lxiii. they took her

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lxiii.
se la han llevado








—No sé si me da más miedo irme o quedarme.

Brigid le dirigió una mirada extrañada a Susan. La pelirroja suspiró, con la mirada fija en la ventana del compartimento que ambas ocupaban. El Expreso de Hogwarts estaba más abarrotado de lo acostumbrado, pero ambas habían logrado encontrar aquel sitio a solas. Algunos alumnos se habían asomado a ver si había sitio, pero se marchaban sin decir nada al de unos segundos. Brigid no tenía claro si era por ella.

—¿Preferirías pasar las Navidades con los Carrow? —preguntó, de modo irónico.

Susan negó con vehemencia.

—No me refiero a eso. Estoy deseando ver a todos. Pero no sé qué vamos a encontrar fuera. Llevamos demasiado tiempo sin noticias. ¿Cómo habrán ido realmente las cosas? ¿Cómo de arriesgado es para ellos que regresemos? Tendrán que venir a buscarnos, mostrarnos la ubicación del refugio, reforzar las protecciones...

Brigid guardó silencio unos instantes. Lo cierto era que no había pensado en todo aquello. Solo deseaba huir de Hogwarts. Ver a su padre, Vega, Sirius, los Potter... No había pensado en los riesgos. ¿Cómo no había pensado en los riesgos? ¿Tan inconsciente era?

—Sabemos que están bien y no han tenido problemas estos meses —dijo, vacilante—. No pasará nada por hoy, ¿no?

—¿Y cómo estamos seguras de eso? —preguntó Susan en tono sombrío—. Ellos no nos han contado nada, pero...

—Me he asegurado por otros medios, Sue —la tranquilizó Brigid. Selena, Lily, Melina. No solo les pedía que buscaran a Harry, Ron, Hermione y Prim. También se encargaban de asegurarse de que los Potter y Black estaban a salvo—. Durante todo el trimestre.

Susan asintió lentamente. Seguía sin apartar la mirada de la ventanilla.

—A veces, se me olvida —comentó.

—¿Qué se te olvida? —cuestionó Brigid confusa.

—Que puedes hablar con los muertos. Incluso controlarlos.

—¿Eso es malo? —dudó Brigid.

—No. ¡No! —se apresuró a decir Susan, volviéndose por primera vez hacia ella—. ¡Para nada! Simplemente era un comentario.

—Ah, vale. —A Brigid no le gustó lo tensa que sonó su voz—. Solo me había extrañado.

Susan la miró angustiada. No parecía tener claro si le había ofendido o no. Ni la propia Brigid lo tenía claro. Ninguna pronunció palabra en varios minutos. Brigid adoptó la posición anterior de Susan, mirando por la ventanilla, mientras ésta sacaba un libro de su bolso tras unos minutos sin hacer nada que no fuera alisarse la falda.

El tiempo comenzó a transcurrir horrorosamente lento. Brigid lanzaba miradas furtivas a Susan de vez en cuando, preguntándose cómo iniciar nuevamente la conversación. No deseaba pasar el resto del viaje en silencio. Tampoco quería sentirse incómoda con Susan. Probablemente, era la persona a la que más cercana se sentía en esos momentos. Siempre se habían llevado bien, pero el verse solas en Hogwarts y compartiendo habitación las había unido bastante.

Pero ¿qué podía decir para retomar la charla? Brigid se mordió el interior de la mejilla pensativamente, tratando de encontrar un tema sencillo y rápido, pero parecía ser incapaz de encontrar alguno. No podía ser tan complicado. Cualquier cosa debería servir.

—¿Ese no era Malfoy?

Sin embargo, Susan se le adelantó. Brigid se volvió, confusa ante las palabras de su amiga. Ésta miraba con el ceño fruncido hacia el cristal que permitía ver el pasillo desde el interior del compartimento y viceversa.

—¿Estaba ahí?

—Parado y mirando, sí —asintió Susan desconfiada—. ¿Qué querrá?

Brigid podía imaginárselo. Dudó, echándose hacía atrás en el asiento. ¿Debería decirle a Susan sobre la advertencia de Malfoy? Podría mencionar el hecho de que le había dicho que no regresaran a la escuela después de Navidades. Susan merecía saberlo, al igual que Nova.

—Creo que sé qué quiere —terminó diciendo, tras un momento de vacilación.

Susan se giró hacia ella. Sus ojos brillaban, atentos. Brigid contuvo un suspiro.

—Me lo encontré en el pasillo hace semanas. Quería ayudarme, no sé por qué. —Mintió. Era más fácil decir eso que explicar todo el asunto de la deuda—. Me dijo que sería mejor que no volviéramos a Hogwarts después de las vacaciones. Ni Nova, ni tú, ni yo. Que nos usarían para llegar hasta Harry, para tenderle una trampa. Que sería mejor que nos escondiéramos con los demás.

Susan guardó silencio unos instantes. Su ceño fue frunciéndose conforme iba asimilando aquella información.

—¿Por qué Malfoy querría ayudarnos a nosotras o a Harry? ¿No es un mortífago? ¿Siente remordimientos de conciencia? —preguntó, despectiva.

—¿Crees que debería creerle cuando dice que es mejor que no volvamos?

Susan apretó los labios.

—Eso no podemos saberlo —admitió.

Tan pronto como pronunció esas palabras, Brigid se dio cuenta de que el tren estaba disminuyendo su velocidad. Susan también pareció advertirlo. Ambas se miraron extrañadas. Aún era pronto para llegar a Londres. Pero resultaba indudable que estaban frenando. ¿Por qué?

La mente de Brigid viajó unos instantes a aquel viaje de inicio de curso en tercero, cuando los dementores subieron al tren. Recordaba con claridad el pánico que había sentido, el frío que se había extendido y había entrado en ella, cortándole la respiración.

Tenía un mal presentimiento. Se puso en pie tan pronto como el tren se detuvo completamente. Buscó la varita y miró a Susan.

—Voy a ir a mirar —dijo—. Como prefecta, por lo menos.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó Susan, preocupada—. No me gusta cómo pinta esto.

Brigid dirigió una rápida mirada al exterior.

—No, da igual —acabó por decir. Escuchaba más gente saliendo al pasillo—. No creo que vaya sola. Vuelvo enseguida.

Susan dudó, pero acabó por asentir. Brigid salió del compartimento sin decir más. Un alumno de primero de Hufflepuff se le acercó a preguntarle qué estaba pasando, reconociéndola.

—Será mejor que esperéis dentro —dijo ella, echando un vistazo al compartimento por el que éste se había asomado. Eran todos de primer curso—. Voy a ver qué pasa.

Se alejó a toda prisa, preguntando a todos los alumnos mayores si sabían que sucedía y pidiendo a los menores que se quedaran en los compartimentos. Nadie sabía qué estaba sucediendo. La inquietud de Brigid iba en aumento, mientras se dirigía hacia el final del tren. Al acercarse a los últimos vagones, comenzó a escuchar gritos y apretó el paso.

Antes de darse cuenta, alguien la tomó por el brazo con brusquedad, obligándola a detenerse. Brigid a punto estuvo de caer. Se volvió sin dar crédito hacia Draco Malfoy, que la contemplaba con angustia.

—¡Ahí hay mortífagos! —bisbiseó, aterrado—. ¡Si vas, te atraparán!

—¿Por qué hay mortífagos aquí, Malfoy? —jadeó Brigid—. ¿Qué quieren? Porque si...

—¡Dejadla en paz!

Brigid se quedó helada al escuchar aquella voz. No podía ser. Apartó a Malfoy con brusquedad y corrió hacia el vagón. Se abrió paso entre los alumnos allí congregados, tratando de llegar hasta Nova Black.

¡Desmaius! ¡Largaos! ¡Soltadla!

—¡Estáte quieta, niñata, o te vendrás también con nosotros! —escuchó responder a una voz grave y desagradable.

Alguien volvió a sujetarla por detrás. Brigid se volvió a mirar a Malfoy, furiosa. Trató de soltarse, al tiempo que intentaba llegar hasta la escena que sus ojos ya divisaban: Nova haciendo frente a dos mortífagos enmascarados, uno de los cuales cargaba a una inconsciente Luna Lovegood. Ahogó un grito.

—¡Espera! —dijo de pronto el otro hombre, levantando la mano hacia su compañero—. Es la hija pequeña de Black.

Brigid continuaba intentando zafarse de Malfoy. Éste le había quitado la varita y la arrastraba hacia atrás. Ninguno de los alumnos a su alrededor trataban de ayudar, ni a ella ni a Nova. Pero podía ver la escena. Podía ver a los dos mortífagos intercambiando una mirada. Las varitas de ambos levantándose hacia Nova.

¡Protego! —exclamó ésta, logrando detener los dos rayos rojos lanzados por los hombres.

Trató de desarmar a uno y desvió otra maldición, pero pronto se vio que el duelo no estaba igualado. Brigid advirtió que Nova movía con excesiva lentitud el brazo con el que sostenía ma varita. Debían habérselo golpeado o algo similar cuando habían cogido a Luna. Aún así, la Slytherin trató de mantener a raya a los mortífagos por todos los medios.

Brigid chilló cuando uno de los rayos rojos impactó directamente en el pecho de Nova. Dejó escapar un grito, que sonó más a sorpresa que a dolor, y cayó desplomada al suelo con un golpe sordo.

—¡Dejadme pasar! —chilló Brigid en un arranque de desesperación. Malfoy tiró de ella con más fuerza y, antes de darse cuenta, había usado la varita de la propia Brigid para enmudecerla.

Vio con el más puro terror cómo uno de los mortífagos se inclinaba a tomar a Nova, mientras el otro aún mantenía sujeto a una inconsciente Luna. Se revolvió entre los brazos de Malfoy, si. éxito. Antes de poder hacer nada, ambos intrusos se desaparecieron.

Brigid se quedó contemplando con mudo horror el lugar donde segundos antes había estado Nova. Su varita yacía en el suelo, abandonada. Sintió el calor de las lágrimas cayéndole por las mejillas. Malfoy la soltó tan pronto como los mortífagos desaparecieron. Brigid se abrió paso entre empujones y avanzó hasta la varita de Nova. Se inclinó a recogerla. Se volvió hacia los otros alumnos, con el rostro descompuesto. Tuvo que usar el Finite Incantatem de manera no verbal para poder hablar.

—Devuélveme mi varita, Malfoy —fue lo primero que dijo, con voz temblorosa.

Éste se adelantó y se la tendió. Viéndole frente a ella, Brigid tuvo que soportar unas incontrolables ganas de golpearle en pleno rostro. No obstante, lo que hizo fue tomar su varita y sujetarla con fuerza junto a la de Nova.

—Todos fuera. Ya —ordenó al cabo de unos instantes—. Debería daros vergüenza. Mirando como si fuera un espectáculo.

Algunos alumnos tuvieron la decencia de parecer avergonzados. A Brigid no le resultaban conocidos más de la mitad. Debían de ser alumnos de quinto y sexto en su mayoría. La multitud se dispersó poco a poco.

—Malfoy —llamó, viendo que éste empezaba a alejarse también—. No tenías derecho.

—Perdón por salvarte —respondió éste, sarcástico.

Brigid sintió su sangre hervir.

—Solo buscabas salvarte a ti —escupió asqueada—. Eres despreciable. Ojalá se me hubieran llevado a mí también. Así tendrías que vivir con la incertidumbre de si tú ibas a morir después o no.

—Pero estás aquí —replicó Malfoy.

El matiz de burla en sus palabras fue lo que hizo perder definitivamente la paciencia a Brigid. De un instante a otro, la punta de las dos varitas estaba sobre la garganta de Malfoy. Brigid le contemplaba a pocos centímetros, con la mirada encendida. Se llenó de satisfacción al ver la sonrisa de suficiencia de Draco desapareciendo en un instante. Sin embargo, adoptó una expresión ufana al de unos instantes.

—¿Qué vas a hacer con esto, Diggory, matarme? —se burló.

—Ojalá pudiera —admitió ella, con tal frialdad que pudo ver el desconcierto en la cara de Malfoy—. Si se me presenta la oportunidad, lo haré. Estamos en guerra, por si lo has olvidado, Malfoy. Y en bandos distintos. Me da exactamente igual si quieres mantenerme a salvo. Déjame en paz.

Parecía más imponente de lo que se sentía. Apartó las varitas y dio la vuelta sin prestarle más atención a Malfoy, regresando al compartimento donde estaban las pertenencias de Nova y Luna.

Una revista de El Quisquilloso estaba tirada en uno de los asientos. También los abrigos de ambas. Sass descansaba en el suelo, enrollado sobre sí mismo. Al entrar Brigid, levantó ligeramente la cabeza. A ésta nunca le había encantado la serpiente, pero casi pudo ver la tristeza en su gesto. Una montaña de golosinas había caído en algún momento y ahora estaban desperdigadas por el suelo del compartimento. Los baúles de las dos estaban en los portaequipajes.

Brigid se tomó un momento para sentarse y tratar de comprender lo que acababa de suceder. El Expreso de Hogwarts se puso en marcha de nuevo con una sacudida. Brigid tomó aire y se masajeó las sienes.

Los mortífagos habían detenido el tren. Habían subido con intenciones, por el motivo que fuera, de llevarse a Luna Lovegood. ¿O simplemente le habían escogido a ella al azar? Los ojos de Brigid fueron hasta El Quisquilloso. Una vez más, en la portada se mostraba el apoyo incondicional de Xenophilius Lovegood a Harry. ¿Habría sido por eso? ¿Para castigar a su padre?

Nova había intervenido, claro. Nunca había sido de su estilo el quedarse aparte. ¿Seguiría allí si no la hubieran reconocido? Era probable. ¿Y cómo hubiera acabado todo si Brigid hubiera podido ayudarlas? No era lo mismo enfrentarse a solas contra dos mortífagos que hacerlo junto con otra persona. Brigid sabía combatir y había practicado en los últimos meses. Podrían haber hecho huir a los mortífagos, si es que iban solos. Incluso si las cosas se hubieran puesto difíciles, Brigid hubiera podido llamar a los muertos y...

Se quedó mirando fijamente al asiento frente a ella. Parpadeó. Podría haber pedido ayuda, mientras trataba de librarse de Malfoy. Debería haber sido capaz de hacerlo, sentir aquella magia en mitad del pánico. Pero no había sido así. No había tenido ninguna reacción en ella. ¿Tal vez porque no había sido un peligro directo hacia Brigid? Podría haber recurrido a su don. ¿Estarían Nova y Luna allí si lo hubiera hecho? ¿Por qué no había sentido la magia de muerte? ¿Por qué no la había usado?

Se quedó varios minutos más contemplando el compartimento, sin saber qué hacer a continuación. ¿Cómo iban a recuperarlas? ¿Qué iban a hacerles? ¿Las torturarían? ¿Usarían a Nova para llegar hasta Harry? ¿Era culpa suya? ¿Por qué no había hecho nada más? ¿Por qué no había logrado librarse de Malfoy? ¿Por qué no había podido llamar a los muertos? ¿Por qué...?

—Brigid.

Ni siquiera se había dado cuenta de que había empezado a llorar. Brigid levantó la cabeza y sus ojos fueron a parar en el rostro lleno de angustia de Aura Potter. Se cubrió la boca para ahogar un sollozo.

—S-se la han llevado —acertó a decir—. Se han llevado a las dos. ¿Qué...?

—Voy a buscarlas —cortó Aura. Brigid jamás le había escuchado tan tensa. Aura Potter siempre parecía ser sinónimo de calma, la que siempre venía bien en momentos como aquellos. Pero, en ese instante, solo había terror—. Te avisaré en cuanto las encuentre.

No dijo más, simplemente desapareció ante la mirada de Brigid. Ésta dejó escapar otro sollozo y se echó hacia atrás en el asiento. Su mano rebuscó en su bolsillo derecho y extrajo el galeón falso que usaban para comunicarse los miembros del ED, ahora EP. Habían modificado parte del encantamiento de Hermione, permitiendo poder alertar a solo unos pocos en lugar de a todos, creando una forma de comunicación más privada. Susan, Neville y Ginny verían aparecer en sus monedas el número de vagón en el que estaba Brigid en unos instantes. Confiaba en que no tardarían demasiado en llegar.

Los tres llegaron al mismo tiempo y ciertamente fue un alivio, porque le ahorró empezar la misma historia tres veces. Tan pronto como la vieron llorando, supieron que algo había sucedido, pero no esperaban que fuera algo así. Brigid les vio palidecer tan pronto como lo dijo. Ginny se dejó caer en el asiento frente a ella. Neville se apoyó en la puerta del compartimento. A Susan le rodó una lágrima por la mejilla, pero parecía demasiado impactada como para advertirlo.

No abundó la conversación durante el trayecto. Los cuatro se pasaron los primeros diez minutos en completo silencio. Después, se animaron un poco a discutir las opciones que había sobre dónde podían estar, pero vieron que la lista solo crecía y crecía y terminaron regresando al silencio. Ya estaban cerca de Londres cuando Ginny, con voz ronca, se atrevió a decir:

—¿Qué vamos a decirles a sus padres?

Brigid pensó en Sirius y Vega. En la expresión que había visto en el rostro de Aura. Su reacción no sería muy distinta de esa. Imaginaba que tampoco la de Xenophilius Lovegood.

—Sirius y Vega irán a recogernos —murmuró Susan—. Se lo dijeron a Nova por carta. ¿Cómo...?

No fue capaz de seguir. Brigid tomó su mano y la apretó con fuerza. Susan tomó aire lentamente.

—Alguien tiene que decírselo al padre de Luna —dijo con la voz rota Ginny—. Puedo ir yo.

—Te acompañaré —se ofreció Neville. Su mirada fue a Susan y Brigid—. Vosotras podéis decírselo a Sirius y Vega.

Brigid asintió una sola vez. No tenía fuerzas para repetir el gesto. Susan apoyó la cabeza en su hombro. Ginny se cruzó de brazos y volvió el rostro hacia la ventana. Neville parecía incapaz de tomar asiento, comenzando a pasearse de un lado a otro del pequeño compartimento, lo que solo ponía más nerviosa a Brigid.

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando Sass reptó por su brazo, pero trató de no apartarla de un golpe. Probablemente echaba de menos a Nova. Brigid no podía culparla por eso.

—La Orden se ocupará, ¿no? —susurró Susan—. Tienen... Es decir, las encontrarán. No van a dejarlas a su suerte con los mortífagos. Si intentan usar a Nova para atraer a Harry...

—Hay decenas de desaparecidos desde hace meses —respondió Ginny con voz sombría—. No sabemos qué podrá hacer la Orden. Si ellas... ¿Crees que podrán mandarnos algún mensaje con los galeones? ¿Para decirnos que están bien?

—Estaremos atentos —asintió Neville—. Tiene que haber un modo de... —Se interrumpió a sí mismo, con la vista fija en la ventanilla—. Estamos llegando.

Brigid siguió su mirada. Tenía razón. El tren comenzaba a disminuir la marcha. Muy pronto, se detendrían en el andén nueve y tres cuartos. Donde estarían Sirius y Vega. A quienes tendría que dar las noticias.

Su mirada fue a Susan y la encontró secándose una lágrima. Se le encogió el corazón. Las piernas le temblaron cuando se puso en pie. Nova podía estar en esos momentos siendo torturada. ¿Le harían daño a ella o a Luna? ¿Las encerrarían o sería algo peor? ¿Cuánto podrían tardar en localizarlas?

Sirius y Vega estaban en ese andén, deseando ver a Nova. ¿Cómo iba a decirles que no iba a bajar de ese tren? Si ella hubiera podido hacer más... Si no hubiera sido por Malfoy...

Susan le apretó la mano con fuerza. Parecía estar tratando de no dejar escapar las lágrimas de nuevo, sin mucho éxito. Brigid parpadeó furiosamente al darse cuenta de que ella estaba más cerca del llanto de lo que en un primer momento pensaba.

Se quedó inmóvil de pie, temblorosa. Trató de respirar hondo para tranquilizarse y descubrió que se le complicaba más la tarea de lo esperado. Aferró a Susan con más fuerza. Hicieron bajar los baúles flotando, tanto los suyos como el de Nova. Neville se encargó del de Luna.

Abrirse paso entre la multitud de padres nunca había sido tarea fácil. Brigid advirtió expresiones más sombrías de lo habitual en los progenitores; o aquello tal vez se debía a su funesto estado de ánimo. Era incapaz de soltar la mano de Susan. Ésta parecía sentirse del mismo modo con respecto a ella. Quería hablarle. Quería preguntarle dónde creían que estarían Sirius y Vega. Pero las palabras no salían. Parecía como si alguien estuviera arañándole la garganta desde dentro.

Susan se detuvo y, con ella, Brigid. Se volvió a mirar su amiga y ésta le hizo un gesto hacia la izquierda. Brigid localizó a Remus Lupin. Le acompañaban dos personas que les daban la espalda en ese momento, pero Brigid reconoció al momento a Sirius y Vega Black, incluso cuando parecían haber tomado poción multijugos antes de ir a King's Cross. Había algo en su postura, en cómo se movían, que les delataba. A Brigid se le secó la boca. Susan apretó con más fuerza su mano.

Remus las había visto. Las saludó con la mano y una amplia sonrisa, pero ésta decayó al fijarse mejor en sus expresiones. Brigid sentía que el aire se le escapaba. Nova no estaba. Se la habían llevado. También a Luna. No había podido ayudarlas. Podían estar torturándolas. Podían ir a matarlas. No había podido hacer nada.

Todo se volvió muy confuso. Borroso. Todo a su alrededor estaba difuminado. No reconocía los rostros de las personas a su alrededor. Alguien la estaba sujetando por la muñeca, con cara de horror. Era una cara que no conocía, pero que al mismo tiempo era la de Vega. No, no era la cara de Vega, pero aquella chica angustiada sí era Vega. Era poción multijugos, se dijo. Pero era Vega. Y tenía que decirle lo que había pasado.

—Bree —la escuchó decirle, aunque sonaba lejano—. Respira. Tienes que respirar. Respira conmigo, venga.

—Vega —acertó a decir. La voz le salía estrangulada. Como si cada sílaba se la arrancaran—. Nova. No está. Se la han llevado.

—Tienes que respirar. —La voz de Vega sonó rota. Pero seguía insistiendo—. Brigid, hazme caso.

Susan ya no le sujetaba la mano. Brigid la buscó con la mirada, tratando de enfocar la vista. Vio su cabellera roja contra el pecho de quien debía ser Sirius. Le abrazaba con fuerza. Temblaba, probablemente por los sollozos. Sirius tenía la mirada perdida. Remus, a su lado, estaba muy pálido. Brigid sintió su mandíbula temblar.

Regresó los ojos a Vega. La chica frente a ella podía parecer una desconocida, pero la expresión de dolor era completamente conocida. Una lágrima caía por su mejilla. Pero seguía sujetando a Brigid, pidiéndole que respirara. Se dijo que, si Vega podía estar ahí de pie después de acabar de enterarse que habían secuestrado a su hermana pequeña, ella podía hacerle caso y respirar.

—Lo siento —le dijo con voz ahogada—. No pude ayudarla. No pude...

Vega negó ligeramente con la cabeza. Otra lágrima rodó por su mejilla. Brigid respiró una vez, dos, tres. Luego, abrazó a Vega con fuerza. Era Vega quien necesitaba más consuelo en ese momento, no Brigid, se recordó. La sintió temblar entre sus brazos y supo el instante en el que el autocontrol de la mayor se resquebrajó.

La sostuvo, acariciando con suavidad su espalda con manos temblorosas. Más lágrimas se le escaparon, pero dejó que Vega sollozara en su pecho, que dejara escapar toda la angustia con la que debía cargar. Harry se había ido. A Nova se la habían llevado. Brigid amaba a los dos con todo su corazón, pero lo de Vega era diferente. Brigid ni siquiera sabría expresarlo con palabras.

Sus ojos recayeron en Malfoy, contemplándolas desde lejos, tan pálido como un muerto. Le negó una única vez con la cabeza. «No vuelvas.»

Brigid apartó su atención de él y la devolvió a Vega. Remus decía algo. No escuchó qué. Vega susurró unas palabras que tampoco entendió. No trató de comprenderlas. Estaba bastante segura de que no estaban destinadas para sus oídos. Se limitó a abrazarla con más fuerza. No había mucho más que pudiera hacer. Parecía que nunca lo había. Que siempre terminaba así. Contemplando. Y lamentándose.














aprovechando mis escasas vacaciones para poder ver si consigo adelantar este fic que ya casi casi casi acaba sos

ale.

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