haremos caso?

Ahí todos se callan para empezar con pequeños lamentos decepcionados. Hago memoria sobre el recuerdo de la mañana y el anuncio del noticiero sobre un robo o algo así en uno de los bancos de la ciudad suena vagamente en mi cabeza. ¿Tendrá algo que ver?

Siento un movimiento debajo de la mesa y veo a Ximena que muestra el anuncio en su celular de las noticias donde es oficial que los sindicatos de varios institutos, incluyendo el nuestro, ordenaron paro para los profesores hasta que las exigencias impuestas sean cumplidas.

—Cada profesor debe cumplir con el itinerario y se verá la forma de progresar con varias materias ya que ustedes son los más afectados.

—¿Por qué no venimos y ya?

—Porque hasta donde sé, joven Luna, usted reprobó mi asignatura junto con dos pruebas más.

Algunos ríen ante ello y yo niego con una sonrisa. Pero luego me acuerdo de lo que viene y borro mi expresión de diversión. Y eso lo se por la profesora que mira su portafolio y luego levanta su vista.

—Daniel Curtis y Simón Rivera.

Me levanto de mi asiento por el llamado al igual que el chico. No esperaba que también lo llamaran pero debí suponerlo porque él era uno de los mejores en su clase. Nos acercamos a los adultos y noto que la profesora está preocupada por los días que vendrán.

—Sé que ustedes fácilmente pueden tener las mejores puntuaciones —dice con seguridad el profesor —. Así que para esta situación pedimos que apoyen a sus compañeros a entender temas de esta semana y la que viene para seguir avanzando con el cronograma.

—¿Y yo no podría ayudar?

Volteamos a ver a Carol que parece algo indignada. Quizá porque los profesores se les olvida que es sub-representante. Ellos se miran para sonreírle algo incómodo a la chica.

—Si crees que puedes... —inquiere la profesora anotando en su portafolio consiguiendo la duda de Carol.

—¿Por qué no?

—No está del todo comprometida con sus responsabilidades, cosa que Daniel sí hace desde que aceptó su papel como representante de este curso.

Sonrío un poco, algo abochornado por el halago e intento que el orgullo ni la burla se apodere de mi rostro. Pero esa expresión se borra con brusquedad cuando veo de reojo y capto a Simón mirándome también intentando no sonreír.

En serio. ¿Le parezco chistoso? Tengo algo en la camisa y él se da cuenta?

Reviso mi suéter con el logo del escudo verde de la escuela estampado y no encuentro ninguna mancha. Ni de comida ni de pasta dental como una vez escuche decir a Ximena. También llorar, pero a veces llora por cosas sin mucho sentido.

Volviendo al tema, los profesores dicen que después de unos minutos libres van a organizar cómo estudiar esos temas y de paso levantar algunas notas para los próximos trabajos prácticos.

—Si tienen algún inconveniente con esto nos lo hacen saber. Además, esto podría ser tomado en cuenta como un extra para tener la beca que ofrece la escuela a varias universidades extranjeras.

Asentimos ante ello y nos vamos a nuestros lugares. Escucho a varios hablar con Carol que le desean lo mejor para ganar esa beca. En lo personal no lo necesito ya que estoy interesado en la facultad de arquitectura que está en el centro de la ciudad. Pero miento si digo que no me gustara ver de qué se trata el programa.

Ximena habla preocupada en esos minutos de descanso con Chris quien la escucha sobre las noticias que están pasando. Aún no he tenido tiempo de hablar del tema que quería tocar pero la veo tan apacible que dudo que sea grave. Guardo mi libreta y me levanto con intención de ir a comprar un jugo en el kiosko.

Camino mostrando seguridad pero solo estoy preparándome para la tortura que se vendrá. No es la primera vez que apoyo en estos casos pero solo muestran interés en tener respuestas y no comprender nada. Y si no lo hacen estoy frito.

—¿Y tú cómo eres?

¿En la cama?

Momento, ¡¿por qué carajo pensé eso?!

Cuestiono también porqué me está hablando después de varios días Simón. Antes de que mi rostro hable más que mi boca giro a verlo y hay algo que me dice en sus órbitas verdes que se está divirtiendo. ¿Pero de que con exactitud?

—¿Disculpa?

—Explicando. ¿Cómo eres?

—Hasta donde sé, soy muy bueno.

Su sonrisa felina no tarda en aparecer, haciéndome acordar a un gato que me rasguño cuando tenía diez años. Un huraño, vago, egocéntrico, pero bonito animal que se dejó acariciar hasta que toqué su estómago.

Auch.

—Hades, ven que ya sé cómo superar tu racha —habla un compañero suyo viniendo detrás suyo.

Lo envuelve de un brazo y me sonríe en un saludo. Ahora el gato huraño volvió y centró su vista en el videojuego de castillos y oro. Ambos se van solo hay un pensamiento que suelto al aire.

—Que... peculiar.

Peculiarmente sospechoso, huraño, introvertido, con altas posibilidades de ser un egocéntrico y una posible razón de más de dos horas de lágrimas de cierta chica con corazón de pollo.

Con un jugo en mano vuelvo al salón y noto en la entrada que Carol sonríe al ver al chico con complejo de un gato. Ella se le acerca de frente cuando está a punto de ingresar.

—¿Cómo estás, Simón?

—Bien. Gracias por preguntar.

Este la rodea y se va a su asiento, cortando por completo la interacción que quería imponer Carol.

No voy a negar que me causa algo de gracia el rostro perplejo de la chica pero si voy a admitir que lo seco y helado de Simón me da un escalofrío. Si no tuviera esa mirada burlona cuando me ve entonces empezaría a considerar que sea un robot o algo parecido.

Llego a mi mesa y veo a mi amiga que, con el disimulo de un elefante, ve fijamente a Simón. No se me escapa la sonrisa tímida dejándome algo preocupado.

Ella. Tímida.

¿Qué le había hecho a Cupido como para tener esa actitud?

—¿Me puedes explicar por qué el? Se nota que no le cae bien la humanidad.

—No me conoce. Además todo el mundo sabe que es muy cerrado. Ni casi sonríe —dice sacando sus apuntes —. Pero también me da curiosidad porque nadie sabe por dónde vive ni nada.

Cuenta mediante notas para no llamar la atención del grupo que a veces se queda callado para escuchar el chisme. Leo que cuando lo conoció había visto que varios querían ir a su casa pero él se excusa que estaban reparando algo. Además de que se interesó por él, supo que nadie sabía por dónde iba a donde vive.

—Un fantasma incluso para los directivos.

¡Pues no me interesa!

Pero no le voy a decir eso a no ser que quiera una bronca de su parte. Suspiro viendo el listado de personas que necesitan ayuda en matemáticas y hago una mueca horrorizada al ver que es la mitad de la clase con la que no me cae de maravilla.

Debo empezar a controlar mis expresiones ya que dicen más que mis propias palabras.

Mientras apoyo a varios chicos que les va mal en mátematica, escucho a varios que tienen problemas en geografía y se reúnen con Carol. A su vez solo oigo la preguntas de varios que consultan a Simón pero a diferencia de ella el poco habla. ¿Acaso él solo está entregando las respuestas?

—Hola, Simón.

Y hablando del rey de roma...

No note que había llegado junto a Ximena y nos ve pero este corresponde al saludo tímido de ella con un movimiento en la cabeza.

—¿Me ayudarías con este problema? —pregunta mi amiga y el chico ve la pregunta y después sus apuntes.

—Mira.

Le señala el evidente párrafo subrayado por ella misma la respuesta en la página de la fotocopia. La pena que no demuestra ella al sonreír lo siento yo con ganas de reirme o que me trague la tierra.

—Ah.

—Aunque ese problema está mal.

Levanto la vista al sentir el codazo de mi amiga. Varias miradas están sobre mí y el responsable de ello es Simón quien ve mi hoja. Frunzo el ceño y veo de nuevo la ecuación de principio a fin.

—Veamos... No. Está listo el primer paso.

—¿Por qué eso?

Recién veo por su indicación que la última parte, donde hay un dígito y una multiplicación, y noto mediante un rápido cálculo que el resultado es incorrecto. Y que yo estoy mal.

—Hiciste el segundo ejemplo, ¿verdad?

—Pues no. Pero...

—Te ayuda a expandirte más.

Es oficial, lo desprecio.

¿Desprecio no es muy elegante?

Me mira con superioridad pero luego suaviza su gesto cuando vuelve a nuestros compañeros que le piden indicaciones. No soy sordo. Funciona mi sentido al cien por ciento. Por eso no puedo evitar mi mueca de disgusto cuando escucho palabras venenosas que, en teoría, están susurrando.

—Parece que el listo no lo es del todo.

Dales una chispa, y ellos solos se encargan de crear una hoguera.

—No te molesta que ayude, ¿verdad? —dice mirándome Simón y yo tengo que tragar mi orgullo.

Un orgullo bastante molesto.

—Me harías un favor —digo con la más falsa de mis sonrisas.

Se que lo nota por la duda que me toma por sorpresa pero lo deja así y se va.

El tiempo pasa y así finaliza la hora cuya única motivación es llegar a casa y relajarme con una siesta. Trato de no pensar en lo que pasó mentalizándome solo en esa meta hasta que el profesor me pide que busque unas fotocopias que dejo debajo del escritorio. Hago caso y voy devuelta al salón también con el recuerdo de haber dejado mis apuntes en la mesa.

No está siendo mi día.

El silencio se hace presente y yendo a la salida disfruto aquel sentimiento de soledad cuando de repente veo salir de la biblioteca a Simon que cierra la puerta con la llave, por el pompón azul, que le pertenece a la profesora. Con pocas esperanzas, intento pasar de lado hasta que él toma uno de los papeles que tengo y me ve.

—Pareces algo tenso.

—Bueno, quería decir que puedo solo... —empiezo a decir pero el orgullo se atora en mi garganta y no me deja hablar.

Y parece que eso lo nota la mirada egocéntrica de Rivera quien eleva un poco sus labios en esa sonrisa que estoy empezando a detestar.

—¿Pero...?

—No necesitas, ni yo, completar tu insinuación arrogante.

—Bueno, esa beca no pinta nada mal.

—Pues tómala si lo deseas, ya que fácilmente puedo tener algo mejor —respondo desafiante y con ganas de que se calle.

Una tos rompe nuestra charla y el temor cae a mi estómago cuando se quién nos ve. Entiendo a la perfección la expresión de sorpresa que muestra la profesora Fátima ya que nunca me había mostrado así frente a personas como ella. Aunque nos enfoque a ambos la sensación de vergüenza me come vivo sin importar que trate de mostrar seriedad.

—Los dos estarán a cargo de las tutorías así que será mejor que se lleven bien.

Y no fue una pregunta, sino una orden.

Abro la boca con ganas de replicar pero me detengo. Voy a sonar como un inmaduro y es lo último que deseo demostrar y más al chico que tengo al lado. Esperando mi respuesta asiento a su pedido y siento el mismo movimiento de Simón a mi lado.

—Fantástico. Y de nuevo, gracias. Mañana vamos a hacer lo posible.

Cuando se va miro a Simón quien me dedica una mirada retadora la cual la devuelvo con una mueca.

—Llevarnos bien lo dudo, pero dicen que la mano derecha es la mejor.

—Por si no lo sabes ella es zurda.

Ahí se le borra su expresión orgullosa y le quito los papeles con los ejercicios. Escribo la respuesta de uno y empiezo a caminar.

—Y créeme que no necesito ayuda, Rivera. Continua con tu buena racha.

Estoy dispuesto a irme cuando un brazo me atrae a él tomándome por sorpresa. Sin contar que el cosquilleo de una respiración choca con mi oído muy cerca de mi rostro.

—Incorrecto. Es doce.

Se aleja de mí y después de poner mi atención en la hoja veo que tiene razón. Que está en lo correcto. Y de nuevo yo estoy mal.

Hijo de la reverenda...


***


Nota: La autora viendo el desmadre:


JAJAJAJA

Capitulo largo porque esto va lento pero tambien rapido. *suspenso entrando al chat*

¿Teorias?

¿Preguntas?

¿Partes favoritas?

¿Salado o dulce?

Besos.

L. R.

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