8: Un plan algo peculiar.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng




—¿Están "estudiando"?

No, para el público presente, no es lo que están pensando.

Si retomamos la conversación anterior entonces se darán cuenta que es un gran malentendido.

Por ahí, hace cinco minutos, Simón fue descubierto por mí y la molestia que tenía era más que evidente y él lo sabía.

—Dime —exigí dejando el celular con más calma de lo que parecía en la mesa.

No estaba diciendo nada y que se retrasara en caer con toda su mierda solo incrementó mi enojo.

—¿Qué quieres que te diga? ¿Perdón por aceptar el trabajo de un desconocido que estaba molesto contigo?

—¿Vos me crees pelotudo?

—Si lo ves así...

No voy a poner excusas ya que se que mi propia frustración y cierta conciencia de mi mismo me motivó a tomar su cabello y jalarlo. Sus ojos se abrieron en sorpresa, al igual que yo, que no creía que haría eso. Intenté soltarlo cuando su mano tomó mi brazo con fuerza.

—Dime que no me jalaste el cabello, estúpido.

Como pude me solté de su agarre cuando él me empujó marcha atrás y avanzó hacia mí queriéndome trastabillar de nuevo. Pero lo evité lanzándolo a la cama y yendo hacia él.

Y se supone que soy más fuerte, pero de alguna forma logró zafarse de mí y usar mi propia técnica para tumbarme boca abajo en el acolchado.

—¡No se vale del pelo! —dijo en lo que logré agarrar su cabeza.

—¡Lagartija de dos patas!

—¡¿Eso acaso es un insulto, consentido?!

—¡Deja de llamarme así! ¡Ay!

El pellizco en mi mejilla me impulsó para levantarme con peso y todo para aplastarlo.

—¡No seas brusco! —exclama soltando un gemido y queriendo zafarse de nuevo.

—¡Y tú no vayas tan rápido!

Y no me di cuenta de lo ruidosos que fuimos hasta que su hermana fue la que acentuó el estudio como otra cosa que no logro entender. Ambos nos soltamos algo jadeantes y la puerta es tocada otra vez.

—Chicos, digan que pasa.

—Tienes tiempo de sobra decime quien mierda te habló —digo alzando una mano al cielo en demanda.

—Que no se, tarado, todo fue anónimo.

—A la mierda.

La puerta se abre de golpe y Susan aparece un poco con los ojos tapados y con un sonrojo que acapara sus mejillas.

—¿Están en cuero? —pregunta con timidez y tanto yo como su hermano nos levantamos de un golpe.

—¡¿Qué?!

—¡Digan si o no!

—¡Que no, tarada! —exclama Simón levantándose.

Un suspiro de alivio se escapa de Susan pero no dura mucho cuando nos analiza algo extrañada de cómo estamos.

—¿Qué pasó?

—A tu hermano le pagaron para...

La mano, y una mirada que podría confundirla como la de mi madre, me detiene en mi protesta. Ya no hay amabilidad, simpatía, ni siquiera algo que me diga que está dudando. Está enfadada.

Mira a su hermano que esquiva aquel gesto como si fuera un cuchillo.

—Lo prometiste.

—Lo sé...

—Nada de yo sé —interrumpe con brusquedad ella —. Prometiste que no iba a haber un escenario como este cuando descubrí estas cagadas, Rivera.

Este agacha la cabeza y yo un poco por el tono de voz que cambió a una demandante. Veo a Simón y él está serio y una mirada que porta muchos sentimientos menos de felicidad. Me pregunto si es culpabilidad u otra cosa tan pronto como dos figuras aparecen en el marco de la puerta.

Sam abre los ojos registrando todo su cuarto mientras traga un pedazo de bizcochuelo. Y me extraña la actitud de Chris quien teniendo una taza de té en la mano se nota ruborizada. ¿Hace mucho calor afuera?

—Chicas, ¿me pueden dejar a solas con ellos?

Levanto la vista a ambas chicas quienes se ven y tragan lento al escuchar a Susan con aquel tono de voz. Cuando se van, Susan me hace una seña para que relate lo que pasó. Tal vez sea por aquel cambio de la chica que me recibió en su casa sonriente y alegre, disminuyó mi molestia con su hermano que recibe la mayoría de las miradas afiladas. Término de relatarle lo que pasó, incluyendo sobre el video pero no le digo que hacía allí por lo que permanezco en silencio.

Uno que se rompe cuando suspira.

—Vas a encontrar a ese tipo, vas a evitar cualquier cagada que nos venga encima, incluyendo a papá, y vas a hacerlo bien.

Sin objetar nada, el chico a mi lado asiente.

—Y tú —habla a mi dirección y me sobresalto —. Más vale que digas la verdad. Pondrás de tu parte porque sabrá Dios que hiciste para que alguien quiera hundirte.

Casi como Simón, asiento sin decir nada.

Ella agacha la mirada y hace el amago de irse cuando nos ve de nuevo.

—Espero que los dos se esfuercen y no pongan ninguna excusa.

Cuando creí que no se pondría peor, su mirada lo logra antes de salir.

—O si no, sus cabezas estarán sobre una bandeja de plata y me importará un comino lo que suceda después.

Con la elegancia de una sultana, como las novelas de mi mamá, se retira. Permanecemos en ese cuarto, en lo que me sigo lamentando ya que no solo voy a tener que ocupar los siguiente meses conviviendo con él sino que además hasta que encontremos al desconocido que tiene algo contra conmigo. Y para el colmo en discreción.

Otra responsabilidad.

¿Me ven muy tranquilo y rascándome los huevos allá arriba para librar otra cosa más?

Luego una presencia aparece en el marco de la puerta. Sam cambia su mueca curiosa por una ceja alzada al ver a Chris que sigue estando sonrojada y tiende a apartar la mirada pareciendo molesta.

—¿Estás por resfriarte? —pregunta Simón a Chris.

—Más bien, ¿qué carajos hacían en mi cuarto, arriba de mi cama y soltando varias cosas que se podrían malinterpretar? —interrumpe Sam viendo varias veces el escenario en donde nos encontramos.

No entiendo a que se refiere cuando nuestro intento de pelea nos dejó desarreglados. No lo puedo creer.

—¿A si que era eso?

—El "no vayas tan brusco" y "no vayas muy rápido" no ayudó mucho.

—Casi nos estábamos por agarrar a piñas —exaspero negando su imaginación —. El que tiene hambre piensa en pan.

Y el golpe por parte suyo es inevitable.


***


—¿Comida?

El chico asiente y agarra unas galletas que saqué de mi mochila. Luego se queda viendo el interior y alza una ceja.

—¿Esas son galletas de arroz?

—Mis favoritas y no te pienso convidar.

—A modo que ni quería —murmura poniendo un puchero.

La sensación de estar en una fila en la espera de que su computador diga algo con respecto al chip de su teléfono es tan abrasadora que me provoca fatiga. Sin mencionar de una molestia por volver a la casa de Simón y de nuevo a su cuarto.

¿Alguna otra cosa más a añadir a la lista de problemas?

Podemos repasarla.

Estoy a punto de pensar en lo largo que es cuando un golpe me toma desprevenido. Frunzo el ceño y sin decir nada regreso el empujón sentado al chico que está sentado en la silla de ruedas al igual que yo. No se de que se sorprende cuando pone una sonrisa falsa y me vuelve a empujar y así sucede una batalla silenciosa de quien lleva más rápido al otro a caerse.

Algo que termina cuando un carraspeo nos detiene.

—¿Todo bien?

—Si —respondemos a la mirada amenazadora de Susan.

—Mejor.

Nos quedamos quietos al final con una mueca. Ya nadie puede empujarse con molestia sin que le tengan que reprochar. Veo a reojo a Simón que ve el símbolo de cargando dando vueltas y vueltas. Quizás no le guste esperar.

—Quizás lleve un rato.

—Tu hermana da...

—¿Coraje?

—Miedo —completo y por su semblante me da la razón.

—Cuando lo desea, da ese efecto —dice y me mira con seriedad —. Ella si va a paternos el culo y mandarnos al frente si cometemos alguna cagada.

—Pero eres su hermano.

—Y ella es una persona que manda al frente. Me cubrió una vez, pero no volverá a pasar si la llego a decepcionar de vuelta.

El recuerdo de alguien que me decía que, por mucho que fuera una persona querida, podría lastimar a uno y no podría ganar perdón por sus actos. Casi nunca pienso en eso ya que si alguien podría abusar de la amistad que tengo con cierta persona y de verdad fuera algo imperdonable me da miedo el hecho de que por mi resentimiento no la vuelva a ver. Mas si es alguien importante para mi.

Pero si uno de mis amigos se mandara algo grave, ¿lo mandaría al frente?

Llego a la conclusión de lo que había cometido Simón como para que su propia hermana le de esa última advertencia debió ser el límite del amor que le tenía. Y si lo cruza, no habrá perdón esta vez.

Me sorprendo cuando empiezo a sentir preocupación por lo que podría pasarle. Intento no hallar razón para sentirme así cuando él mismo se busco los problemas. El solo aceptó el trabajo a chantaje.

¿Verdad?

—Será mejor que te vayas —comenta Simón de repente —. Mi computadora dirá algo pero llevará su tiempo.

Veo la hora y me doy cuenta porque estoy tan hastiado si está por ponerse el sol. Tengo suerte de que mis padres confíen en mí cuando les dije que el trabajo iba a llevar un buen rato pero también no debo olvidarme de mis quehaceres en casa. Cuando me quiero levantar giro a ver a Simón que me ve y luego alza una ceja.

—No te voy a atacar por la espalda así que tranquilo.

Giro los ojos pero de pronto me surge preguntarle algo que llega a confundirme a pesar de que es algo que sale sin pensarlo mucho.

—¿Estarás bien?

Se que esa mirada, una que no me gusta, le afectó a Simón porque es una que no me causa gracia ganar de mis padres. Pero, aunque enserio me molesta el hecho de que sea cómplice de un intento de chantaje en mi contra, me molesta más el hecho de que sienta preocupación por él.

Este frunce el ceño pero sus labios casi forman una sonrisa.

—Te aviso cualquier cosa —dice y me acompaña a la puerta.

Caminamos por el pasillo y quiero despedirlo pero noto que como muchas veces me analiza de arriba y abajo.

—¿Qué?

Espero haber devuelto la frustración cuando sus manos revuelven mi cabello y yo hago lo mismo. ¿Será que estudió o es natural que sea un imbécil?

—Nos vemos, consentido —dice con una sonrisa felina y ruedo los ojos apartándome.

—Hasta pronto, idiota.

Su risa me sigue hasta que llegó al patio delantero y ya no oigo nada más que mis propios reproches y una larga lista de la autocrítica de todas las estupideces que fui capaz de cometer en un solo día. No paro hasta llegar a una plaza que no está muy lejos del centro para llegar a mi casa.

Sin pedirlo ni desearlo, mi mente repasa el hecho de que unas manos pasaron por mi cabello. De cuando me deje llevar por la corriente actuando como un inmaduro.

—¿Qué carajos pasó ahí adentro?

Un carraspeo, junto con el sonido de unos pasos, vienen a mi dirección y maldigo cuando me acuerdo.

—¿Y?

—Buenas tardes a ti también —inquiero a Ximena quien rueda los ojos ansiosa.

—Ay, vamos. ¿Cómo te fue?

—Es muy sospechoso que haya reprobado el año pasado —digo con una afirmación que sale sin mi permiso —. Él es listo.

No puedo negar ello y menos mi curiosidad de porqué pasó ello. De que quizás eso tiene que ver con la molestia de su hermana o si el lío en el que se metió influenció en el hecho de no poder graduarse como se debía. La sonrisa brillante de mi amiga acerta a sus mariposas invisibles.

—Tienes razón. ¿Le hablaste de mí?

—Ehh... si. Pero solo quiso centrarse en el trabajo.

O mejor dicho, no le di oportunidad a recordar ese tema además de los problemas que surgieron entre nosotros.

Nos quedamos hablando así unos minutos más cuando ella recuerda que debía comprar algo antes de que se haga más de noche. Pasan unos minutos de caminata, que llego al fin mi amada casa. Mis padres mantienen una conversación con unas personas en videollamada, supongo que para un nuevo trabajo. Mi hermana está en un cochecito tomando su rica merienda a base de leche y a un paso de dormir.

Saludo en silencio lo cual es correspondido casi de inmediato volviendo a centrarse en lo que dice el señor. No doy muchas vueltas cuando me desplomo sobre la cama. Mi cabeza está en un complejo quilombo, algo que en otra ocasión pudo resolverse con disociarse un poco con la música de violín.

Pero hoy es de esos días que quiero mi mente más blanca que nunca.

Por mi terraza me impulso a la parte del tejado que se oculta de la vista de los curiosos. Saco mi teléfono y unos auriculares. Entro a un videojuego de combate en línea y disocio al menos media hora. No me doy cuenta de que hay alguien quiere que me una a un grupo para cumplir con una misión.

Intrigado acepto y el grupo es de seis contando con el capitán que manda al grupo. Las órdenes de avanzar, nos adentra a terreno hostil compuesto de casas de barro unidas entre sí para el objetivo y cuando alguno que otro advierte sobre algún movimiento sospechoso a disparar reconozco una voz que casi logra que me maten.

¿Es broma? —dice el avatar de chaleco azul y yo frunzo el ceño.

—¡No me robes mis frases!

En una línea de combate, donde debemos recuperar algo, el capitán nos manda a revisar por parejas y estar atentos. Y qué mejor chiste que me toque con el chico. ¿Ya ni en linea puedo escaparme de elegir otra persona?

—¡Hostiles arriba! —advierto a mi compañero pero vienes más para dispararnos a lo que venga.

¡Esquivalo!

—¡¿Qué carajos crees que hago?!

¡Que estas dando vuelta en círculo!

¡Avancen! —manda otro que está escuchando nuestro pleito.

Una bomba nos separa en distintas direcciones. Veo en la barra de integrantes de equipos y se que el idiota sigue vivo pero no lo encuentro.

—¿Simón? ¡Simón!

Pasando por el laberinto de múltiples cuartos aparece el mismo y bajamos las armas.

—¿Dónde estabas?

Revisando que tan lindo pintaron la pared —dice con sarcasmo —. Pensé que venías detrás de mí.

Ojalá mi personaje pudiera golpearse la cara como yo para revelar lo estupido que sonó eso. Más hostiles se acercan a nuestras posiciones y llegamos al punto de que ninguno quiere seguir las órdenes del otro. Cada vez nos alejamos del grupo y nosotros tenemos al enemigo a punto de sacarnos.

—No seas menso. Haz lo que digo.

Tu serás el menso.

—Lo dijo el que aceptó trabajos sucios.

Me haces ver como un prostituto —se queja y me empuja a la salida —. Además, el niño consentido no lo entendería.

—Hazme entender, cabeza de chorlito.

Que insulto, Hannah Montana.

Shhh.

El micrófono viene del capitán que suspira exasperado al igual que otro que sigue hablando de avanzar.

Me harté. Ustedes novios se la van a tener que arreglar a solas. Chicos, adelante.

Sí, capitana.

Y nos sacan del grupo al igual que una bomba arrojada a nosotros que nos saca de la partida. Ahora en el espacio en común donde uno puede hablar para hacer equipos o probar sus armas alguien quiere hablar conmigo y acepto.

¿Novios?

—Ni amigos.

Pero si conocidos —dice con burla pero luego recuerdo lo que le dije en el juego.

—Perdón si te ofendí.

Se que tal vez no se haya esperado ello al igual que yo pero él ha tenido un día de la mierda como yo y al menos quiero...

Un momento, ¿mejorarlo? ¿A base de insultos?

¿Qué tan bipolar soy?

Pídeme perdón si de verdad lo sientes.

—¿Y como hago para que veas eso?

Ahora soy yo el que se sorprende cuando la llamada a mi celular aparece. Sin pensarlo contesto poniendo mi mejor cara de odio al mundo.

—¿En serio?

Tengo un número —dice cambiando el tema —. Pero si quieres saber si no es alguien de afuera tengo un plan.

—No —digo de inmediato —. Yo tengo un plan.

Y después de unos quince minutos, en los que diez de ellos nos mandaron al diablo más veces de lo que quiero contar, logramos llegar a un acuerdo. Va a ser arriesgado si no sale a la primera y ya las pautas para nosotros son muy estrictas a cómo debemos proceder para no mandar ninguna cagada.

Espero que al menos esto salga bien y me desligue de una cosa.


***


Nota: Capítulo recién salido del horno :D

El modo discreción no va muy bien al parecer 😅

¿Ustedes que opinan?

Besos.

L. R.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro