viii. christmas at home

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viii.
navidad en casa








Brigid no había tenido oportunidad de despedirse de Harry antes de montar en los carruajes que la llevarían a la estación de Hogsmeade para regresar a casa, pero sí había podido ver a Primrose, Ron y Hermione en el Gran Comedor durante el desayuno.

Hermione y Ron se quedarían en el castillo, pero Primrose también regresaría a casa para pasar las vacaciones con sus padres.

—Podemos sentarnos juntas en el tren, si quieres —ofreció.

—Sí, claro —respondió Brigid, tras dudar un segundo.

De modo que Ron y Hermione fueron a despedirlas. Brigid era consciente de que lo hacían por Primrose y no por ella, pero no pudo evitar sentirse bien cuando Ron la abrazó a modo de despedida y Hermione, sorprendentemente tímida, le estrechó la mano y le sonrió.

Primrose y ella montaron en el carruaje juntas y Brigid vio a lo lejos a Cedric, en compañía de sus amigos. Cuando su hermano la miró, pareció sorprendido por un momento, para luego sonreír ampliamente. Brigid agitó la mano en su dirección, al tiempo que el carruaje comenzaba a moverse.

—¡Nos vemos pronto! —chilló Primrose, hacia Ron y Hermione—. ¡Intentad que Harry salga de la cama!

Brigid dudó, pero se atrevió a hacer la pregunta que llevaba toda la mañana queriendo hacer cuando atravesaron la muralla que rodeaba Hogwarts.

—¿Harry estaba bien después de lo de ayer? —preguntó, tímidamente—. No pude hablar con él y, bueno... Fue bastante impactante.

Más para Vega, sin duda. La chica había salido corriendo de Las Tres Escobas tan pronto como los profesores se marcharon, sin decir ni una palabra a Harry. Pero estaba bastante convencida de que él estaría casi tan mal como ella en ese momento.

Primrose suspiró.

—Vega y él hablarán tarde o temprano. Siempre terminan haciéndolo. El año pasado les pasó algo así, recuerdo que Hermione me lo contó... Con todo lo de la serpiente en el club de duelo.

Brigid recordaba que, después de aquello, la mayoría de alumnos de Hufflepuff de su curso habían ido juntos a todos lados, negándose a quedarse solos. Excepto ella, que continuó tan sola como siempre.

—Para cuando volvamos, ya estarán bien —aseguró Primrose—. No los conozco desde hace tanto como Hermione y Ron, pero sé que están acostumbrados a enfrentarse a estos problemas... Lo solucionarán.

Brigid asintió, pensativa.

—¿No los conoces desde hace tanto como Hermione y Ron?

—No empecé a hablar con Harry y Ron hasta mediados del curso pasado, antes de eso, era solo Hermione —explicó Primrose—. Nos conocimos en primero y como compartíamos dormitorio y también era todo nuevo para nosotras, empezamos a hablar poco a poco. Fue mi primera amiga aquí. Así que, no, realmente nunca he hablado directamente con Vega. Aunque, por lo que dice Harry, es genial.

—Eso he oído —comentó Brigid—. Cedric siempre habla bien de ella.

—Cierto, casi olvidaba que tenías un hermano —rio Primrose, en tono de disculpa.

Brigid se quedó mirándola, sorprendida. Acostumbrada a que las pocas veces que alguien la reconociera fuera como la hermana de Cedric Diggory, era raro que Primrose hubiera olvidado aquel detalle.

Raro, pero aún así le hizo sonreír. Significaba que para Primrose era Brigid. No la hermana de Cedric Diggory. Brigid.

—¿Pasa algo? —preguntó distraídamente la rubia, al notar que se había quedado callada.

—Nada en absoluto.

El viaje con Prim —la rubia le medió rogó, medio ordenó que no la llamara por su nombre completo— fue el mejor que Brigid había tenido hasta el momento. No estaba sol, no tenía que sentarse con personas y pasar las horas incómoda y en silencio y no estaba obligando a Cedric a pasar el viaje con ella, en lugar de con sus amigos.

—¿Vives muy lejos de Londres? —preguntó Prim, en cierto momento—. Podríamos vernos en vacaciones, si vives por aquí. Mis padres me dejan ir en tren sola.

Brigid negó con la cabeza.

—Vivo cerca de un pueblo de Devon —explicó.

Wow, eso sí está lejos —comentó Prim—. Suelo veranear allí. Tiene buenas playas.

Brigid hizo una mueca.

—Supongo que sí, aunque las playas no son lo mío.

El mar, en concreto. Aunque prefería no especificar.

—Qué lástima, yo me pasaría el día en una —suspiró Prim, divertida—. Mi padre me prometió que el próximo verano me enseñaría a surfear en su tabla. Estoy deseando ir. Aunque Harry me dijo algo de los Mundiales de Quidditch, ¿no?

—La final se celebra por primera vez en Inglaterra desde hace mucho tiempo, prácticamente todo el país estará allí. —La voz de Brigid cambió a emocionada pronto—. Estoy segura de que será genial. Aún quedan muchos partidos por jugar, pero estoy convencida de que Irlanda llegará a la final este año. El equipo es increíble. Tienen a los mejores cazadores del mundo.

—¿Sigues todos los partidos? —se sorprendió Prim.

—Solo leo lo que pone en El Profeta —aclaró Brigid—. Me gusta el quidditch, pero no tanto como para enterarme de todos y cada uno de los partidos. Lo más emocionante viene a partir de las semifinales.

Se encontraron con Cedric cuando el tren se detuvo en el andén nueve y tres cuartos. Prim se despidió de Brigid con un inesperado abrazo y se alejó corriendo hacia sus padres, que la recibieron con los brazos abiertos. Cedric le pasó el brazo por los hombros a Brigid.

—Tu amiga parece...

—¿Intensa? —probó ella, sonriendo.

—Iba a decir divertida, pero supongo que eso también sirve —rio Cedric—. Veo a mamá, ¿tienes tu baúl?

Charlotte los recibió con alegría y pronto los tres Diggory se desaparecían y dejaban atrás el andén nueve y tres cuartos.

Amos aún estaba trabajando, según les dijo su madre, para alivio de Brigid. No se había detenido demasiado a pensarlo antes, pero había estado gran parte del viaje en tren dándole vueltas. ¿Cómo sería ver a su padre después de que su boggart tomara su forma? Realmente, aquello le preocupaba.

Estaba bastante segura de que podría actuar con normalidad, pero no podía evitar estar algo asustada por ello. ¿Cómo iba a mirarle a los ojos, sabiendo que su mayor miedo había elegido su forma para mostrarse y que ella no había podido derrotarlo?

Sí, tal vez, Brigid estaba algo preocupada. Pero se las arregló para ocultarlo ante los ojos de su madre y su hermano.

Brigid y Cedric subieron a sus dormitorios a dejar sus baúles y meter la ropa en los armarios. Brigid se entretuvo quitando el polvo acumulado en los libros de su estantería y echando un vistazo a las cosas que guardaba en sus cajones.

Al tener un gran espacio vacío bajo su cama, los padres de Brigid habían decidido guardar bajo ésta viejos objetos, discos antiguos y álbumes de fotos de cuando eran jóvenes. Brigid solía entretenerse mirándolos de pequeña, aunque con el tiempo fue perdiendo la costumbre.

—Siempre puede retomarse —decidió, aburrida.

Cuando Cedric asomó la cabeza por la puerta para preguntarle si quería jugar al snap explosivo, la encontró tirada en el suelo, entre álbumes y discos llenos de polvo, hojeando uno de los tantos.

—¿Estás viendo el del viaje de boda de mamá y papá? —preguntó, divertido.

—Lo he mirado antes, tengo besos suficientes para un rato —respondió ella, levantando la cabeza y sonriendo a su hermano—. Estaba mirando el de la tía Gwen.

Su tía Gwendolyn, la hermana de su padre, había fallecido en la guerra, a los dieciocho años. Ninguno de los dos había llegado a conocerla y lo poco que sabían de ella era lo que su padre había deseado decirles, que no era mucho. Hablar de su hermana no era uno de los temas preferidos por Amos.

—¿Y a qué viene esa cara? —preguntó Cedric.

—Mira esta foto.

Cedric, intrigado, se inclinó junto a Brigid y miró ña fotografía que ella señalaba.

—¿Qué tiene de malo la foto? —dijo, sin entender.

—Mira lo que pone abajo —aclaró Brigid—. Sirius y yo, 1979.

—¿Sirius como Sirius Black? —Cedric frunció el ceño, extrañado—. ¿La tía Gwen conocía a Sirius Black?

—Eso parece —dijo Brigid, tan sorprendida como su hermano—. Supongo que muchos lo conocieron antes de que se volviera un asesino loco.

—La tía Gwen tenía aproximadamente su edad, debieron coincidir en Hogwarts —comentó Cedric, encogiéndose de hombros.

—¿Crees que eran amigos? —se preguntó Brigid, pensativa.

Cedric contempló por un momento la fotografía en silencio. Conforme esta se movía, se veía a Sirius Black pasando el brazo por encima de los hombros de Gwendolyn, que se echaba a reír y le apartaba de un empujón.

La conversación que habían escuchado el día interior volvió a su cabeza y Brigid no pudo evitar pensar que incluso ella hubiera confiado en Sirius Black en aquella época. Al menos, como se mostraba en la foto. Tenía un gran parecido físico con Vega, pero el simple gesto que realizaba en la fotografía y el brillo pícaro en la mirada gritaban Nova a pleno pulmón.

Brigid tuvo que recordarse que los asesinos no llevan colgado del cuello un cartel que diga Persona malvada, evite acercarse y que, muchas veces, parecían ser perfectamente normales.

—Supongo que eso no importa, ¿no?

—Tienes razón —asintió Brigid—. ¿Por qué no miramos mejor el álbum tus fotos de recién nacido? Es mucho más divertido que esto.

Pronto, el álbum de la tía Gwen y la fotografía de ésta con Sirius Black quedaron olvidados y fueron sustituidos por las risas de Brigid ante las imágenes de un pequeño Cedric.





























A Brigid siempre le sorprendía lo rápido que pasaba la mañana de Navidad. Los regalos que con tanta ilusión se esperaban se abrían en un abrir y cerrar de ojos y, aunque la emoción del día no le duraba tanto como cuando era una niña, la alegría sí permanecía ahí durante todo el día.

Como todos los años, tras abrir los regalos y tomar un buen chocolate con leche, Cedric y ella salieron al jardín a jugar con la nieve y se tiraron en trineo —más bien, solo Cedric— por la colina cercana. Lo hacían más por costumbre que por otro motivo, pero lo pasaban realmente bien. Cuando regresaban a la casa, ponían la mesa en el comedor y luego los cuatro se sentaban a almorzar.

La comida en Navidad tenía un sabor diferente, Brigid lo tenía claro. O quien cocinaba se esmeraba más o había algo diferente en el ambiente. De un modo u otro, siempre sabía mucho mejor, especialmente después de pasar gran parte de la mañana jugando en la fría nieve.

—No comas tanto, Brigid, nos vas a dejar a los demás sin nada —bromeó Amos.

El tenedor de Brigid se detuvo a mitad de camino a su boca. Apretó los labios con fuerza, sin mirar directamente a su padre. Llevaba sin hacerlo desde que regresó de Hogwarts y había evitado su compañía lo máximo posible, aunque él no había notado nada, afortunadamente.

—No creo que pase nada porque coma un poco más de pollo si quiere —dijo Cedric, en tono tranquilo—. Está buenísimo, ¿verdad, Bree?

Ella se apresuró a asentir, aunque había perdido el apetito. Amos le dio un golpecito en el brazo.

—Era solo una broma, Brigid, no te preocupes —dijo, en tono jocoso.

Una broma sin gracia, como otras tantas. Brigid se encogió de hombros.

—De todos modos, ya no tenía hambre.

Como los demás aún no habían terminado, Brigid le echó un rápido vistazo al periódico, que permanecía sobre la mesa. En la portada, como ya era costumbre, aparecía el rostro de Sirius Black.

A Brigid aún le sorprendía comparar la imagen que aparecía en el periódico con la fotografía que había visto en el álbum de su tía. Parecían dos personas totalmente distintas. La belleza que Sirius Black había poseído en el pasado había sido borrada por Azkaban, dejando un fantasma de lo que en su momento fue en el rostro hundido y los ojos vacíos. La prisión había destrozado al hombre que antes había sido, al menos exteriormente.

Y, por lo que Brigid había escuchado, también debería haberlo destruido interiormente. Nadie sobrevivía a Azkaban. No sin perder gran parte de la cordura, al menos.

—¿Qué miras, Brigid?

La voz de su madre le hizo levantar la cabeza y mirar a su familia con expresión culpable.

—Solo estaba distraída —se limitó a decir, como siempre.

—Me pregunto cómo te distraerás en clase, si aquí estás siempre así —rio Amos.

Brigid frunció el ceño.

—Bueno, no tanto —murmuró. Volvió a mirar al periódico y se atrevió a preguntar lo que había estado pensando por días—: ¿La tía Gwen y Sirius Black eran amigos?

Sabía que era un tema delicado, como todo lo relacionado con Gwendolyn, pero no esperaba que su padre palideciera tan bruscamente.

—¿Por qué preguntas eso, Brigid? —dijo su madre, preocupada.

—Encontramos una foto de la tía Gwen con Sirius Black en uno de los viejos álbumes —explicó Cedric rápidamente—. Nunca nos habíamos fijado, pero ahora que Black sale en todos lados, nos llamó la atención.

Su padre entrecerró los ojos.

—Sí, por lo que sé, se conocieron —explicó—. Gwen hizo muchos amigos... poco recomendables durante los últimos años en la escuela. Uno de ellos fue ese Black. —Una mueca de desagrado apareció en su rostro—. Nunca me gustó. Toda esa familia está loca. Completamente loca.

—Vega y Nova no son tan malas —se atrevió a decir Brigid, tras dudar un momento.

El ceño de Amos se acentuó.

—Nunca confíes en un Black, Brigid —advirtió—. Nadie de esa familia ha terminado bien. Están locos, todos ellos. Va en su sangre.

—No tiene por qué —comentó Cedric, en tono desinteresado, aunque sus hombros se habían tensado.

Brigid frunció el ceño, igual que su padre.

—No te conviene acercarte a esa familia, Ced —advirtió Amos—. A ninguno de los dos.

—No creo que sea necesario decirlo, cariño —intervino Charlotte, con voz calmada—. Y, si ellos dicen que esas dos niñas no son malas, debe ser verdad.

—De hecho, son geniales —comentó distraídamente Brigid, recordando ciertas cosas que Harry le había contado de sus primas y escenas que ella misma había presenciado.

El desagrado teñía el rostro de Amos.

—No, Brigid —dijo, en tono autoritario—. Mantente alejada de ellas. Es lo mejor.

Brigid decidió que era mejor no responder a nada. Se encogió de hombros y bebió un poco de agua. Amos decidió dejar el tema también y se volvió hacia Cedric.

—¿Por qué no nos hablas de cómo el partido de quidditch contra Gryffindor? —Su tono mejoró al instante y su ceño desapareció—. Cuando recibí tu carta... No podía creerlo. ¡Venciste a Harry Potter! Siempre supe que eras el mejor, Ced.

Era la enésima vez que Brigid escuchaba aquello. Estaba cansada de escuchar a Cedric hablar del partido e intentar hacer entender a su padre de que Harry había sido atacado por los dementores y que por ello no había sido del todo justo, pero Amos no parecía escucharle.

Cuando terminaron de comer, llevaron los platos a la cocina y Brigid subió a su dormitorio, mientras sus padres y su hermano se quedaban en el salón escuchando la radio y leyendo.

El tema de las Black le había molestado, sinceramente. Había conocido a ambas en los últimos cursos y había llegado a saber mucho de ellas gracias a Harry. Ambas merecían mucho más que ser rebajadas a un simple apellido.

Eso era lo que pasaba con todos aquellos que decían que eran cómplices o algo similar a sus espaldas —o no tan a sus espaldas— y creían en serio que estaban locas. A Brigid realmente le molestaba que su padre pensara de esa manera. No comprendía por qué. ¿En qué se basaba aquella opinión, además de en rumores? En nada. Ni siquiera conocía a Vega y Nova.

—¿Así que Vega y Nova son geniales?

Brigid soltó un chillido al ver a Felicity junto a la ventana, sonriendo con picardía. Desde abajo, escuchó a Cedric preguntándole si estaba bien.

—¡Me he caído de la cama, no pasa nada! —gritó ella, y luego se volvió hacia la fantasma—. ¿Qué estás haciendo tú aquí?

—¿Acaso no puedo venir a hacerte una visita? —preguntó Felicity, haciendo una mueca.

—Claro que sí, pero no espiarme mientras almuerzo con mi familia —protestó Brigid—. ¿Cuándo has llegado?

—Hace poco, vengo acompañando a Hedwig —aclaró Felicity, señalando hacia la ventana. Al otro lado, una lechuza blanca estaba posada en el alféizar, picoteando el cristal con impaciencia—. Quería ver cuánto ibas a tardar. Le avisé para que se esperara un poco y no se colara por la cocina.

Brigid se apresuró a abrir la ventana para que Hedwig pudiera entrar. El ave se posó en su cama, tiritando, y dejó una carta sobre la colcha. Brigid se apresuró a tapar a la lechuza con una manta fina, para ayudarla a recuperar algo de calor, y cerrar la ventana.

—¿Puede verte? —le preguntó a Felicity—. ¿Las lechuzas te ven?

—Cualquier animal, de hecho —explicó ella—. Me encanta ir al bosque. Me hace sentir como si estuviera viva de verdad.

Usó el mismo tono alegre que Harry utilizaba para hablar de cosas que le entristecían. Brigid miró al suelo, sin saber qué decir.

—¿No vas a abrir la carta? —preguntó Felicity.

Brigid tomó el sobre y lo abrió cuidadosamente. Siempre intentaba que saliera lo más intacto posible, que no se rompiera, aunque solía fracasar. Sacó la carta de dentro y desplegó el papel.

Querida Brigid:

Feliz Navidad. Espero de verdad que estés disfrutando con tus padres y tu hermano. Estando en Hogsmeade el otro día, encontré esto y pensé que podría gustarte, así que pensé que estaría bien regalártelo.

No sé cuánto tardará Hedwig en llegar hasta tu casa, pero espero que sea antes de que termine el día. Ojalá hayas tenido una buena Navidad.

Nos vemos pronto,
Harry

Brigid no podía creérselo. ¿Un regalo? Metió la mano en el sobre y su dedo rozó un objeto de metal. Al sacarlo, comprobó que era un anillo.

Era plateado y no demasiado grueso. Una pequeña estrella de ocho puntas con un brillante en el centro lo adornaba. La pequeña piedra destelló con la luz que entraba a través de la ventana. Brigid observó, sorprendida, que la luz que se reflejaba formaba en la pared la forma de unas contelaciones. Andromeda, Cassiopeia y Perseus.

En una ocasión, Brigid le había dicho a Harry que el mito de aquellas constelaciones le encantaba.

—Ahora entiendo por qué quiso guardar tan bien la sorpresa —comentó Felicity, sonriendo al ver la expresión de Brigid—. Un anillo de compromiso. Muy atrevido.

Las mejillas de la chica se tiñeron de rojo.

—Es broma, es broma —dijo Felicity, burlona—. Pero mi hermano tiene buen gusto para los regalos, sin duda.

—Me encanta —susurró Brigid, aún con las mejillas sonrojadas—. ¿Po-podrías darle las gracias de mi parte? Yo no...

—Lo haré —aseguró Felicity—. Y, de su parte, gracias por el libro de quidditch. Le ha encantado.

Brigid le echó un vistazo al anillo. Al lado de eso, el libro que le había regalado a Harry parecía una porquería.

—Le ha encantado —insistió Felicity, como si le leyera la mente. Ante la mirada de Brigid, añadió—: Conozco esa expresión. La he visto muchas veces.

Brigid asintió y observó el anillo, que sostenía en la palma de la mano. No estaba segura de aceptarlo. Era precioso, sin duda, pero ¿cuánto podría haberle costado a Harry?

—¿No te lo vas a poner? —preguntó Felicity.

Brigid dudó, pero finalmente se lo colocó en el dedo anular de la mano izquierda. Ante el nuevo ángulo, las constelaciones que se mostraban en la pared cambiaron, esta vez mostrando el Triángulo de Verano, con las constelaciones de Lyra, Cygnus y Aquila.

—Es increíble —susurró Brigid.

—Sí que lo es —asintió Felicity—. Además, es bonito. No tenía ni idea de que Harry pudiera llegar a ser tan detallista.

Brigid asintió, sin quitar la vista de las constelaciones que aparecían en la pared. Harry sí que sabía hacer un buen regalo.

—¿No es demasiado? —preguntó, dudosa.

Felicity hizo un gesto, quitándole importancia.

—Podría decirse que los Potter tienen bastante dinero —explicó, sin entrar mucho en detalles—. Pero incluso si sigues creyendo que es mucho, podrás devolvérselo el año que viene. O en su cumpleaños.

Brigid miró el anillo durante un momento más. Le encantaba, era precioso. Siempre le habían gustado los anillos. Definitivamente, Harry había acertado con aquel regalo.

Fue hasta el escritorio y sacó rápidamente pergamino, pluma y tintero.

Querido Harry:

Feliz Navidad a ti también. Gracias por el regalo, es precioso. Los anillos siempre me han encantado.

Ojalá que estés pasando una buena Navidad en Hogwarts. Saluda de mi parte a Ron y Hermione.

Nos vemos pronto,
Brigid

Escribir eso le tomó una hora de muchas dudas, tachones y gastar pergamino. Brigid no tenía ni idea de qué poner. Se sentía en la obligación de responder a Harry y darle las gracias, pero realmente le costaba escribir una respuesta que no fuera demasiado sentimental o algo similar.

Escribir sobre sus sentimientos o emociones era bastante complicado para Brigid y quedó claro en la carta. La releyó al menos cinco veces, antes de suspirar y, con resignación, introducirla en un sobre.

Era, con toda seguridad, la carta de agradecimiento más seca de la historia. Pero no se le ocurría nada mejor y no podía quedarse todo el día pensando, especialmente porque Hedwig parecía haberse recuperado ya y estaba deseando marcharse.

Brigid le dio la carta y la lechuza le picoteó cariñosamente la mano un par de veces, antes de salir volando por la ventana que Brigid había abierto para ella.

—Supongo que yo debería irme también —comentó Felicity, tras unos minutos. Estaba examinando la librería de Brigid con interés—. Creo que este libro se lo leyó Vega. Agatha Christie es de sus favoritas.

—A mí también me encanta —admitió Brigid—. Aunque prefiero C. S. Lewis. Las Crónicas de Narnia es mi colección preferida.

—¡Vega se lo leyó! —exclamó Felicity—. Deberíais hablar de libros juntas. Sería divertido.

Uhmm. —Brigid no estaba tan segura como Felicity—. Si hubiéramos hablado alguna vez, tal vez...

Alguien llamó a su puerta y Brigid supo que era Cedric porque ni su madre ni su padre se molestaban en llamar antes de entrar. Gritó un Entra y, antes de darse cuenta, Felicity ya se había ido.

Cedric echó un vistazo al dormitorio al entrar. Parecía ligeramente confundido.

—¿Hablabas con alguien? —preguntó, extrañado.

—No —respondió Brigid. Sus ojos fueron de inmediato a su izquierda, como siempre que mentía. Afortunadamente, Cedric no lo notó—. Hablaba sola.

—Entiendo. —El mayor miró a su alrededor, antes de ir a sentarse junto a su hermana—. También te ha molestado lo de Vega y Nova, ¿verdad?

Brigid tardó un momento en recordar lo sucedido en el almuerzo. El regalo de Harry y la charla con Felicity le había distraído. Asintió.

—Papá habla sin saber —dijo, en voz baja—. Es lo que más me molesta.

—Lo sé. A mí también. He intentado tocar el tema un lar de veces cuando tú has subido y siempre dice lo mismo. Que nos alejemos de los Black. No nos convienen. Esa familia está maldita. Cosas así.

—Vega y Nova no tienen nada que ver con los Black —protestó Brigid—. No las han criado ellos y lo único que hacen es usar un apellido. No entiendo por qué todos tienen que hablar.

Puede que Brigid no fuera especialmente cercana con ninguna de las dos hermanas, pero si había algo que le molestaba, era la injusticia. Todo lo que Vega y Nova estaban sufriendo era completamente injusto. Fudge había dicho que ellas no sabían nada de su verdadero apellido hasta que Vega recibió su carta de Hogwarts. Ni siquiera habían sido Black hasta unos años atrás.

—Yo tampoco —admitió Cedric—. Ni tampoco entiendo por qué papá odia tanto a los Black. Deben de ser una familia de verdad horrible. Digo, además de Sirius Black.

—Supongo que sí —dijo Brigid, jugueteando distraídamente con su nuevo anillo.

Solía jugar con todo lo que tenía al alcance de la mano para distraerse. Las plumas cuando escribía, el borde deshilachado de su bufanda, un botón suelto en su camisa. Lo hacía apenas sin darse cuenta. Evidentemente, el anillo iba a servir para aquello.

Cedric lo notó.

—¿De dónde has sacado eso? —preguntó, sorprendido.

—¿Qué?

—El anillo —aclaró Cedric—. Nunca te lo había visto.

Sonaba curioso. Brigid se revolvió, incómoda.

—Es un regalo de Navidad —explicó.

—¿De Primrose? —quiso saber Cedric.

Brigid vaciló.

—Eh... De Harry, en realidad.

La sorpresa se reflejó en el rostro de su hermano, a pesar de que este tratara de ocultarla. Brigid se ruborizó levemente.

—¿Harry Potter?

—Sí. —Brigid se encogió de hombros—. Somos amigos.

Sonrió al pronunciar la última palabra.

—No lo sabía —admitió Cedric. Tras unos momentos, una sonrisa apareció en su rostro—. Es muy bonito.

Brigid asintió.

—Es precioso. No esperaba algo así —admitió.

Rozó la estrella plateada con el dedo y una pequeña sonrisa se formó en su rostro.

Harry Potter había mejorado su Navidad con un regalo y una simple carta y eso sería algo que Brigid recordaría por mucho tiempo.

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