part eight!

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° :. ° . ✩ [ parte ocho! ] ミ

❝I've never seen forever in a while, but now I'm looking in its eyes❞

SOUTH DAKOTA — 1989

Tuvieron que esperar un mes para la boda, pero valió la pena cada día.

Con la llegada de la primavera a inicios del nuevo año el tiempo era perfecto para la ceremonia sencilla que querían en su casa, todos los Eternos estarían allí, y la realizarían al amanecer, con la esperanza de poder dar el "sí quiero" justo cuando el sol saliera. Era su propio amanecer figurativo.

Así que todos los preparativos se hicieron el día anterior, empezando con los vestidos de ambas novias. En el pueblo de Dakota solo había una tienda de ropa formal donde podían encontrar algo para la ocasión, por lo que se turnaron para ir acompañadas de algunas de las Eternas. Ajak iría con Thena, y Celia estaría acompañada por Makkari y Sprite. Kaira detestaba las bodas, ir a elegir un vestido sería demasiado, y Sersi se ponía sentimental fácilmente.

Mientras en la casa, Gilgamesh cocinaba todo un banquete, con Kingo como degustador. Phastos escribía su discurso, con Druig intentando ayudar. Ikaris de nuevo no había respondido la invitación.

— Ajak menciona mucho a Ikaris, —Celia rompió el silencio mientras conducía de  camino hacia la tienda.— me preocupa que se ponga triste si él no asiste. ¿Saben dónde está? —cuestionó girando ligeramente a ver a sus dos acompañantes.

— Después de separarse de Sersi no supimos mucho de él. —explicó Sprite.

— "Ajak y él siempre han sido muy unidos como compañeros" —dijo Makkari entre señas que la pelinaranja tradujo, aunque Celia ya había aprendido un poco.

— Entiendo. Tal vez si supieran donde está podríamos convencerlo de venir. —propuso la humana.— Quiero que esté feliz.

— Desde que llegué temo porque Ajak pueda explotar de emoción en cualquier momento. Ya se ha puesto a llorar dos veces solo hoy. —puntualizó Sprite de mala gana.

— ¿De verdad no me van a dejar verla hasta mañana? —quiso saber Celia con un puchero ante la mención del comportamiento de su futura esposa.

— "Es tradición"

— Son supersticiones estúpidas. —contradijo la humana.

— Separarse un día no va a hacerles daño. Nadie puede ser tan dulce todo el tiempo como ustedes, es insoportable.

— "Eso es lo lindo sobre ellas"

— Gracias. —intervino de nuevo la castaña, sonriendo hacia Makkari.— ¿Ya te dije que fuiste la mejor madrina que pude escoger?

— ¿Y yo? —se quejó Sprite.

— Serás la niña de las flores, cariño.

— Tengo seis mil años más que tú, Celia. —puntualizó la pelinaranja, provocando la risa de la humana.

— Ternurita. —le sonrió con cariño a través del espejo, y ese gesto hizo rodar los ojos a la contraria.— Podrás tener un millón de años, pero luces de la edad que tendría mi hijo.

— Lo siento. —mencionó la eterna con la mirada baja.— Y... seré la niña de las flores si eso las hace felices, pero no me harán usar un vestido. —condicionó, devolviendo a Celia fuera de su nostalgia.

— Eso me hace muy feliz, Sprite.

🔹️🌟🔹️

— Este es lindo. —mencionó Ajak tomando uno de los vestidos de la tienda, horas después de que Celia hubiera comprado el suyo.— T, ¿podrías ayudarme? —llamó la atención de la eterna que deambulaba entre la ropa, callada y pensativa.

— Ajak, solo hay 3 vestidos aquí y son casi lo mismo. —debatió, observando los escasos vestidos blancos con desdén.

— Son vestidos de novia, son especiales.

— ¿Qué hay de este? —intervino Thena, mostrándole un vestido que a pesar de ser blanco, llevaba un degradado celeste en la falda que le pareció interesante.

— Debe ser blanco.

— Pero debes llevar algo azul según la tradición —aclaró, colocando la prenda a un lado de la morena para medir si podía quedarle.— y el azul es lo tuyo.

— ¿Desde cuando sabes de tradiciones?

— Sersi me dijo antes de venir aquí. —se encogió de hombros y le entregó el vestido.— También necesitas algo viejo, pero creo que todos nosotros juntos somos lo suficientemente viejos. —continuó, alzando una ceja con diversión.

— ¿Sabes qué? Me lo probaré, —accedió, detallando la tela en silencio, realmente le gustaba.— busca algo para ti mientras tanto.

— Ya tengo lo que vestiré.

— No puedes vestir de blanco si no es tu boda, es tradición. —mencionó utilizando sus palabras en su contra.

— ¿Cómo sabes que es blanco?

— El blanco es lo tuyo. —dijo con una sonrisa de complicidad y desapareció tras la cortina del probador.

El vestido era sencillo y fácil de que se lo colocara, ya que uno de sus adornos eran los botones al frente que ella misma podía cerrar. Tenía tirantes de encaje, que guiaban a un escote de corazón muy ligero, un vestido de cóctel, con una falda ancha de tul hasta la rodilla, resultaba perfecto para la ocasión.

— Te ves hermosa, Ajak. —mencionó la rubia, sin mucho esmero en ocultar su sorpresa al verla, cambiando su habitual semblante inexpresivo. Con Ajak siempre podía mostrar sus emociones.

— Se ve espléndida, señora. —intervino la vendedora antes de que la eterna pudiera responder algo.— ¿Cuál es la ocasión?

— Es mi boda. —aclaró la morena con una sonrisa ligera, siempre la ponía feliz decirlo.

Aunque no pudiera revelar la verdad de que la otra novia que se había probado vestidos más temprano en el mismo lugar, sería su esposa.

— Oh, felicidades entonces. ¿Quisiera ver algunos velos? —la Eterna aceptó y la mujer se retiró para buscar la prenda.

— Estoy muy feliz por ti, Ajak. —continuó Thena, tomándola de las manos. Contacto físico, Ajak le había mostrado ese lenguaje del amor.— Pensé que nunca te vería vivir sin huir, planear, dirigirnos y cuidarnos. Pero ahora estás por casarte, —mencionó con ligera sorpresa.— lo que es maravilloso. Se lo merecen.

— Gracias, T. —susurró en su oido tras abrazarla. Seguía intentando lo de no llorar, y era un gran esfuerzo, considerando que incluso Thena estaba emocionada.

— Apuesto que es la dama de honor, —intervino de nuevo la vendedora, haciendo que rompieran el abrazo.— ¿de qué color quiere su vestido?

— No escogimos un color para las damas. —aclaró Ajak, aunque Thena le dijera que no entre señas. Fingió demencia mientras veía los velos que le ofrecía la mujer.

— ¿Su boda tendrá algún color en particular junto al blanco?, —insistió la vendedora.— ¿rosa, azul, violeta?

— Dorado. —soltó de pronto, no sólo porque a Thena le gustaba ese color.

Eran dorado. Como la luz del día.

🔹️🌟🔹️

El pasillo era más largo de lo que esperaban, implicaba más de lo que creían. Ajak nunca pensó verse envuelta en una tradición humana, tan involucrada que estaba al borde de las lágrimas, aferrada al brazo de Kingo.

Habían planteado aquel protocolo en muchas formas, donde el novio debía esperar a la novia en el altar para que ella recorriera el pasillo. ¿Pero que había de ellas?, ¿solo una merecía la gran entrada?, ¿debían hacerlo juntas?

Muchas preguntas habían cambiado los planes, hasta que solo se volvió claro al darle un trasfondo. Así decidieron que Celia entraría acompañada por Gilgamesh y luego de su gran entrada esperaría en el altar a Ajak. Celia había esperado un héroe por muchos años, y Ajak en cada decisión que tomaba, cada lugar nuevo, cada paso, la acercaban a su destino de llegar a la vida de la humana.

La humana que la veía con lágrimas en los ojos al otro lado del pasillo luego de que las separaran por dos días. El suelo estaba cubierto con los pétalos de flores que Sprite había lanzado antes de que llegara Celia, las luces de navidad iluminaban el recorrido, el camino hasta encontrarla.

Luego de que conectaran sus miradas, el pasillo se hizo más corto, y cuando lo notó, ya estaba tomando de las manos a la castaña quien instantáneamente la abrazó.

— ¿Te he dicho lo hermoso que te queda el color azul? —le susurró la humana al oído.— Es mi cosa favorita de que sea tu color favorito. —continuó, arreglando un mechón que se había salido del peinado de la morena.

— Y yo nunca pensé verte con un vestido de verdad. —bromeó en respuesta, alejándose un poco para detallarla.— Ninguna palabra que haya aprendido en 5 mil años puede describir lo hermosa que te ves.

Y desde ese momento iniciaron una competencia basada en cual de las dos lloraría más.

— Son una ternura, pero debemos comenzar. —interrumpió Phastos, en su posición como ministro de la ceremonia.— Tendrán tiempo para eso en sus votos. —Ajak asintió y le sonrió.— Amigos presentes, estamos aquí reunidos para celebrar la unión en sagrado matrimonio de Celia y Ajak...

8 años atrás, esa era una frase que jamás les habría pasado por la mente, ni en sus sueños más salvajes, pero esa era su increíble realidad. Un viaje de 8 años las había llevado a ese destino, a su salvación. Así como 3 días sin Celia podían parecer insignificantes pero eran de sus peores recuerdos, esos 8 años podrían ser muy pocos comparados con los 7000 que llevaba viviendo en la tierra, pero eran los 8 años en los que se había sentido realmente viva.

— ¿Alguna desea empezar con los votos? —ofreció el moreno.

— Yo voy primero, —intervino Celia.— me harás llorar con lo que digas y no podré hablar.

— Eso no es muy justo para mí, pero lo haremos como prefieras. —accedió Ajak, provocando ligeras burlas por parte de sus amigos.

— Ajak. —titubeó Celia un poco, apretando sus manos con nerviosismo, hasta que la miró a los ojos.— Me costó tiempo comenzar a llamarte así, hasta que se volvió mi palabra favorita porque siento paz cada vez que digo tu nombre. —y cuando le sonrió de vuelta, la castaña no tuvo más miedo.— Ajak. Me costó volver a confiar en ti tras descubrir la verdad de tu historia, pero tú te volviste mi secreto favorito, me hizo entender porque debes resguardar historias para mantenerlas a salvo. Conocerte siempre es mi recuerdo favorito, aunque ahora lo reemplazaría por este. —continuó, acariciando su mejilla.— Todo lo relacionado contigo es lo que más amo en este mundo, Ajak. Eso incluye el pasar lo que queda de mi vida junto a ti. Te dije que me mostraras cada parte de ti para afirmar que eres perfecta, y quiero pasar mi vida recordándotelo. 

Solo Celia lograba dejarla sin palabras, tanto que Phastos casi debió empujarla para que comenzara a hablar y luego llorara.

— Ajak, tu turno.

— ¿Alguna vez te dije que estaba realmente encantada desde que te conocí por primera vez? —mencionó, e inmediatamente provocó una risita de Celia.— Hablo en serio, vivía observando de lejos a los humanos, hasta que ese instinto protector se encendió de nuevo contigo, cuando me sonreías al saludarme, intentabas bromear para que te hablara, y cuando te dije "hola" por primera vez, supe que nunca querría decirte "adiós". —y solo hizo falta eso para que su voz se rompiera.— Pondría mi vida sobre la tuya, Ce. Es la única manera en que puedo explicar cuanto te amo, y creo que aun quedaría corta. —la castaña la abrazó, y tras un par de sollozos pudo continuar.— Me despertaste de esa noche eterna y solitaria en la que vivía, siempre dices que yo traje la luz a tu vida, pero esa vitalidad nunca hubiera vuelto a mí de no ser por ti. Puede que a mi me vean como una heroína, pero la única que realmente ha salvado a alguien eres tú.

Ajak finalizó sus votos con un beso en la frente para la humana.

— Odio interrumpir, pero ya comienza a amanecer. —notificó Kingo, señalando el cielo detrás del pequeño altar que habían improvisado junto a la casa.

El naranja de la luz del día comenzaba a asomarse, el inicio de algo nuevo.

— Los anillos. —pidió Phastos, sacando un pañuelo de su traje.—  Necesito un momento. —y se dio la vuelta para limpiarse las lágrimas.

Thena se acercó solemne con la almohadilla donde reposaban los anillos. Comprarlos había sido todo un evento, Gilgamesh había ido con ambas, haciéndose pasar como el futuro esposo de Ajak que además pretendía no estar interesado, así que le dejaba la elección a la novia y la dama de honor. La vendedora de la joyería se había creído todo el teatro ya que incluso se había mostrado cómplice con ambas mujeres sobre la indiferencia masculina.

— Celia, con este anillo me uno a ti como tu esposa. —declaró Ajak colocando el anillo en el dedo de Celia.—  Para amarte en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad, en las alegrías y las tristezas. —finalizó con una sonrisa nostálgica.

— Ajak, toma este anillo como una promesa. —imitó Celia a la morena, eligiendo con cuidado sus siguientes palabras.—  De amarte en la riqueza y la pobreza, en la salud y la enfermedad, en las alegrías y las tristezas. Hasta que la muerte nos separe. —remarcó, mirándola a los ojos.

— Y la eternidad nos volverá a juntar. —prometió la eterna. Su negación implícita había dejado a todos en un profundo silencio, y era difícil saber a cual de las dos novias le dolió más aquella frase.

— Pueden besar a la novia. —sentenció su ministro de bodas.

La eterna posó la mano en la mejilla de la humana, quien quitó un cabello del rostro de la morena, llevando su mano a su nuca luego, ambas uniéndose en un beso sincronizado, que selló su amor por la eternidad, con el sol alzándose a sus espaldas.

Luego de la noche eterna, veían la luz del día, lo más parecido a un "para siempre" que podían experimentar, y que desde el inicio había estado destinado para ellas.

Aunque no hubieran campanadas, grandes decoraciones, o alguna clase de aprobación social, era la mejor boda que se pudieron imaginar. Cuando caminaron ambas tomadas de la mano, sonriendo y siendo vitoreadas por todos a su alrededor, lo supieron. Estaban donde debían estar.

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