( i will scream them loud tonight, can you hear my voice this time? )

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extra v.
the lonely & the curious










Michael Nott sabía que lo había hecho por los motivos correctos: estropear las redadas, evitar que sus compañeros abusaran de su poder, enterarse de información valiosa por parte de Umbridge...

Eso no significaba que no odiara ir con la patética insignia de la Brigada Inquisitorial prendida en la túnica, que le valía miradas asustadas de los más pequeños y despectivas de los más mayores.

A Michael nunca le había importado mucho lo que otros pensaran de él. Generalmente solitario, solía hablar únicamente con su hermano y Blaise, también con Susan y Harry, además de algunos del equipo de quidditch de Slytherin, pero no le gustaba escuchar amenazas mal susurradas contra él cada vez que caminaba por los pasillos.

Además, odiaba ver cómo Ron Weasley le observaba cada vez que llevaba aquella insignia. Por algún motivo, sí le importaba lo que aquel Hufflepuff pensara. Y detestaba ver su mirada de desprecio cuando le descubría con sus compañeros de la Brigada Inquisitorial castigando a alguno de los alumnos.

Si Ron supiera que lo odiaba tanto como él hacía... Pero Michael no podía ayudar a todos. Solo a los que era prudente, para asegurarse de no ser descubierto.

—No comprendo por qué entraste en la Brigada Inquisitorial, ¿sabes? —le comentó Harry un día en la sala común. Michael le dirigió su habitual mirada malhumorada—. Ni siquiera aguantas a la mitad de los que la forman. Y no haces nada por ayudarles. Solo llevas esa estúpida insignia de un lado para otro.

—¿Desde cuándo te importan mis asuntos? —le había respondido Michael. Harry había rodado los ojos.

—Desde que pareces dispuesto a seguir los pasos de tu padre. —El azabache bajó la voz al decir aquello y le contempló con seriedad—. Solo espero que no termines entre los mortífagos por el mismo motivo.

Y Michael le había dirigido una mirada desdeñosa antes de marcharse. Pero no podía evitar pensar que, en parte, Harry tenía razón. ¿Estaría dispuesto a formar parte de las filas de los mortífagos, aunque fuera como espía? Mentiría si dijera que no se lo había planteado en más de una ocasión.

Aunque Samuel Nott se lo tenía completamente prohibido. Tan solo lo habían hablado en una ocasión, poco después del regreso de Voldemort.

—Durante la guerra, fui espía para la Orden del Fénix, formé parte de los mortífagos. —Michael había comprendido por qué su padre se lo había llevado a dar un paseo por los jardines cuando pronunció aquellas palabras. Estaba claro que no deseaba que Theo se enterara de aquello, no aún, al menos, porque era inevitable que terminara por hacerlo—. Desde que me gradué hasta la caída del Señor Tenebroso. Ahora que ha vuelto, he de seguir siendo su seguidor. No tengo opciones; no tolera a los traidores.

—¿Y seguirás siendo un espía? —había preguntado Michael, a lo que Samuel había asentido.

—Iremos al cuartel general de la Orden en pocos días —le comunicó—. Tendré que explicárselo a tu hermano después, pero deseaba hablar contigo antes. —Su padre había suspirado—. Michael, no es raro que el Señor Tenebroso reclute a jóvenes de dieciséis en adelante para sus filas. Chicos de familias de sangre limpia, hijos de otros mortífagos. Le he rogado que espere a que te gradúes. No puedo hacer otra cosa que eso. Pero, por favor, si cualquiera de tus compañeros, si alguien te lo ofrece... No lo hagas. Ni siquiera para continuar mis pasos. —Había una inmensa tristeza en su mirada. Una casi a la altura de la que adquirían sus ojos las pocas veces que hablaban de su madre—. Hazme caso en esto. No es algo que quieras vivir.

Michael le había jurado que no aceptaría la Marca ni aunque se lo ofrecieran, a la vez que se prometía que mantendría alejado a su hermano de todo aquello. Pero su mente no pudo evitar crear un «¿Y si...?» que llevaba meses sin poder sacarse de la cabeza.

Su padre era un mortífago veterano, pero si chicos de su edad comenzaban a unirse, si antiguos compañeros de escuela entraban a las filas del Señor Tenebroso, resultaría útil tenerle a él como informante. Samuel podía no estar al tanto de los planes que Voldemort confiaba a los más jóvenes, pero Michael podría enterarse. Podría avisar a la Orden. Y aquella idea no desaparecía.

Ofrecerse a ser miembro de la Brigada Inquisitorial le había dado también una excusa para tratar de descubrir quiénes podrían ser aspirantes a mortífago. Y aunque sabía de varios que lo deseaban, aún no había averiguado si alguno de ellos había recibido la Marca... Excepto de uno.

Michael estaba convencido de que Callum Carrow era ya un mortífago en pleno derecho. Pero no sabía qué podía hacer con aquella información, más allá de comunicársela a su padre, que le prometió que se lo diría a la Orden, por precaución. Aunque añadió que aquella no era una sorpresa: la madre de Callum, Amaya Carrow, se encontraba entre las seguidoras más leales del Señor Tenebroso. Se habían infiltrado el año anterior en Hogwarts junto a Barty Crouch Jr., ambos haciéndose pasar por profesores. Y había evitado ser encarcelada en Azkaban por encontrarse en el cementerio donde Voldemort había resucitado, mientras que Crouch era enviado a la prisión.

—Que su hijo se haya unido a las filas resulta predecible —le había explicado su padre—. Échale un ojo, pero no nos preocupa en especial ahora mismo. Pero, por favor, ten cuidado.

Michael siempre había sido cuidadoso. Y seguía siéndolo, aunque estuviera distraído últimamente. Le estaba pasando factura en el campo de quidditch, especialmente. Aunque podía culpar, aunque fuera en parte, a Draco Malfoy por aquello.

Había perdido a su buscador y mejor jugador porque a aquel imbécil le había dado por inventar una canción sobre Ron Weasley para el partido de quidditch de Slytherin y Hufflepuff y, por si fuera poco, había comenzado a insultar a la familia de Harry. Éste, desde luego, había saltado sobre él, en sentido literal. Michael lo hubiera hecho, de haber estado más cerca cuando aquello había sucedido. Harry y George Weasley habían dado una exhibición de duelo muggle, uno al que Fred había intentado unirse sin éxito, y los tres habían sido vetados de por vida: ya no podrían jugar al quidditch en la escuela.

Como nadie más que Malfoy se había presentado a las pruebas de buscador —estaba claro que había utilizado a sus matones para atemorizar a los posibles aspirantes—, Michael había tenido que darle el puesto, pero con una advertencia.

—Si escucho una sola canción más sobre Weasley u otra burla hacia Potter, Malfoy, estarás fuera del equipo al instante. —La expresión arrogante del menor no había desaparecido ni siquiera con aquello—. Incluso si eso significa tomar yo el puesto de buscador y perder la Copa de Quidditch. No me importa. Este va a ser tu único aviso: compórtate o te largas.

De ese modo, se las había arreglado para que Malfoy fuera menos insufrible durante los entrenamientos. Pero Michael tenía asumido que perderían la Copa. Si debía ser sincero, estaba bastante seguro de que iría para Hufflepuff. Prim Wright había resultado ser una gran buscadora y Michael podía ver que, incluso a pesar de sus nervios, Ron tenía madera de guardián. Hufflepuff también contaba con buenos golpeadores e, incluso si sus cazadores fallaban en ocasiones, habían ganado los dos últimos partidos. Había un claro favorito para campeón aquel curso.

Y sería una alegría para Hufflepuff, tras haber perdido a su capitán el curso anterior. Estaba claro a quién iría dedicada la Copa si la obtenían.

—¡Nott!

Tuvo que disimular una mueca antes de volverse a un muy irritado —aunque cuándo no lo estaba— Callum Carrow, que le cogió del brazo y le arrastró hacia un pasillo lateral. Michael se libró de su agarre al momento, pero se dijo que no tenía más remedio que aguardar a que el Premio Anual le diera la noticia que fuera. Eso no le impidió decir:

—No vuelvas a agarrarme por el brazo más, Carrow.

—Lo que digas. —Michael contuvo el deseo de rodar los ojos. Llegaba tarde a la reunión del ED y lo que menos necesitaba era a aquel idiota haciéndole perder el tiempo—. La profesora Umbridge nos ha reunido de emergencia. Vamos a atrapar a los idiotas de Potter durante su reunión.

—¿Cuándo? —quiso saber Michael, manteniendo el rostro serio, pese al pánico que le invadió tan pronto como escuchó aquello.

Callum sonrió.

—Ahora. Venga.


























Michael aún no comprendía cómo lo había conseguido.

Una vez los miembros del ED comenzaron a abandonar la Sala de los Menesteres a toda prisa y la Brigada Inquisitorial fue tras ellos, Michael comenzó a ayudar a huir a sus compañeros del modo más discreto que le fue posible: embrujos zancadilla venidos de la nada que tumbaban a los ayudantes de Umbridge, una niebla que apareció misteriosamente y dificultó la visión de éstos, fingir que perseguía a los del ED para que otros se quedaran a aguardar a los siguientes, permitiéndoles huir tan pronto como perdían de vista a los otros de la Brigada...

Fue un trabajo largo, sin duda. Y cansado. Pero Michael lo hizo lo mejor que pudo y sus compañeros se lo agradecieron entre susurros mientras se alejaban corriendo a su sala común.

Theo le tomó del brazo tan pronto como le vio. Blaise y Daphne se detuvieron junto a él, ambos con expresiones de angustia.

—¿Estás bien? —le susurró su hermano menor.

—Sal de aquí —respondió Michael entre dientes—. ¿Os han visto? —Los tres negaron—. Bien, pues id corriendo a la sala común. Lo tengo controlado, pero vosotros os meteréis en un buen lío si os pillan.

Dio toda la impresión de que Theo quería protestar, pero terminó accediendo a regañadientes.

—Ten cuidado —le pidió. Michael le dirigió una fugaz sonrisa.

—¿Cuándo no lo tengo?

Sintió alivio al verles marchar, porque sabía que nadie les interceptaría hasta llegar a la sala común. O, al menos, confiaba en ello. Regresó a los pasillos más cercanos a la Sala de los Menesteres, con la esperanza de que ya todos los miembros del ED se hubieran ido y estuvieran a salvo de la Brigada Inquisitorial.

—¡Eh, Nott! —le llamó Carrow tan pronto como le vio acercarse—. ¿Has pillado a alguien?

—Nada, por desgracia —respondió él, con expresión furiosa, aunque sintiéndose extremadamente alegre en su interior—. ¿Y vosotros?

—Tampoco ha habido suerte —gruñó Carrow, negando con la cabeza—. Al menos, sé que Malfoy pilló a Potter, pero todos los demás parecen haberse esfumado.

Michael maldijo para sí.

—Puede que aún quede alguno, me adelantaré a ver —se ofreció. Tras un momento de duda, Callum asintió.

Michael recorrió con rapidez el pasillo, confiando en no encontrar a nadie. Era una suerte que todos los demás hubieran podido huir: aún no comprendía cómo lo habían conseguido, pero era verdaderamente impresionante. Michael debería asegurarse de que no estuvieran vendiendo ilegalmente Felix Felicis, porque aquello casi parecía ser fruto de la poción.

Aunque, tal vez no debería haberse alegrado tan rápido, porque tan pronto como giró la esquina, se encontró cara a cara con Ron Weasley. La varita del Hufflepuff se quedó inmóvil a centímetros de su rostro, al tiempo que sus ojos se abrían más de la cuenta ante la sorpresa. Sus orejas no tardaron en enrojecerse.

—¿Qué estás haciendo...? —empezó, dirigiendo la mirada a su insignia.

—¿Qué haces todavía aquí? —siseó furiosamente Michael, apartando la varita de un manotazo.

No podía haber sido tan tonto como para quedarse al final. Si no hubiera sido Michael quien se hubiera adelantado, le habrían pillado, sin duda. Y ¿entonces qué? No quería ni imaginar qué castigo le hubiera puesto Umbridge. Y ahí estaba Ron, mirándole furiosamente, dispuesto a gritarle allí en medio. Y eso solo conseguiría que le atraparan.

No, Michael tenía que sacarle de allí. Cuanto antes.

—¿Nott? ¿Alguien por ahí? —escuchó gritar a Carrow a su espalda. Michael contuvo un bufido exasperado y le hizo un gesto a Ron para que guardara silencio.

—¡Solo el estúpido gato de Filch, nada interesante! —gritó, tomando al Hufflepuff por la muñeca—. ¡Voy a adelantarme un poco más, os aviso si encuentro a alguien!

Arrastró resueltamente a Ron por los pasillos que ya sabía que se encontraban sin vigilancia. El pelirrojo trató de protestar en dos ocasiones, pero Michael le acalló con un gesto, manteniéndose alerta en todo momento. Si alguno de los miembros de la Brigada aparecía, tendría que inventarse una buena excusa. Una que aún no había conseguido idear.

Se detuvo con brusquedad al ver atravesar el pasillo a Crabbe y Goyle a no demasiada distancia. Y no solo eso: ambos arrastraban a una furiosa Nova Black. Al mirar hacia Ron, se encontró con que éste ya había levantado la varita hacia ellos, dispuesto a echarles un maleficio.

¡Desmaius!

Uno de los gigantes se desplomó en el suelo tan pronto como el rayo le alcanzó. Michael no tuvo otra que aturdir al otro antes de que se girara hacia ellos.

—¡Vete, corre! —le espetó a Nova. Ésta, por una vez en su vida, obedeció y salió corriendo a toda prisa.

Michael, furioso, empujó a Ron hacia un pasillo lateral cercano y se volvió hacia él.

—¡No me puedo creer que hayas sido tan idiota! —fue lo primero que le gritó, negando con la cabeza.

Ron le dirigió una mirada cargada de indignación, a la vez que un poco herida.

—¡Tú sí que eres un idiota! —le espetó—. ¿Por eso no viniste a la reunión de hoy? ¿Qué hacías con esa gente?

Su tono acusatorio enfadó aún más a Michael. ¿De modo que creía que había estado ayudando a la Brigada, incluso después de verle aturdir a uno de ellos y dejar marchar a Nova? ¿Incluso después de impedir que Callum Carrow descubriera a Ron tratando de escapar?

—¡Salvaros el culo! —El tono le salió más burlón de lo que esperaba, lo que pareció indignar más a Ron—. ¿Qué hacías tú?

—¡Intentaba ayudar a los otros! —De modo que por eso se había quedado atrás: había estado avisando a otros para que escaparan, arriesgándose a ser atrapado—. ¿Por qué has tenido que sacarme de allí?

—¡Porque si no te sacaba yo, sería uno de los idiotas del grupo quien lo haría y a saber qué podría hacerte Umbridge! —A Michael se le escapó un jadeo, al tiempo que negaba con la cabeza—. No quería que te pasara nada, ¿vale?

—Oh.

El Slytherin parpadeó y contempló en silencio a Ron, dándose cuenta de lo último que había dicho. Carraspeó.

—¿Quedaba alguien más en la Sala de los Menesteres?

—Prim y Susan eran las últimas. —Ron parecía mucho más relajado. Incluso daba la impresión de que iba a sonreír. Sus ojos azules no se apartaban del rostro de Michael—. Se las arreglarán por su cuenta... O eso espero.

El mayor asintió lentamente.

—¿Han atrapado a alguien más? —preguntó Ron, nuevamente preocupado.

—No. Me he asegurado de que todos escapaban. Estarán bien, espero.

—Vale.

Michael le dirigió una breve mirada. Ron agachó la cabeza y el Slytherin pudo ver que sonreía levemente. También que sus orejas seguían sonrojadas. Casi se le escapó una risa, olvidando el enfado de unos minutos atrás.

—Te acompaño a tu sala común —se ofreció. Ron ni siquiera vaciló antes de decir «vale»—. Por si acaso.

—Claro, claro —asintió él.

Y Michael sonrió.

—Estás pensando en lo que he dicho antes, ¿no?

—¿Qué? No. No sé de qué hablas.

Ron también sonreía. Michael negó con la cabeza.

—Ya sabes a qué me refiero.

Llevaba unos meses coqueteando con Ron; no podía negar que le divertía. Pero no había pensado que pudiera importarle tanto.

—No, no lo sé —se burló.

—¿No has dicho acaso que no querías que me pasara nada? —Ron se había detenido, cruzándose de brazos.

—No lo recuerdo, si te soy sincero —replicó Michael, parando también. Ambos quedaron frente a frente—. Tal vez te lo hayas imaginado, Weasley.

Entonces, sucedió lo que jamás se hubiera esperado. Porque Ron le tomó por ambas mejillas, acercando su rostro al suyo, y le besó. En medio del pasillo. En plena huida. «Tengo que llevarle a su sala común», trató de recordarle su sentido común. Pero éste quedó acallado con rapidez.

Ron se separó a tal velocidad que Michael ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Parpadeó, asimilando lo sucedido. Sus ojos fueron al rostro enrojecido de Ron.

—Y t-tal vez hayas imaginado esto, Nott —dijo entonces, hablando muy rápido—. ¿Tú qué crees?

—¿Que qué creo? —preguntó Michael, sin dar crédito.

Ron asintió y al Slytherin se le escapó una sonrisa. Negó con la cabeza y tomó a Ron por la túnica del uniforme para aproximarle nuevamente a él, volviendo a unir sus labios. A Ron se le escapó un ruidito de sorpresa y probablemente de alegría, antes de corresponderle. Y Michael se encontró disfrutando de aquel beso mucho más de lo que hubiera esperado, además de advertir que tenía poco que ver con todos los que había dado anteriormente. Estaba claro que Ron no se sentía seguro del todo —a Michael no le sorprendería si fuera su primer beso—, pero el Slytherin se encargó de ir despacio y separarse cuando fue necesario, sonriéndole divertido.

—¿He dejado claro lo que creo al respecto? —preguntó. Y un jadeante y sonrojado Ron asintió con rapidez.

—Bastante, sí.

—Me alegro. Ahora, ¿puedo acompañarte a tu sala común? No me gustaría que te atraparan después de esto.

—Está bien —farfulló Ron.

Michael no dejó de sonreír en todo el camino, mientras Ron le dirigía miradas disimuladas y se sonrojaba aún más cada vez que él le descubría. Al detenerse frente al barril que llevaba a la sala común de Hufflepuff, un vacilante Ron se detuvo y se volvió hacia Michael.

—Esto... ¿y ahora qué? —preguntó. Michael sonrió aún más.

—No sé —admitió—. Depende de ti, supongo. ¿Qué te ha parecido?

Ron vaciló.

—Pues... me ha gustado. El beso, quiero decir.

—Me alegro —respondió Michael, conteniendo una carcajada—. Porque a mí también.

—N-nunca había besado a nadie —admitió él, avergonzado. El Slytherin se dijo que no había necesidad de decirle que se había dado cuenta de ello: dudaba que le ayudara a calmarse un poco.

—Entiendo.

—Pero me ha gustado —se apresuró a decir Ron, como si temiera que aquello ofendiera a Michael de algún modo—. Y, si a ti también, tal vez podamos... Ya sabes... Si eso...

Michael no pudo contener más la risa. Negó con la cabeza, divertido.

—No te agobies, Ron —le dijo, advirtiendo vagamente que aquella debía de ser la primera vez que le llamaba por su nombre—. No pasa nada. ¿Qué tal un paseo por los jardines después de comer? Puedo esperarte a la salida del Gran Comedor.

Una gran sonrisa apareció en el rostro del pelirrojo. Asintió rápidamente.

—Sí, suena bien —respondió, radiante, y Michael no pudo evitar sentirse enternecido por aquello—. Mañana. Genial.

A Michael se le escapó una sonrisa.

—Me alegro. Nos vemos mañana, entonces.

Y se marchó, no sin antes darle a Ron un beso de despedida que le dejó completamente colorado y que le hizo irse con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro.




















alguien debería haber publicado esto por octubre del año pasado pero no lo ha terminado hasta casi septiembre del año siguiente, ups

feliz regreso a hogwarts adelantado (? el siguiente cap está aún a medias, pero espero publicarlo prontito, nos vemos!!

ale.

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