9: Un lunes, un helado. Por favor.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



—Hola, Dan.

No lo puedo evitar.

Quizás sea asqueroso después de todo pero mi mueca es la demostración de él porque detesto el contacto físico. Mis padres y yo, a duras penas, demostramos nuestro afecto así y la verdad es una lista muy corta de personas que permito ello. Ahora imaginen ser abrazado por sorpresa, por una de las personas que está en el top cinco de las menos favoritas en el mundo.

Ahora, imaginen ese sentimiento en mi.

—Carol, suéltame.

Ella me pone mala cara cuando escucha el tono con el que le hablo y cruza los brazos.

—No te pongas así. ¿Cómo estás?

—Es lunes.

Y a tu lado, pienso, pero ni me atrevo a hacer una escena.

El fin de semana pasó tan rápido como se pudo y, a base de procrastinación, la presión de ayer para saber si era una buena idea, este lunes podría convertirse en un horrible inicio de semana. Sin contar la presencia de mi sospecha personificada a mi lado, la cual logra sacarme un escalofrío cuando me abrazó.

Decidiendo pasar por alto ese sentimiento, ignoro a la chica que no disimula sus intenciones de chismosa. Y tal vez esté paranoico, pero el historial de ella conmigo no es muy agradable. No pienso fiarme.

Entro al salón de clases y decido sentarme, con unas enormes ganas de poner la cabeza en la mesa. Solo que no sucede por el miedo de quedarme dormido y por unos chicos que se paran alrededor mío. Mi duda es evidente ya que solo están cuando me piden la tarea o cuando yo los llamo para ayudarles con algunos resúmenes.

—Traes a Carol loca.

Y ahí se me va todo el sueño.

Por intuición veo a la chica que charla con su grupo con bastante ánimo. Se percata de mi atención y me guiña un ojo dejándome perplejo. ¿Por qué se comporta de una manera tan inquietante? ¿Y por qué me da la sensación de que estoy en una casa endemoniada?

Momento, ¿será que si está poseída por el mal?

—¿Tú crees? —pregunto sin mucha importancia al grupo.

—¿Están saliendo?

Si eso no venía con intenciones de molestarme, con mucha lastima falló. Tal vez se trate de una mala broma, o de el hecho que en primer año me hayan emparejado con ella en un proyecto y nos vean como los novios separados. Y por alguna razón quiero creer en la primera opción.

—¿Por qué la pregunta?

—Uy, no me digas que te gusta —insinúa uno de ellos.

—Es bonita, par de cavernícolas.

Si lo es, pero no te mostró el otro lado.

Aunque lo que me sorprende es que venga ese halago de Bruno, alguien que sí es cercano a Carol pero también a Ximena. Hasta dónde sé, ellos fueron unidos pero luego sucedió esa pelea y el chico todavía se debate en la amistad que tiene con ambas. O eso es lo que creía cuando escuché esa insinuación o me están pegando lo pendejo.

Él nota mi sospecha y frunce el ceño.

—¿Estás celoso o qué?

—Curtis.

Antes de responder ante tal maleficio hacía mí y sin darme la oportunidad de meditar esas palabras, la profesora llega y todos se ubican en sus puestos. Simón se levanta de su asiento con una lista y me ve con una sonrisa.

—¿Con qué ojos a ella, consentido? —murmura Simón y yo pongo una mueca.

—Egocéntrico de...

—Estudiantes —habla la maestra y me callo.

Después de varias charlas, los profesores y los directivos parecen haber llegado a un acuerdo, pero todavía se ven algo tensos con respecto a su paga. Más allá de eso, nosotros los estamos apoyando como podemos y al menos que se llegue a salvar todo el curso de los recuperatorios que se dan en el verano.

Aunque tenga muchas, muchas, muchas razones para creer que eso sea un milagro.

—Se están llevando bien, me imagino —dice la profesora con un tono bastante serio.

—Sí, profesora.

Nos mira, quizás por aquella conversación en el pasillo, para cerciorarse de ello y veo dudas. Es bastante obvio que por esa escena imagina que no nos simpatizamos, o al menos seamos amigos. Digo, ¿tengo que creer que vamos a ser muy unidos después de las cosas que tenemos que arreglar?

—¿No se ven lindos juntos?

Y quizás, solo quizás, mi sospecha venga de ella.

Carol es lista, algo que no voy a discutir. Tiene labia, contactos, incluyendo rencor hacia el chico que ocupó su lugar en cierta castaña. Yo. Por eso, en el patio donde casi nunca salgo, quiero descartar al menos el círculo cercano de ella, además de la posibilidad de confirmar que es una chica desquiciada. Incluyendo a los chicos que le están siguiendo el juego.

Ximena está ayudando a Chris con algo, así que no tengo ningún atisbo de actuar con el chico sentado conmigo en una de las mesas de cemento y cerámica. Y hablando de la sonrisa de felino, no aparece ya que se le ve cansado, incluso es una posición fetal. Imagino que por jugar videojuegos como ayer pero no soy nadie para recriminarle.

—Creo que es momento —digo a Simón pero éste todavía sigue con la cabeza gacha —. ¿Te pasa algo?

Un gruñido que no viene de su boca lo encoge aún más.

—Comida.

—¿Tengo cara de restaurante?

Un quejido lastimero, casi al de un niño, sale de él y algunas personas nos ven. Y por si fuera poco, me ven como si yo hubiera hecho algo. ¿Creen que lo golpee o algo por el estilo?

—Simón...

—¿Tienes galletas de arroz al menos? —dice con ojos de un gato bajo la lluvia y yo frunzo el ceño —. Muero de hambre.

—¿Y no puedes comprar algo en el kiosko?

—¿Y tu sabes que estamos en un país con inflación?

—La que te parió... —murmuro con molestia y sonríe volviendo a su lugar.

Sus lamentos llaman la atención de varios y quiero levantar la carpeta para darte un golpe pero guardo ese esfuerzo. El levanta la mirada cuando oye el sonido del cierre y la bolsa con mis sagradas galletas. Con poca vergüenza se traga dos de un golpe y muerdo mi lengua para no sonreír ante ello. De lo bestia que se ve.

¿En serio tenía tanta hambre?

—Gracias —dice terminando de tragar y sacando su celular.

El tono de sinceridad, ya sea verdadero o falso, no pasa desapercibido y me obligo a centrarme en el grupo que está riendo. Algunos no aparentan ser Carol y dejan ver su veneno con ciertas miradas de personas que no les agradan o los comentarios que están muy fuera de lugar a pesar de no hacer ningún amago de disimularlo. Algo como ese libro de chismes que se va anunciando a toda voz como la película que me comentó Sam la otra vez.

No quiero apresurarme a echar culpa, pero quizás alguno me guarde rencor por ser mezquino con mis trabajos o por la vez que dije en voz alta hace un año que los amigos de Carol eran babosos con necesidad de atención. Si, no estoy orgulloso de ello, pero esa vez no sabía cómo alegrar a Ximena y como calmar mi impotencia.

—¿Y?

Así que estoy aquí para deshacerme de la duda.

Tanto como Simón y yo fijamos la vista en otro lugar mientras esperamos la llamada de alguien de ese grupo. Pasan varios segundos y me doy cuenta de la poca paciencia que poseo cuando miro al chico que se le nota tranquilo.

—¿Está marcando?

—No atiende —dice y sonríe cuando me ve.

—Sigo pensando que soy una especie de payaso para ti.

—Nah, tú serías el equilibrista.

Estoy por preguntarle qué significa eso cuando se termina el saldo del teléfono y el corta la llamada.

—Sospeché de ellos.

¿Pero qué más puedo hacer? Al menos sé que no es alguien de aquí, lo que me tranquiliza un poco. Solo que ahora queda la posibilidad de que se trata de otro lugar en donde se que cause algunos problemas. Y donde el tipo al que golpee la otra vez, en el video que intentaron chantajear, también se involucre ahí.

—¿Dios puede castigarme más? —murmuro en un lamento y Simón sonríe mientras se señala.

—Te mandó aquí tu ángel salvador.

—Arrojó del cielo al diablo, ¿no?

Con eso se le borra la sonrisa y levanta el dedo del medio.

—Quita tu dedo antes de que lo muerda.

Está por replicar cuando una llamada suena en el grupo de Carol. No me acuerdo como se llama, pero se que es una de sus amigas mas cercanas y ella, tan pronto ve su teléfono, parece que vio un fantasma para irse del patio con rapidez. Tanto ese grupo como yo quedamos algo descolocados por su actitud.

—¿Se puede saber por qué lo insultas?

Y también creo que Simón ya que todo este tiempo siguió su dedo al aire. Por eso no me sorprende cuando Chris parece estar de mala onda con él. Lo que sí me sorprende es que me esté defendiendo, cosa que le sonría y el chico se ponga a la defensiva.

—Él me ofendió primero diciendo que soy el diablo.

—No te esfuerzas mucho para conseguirlo —refuta ella y él le pone mala cara.

—Genial, estás del lado del consentido.

—Soy Suecia, nene. Solo estoy de mi lado —dictamina para darle unas fotocopias abrochadas —. La profesora quiere verte en el salón.

Él rueda los ojos y toma las hojas con mala gana mientras es vigilado por Chris como un halcón. Ella frunce el ceño buscando como sentarse por la falda que no creo que sea de su gusto por como intenta que sea más larga.

—¿De dónde conoces a Rivera?

—Estas faldas... ¿Qué?

—Ustedes son amigos, ¿no?

—Bueno... —inicia cuando me ve con confusión —. ¿Por qué la duda?

—No te hagas. Conocías a Simón y no dijiste nada a Ximena.

—Tampoco ella sabía su nombre y me dijo que estaba interesada en él cuando fuimos a la fiesta —alega y pone un puchero —. Éramos compañeros en otra escuela pero eso fue hace mucho. Me enseñó algo de español... especial.

—¿Dices español...?

—Insultos, Dan.

¿Por qué no me sorprende?

—Luego me dijo que aquí eran igual de variados como el alemán y francés y así.

—¿De qué están hablando?

Ximena, con una nueva peluca y curiosa, se acerca a nosotros.

—Le comentaba a Dan que conocía a Simón —dice Chris sin filtro haciendo sonreír a nuestra amiga.

—En mi defensa, no dije cómo se veía.

—No, solo nos contaste que parecía un chico malo con un corazón de oro —digo con un poco de burla haciendo que me mueva un poco de mi asiento.

—¿Y te llevas bien con Simón?

Una risa aparece en el aire y nos damos cuenta de algo. Es raro porque no ocurre seguido aquella expresión de Chris risueña. Pido aprobar y buena suerte mientras sigue riendo cuando termina con una expresión de burla.

—Ja, esos se llevan como perros y gatos.

Por eso me agrada Chris. La verdad y ella van de la mano, y la persona que es sincera aunque nos pegue con un tabique por su poco filtro para decirlo. Como ahora.

***

No pasa mucho para que terminen las clases y le mienta un poco a Ximena que estoy ocupado esta tarde. Sigue sorprendiéndome su deducción pero veo que ella quería estudiar para un examen de clases extras en otra academia que está cursando, así que por suerte decidió creerme. Mientras que mis padres piensan que estoy en la biblioteca como algunos días.

Tal vez iría un dia de estos. Pero...

—¡Parada! —grito a todo pulmón mientras Simón pierde el equilibrio y cae de rodillas en medio del pasillo.

—Puta madre —maldice con el rostro rojo y una señora lo ve mal.

—El lenguaje.

—Cierto —dice son una sonrisa falsa y yo deduzco lo que va a hacer —. La recal...

—Permiso —digo poniendo una mano en su boca y sacándolo del colectivo.

Ya afuera siento un líquido y yo me aparto del chico que lamió mi mano.

—Que lindo paseo.

—Es horario pico —digo al ver que son las cuatro de la tarde.

Aunque admito que por poco estaba por escapar una buena carcajada de no ser por el pleito que se iba a armar con la pasajera y que nos íbamos a demorar. Sin mencionar que nos meteríamos en otro problema más.

—¿Te gusta pelear con señoras? —pregunto con sarcasmo.

Pero parece que él no entendió.

—Depende del día, del clima, si estoy en facebook, y...

—No jodas —digo queriendo parecer molesto.

Solo que una sonrisa me delata.

No demoramos mucho en llegar al galpón de la zona industrial. Es un lugar enorme y el lugar está cubierto por los árboles muy lejos de la zona urbana y pegado a la autopista principal. Sigo sin saber cómo todavía la policía no descubre este lugar, solo sé que en algún momento metí la pata por este lugar. El organizador se arregla para ver cuales son los hombres tienen ganas de pelear y cuales quieren ver el desmadre solo porque sí.

¿Es ilegal? Prefiero hacer la vista gorda por el momento para no meterme en líos.

Llegamos al portón y un hombre que reconozco nos ve de arriba abajo.

—Buenas tardes. ¿Apuestas?

—No, solo a ver.

—Que raro de ti que no pelees, Dan —dice abriendo la puerta y viendo a Simón —. Y que raro de ti que no apuestes.

Mientras entrábamos al lugar, él y yo nos miramos raros con el reciente descubrimiento.

—¿Así que peleas?

—¿Así que apuestas?

—Touché.

Vemos a personas que se turnan, o beben, o celebran al ver unas personas que se desahogan a puñetazos. Lo que puedo deducir con las veces que he venido aquí es que los lunes sin falta vienen las personas y más cuando es fin de mes. Dicen que un grupo de amigos organizaron esto para quitar la bronca como una especie de club de pelea. Pero eso fue hace mucho tiempo.

No le tomo mucho importancia de cómo se originó este lugar pero al ver que pronto habrá un día que alguien que va a cerrar este lugar, junto con los que están a cargo de esto. Y no es que sepa quien es esa persona.

—Ahí está otra vez —habla Simón y noto que me está mirando.

—¿Qué cosa?

—Esa mirada que haces a veces a Carol. Como, "soy superior a ti ahora porque sé que vas a perder" —dice con una voz más grave que él, como si fuera un tono medio soso.

—Yo no hablo así.

—Cuando alguien dice eso es porque suena así exactamente.

Estoy por replicar, cuando un grupo de chicos, que me resulta conocido, están reunidos en un lado. No es raro que conozca algunos de ellos, pues trabajan a veces para mis padres en algunas construcciones pero son los que me llevo mejor. A penas me ven sonríen con algunas cervezas en la mano.

—Buenas tardes. ¿Recuerdan la última pelea...?

—¿Recordarla? Todavía muchas personas esperan para que te postules otra vez —interrumpe uno, creo que Felipe.

—¿Verdad? —dice Simón —. Yo también espero que se arme uno así como la otra vez.

Los tipos le dan la razón y yo guardo cualquier tipo de reproche.

—¿Saben dónde está ese tipo?

—Se acaba de ir. Puedes alcanzarlo si quieres para la pelea del viernes —dice Felipe señalando a la entrada.

Justo en donde acabamos de entrar.

Le doy las gracias y agarro a Simón de su buzo para seguirlo al tipo. Solo me importa averiguar de una vez si es el que amenaza en destapar todo el lío en el que estoy envuelto. Ya sea lo que estoy haciendo en este lugar, lo de hace seis meses atrás y que caiga en la cara de mis padres todo ello. Hasta que de repente...

—¿Qué chuchas le vas a decir que vas tan rápido?

—Perdón, no sabia que eras patas cortas —digo deteniéndome un poco a un chico boquiabierto.

No es que sea más enano que yo, pero no ayudan su zapatillas planas a ganarme con ello. Y si, si se ofendió un poco.

—Fo...

Lo callo cuando vemos al sujeto, un treintañero delgado, que está en la parada del colectivo charlando con unos tipos.

—Entonces es ese tipo...

—Quizás —interrumpo y le hago una señal —. Hazlo.

Marca ese número y nada suena. Quizás esté apagado o tal vez sea yo el pelotudo que ya no tiene ninguna pista aparte de ese mugroso número. Ponele que sea un número descartable, que tal vez se perdió el rastro, al igual que quizás ya se hizo percha mi cerebro. Y, sumale, que este va a ser mi fin si la hermana de Simón me manda al frente.

—Voy a perder la cabeza.

—¿Podes darme la hora?

Y, si no me defiendo, también la billetera.

—Hijo de tu...

—No se resistan y empiecen a darnos todo... —intenta decir el desgraciado mientras me arrastra con algo punzante en mi espalda.

Hasta que le meto un golpe en el estómago.

¿Mi lunes podría ser más horrible añadiendo el hecho de que el ladrón se vomitó encima y demasiado cerca de mis pies? Preguntas que ahora sí tienen una respuesta muy clara para mi desdicha.

Un quejido hace que se dé la vuelta y vea a Simón en el suelo tocando su rostro como amante de telenovela. Empujo al enano de su tamaño llamando la atención de varios en la calle mientras tomo del brazo de Simón y lo levanto a regañadientes.

—¡Párate si alguien te tira!

—¡Chorros! —grita él señalando a los pendejos.

Las personas, incluyendo al tipo que estábamos siguiendo, miran con bastante enojo a los tipos que ponen una mueca de alarma. Y no es de sorpresa, ya que si hablamos de seguridad de propiedad ajena aquí no hay mucha.

—¡Si te conozco, hijo de puta! ¡Es el que roba en esta línea, carterista de mierda!

Supongo que para más humillación en vivo, no veo venir al tipo que vomito muy cerca de mi logrando darme un buen golpe que me deja aturdido, pero no lo suficiente para que se lo regrese y sea acorralado por las personas que están llamando a la policía, o quitándose las camperas para amarrarlos.

—¡Y la próxima vez, vayan a robarle los calzones rotos a su abuela!

Los tipos corren en zic zac cuando ven a una patrulla que aparece en la esquina de puro milagro que empiezan a seguirlos. En eso, Simón se acerca rápido cuando ve que me siento en las escaleras del banco detrás nuestro. Frunzo el ceño cuando me toca el hombro y parece preocupado.

—Oye, no te duermas.

—Ya quisieras.

—¿Estás bien? —dice con sus ojos en mi cara y yo me aparto un poco.

—¿Qué clase de pregunta es esa? Yo debería decir eso de ti.

—Nada grave —comenta al notar el dolor de ese golpe, me imagino —. ¿Y tú?

—Lo mismo. Nada que no pueda lidiar.

Porque a veces siento que lo merezco.

Ya no hay pistas, ya no hay sospechosos, solo la evidencia en un video que todo lo que he tratado de evitar se caiga encima de mi: la reputación buena de mi familia. Digo, ¿acaso necesitan a este hijo suyo que se va a la calle a repartir trompazos? ¿Todo por la promesa de alguien que va a desmantelar todo a su tiempo y necesitaba de mi? ¿Que iba a tener que esperar?

¿Cuándo será, entonces, el día en que deje de sentir vergüenza y culpa al mismo tiempo?

—Vamos.

Las palabras de Simón callan por un segundo mi cabeza, haciendo que me pare y empiece a caminar sin un rumbo fijo. O tal vez no, ya que parece conocer esta zona y al cabo de diez minutos sin decir nada, damos con la entrada del centro de la ciudad. Entramos a una cafetería con varias personas que quieren merendar y no me doy cuenta del aspecto que tengo hasta que me veo en la vidriera del negocio.

—Simón, me doy asco, vámonos —ordeno pero él llega al mostrador.

—Dos helados, por favor.

—¿De qué sabores?

—¿Dan? —incentiva Simón y me rindo.

—Ah... Menta granizada.

—Limón.

Cuando la chica va sirviendo las bochas en los conos siento la mirada de Simón que me parece raro o con desaprobación.

—Qué peculiar eres.

—¿Qué crees que debería pedir entonces?

—Solo pensé que te gustaría algo extravagante. Como quinotos al whisky, crema del cielo, chocolate suizo...

—¿Te parecen extravagantes unos sabores de helado?

Un carraspeo nos detiene y la chica nos da una sonrisa. Salimos por petición mía ya que es bastante penoso que alguien haya visto nuestro numerito. Simón Rivera, el chico que hace globos de una cajita de cigarros, que en vez de eso hay chicles, y Daniel Curtis, el chico que rompió un espejo y abrió un paraguas dentro de su casa.

—Vamos, no robaste nada.

—Destruí mi propia dignidad, creo que cuenta como delito —digo clavando mi cuchara en la bocha de helado —. Debería cobrarte por otra cosa.

—¿Me salvaste por paga? —inquiere con ironía y yo me encojo de hombros.

—Touché.

Si descartamos el hecho de que estamos cansados, el enfrentamiento de unos ladrones de cuarta, los líos que todavía no se resuelven, quizás esta sea la charla más decente que puedo tener con Simón.

—Está rico.

—Si.

Entonces, ¿qué significa este silencio?

No parece nada tenso, ni pinta a molestia por lo que pasó y mucho menos a lo que nos depara para mañana. Solo siento que algo falta por decir, algo para que nos peleemos. Quizás él lance un comentario arrogante, y yo responda lo mismo. Tal vez hasta yo pueda iniciar con eso y así ya podemos pasar por alto esta escena... ¿Tranquila?

Solo que ahora a mi cerebro se le ocurre pensar en las idioteces que dije y de que tengo empatía para mi mala suerte. No soy el chico que puede permanecer inmutable cuando se equivoca y vive con ello. Tampoco soy un idiota para pedirle disculpas a la gente que no lo merece pero yo le meti en cierta parte en esta pelotudez.

Y eso que supuestamente van a estar juntos.

—No te voy a pedir perdón —soltamos los dos y nos vemos con estupefacción.

—Por fin, coincidimos en algo.

—Que lindo.

Tal vez la almohada me haga ver que rayos significa este silencio. O mañana tal vez encontraremos un choque entre los dos de nuevo.

O es lo que espero, por alguna razón.


***


Nota: Larguito para compensar ausencia(? 

Dan hacía Simón:

Simón con Dan:

JAJAJAJAJ

Besos.

L. R.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro