Capítulo LXVII

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Se nota que ya hace frío y la gente no quiere salir porque el bar está medio vacío. Hay tres mesas de billar,  una barra muy larga con varios taburetes y unos camareros que parecen modelos. Parecen universitarios, quizá estén trabajando allí para pagarse los estudios, o no. Quién sabe.

Nos sentamos en una mesa y uno de los camareros viene a tomarnos nota. Katy no es muy discreta, cuando se marcha con nuestro pedido se gira descaradamente. Alan le da un tirón del brazo, no está molesto pero tampoco le hace gracia.

— Un poco más y te da vueltas la cabeza — le digo riendo.

— ¿Pero tú le has visto? ¿De dónde ha salido ese chico?

— De su casa, supongo — dice Justin, él también le está mirando.

Ese comentario me hace reír. — Nena, tú ya tienes a tu propio modelo como novio.

— Sí, es verdad, pero, mírale. A ver, no me miréis así, los tres chicos más buenorros del insti están aquí, sentados con nosotras.

— Pero es que esos chicos no tienen pinta de ser chicos de instituto — le respondo — más bien tiene pinta de universitarios.

— ¿Tú crees que en la universidad habrá chicos como ellos? — Dice con la boca abierta.

— Creo que ya no quiero ir a la universidad — dice Alan con cara de horror.

Nos hace gracia y nos reímos todos.

— Sí sí, tú te ríes pero porque has visto mundo — dice señalándome con el dedo — nosotros no hemos salido del pueblo.

Me río a carcajadas y Katy frunce el cejo. — Si te impresiona ver esos chicos no me quiero imaginar cómo te habrías puesto si hubieses ido a Hawaii cuando yo lo hice.

— OMG — dice Katy y se deja caer en el respaldo del asiento.

— ¡Has dejado sin palabras a Katy! — Dice Alan riendo a carcajadas — ¡Esto hay que celebrarlo!

Todos nos reímos, incluida Katy. Qué chica, qué cosas tiene.

Una mesa de billar se queda libre, veo que cuchichean y dicen que se van a jugar una partida.

— Seguro que van a ''arreglar'' lo que acaba de pasar — dice Justin.

— Tío, que es mi hermana — responde Derek riendo.

Había connotación sexual en ese comentario de Justin, me giro a mirarles y, efectivamente, se están provocando jugando al billar.

— Ya me imagino lo que hablan. "Con que te impresionan los chicos de universidad, te voy a enseñar yo lo que es un verdadero modelo" — digo imitando la voz de Alan.

— "¿Seguro? Eso vamos a verlo, ¿Apostamos algo?" — Dice Justin imitando la voz de Katy y todos nos partimos de la risa.

Aunque, eso de la apuesta... No me parece tan mala idea.

Cuando se queda libre otra mesa de billar, le digo a Derek que vayamos a jugar. Tengo en mente hacer una apuesta pero no estoy segura de que pueda ganar. He jugado muchos años con mis hermanos pero estoy un poco oxidada.

— ¿Hacemos una apuesta? — Le digo a Derek con voz sexy.

— Vale — dice sonriendo de manera pícara. — ¿Qué apostamos?

Me llevo el dedo a la barbilla y pienso. — Mmm, ¿un streaptease?

Derek parece interesado, me mira con ojos de deseo.

— Si ganas tú, te hago un streaptease y si gano yo, me lo haces tú a mí.

— Aceptado.

— Lo que pasa... que juegas con ventaja... no juego muy bien. ¿Me enseñas? — Le digo con voz dulce.

Él se ríe y se acerca a mí. Se pone detrás mía y juntos nos agachamos, ambos sujetamos el palo y hacemos un primer tiro. — Mentirosa — susurra en mi oído. Me pone el vello de punta que haga eso, en el buen sentido, y me giro para mirarle. — He visto las fotos en tu tablón, sé que sabes jugar. Tienes muchas con tus hermanos.

— Ya, pero estoy oxidada — le digo intentando sonar convincente.

— Ya ya — dice riendo. Vuelve a colocarse detrás mía, pero esta vez, antes de tirar me arrimo mucho más a él. Oigo como coge aire profundamente y roza su nariz en mi cuello, inhalando mi olor. — Te gusta provocar. — Acto seguido pone su mano en mi cintura y la aprieta.

Un escalofrío me recorre entera y se aprieta más contra mí. — Tú no te quedas corto — le digo jadeando.

En la primera partida todo son provocaciones. En la segunda nos ponemos serios y gano yo, aunque tengo la ligera sospecha de que me ha dejado ganar.

Cuando volvemos a la mesa nos dicen que les apetece cenar allí. Pido un sándwich mixto calentito y cuando terminamos, pagamos y volvemos a casa.

Los chicos suben directamente a las habitaciones y nosotros hacemos lo mismo. Nos ponemos los pijamas y nos cobijamos bajo las mantas.

— Me has dejado ganar, ¿verdad? — Le susurro apoyada en su pecho.

— No, para nada — no suena nada convincente. — Bueno vale, puede que haya colaborado un poquito a que ganases tú — confiesa riendo.

— ¿Por qué? Eso es trampa — le respondo riendo. Ahora la apuesta no es justa.

— ¿Sabes una cosa? Iba a hacerte el streaptease igualmente, ganase o perdiese.

— ¿Enserio? — Asiente con la cabeza. — Yo había pensado lo mismo, cuando se me curase la pierna, claro.

Le hago caricias en sus abdominales y meto mi mano bajo su camiseta. Adoro su cuerpo, es tan bonito, tan fibrado, tan perfecto. Subo un poco la cabeza y empiezo a besarle el cuello, dejo un mordisco ahí, otro en la oreja y voy directa a por su boca. Al principio le beso suave, dulce, después paso a devorarle.

Noto su erección y mi humedad, necesito sentirle.

— Luna... Pequeña, no podemos — dice jadeando, le falta el aire.

— Quiero, me apetece, de verdad.

— No quiero hacerte daño.

Sé que lo dice con doble sentido, tanto por mi pierna como por... Bueno, por si me vuelve a doler. Pero yo quiero, me apetece mucho.

— No me lo harás.

— ¿Estás segura?

— Contigo, siempre.

Ambos sonreímos y nos besamos. Se coloca encima mía y yo alejo la pierna, la coloco de tal forma que no me molesta. Besa mi cuello, lo muerde, me besa salvajemente y muerde mi labio inferior. Eso me pone muy malita, ese gesto tan íntimo, tan provocador. Tiene lujuria en su mirada, me sube la camiseta y va a por mis pechos. Succiona mis pezones suavemente, los lame y aprieta con sus dedos. Me arqueo de placer. No podía imaginar que esa zona produjera tanto placer.

Va dejando un reguero de besos hasta que llega a mis pantalones. Con cuidado me los quita, junto con las bragas. Me separa un poco las piernas y enseguida noto su lengua en mi clítoris. Despacio al principio, con cada lametazo me sobresalto. Este chico va a acabar conmigo, me muero de placer entre sus brazos. Poco a poco introduce un dedo en mi interior, noto que estoy muy húmeda y Derek levanta la mirada y me sonríe.

Sí, Derek Jones, ese es el efecto que tienes en mí.

Noto como introduce otro dedo pero estoy tan mojada que enseguida me acostumbro. Aumenta poco a poco la velocidad y con sus labios tira suavemente de mi clítoris. Continúa lamiendo y aumenta más la velocidad. Con mis dedos me agarro los pezones y exploto de placer.

No quiero hacer ruido, así que muerdo mi mano. Me ha dejado temblando.

Sonríe orgulloso y se levanta.

— ¿Quedaría raro si le pido un preservativo a mi hermana? — Dice muerto de vergüenza.

Me río ante su comentario. — No hace falta. Has cogido la misma mochila que el día de mi cumpleaños. Los preservativos de Katy están dentro, no los saqué.

Suspira aliviado. Entiendo que es un corte pedírselo, sobre todo porque seguro que ahora están haciendo lo mismo que nosotros.

— Pero aún no, ven aquí — le digo. Obedece y se acerca a la cama.

Me levanto y acaricio su cuerpo. — Luna...

— Shh — le pongo un dedo en los labios y le beso para callarle.

Le acaricio la espalda, le beso el cuello, le muerdo, le beso los pectorales, le acaricio los brazos y poco a poco voy bajando, hasta que me siento en la cama y quedo a la altura de su miembro.

Me relamo y le miro, está sonriendo de manera lujuriosa y yo, con más lujuria aún, agarro su pene y empiezo a acariciarlo, arriba y abajo, lentamente y él echa la cabeza hacia atrás.

Continúo el movimiento y poco a poco aumento la velocidad.

Noto cómo empieza a humedecerse su punta y es el momento para lamerlo. Lo meto en mi boca y lamo lentamente. Succiono y la meto cada vez más, y más hondo aunque con cuidado esta vez. Cada vez está más húmedo y está jadeando. Es increíble notar cómo aumenta de tamaño con mis caricias. Es una tontería, pero me parece fascinante.

Aumento más y más la velocidad hasta que me sujeta la cabeza con ambas manos y me mira. Es el momento.

Me tumbo en la cama, se pone el preservativo y se coloca encima mío.

Vuelve a besarme, pasa de dulce a salvaje, me provoca mordiendo mi labio inferior y se ríe cuanto yo atrapo el suyo. Estamos jugando y eso me gusta. Le noto en mi entrada y poco a poco me va penetrando. Es una sensación rara, no es molesta, pero reconozco que tampoco es agradable.

Llega un punto que me duele, está totalmente pegado a mí y sé que ha entrado del todo, por eso me debe molestar.

— ¿Estás bien? — Me pregunta acariciando mi pelo.

— Sí, imaginaba que podía seguir molestando.

— ¿Mucho? — Pregunta nervioso.

— No, no como la primera vez. Pero aguanta un poco así, porfi.

— Claro que sí, mi amor.

Empieza a besarme el cuello, es mi punto débil como bien sabe y esta vez funciona bien. Me dejo llevar y poco a poco empieza a moverse.

El dolor cesa pero no llego a sentir placer. Es una sensación muy diferente a la primera vez. Esta vez sigue sin haber placer pero disfruto más de la intimidad que tenemos.

Empieza a aumentar mucho la velocidad y da empellones un poco más fuertes hasta que se para de golpe.

— Perdona, lo siento mucho nena, ¿ Te hice daño?

— No, no, para nada. Continúa, no me duele — le digo asombrada de mí misma.

Asiente con la cabeza y vuelve a hacer los mismo movimientos. Siento un atisbo placentero. Aparece unos segundos pero enseguida se esfuma. Me da igual, yo le acaricio la espalda y le agarro el culo. Con ese simple gesto, mi chico se corre.

Me da tanto morbo y he disfrutado tanto del momento de intimidad que me da igual no haber terminado, total, ya me corrí en los preliminares, estamos en paz.

— ¿Seguro que estás bien? — Me pregunta cuando volvemos del baño.

— Sí, de verdad. He sentido algo diferente, han sido sólo un par de segundos pero me ha gustado. Reconozco que ahora me molesta un poquito pero he disfrutado mucho — le digo sinceramente.

— Eres increíble, mi niña — me da un beso en la cabeza y abrazados nos quedamos profundamente dormidos.

— Despierta, bella durmiente — abro los ojos y me encuentro a Katy.

— ¿Qué hora es? — Pregunto desorientada.

— Las 13:00h — dice riendo.

— ¿En serio? — Digo levantándome de golpe.

— Sí, pero tranquila, no te alteres.

— Se han levantado todos ya, ¿verdad? — Digo estirándome.

— Sí. Derek me ha dicho que te dejase dormir pero me moría de curiosidad — la miro sin entender. — Anoche os oí cuando salisteis al baño.

— Oh dios — respondo muerta de vergüenza.

— ¡Eso digo yo! Desembucha perri — exige muerta de la risa.

Le cuento mi segunda experiencia y ella asiente, lo entiende a la perfección.

— Estoy tan contenta por vosotros. Y orgullosa de ti, de que te hayas dejado llevar y estés disfrutando sin pensar tanto en todo — dice acariciando mi brazo.

— Lo mismo te digo. Cómo hemos cambiado — le digo riendo.

— Y tanto.

Juntas bajamos con los demás.

Vuelve a llover y aprovechamos para acabar de ver las películas de Paranormal Activity, con más chuches y palomitas.

Con mucha pena, me despido de mis amigos. Ha sido un fin de semana increíble, como todos los que paso con ellos y no quiero que termine.

De camino a casa, Derek y yo hablamos de lo que pasó anoche.

— ¿De verdad te gustó?

— Sí, mucho — le respondo. — Y más que me gustará cuando empiece a sentir placer.

— Eso no lo dudes, pequeña.

— Me sigue pareciendo gracioso que Katy me regalara esa caja, nos ha salvado ya dos veces — le digo riendo.

— Maldita — responde riendo. — Sólo a ella se le ocurriría.

Estamos en la puerta de mi casa y no quiero separarme de él. Ha pasado varias noches durmiendo conmigo y ahora hemos pasado el finde entero. Le abrazo con todas mis fuerzas y respiro hondo.

— Tranquila, pequeña. Mañana será un nuevo día.

Sé por qué lo dice, esta semana va a ser muy dura. Es la última que pasaré con mis hermanos. Me quedan 5 días para disfrutar de ellos y no pienso separarme de su lado, más del tiempo necesario, claro.

Derek me da un beso en la frente y se marcha en cuanto cierro la puerta.

— Preciosa, ¿qué tal? ¿Lo has pasado bien?

— Sí, muy bien. Muchas gracias por dejar que me quedase allí, me ha venido muy bien.

— Lo sé, por eso lo hicimos.

— Tom, esta semana voy a pasarla con vosotros, quiero disfrutaros el máximo de tiempo posible — le digo dándole un abrazo.

— Me parece bien — me abraza aún más fuerte. Me besa en la cabeza y me da las buenas noches.

Buenas noches, mi amor. Qué sueñes bonito

Buenas noches mi rey, sueña conmigo

Eso está hecho

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