Capítulo XXVII

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Los masajes de Derek me dejaron tan relajada que he dormido como un bebé.

Hacía tiempo que no dormía tan bien.

Me desperezo, me levanto de la cama y voy al baño a lavarme la cara.

Miro el reloj, son las 11h, tengo una hora para prepararme.

No soy capaz de moverme, me he puesto muy nerviosa de repente y me he  quedado petrificada.

Ha llegado el momento de la verdad, de saber todo.

¿Quiero saberlo? Claro que sí, sino no habría quedado con él. Necesito conocer su pasado para entender su presente.

Pero eso significa... no, no es necesario, ¿no?

A ver Luna, piensa, si él se va a abrir a ti, lo normal es que tu hagas lo mismo. Pero... si le cuento lo que pasó... ¿y si piensa que estoy rota?

No va a pensar eso, él no es así.

¿Pero y si lo piensa?

— Basta — me digo a mí misma.

Es como si hubiera dos Lunas discutiendo frente al espejo y ahora mismo es lo último que necesito.

Lo que necesito es valor.

Y sé exactamente cómo conseguirlo.

La ropa sólo es tela, pero puede hacerte sentir muy poderosa.

Cuando salgo de la ducha cojo del armario mis pantalones de camuflaje, una camiseta negra de tirantes y mi sudadera negra.

Me seco el pelo y me cojo una coleta.

Me pinto la raya arriba y abajo del ojo, me echo corrector y rímel.

Cuando me miro al espejo me gusta lo que veo, quizá un poco agresivo, o sexy, depende de cómo se mire.

Entro en la habitación justo cuando mi móvil vibra. Es Derek. Miro la pantalla sin saber si responder o no, me he vuelto a quedar petrificada y cuelga la llamada. Me siento mal al instante, ¿y si piensa que no quiero quedar? A los pocos segundos vuelve a llamar y lo cojo sin pensarlo dos veces.

— Buenos días — le digo.

— Buenos días guapa. ¿Qué tal? ¿Te he despertado?

— No, para nada, perdona es que estaba en el baño y no me dio tiempo a cogerlo. — Pues empezamos bien Luna.

— Tranquila no pasa nada. Te llamaba sólo para decirte que ya voy a salir hacia allí... y para que les digas a tus hermanos que no comes en casa, te invito yo.

— Vale, ahora les aviso.

— Enseguida te veo. — Dice y cuelga.

Voy al estudio y llamo a la puerta. No se oye nada pero no sé si estará en alguna videoconferencia. Cuando estoy durmiendo se pone los cascos para no despertarme.

— ¡Adelante!

— Buenos días precioso.

— ¡Mi niña! ¿Qué tal has dormido? — Me dice y me sienta en su regazo. Tiene esa costumbre desde que soy pequeña y me encanta que lo haga.

— Como un bebé. No voy a comer aquí, Derek me ha invitado.

— Te has puesto muy guerrera — levanta una ceja y sonríe. No es porque sea mi hermano, pero es guapo a rabiar.

— Sí, creo que hoy necesito fuerzas.

— Has hecho bien. ¿Has pensado si vas a contarle...?

— Sí, — le interrumpo — lo he pensado pero no sé si es buen momento. Depende de cómo vaya la conversación. Es un día... complicado... y quizá hablar de dos pasados desastrosos sea demasiado para unas pocas horas.

— Tienes razón. Siempre tienes tiempo de contarlo. Tú decides cuando.

Llaman al timbre y nos asomamos a la ventana. El estudio está justo encima de la puerta principal.

— Se ha puesto muy guapo. — Apunta Tom.

Lleva unos vaqueros azul claro y una sudadera gris. Va sencillo, pero he de admitir que todo lo que se pone le queda perfecto.

— Pásalo bien — me da un beso en la cabeza y bajo las escaleras.

Sam debe estar durmiendo aún porque no le veo por aquí, y es raro, es muy cotilla y habría bajado a abrir la puerta.

Cojo mi móvil, la cartera y las llaves y las guardo en una pequeña mochila.

Cojo el pomo de la puerta, pongo mi mejor sonrisa y abro.

— Vaya Luna, estás espectacular. No sabía que te iba ese rollo.

— ¿El rollo militar?

— Sí. Me encanta cómo te queda.

Le gusta, menos mal.

Caminamos juntos hasta el coche, nos montamos y arranca.

Por más que intento que no haya silencio entre nosotros no me salen las palabras. Estoy muy nerviosa y me da miedo tartamudear. No pasaría nada pero si puedo evitarlo...

Él parece estar igual. Tiene sus manos casi blancas de la fuerza con la que está cogiendo el volante y tiene la mirada fija en la carretera.

No quiero que esté tenso así que pongo mi mano encima de su muslo y se lo aprieto. Fue lo mismo que hizo él conmigo cuando cenamos juntos la primera vez y me transmitió tranquilidad así que quiero devolvérselo.

— ¿Dónde vamos esta vez?

— A las afueras del pueblo, pero no tan lejos como la otra vez. Hay un sitio al que me gusta ir y quiero llevarte conmigo, pero primero vamos a comer. Conozco un sitio donde hacen un pollo frito muy bueno, ¿te apetece?

— Me encanta el pollo. — Le digo sonriendo.

Tenía razón cuando me dijo que no estaba lejos, tardamos sólo 20 minutos en llegar. Esta vez el restaurante tiene más gente y hay música en directo. Me gusta el ambiente que hay.

Nos sentamos en una mesa dentro del restaurante, no tiene terraza pero es muy amplio.

Pedimos las bebidas y mientras miramos la carta.

— Te dejo mirar la carta pero si no te fijas en el precio — dice divertido.

— Lo miro porque voy a pagar yo. — Le contesto segura.

— No no.

— Sí sí.

— Hagamos una cosa — veo aparecer su mano por encima de la carta y me la quita — pedimos platos para compartir y pagamos a medias.

— Trato.

Miro la carta y no hay mucho donde elegir, la mayoría es pollo y... espera, eso que pone ahí...

Le miro por encima de la carta y veo que me está mirando.

— ¿Has elegido ya? — Le pregunto.

— Sí. Pero quiero saber que quieres tú.

— Quiero pollo frito...

— ¿Y?

— Con patatas por supuesto.

— Ajá — se está aguantando la risa.

Silencio... Más silencio...

— ¿Y?

Vuelvo a mirarle por encima de la carta. Me está sonriendo, una sonrisa tan grande que le ocupa casi toda la cara. Sabe algo que yo no, seguro, pero no puedo evitar reírme.

— Vale, quiero croquetas.

— ¡Lo sabía! — se empieza a reír a carcajadas.

— ¿Cómo?

— Me lo dijo tu hermano — sigue riéndose.

— ¿Cuándo? — Muy bien Luna. Tienes un vocabulario muy amplio.

— Anoche. Le dije a Tom que quería hablar hoy contigo y que quería invitarte a comer a un sitio bonito. Me dijo que no me complicase, que te trajera a un sitio donde hubiese croquetas. — Vuelve a reírse a carcajadas y yo me río con él.

— Acabas de conquistarme del todo. ¡Adoro las croquetas! — ¿Acabo de decir eso? Bueno no me importa, quiero croquetas.

El camarero viene con nuestras bebidas y Derek pide raciones grandes de pollo frito, croquetas y una bandeja de patatas.

Estoy tranquila escuchando la música de la banda cuando Derek coge mi mano.

— Oye Luna... ¿Ves feliz a mi hermana?

Esa pregunta no me la esperaba.

— A ver, yo la veo feliz, pero tú eres su mejor amiga y a ti va a contarte cosas que a mí no. Necesito saber si está bien con Alan, si están felices.

No puedo evitar sonreír. Es un buen hermano.

— Están muy felices. Alan la trata como una reina y es un amor de chico. Están muy enamorados. Estate tranquilo, de verdad, tienes razón en que me lo cuenta todo eso no te lo voy a negar, pero por el momento son todo cosas buenas.

Respira profundamente y sonríe. — Me alegra oír eso — dice mientras me aprieta la mano.

Estamos muy a gusto sonriéndonos y escuchando la música cuando el camarero trae los platos.

— ¡Que buena pinta!

— Que aproveche pequeña. — Según pronuncia esas palabras le miro. — Espero que no te moleste si te llamo así.

Qué tierno es. Me estoy muriendo un poquito de amor por él ahora mismo.

— Claro que no me importa. Puedes llamármelo siempre que quieras.

Le veo que ahora sonríe tímidamente. Me dice que haga los honores y soy la primera en empezar a comer.

La verdad que está todo buenísimo.

Durante un rato no hablamos, sólo comemos, nos miramos y disfrutamos de la música que toca la banda.

Hay una chica que canta muy bien y está haciendo un cover de She Looks So Perfect de 5 Seconds Of Summer.

Al terminar de comer me dice que pidamos postre, le digo que sí y al ver bizcocho de chocolate en la carta me aventuro a decirle que me apetece eso.

Como no puede ser de otra manera, él me sonríe y asiente gustoso. Le gusta el bizcocho tanto como a mí.

El camarero nos trae un trozo generoso de bizcocho y dos cucharillas y según lo pone en la mesa, Derek se levanta y se sienta a mi lado.

Coge una cucharilla, parte un trozo de bizcocho y me lo acerca. Hace como que quiere darme de comer pero cambia la dirección de su mano y se lo come él.

Así que quieres jugar, ¿eh?

Yo cojo la cucharilla la paso sobre el bizcocho y le pringo la nariz.

Empezamos a reírnos a carcajadas, estoy muy a gusto con él y es muy divertido.

Pasa su brazo por el respaldo de mi asiento y juntos nos comemos el bizcocho.

Cuando pedimos la cuenta, cumple su parte y pagamos a medias.

Tenemos que volver aquí, estaba todo buenísimo y el ambiente me ha encantado.

— Ven, vamos a dar un paseo. — Me coge de la mano y juntos caminamos a lo que parece un parque.

Cuando entramos y caminamos unos metros me paro y admiro el paisaje. Es espectacular. El parque es muy grande y veo que en la parte de abajo hay un estanque muy grande con patos. Al fondo veo lo que parece una cascada. Hay muchísimos árboles y flores.

— Es precioso Derek — le digo con los ojos muy abiertos.

— Es uno de mis lugares favoritos. Lo descubrí un día que vagaba sin rumbo fijo por el pueblo y quiero compartirlo contigo.

De verdad que ahora mismo me estoy muriendo de amor por él.

Empieza a andar y yo le sigo mientras admiro las vistas. Sé que estoy muy callada pero es que es tan bonito todo que no quiero perder detalle.

Pasado un rato, bajamos a la zona del estanque y nos sentamos en un banco, desde el cual se ven los peces y los patos. Hay también patitos, van nadando detrás de su madre.

Noto que me aprieta la mano y le miro. — ¿Quieres hablar? — Le pregunto.

— Sí. Quiero contártelo todo pero lo primero es volver a pedirte disculpas, no sólo por lo de ayer sino por todo lo que te ha hecho ella desde que llegaste.

Ella, no dice su nombre. Eso ¿es bueno o es malo?

— No tienes que disculparte, ella lo hizo todo, no tú.

— Lo sé, pero ella nunca te las va a pedir.

— Ya me imagino. Pero ahora que te disculpas... ¿Puedo preguntarte por qué no hiciste nada? — Me mira con los ojos muy abiertos. — El día del partido, ¿por qué no hiciste nada? Sé que lo viste todo.

— Sí, lo vi todo y estaba muy enfadado. Cuando os fuisteis me enfrenté con Luke, nos tuvo que separar el entrenador y créeme que discutí con Mary. Quise ir detrás tuya pero tenía miedo de que me rechazaras. Me has reconocido lo que yo me imaginaba, pensabas que era un capullo.

— Seguramente te habría rechazado, insultado o a saber qué más. Estaba dolida.

— Y una mujer dolida es peligrosa.

— Exacto — le doy la razón.

— Fui yo quien le dijo a Alan que fuese detrás tuya. Él lo había visto, pero Katy y Justin no, y al ver que te ibas corriendo sabía que no ibas a decirlo. Me preocupaba que te pasase algo si conducías en tu estado, así que le dije que fuese a buscarte. — No digo nada, sólo le miro. — Estaba tan preocupado que cogí mis cosas y me fui directo a casa y cuando te vi llorando... Se me partió el alma. Me quedé despierto toda la noche a posta con la esperanza de que bajaras y pudiera verte.

Recuerdo bien esa noche. Me alegra oír que me defendió, que se enfrentó con Luke por mí. ¿Lo habrá hecho más veces? ¿Por eso Luke me ha invitado a su fiesta de Halloween? ¿Es su forma de disculparse e intentar quedar bien con Derek?

— Me quedé tranquilo cuando vi que en parte volvías a ser la de siempre, que no te mordías la lengua, pero sabía que estabas mal y por eso te di espacio. Aunque he de reconocer que me tuve que contener las ganas de abrazarte.

— Fue una noche dura.

— Lo sé. — Mira al suelo, respira hondo y vuelve a mirarme a mí. — Mi historia con Mary es rara. Cuando empezamos el instituto me di cuenta de que muchos de mis amigos habían cambiado, estábamos más distantes y una tarde jugando al baloncesto conocí a Luke. Había oído hablar de él, o más bien de su apellido. Su hermano es una leyenda, desde que se fue no han vuelto a ganar un campeonato. En parte me sentí afortunado de que alguien como él quisiera ser mi amigo. No lo parecerá pero cuando era más pequeño era muy inseguro. Fue él quien nos presentó a Mary y a mí y al principio presionaba mucho para que pasara algo entre nosotros.

— ¿Cómo que presionaba?

— No lo decía directamente pero si iba a su casa a jugar a la play, estaba ella. Si quedábamos para jugar al baloncesto, estaba ella, incluso si quedábamos para beber en el parque, estaba ella. Era la única chica que venía. Alan y Justin nunca la han tragado, no les cae bien, y eso que al principio era distinta.

— Algo me comentó Katy.

— Se convirtió en capitana de las animadoras y empezó a sentirse superior a los demás. Luke no hacía más que repetir la suerte que tenía de que una chica como ella se hubiese fijado en mí. Y que además estaba de suerte porque él había conseguido que el entrenador me dejase formar parte del equipo. Ahora veo que me comió tanto la cabeza que sentía que le debía lealtad. Luego la lealtad pasó a miedo, miedo a que me echasen del equipo por enemistarme con él.

— ¿Por qué dices eso?

— Porque una noche Justin y Luke se pegaron. Se había cansado de seguirle siempre el juego, le contestó mal y Luke le pegó. Justin obviamente le respondió. Estuvo un mes sin poder jugar los partidos con nosotros.

— No te puedo creer.

— Tiene mucha influencia. Yo necesito una beca para poder ir a la universidad y que me echaran del equipo no era una opción. — Suspira y baja la cabeza. — Fui un chico al que le costó dar el estirón. Era bajito y flacucho y sabía que no tenía posibilidades de ganar a Luke.

— ¿Le tenías miedo?

— Sí. Por eso empecé a seguirle el juego. Fue tanto tiempo que al final se convirtió en rutina. Hasta que te vi a ti. Tan guapa, inteligente, contestona y sin miedo de ser tú misma. Cuando te vi pasar aquel día por el comedor y fui testigo de cómo les contestaste a Luke y Mary sin saber quiénes eran... Ese día me prendé de ti. Cuando te fuiste les miré y lo primero que pensé fue ¿qué mierda hago con esta gentuza?

Sabía que Luke tenía influencia en la gente pero ahora mismo me parece el ser más asqueroso del planeta. Junto con Mary, claro. A base de infundir miedo se creó un grupo, su propio séquito. Menos mal que al crecer se han dado cuenta.

— Ahora no te veo bajito y flacucho... — más bien alto y con mucho músculo.

— Al final di el estirón — se ríe — y cuando entré en el equipo empecé a entrenar duro.

— Ya lo veo — tengo que cerrar la boca o si no se me caerá la baba. Él me mira y me sonríe.

— Cuando vi cómo te trataban ellos dos decidí separarme del grupo. Por eso quise ir al cine con vosotros aquella tarde. En la fiesta del día anterior despertaste tanta curiosidad en mí, me pareciste una preciosidad y he de reconocer que cuando te liaste con Justin después de rechazarme a mí, sentí celos.

— ¿De verdad? Bueno, alguien tenía que bajarte los humos.

— Quise picarte a posta, a ver si caías en mi red.

— Siento decirte que provocaste todo lo contrario.

— Ya me di cuenta — dice y se ríe.

Lo que ha contado es duro. Básicamente Luke le ha estado manipulando mucho tiempo, vale que él se ha dejado, pero sabiendo cómo es el instituto... no puedo culparle.

— Todo se ha acabado. Como te he dicho la noche del partido me enfrenté con Luke, le dejé claro que se olvidara de mí. Me amenazó con hacer que me expulsaran del equipo pero me dio igual, en ese momento no me importaba nada más que tú, necesitaba saber que estabas bien. Con Mary también discutí, desde esa noche todo fueron discusiones y yo cada vez me fui alejando más, hasta el punto de que una noche que estábamos en casa de Alan echando una partida, ella apareció y yo me fui. Cuando llegué a casa vi que Alan me había mandado un mensaje diciendo que había echado a Luke y a Mary de su casa, que estaba harto de ellos y junto con Justin se separaron del grupo. Mary me llamó por teléfono y ya empecé a decirle que se estaba pasando, quise darle un toque de atención. Por lo que vi, no funcionó.

Así que eso fue lo que pasó la noche que le oí discutir con ella por teléfono. Aquella noche fue cuando el grupo se rompió.

— Es una chica insistente. — Le contesto.

— Sí, pero ya se le han quitado las ganas. Ayer en el Grill le dejé claro que no quiero volver a verla. Le dije que era una arpía que no merecía ser amada y que si continuaba así iba a acabar como su madre, sola. Por fin captó el mensaje. Me ha puesto en la lista negra de llamadas, me ha bloqueado en todas las redes sociales y seguro que me ha puesto a parir con sus amigas del alma.

— ¿Jessica y Karen?

— Las mismas. Que son amigas cuando les conviene claro. En cuanto se enganchan a un tío la dejan sola.

— Tienes razón, como siga así al final va a acabar sola.

Me acaricia la mejilla y yo me estremezco.

— Anoche fuiste muy valiente cuando te enfrentaste a ella. Tienes mucho poder y ella lo sabe, por eso iba a por ti.

— No voy a dejar que esa minion pueda conmigo.

— ¿Minion? — Pregunta riendo.

— Sí. No debería llamarla así porque adoro a los minion, pero es que la veo tan bajita y con voz aguda cuando se enfada que me recuerda a un minion.

— Son entonces tres minion, porque sus amigas son iguales.

Me río ante su apunte, tiene razón, creo que además a alguna ya la he llamado minion en mi cabeza.

— Siento que hayas tenido tantos problemas por mi culpa. — Le digo agachando la cabeza, y es verdad. Sé que no tengo filtro y seguro que algo de lo que he dicho o hecho le ha molestado.

— Al contrario, te doy las gracias por haber aparecido. Me has salvado de una vida de miseria junto a esos dos. — Se incorpora y se pone serio. — Luna, me da igual lo que pase a partir de ahora, me da igual si ellos me crean problemas o incluso si me echan del equipo, me da igual todo.

— No digas eso, no te van a echar del equipo. Juegas muy bien y junto con Alan y Justin hacéis muy buen equipo y el entrenador lo sabe. Últimamente lo estáis haciendo los tres de maravilla y vi cómo el entrenador os felicitaba. Luke sólo lleva el apellido porque de talento no ha heredado nada, sólo soberbia y prepotencia.

Con un gesto me hace callar. — Luna... — Me coge ambas manos, se acerca más a mí y respira hondo. — Yo lo único que deseo es estar contigo.

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