part seven!

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° :. ° . ✩ [ parte siete! ] ミ

❝Heal what has been hurt, change the fates design, save what has been lost, bring back what once was mine❞

SOUTH DAKOTA — 1988

Celia tenía una obstrucción crónica en los pulmones. Eso era lo único seguro en los últimos dos años de la vida de ambas. No sabían cuanto tiempo tenía, cuando tendría un ataque de tos hasta que le costara respirar, y cada vez que pasaba, no sabían si podría recuperarse de este.

Pero lo había seguido intentando por dos años. Habían momentos en los que quería morir y se quedaba hablando con Ajak de los buenos momentos que tuvieron juntas, con la Eterna acariciándole el cabello y conteniendose de llorar. Habían momentos en que se sentía mejor, se decidía a que le faltaba más por vivir junto a Ajak. Así como habían otros en los que simplemente Ajak ya no sabía que pasaba por su mente.

Esa mañana Celia se despertó decidida a ir a Hawkins, lo que le causó una ligera discusión con Ajak que no quería que se fuera sola por si necesitaba ayuda, pero la humana era experta en andar por su cuenta e ir en contra de todo control.

Ya había dejado los cigarros casi por completo y ese era su mayor avance, a veces caía en la tentación cuando se alejaba de la Eterna, pero lo seguía intentando.

En esos dos años había logrado que el vínculo de Ajak y los Eternos se fortaleciera de nuevo. Preguntaba a menudo por ellos y la impulsaba a que les escribiera cartas, no los había vuelto a ver, pero se preocupaba por ellos casi tanto como su líder.

Y preocupaciones eran lo que le sobraban a la Suprema Eterna. Luego de que Celia se fuera, decidió ir a cabalgar con Bob para despejarse, pero hubo un punto en el que simplemente dejó que el caballo la llevara a donde quisiera, mientras su cabeza daba vueltas intentando saber que hacer. Siempre sabía cual sería su siguiente paso, ¿y ahora qué?

— Bob, nunca dejes que un humano te controle. —mencionó de la nada.— Pasé siglos cuidando de diez Eternos y todo resultó bien. Llevo ocho años de conocer a Celia y ahora no puedo planear o prevenir nada, —continuó hablando con el caballo, totalmente incrédula al darse cuenta de lo que decía.— ella es tan impredecible, tan explosiva y única. Es tan humana y es un hecho que aun me persigue, o a veces pareciera que lo olvido del todo.

Resopló frustrada, perdida en sus pensamientos y en su acción de acariciar a Bob. Hasta que subió la vista cuando el reflejo del sol le molestó.

— Ya ni puedo darte órdenes a ti, —continuó, riéndose de si misma.— dejé que me trajeras hasta aquí... Tal vez es el lugar más triste que conozco.

Bajó del caballo cuando notó que él quería quedarse allí, en cuanto esto pasó, Bob se acercó al lago para beber agua y Ajak decidió darle un momento, sentándose bajo un árbol.

Aquel lago lo habían descubierto junto a Celia unos meses luego de mudarse. Cuando enfermó, la humana le dijo que quería morir junto a ese lago, sin importar cuando ocurriera, quería que la llevara para recostarse entre las flores y los árboles hasta descansar en paz.

No importa que tan hermoso fuera, no podía disfrutar estar allí, porque sabía que en algún momento debía cumplir su voluntad.

— ¿Bob? —lo llamó, pero él seguía concentrado en beber agua.— ¿Bob?, ¿nos vamos?

Se levantó del suelo y se acercó hasta el caballo, acariciándole para que le prestara atención. Hasta que algo capturó su propia concentración. Bajo el agua habían flores, de una especie que llevaba siglos sin ver.

— ¡Bob, eres un genio! —exclamó, acercándose a tomar una de las flores.— Aun hay algo que puedo controlar.

🔹️  🌟  🔹️

Celia bostezó profundamente mientras conducía de regreso desde Hawkins. Se había ido bastante temprano esperando salir antes de que Ajak despertara, había conducido gran parte del día, y estaba cansada de tantas cosas. Al menos su ánimo mejoró cuando vio a lo lejos su casa, tras el largo recorrido donde no había nada más que pasto.

Se estacionó junto a la casa minutos después, confundida al notar que Ajak seguía en el huerto luego del atardecer.

— Hola, cariño. —saludó a la morena suavemente, que seguía de espaldas hacia ella.— ¿Cómo estuvo tu día?

— Hola, Ce, te extrañé. —admitió, levantándose y sacudiendose un poco de tierra antes de abrazarla.

— ¿Qué estás haciendo? — cuestionó, intentando ver sobre el hombro de la morena que es lo que estaba plantando.

— Algo que aun no estoy segura de que funcione.

— ¿No va a funcionar plantar una flor? —replicó confundida.

— Es una larga historia. —le restó importancia, arremangando su camisa para volver al trabajo.— Mejor cuéntame que hiciste mientras termino.

— Mi recorrido usual de Hawkins. —la humana se encogió de hombros, y le mostró las manos que estaban tras su espalda.— Y te traje algo.

Celia le soltó la coleta de caballo sin siquiera preguntarlo, para luego colocarle un sombrero vaquero blanco, también le regaló una sonrisa mientras le arreglaba el cabello.

— Oh, cariño, me encanta. —exclamó con ternura.— Gracias. Es más lindo que el que tenía.

Su antiguo sombrero, el que había usado para disfrazarse de vaquera años atrás, había terminado arruinado luego de que Bob lo mordisqueara por error.

— Lo vi y fue inevitable pensar en ti, mi preciosa vaquera. —mencionó, ensanchando su sonrisa y contagiando a la pensativa Eterna.

Mientras Celia pensaba en demostrarle que la amaba, Ajak seguía pensando en ir en contra de todo lo que le había pedido. Se sentía mal y egoísta, pero debía decirle, no quería agregar otra mentira a la lista.

— ¿Quieres sentarte? —ofreció, acercándole el banco que usaba cuando cepillaba al caballo y no llegaba hasta su cabeza.

— A, ¿qué hiciste? —cuestionó con escepticismo, accediendo a sentarse pero con los brazos cruzados.

Tal vez dormiría en el sofá de nuevo.

— Fui a cabalgar con Bob... llegamos al lago y encontré estas flores.

— ¿Cuál es el asunto con esas flores?

Ajak se sentó en el suelo frente a ella y por un momento deseó tener las habilidades de Sprite para contarle esa historia con ilusiones.

— Hace cientos de años, llegué a un pueblo que acababa de ser atacado. —inició, jugando con sus manos que antes tenían tierra, pero ahora estaban llenas de su brillo dorado.— Habían muchos heridos y no podía curarlos yo sola uno a uno, pero tampoco podía quedarme sin hacer nada. Una curandera me habló de sus plantas curativas, así que junto a ella hice este experimento de usar mis poderes en una flor, y su efecto se volvió casi inmediato, preparó sus infusiones habituales para todo el pueblo y terminaron curados igual que cuando yo lo hacía. —le dedicó una mirada nostalgica y acercó sus manos a una flor que aun no plantaba.— Recuerdo que la planta se volvió dorada y comenzaron a llamarla lágrima de sol.

— ¿Me estás diciendo que habían plantas mágicas —soltó la última palabra tras unos segundos, incrédula tal como cada vez que Ajak le contaba sobre su pasado.— y curativas gracias a ti?

— Si, crearon una leyenda sobre mi por eso. —agregó, encogiéndose de hombros. Eran muchas, la adoraban con distintas historias en cada cultura o mitología, pero no le entusiasmaba hablar al respecto.— Pero años después me enteré que habían quemado el bosque entero donde estaban las flores.

Celia asintió, intentando comprender el objetivo de toda aquella información, alarmantemente callada y quieta para el gusto de Ajak.

— ¿Así que quieres hacerlo de nuevo? —intervino finalmente.

— Sí, quiero que pruebes si puede curarte. —sentenció, entregándole la flor.— Si te doy la lágrima de sol, ¿lo intentarías o la dejarías morir?

Celia le apretó la mano, estrujando la flor entre las manos de ambas. La Eterna la sintió temblar, y casi podía asegurar que ella misma estaba por comenzar a temblar, sintiendo las lágrimas en sus ojos a punto de derrumbarse frente a la humana.

— Una cosa es que cures mis heridas de cuando corto vegetales, lo cual aún encuentro imposible de creer, —mencionó, mantiendo su tono de sorpresa, mientras separaba sus manos para detallar la flor entre ellas.— necesito un segundo para procesar esto.

— Igualmente aun no he logrado que la planta se ponga dorada, no sé que hago mal.

— Nunca haces nada mal.

— Hago mal al querer poner mis deseos sobre los tuyos. —se lamentó la morena, apoyando su cabeza sobre una de las piernas de la humana.

— Quererme sana y a tu lado es el deseo más puro que conozco. —admitió Celia, apartándole el cabello para ver su rostro, y acariciar su cabeza con cariño.— Lo siento por querer apartarte a veces.

— Lo siento por no darte tu espacio. Está bien que quieras seguir tu vida como era antes.

— Es difícil aceptar que ya no es como antes aunque lo intente, y me da miedo, —en cuanto lo mencionó, Ajak levantó la cabeza para observar sus ojos cristalizados.— creo que por eso prefiero intentar aceptar la muerte, pero en realidad estoy aterrada.

— Trataré que sea lo más parecida a lo que era tu vida antes. —prometió, arrodillandose para estar a su altura y abrazarla.

— Mientras tú estés en mi vida, estaré bien.

— Y tengo algo que te pondrá feliz, —aseguró la Eterna, cambiando su semblante por completo.— mañana despertaremos temprano para cabalgar a ver el amanecer en un bonito lugar.

— Ay Ajak, no. —se negó, riéndose por primera vez en aquel encuentro.— Estoy cansada de solo pensarlo. ¿No es mejor  ver el atardecer?

— ¿No te parece más hermoso ver como la luz reina sobre la oscuridad?

— Si lo pones así suena lindo, pero...

— Te cocinaré lo que quieras para el desayuno. —ofreció, aunque ya lo hiciera casi a diario.— Haremos lo que quieras luego, solo quiero eso.

— ¿Lo que yo quiera? —repitió con una sonrisa divertida.

— Lo que quieras, incluso si es dejarte irte sola de nuevo.

— Lo dices como si estar sola fuera mi cosa favorita. —se negó y Ajak se disculpó por lo bajo.— Pero de hecho, tengo algo en mente.

— ¿El qué?

— Ajak, —mencionó y solo escucharla decir su nombre la emocionó.— mi querida A, o Anya, como lo prefieras. —bromeó, levantándose del banco para unirse a la morena arrodillada en el suelo.— No sé bien como hacer esto, pero, —la tomó de las manos y respiró profundo.— ¿te casarías conmigo? Quiero llamarte mi esposa de verdad.

— Celia, ¿hablas en serio? Estás bromeando, oh no.

— No es la respuesta que esperaba. —atinó a decir con una ligera mueca.

— Digo sí, —la abrazó con emoción.— claro que quiero casarme contigo, pasar mi vida contigo es lo único que quiero. —aseguró, tomándola por las mejillas para decirle aquello viéndola a los ojos.

— Y yo voy a amarte el resto de mi vida, así que creo que deberíamos hacer esto.

— ¿Te casarías conmigo, Ce? —devolvió la pregunta. Era algo muy común en ellas, que toda propuesta fuera mutua.

— Acepto.

Y como si le hubieran pedido besar a la novia, ambas se acercaron a los labios de la otra para sellar aquel compromiso y promesa.

— Y ahora, ¿quién accedería a casarnos? —cuestionó  Ajak, ayudando a Celia a levantarse.

— Creo que tengo una idea.

— Y yo creo que cada una de tus ideas me gusta más que la anterior.

— Me alegra que digas eso, porque la siguiente es que quiero que plantes todo un bosque de estas flores. —propuso, mostrándole la lágrima de sol, que se iluminaba bajo los últimos rayos de luz del día.

Ese fue el momento exacto en el que Celia se despidió del último rastro de la noche eterna en la que había estado toda su vida, dándole paso a la luz dorada de un nuevo amanecer en su historia.

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