Capítulo veinte

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Despertaron con la ropa puesta, otra demostración que hasta eso era nada más que una ilustración, algo falso, como todo lo demás.

La lluvia había cesado, y se veían los charcos de agua en el suelo.

—Y seguimos aquí... —murmuró Lisa al despertar, se veía cansada, decepcionada—. Parece que no va a terminar.

—Cada segundo es un segundo menos, Lili.

Ésta sonrió, se separó de Jennie un poco, se sintió abandonada por el calor y escondió sus manos debajo de sus brazos, abrazándose a sí misma, mientras miraba el exterior, odiando esa vista.

—Sabes... En realidad me gustan mucho los apodos, pero no los usamos mucho... ¿Te gustan los apodos? ¿Jen, Nini, Jendeukie?

—Si yo soy Nini tú eres Sasa, no Lili —dijo, con una risa, la menor también rió y cubrió su rostro.

—Suena horrible...

Jennie se encogió de hombros.

—En verdad, me dan lo mismo, pero puedo llamar por un apodo si te gusta —dijo, se sentó más cómodamente en el suelo, que ya había dejado de parecer un colchón, siguiendo la acción de Lisa—. ¿Liz, Limario... ? Hum... ¿Lisnie?

—No estaría mal.... No son tan feos —dijo, tembló un poco, con un escalofrío—. Jennie, tú.... ¿No tienes algo de frío?

Kim frunció un poco el ceño, miró sus manos, que estaban más pálidas de lo normal, y algo rosadas por el frío.

—Ahora que lo dices... Está todo más frío —su mirada fue al exterior, a lo lejos, notó el charco de agua, que comenzaba a congelarse, algo de hielo ya se sabía formado y avanzaba en dirección a la caja—. Lisa.

La menor la miró, su ceño fruncido con algo de pena, sus dientes castañearon, Jennie notó que sus antes rosados labios ahora se veían más morados, en sus ojos vió esa paranoia que siempre se encargaba de eliminar.

—Abrázame —mayor abrió sus brazos hacia ella, y Lisa sólo se refugió en estos, enrredó sus piernas entre las de ella, sus brazos pasaron debajo de los de Jennie y esta la cubrió sobre los hombros con sus brazos.

La mirada de Lisa fue hacia afuera, el charco estaba completamente congelado, y las esquinas de la caja comenzaron a congelarse.

—J-Jennie... ¿Qué pasa?

—Está terminando, Lisa —murmuró—. Es lo último.

—¿Nos van a dejar morir congeladas?

—Despertarás en otro lado, lo prometo tranquilizó, sus labios estaban azules—. No vas a morir, ya sabes que no puedes morir aquí.

—E-El hielo avanza muy rápido —murmuró, viendo todo volverse de un color blanquecino—. E-Esto no es normal, Jennie...

—El hielo falso, lo están apurando para que todo termine más rápido.

—Tengo miedo —murmuró la rubia.

Jennie cubrió sus ojos.

—Imagina otro lugar —sintió las lágrimas en sus ojos, sabiendo que esa sería la última vez que lo diría—. Estarás allí... Yo estaré contigo allí también.

Lisa asintió, la castaña se quedó largos segundos viendo el hielo avanzar, hasta que la mano de Lisa cubrió sus ojos también.

—Jennie... Gracias.

—Gracias a tí, Lisa —murmuró, apoyando la mejilla sobre la cabeza de Lisa, hacia tanto frío que el movimiento le dolió.

—Te amo —le recordó, ellas no lo veían, pero apenas eran unos pocos centímetros que quedaban para que la caja estuviera completamente congelada.

—También te amo —correspondió Kim.

Y no fue más de un segundo, que el hielo completó toda la superficie de los cristales, que todo terminó, y ambas cayeron hacia atrás, ya sin más, separándose de su abrazo.

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