7: Un miserable al descubierto.

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Daniel Curtis.



Si estoy cagado por los dinosaurios.

Me aparto lo más rápido que puedo y pongo la máxima expresión de desentendido como si fuera jugada poker.

—Dan, ¿pasa algo?

—Ah, nada.

¿Nada? Nada es cuando el señor del kiosco dice que ya no tiene mapas políticos número tres.

Sé lo que me pasa. Pero mi negación a aceptarlo es tan decisiva como mi propia testarudez para solucionar mis propios problemas.

—Tu baño estaba al lado, no?

Sin intención de esperar su respuesta, me largo con la mínima velocidad para evitar sospechas de mi nerviosismo. Cierro la puerta del pequeño baño y mis manos suben despeinando mi pelo. Aprieto la mandíbula, sofocando mi frustración a base de insultos y giro la canilla para que el agua moje mi rostro que arde.

En lo que me calmo un poco, prefiero pensar que me cohibo por invadir el espacio personal de alguien. De que entré sin permiso, de que solo estoy rojo por la vergüenza. Si, es por eso.

Además, ¿que hay que verle a Rivera?

Si lo pones así...

¡Y tú no digas nada!

—No hay toalla.

Reprimo cualquier impulso de gritar y trato de ahogarme un poco en el agua fría. Este día no puede ponerse peor, me dije. Las cosas mejoran tras estas cosas, imaginé.

Primero, casi llego tarde a la escuela. Después de que no lleve mi almuerzo, Ximena me convence de ayudarla con Simón y yo...

Y yo...

—Piensa en el Dalai Lama, piensa en seres de luz y paz...

Salgo y en el camino veo a una chica algo conocida que se estira con evidente cansancio.

—Perdón por hacerte esperar, ¿ya salió Simón?

—Si, está en su cuarto.

Una versión, es lo que pensé por un instante, al ver las facciones algo parecidas que tiene ella en el chico que me tropecé hace rato. Fue raro que su hermana me recibiera en su casa con mucho gusto pero imagino que debe ser porque Simón le escribió antes. Además de que se notó sorprendida al ver su casa y murmurar que estaba limpio todo.

¿Acaso normalmente no es así?

Ahora ella va al cuarto del mencionado y golpea la puerta.

—Nene, apurate que tengo hambre.

—¡Está en el horno!

—¡Bueno! ¿Me sigues?

Ayudo como puedo a poner la mesa y la chica llamada Susan llama a su hermano a cada rato, amenazando de que nos comeremos todo el salteado de verduras y carne con arroz.

—Hoy tuve un día difícil y a mi bro le sale mejor la comida en esta casa.

La chica suspira al ver que Simón se sigue tardando y empiezo a creer que lo vamos a esperar a comer. No voy a negar que empecé a ver los pocos cuadros en los estantes de la familia que vive aquí. Casi todos son de los hermanos en épocas festivas, de un hombre que muestra un asado o cuando posaba con lo que debo suponer que son sus hijos. Pero no pasa por alto la duda de dónde está su madre.

—Quieres preguntar algo, ¿no?

No son verdes oliva como él, sino que tienen una mezcla peculiar de ámbar en ellos. En los ojos que me analizan.

—Estaría fuera de mi lugar... —empiezo a decir cuando una mano chasquea los dedos.

—¿De la mujer que me parió al igual que mi hermano? —dice como si fuera una simple adivinanza y sonríe cuando bajo la mirada —. ¡Bingo! No te preocupes. Hace rato que no la vemos. Pero será mejor que no la menciones.

Quiero preguntar porqué cuando la razón entra al comedor con ropa puesta. Despejo cualquier imagen que mi cerebro pueda utilizar para humillarme y asiento a las palabras de Susan, provocando que su hermano frunza el ceño.

—¿Qué no debe mencionar?

—De haberle mostrado esta foto de tu momento más humilde.

Sin imaginarlo, veo en una imagen de su billetera a un bebé que está embarrado de yogur de frutilla por toda la cara con una expresión de horror. Me encojo por la risa que brota de mí y Simón levanta una ceja.

—Riete. Conoceré a tus padres y ellos me darán algo peor.

Y claro que este comentario detuvo mi humor. Al notar ello, él sonríe con malicia y ese egocentrismo que me da mala espina.

—Además que en esa época se veía lo guapo que iba a ser.

—Ni que estuvieras tan cáritas.

—Somos casi la misma cara, boba —reclama su hermano y ella alza las manos.

—Basta de charla, hora de comer que tienen que hacer la tarea.

Mi orgullo se doblega cuando el sabor de la comida hace que felicite a Simón por ello pero no se lo digo. Y deseo que mi rostro no llegue a mostrar eso porque él ha estado analizando cualquier gesto que venga de mi. La televisión de la sala se escucha y puedo notar que su hermana es fan de ver una serie algo vieja de El Zorro. Menciona que es por su abuela ya que era fan de ver películas de vaqueros.

Al rato terminamos de comer y maldigo un poco cuando recuerdo que tengo aun el informe ya que en las mangas están unos botones. Me ofrecí a lavar los platos y la poca dignidad que quiero rescatar está por perderse cuando no puedo arremangar las mangas. Estoy empezando a desesperarme cuando una mano me agarra y por un instante me hago la imagen de que es Susan.

Y digo por un instante ya que Simón es el que desprende los botones y me arremanga sin problemas las mangas.

—¿No lavas muchos platos?

Gruño y me pregunto porqué me está agarrando esa costumbre cuando recuerdo que mamá lo hace al estar leyendo unos informes de su trabajo que no le gustan o cuando termina una llamada con potenciales clientes rechazados. Agacho la mirada mientras lavo todo, sintiendo la mirada del chico que está apoyado a la mesada no muy lejos de mi.

—Gracias por la comida.

—¿Te gustó?

—¿En dónde haremos el proyecto? —evado la pregunta con naturalidad.

—En mi cuarto.

Ah.

Término con el trapo tendido sobre la mesada y evito suspirar como si estuviera cansado de mi propia existencia.

La puerta es abierta por Susan quien debe atender una llamada y levanta una ceja cuando ve la mesada de su cocina.

—No debiste molestarte —menciona ella mirando los trastos apilados —. Lavas los platos mejor que Simón. El lo deja todo grasoso.

Mi risa solo es por molestar al chico que pone un puchero cuando ve a su hermana.

—Pero bien que les gustó, ¿o no?

—Al menos yo no dejo toda grasa.

Ahora el que gruñe es el y mi sonrisa es muestra de mi humor recuperado. Tomo mi mochila e intento no formar una mueca cuando mi cerebro me hace acordar a lo que pasó hace rato cuando voy por el pasillo.

—Dan, ve acomodando que voy por algo —dice Simón dándose vuelta para ir a la sala.

Entro al cuarto y me doy tiempo de nuevo a visualizar el lugar. No es enorme pero si abastecer para los libros y un equipo de computadora. Lo curioso es que su cama no está desordenada como lo imaginé ni tampoco hay un olor desagradable ya que se siente la ventilación por la ventana.

De hecho, es muy aceptable.

Cuando me quiero sentar en la silla mi teléfono empieza a demandar mi atención por la repetitiva canción de la cucaracha. Volteo los ojos y contesto a pesar de que yo le había dejado claro que hablaría con ella después dándole "detalles".

—Ximena...

¿Estás ahí?

—Si, chica. Y todo es tal y como tu imaginación —inquiero con sarcasmo.

No empieces. Uy, tengo hambre.

—Entonces ni te menciono la comida que preparó.

Tarde me doy cuenta de mi error cuando un jadeo de sorpresa se escucha y yo me golpeo la frente. Acabe incentivando su interés.

¿En serio? ¿Qué era? ¿Y como cocina?

—Le faltaba sal.

Mi mueca no pudo acentuarse más cuando veo a una sombra hacer acto de aparición. Y con él, el rostro de la incredulidad.

—Además de que come sin la remera puesta.

La sonrisa felina no tarda en aparecer y mi rostro opta por humillarme así que esquivo la mirada.

—¿En serio?

—Te aviso cuando termine.

—Bien, morocho, nos vemos.

Se corta la llamada y suelto un suspiro.

—Al menos fuiste sincero en algo.

Evito soltar cualquier maldición ya que su hermana está aquí, y si me pongo en su lugar defendería también a mi hermana de cualquier baboso que le diga algo.

—¿Comenzamos?

—¿Qué tan chismoso fuiste? —pregunta con una ceja elevada.

—No le dije donde vives si es tu pregunta.

El levanta las manos en señal de rendición y yo bufo sacando mis libretas y la lista para pasarlo a la computadora.

Agradezco que se mantenga callado y que solo me pregunte cosas necesarias. Casi podría disimular el hecho de que me creyera ladrón y que me haya dado un susto de muerte. Además, ¿a qué carajos se le ocurre atacar a alguien estando en cuero?

Ambos soltamos un suspiro apenas acabamos de terminar con la lista de los temas que se verán y de las personas que más ayuda van a precisar los meses que vienen. La verdad el plan que idea Simón no suena nada mal pero no ayuda el hecho de que nuestros compañeros nos den poca fe de que no aprobaran.

—Eso sería...

—Falta enviarlo a los profesores para que lo aprueben —interrumpo el momento de alegría del chico haciendo que se estire en su silla.

—¿Y el directivo?

—Ellos verán cómo hacer el arreglo.

Voy guardando mis cosas cuando veo que el chico me ve de arriba y abajo sin mucho disimulo.

—¿Qué?

—Nunca te vi despeinado salvo cuando nos conocimos.

Me pongo a pensar en ello y tiene razón ya que en ese día poco me importaba como me veía esa noche. Y si lo medito él tampoco estaba mal con ese peinado. Formo una mueca y cierro mi mochila.

—Tu estas despeinado a todas horas.

Espero el comentario arrogante de que es así su forma de ser cuando él se ve en el espejo de su armario y se acomoda un poco aquel fleco rebelde para atrás. Y le doy la razón a Ximena ya que él es de su tipo.

Paliduchos, flacos, ojerosos... Vampiros, para resumir.

—¿Te gusta cuando estoy más arreglado? —pregunta y aguanto una sonrisa si no quiero que piense cualquier tontería.

—Al menos esfuérzate en eso cuando vayas a la escuela.

Él asiente con una mueca y me sorprendo al ver que me da la razón para hacerme caso. Mi mente me transporta de cuando nos conocimos y la duda respecto a algo es inminente.

—¿Por qué Lorenzo preguntó que no sonreías?

—Solo lo hago cuando algo si me hace gracia o...

—¿O...?

—La verdad esta vez si es por eso.

Detectando el tono de burla, y apunto de reclamar, nuestros celulares empiezan a sonar al mismo tiempo. Frunzo el ceño cuando la que me llama es la fanática del terror y Simón se muestra preocupado cuando ve el nombre de Chris en el suyo. Y como reflejo ambos contestamos con altavoz.

—¿Samara?

—¿Chris?

—¡Vengan los dos! —exclaman ambas chicas al mismo tiempo.

—¿A donde lo velan? —pregunta el chico a mi lado quien se levanta conmigo al terminar de poner sus zapatillas.

—¿Y a quien velan?

¡Solo vengan al reverendo departamento! ¡Sin preguntas!

Salimos de la casa preocupados juntos con Susan ya que según ella debía despejarse. La verdad deseo saber de donde se conocen Chris y Simón ya que es raro que no le haya comentado nada a Ximena.

Si es que no lo hizo.


***


—Haber, ¿nos matamos corriendo hacía ustedes porque quisieron saber qué es el masoquismo?

Mi risa se apaga cuando Chris nota que me estoy riendo muy fuerte.

Si Sam no hubiera filmado el momento en cómo ambas fueron atrapadas por su trampa para un proyecto de cortometraje sería difícil de creer que hubiera pasado. Por suerte Chris tenía su celular en la mano y Sam tenía una Alexa en la mesada de la cocina. De lo contrario, habrían estado colgadas del suelo por un largo rato.

Ahora, Chris se apoya con una mueca junto a Simón para mi sorpresa. Había visto que cuando se ven parecen muy unidos y la duda sigue presente.

—Rivera, casi me cago del susto.

—Ay, pequeña alemana —consuela Simón obteniendo un ceño fruncido.

—Pequeña tu...

—Okey —exclama con rapidez Susan y ve a su alrededor —. ¿Te ayudamos a desarmar el cuarto del horror?

Samara asiente con alivio pero también algo decepcionada. Ella tardó mucho en construir y confeccionar varias cosas para aquel proyecto y el mes de octubre no va a tardar en aparecer. Al menos estoy algo tranquilo de que las personas con las que vive Sam no parecen malas personas.

Claro, el chico de los calzones sigue dejando su marca.

—Me vas a dar el número de su tienda de lencería, ¿sí o no? —cuestiona Simón a Sam al encontrar otro calzón.

Chris lee la frase "origen latino" y puedo jurar que casi ríe. Luego ve al de la sonrisa felina con duda.

—Imaginarte en uno de esos es difícil.

—Dos dólares y me compro uno que tu elijas.

Con eso parece que entra en un debate mental si aceptar o no. Solo estoy sonriendo porque eso la deja pensando a Chris hasta que vuelvo a ver a Sam.

—¿Voy a dejar esto...? —pregunto por mi mochila para empezar a ayudar.

—Ve a mi cuarto y junto a la mochila de Simón arriba de mi cama.

Llego a mi destino después de pasar las diferentes puertas. Tiro la mochila en la cama cuando por accidente se derrumba la de Simón en el suelo. ¿Qué le cuesta cerrar su bolso?

Niego fastidiado mientras alzo las cosas y de repente se oye que el celular de Simón emite una canción. Lo tomo con una sonrisa cuando reconozco la letra pero se borra cuando la pantalla ilumina el nombre de la lista de reproducción.

No se si fue sin querer o si una pequeña parte lo intuyo pero mi dedo desliza la pantalla desbloqueando el aparato y veo que todas esas canciones, puestas en un orden que solo yo entiendo, pararon en aquel celular por un chat bloqueado. Y con él identificador de un tal "Consentido".

Mi mente maquina todo tan rápido a la posible teoría de que el, de que estos mensajes, las múltiples casualidades...

—Apurate, flaco, que no tengo toda la...

Y si no quería ser descubierto, fallo en todo su esplendor cuando me ve con su teléfono. Tal como un infiel ve a su novia, con alarma, culpabilidad, pero manteniendo su postura neutral, empieza a tambalearse cuando la puerta se cierra atrás suyo y yo avanzo hacia el.

—Tú, miserable...


***


Nota: La magia del guion entrando finalmente (?

JAJAJAJAJ

Espero preparar el siguiente capitulo 😅

Simón proximamente (?

Besos.

L. R.

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