Casualidad: Nega

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NOTA DEL AUTOR ORIGINAL: el OC Nega es autoría de Banghg, aparecido en los fics Llamadas y Ellos (no confundir con el de Agnes Marie). En nombre de todos los implicados en el Loudverse, le damos las gracias y rendimos homenaje por un OC tan ingenioso e icónico de este Fandom. Espero que este tratamiento de su creación le complazca.

Encendió el cigarrillo, dejando que la brasa se quemara un poco antes de darle una calada sin afán, aspirando el humo de tabaco barato, inundando sus pulmones de nicotina. Lincoln se ajustó la bufanda roja alrededor de su cuello, aflojando un poco el nudo. Hacía calor esa tarde en todo Royal Woods, y sentía que la temperatura era más intensa alrededor del campo de fútbol. En las gradas era insoportable, y no le importaba ver el resultado del partido. Ese lo conocía ya. Lo conocía muy bien.

El clamor de vítores y arengas de hinchas llegó a sus oídos. En otros tiempos habría pensado que era ensordecedor, pero la muchas veces que había asistido a ese partido ya lo tenía más cansado que otra cosa. Pensó en ir a un bar frecuentado por él (bueno, aún no), oler un poco de vodka, quizá contarle una historia a Royd. Bueno, mejor esperar un poco, tenía unos meses disponibles aún para oler su perfume etílico y asustar al buen Royd. Chupó un poco más del cigarrillo, indiferente a lo que ocurriera en esos momentos. Estaba detrás de los baños del estadio, un rincón en donde no sería encontrado por nadie y que le servía muy bien siempre para esa ocasión. Aunque alguna vez había decidido divertirse con las reacciones que pudiera tener su familia sacando la cajetilla en las propias gradas y encendiéndose el cigarro en frente de todos. Lo hubiera hecho esta vez, pero siendo sincero, ya le aburría. Ese era el problema, todo era cada vez más aburrido. Uno creería que ser prácticamente inmortal brindaría cantidades infinitas de diversión y disfrute, pero cuando se tiene once años eternamente no es así.

«Ahora que lo pienso, ¿cuántos años tengo realmente?». Ja, eso ya lo había pensado antes. Era difícil de determinar su edad. Todos los cambios y el hecho de que su memoria ya se permitía desechar recuerdos inútiles (como algunas muertes de Leni y Lynn) no le permitían establecer algo concluyente. Tantas veces que pasó esos meses una y otra vez...

Agitó un poco la punta del cigarro, liberando al aire un cúmulo de cenizas flotantes. A veces pensaba en que podía desarrollar cáncer o algo por fumar, pero enseguida recordaba que tras unos meses tendría cuerpo nuevo. Después de todo lo que le había pasado y le tendría que seguir pasando, tener un tumor en el pecho sería el colmo.

Otra calada más. Carajo, esa marca de cigarrillos era terrible, amarga como hiel de pescado podrido y encima duraba poco. Debería haber guardado dinero para comprarse los Luckys...

Un estruendo estalló en el campo. Lincoln se enderezó, tomándolo como su señal. Ah, la rutina, iba a tener que volver a ver a su familia atónita por la visión del cráneo machacado de Lynn, el cómo lo recriminaban por su insensibilidad, el cómo Lucy se retraía hasta el fondo de un foso negro... En fin, el prólogo para la muerte de Luna, de Leni, de él. El cigarrillo ya se había apagado. Lanzó la colilla humeante a un lado y se encaminó hacia las gradas, con el estruendo ensordecedor de la multitud resonando aún en los oídos.

Mientras llegaba escuchaba los gritos. Algunas veces diferían del guion, pero la mayor parte del tiempo eran las mismas interjecciones y expresiones comunes en esos casos. «Dios mío », «¡Llamen a una ambulancia!», «mierda», «Jesús Cristo». Se las sabía cómo un poeta conoce sus versos, pero nunca había escuchado el grito que un adolescente cercano lanzó: «¡Increíble!»

¿Increíble? Bien, eso era nuevo. Nunca había escuchado que alguien viera como hilarante una lapidación humana en vivo y en directo, pero hay gente para todo. Le importaría decirle algo a ese tipo, pero en realidad no. Meh, dentro de unos meses nada de lo que pasara esa tarde iba a ser digno de mención.

Siguió andando adonde pudiera tener buena vista de un cráneo abierto. El estrépito se dejaba sentir en las gradas, desde el césped, en el aire. Siempre era así. Le extraños no ver a uno de Ellos cerca. Bueno, a veces eran un enjambre el que se concentraba cuando ocurría lo de Lynn, a veces eran sólo un par. Suponía que la cantidad de Ellos variaba por mundos. Ya el verde césped del campo entraba en su campo de visión, a través de una muralla de espectadores. Ah, la morbosidad ante un hecho sangriento, típico. Vaya, incluso había un padre que subía a su hija en hombros. La gente actuaba algo rara esta vez. Interesante, podría comentárselo a Royd luego en el bar.

Se escurrió entre dos hombres que lanzaban aullidos eufóricos. Mierda, a estos tipos les gusta la sangre... Logró colar la cabeza y obtener una panorámica increíble del campo. Se centró en la congregación de jugadores uniformados dando saltos y tantos chillidos como la multitud. Los vio cuidadosamente.

Al principio no entendió lo que veía.

Todos los jugadores de los Gallos de Royal Woods se abrazaban, se daban palmadas, pegaban alaridos como jefes comanches y hasta un par se estaban dando un beso. El equipo de Hazeltucky parecía enfurruñado, todos tenían muecas de disgusto y se quitaban los cascos para arrojarlos al suelo. Eso no era para nada un ambiente funesto. Y entonces la vio, meneando las caderas de un lado a otro en su baile de la victoria, entrelazando los brazos con compañeros de su equipo, gritando plegarias a los dioses del fútbol. Lynn estaba celebrando por lo alto su enésima victoria, un triunfo más.

«No, no me lo creo...». Lincoln estaba atónito, su mandíbula cayó, sus ojos se abrieron de incredulidad. Miró a todos lados, miró a la multitud en pleno fervor deportivo, a ambos equipos, triunfante uno y derrotado el otro, a su hermana, quien estaba más viva que nunca, ebria de éxito, a su familia que estaba plena de júbilo y orgullo.

Y miró a lo largo de todo el campo, escaneando cada palmo de terreno, buscando a los comensales que debían estar ahí. No podía creerlo.

Ninguno de Ellos estaba a la vista. Ni uno solo.

(—)

Una vez, planeó escapar. No, esa palabra era generosa para lo que fue esa idiotez. Decidió escapar. Aquello fue un acto de desesperación genuino. Para ese entonces ya sólo quedaba en la fila para el río Estigio; Lynn, Luna y Leni ya estaban subidas en la barcaza fúnebre. Esa vez había evitado tocar a Lucy o a Cristina o a cualquier niña. Estaba asqueado, como bien se lo había dicho a Royd antes de esa noche: Ellos iban a tener que esmerarse esta vez para cazarlo. Cuando el reloj dio las doce, él ya tenía su ropa, cepillo de dientes, cómics y todo lo que pudiera necesitar para huir de Royal Woods. No tenía ningún plan de ruta o siquiera una idea de lo que haría a futuro. Con salir de allí le bastaba. Dejar la casa fue sencillo, con tres hermana menos y otras dos enviadas con la tía Ruth. Lisa estaba ya lo bastante aislada de todos, haciendo quién sabe qué. Lily dormía junto a Rita y Lynn (el padre, el que vivía), siendo usada como un amuleto de reconforte para un matrimonio que ya había pasado por mucho. Luan se habría quedado dormida llorando, Lucy ya estaba tan retraída, casi catatónica. Lori dormía en el sofá, incapaz de dormir sin su compañera, sin su hermana. Esa familia estaba ya bastante apaleada por Ellos. Por un segundo pensó en que lo que estaba a punto de hacer los iba a torturar aún más. Desechó ese pensamiento, diciéndose que esos Loud no eran los que conocía.

«Mi auténtica familia se desintegró en el antes, hace muchos mundos». Y así, se escabulló en medio de la noche. Charles no lo delató, él sabía que ese Lincoln no era el suyo. Lo dejó irse por la acera, en dirección a la terminal de Royal Woods. Tenía dinero en el bolsillo, unos cientos de dólares que tomó del escondite que tenían sus padres en el colchón. Lo había descubierto en otra vuelta pasada. Le bastaría para conseguir un billete de autobús hacia Ninguna Parte, justo donde deseaba ir.

Caminó entre las calles de Royal Woods, tratando de pasar desapercibido, no para las personas que pudieran pasar (por otro lado, la noche estaba desierta), sino para Ellos. El escape era una idea gestada desde hace algún tiempo, un mundo atrás. Cuando despertó en este mundo con la nariz en hemorragia, fingía ignorar a esos espectros que veía por todas partes. Hasta logró fingir decentemente asombro y pena con las muertes de sus hermanas. Podía verlos, en todas partes, ahora mismo uno pasó frente a sus ojos, reptante en dirección opuesta a la suya. Lo siguieron varios más. No volteó para ver qué hacían, por nada del mundo iba a llamar su atención. Siguió arrastrando la maleta sobre ruedas, metiendo la mano libre en su bolsillo. El aire estaba frío, los dedos se le entumecían al sostener el asa metálica de la maleta. Sabía que ese frío era una señal de Ellos. Los escalofríos le indicaban su presencia, cuando se aglomeraban las temperaturas descendían. Se daba una idea de dónde podía haber tantos de Ellos, la casa del señor Grouse estaba asediada por una multitud de espectros semejante a un cardumen de pirañas famélicas. No era su asunto, y al Quejón ya le tocaba su hora.

Siguió andando, esquivando los círculos iluminados por los postes, haciendo todo lo posible por no ser visto. Últimamente los Loud estaban en boca de todos. Gajes de mostrar una tasa de mortalidad elevada. Si alguien lo reconocía tiraría su plan por tierra, y él moriría, otra vez. Tomó un desvío, doblando una esquina que lo llevaba directo a un parque que colindaba por el bosque. Cruzando ese parque, unas calles más allá, estaba el terminal. Ya tenía un plan para que le dieran el billete y no fueran muy indiscretos. Charly Thompson era un encargado de expedir los boletos, era alguien con problemas maritales, era alguien ya viudo, era alguien que se encargó de serlo. Lincoln había hecho su tarea escarbando en la basura de Royal Woods. Era su pasatiempo favorito. Menos mal que evitaba siempre averiguar cosas sobre sus familiares. No le interesaba descubrirle una aventura sexual a papá o un hijo abortado a mamá.

Iba en dirección al parque, percibiendo que el aire se liberaba de un peso maligno y que el frío se disipaba. Dejó que la bufanda se aflojara un poco. Ninguno de Ellos a la vista. De momento. Él sabía que nunca podía tenerse confianza en su ausencia. Siempre había al menos una pequeña colonia de Ellos en todos los mundos. Alguna vez cayó en la trampa, volviéndose desprevenido, incauto. Era inútil estar alerta en su situación de bucle infinito, con ninguna variable al azar, pero ya se había acostumbrado. Estar alerta era bueno, lo hacía concentrarse en detalles para otros insignificantes y evitaba que se aburriera.

El aburrimiento era una cosa terrible. Había buscado tantas maneras de distraerse en el lapso de pocos meses con el que contaba en cada mundo, pero a diferencia de los despertares, los objetos de interés no lo eran. Las cosas eran así: o terminaba teniendo algo con una de sus hermanas (generalmente Lucy, aunque una vez, en tremenda racha de suerte, el choque y fuga fue con Lori), lo que acababa siempre mal; o intentaba levantar una red de chantaje con todo Royal Woods. Tenía anotados los trapos sucios de Flip (más sucios que su propia conciencia), de Kotaro, de la señorita Johnson, de DiMartino, de Pacowski, de Huggins, de los señores McBride (incluso ellos tenían sus pecadillos. Quién diría que esos dos escondían una afición al voyeurismo), de Scoots, de las costumbres poco recatadas de esa líder Bluebell, del señor Spokes... En fin, casi todo Royal Woods. Era peor que Lola. Pero incluso saberse los antecedentes criminales y los secretos familiares de todo el mundo era repetitivo, aburrido. Siempre le quedaba el bar y las charlas con Royd, pero francamente se hacía cada vez menos interesante. A veces le daban auténticos choques de ansiedad. Era un inmortal condenado al bucle de muertes, más muertes y muertes, despertares y vuelta a empezar. La rueda nunca se detenía. El era un verdadero y moderno Prometeo.

Y dentro de sí sabía que no escapaba de Royal Woods por esperanza, sino por aburrimiento.

Llegó frente a la entrada del parque. Era modesta, una cerca de piedra no más alta que su cintura con unos espacios abiertos por el que entrar. Este parque no contaba con faroles apenas, sólo dos luces solitarias que custodiaban las dos entradas y salidas de ese parque. Desde donde estaba, bajo el cono luminoso de una de las luces, podía ver el brillo de la otra, como el fulgor luciferino de un rape en la oscuridad submarina. Muy bien, sólo había que llegar hasta ahí. Volvió a inspeccionar el terreno, impidiendo a sus ojos distraerse en donde viera a uno de Ellos. Dos espectros estaban rondando, con aspecto de hiena cansada. Se detuvieron un momento, y notó que lo veían a él. Actuó como si lo único que le preocupara fueran los posibles extraños humanos, mirando hacia atrás. Cuando ambas criaturas se fueron, entró a la oscuridad del parque.

Sus pies tanteaban el sendero de tierra. El pulso cardíaco había acelerado un poco su ritmo. El peso del equipaje lo incomodaba, arrastrar una maleta por ese suelo rústico era algo difícil. Aun así iba a buen ritmo, adentrándose en la penumbra de ese parque, directo hacia la luz. Sentía frío de nuevo, pero eso no podía deberse a la presencia de Ellos, los sentiría. El aire en el parque se sentía ligero, inhalaba con gusto el oxígeno de los árboles que adivinaba por la luz de luna que se colaba entre un velo de nubes. Las sombras retorcidas y alargadas podrían haberlo asustado hace mucho tiempo. Ahora, él no les temía a los mismos monstruos que otros.

Faltaban como treinta metros... Veinticinco... Veinte... El fulgor eléctrico de la salida estaba cada vez más cerca. Respiraba ruidosamente, el esfuerzo lo estaba cansando. Pero ya tendría tiempo de dormir cuando alcanzase el terminal y se subiera en un autobús, y reclinaría el asiento al máximo, dormiría en un perfecto ángulo de cuarenta y cinco grados. Quince metros.

La esfera luminosa estaba tan cerca. Miró a todos lados, buscándolos a Ellos. Maldijo, en esa oscuridad no podía ver gran cosa. A la derecha un edificio residencial tenía las luces encendidas en pocas ventanas. Pensó que parecían ojos cuadrados. Las bombillas de luz amarilla daban un brillo como de animal al acecho. Pfff, ya estaba como Lucy, con los símiles y las metáforas. Él conocía algo peor que animales salvajes, contra los que no servían ninguna garra, ningún colmillo.

A su izquierda había un muro negro. Una opaca barrera de árboles con las copas siendo tocadas por los débiles rayos de luna. Era una mancha oscura de hojas y ramas. Recordaba que ese pedazo de bosque era antes de las Bluebells, pero hace años que no se oían vocecitas chillonas de niñas. Meh, no era su asunto.

Diez metros. Ya casi. No sabía a dónde se dirigiría, pero con que estuviera lejos de Royal Woods le bastaba. Quizá la casa de tía Ruth fuese una buena opción. Las gemelas estaban ahí. No era el lugar más cómodo y acogedor de la tierra, pero tampoco era cosa de ser exigente. Se distraería con la caja de arena de los gatos de Ruth, le masajearía los pies, comería su comida venenosa; coño, cualquier cosa estaba bien en su situación. Tal vez tendría una habitación más grande que un armario, compartiría tiempo con las gemelas... No, no las tocaría a ellas. Si hacía esto era para salir de ese ciclo.

Cinco metros. Listo, todo había salido bien. Podía ser que hubiera una oportunidad en frente suyo. Sabía que no se parecería en nada a lo que tenía antes. Ahora tenía unos padres machacados de dolor y tres hermanas menos. Pero aún le quedaban Lori, Luan, Lucy, las gemelas, Lisa, Lily. Aún tenía familia. Aún estaba a tiempo de reponerse. Quizá creciera traumado, quizá saldría adelante. Dejaría esos infinitos meses de muerte atrás. En su maleta tenía todo lo necesario. Allí había una gota de esperanza.

El umbral estaba ante él. El delgado cuerpo metálico del poste ya era visible. Sólo tenía que pasar por allí y huir de todo el sufrimiento. Dudó un poco. ¿Se atrevería? ¿Estaba seguro de que todo saldría bien esta vez? ¿Que no iba a morir como antes, que no iba a suceder en la tumba a sus hermanas? ¿Qué estaba pensando? Claro que algo bueno saldría de allí, nada podía ser peor que lo que le estaba pasando. Una puerta se le abría, ¿y la iba a cerrar? No. Al fin encontraría algo de paz. No iba a morir esta vez por ninguna buena razón.

Y caminó hasta la salida. Entonces uno de Ellos se apareció frente a él. Sonreía como nunca antes había visto sonreír a uno de Ellos. No supo cómo reaccionar. Cuando detrás de ese aparecieron muchos más, desde todas partes, comprendió qué pasaba.

Era un estúpido.

Soltó la maleta y echó a correr. Sintió a la manada de espectros revolverse tras suyo, gozosos de una cacería. Sus zancadas eran tan rápidas que parecía no tocar el suelo. Corrió tras el camino andado, directo a la otra punta del parque, hacia la otra luz solitaria. Pero tuvo que frenar en seco. Una horda de Ellos también lo aguardaba allí, con el porte de unos buitres sobre un campo de guerra. No, eso no podía estar pasando. La atmósfera estaba helada, como una cúpula invisible sobre el parque. Y podía sentir a varios de Ellos saltando las cercas, acercándose hacia él. Las nubes se movieron y despejaron el círculo plateado de la luna. Y entonces supo que estaba jodido. Una horda de Ellos lo rodeaba por tres costados, estrechando cada vez más el cerco sobre él. Desesperado miró en todos lados, no encontrando más que espectros de la muerte deseosos de liquidarlo una vez más.

No. Aún quedaba un escape posible. Viró hacia su derecha, hacia la negrura del bosque. Sabía que era una locura, pero su cerebro sólo mandaba señales de huida. Los sentía tras sus talones, su aliento de hielo y náuseas le soplaba en la nuca, aún a través de su bufanda. Entró corriendo al bosque, esquivando ramas y raíces protuberantes, rocas enterradas y demás elementos naturales sin ver. El puro instinto y la etérea luz de luna lo guiaban en su demencial carrera.

Idiota, ¿qué estaba pensando? ¿Que Ellos iban a dejarlo salir de su alcance, a dejarlo en paz? Estúpido, imbécil, las muertes repetidas se llevaron varias de sus neuronas. ¿Quién le dijo que podía tener esperanza alguna entre toda esa mierda, cómo llegó a su mente la idea de poder volver a una vida común, con cumpleaños por delante y funerales definitivos? Maldición, podría haber escogido morir como sus hermanas sin siquiera recordar qué pasó, podría haber elegido pasar esos últimos días de vida en este mundo tocando a Lucy, o refocilándose con Cristina. Podría haber esperado a despertar sin contratiempos en el siguiente mundo, tres meses antes de la enésima muerte de Lynn, Luna y Leni. Pero tuvo que arruinarlo, tuvo que pensar que podía engañarlos a Ellos.

Ya estaba muy adentro en el bosque. Oyó los aleteos de búhos ahuyentados y el correteo de ardillas y otros animalillos huyendo de su ciego paso, de la muerte que traía consigo. Era un milagro no tropezar o matarse en ese lugar. Pero él seguía viviendo, huyendo. El aire seguía bajo cero, enfriándole la húmeda capa de sudor que lo cubría. Pero su corazón bombeaba sangre aún caliente por todo su cuerpo, y sus músculos adoloridos seguían estirándose y contrayéndose. No duraría mucho así. El hálito de mortandad de Ellos aún le erizaba los pelillos de la nuca, aún los sentía tras suyo. Miró hacia atrás un segundo, y después sólo supo que estaba cayendo.

Su pie resbaló, doblándose en un ángulo extraño y doloroso. Se deslizó por una pendiente de barro, como un tronco arrastrado por una avalancha. No alcanzó a procesar qué estaba pasando cuando un tirón en el cuello detuvo su descenso. Y también detuvo su respiración.

Colgaba de la rama de un árbol crecido en esa pendiente. Sus piernas se sacudían en el aire, el cuello le apretaba pugnando por dejar pasar aire. Su bufanda lo tenía sujeto a una de las ramas de ese árbol. Sus manos trataron de buscar un resquicio por el que desatar el nudo. El pecho le estaba combustionando bajo una presión que venía desde adentro. Sus pulmones exigían oxígeno. Pataleó desesperado, rogando en medio de gorjeos y ruidos guturales un poco de aire.

Y allí llegaron Ellos. Cientos de duendes siniestros que sonreían al verlo luchando por su vida. Los escuchó riéndose, un ruido horrible como el de un montón de cuchillos frotados contra una piedra de afilar. Lo rodeaban, degustando su miedo, su esfuerzo fútil.

Creyó que esa iba a ser otra de sus muertes cuando el nudo se aflojó. Como por artimaña providencial se sintió caer en el suelo, dejándose llevar al pie de la pendiente. Jadeó, buscando aire, dejando que sus maltratados pulmones recibieran su carga. No supo cuánto tiempo estuvo allí, desplomado en el suelo, con Ellos riéndose y danzando ejecutando cabriolas en medio del aire, en medio del bosque. Al final pudo incorporarse lentamente, hallando que se encontraba en un claro, con la luna presenciando esa vil performance. Los miró a Ellos, que lo miraban a su vez, con esa mueca curva en el rostro que asemejaba una sonrisa torcida. Creyó que lo dejarían volver a su casa, a esperar derrotado su muerte. Y lo peor es que él deseaba que así fuera.

Pero entonces escuchó un gruñido bestial tras suyo. Miró hacia arriba de la pendiente, donde un lobo inmenso lo vigilaba con los colmillos resplandeciendo entre las sombras y los ojos amarillos revelando sus intenciones. Y quiso reír y llorar al mismo tiempo.

La bestia se le abalanzó encima, aupada por la hinchada frenética de seres de ultratumba. Como romanos presenciando una bestiarii en el Coliseo se deleitaban con aquel espectáculo tan viejo como el mundo. Sintió su garganta ser desgarrada de una mordida feroz, vio cómo su sangre liberaba vapor en la atmósfera glacial, se quedó tumbado en el suelo, con la mirada perdida, contemplando su bufanda roja tirada a pocos metros. Y aún fue vagamente consciente de una gran herida abriéndose en su abdomen, y al lobo escarbando sus vísceras.

Y entonces murió. Nunca más volvió a intentar escapar de Ellos.

(—)

Nadie de su familia comprendía su desasosiego inadecuado para la ocasión. La Lynnatica se había ganado otro trofeo para la vitrina familiar, Royal Woods había defenestrado una vez más a Hazeltucky y todos en la casa estaban con buen ánimo, junto a una Lynn que se vanagloriaba de su enésima victoria, una de las muchas que iba a tener en su larga vida.

Y Lincoln no había sonreído por nada de eso.

Él estaba en un estado casi de parálisis, con la mirada perdida en algún punto invisible o buscando frenéticamente cosas visibles sólo para él.

«Es otra trampa, eso es, como cuando intenté escapar o cuando salté de la azotea del hospital. Están esperando, seguramente Lynn resbalará con una pelota de béisbol y rodará por las escaleras, o se atragantará con su hamburguesa picante de la victoria, uno de sus submarinos será hecho con carne infectada por algún virus extraño y mortal del ganado, o Ellos vendrán en persona y cambiarán el orden. Sí, eso es. Luna va a dar un toque por la victoria de Royal Woods, y sobre el escenario morirá achicharrada, le caerá encima una viga o un andamio la empalará en un segundo, una cuerda de su guitarra se romperá y saldrá disparada hacia su yugular... En algún momento, una de ellas tendrá que morir». Así pensó el día en que Lynn eludió triunfante a la muerte.

Ahora ya había pasado una semana de ello, y ya era viernes por la tarde. El sol estival caía diáfano sobre el mundo, calentando la atmósfera y causando antojos de una bebida fría y tumbarse a la sombra de un árbol sin hacer nada. Lincoln veía la puerta cerrada del garaje de su casa, escuchando los compases amortiguados de guitarras y percusiones. Estaba en el columpio de caucho, oscilando levemente sin prisa. La sombra del roble lo tapaba de la luz, permitiéndole una muy buena vista del garaje cerrado, y una muy buena oportunidad de rumiar sus pensamientos. A pesar del calor, el nudo de su bufanda roja era fuerte, sin preocuparse de su cuello bañado en sudor. Estaba esperando.

No sabía si esperaba la muerte repentina de Luna en ese mismo garaje, la caída accidental de Lynn por las escaleras o simplemente que pasara cualquier cosa. Podría ser esa última. Estaba expectante, aguardando que uno de Ellos apareciera al menos para burlarse de él. Porque esa era otra cosa muy inquietante: desde que reaccionó tras la no muerte de Lynn, no recordaba haber visto a uno solo de Ellos al despertarse.

Aunque eso pareciera algo muy extraño, no notar la falta de semejantes criaturas, para él eso tenía una explicación: sencillamente, Ellos formaban parte de su vida, irónicamente, hasta tal punto que, así como respiraba, daba por sentado que estaban ahí. A veces se le cruzaban por el frente y se sobresaltaba, antes de recordarse que no había nada inusual. No era nada para preocuparse que hubieran duendecillos invisibles portadores de muerte por ahí; lo raro sería que no los hubiera. Pero aun así, ¿tan acostumbrado estaba a su presencia, como uno sabe dónde están sus extremidades aún sin verlas, que no reparó que esta vez no había ni uno solo? Mierda, eso era jodido.

«Puede ser que haya perdido la capacidad de verlos», razonó, «o que Ellos se estén escondiendo, divirtiéndose otra vez de ver mi cara de imbécil sorprendido». Esas eran posibilidades. Pero había una más acuciante:

«Si Luna no muere cuando dé el concierto, ¿qué pasaría?».

No quería saber la respuesta. Podrían suceder muchas cosas y muertes (comenzaba a pensar que era muy posible que las tres hermanas destinadas a morir fueran otras), o podría ser que, contra toda expectativa, toda su familia viviera. De algún modo, esa línea de acontecimientos lo inquietaba aún más. Y otra idea más terrible revoloteaba en su mente, perniciosa como un mosquito patas blancas.

«¿Y si no quiero que viva?»

La verdad dentro de sí era que, muy a su pesar, ya se había acostumbrado al infinito ciclo de muertes y despertares para volver a empezar. La marcha de esa rueda era toda su vida desde hace mucho, arrastrándolo en su rodar le gustara o no. Y en cierto modo, le parecía algo no tan desagradable. Mientras siguiera despertando y muriendo, tenía a su disposición unos seis meses con el agregado más apetecido de la humanidad: obrar según su voluntad sin ninguna consecuencia.

No lo llenaba de orgullo, pero aunque aparentara once años eternamente, su mentalidad era la de un hombre avejentado y experimentado en todo tipo de cosas. Había tenido borracheras ocasionales, había asesinado, se había dejado perder en cada droga que pudo encontrar, tenía un cinismo desmedido... y había tenido sexo, consensual o no, siempre inmoral.

«Lucy, Cristina, Paige, Lori, Ronnie Anne...», de verdad que no estaba orgulloso de nada de eso, pero vaya que había sido algo... Incluso con Cristina había perdido sus reticencias iniciales. Total, para una vez que no tenía que forzar a una chica y se quejaba.

—Hola, Lincoln.

Lucy estaba a su lado de pie. Aún no descubría cómo su hermana se escabullía, pero al menos ya no daba un brinco como idiota. Había cosas peores que Lucy.

—Hola.

—¿No te asusté?

—No.

—Jadeo...

Pudo ver que Lucy estaba impresionada por su falta de reacción. Se veía tan tierna... Ya, mejor no seguir pensando así.

—¿Cómo es que no te asustaste?

Lincoln se encogió de hombros.

—Algún día tendría que acostumbrarme —«Alguna vida».

—Ya veo... Suspiro...

Lincoln sabía qué a Lucy, aunque se quejara de ser ignorada por todos los miembros de la familia, le encantaba causar sustos en sus víctimas.

—Hey... —empezó a decir, capturando la atención de Lucy. Carajo, ¿qué diría? Hace tanto que no tomaba el papel de hermano mayor—, anímate...

Una pausa incómoda. Lucy estaba confundido.

—Eh... Claro. Lincoln, ¿estás afligido por algo?

—No, ¿por qué?

—Desde la victoria de Lynn éstas alicaído, no has participado en el júbilo familiar.

—Tampoco es tan así...

—Ajá.

Coño, ¿debía preocuparse por el tono nada convencido de su hermanita? Una parte arraigada le indicaba que era mucho mejor enfocarse en eso y tranquilizar a Lucy, pero otra parte igual de profunda y oscuro le recordaba en susurros su verdad: dentro de un tiempo, nada de eso importaría en lo más mínimo.

«Pues claro, sólo hay que esperar que ocurra lo predecible», pensó. Aún así, por más que estuviera desconectado de su familia y le hubiera daño a Lucy (a otras Lucy's), sentía que tenía que decir algo...

—Es sólo que no esperaba que Lynn ganara...

—¿Querías que perdiera?

—No, no es eso. Sólo que no pensaba que fuera a salir —«viva»— victoriosa del campo.

—Todavía me parece que deseabas que perdiera.

Lincoln no supo qué replicar. ¿Podía ser cierto eso? Bueno, claro que esperaba que Lynn «perdiera», pero ahora que ella seguía respirando y festejando sus logros, ¿no debía estar contento, no era momento de ponerse a bailar de alegría?

«No, recuerda que esto no durará».

—Creo que... que sí.

—¿Tiene que ver con lo de la vitrina de trofeos otra vez?

—¿Qué? ¡No! ¡No tiene nada que ver con eso!

Dios, ¿cómo coño le iba a importar la vitrina de trofeos? Ya había pasado por tanta mierda como para preocuparse por el número de galardones de sus hermanas. «¿Hace cuánto tiempo que no me fijo en los trofeos?». Tendría que aclarar eso...

—Es otra cosa —susurró tan bajo que Lucy apenas lo escuchó—, es... algo difícil de explicarte.

—No puede serlo tanto —dijo Lucy—, si me dices algo podría ayudarte, así como tú me ayudas.

Lincoln la miró directamente, buscando detrás del velo negro que cubría sus ojos. Lucy sintió un escalofrío recorrer su columna. Esa mirada de su hermano... Nunca la había visto, nunca Lincoln había parecido tan lastimado y triste. Pensó en retirarse y dejarlo solo en el columpio, mas recordó las veces en que su hermano trataba de ayudarla sin importar qué y cómo era capaz de enfrentarse al ridículo por ella. Tenía que resarcir esa deuda.

Se inclinó junto a Lincoln, y antes de que este pudiera reaccionar le pasó un brazo sobre los hombros. Sintió la sorpresa y tensión de su hermano ante el contacto.

Lincoln, por su parte, no entendía qué estaba pasando. Percibía que Lucy lo estaba abrazando, que entraba en contacto físico con él, sólo que no en ése tipo de contacto...

«Maldición, ¿de verdad he pasado a pensar únicamente en esa forma respecto a Lucy». Mierda, el pito le crecía en los pantalones. Sintió temor de que Lucy se diera cuenta y todo se pusiera raro. Mierda, ya la cosa era bastante rara. Vamos, sólo correspóndele como su hermano mayor, su amigo, el que la aconseja y cuida, y nada más.

«¿Por qué hacer eso?», siseo una voz en su cabeza, «lo que hagas aquí no tiene consecuencias, puedes restregarte contra ella y listo. Si te descubren y te encierran, te suicidas y eres más cuidadoso la próxima vez...»

—No —musitó por lo bajo. Lucy lo tomó para sí y decidió usar la artillería pesada. Abrazó totalmente a Lincoln y acercó su rostro al de él. Entonces se apartó el flequillo y sus ojos se encontraron con los de su hermano. Y Lincoln sintió cómo se despejaba su mente. Coño, en verdad había olvidado cómo eran los ojos de Lucy. Tan azules y tan llenos de inocencia y sentimiento honesto... ¿Cómo podía pensar en ella como algo más que su hermana? ¿Cómo empezó a pensar así de ella? Dios, en verdad él era la peor mierda del mundo...

—Dime, Lincoln.

—Lucy, es algo que tú no... no creo que puedas entenderlo, y no quiero que lo entiendas. Eres muy pequeña para pensarlo...

—Apenas soy dos años y seis meses menor que tú...

Lincoln se sintió tentado a decirle que no era tal toda la diferencia, que había ya mucha distancia entre ambos. Pero de repente volvía a ser su hermanita, ¿y qué clase de hermano le arrebata la inocencia a su hermanita?

—Sí, pero eso ya es algo importante. Mira, es un problema mío, te juro que algún día te lo voy a explicar, pero falta mucho para eso. Sólo te pido por favor que no le digas nada de esto a las chicas o a mamá y papá, ¿puedes?

Lucy dudó visiblemente. Sin el flequillo, sus ojos eran muy elocuentes.

—Pero si es algo así de profundo, mamá y papá pueden ayudarte.

—Por favor, sólo te pido eso, por favor.

—De acuerdo... Y yo te pido que por favor te pongas bien, y que me prometas que me lo explicadas algún día, ¿puedes?

—Je, de acuerdo.

Y se abrazaron unos momentos que le supieron a felicidad pura a Lincoln. Dios, eso era algo que necesitaba con desesperación. Eso era magia y vida verdadera. Hacía tanto que no sentía eso... Esa seguridad y confort. Se separaron y Lucy se despidió para buscar algo en el ático, pero antes le preguntó algo:

—¿De dónde sacaste esa bufanda?

—Oh, sólo la conseguí por ahí, tú sabes que hay muchas cosas en la casa.

—A Leni no le gusta.

—¿En serio? Lo anotaré, gracias.

Cuando quedó solo en el columpio, se quedó pensando. Pensó en muchas cosas, pero una se impuso sobre las otras, con fuerza y energía, tal como era la persona a la que se dirigía.

«Luna...», se dijo, mirando la puerta del garaje donde aún había música, «por favor, que no me duela tanto tu muerte».

Y duró otro rato en el caucho, oscilando lentamente, dejándose llevar. Eso era lo que hacía desde la primera vez que despertó, tres meses antes de que se repitiera el partido funesto de Lynn...

(—)

Un día, no quiso dejarse matar por Ellos, así que decidió hacerlo él mismo. Era fútil, pero se sentía mejor morir por mano propia que por la acción de unos espectros. Le daba la sensación de poder controlar al menos una parte de su vida: su muerte.

Con sigilo, se escabulló en mitad de la noche hacia el patio. Por el camino se encontró a un par de Ellos vagando por la sala. Lo miraron con esa mueca torcida que, suponía, era su sonrisa. No le extraño, había aprendido que siempre rondaban la casa por un tiempo antes de empezar con Lynn.

Mañana era el día del gran partido, ese donde su hermana deportista obtenía un cráneo semisólido. Quería ser el primero antes que ella. Al menos podría ganarle en una cosa.

Se metió en la cocina, donde buscó entre los cajones por la herramienta apropiada para su plan. Con cuidado de no ser oído, salió con un cuchillo. Un cuchillo de cocina enorme y cuya hoja brillaba a la luz de la luna como si fuera de cristal. Salió por la puerta trasera, directo al patio.

Una vez tomó aire y se encaminó hacia el columpio de caucho. La parejita de Ellos lo seguía con curiosidad. Eso era algo fuera de sus planes. Pudo ver a otros comensales cruzando la cerca. Olfateaban algo en el aire, una promesa de frialdad y muerte.

Los ignoró. Su presencia no le molestaba, con que nadie de su familia o algún vecino lo descubriera le bastaba. Se aproximó hasta la cuerda de la que pendía el neumático y empezó a cortar las fibras con el cuchillo. Trató de hacerlo con el menor ruido posible, atento a cualquier señal de intromisión. Cuando la cuerda estuvo a punto de ceder, arrimó su cuerpo hacia el neumático, esperando amortiguar su caída. A la final el pesado caucho cayó con un ruido sordo, que lo hizo detenerse un momento. Nada, sus hermanas y padres seguían roncando. Estaba solo, a excepción del público conformado por Ellos, un nutrido grupo de diablillos invisibles que iba llegando. Las noticias fúnebres corrían rápido en Royal Woods.

Se subió al borde del neumático. Echó un vistazo en derredor. La concurrencia esperaba. Bien, hora de la función.

Se quitó la bufanda, hizo un nudo corredizo sencillo, y pasó la cabeza por el agujero, amarrando el otro extremo a la rama. Trató de limpiar su cabeza de todo pensamiento y temor. No fue muy difícil, morir ahorcado no era el peor destino que existía, ni se acercaba siquiera. Pero una sombra de duda quedó allí vagando en el fondo, insistente.

«¿Esto cambiará algo?». La verdadera razón por la que hacía todo eso. No sabía si su muerte prematura cambiaría las tornas de lo que ocurriera a su familia. Probablemente Luna también quisiera hacer un concierto en su memoria y morir achicharrada. Seguramente Lynn también sufriría una muerte atroz por cualquier medio posible, y Leni la seguiría. Pero... Siempre quedaba una posibilidad. Le tomó mucho tiempo pensarlo y aún no estaba convencido de nada, pero ¿qué podría perder?, ¿la vida?

Así que se apretó la bufanda en torno al cuello. La fibra le picaba. Ya sentía cómo el aire se iba. Vamos, no tenía mucho tiempo. Ellos estaban eufóricos, haciendo cabriolas y danzando en torno al neumático, al chico y la bufanda. Lo disfrutaban.

Entonces Lincoln cerró los ojos, y dio un paso en el aire. Todo lo que supo después fue un tirón en el cuello, el tejido de la bufanda abrasando la piel de su cuello, su garganta ardiendo y contrayéndose rogando por aire, su pecho doliéndole desde los pulmones que no daban para más. Duró lo suyo, y se sintió eterno. Cuando al fin llegó la sensación de alejarse flotando del mundo un único pensamiento cruzó su mente.

«¿Servirá de algo?».

Y murió. Y despertó en un nuevo cuerpo, en su cama, con un espejismo de irritación en el pescuezo, tres meses antes del partido donde Lynn tenía que morir.

Aún a veces se preguntaba si su muerte en esa vida habría servido de algo. No estaba seguro de querer conocer la respuesta.

(—)

—¡This is ground control to major Tom, you've really made the grade...!

La voz de Luna se paseaba por el interior del local como una astronauta punk sobre una luna multicolor, poblada de ovaciones, ondulaciones en el aire con sabor a tutti frutti y ecos de sonidos venidos de un sintetizador solar. Estaba engalanada con sus mejores pintas de estrella del pop art, como salida de una sesión de modelaje por Andy Warhol. Un rayo de maquillaje rojo y morado surcaba su rostro en diagonal, el traje era estridente y perfecto para rendir tributo a David Bowie. Mazzy, Chunk y Sam la acompañaban vestidos en idéntica manera y daban lo mejor de sí para el público. El local era un salón alquilado especialmente para la ocasión, y estaba a rebosar de gente atraída con la promesa de obtener un buen espectáculo y un rato de ocio. Prácticamente toda la población juvenil y deportiva de Royal Woods estaba ahí, así como estaban también los familiares de la ganadora del partido.

—Wow, literalmente, Luna se está luciendo. ¿No lo crees así, Bubu Osito? —dijo Lori, abrazada a Bobby.

—Claro, bebé, en verdad la Luna lo está haciendo muy bien.

—Rockea... Suspiro... ¿Qué te parece, Lincoln?

—Pues... Bastante bueno.

—¿Sólo eso?

—Eh...

—Pfff, déjalo, Lucy, para el Apestoso nada es genial últimamente.

Lincoln y Lucy miraron a Lynn. Esta ya se iba a un rincón con unas amigas del equipo de fútbol. Luego se miraron entre sí. Como era predecible, su hermana ganadora se había ofuscado con la aparente indiferencia de su hermano. Lincoln no sabía a ciencia cierta si se trataba de un caso de necesidad de atención u otra cosa. Agh, extrañaba los días en que conocía a sus hermanas como la palma de su mano. ¿Qué había pasado?

«Pues que me morí unas cuantas veces, eso es malo para la memoria».

La verdad era que su familia al completo, con la excepción de Lucy, estaban extrañados con su falta de ánimo. Mientras todos celebraban él se quedaba en el columpio sin moverse, con la bufanda al cuello y sin hablar. Si sus hermanas solicitaban su ayuda se las daba, pero si le preguntaban cómo se sentía se quedaba sin responder o daba evasivas. Eso no era normal en él, y empezaban a recordar que un tiempo antes del partido de Lynn ese desánimo había aparecido. Lincoln se preguntaba si lo mandarían a un psicólogo. Ugh, esperaba que no, las pocas veces que su familia lo envió con el loquero resultaron ser puros locos los que lo atendían. Uno había logrado dormirse en una moto y quedar con un brazo inútil, otro era una especie de rabioso viejo cínico y amargado, otra podía ser pederasta (qué coño, era pederasta) los doctores de la mente en Royal Woods eran un caso serio.

—Hermano —dijo Lucy—, no te preocupes, sabes cómo es ella.

—Sí... Acerquémonos a la tarima.

—Bien.

Se abrieron paso entre las murallas humanas. Tenían calor, aunque el espacio estaba bien ventilado. Lincoln se fijaba en esos detalles pequeños, aquellos que podían ser vitales, o mortales. El cableado de las instalaciones, las varillas del entramado del escenario, el micrófono al cual Luna casi besaba en su canto, cómo estaban de lejanas las salidas de incendio. Sospechaba que Ellos tenían planeado un banquete inmenso, con un fuego encendiéndose en el escenario y esparciendo las llamas por todo el recinto, como en Carrie. Un holocausto de carne chamuscada y gritos aterradores.

Cualquier cosa podía pasar.

Lucy iba tomada de la mano de Lincoln, ya la habían empujado o pisado antes sin darse cuenta. Lincoln veía un inmenso progreso en ser capaz de tocar a su hermanita como lo haría un hermano y nada más. No podía (no se permitía) disfrutar al completo de volver a tomar el papel de hermano mayor, pero pensaba emplear todo el tiempo que le quedara en ello.

«Por una vez que no sea un hijo de puta no pasa nada».

Finalmente llegaron a primera fila, donde una imponente Luna bailaba con el micrófono una coreografía errática y explosiva, sin cortarse en dar patadas al aire y giros sobre sus pies. Sam tocaba los acordes en su guitarra. Lincoln pudo notar qué aunque no erraba ninguno parecía más interesada en Luna que en su instrumento. Chunk marcaba el ritmo exosférico de la canción y Mazzy le daba duro a los sintetizadores. La música era fuerte e increíble, acompañada de ovaciones y gritos de adolescentes que encontraban en Luna una nueva especie de ídolo. Le gustaba que así fuera, al menos Luna no volvería a morir por un imbécil que le lanzara su vaso de refresco.

Lucy sonreía. Lincoln tenía los labios ligeramente curvados, como si no terminara de dar su permiso para formar una sonrisa. Debía usar mucha fuerza de voluntad para tener presente que nada de eso duraría.

Era molesto, era como ser un león enjaulado, en medio de la sabana africana, viendo a todas las demás criaturas corriendo libres.

«Pero ¿acaso alguien está libre?». No creía, sus hermanas tenían las horas contadas y también el resto del mundo. Él mismo estaba encerrado en un círculo infinito. ¿Por qué sonreír sabiendo eso?

Pero había algo en la voz de Luna que tocaba una fibra en él. No podía explicarlo. Al mismo tiempo detestaba estar ahí en esa futilidad y se deleitaba en el ambiente festivo. No sabía a cuál rendirse.

—Son un gozo para mis oídos —oyó susurrar a Lucy.

La miró. Estaba sonriendo. Hace mucho que no notaba la belleza sutil en la sonrisilla de Lucy. Pensó que así debía verse su cara, Lucy tenia los labios apenas curvados, pero su expresión era claramente alegre, mientras que la de él debía de transmitir hastío. La diferencia debía ser imperceptible, pero la sentía así. Entonces Lucy le devolvió la mirada, con una pregunta implícita. Pensó su respuesta. Todo parecía tan difícil...

«¿En verdad lo es? No puede serlo tanto, no hay nada más sencillo que vivir y morir, yo sé de eso. Es algo con lo que no puedo luchar. Pero tengo una oportunidad aparente de seguir vivo por un rato... Ni yo comprendo lo que estoy pensando. Tengo... Tengo esta inquietud de la inutilidad de todo esto, mas quiero seguir viviendo. Me digo que quiero morir, pero se me olvida que quiero morir de viejo, habiendo llegado a adulto. Ellos me quitan esa posibilidad... Pero no he vuelto a ver a ninguno, he revisado el salón a cada momento y no hay muerte invisible aquí. Entonces, hay una posibilidad de que pueda vivir, al fin podría volver a ser yo. Pero tengo miedo, miedo de que vuelva a ser un engaño...». La mirada de Lucy lo apartó de sus cavilaciones, como si ella fuera lo más importante en el mundo, la explicación a todo. Y empezó a escuchar realmente la música, el ritmo sobre el escenario, el sentir del público, la voz de Luna que era tan bella...

Entonces se dijo que ese instante era lo mejor que había tenido en mucho tiempo, y lo estaba desperdiciando.

—Sí, Lucy —dijo, sus labios moviéndose, creando una sonrisa auténtica—, Luna rockera.

Lucy entendió que estaba feliz, y que sus problemas se solucionaban de un modo u otro. Eso la hacía feliz.

La canción estaba terminando. Luna y la banda descendían del espacio sideral.

—... And the earth is blue, and there's nothing I can do...

Los sintetizadores marcaban la atmósfera. Se sentía como el descubirmiento de una nueva galaxia repleta de luz y buena vibra. La guitarra rasgueaba unas notas celestiales. Lincoln pensó que ese ultimo verso era totalmente cierto.

«Nada que pueda hacer, excepto vivir con ello».

(—)

Cuando el concierto terminó, Luna estaba vivita y rockeando. Lincoln no se sintió decepcionado por esto, es más, lo alegraba. Lloró cuando la función acabó con una interpretación totalmente acústica de We Are The Champions. Lucy se impresionó por eso. Cuando preguntó que le pasaba obtuvo una respuesta aún más extraña:

«Es que me gusta que el concierto haya terminado». Lucy suspiró: «exclamación».

No dijo más hasta que se encontró con el motivo del concierto: Lynn lo miró con algo parecido al desdén y le preguntó que qué quería (en lenguaje poco formal). Lincoln le pidió disculpas y la felicitó por su victoria, que se la había ganado y que podía solicitarle cualquier favor.

—Um, lo pensaré —dijo Lynn antes de asestarle dos golpes rápidos en el hombro—: dos por ser un Apestoso —y lo abrazó por un momento—, y esto gracias por tus deseos, tuve buena suerte. Ya que dijiste favor... No te importará servir de compañero de prácticas de tu genial hermana, ¿verdad?

—No, ¿alguna otra cosa?

—Bueno, pensé que, ya sabes, como sueles dibujar tus cosas de nerd, podría darte una oportunidad de usar ese lápiz en algo que valga la pena y hacerme un retrato.

—Okey.

Si Lynn se extrañó por la actitud dócil de su hermano, no lo demostró. En su lugar, le abrazó nuevamente y le dijo que pronto deberían irse en Vanzilla. El señor Loud había preparado una bandeja especial de Lynnsaña de la victoria, hecha con mucha carne picante en honor a la campeona. Esa noche el baño iba a ser bombardeado con napalm.

Al cabo de diez minutos ya iban de camino a la casa. Una fiesta aparte se había establecido en el interior de la van. La música más británica posible sonaba a todo volumen. Luan contaba chistes y desarrollaba rutinas cómicas, Lola y Lana se peleaban amistosamente por elogiar a Lynn, esta aceptaba dándose ínfulas los halagos, Lori grababa todo en su teléfono y Leni sacaba fotos, Luna gritaba con entusiasmo la letra de We Will Rock You, Lisa y Lucy permanecían silenciosas, disfrutando sin intervenir el ambiente, Lily balbuceaba contenta. Lincoln también formaba parte de ese jubiló familiar con entusiasmo, sus padres y hermanas lo notaron. Volvía a ser su Lincoln, el optimista, el que siempre sonreía, el que animaba con todo el corazón a sus hermanas. Y Lincoln lo sabía, por primera vez en mucho tiempo, se sintió él mismo.

Todo volvía a ser como antes.

(—)

Llegó el día en que era el turno de Leni. Ellos no habían hecho acto de presencia. Aún conservaba ese nerviosismo de que toda esa felicidad fuera engañosa, pero el ánimo de tener dos hermanas vivas y triunfando permanecía en su sistema.

Ese era el día de la verdad.

Leni lo invitó a salir al centro comercial. Su primera respuesta fue que no podía, que estaba ocupado. No estaba absolutamente demostrado que nada malo ocurriría, así que no pensaba llevar a Leni directo a la tumba. O al menos, no estaría ahí para verlo.

Pero los ojos de perrito y la sonrisa perenne de su hermana eran potentes disuadores.

Y ese día la acompañó, escuchando a medias las palabras de la modista sobre tela de jean y tintes para el cabello. Tenía que estar atento por si veía algo que los demás no.

Nada, sólo las personas y mascotas o animales callejeros iban y venían por las calles. En esos días, había pensado en visitar el hospital y pasearse un poco por los recintos, en busca de Ellos. Cada vez estaba más seguro de que ese mundo era totalmente normal.

Una vez en la escuela, cuando estaba almorzando con sus amigos, vio a Cristina. Recordó lo que pasaba con ella en otros mundos y pasó lo que era de esperarse: tuvo una erección. Se sintió avergonzado. Bien, estaba volviendo a ser más normal. En otra ocasión no habría dudado de perderse un rato en los baños y mandarle un mensaje a Cristina invitándola a verse con él. El resto era fácil de imaginar.

Pero sospechaba que esa Cristina era... diferente. Para empezar había investigado a su familia. Parecían la típica familia clase media convencional sin historias bajo el tapete de abusos sexuales e incesto. Ajá, pero eso era siempre. Luego, trató de ver cómo se relacionaba la chica con los chicos. Los trataba a algunos con distancia y a otros con cautelosa amabilidad. A él lo evitaba como la peste. Pero eso era normal. Había pensado en que tendría que ir sin reservas y probar a besarla para librarse de sospechas.

Ahora, tenía una incómoda erección en medio de una charla con sus amigos sobre las películas y series de Ace Savvy. Bien, había que hacer algo con eso.

«Puedo ir al baño y masturbarme», pensó, «sí, eso haré, me la voy a jalar pensando en una niña que obviamente ha sido ultrajada y abusada de las peores formas...».

Esa línea de pensamiento lo hizo darse cuenta de lo que había estado haciendo en mundos anteriores. Ya era bastante malo aprovecharse de los horrores que hubiera tenido que pasar una niña de su edad, pero aprovecharse de sus hermanas menores en frágil estado emocional era el colmo. ¿Qué clase de mierda era?

«Pero esto es otra vida, puedo hacer borrón y cuenta nueva». Era verdad, nada de lo que había ocurrido en sus vidas pasadas tenía consecuencias en ese mundo nuevo. Podía dejar atrás el pasado y ser alguien de bien. Tenía una oportunidad de oro por delante.

«Sí, seré un buen tipo, cuidaré de mis hermanas, respetaré a las chicas y si noto algo raro fuera de lugar en Cristina, llamo a la policía», decidió, ya sin erección. Iba a ser un hombre nuevo.

Un niño nuevo.

—Eh, ¿Lincoln, en qué piensas, amigo?

—Los aliens parecen haberlo abducido.

—¿Estás ido hoy?

—¿Te hipnotizaron o algo?

—¿Cómo? —regresó al presente, con sus amigos mirándolo con suspicacia y preocupación— Ah, claro, sólo pensaba en que el nuevo videojuego de Ace Savvy saldrá en un mes, ya estoy elaborando un plan para estar de primeros en la fila.

Con eso, volvió a hablar como antes con sus amigos. Demonios, ¿también había olvidado cómo se sentía eso?

Después de ese día resolvió más que nunca volver a la normalidad.

(Ah, y también había descubierto que el tabernero al cual chantajeaba con la sobrinita muerta era inocente, al menos en este mundo. Su sobrina estaba viva y rozagante en otra clase del mismo año que las gemelas. Lástima, sin ese esqueleto en la zanja no tenía motivos para ir al bar ni para entablar charla con Royd. Iba a extrañar al buen obrero).

Su resolución iba viento en popa; ya salía con sus amigos, volvía al Arcade con Ronnie Anne, ayudaba a sus hermanas en lo que fuera, sus padres ya habían dejado la preocupación por su estado... Lo cierto era que en público era el Lincoln Loud de siempre, pero por las noches, le confiaba sus inquietudes a la almohada hasta dejarla empapada. Podía disimular muy bien, ni Lucy notaba nada fuera de lo común con él. Simplemente era que estando sólo comenzaba a pensar, a pensar en qué haría si todo resultaba ser una trampa o una felicidad pasajera, que tenía que estar alerta, que no debía aferrarse tanto a ese mundo que en cualquier momento podría ser demolido por Ellos. Sabía que eso era lo más sensato, pero su parte irracional le daba otro mensaje muy diferente: quería vivir en ese mundo con su familia.

Eso lo desgarraba, esa incógnita arraigada a su piel como un virus, extendiéndose tarde o temprano a cada una de sus acciones. Necesitaba quitarse esa película de preocupacion de encima, y sólo tenía una manera pensada: ir con Leni y ver qué pasaba.

—¿... qué opinas, Linky?

—¿Perdón?

—De los colores cálidos, ¿crees que van bien con la primavera o que debería probar con colores fríos?

—Bueno... no sé... creo que el contraste quedaría bien...

—¿Pasa algo, te sientes bien?

—Sí —mentía, el corazón se le había detenido una décima de segundo al ver la efigie metálica de un andamiaje de construcción. Caminaban directo hacia allá.

—Claro —Leni no sonaba muy convencida. Bueno, no fue una respuesta con los dotes actorales de Lola—. Creo que probaré con la tonalidades frías, en primavera hace un poco de calor y así la gente se refrescará, ¿funciona así?

—Eh, no. Leni, cuando te dicen colores fríos se refieren a...

Coño, un martillo se le había zafado de las manos a un obrero y cayó con estruendo unos metros delante de ellos. Si tan sólo hubieran ido a paso más apurado...

—¡Vaya! —exclamó Leni— Linky, como que mejor cambiamos de acera.

Así hicieron. Lincoln oyó al obrero gritando un «¡Lo siento!». Maldición, había estado cerca. Aún faltaban varias cuadras para llegar al centro comercial. Tragó saliva, nervioso.

—¿Qué decías de los colores fríos?

—Los colores... ¡Sí, los colores fríos! Te decía que «colores fríos» es una expresión, se refiere a... A colores tristes.

Leni no entendió.

—¿Tristes? Bueno, a mí me entristece cuando veo el morado mezclado con naranja... No, más bien como que me desagrada.

—No, no es eso. Me expliqué mal, no quería decir tristes, son más como tranquilos.

—¿Tranquilos, como que, te hacen relajarte?

—Sí, como el azul oscuro, el celeste, el turquesa...

—¿Cómo mi vestido?

—Bueno, tu vestido es algo más cálido.

—¿No dijiste que el turquesa es tranquilo? Pues yo soy algo tranquila...

—No me refería a...

Mierda, ahí estaban. Unos chicos con aspecto de cromañones que portaban lanzapapas. Carajo, esperaba que no vieran a Leni... Maldición, la habían visto. Vio que parecían conversar algo entre ellos, señalaban a Leni. No, no, no, hijos de puta, iban a matar a su hermana por una estupidez. Tenía que hacer algo, tenía que...

—Hey, Linky, esos chicos se ven agradables.

—¿Ah?

Había volteado a mirar a su hermana por un segundo. Al volver la cabeza, se encontró con algo muy raro: uno de los chicos, ya sin lanzapapas en sus manos, se acercaba a la pareja de hermanos. ¿Qué estaba pasando ahí...?

—Hola, disculpen —dijo el chico. De cerca no parecía tan cavernícola—, ¿tú eres la hermana mayor de Lynn Loud?

—Bueno, no soy la mayor mayor, esa es Lori, y también están Leni y Luan, pero sí, soy una hermana mayor de Lynn.

—Ya me parecía. Sabes, estuve en el concierto que dio esa chica, Luna, ¿no?; y no estuvo genial.

—Sí, Luna es muy buena rockeando.

—Y en ese momento no pude evitar fijarme en una chica muy hermosa...

—¡Qué bien!, ¿quién es?

—Tú —respondió el chico con una sonrisa de tipo Cool—. Soy Lance, mucho gusto.

—Oh, soy Leni, un gusto también.

Lincoln estaba atónito. Parecía que Leni y el tal Lance lo ignoraban. Bueno, no parecía, era así. «¿Qué demonios?».

—Em, Leni —dijo Lance visiblemente enrojecido—, me estaba preguntando, ya que nos conocemos ahora, ¿qué te parecería salir algún día a tomar un helado y tal?

—Vaya... Pues como que me gustaría, pero no tengo mucho tiempo libre, me pregunto quién lo habrá encerrado.

Lance soltó una carcajada ante la duda de Leni. Esta no percibió del todo el chiste, pero le siguió en la risa. Lincoln no soportaba más ese momento diabético.

—Leni, tenemos que ir al centro comercial.

La ,¿parejita?, recordó su presencia. Lance lo miró sorprendido.

—Hey, ¿eres hermano de Leni?

—Sí.

—Está genial ese cabello blanco.

—Ah... ¿gracias? —carajo, de repente el Lance le caía mejor.

—Y esa bufanda está chévere, pero como que desentona con el clima.

—Ah, es que estoy acostumbrado...

—¿Sabes de moda?

La voz de Leni estaba cargada de una fascinación y suavidad tales, que Lincoln supo que estaba ante el horror, ese mismo horror cuando iba junto a sus padres con un mandado y se topaban con un amigo surgido de la nada. Iba a durar horas allí. Ay no, Lance le devolvía la mirada, asintiendo con la cabeza, quedando hipnotizado en los ojos de su hermana.

«A la mierda, en este mundo no hay Ellos, hay Cupidos». Juraría haber escuchado el ruido de una cuerda de arco tensándose.

...

Fueron horas. Literalmente, dos horas con Lance y Leni haciéndose ojitos y él de lámpara. Interminables. Pasaron por el centro comercial, por el parque, por la heladería, por el parque de nuevo y, cuando Lincoln pensaba seriamente cometer un homicidio y excusarse por locura transitoria, hasta que volvieron a la casa Loud. La reciente parejita se despidió en medio de abrazos y palabritas melosas. Cuando Lance se largó, Leni estaba radiante.

—Es un chico lindo, ¿no crees, Linky?; sabe de buena moda y muy amable, tiene ojos bonitos, como de modelo, he pensado en traerlo un día a la casa y hacer una sesión de modelaje, a Chaz puede que le guste la idea; ¿recuerdas a Chaz?, a él le gustan las fotografías y lleva un tiempo tratando de reunirse conmigo, seguro se alegrará y me alegra que a él le alegre, como esos colores que decías..., ¿calientes? ¡No! Cálidos, sí, eso, cálidos... Oye Lincoln, ¿qué me ibas a terminar de decir sobre los colores tranquilos?

—¿Ah? —Lincoln estaba mareado por esa marea de verborrea. Temía embrutecer así cuando se enamorase al crecer (¡hey, ya se permitía pensar a futuro!) No entendía nada. Entonces recordó —¡Ah, los colores! No era nada importante, sólo que hay colores que te calman y otros que te emocionan, a unos se les llama fríos y a los otros cálidos. ¿Ya?

Leni asintió, antes de volver a formular una pregunta.

—¿Y tú bufanda te calma o te emociona?

—Pues... no sé. Creo que un poco de ambas.

—Oh. Bueno, tengo que irme a mi cuarto, Linky, muchas gracias por ser tan buen hermano —la rubia lo abrazó y subió rápidamente las escaleras.

Lincoln se dirigió a la cocina, necesitaba con urgencia un buen vaso de agua fría. La tarde había sido calurosa, larga y esa bufanda no lo ayudaba con eso... Ahora que lo pensaba, ¿por qué llevaba esa bufanda?

Agarró uno de los extremos libres y lo examinó. Era una sencilla bufanda roja, que se había habituado a llevar desde... No lo recordaba con claridad, simplemente había despertado una vez con ella y desde ahí estaba siempre. Sentía que era una de las pocas cosas constantes en su ciclo. Royd, la bufanda y su familia muriéndose. Era deprimente. El rojo en realidad no le gustaba mucho, le transmitía una sensación... desagradable. Se terminó de quitar la prenda, pensando en que con Leni viva el ciclo debía de haberse interrumpido definitivamente. Y eso lo llenaba de calma. La llevaba porque la presencia de Ellos le daba frío.

«Ya no tengo razones para conservar esta bufanda, no con lo que representa». Alzó la mirada, y vio por la ventana de la cocina, hacia la calle.

Salió de su casa, con la bufanda carmesí hecha un ovillo entre sus manos. Al llegar al bote de basura, levantó la tapa y tiró la prenda junto a los desperdicios del día. La contempló un segundo antes de tapar nuevamente el bote. Tuvo consciencia de lo similar que era a mirar la mierda excretada antes de tirar de la cadena. Se marchó, tratando de no mirar atrás. Volvió a entrar a la cocina. Se sirvió un vaso de agua helada, bebió con deleite, sintiendo el líquido pasar a través de su garganta desnuda. Aunque el agua estaba fría, su cuerpo y el ambiente se sentían cálidos.

Se sentía totalmente libre.

(—)

Lincoln iba caminando por la acera, entonces chocó con un hombre.

—¡Ay! —masculló el señor. Lincoln trastabilló y cayó de culo en la acera.

Se incorporó algo mareado. Se sobó la cabeza donde se había golpeado al impactar con ese señor. Auch, casi se había sentido como cabezazo de Lynn.

—¿Te encuentras bien, ¿chavo? — le preguntó preocupado el señor, con un acento que no le parecía de Royal Woods, ni de los Estados Unidos.

—Sí, disculpe, señor, no me fijé y...

—No hay nada que disculpar, chavo —Lincoln se fijó bien en el hombre. Claramente era chicano, como Ronnie Anne. Era de piel tostada y con un bigote fino sobre los labios. Iba con camisa blanca y parecía un señor muy amable —; ¿seguro que estás bien?

—Eh, claro. Perdone, tenía que ir a un sitio con mis amigos, en serio, disculpe...

—Ya, ya te dije que no hay ninguna bronca, tú ve tranquilo con tus amigos —dijo el señor con una sonrisa. Iba a seguir su camino cuando Lincoln lo detuvo un momento.

— Oiga, espero que la pregunta no le moleste, pero ¿es usted mexicano?

—Pues sí, ¿por?

—Es que una amiga mía, lo es. Bueno, es nacida aquí, pero su familia viene de México. Eso era todo, disculpe.

—Okey. Soy Jonás —el hombre le tendió la mano, que Lincoln tomó con calma. Algo en ese señor era agradable, debía de ser de esos que tenían amigos—. Perdona...

—Lincoln.

—Ah, como el presidente. Perdona que te pregunte, pero ¿ese cabello es natural o...?

—Oh, completamente natural, desde que nací.

—Ah, qué bien por ti. Bueno, tengo que irme al trabajo; adiós, Lincoln.

—Adiós, señor Jonás, que le vaya bien y buenos días.

—A ti también, ¡y ten cuidado!

Lincoln se despidió de ese hombre tan amable. Últimamente, tenía facilidad para encontrarse con personas amables. Suponía que era debido a una influencia por parte suya. Dos meses habían pasado desde esa salida con Leni al centro comercial, y ahora las cosas eran muy buenas. Lynn ya había sido ascendida a capitana del equipo de fútbol americano por su desempeñó invaluable en ese partido. Luna ya estaba cosechando una buena comunidad seguidores junto a su banda y su novia, Sam. Al único que no tomó por sorpresa esa relación fue a Lincoln. El resto de su familia no tuvo problemas con ello, fuera de unos chistes malos de Luan. Leni ya era algo así como la novia de Lance, quien resultó ser un tipo bastante cool. En general, las cosas iban bien. Pronto Lori se iría a Great Lakes para cursar carrera universitaria, Lucy había ganado un premio de poesía infantil por un recital especialmente sincero y poderoso que le hizo saltar unas cuantas lágrimas a Lincoln. Los Negocios Graciosos iban viento en popa. El resto de su familia estaba en un estado similar de éxito, con la apertura de La Mesa de Lynn y un trato editorial para su madre. En cuanto a él, había sido honrado con una participación en un anual de Ace Savvy junto a Clyde, se había hecho amigo de una nueva chica, Stella y pronto pasaría a secundaria. De paso, era su cumpleaños.

Hace unos meses no habría soñado siquiera con cumplir doce años, pero ahí estaba. Desde que comprendió que no tenía nada que temer por sus hermanas y por él mismo, la vida era dulce. Se permitía fantasear con un futuro exitoso como artista y muchos proyectos. Cada amanecer borraba un poco de los recuerdos de todo lo anterior, aliviando sus sueños. Ya no tenía pesadillas. Simplemente, había vuelto a ser Lincoln Loud, el de siempre. Y se sentía bien.

Tampoco encontró rastro alguno de Ellos.

Fue a cruzar la calle, esperó a que el semáforo cambiara a verde. Mientras pensó en el cumpleaños increíble que pasaría junto a sus amigos. Y a la noche esperaría la grandiosa sorpresa que le tenían preparada sus hermanas bajo la forma de una colección integral de Sandman. Creían que él no era capaz de usar los ductos de ventilación para enterarse.

Luz verde. Caminó, reflexionando sobre el estado de su vida, y de su conclusión:

«Hombre, la vida es bella». Sonrió. Sí que lo era.

Entonces vio por el rabillo del ojo algo que se movía. Una masa a gran velocidad que iba por la calle, directo a él. Se quedó alelado, como un cervatillo, con los ojos desorbitados. No comprendía lo que pasaba. El auto se acercaba, como un tiburón hace a la manera de un torpedo, listo para embestir a su víctima. El auto habría podido desviarse, o irse a dar contra un poste, pero siguió en línea recta. Lincoln acertó a poner un brazo por delante, como si fuera un caudillo bíblico con la potestad de tapar el sol.

Sintió el impacto, mucho más monstruoso que el que había experimentado momentos atrás. Salió despedido varios metros, por un segundo creyó volar. Aterrizó en el suelo, derrapando y con su rostro boca abajo, perdiendo varios dientes. Su caja estaba hundida, sus costillas perforaban sus pulmones y sobresalían de la piel. Sus ojos quedaron clavados en la nada, con el auto aún avanzando con el motor rugiendo. Tuvo un último pensamiento:

«Estoy muerto».

Y entonces el neumático delantero le destrozó la cabeza.

(—)

Despertó, pero no tenía esa sensación cuando despertaba luego de morir... Un momento... No, no, ¡no!, ¡No, no, no, NO! No podía ser, no... Pero si Ellos no... Él estaba vivo...

—Y ahora éstas muerto.

Miró asustado al frente, buscando esa voz espectral. En frente suyo estaba una anciana vestida a la antigua, sentada en un sillón orejero con la mirada puesta sobre él, enigmática.

«¿Quién...?».

—Tu bisabuela Harriet, querido.

¿Cómo?

—Estás muerto, nuevamente, y éstas en mi casa.

Lincoln no sabía qué decir. Maldición, de repente había perdido todo conocimiento sobre el habla. ¿La bisabuela Harriet? Pero si ella estaba muerta desde hace años...

—Sí, pero tú también lo éstas y eso no te impide comprender lo que digo.

—...

—Ya veo, éstas impresionado, lo comprendo —acercó una cajita metálica hacia él, que estaba sobre una mesa como salida de la niebla. Todo estaba bañado en brumas, excepto la vieja, el niño y el escaso mobiliario que veía—; toma una galleta.

—...

—¿No? Es una lástima, están riquísimas —tomó una con sus dedos terminados en largas uñas y la masticó en silencio. Al tragar volvió a concentrarse en su bisnieto.

—Ya que no puedes hablar, llevaré yo la batuta —se aclaró la garganta con un carraspeo—: éstas muerto, o algo muy similar. Lo mismo pasa conmigo, aunque tu caso es muy curioso, natural. Yo tuve que aprenderlo de la manera más dura, con esfuerzo y sangre y lágrimas. También tienes una habilidad muy especial que yo no manejo, y por eso necesito que le hagas un favor a tu querida bisabuela: viaja entre mundos y encuentra mi libro. ¿No dices nada? Entonces prosigo.

Tú puedes viajar entre mundos. Mejor dicho, tu conciencia lo hace. Y eso, Lincoln, es muy peculiar. Tan sólo tenerte aquí conmigo me cuesta trabajo. Y no te pediría ayuda a menos que fuera absolutamente necesario. Mi alcance es... Limitado. Tú, en cambio, eres muy adecuado para esta tarea. Necesito mi libro, apenas lo veas sabrás que es mío. Me fue robado por una pequeña niñita desagradecida, y mi pupila, bueno, es más de obstaculizar que de ayudar. Es posible que no seas totalmente consciente de cómo viajar entre mundos específicos, pero tengo la solución. Debes fijar tu pensamiento agonizante en un objetivo muy específico, un mundo en específico. Así deberías poder servirme bien. Ahora, ¿tienes algo que decir?

—¿Por qué morí?

—¿Disculpa?

—¿Por qué me atropelló ese auto? No había ninguno de Ellos ahí, no podía morir si no...

—Ay, mi pobre bisnieto, detente ahí. No comprendes, sé que Ellos son seres perniciosos y a los que es muy fácil culpar de todos los males, pero lo cierto es que estuviste en el momento y lugar equivocados para ti. Tú fuiste una mala casualidad, eso es todo.

—...

—De vuelta al silencio. Bien, escucha, debo ya dejarte marchar a otro mundo, interceptarte es una muy agotador. Ten en mente esto: si me devuelves mi libro, y castigas a la ladrona, yo intervendré para librarte de tu maldición. ¿Es un trato?

—...

—De acuerdo —la niebla comenzó a cubrir a las figuras. Era fría y viscosa, causaba repulsión innata al contacto. Lo último que escuchó Lincoln antes de desvanecerse entre la bruma fue la voz de Harriet, dándole una última advertencia:

—Cosas terribles pasarán pronto, querido, y ten esto en mente: Cuídate del Demonio. Te está cazando.

Oscuridad.

(—)

Volvió a despertar. Esta vez bañado en lágrimas. Sus pensamientos eran una maraña inconexa de conceptos, palabras y nombres.

«Casualidad, muerte, casualidad, nada de Ellos, mi familia, muerto, Harriet, mundos, Demonio, muerte, causalidad, un auto, mi cabeza reventando, Ellos, libro, maldición mierda NO, NO, NO, NO, Lucy nunca le dije lo que me pasaba y se lo prometí Dios ahora muerto casualidad Ellos Ellos... ¿Ellos?».

Se levantó de un salto, sin poder creer la visión que tenía frente a sí. Estaba en un callejón sucio, con el cielo del atardecer y solitario... A excepción de esa silueta conocida frente a sí. Uno de Ellos lo analizaba. Fue una mezcla de sentimientos raros, asco mezclado con familiaridad y la sensación de volverse a encontrar con un viejo amigo. Eso era... Era...

Entonces el espectro salió del callejón como una ráfaga de viento. Parecía sumamente excitado por algo. Entonces escuchó.

Sirenas, como si avisaran de un bombardeo enemigo, un ruido que hacía eco en todo Royal Woods y que parecía venir de todas partes. Una voz amplificada gritaba:

¡LA PURGA VA A INICIAR PÓNGASE A SALVO LA PURGA VA A INICIAR ESTÁ BAJO SU PROPIA CUENTA SI ABANDONA SU HOGAR O CUALQUIER ÁREA ASEGURADA LA PURGA VA A COMENZAR PÓNGASE A SALVO!

¿Purga?

Salió del callejón, encontrándose con que las calles estaban desiertas, a excepción de algunas personas que corrían a lo lejos, como si las llevara el diablo. Una cuenta regresiva había iniciado. Todos los edificios estaban sellados con las Santa Marías bajadas o con tablones clavadas en cualquier punto de entrada. Fue consciente de que el mundo estaba conteniendo el aliento, de que algo muy grave estaba a punto de pasar.

La cuenta regresiva terminó. De repente, Ellos inundaron las calles, en un frenesí enloquecido, roedor y loco. Lo rodearon, yendo en todas direcciones, traspasando su cuerpo. La temperatura descendió abruptamente. Oh no, Lincoln ya se daba una idea de lo que estaba pasando. Un festín iba a comenzar...

Y el caos, la muerte, la violencia y La Purga comenzaron.

Capítulo cuatro publicado el 14/08/2020.

NOTAS DEL AUTOR ORIGINAL: Cinco después de medianoche, casi como un libro de Stephen King. Hay algo mágico en esta hora, en el acto de escribir con la iluminación escasa de una lámpara o simplemente la pantalla de tu computadora o teléfono, con tus ojos empezando a quejarse. ¿Conoces esa sensación que viene de adentro y modifica tu ambiente circundante, como si el pensamiento y la emoción bastaran para cambiar el mundo? ¿No es esto vida?

Soy Wielmehr, el autor de los tres capítulos anteriores y el que acabas de leer. Originalmente se pensó esto como un prólogo unitario, que me tocó a mí escribir. Se suponía que tardara una semana en escribirlo. Como se puede ver, ni salió como unidad ni se hizo en una semana. Esto es el fruto de más de un mes de continuado esfuerzo por conseguir las palabras correctas para el proyecto más ambicioso que ha visto este Fandom hasta donde tengo conocimiento: el Loudverse. Un fic del Fandom para el fandom y por el Fandom, donde una saga épica como pocas tendría lugar.

En resumen, estas cuatro casualidades, impulsoras de la turbina, ocupan más de 35.000 palabras, más de sesenta páginas y muchas horas de esfuerzo. Descuidé mis fics personales en pos de esto. Lamento si has sentido esto como insatisfactorio, espero que los demás lo hagan mejor que yo. Andrés888 será el encargado de escribir el capítulo siguiente a este, el resto será por sorteo según haya disponibilidad en las agendas de los demás.

Si deseas participar, es tan sencillo como ir al foro The Latin House y entrar al hilo PROYECTO LOUDVERSE y empezar a soltar ideas. Créanme, es una gran experiencia.

Debo agradecer, primero que todo, a ti, que has apoyado este proyecto con tu favor desinteresado de dejar una review, un fav, un follow. Tú, el que lee estas líneas eres el motivo por el que seguimos adelante.

También debo agradecer a todos los participantes en el foro por su actividad, labor y consejo; a Andrés por ser uno de los más interesados y laboriosos participantes.

A Marcustine Ghost (espero que no te hayas cambiado el nick) por su portada, que no podría recibir otro calificativo de putamente perfecta.

A Dark-Mask-Uzumaki por su colaboración en sus fics; a Luis Carlos por tomarse la molestia de editar el proyecto en su cuenta, gracias a él este proyecto ha tenido tan buena acogida.

A Banghg por la creación del OC protagonista de este capítulo.

A J0nasNagera por su apoyo y palabras de aliento al fic (y a todos los demás fics, en realidad, por eso se ganó su cameo)

Al UnderratedHero por marcar buen ejemplo con su Réquiem por un Loud y no enojarse por el Overrated Villain (Ja)

Espero no haber olvidado a nadie, y si lo hice discúlpame, que estoy algo adormilado, ya son las doce y veinticinco.

También quiero recordar que este proyecto es realizado por autores del Fandom, que se toman su tiempo y esfuerzo en redactar y llevar el proyecto a buen puerto. Somos gente con una vida detrás de la pantalla que a veces es algo dura o simplemente fastidiosa, con trabajos y estudios, a quienes les gusta ver que su labor creativa es bien recibida y que un fav, un follow o un simple review diciendo que te gustó su escrito no cuesta nada.

Así que, ya sabes, si te tomas unos quince minutos en apoyar los fics de los participantes, se te agradece. Yo mismo (SUCIO Y TRAICIONERO SPAM) tengo tres fics publicados, que pueden o no gustarte. Uno ya lleva siete capítulos publicados y ha estado en un hiatus, otro es recién salido del Word y es un proyecto en que tengo mucha fe y dedicación depositada, el último es el primero que escribí, no estoy muy orgulloso de él, pero ahí figura. Y eso soy sólo yo, también están involucrados estos participantes invaluables:

Luz sin vida: escritor de terror, sus fics son sólo para gente seria y mayores de veinticinco años. De estilo descriptivo y muy preciso, el que lo compare con Banghg es puto.

Andrés888: el pana más serio, autor de una miríada de pilotos (como Lucha por ser un Loud) y varios longfics. Es como nuestro maestro hijueputa que nos da fuerzas en momentos de flojera o flaqueza.

Regamers10: probablemente, el autor más fanático del Ronniecoln y las latinas rudas. Es seguro que lo conozcan por el fic "Amar te duele" y varios proyectos aparte y ser el presentador de los Golden Loud. Un camarada venezolano.

Luis Carlos: si no lo conoces, entonces eres como Leni o no prestas atención cuando lees. En serio, sus shots de la tercera generación son más buenos que leche en polvo con azúcar (y que no pierde tiempo en hacerse autopromoción en esta historia XD)

Wielmehr: el pesado que escribe esta mierda de nota. Si no me dejas review, autodestruyo este fic... Mentira, sólo te lanzaré brujería santera.

Charly888: un panísimo colombiano que puedes conocer por Agente Blanco. Actualmente está haciendo un fic de comedia adolescente y una serie de historias conectadas por un mundo hostil y sin tapujos. Léanlo, o los jodo.

Dark Mask Uzumaki: amo de la secta de Sid Chang y creador de shots larguísimos. Actualmente está hacienso algo con Rega.

Crisstian: el wey está relativamente nuevo en el Fandom (como yo) pero tiene sus ideas acertadas y buenas, sus shots son entretenidos y da gusto leerlos.

Drei11: sólo tiene dos fics, pero son FICS BUENOS, de esos que dan para hacer teorías y que no puedes dejar de seguir. El tipo anda pisando fuerte y me interesa tener una colaboración con él.

Marcustine Ghost: este es el pana que nos hizo la portada y autor de otras en el Fandom. Ha escrito numerosos fics que injustamente no se lee nadie. Y eso debe cambiar, sus proyectos son interesantes y encima es un buen tipo.

Nyeron - (lo que sea, se cambia el nick a cada segundo): nuestro tipo de confianza en el foro, nos da aliento y es autor de numerosos shots y proyectos nuevos. También se sabe que ha tenido más trabajos y cargos que Barbie y Don Ramón juntos. De paso, es un gato.

Y si me olvidé de alguno, lo siento, ya casi es la una de la mañana y no termino esto. Sólo soltaré unas curiosidades sobre el proyecto antes de terminar:

Curiosamente, esto derivó de un hilo que abrí donde proclamaba un plan para vencer a los autores estadounidenses. Ni yo recuerdo cómo acabamos en esto. Otra de las ideas soltadas era una cuenta pública de lo que todo el mundo tuviera la contraseña y pudiera escribir un fic comunitario.

El orden de escritura ha sido este: Lisa, Lucy, Lincoln y Nega. El orden de publicación es diferente debido a que con Lisa tuve que editar el capítulo para añadir lo del mundo solitario donde quedó (que puede no estar tan solitario...) y de Nega aún no terminaba nada.

Tarde más de un mes en escribir las cuatro casualidades. Francamente, no creo volver a escribir un capítulo de este proyecto durante un buen rato. Me centraré en proyectos propios (también tengo cuenta en fictionpress, con el mismo nick, donde subiré material original).

El hechizo de Lucy es, literalmente, Fanfiction Net (unleash your imagination). No sé si alguien se habrá dado cuenta de la referencia.

Este capítulo es el texto más largo que escribí. En serio.

Si alguien se extrañó de que nunca me refiera a Nega por ese nombre, eso tiene explicación: en Ellos nunca recuerdo que Banghg se refiera por ese nombre a su OC, u únicamente en Llamadas. Ahora, sólo me he leído Ellos, y fue por intenciones de «investigación» para la escritura de este capítulo. De modo que, no me iba a leer Llamadas, que tiene más de setenta capítulos, y sólo me leería Ellos, ya que en el foro amablemente me informaron sobre el «final» de Llamadas. Hágase de cuenta que lo de Llamadas nunca pasó, al menos a efectos de este fic.

Y eso es todo por ahora. Me despido de ustedes, le dejo paso a Andrés y de parte de todo el foro los invito a frecuentar el mismo y a dejar su opinión del proyecto. Que tengan buenos días o noches.

Atte, suyo, Wielmehr.

Hasta la próxima. 14 de agosto de 2020. Una de la mañana.

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