xi. story of another us

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xi.
historia de otros nosotros








La euforia por haber ganado la Copa de Quidditch le duró a Harry al menos una semana. Felicity estaba a partes iguales emocionada y fastidiada por su repentino buen humor.

—Es raro, teniendo en cuenta que eres un gruñón —le pinchaba, mientras caminaban (o él caminaba y ella flotaba a su lado) por los pasillos de Hogwarts.

—No soy un gruñón, tú gruñes más que yo —replicó Harry, ofendido.

—Yo no gruño —protestó ella, igualmente ofendida.

—¿No te preocupa que los demás te vean hablando solo?

Harry se detuvo bruscamente, sonriendo al reconocer la voz de Brigid. Se giró y la vio frente a él, sonriendo no tan tímidamente como antes solía hacer, con unos libros sujetos contra el pecho. Llevaba el pelo liso suelto, cayéndole por la espalda hasta la altura de los omóplatos. Algo extraño, ya que solía llevarlo recogido en una coleta alta.

—Es la primera vez que te veo sin el pelo recogido, ¿sabes? —comentó, como quien habla del tiempo—. ¿No tenías gomas de pelo?

—Le presté una a Prim ayer y era la última que me quedaba —aclaró ella, encogiéndose de hombros—. Suelo perder todas a lo largo del curso. En verano, compro nuevas.

Harry sonrió. Felicity se había marchado —o había desaparecido, mejor dicho—, a toda prisa, pero no le dio demasiada importancia.

—No sabía que fueras tan despistada.

—No soy despistada, todo el mundo pierde sus gomas de pelo —protestó ella, divertida.

—Vega no —replicó Harry, echando a andar. Se habían detenido en mitad del pasillo y había un alto riesgo de ser arrollados. No pensaba pasar por ello.

—Vega será un caso único entre un millón, porque Nova me dijo ayer que ya no le quedaban. Por eso me pidió una —respondió Brigid, riendo—. Y aún no has dicho si te preocupa que los demás te vean hablando solo.

—Oh, no —dijo Harry, encogiéndose de hombros—. Ya creen que estoy loco, ¿qué más da? Es divertido, además. Y no voy a dejar de hablar con mi hermana porque el resto del mundo no sepan que es un fantasma invisible. Siempre puedo decir que estoy hablando con Nick Casi Decapitado. O incluso con el Barón Sanguinario.

—¿Con el Barón Sanguinario? —repitió Brigid, escéptica—. No parece alguien muy hablador.

—Eso es porque aún no conoce el encanto Potter —replicó Harry.

Brigid rio, negando con la cabeza. Harry la observó por el rabillo del ojo, mientras se dirigían a la biblioteca. Él no tenía intención de ir allí, pero se dijo que no estaría de más repasar un poco junto a ella. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y los nervios se notaban en todo el alumnado, especialmente en el de quinto y séptimo curso.

—Apuesto a que hay personas inmunes al encanto Potter —dijo Brigid.

—Snape es la excepción a la regla, cierto —bromeó Harry.

Ella rio otra vez, tapándose la boca con la mano. Harry sonrió. Le divertía comprobar cómo había cambiado Brigid desde que la conoció a principios de curso. Ya no era tan tímida, en absoluto, y aunque continuaba sonrojándose con más frecuencia de la que debía ser saludable, hablaba mucho más que antes y no se sentía tan intimidada ante él ni ante Prim, Ron o Hermione. Incluso hablaba con Nova, de vez en cuando.

Con el resto del mundo, seguía siendo como siempre, pero a Harry le alegraba haber llegado a descubrir a la persona que se escondía tras aquellos sonrojos y balbuceos.

—¿Sabes? —comentó Brigid, mientras entraban a la biblioteca—. Lupin me dejó enfrentarme a un boggart ayer.

Harry levantó la cabeza, de inmediato. Brigid sonreía un poco. Parecía aliviada, también un poco orgullosa.

—¿Fue bien? —adivinó Harry, sonriendo.

Ella asintió.

—Fue bastante gracioso, incluso —admitió, sacando el libro de Historia de la Magia de la mochila—. Creo que lo haré bien el examen.

—Seguro que lo harás bien, niña genio —rio Harry, tomando asiento—. Eres como Vega en eso. Cosas de inteligentes.

Harry, con fastidio, sacó el libro de Encantamientos de la mochila y lo puso sobre la mesa.

—Habrá que estudiar, ¿no? —preguntó, mirando a Bree.

Ella se encogió de hombros.

—Me temo que sí.

Los exámenes llegaron antes de lo que Brigid hubiera deseado. A pesar de que ella no tenía que pasar por el estrés de los TIMOs, como Cedric, tampoco era divertido tener que repasar cómo pasar de tetera a tortuga o los encantamientos estimulantes.

Por suerte, la pesadilla pasó, como siempre, y tras la tormenta llegaba la calma. Brigid no sabía cómo le habían salido los exámenes teóricos aún, pero se hacía una idea de los prácticos. Cuando, después del de Defensa Contra las Artes Oscuras, Lupin la llevó a un lado y le dijo que tenía la máxima nota, estuvo a punto de estallar de orgullo.

Brigid no vio a Harry, Ron o Hermione después del último examen (Estudios Muggles, horrible, en opinión de Brigid), pero sí se enteró por Nova de que Prim había terminado en la enfermería después de caer por las escaleras y romperse el tobillo.

Ante la insistencia de la menor, Brigid accedió a acompañarla a la enfermería después de cenar y preguntarle cómo estaba, aunque fue Nova la que habló mayormente. Pero Prim estaba molesta y no solo por el tobillo roto.

Buckbeak ha perdido el caso, ¿os lo ha dicho Harry? —preguntó la rubia.

—¿Ha perdido? —repitió Brigid, con horror. Después de las horas invertidas en preparar la defensa del hipogrifo, había creído que podrían salvarlo—. ¿Cuándo es la ejecución?

—Ahora —gimió Prim, angustiada—. ¡Se suponía que estaría allí para apoyar a Hagrid y despedirme! ¡No que acabaría en la enfermería por el idiota de Malfoy!

—¿Te tiró por la escalera? —se interesó Nova.

Prim hizo una mueca.

—Puede que le tirase del pelo, él respondiera con un empujón y yo terminara aquí.

—No sabía que molestabas a Malfoy, Jones —dijo Nova, divertida—. Tendremos que hacer planes juntos. ¿Sabes si mi primo y los otros están con Hagrid?

—Probablemente —admitió Prim.

Nova miró a Brigid.

—¿Qué me dices de ir a buscarlos?

—¡Ni hablar! —exclamó Brigid.

Diez minutos después, ambas salían al jardín entre las últimas luces del día. Los terrenos se encontraban desiertos, pero un susurro de voces les llegó a ambas.

Nova, bastante más entusiasmada que Brigid con aquella aventura, encabezó el sendero que bajaba desde el castillo. Brigid, tras dudar, la siguió.

—¿Dónde vamos? —preguntó, mientras iba tras ella—. No sabemos si están aquí.

—Tú también les estás escuchando susurrar, ¿verdad? —respondió Nova, con expresión pícara—. Están con la capa, nos verán y...

Scabbers... ¡NO!

Nova ni siquiera había terminado de hablar cuando escucharon a Ron gritar. Acto seguido, lo vieron aparecer solo unos metros por delante de ambas, siguiendo a...

—¿Una rata y un gato? —dijo Nova, sorprendida—. Mierda. ¡Ron, espera!

Brigid no pudo decir nada para detener a Nova, que echó a correr a toda velocidad y en pocos segundos se posicionó junto a Ron e incluso llegó a adelantarlo. Brigid nunca había visto a nadie correr tan rápido.

Salió a la carrera tras ella tras tomarse un segundo para pensarlo. Harry y Hermione aparecieron a su lado de la nada, éste llevando la capa al vuelo sobre su cabeza.

—¿Qué estáis... haciendo... aquí? —jadeó Harry, posicionándose a su derecha.

—Prim nos... dijo que... vendríais —respondió ella, sin entrar en detalles.

Era difícil hablar y respirar a la vez, así que optó por no decir más. Le costaba algo seguir el ritmo de Harry, que pronto la adelantó, pero se mantuvo a la altura de Hermione.

—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí... —Ron gritaba delante de ellos.

Oyeron un golpe seco.

—¡Te he atrapado! —Era la voz victoriosa de Nova.

—Vete, gato asqueroso. —Ron sonaba enojado y cansado al mismo tiempo.

Los otros tres casi chocaron contra ellos. Estaban tendidos en el suelo. Scabbers estaba entre las manos de Nova. Ésta le pasó la rata a su dueño.

—Vamos, volvamos a cubrirnos —dijo Hermione jadeando—. Dumbledore y el ministro saldrán dentro de un minuto.

No tuvieron tiempo de nada. Oyeron los pasos de unas patas gigantes. Algo se acercaba a ellos en la oscuridad: un enorme perro negro de ojos claros.

El perro dio un gran salto y golpeó a Harry en el pecho. Brigid dejó escapar un chillido. Él cayó de espaldas. Brigid se agachó a su lado, notando la piel de gallina al escuchar al perro gruñir con fuerza.

Brigid acabó en el suelo, junto a Harry. Dejó escapar un gemido de dolor y cerró los ojos un momento, sintiendo la nuca arder. Cuando se incorporó, vio que el perro arrastraba a Ron, al que había mordido por el brazo.

—¡Ron! —dijo Nova, levantándose bruscamente.

Harry echó a correr tras el chico y el perro. Brigid se puso de vio y le siguió, asegurándose de que llevaba la varita en el bolsillo. Pero, un momento después, escuchó a Harry gritar y, por el rabillo del ojo, le vio caer al suelo, derribado.

No se paró a pensar qué había pasado: corrió hacia Ron, que estaba siendo arrastrado hacia el tronco de un árbol cercano. Trataba en vano de escapar, con las dos piernas pataleando y el brazo entre los dientes del perro.

Brigid, corriendo más rápido de lo que había creído capaz de poder hacerlo, sujetó uno de los pies de Ron, esperando de algún modo poder hacer fuerza para liberarle.

En frío, hubiera podido pararse a pensar que aquella era una estupidez de idea. Acabó siendo arrastrada, junto a Ron, por el perro. Podría haberse soltado, pero se negó a dejarle. Gritando, trató inútilmente de aferrarse a algo con las piernas, pues los brazos los necesitaba para sujetar a Ron.

El animal los llevó hasta un hueco entre las raíces del árbol. Brigid trató de detener el avance enganchando su pierna a una de las raíces que había a su derecha.

—¡Bree! —escuchó gritar a Harry—. ¡Ron!

—¡Brigid, suéltame! —pidió Ron, al que no podía ver la cara—. ¡Te va a meter aquí también!

—¡No! —respondió ella, con voz temblorosa. La fuerza del perro era muy superior a la suya y no sabía cuánto más aguantaría su pierna—. ¡Solo tengo que...!

Fue consciente de un crujido horrible que pareció sonarle dentro del cráneo. Los oídos le pitaron y su vista se desenfocó. Le pareció escuchar un grito a lo lejos, aunque ignoraba si era suyo o de otra persona.

Dolía. Oh, mierda, cómo dolía. Parecía quemar por dentro.

Fue consciente de que caía a un túnel oscuro y polvoriento, sobre suelo de tierra. El rostro de Ron apareció fugazmente en su visión borrosa, antes de que alguien susurrara un conjuro y la hiciera perder el conocimiento.


























Lo primero que sintió fue el dolor.

Notaba la pierna como si la tuviera en llamas. Aquel ardor no era normal, y aunque Brigid nunca antes se había roto nada, estaba convencida de que no debía dolor hasta tal extremo.

Debía haber sido una fractura horrible, o puede que solo estuviera haciéndolo peor de lo que ya era. No lo sabía. Solo estaba segura de que dolía y mucho.

Los oídos le zumbaban levemente, pero era más o menos capaz de escuchar qué sucedía a su alrededor.  Reconocía voces discutiendo, la de Harry entre ellas. Nova también estaba, era la única que podría soltar una broma en un momento así. Con esfuerzo, abrió los ojos.

No tenía idea de dónde estaba. Solo sabía que era un sitio oscuro y, a juzgar por el olor, viejo. Se incorporó con cuidado. Estaba tumbada en una cama con dosel, llena de polvo y bastante anticuada. La habitación era exactamente igual a la cama que contenía. Ron estaba justo a su izquierda, con Nova y Hermione un poco más adelante. No podía ver a Harry desde donde estaba, pero sí le escuchaba. También una quinta voz, totalmente desconocida para ella.

Ron advirtió que estaba despierta y se apresuró a ayudarla a apoyar la espalda en el cabecero de la cama. El pelirrojo estaba muy pálido, lo que resaltaba sus numerosas pecas.

—¿Estás bien? —preguntó en un susurro—. Cuando escuché el crujido, creí...

—Sí —murmuró Brigid, apretando los dientes para contener un grito de dolor al arrastrar la pierna sobre el colchón.

Le bastó una simple mirada para ver el ángulo en el que estaba su pierna —sabía con seguridad que no debería poder hacer esa posición— y saber que estaba rota. Hizo una mueca y apartó la mirada de ésta.

—¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! —escuchó gritar a Hermione—. ¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! ¡SIRIUS BLACK! ¡DENSE PRISA!

La puerta de la habitación se abrió de golpe entre una lluvia de chispas rojas y Brigid se volvió cuando el profesor Lupin entró en la habitación como un rayo, seguido de Vega Black. El profesor Lupin tenía la varita levantada y dispuesta, así como Vega. El maestro miró a todos los presentes de uno en uno.

¡Expelliarmus!

Las varitas de Harry, Nova y Ron, así como las dos que sujetaba Hermione, salieron volando de sus manos. Lupin las atrapó con facilidad y entró en la habitación, sin apartar la vista de Sirius Black.

Vega fue hacia Nova y le tomó de la mano, sin quitar la vista de Black. El hombre le devolvió la mirada.

—¿Dónde está, Sirius?

—¿Vega? —preguntó Nova, mirándola confundida.

La mayor negó casi imperceptiblemente con la cabeza. Brigid buscó su varita en el bolsillo, pero había desaparecido.

Black, tras mirar durante unos segundos a Lupin, señaló a Ron, que seguía junto a la cama, sujetando la mano de Brigid. Se había colocado frente a ella, en actitud protectora.

—Pero entonces... ¿por qué no se ha manifestado antes? A menos que... —Lupin abrió los ojos como platos— ... a menos que fuera él quien... a menos que te transmutaras... sin decírmelo...

Lentamente, Black asintió con la cabeza. Brigid no había entendido una palabra y no sabía si era por el zumbido que aún sentía en los oídos u otro motivo.

—Remus, ¿qué pasa? —Harry parecía totalmente perdido—. ¿Qué...?

Se interrumpió al ver cómo Lupin bajaba la varita y ayudaba a Black a levantarse. El gato cayó al suelo cuando el fugitivo se incorporó. Los dos hombres se abrazaron.

—¡NO LO PUEDO CREER! —gritó Hermione.

La chica se había levantado del suelo y señalaba a Lupin, horrorizada.

—Usted... usted...

—Hermione...

—¡...usted y él!

—Tranquilízate, Hermione.

—¡No se lo dije a nadie! ¡Le he estado encubriendo!

—¡Hermione, escúchame, por favor! Puedo explicarlo...

—Yo confié en ti —intervino Harry, furioso— y en realidad eres amigo de él.

Brigid vio que las manos le temblaban. Harry dio un paso hacia atrás, herido. Vega le puso la mano en el hombro, mirando fijamente al profesor.

—Estáis en un error —dijo Lupin—. No he sido amigo suyo durante estos doce años, pero ahora sí... Dejadme que os explique...

—¡NO! —gritó Hermione—. Harry, no te fíes de él. Ha ayudado a Black a entrar en el castillo. También él quiere matarte. ¡Es un hombre lobo!

Se produjo un largo silencio. Brigid intercambió una mirada de incredulidad con Ron. Ninguno de los primos Potter-Black parecía sorprendido, sin embargo.

—Te puedo asegurar, Granger —dijo Vega, rompiendo el silencio—, que Remus no tiene intención de matar a Harry.

El profesor soltó un suspiro, asintiendo con la cabeza. Harry miró a su prima, interrogante.

—Estás acertando mucho menos que de costumbre, Hermione. Me temo que solo una de tres. No es verdad que haya ayudado a Sirius a entrar en el castillo, y te aseguro que no quiero matar a Harry, como ha dicho Vega... Pero no negaré que soy un hombre lobo.

Brigid trató de levantarse, fallando en el intento. Soltó un gemido de dolor y Lupin se acercó de inmediato, preocupado.

—¡Aléjate de ella, licántropo! —exclamó Ron, asustado, cubriéndola.

Lupin se paró en seco, con aspecto dolido. Brigid tragó saliva y desvió la mirada, sin querer ver aquella expresión en el rostro del adulto.

—¿Cuánto hace que lo sabes? —preguntó Lupin, mirando a Hermione.

—Siglos. Desde que hice el trabajo para el profesor Snape.

Lupin soltó una risa forzada.

—Estará encantado —masculló—. Os puso ese trabajo para que alguno de vosotros se percatar de mis síntomas. ¿Comprobaste el mapa lunar y te diste cuenta de que yo siempre enfermo en luna llena? ¿Te diste cuenta de que el boggart se transformaba en luna al verme?

—Las dos cosas —murmuró Hermione.

—Hay pocas brujas de tu edad tan inteligentes, Hermione. No he conocido a muchas.

—No soy tan inteligente. ¡Si lo fuera, le habría dicho a todo el mundo lo que es usted!

—Deja de hablar como si te repugnara —espetó Vega, en tono bajo y furioso—. Ser hombre lobo no significa ser un asesino. Son personas, Granger.

La chica pareció levemente avergonzada.

—Nosotros tres lo sabíamos, claro —comentó Nova, en voz más alta. Se había puesto colorada de rabia y avanzaba hacia Hermione, enfadada—. No lo dijimos por algo. ¿Por qué tendríamos que decírselo a todos? No es necesario que le digas a mi padrino que...

—Nova, tranquilizate —pidió Vega, en el mismo tono bajo que empleó antes.

—Ya lo saben —intervino Remus. Las miradas volvieron a él—. Al menos, el personal docente lo sabe.

—¿Dumbledore lo contrató sabiendo que era usted un licántropo? —preguntó Ron, incrédulo—. ¿Está loco?

—Ron... —susurró Brigid.

—Hay profesores que opinan que sí —admitió Lupin.

—Snape —adivinó Vega.

—Le costó convencer a ciertos profesores de que yo era de fiar —continuó Remus.

—Sí, sin duda, Snape —masculló Nova.

—¡Y ESTABA EN UN ERROR! —gritó Harry—. ¡HAS ESTADO AYUDÁNDOLO TODO ESTE TIEMPO!

Señaló a Black, que se había arrastrado hasta la cama y se había echado sobre ella. Ocultaba el rostro tras una mano, que temblaba ligeramente. El gato se subió a su regazo. Ron trató de alejarse. Brigid se quedó muy quieta, sin saber qué hacer.

—¿EN SERIO, REMUS? —continuó Harry, con voz herida—. ¿EN SERIO?

—No he ayudado a Sirius —respondió Lupin—. Si me dejáis, os lo explicaré. Mirad... —Les devolvió las varitas a Nova, Ron, Harry, Hermione y Brigid, y guardó la suya—. Ya veis. Ahora vosotros estáis armados y nosotros no. ¿Queréis escucharme?

—Si no lo has estado ayudando, ¿cómo sabías que se encontraba aquí? —preguntó Harry.

—Por el mapa —explicó Lupin—. Por el mapa del merodeador. Estaba en mi despacho examinándolo...

—¿Sabes utilizarlo?

—Por supuesto —respondió, con impaciencia—. Yo colaboré en su elaboración. Yo soy Lunático... Es el apodo que me pusieron mis amigos en el colegio.

—¿Tú hiciste...?

—Lo importante es que esta tarde lo estaba examinando porque tenía la idea de que tú, Ron y Hermione intentaríais salir furtivamente del castillo para visitar a Hagrid antes de que su hipogrifo fuera ejecutado. Y estaba en lo cierto, ¿a que sí?

—Por eso no dejabas de mirarlo —dijo Vega, más para sí misma que para los demás—. Debería haber preguntado. Pero estaba distraída.

—Así es. —Lupin dirigió la mirada a Harry—. Supuse que os cubriríais con la vieja capa de tu padre y tu tía, Harry. —La mirada de Lupin se volvió melancólica—. ¡La de veces que vi a James y Aura desaparecer bajo ella! Que llevéis una capa invisible no os impide aparecer en el mapa del merodeador. Os vi cruzar los terrenos del colegio y entrar en la cabaña de Hagrid. Veinte minutos más tarde dejasteis a Hagrid y volvisteis hacia el castillo. Pero en aquella ocasión os acompañaba alguien.

—¿Qué dice? Nada de eso. No nos acompañaba nadie.

—Me crucé con ellos —intervino Nova—. Y venían solos.

—Es cierto —murmuró Brigid, incómoda cuando todos la miraron—. Solo estaban ellos tres, Prim está en la enfermería. Además de Nova y yo, no había nadie más.

—No es así —dijo Vega, mirándola directamente—. Lo vimos en el mapa. Los dos.

—No podía creer lo que veía —prosiguió Lupin—. Creía que el mapa estaría estropeado. ¿Cómo podía estar con vosotros?

—Por eso me dijiste que me marchara —comentó Vega, frunciendo el ceño—. Si no hubiera llegado a mirar el mapa, me hubiera ido y tú habrías venido a ver qué sucedía y por qué estaba con ellos.

Remus asintió.

—¿De qué estáis hablando? —dijo Harry, impaciente—. ¡No había nadie con nosotros!

El profesor negó con la cabeza.

—Y entonces vi otro punto que se acercaba rápidamente, con la inscripción Sirius Black. Vi que chocaba con vosotros, vi que arrastraba a tres de vosotros hasta el interior del sauce boxeador.

—¡A dos de nosotros! —corrigió Ron, enfadado.

—No, Ron. A tres.

—Dice la verdad —dijo Vega, al observar las expresiones de los demás—. Yo estaba ahí. Aunque me gustaría entender lo que sucede.

—Pronto lo entenderás, Vega —aseguró Remus. Se giró hacia Ron—. ¿Me dejas echarle un vistazo a la rata?

—¿Qué? ¿Qué tiene que ver Scabbers en todo esto?

—Todo. ¿Podría echarle un vistazo, por favor?

Ron dudó. Brigid hizo una mueca cuando el pelirrojo sacó su rata del bolsillo. El animal no dejaba de agitarse, tratando de escapar.

Lupin se acercó más a Ron. Contuvo el aliento mientras examinaba detenidamente a Scabbers.

—¿Qué? —preguntó Ron, que parecía asustado—. ¿Qué tiene que ver la rata en todo esto?

—No es una rata —respondió Sirius Black, sobresaltando a Brigid. Casi había olvidado su presencia.

El hombre, sentado junto a ella, había levantado la mirada. Con incomodidad, Brigid se apartó un poco de él, dejando escapar un gemido de dolor al arrastrar la pierna. Harry la miró bruscamente. Ella le hizo un gesto para quitarle importancia.

—¿Qué quiere decir? —protestó Ron—. ¡Claro que es una rata!

—No lo es —dijo Remus, en voz baja—. Es un mago.

—Un animago —corrigió Black— llamado Peter Pettigrew.

Brigid los miró detenidamente por unos segundos. Luego, soltó lo primero que había pensado al escuchar aquello.

—¿Qué?

—Están ustedes locos —dijo Ron.

—¡Absurdo! —añadió Hermione.

Nova miró a Vega.

—¿Tú le crees? —preguntó, en tono tranquilo.

—Sí —respondió su hermana, para nada tranquila—. Lo he visto.

—En ese caso, yo también le creo —declaró Nova, cruzándose de brazos.

Pero Harry no lo tenía tan claro como ella.

—¡Peter Pettigrew está muerto! ¡Lo mató él hace doce años! —exclamó Harry, señalando a Black.

—Tal fue mi intención, pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero esta vez me vengaré!

El hombre dejó al gato en el suelo y se abalanzó sobre Scabbers. Brigid soltó un grito de dolor cuando cayó sobre su pierna para llegar a Ron.

En ese momento, comprendió el significado de la expresión ver las estrellas.

—¡DÉJALA! —escuchó gritar a Harry.

—¡Sirius, NO! —gritó Remus, apartando a Black de ella rápidamente—. ¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselo!

—Podemos explicarlo después —gruñó Sirius, tratando de apartarlo.

—¡Tienen derecho... a saberlo... todo! —jadeó Lupin—. ¡Es la mascota de Ron! ¡Hay cosas que ni siquiera yo comprendo! ¡Y Vega, Nova y Harry...! ¡Tienes que explicarle la verdad a ellos, Sirius!

Black dejó de forcejear y se apartó de Lupin, sin quitar los ojos de Scabbers.

—De acuerdo, pues —dijo Black, lanzando una rápida mirada a sus hijas—. Explícales lo que quieras, pero date prisa, Remus. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado...

—Están locos los dos —respondió Ron—. Ya he tenido bastante. Me marcho. Vamos, Brigid.

Lupin sacó la varita y apuntó a Scabbers con ella.

—Me vas a escuchar hasta el final, Ron. Pero sujeta bien a Peter mientras escuchas.

—¡NO ES PETER, ES SCABBERS! —gritó Ron, metiendo la rata en su bolsillo delantero.

Brigid se movió un poco más y estuvo a punto de perder el equilibrio. Vega tuvo que ayudarle a no caerse. Le hizo tumbarse de nuevo en la cama, con cuidado.

—Será mejor que no intentes moverte mucho, Brigid —advirtió, en voz baja—. La señora Pomfrey tendrá que curarte luego.

—Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew —dijo Harry—. Toda una calle llena de testigos.

—¿ALGUIEN HARÍA EL FAVOR DE DECIRME QUIÉN ES PETTIGREW? —gritó Nova, consiguiendo atraer la atención de todos—. En serio, esto empieza a ser molesto. No suelo estar tanto tiempo callada.

Brigid se hubiera reído en otra situación y con menos dolor.

—Era un mago que estudió con mis padres, el profesor Lupin y él. —Harry señaló a Black, con claro desprecio—. Black lo mató, junto a doce muggles, después de vender a mis padres a Voldemort. Es por él por quien están muertos. Y no solo vendió a mis padres...

Brigid le miró, sorprendida. Había escuchado a Harry defender en cientos de ocasiones a sus primas de los rumores sobre ellas y Black. Había tenido siempre muchísimo tacto en asuntos relacionados con el padre de ambas. Pero parecía que el deseo de venganza le había hecho olvidar aquello.

—Para, Harry —interrumpió Vega, en tono de advertencia.

—¿Qué es? —preguntó Nova, mirando a su hermana.

La mayor tragó saliva. Miró a Lupin, que asintió. Vega suspiró.

Brigid decidió mirar a otro lado y dejarles un poco de intimidad. Crookshanks había escalado a su regazo y estaba allí, hecho una bola. Brigid lo acarició cuidadosamente.

—Sabes por qué él fue a Azkaban —empezó Vega, dudosa—. Por matar a doce muggles y un mago.

—Lo sé. Ese mago era Pettigrew, ¿no? ¿El Peter del que tío Jason nos hablaba?

Brigid vio que Black temblaba de ira y frustración a su lado.

—Ajá. Bueno, también fue por unirse a los mortífagos y... es largo de explicar, pero él fue quien entregó a mamá, tío James y tía Ariadne a Voldemort. Los vendió. Luego, mató a los muggles y Pettigrew.

Vega se trabó, tartamudeó y se quedó pensando en qué decir a continuación varias veces mientras hablaba, pero aquello fue lo que Brigid terminó entendiendo.

Crookshanks fue junto a Black y comenzó a restregar la cabeza contra su brazo, lo que pareció tranquilizar un poco al hombre.

Brigid miró a Nova, que parecía estar asimilando la información.

—Mierda —fue lo primero que dijo Nova, sacudiendo la cabeza—. ¿Esto es lo que me has estado ocultando?

Todos las observaban en completo silencio. El único sonido que se escuchaba eran los chillidos de Scabbers.

—Ah, y nosotras estábamos allí cuando hizo eso último. También quería matarnos a Harry y a nosotras y... Creo que ya he dicho todo.

Vega trató de sonreír para quitarle importancia al asunto, pero le salió una mueca. Su hermana sacudió la cabeza.

—Mierda —repitió Nova—. Hubiera preferido que traficaras droga.

—Ya —murmuró Vega—. ¿Ahora entiendes por qué te dije que era jodido?

—Supongo que sí —dijo Nova, mirando a Black de reojo—. ¿Así que él quiso matarnos?

Vega asintió con la cabeza.

—Eso dijeron.

—Bien, ya he entendido. Podemos continuar. ¿Por dónde íbamos? —Nova miró a su alrededor—. Ah, sí. ¿No sé cuántos testigos le vieron matar a Pettigrew?

—¡No vieron, creyeron ver! —exclamó Black, furioso.

Parecía tener ganas de intervenir desde hacía un buen rato.

—Todo el mundo creyó que Sirius mató a Peter —dijo Lupin, en tono pacificador—. Yo mismo lo creía hasta que he visto el mapa esta noche. Porque el mapa del merodeador nunca miente... Peter está vivo. Ron lo tiene entre las manos, Harry. Vega puede decírtelo.

Ella asintió con la cabeza. Harry la miró detenidamente. Ella puso la mano sobre su hombro y Harry asintió después de un segundo, apretando los labios.

—¿Tan seguro está de que el mapa no falla? —preguntó Brigid, en voz baja, atreviéndose a preguntar lo que llevaba un rato queriendo.

Lupin la miró y asintió.

—No he estado tan seguro de nada jamás —prometió—. Participé en la creación del mapa, nos encargamos de que fuera fiable.

—Sí, Arión se encargó de ello —susurró Black, haciendo que Brigid le mirara, sin entender.

Hermione intervino.

—Pero profesor Lupin: Scabbers no puede ser Pettigrew... Sencillamente es imposible, usted lo sabe.

—¿Por qué no puede serlo? —preguntó Lupin, en tono calmado.

—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué Profesora McGonagall en el registro, y vi que en este siglo solo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.

Brigid miró a la castaña, impresionada. Ella pensaba que se tomaba en serio los trabajos. Estaba claro que no tanto como Hermione.

Lupin se echó a reír.

—¡Bien otra vez, Hermione! Pero el Ministerio ignora la existencia de otros cuatro animagos en Hogwarts.

—Si se lo vas a contar, date prisa, Remus —gruñó Black—. He esperado doce años. No voy a esperar más.

—De acuerdo, pero tendrás que ayudarme, Sirius. Yo solo sé cómo comenzó...

La puerta se abrió sola, interrumpiendo a Lupin. Brigid se tensó, aunque, al ver que no había nadie, se dijo que debía haber sido solo el viento.

—Esto parece una maldita película de terror muggle —murmuró Nova, frunciendo el ceño—. Juro que, si aparece un muñeco satánico o algo así, me largo.

—No hay nadie —informó Lupin, observando el rellano.

—¡Este lugar está encantado! —dijo Ron.

—No lo está —dijo Lupin, que seguía mirando a la puerta, intrigado—. La Casa de los Gritos nunca ha estado embrujada. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los producía yo. Con eso empezó todo... cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido... y si no hubiera sido yo tan temerario.

Ron parecía a punto de interrumpirle, pero Hermione se llevó rápidamente el dedo a la boca.

—¡Chitón!

—Era muy pequeño cuando me mordieron —prosiguió Lupin—. Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me ha estado dando el profesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo, ¿os dais cuenta? Si la tomo la semana anterior a la luna llena, conservo mi personalidad al transformarme... Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y aguardo a que la luna vuelva a menguar. Sin embargo, antes de que se descubriera la poción de matalobos, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposible que pudiera venir a Hogwarts. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced. Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. Dijo que mientras tomáramos ciertas precauciones, no había motivo para que yo no acudiera a clase. —Lupin suspiró y miró a Harry—. Te dije hace meses que el sauce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa —Lupin miró a su alrededor melancólicamente—, el túnel que conduce a ella... se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.

»En aquella época mis transformaciones eran... eran terribles. Es muy doloroso convertirse en licántropo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de forma que me arañaba y mordía a mí mismo. En el pueblo oían los ruidos y los gritos, y creían que se trataba de espíritus especialmente violentos. Dumbledore alentó los rumores... Ni siquiera ahora que la casa lleva años en silencio se atreven los del pueblo a acercarse. Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca. Por primera vez tenía amigos, cuatro estupendos amigos: Sirius Black, Peter Pettigrew, tu padre, Harry, James Potter y vuestra madre, Vega, Nova. Aura Potter. —Nova arqueó las cejas al escuchar el nombre. Sirius esbozó una mueca—. Mis cuatro amigos no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les dije que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla... Me aterrorizaba que pudieran abandonarme cuando descubrieran lo que yo era. Pero al igual que tú, Hermione, averiguaron la verdad. Y no me abandonaron. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no solo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Se hicieron animagos.

—¿Mi padre y mi tía también? —preguntó Harry, sorprendido.

—Sí, claro —respondió Lupin—. Les costó tres años averiguar cómo hacerlo. Tu padre, tu tía y Sirius eran los alumnos más inteligentes del colegio y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James, Aura y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un animal diferente.

—Pero ¿en qué le benefició a usted eso? —preguntó Hermione.

—No podían hacerme compañía como seres humanos, así que me la hacían como animales —explicó Lupin—. Un licántropo solo es peligroso para las personas. Cada mes abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James y Aura. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóviles. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.

—Date prisa, Remus —dijo Black, ansioso.

—Ya llego, Sirius, ya llego... Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius, Aura y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un licántropo. Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como nosotros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto, Peter Colagusano, James Cornamenta y Aura Arión.

—¿Qué animal...? —empezó Harry, pero fue interrumpido por Hermione.

—¡Aun así, era peligroso! ¡Andar por ahí, en la oscuridad, con un licántropo! ¿Qué habría ocurrido si les hubiera dado esquinazo a los otros y mordido a alguien?

—Granger, lo hecho, hecho está —dijo Nova, tranquila—. No pasó, tuvieron suerte, fin. Por cierto, ¿cómo puedo convertirme en animaga?

Brigid soltó una carcajada, rompiendo junto a Nova el ambiente tenso que se había creado en el lugar.

—No, Nova —se apresuró a decir Vega—. Ni hablar.

—A mí me parece una buena pregunta —murmuró Brigid. Solo Ron y Black la escucharon. La pequeña sonrisa que apareció en el rostro del hombre la sorprendió.

Recordaba a la sonrisa de Vega.

Hermione le lanzó una mirada airada a Nova.

—¡Podría haber pasado algo! —insistió.

—Ese es un pensamiento que aún me reconcome —admitió Lupin—. Estuve a punto de hacerlo muchas veces. Luego nos reíamos. Éramos jóvenes e irreflexivos. Nos dejábamos llevar por nuestras ocurrencias. A menudo me sentía culpable por haber traicionado la confianza de Dumbledore. Me había admitido en Hogwarts cuando ningún otro director lo habría hecho, y no se imaginaba que yo estuviera rompiendo las normas que había establecido para mi propia seguridad y la de otros. Nunca supo que por mi culpa cuatro de mis compañeros se convirtieron ilegalmente en animagos. Pero olvidaba mis remordimientos cada vez que nos sentábamos a planear la aventura del mes siguiente. Y no he cambiado... Todo este curso he estado pensando si debería decirle a Dumbledore que Sirius es un animago. Pero no lo he hecho. ¿Por qué? Porque soy demasiado cobarde. Decírselo habría supuesto confesar que yo traicionaba su confianza mientras estaba en el colegio, habría supuesto admitir que arrastraba a otros conmigo... y la confianza de Dumbledore ha sido muy importante para mí. Me dejó entrar en Hogwarts de niño y me ha dado un trabajo cuando durante toda mi vida adulta me han rehuido y he sido incapaz de encontrar un empleo remunerado debido a mi condición. Y por eso supe que Sirius entraba en el colegio utilizando artes oscuras aprendidas de Voldemort y de que su condición de animago no tenía nada que ver... Así que, de alguna manera, Snape tenía razón en lo que decía de mí.

—¿Snape? —dijo Black bruscamente, mirando a Lupin—. ¿Qué pinta Snape?

—Está aquí, Sirius —dijo Lupin con disgusto—. También da clases en Hogwarts.

—Hemos hablado antes de él —añadió Nova—. ¿Azkaban te ha afectado al oído?

—Nova, hay momentos en los que las bromas sobran —gruñó Vega.

—El profesor Snape era compañero nuestro —explicó Remus. Se giró hacia Black—. Ha intentado por todos los medios impedir que me dieran el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Le ha estado diciendo a Dumbledore durante todo el curso que no soy de fiar. Tiene motivos... Sirius le gastó una broma que casi lo mató, una broma en la que me vi envuelto.

—Le estuvo bien empleado. —Black se rió con una mueca—. Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que tramábamos... para ver si nos expulsaban.

—¿Y no hubiéramos tenido que tenerle como profesor? —preguntó Nova—. No le deseo la muerte a nadie, pero hubiera estado bien.

La mirada que Black dirigió a su hija menor dijo mucho, pero éste optó por permanecer en silencio.

—Severus estaba muy interesado por averiguar adónde iba yo cada mes —dijo Lupin—. Estábamos en el mismo curso, ¿sabéis? Y no nos caíamos bien. En especial, le tenía inquina a James. Creo que era envidia por lo bien que se le daba el quidditch... De todas formas, Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con la señora Pomfrey cierta tarde que me llevaba hacia el sauce boxeador para mi transformación. Sirius pensó que sería divertido contarle a Snape que para entrar detrás de mí bastaba con apretar el nudo del árbol con un palo largo.

—También fue porque ese imbécil estaba hablando mal de Aura —gruñó Sirius.

Remus asintió.

—Bueno, Snape, como es lógico, lo hizo. Si hubiera llegado hasta aquí, se habría encontrado con un licántropo completamente transformado. Pero tu padre, Harry, que había oído a Sirius, avisó a Aura y ambos fueron tras Snape y lo obligaron a volver, arriesgando sus propias vidas, aunque Snape me entrevió al final del túnel. Dumbledore le prohibió contárselo a nadie, pero desde aquel momento supo lo que yo era...

—Entonces, por eso lo odia Snape —adivinó Harry—. ¿Pensó que estaba usted metido en la broma?

—Exactamente —admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared, a espaldas de Lupin.

Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a Lupin con la varita.




















estuve un mes sin poder escribir nada y luego me salió esto en una tarde lol

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