xii. to understand each other

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng








xii.
comprenderse el uno al otro








—Mierda —exclamó Nova.

Hermione soltó un grito. Brigid también. Black se puso de pie de un salto. Harry pegó un brinco. Nova soltó otra maldición. Vega se quedó de piedra.

—He encontrado esto al pie del sauce boxeador —dijo Snape, arrojando la capa a un lado y sin dejar de apuntar al pecho de Lupin con la varita—. Muchas gracias, Potter, me ha sido muy útil.

La cara de satisfacción de Snape le dio náuseas a Brigid.

—Tal vez os preguntéis cómo he sabido que estabais aquí —dijo con los ojos relampagueantes—. Acabo de ir a tu despacho, Lupin. Te olvidaste de tomar la poción esta noche, así que te llevé una copa llena. Fue una suerte. En tu mesa había cierto mapa. Me bastó un vistazo para saber todo lo que necesitaba. Te vi correr por el pasadizo con Vega Black.

—Severus... —comenzó Lupin, pero Snape no lo oyó.

—Le he dicho una y otra vez al director que ayudabas a tu viejo amigo Black a entrar en el castillo, Lupin. Y aquí está la prueba. Ni siquiera se me ocurrió que tuvierais el valor de utilizar este lugar como escondrijo.

—Te equivocas, Severus —dijo Lupin, hablando aprisa—. No lo has oído todo. Puedo explicarlo. Sirius no ha venido a matar a Harry. Tampoco a Vega y Nova.

—Dos más para Azkaban esta noche —dijo Snape, con los ojos llenos de odio—. Me encantará saber cómo se lo toma Dumbledore. Estaba convencido de que eras inofensivo, ¿sabes, Lupin? Un licántropo domesticado...

—Idiota —dijo Lupin en voz baja—. ¿Vale la pena volver a meter en Azkaban a un hombre inocente por una pelea de colegiales?

Vega y Brigid gritaron cuando de la varita de Snape salieron unas cuerdas, que se enroscaron de inmediato alrededor de la boca, las muñecas y los tobillos de Lupin. Black soltó un rugido de rabia cuando su amigo cayó al suelo. Black se abalanzó sobre Snape, pero este fue más rápido y le apuntó directamente a los ojos con la varita.

—Dame un motivo —susurró—. Dame un motivo para hacerlo y te juro que lo haré.

Sirius se detuvo en seco, observando con odio a Snape. Vega dio un paso al frente.

—Profesor Snape —escupió—. Creo que debería escuchar lo que van a decir antes de tomar decisiones apresuradas.

—Estás pasándote, Black —advirtió el profesor, sin mirarla siquiera.

—No, usted está actuando sin pensar y eso nos perjudica a todos —replicó ella.

—De acuerdo, Black —respondió Snape, con la voz llena de desprecio—. Me temo que vas a ser expulsada del colegio. Todos vosotros, de hecho. Os encontráis en un lugar prohibido, en compañía de un asesino escapado y de un licántropo. De hecho, deberías sentirte afortunada, Black. Probablemente, si tuvieras un par de años más, terminarías en una celda contigua a la de tu querido padre.

—¡No vuelvas a amenazar a mi hermana, imbécil! —saltó Nova, yendo directa hacia Snape y quedándose parada a solo un par de metros de él. Apretó los dedos alrededor de su varita—. Ella no te ha faltado el respeto en ningún momento.

—Nova —advirtió Vega, sujetando con más fuerza su varita—. Déjalo.

—Deberías escuchar a tu querida hermana, Black —se burló Snape, antes de girarse hacia Sirius—. La venganza es muy dulce. ¡Habría dado un brazo por ser yo quien te capturara!

—Eres tú quien no comprende, Severus —gruñó Black—. Mientras este muchacho meta su rata en el castillo —señaló a Ron con la cabeza—, entraré en él sigilosamente.

—¿En el castillo? —preguntó Snape con voz melosa—. No creo que tengamos que ir tan lejos. Lo único que tengo que hacer es llamar a los dementores en cuanto salgamos del sauce. Estarán encantados de verte, Black... Tanto que te darán un besito, me atrevería a decir...

El rostro de Black perdió el escaso color que tenía. Brigid también palideció al escucharlo, recordando con horror los dementores. No le deseaba aquella experiencia a nadie.

—Tienes que escucharme —insistió Black—. La rata, mira la rata...

—Vamos todos —ordenó—. Arrastraré al licántropo. Puede que los dementores lo besen también a él.

—Pero, profesor... —murmuró Brigid, desde la cama. Se incorporó a duras penas, con una mueca de dolor en el rostro—. Si usted escuchara, como nosotros, tal vez...

—Cállate, Diggory —espetó Snape, casi escupiendo.

Black le dirigió una mirada intrigada.

—Ah, sí, Black, ¿recuerdas a Diggory? —se burló Snape—. ¿No engañaste a Potter con ella? No es que me sorprenda, viniendo de ti. Aunque siempre pensé que te gustaban las atractivas. Después de aquello, vi que no.

Brigid se quedó unos momentos en silencio, antes de abrir bruscamente los ojos. Siempre le habían dicho que se parecía a su tía. Si era de ella de quien hablaban y Snape acababa de decir que no era guapa...

¿¡Snape acababa de llamarla fea!?

Tal vez no era lo mejor en lo que pararse a pensar en ese momento.

Brigid abrió la boca para decirle algo más a Snape, pero éste ya había empujado a Black hacia la puerta, apuntándole con la varita.

Moviéndose en perfecta sincronización, Harry, Vega y Nova se colocaron frente a él, bloqueando el paso. Los tres con la misma expresión y las varitas levantadas.

—Quitaos de en medio. Ya estáis metido en bastantes problemas —gruñó Snape—. Si no hubiera venido para salvaros...

—Remus ha tenido cientos de oportunidades de matarme este curso y a lo largo de toda mi vida —explicó Harry—. He estado solo con él un montón de veces, recibiendo clases de defensa contra los dementores, literalmente he vivido con él. Si es un compinche de Black, ¿por qué no acabó conmigo?

—No me pidas que desentrañe la mente de un licántropo —susurró Snape—. Quítate de en medio, Potter. Y vosotras también, Blacks.

—¡DA USTED PENA! —gritó Harry—. ¡SE NIEGA A ESCUCHAR SOLO PORQUE SE BURLARON DE USTED EN EL COLEGIO!

—¿Por qué no usa el escaso cerebro que tiene? —gruñó Vega—. ¿O está demasiado oxidado por el poco uso que le ha dado?

—¿Tiene cerebro? —preguntó Nova, burlona.

Brigid se hubiera reído de ser una situación menos seria.

—¡SILENCIO! ¡NO PERMITIRÉ QUE ME HABLÉIS ASÍ! —chilló Snape, más furioso que nunca—. ¡De tal palo tal astilla! ¡Acabo de salvaros el pellejo, tendríais que agradecérmelo de rodillas! ¡Os estaría bien empleado si os hubiera matado! Habrías muerto como tu padre, Potter, demasiado arrogante para desconfiar de Black. Y vosotras, Blacks, creí que seríais algo más inteligentes que vuestra madre. ¡Mirad dónde le llevó su presunción!

Sirius soltó un gruñido. Parecía decidido a intervenir, pero Vega fue más rápida.

—¡CIERRE LA BOCA! —gritó—. ¿SE SIENTE MEJOR CONSIGO MISMO SOLO POR INSULTAR A PERSONAS MUERTAS? ¡ES PATÉTICO!

Estaba tan furiosa que temblaba. Nova apretó los dientes.

—Quitaos de en medio u os quitaré yo —advirtió Snape—. ¡APARTAOS!

Brigid apuntaba a Snape con su varita antes siquiera de pensar en hacerlo. Estaba perdiendo la paciencia y la injusticia le molestaba más que nada. ¿Snape no escuchaba? Tal vez, sin varita escucharía.

¡Expelliarmus!

Si hubiera sido solo ella la que atacara, Snape simplemente hubiera perdido la varita. Pero otras cinco voces habían gritado lo mismo en el mismo momento. Así que el profesor había salido despedido contra la pared, había chocado con ella y había quedado inconsciente. Un hilo de sangre brotaba de su cabeza.

—Eso ha sido inesperado —comentó Nova, quitándole importancia al asunto—. Buena compenetración, chicos.

Brigid ahogó un grito.

—No deberíais haberlo hecho —dijo Sirius, mirando a los tres, que continuaban frente al hueco de la entrada. Brigid advirtió que la puerta había salido disparada por la potencia de los hechizos—. Tendríais que habérmelo dejado a mí...

—No creo que hubieras podido haber hecho mucho desarmado y con él apuntándote directamente a la cara —habló Vega, mirando de reojo a Snape—. Y se dice gracias.

Dio la sensación de que Black iba a sonreír.

—Gracias —se limitó a decir.

—¡Hemos agredido a un profesor...! ¡Hemos agredido a un profesor...! —gimoteaba Hermione, asustada—. ¡Vamos a tener muchos problemas!

—Parece muerto —comentó Nova, frunciendo el ceño—. Vee, ¿me dejas patearlo? Sería como un regalo de cumpleaños muy atrasado...

—No hace falta, Nova. Respira.

—Una gran desgracia.

—Nova —dijo Vega, en tono de advertencia.

—Vale, perdón. Menos mal que mi profesor favorito no ha fallecido y va a poder seguir haciendo felices a todos sus alumnos —dijo, con la voz llena de sarcasmo.

Black desató a Lupin. Remus se levantó, frotándose las muñecas.

—Gracias —dijo, mirando a Harry, Vega y Nova.

—Aún no creo en usted —replicó el azabache.

—Entonces es hora de que te ofrezcamos alguna prueba —dijo Black. Éste se giró hacia Ron, que continuaba apostado junto a Brigid y no se había movido de ahí—. Muchacho, entrégame a Peter. Ya.

Ron apretó a Scabbers aún más fuertemente contra el pecho.

—Venga —respondió débilmente—, ¿quiere que me crea que escapó usted de Azkaban solo para atrapar a Scabbers? Quiero decir... De acuerdo, supongamos que Pettigrew pueda transformarse en rata... Hay millones de ratas. ¿Cómo sabía, estando en Azkaban, cuál era la que buscaba?

—¿Sabes, Sirius? Esa es una buena pregunta —observó Lupin—. ¿Cómo supiste dónde estaba?

Black sacó de su bolsillo un recorte de periódico y se lo mostró a todos. En la fotografía que aparecía en la página, se veía a los Weasley en su viaje a Egipto.

—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó Remus, sorprendido.

—Fudge —explicó Black—. Cuando fue a inspeccionar Azkaban el año pasado, me dio el periódico. Y ahí estaba Peter, en primera plana... en el hombro de este chico. Lo reconocí enseguida. Cuántas veces lo vi transformarse. Y el pie de foto decía que el muchacho volvería a Hogwarts, donde estaban Vega, Altair y Harry...

—¡Dios mío! —exclamó Lupin, pasando la mirada de la rata de la fotografía a la que Ron sujetaba—. Su pata delantera...

—¿Qué le ocurre? —preguntó Ron.

—Le falta un dedo —explicó Black.

—Claro —dijo Lupin—. Sencillo... e ingenioso. ¿Se lo cortó él?

—Poco antes de transformarse —dijo Black—. Cuando lo arrinconé, gritó para que toda la calle oyera que yo había traicionado a Ariadne, a James y a... a Aura. Luego, para que no pudiera echarle ninguna maldición, abrió la calle con la varita en su espalda, mató a todos los que se encontraban a siete metros a la redonda y se metió a toda velocidad por la alcantarilla, con las demás ratas...

—¿Nunca lo has oído, Ron? —le preguntó Lupin—. El mayor trozo que encontraron de Peter fue el dedo.

—Mire, seguramente Scabbers tuvo una pelea con otra rata, o algo así. Ha estado con mi familia desde siempre.

—Doce años exactamente ¿No te has preguntado nunca por qué vive tanto?

—Bueno, la hemos cuidado muy bien —dijo Ron.

—Fred y George me dijeron que una vez la transformaron accidentalmente en globo y casi se escapa volando —apuntó Vega.

—Y Ginny me contó que estuvieron a punto de usarla como bludger —añadió Nova.

—Bueno, Percy y yo la hemos cuidado muy bien —se corrigió Ron.

—No es por ofender, pero no parece... —empezó Brigid. El pelirrojo le dirigió una mirada de así-no-me-ayudas—. Olvidadlo.

—Pero ahora no tiene muy buen aspecto, ¿verdad? —observó Lupin—. Apostaría a que su salud empeoró cuando supo que Sirius se había escapado.

—¡La ha asustado ese gato loco!

—Este gato no está loco —dijo Black con voz ronca—. Es el más inteligente que he visto en mi vida. Reconoció a Peter inmediatamente. Y cuando me encontró supo que yo no era un perro de verdad. Pasó un tiempo antes de que confiara en mí otra vez. Finalmente, me las arreglé para hacerle entender qué era lo que pretendía, y me ha estado ayudando...

—¿Qué quiere decir? —preguntó Hermione en voz baja.

—¿Otra vez? —dijo Nova, extrañada.

—Intentó que Peter se me acercara, pero no pudo... Así que se apoderó de las contraseñas para entrar en la torre de Gryffindor. Según creo, las cogió de la mesilla de un muchacho... Sin embargo, Peter se olió lo que ocurría y huyó. Este gato, ¿decís que se llama Crookshanks? Vaya nombre más ridículo, Ari tenía mejor gusto... En fin, me dijo que Peter había dejado sangre en las sábanas. Supongo que se mordió... Simular su propia muerte ya había resultado en otra ocasión.

—¿Y por qué fingió su muerte? —preguntó Harry, furioso—. Porque sabía que usted lo quería matar, como mató a mis padres. Como... —Su expresión cambió por completo un momento, quedándose en completo en silencio. No era difícil averiguar por qué era—. ¿Ari?

—Sí, Harry —asintió Lupin. Harry apretó los puños al escuchar su calmado tono de voz—. Tu madre tenía un gato curiosamente parecido a Crookshanks. Desapareció después de aquel Halloween y no lo volvimos a ver.

Aslan es un mejor nombre que Crookshanks —comentó Black, dirigiéndole una mirada a Brigid—. Fue Gwen quien se lo puso, según me dijo Ari.

—No hable de mi madre —intervino Harry, volviendo a adoptar el tono furioso de antes—. No se atreva a decir su nombre cuando es su culpa que esté muerta.

—No, Harry —dijo Lupin.

—Y ahora ha venido para acabar con Pettigrew.

—Sí, es verdad —dijo Black, dirigiendo a Scabbers una mirada diabólica.

—Entonces yo tendría que haber permitido que Snape lo entregara —gritó Harry.

—Harry, iba a dejar que le dieran el Beso del Dementor a Remus solo porque le apetecía —recordó Vega—. Y ha dicho que hubiera sido mejor que te mataran, como a tu padre. No me digas que te arrepientes de haberlo lanzado contra la pared. Porque yo no lo hago.

El chico se quedó en silencio.

—Harry —dijo Remus—, ¿no te das cuenta? Durante todo este tiempo hemos pensado que Sirius había traicionado a tus padres y Aura y que Peter lo había perseguido. Pero fue al revés, ¿no te das cuenta? Peter fue quien traicionó a tus padres y tu tía. Sirius le siguió la pista y...

—¡ESO NO ES CIERTO! —gritó Harry—. ¡ERA SU GUARDIÁN SECRETO! ¡LO RECONOCIÓ ANTES DE QUE USTED APARECIESE! ¡ADMITIÓ QUE LOS MATÓ!

Señalaba a Black, que negaba lentamente con la cabeza. Brigid sintió el impulso de ir hacia Harry, igual que cuando había tormenta. La crispación en su rostro le recordaba a aquellas noches en las que Harry se escondía en armarios hasta que terminaran los rayos.

El simple gesto de tratar de incorporarse le hizo soltar un chillido y que los ojos se le llenaran de lágrimas. Por Merlín, como dolía aquello... Brigid apenas tenía fuerza, pero sí que se había sujetado bien a aquella raíz, antes de romperse la pierna, claro.

—Bree... —Harry se había acercado a ella rápidamente—. Espera, túmbate... No, no protestes, vas a hacerte daño...

—Tiene razón, eso no tiene buena pinta —comentó Nova. Soltó un ruido de protesta cuando alguien, Brigid no alcanzó a ver quién, le clavó el codo en las costillas.

—Tal vez, si... —probó a decir Sirius Black, pero Harry no le dejó decir mucho más.

—Usted no hable —bufó—. Ella se hizo daño por su culpa. Es una suerte que no la matara, dado su historial —añadió, sarcástico.

Brigid, a quien ya se le había pasado un poco el dolor, miró a Harry con los ojos muy abiertos, al igual que todos en la sala. Él miraba a Black fijamente, sus ojos azules, en ese momento muy claros, casi soltando chispas.

—Dijo antes que usted mató a mis padres —comentó Harry, retomando el tema anterior.

—Eso es verdad —dijo Nova, frunciendo el ceño—. Lo admitió.

—Altair, Harry..., la verdad es que fue como si los hubiera matado yo —gruñó—. Persuadí a Ariadne y a James en el último momento de que utilizaran a Peter. Los persuadí de que lo utilizaran a él como guardián secreto y no a mí. Yo tengo la culpa, lo sé. La noche que murieron, después de lo que pasó con Aura..., había decidido vigilar a Peter, asegurarme de que todavía era de fiar. Pero cuando llegué a su guarida, ya se había ido. No había señal de pelea alguna. No me dio buena espina. Me asusté. Me puse inmediatamente en camino hacia la casa de tus padres. Y cuando la vi destruida y sus cuerpos... me di cuenta de lo que Peter había hecho. Y de lo que había hecho yo. Si solo me hubiera dado cuenta después de lo de Aura... Si hubiera pensado antes en Peter...

Su voz se quebró. Se dio la vuelta.

—Es suficiente —dijo Remus, en tono duro—. Hay un medio infalible de demostrar lo que verdaderamente sucedió. Ron, entrégame la rata.

—¿Qué va a hacer con ella si se la doy? —preguntó Ron con nerviosismo.

—Si de verdad es Pettigrew, yo voto por matarla —gruñó Nova.

—Obligarla a transformarse —respondió Lupin—. Si de verdad es solo una rata, no sufrirá ningún daño.

Tras dudar un momento, Ron puso la rata en la mano de Remus. Scabbers no dejaba de chillar y tratar de huir.

—¿Preparado, Sirius? —preguntó Lupin.

Black había cogido la varita de Snape. Tenía los ojos húmedos, pero parecían arder de furia.

—¿A la vez? —preguntó, en voz baja.

—Venga —respondió Lupin, sujetando a Scabbers con una mano y la varita con la otra—. A la de tres. ¡Una, dos y... TRES!

Vega chilló cuando, tras un destello de luz, la rata cayó al suelo y una cabeza salió del diminuto cuerpo. Nova observó todo con los ojos y la boca muy abiertos, pero Vega giró la cabeza bruscamente. Había ciertas cosas que deseaba no conservar en la memoria.

—Hola, Peter. —Cuando Remus dijo aquello, Vega supo que ya podía mirar—. Cuánto tiempo sin verte.

El hombre frente a ella era unos pocos centímetros más bajo. Parecía encogido, como si hubiera adelgazado mucho en poco tiempo. El escaso pelo que tenía estaba ralo y despeinado y era del mismo color que el pelaje de Scabbers. Sus ojos, pequeños, negros y vidriosos, así como su nariz puntiaguda aún recordaban a los de una rata.

—Si... Sirius. Re... Remus —tartamudeó—. Amigos, queridos amigos...

Black levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó una mirada de advertencia. Entonces se volvió a Pettigrew con voz ligera y despreocupada.

—Acabamos de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió las noches en que murieron Aura, Ariadne y James. Quizás te hayas perdido alguno de los detalles más interesantes mientras chillabas en la cama.

—Remus —dijo Pettigrew, con voz entrecortada—, no lo creerás, ¿verdad? Intentó matarme a mí...

—Eso es lo que hemos oído —dijo Lupin más fríamente—. Me gustaría aclarar contigo un par de puntos, Peter, si fueras tan...

—¡Ha venido porque otra vez quiere matarme! —chilló Pettigrew, señalando a Black—. ¡Mató a Aura, a Ariadne y a James, y ahora quiere matarme a mí...! ¡Tienes que protegerme, Remus!

—Nadie intentará matarte antes de que aclaremos algunos puntos —dijo Lupin.

—¿Aclarar puntos? —chilló Pettigrew—. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía que volvería a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!

—¿Sabías que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido hasta ahora? —preguntó Lupin, frunciendo el ceño.

—¡Tiene poderes oscuros con los que los demás solo podemos soñar! —chilló Pettigrew con voz aguda—. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado le enseñó algunos trucos.

Black comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.

—¿Que Voldemort me enseñó trucos? —dijo, en tono amargo—. ¿Qué te ocurre? ¿Te asustas al oír el nombre de tu antiguo amo? No te culpo, Peter. Sus secuaces no están muy contentos de ti, ¿verdad?

—No sé... qué quieres decir, Sirius —murmuró Pettigrew.

—No te has estado ocultando durante doce años de mí —dijo Black—. Te has estado ocultando de los viejos seguidores de Voldemort. En Azkaban oí cosas. Todos piensan que si no estás muerto, deberías aclararles algunas dudas. Les he oído gritar en sueños todo tipo de cosas. Cosas como que el traidor les había traicionado. Voldemort acudió a la casa de los Potter por indicación tuya y allí conoció la derrota. Y no todos los seguidores de Voldemort han terminado en Azkaban, ¿verdad? Aún quedan muchos libres, esperando su oportunidad, fingiendo arrepentimiento... Si supieran que sigues vivo...

—No entiendo de qué hablas... —dijo de nuevo Pettigrew—. No creerás nada de eso, de esa locura...

—Tengo que admitir, Peter, que me cuesta comprender por qué un hombre inocente se pasa doce años convertido en rata —dijo Lupin, impasible.

—¡Inocente, pero asustado! —chilló Pettigrew—. Si los seguidores de Voldemort me persiguen es porque yo metí en Azkaban a uno de sus mejores hombres: el espía Sirius Black.

El rostro de Black se contorsionó.

—¿Cómo te atreves? —gruñó—. ¿Yo, espía de Voldemort? ¿Cuándo he husmeado yo a los que eran más fuertes y poderosos? Pero tú, Peter... no entiendo cómo no comprendí desde el primer momento que eras tú el espía. Siempre te gustó tener amigos corpulentos para que te protegieran, ¿verdad? Ese papel lo hicimos nosotros: Remus y yo... y James... Y, por supuesto, Aura, para ayudarte cuando lo necesitabas.

—¿Yo, espía...? Estás loco. No sé cómo puedes decir...

—Ariadne y James te nombraron guardián secreto solo porque yo se lo recomendé —susurró Black con tanto odio que Pettigrew retrocedió—. Pensé que era una idea perfecta... una trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter utilizarían a alguien débil y mediocre como tú... Sin duda fue el mejor momento de tu miserable vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter. Esperaste a la muerte de Lily, ¿no? Así pudiste entregar no solo a James y Ariadne, sino también a Aura...

Pettigrew no dejaba de murmurar cosas ininteligibles. Vega intercambió una breve mirada con Nova. Brigid no sabía dónde mirar.

—¿Profesor Lupin? —preguntó Hermione, tímidamente—. ¿Puedo decir algo?

—Por supuesto, Hermione —dijo Lupin educadamente.

—Parece que estamos en clase —comentó Nova, divertida.

Hermione la ignoró.

—Pues bien, Scabbers..., quiero decir este... este hombre... ha estado durmiendo en el dormitorio de Harry durante tres años. Si trabaja para Quien-Usted-Sabe, ¿cómo es que nunca ha intentado hacerle daño?

—Eso es —dijo Pettigrew con voz aguda, señalando a Hermione—. Gracias. ¿Lo ves, Remus? ¡Nunca le he hecho a Harry el más leve daño! ¿Por qué no se lo he hecho?

—¿Porque no era conveniente en ese momento? —propuso Brigid, en voz no demasiado alta. Sin embargo, todos parecieron escucharla.

Sirius asintió, sin girarse a mirarla.

—Yo te diré por qué —dijo Black—. Porque no harías nada por nadie si no te reporta un beneficio. Voldemort lleva doce años escondido, dicen que está medio muerto. Tú no cometerías un asesinato delante de Albus Dumbledore por servir a una piltrafa de brujo que ha perdido todo su poder, ¿a que no? Tendrías que estar seguro de que es el más fuerte en el juego antes de volver a ponerte de su parte. ¿Para qué, si no, te alojaste en una familia de magos? Para poder estar informado, ¿verdad, Peter? Solo por si tu viejo protector recuperaba las fuerzas y volvía a ser conveniente estar con él.

Pettigrew abrió y cerró la boca varias veces. Se había quedado sin habla.

—Vaya, es bueno —dijo Nova, impresionada—. Parece Sherlock Holmes.

—Eh... ¿Señor Black... Sirius? —preguntó tímidamente Hermione. —A Black le sorprendió que lo interpelaran de esta manera, y miró a Hermione fijamente, como si nadie se hubiera dirigido a él con tal respeto en los últimos años. Probablemente, fuera así—. Si no le importa que le pregunte, ¿cómo escapó usted de Azkaban? Si no empleó magia negra...

—¡Gracias! —dijo Pettigrew, asintiendo con la cabeza—. ¡Exacto! ¡Eso es precisamente lo que yo...!

—En vez de mostrarse de acuerdo, podría dar usted sus propios argumentos —opinó Vega, cruzándose de brazos.

Aquello bastó para callar a Pettigrew.

—No sé cómo lo hice —respondió Black, tras un momento—. Creo que la única razón por la que nunca perdí la cabeza es que sabía que era inocente. No era un pensamiento agradable, así que los dementores no me lo podían absorber... Gracias a eso conservé la cordura y no olvidé quién era... Gracias a eso conservé mis poderes... así que cuando ya no pude aguantar más me convertí en perro. Los dementores son ciegos, como sabéis. —Tragó saliva—. Se dirigen hacia la gente porque perciben sus emociones... Al convertirme en perro, notaron que mis sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos sin una varita. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts, con Vega, Altair y Harry... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de las Tinieblas recuperaba fuerzas... Estaba dispuesto a hacerlo en cuanto estuviera seguro de sus aliados..., estaba dispuesto a entregarles al último de los Potter. Y, si era preciso, también a Vega y Altair. Si les entregaba a los tres, ¿quién se atrevería a pensar que había traicionado a lord Voldemort? Lo recibirían con honores...

»Así que ya veis, tenía que hacer algo. Yo era el único que sabía que Peter estaba vivo... Era como si alguien hubiera prendido una llama en mi cabeza, y los dementores no podían apagarla. No era un pensamiento agradable..., era una obsesión... pero me daba fuerzas, me aclaraba la mente. Por eso, una noche, cuando abrieron la puerta para dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Les resulta tan difícil percibir las emociones animales que se confundieron. Estaba delgado, muy delgado... Lo bastante delgado para pasar a través de los barrotes. Nadé como un perro. Viajé hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces... menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre, Harry... —Se giró hacia él—. Créeme. Créeme. Nunca traicioné a James y a Ariadne. Antes habría muerto.

—Has dicho que te transformabas en perro... El que encontré en Hogsmeade, con Fred... —dijo Vega.

—El que adoptamos en verano —recordó Nova—. ¿Eras tú?

Black asintió.

—Quería veros antes de que fuerais a Hogwarts —explicó—. No esperaba encontrarte en Hogsmeade, Vega. Solo había ido a ver si encontraba algo de comida. —El hombre suspiró—. Tampoco hubiera traicionado a Aura. Nunca.

Harry miró a Brigid. Ella vio la duda en su rostro, por un segundo, antes de pasar a la completa seguridad. Asintió lentamente.

—¡No!

Pettigrew se arrodilló y junto las manos, como si fuera a rezar. Parecía un hombre al que habían condenado a muerte y rogaba piedad.

—Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No..., tú no...

Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.

—Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.

—¡Remus! —chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin—. Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan?

—No si creía que el espía era yo, Peter —dijo Lupin—. Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius —dijo Remus despreocupadamente, mirándolo por encima de Pettigrew.

—Perdóname, Remus —dijo Black.

—No hay por qué, Canuto, viejo amigo —respondió Lupin—. Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?

—Por supuesto. —Black casi sonrió—. ¿Lo matamos juntos?

—Creo que será lo mejor —dijo Lupin con tristeza.

—No lo haréis, no seréis capaces... —murmuró Pettigrew. Y se volvió hacia Ron, arrastrándose—. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que sí?

Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.

—¡Te dejé dormir en mi cama! —dijo, indignado.

Nova ahogó una risa al escuchar aquello.

—Buen muchacho... buen amo... —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron—. No lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota...

—Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear —dijo Black con voz ronca.

Pettigrew, desesperado, asió el borde de la túnica de Hermione.

—Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consentirás... ayúdame...

Hermione apartó al hombre, horrorizada. Él se giró hacia Harry y Brigid, temblando sin control.

—Siempre has sido amable... —dijo, y Brigid se horrorizó al notar que le hablaba a ella—. No permitirías que esto...

—Déjala —gruñó Harry.

La atención de Pettigrew pasó de Brigid a él.

—Harry, Harry... qué parecido eres a tu padre... igual que él...

—¿CÓMO TE ATREVES A HABLAR A HARRY? —bramó Black—. ¿CÓMO TE ATREVES A MIRARLO A LA CARA? ¿CÓMO TE ATREVES A MENCIONAR A JAMES DELANTE DE ÉL?

—Harry —susurró Pettigrew, arrastrándose hacia él con las manos extendidas—, Harry, James no habría consentido que me mataran... James habría comprendido, Harry... Habría sido clemente conmigo...

Brigid hizo amago de incorporarse, pero Harry se lo impidió, al tiempo que retrocedía un paso para alejarse de Pettigrew. La mirada de Pettigrew fue hacia Vega. La chica tragó saliva.

—Vega, por favor... —rogó, con los ojos llenos de lágrimas—. Aura nunca lo hubiera permitido... Sé que te pareces mucho a ella...

—Tal vez, pero no sé cómo era ella —murmuró, apretando los puños—. No puedo decirte si me parezco a ella o no.

Pettigrew se giró hacia Nova.

—Por favor, Altair, yo...

—Nadie me llama Altair —interrumpió Nova, despectiva—. Ni siquiera me conoces. No intentes pretender que sí.

Remus y Sirius lo tiraron de espaldas al suelo, donde se quedó temblando.

—Vendiste a Aura, a Ariadne y a James a lord Voldemort —dijo Black, que también temblaba—. ¿Lo niegas?

Pettigrew rompió a llorar.

—Sirius, Sirius, ¿qué otra cosa podía hacer? El Señor de las Tinieblas... no tienes ni idea... Tiene armas que no podéis imaginar... Estaba aterrado, Sirius. Yo nunca fui valiente como tú, como Remus, como James y como Aura. Nunca quise que sucediera... El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado me obligó.

—¡NO MIENTAS! —gritó Black—. ¡LE HABÍAS ESTADO PASANDO INFORMACIÓN DURANTE UN AÑO ANTES DE LA MUERTE DE AURA, DE ARIADNE Y DE JAMES! ¡ERAS SU ESPÍA!

—¡Estaba tomando el poder en todas partes! —dijo Pettigrew entrecortadamente—. ¿Qué se ganaba enfrentándose a él?

—¿Qué se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la Historia? —preguntó Black, furioso—. ¡Solo vidas inocentes, Peter!

—¡No lo comprendes! —gimió Pettigrew—. Me habría matado, Sirius.

—¡ENTONCES DEBERÍAS HABER MUERTO! —bramó Black—. ¡MEJOR MORIR QUE TRAICIONAR A TUS AMIGOS! ¡TODOS HABRÍAMOS PREFERIDO LA MUERTE A TRAICIONARTE A TI!

Black y Lupin se mantenían uno al lado del otro, con las varitas levantadas.

—Tendrías que haberte dado cuenta —dijo Remus en voz baja— de que si Voldemort no te mataba lo haríamos nosotros. Adiós, Peter.

Brigid apartó la mirada. No se sentía capaz de observar aquello. Era lo justo, claro. La traición... A Brigid no se le ocurría nada peor que aquello. Traicionar a aquellos que te han confiado sus vidas. Le parece despreciable.

No cree que Pettigrew merezca piedad, pero no está preparada para ver cómo lo matan.

—¡No! —gritó Harry. Se adelantó corriendo y se puso entre Pettigrew y las varitas—. ¡No podéis matarlo! —dijo sin aliento—. No podéis.

Tanto Black como Lupin se quedaron de piedra.

—Harry, esta alimaña es la causa de que no tengas padres —gruñó Black—. Este ser repugnante te habría visto morir a ti también sin mover ni un dedo. Ya lo has oído. Su propia piel maloliente significaba más para él que toda tu familia.

—Lo sé —jadeó Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo matéis.

—¡Harry! —exclamó Pettigrew, y rodeó las rodillas de Harry con los brazos—. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.

—Suéltame —dijo Harry, apartando las manos de Pettigrew con asco—. No lo hago por ti. Lo hago porque creo que mi padre no habría deseado que sus mejores amigos se convirtieran en asesinos por culpa tuya. Ni tampoco mi tía.

Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en el pecho. Black y Lupin se miraron. Y bajaron las varitas a la vez.

—Tú eres la única persona que tiene derecho a decidir, Harry —dijo Black. Se giró hacia Vega y Nova—. Vosotras también, Vega, Altair. Pero pensad, pensad en lo que hizo.

—Que vaya a Azkaban —repitió Harry—. Si alguien merece ese lugar, es él.

Pettigrew seguía jadeante detrás de él.

—Supongo que tiene razón —asintió Nova, no muy convencida—. La cárcel a veces es peor castigo que la muerte.

Todas las miradas se dirigieron a Vega.

—Él es la prueba de que eres inocente —dijo, mirando a su padre—. Si le interrogan con Veritaserum, lo contará todo. Serás libre.

Los ojos de Sirius destellaron.

—De acuerdo —dijo Lupin—. Hazte a un lado, Harry. Voy a atarlo. Nada más, te lo juro.

Harry se quitó de en medio. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y amordazado.

—Pero si te transformas, Peter —gruñó Black, apuntando a Pettigrew con su varita—, te mataremos. ¿Estáis de acuerdo?

Los tres asintieron.

—De acuerdo —dijo Lupin, como cerrando un trato—. Brigid, no sé arreglar huesos como la señora Pomfrey pero creo que lo mejor será que te entablillemos la pierna hasta que te podamos dejar en la enfermería.

Se acercó a ella aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y murmuró:

—¡Férula!

Unas vendas rodearon su pierna y se la ataron a una tablilla. Brigid lo miró, dudosa, antes de tratar de ponerse de pie. Lupin la ayudó y Harry se aproximó de inmediato para ayudarla a sostenerse. Brigid se apoyó con cuidado en la pierna y se tragó todo el dolor que sentía, consiguiendo esbozar algo parecido a una sonrisa.

—Mejor —dijo—. Gracias.

Ron sustituyó a Lupin y, entre él y Harry, la ayudaron a mantenerse en pie.

—¿Y qué hacemos con el profesor Snape? —preguntó Hermione.

—¿Quién? —preguntó Nova, mirando al rincón donde Snape estaba—. Ah, sí, ese. ¿De verdad que no puedo patearlo para ver si vive o no?

—No le pasa nada grave —explicó Lupin, inclinándose y tomándole el pulso—. Solo os pasasteis un poco. Sigue sin conocimiento.

—¿Le dejamos aquí? —preguntó Nova, despreocupadamente—. No creo que nada vaya a pasarle.

—Eh... tal vez sea mejor dejarlo así hasta que hayamos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está. Mobilicorpus.

El cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si tiraran de él unas cuerdas invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba como a una marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y los pies le colgaban. Lupin cogió la capa invisible y se la guardó en el bolsillo.

—Dos de nosotros deberían encadenarse a esto —dijo Black, dándole a Pettigrew un puntapié—, solo para estar seguros.

—Yo lo haré —se ofreció Lupin.

—Y yo —dijo Ron, con furia—. ¿Puedes aguantar solo con Harry, Brigid?

—Estoy bien, no te preocupes —dijo ella, sonriéndole tranquilizadora.

Se apoyó en Harry cuando Ron dejó de servirle de apoyo. Miró al chico y, tras dudar un segundo, le susurró:

—¿Y Felicity?

—Suele desaparecer cuando no controlo mis emociones... Supongo que esto ha sido demasiado —respondió él, sonriendo un poco—. ¿Te duele mucho?

—Puedo con ello, no te preocupes.

Black hizo aparecer unas esposas. Puso a Pettigrew de pie y encadenó uno de sus brazos a la muñeca de Remus y otro a la de Ron. Tras aquello, el grupo emprendió el camino hacia Hogwarts.

Crookshanks —o Aslan, según había dicho Black— iba en cabeza, seguido de Remus, Ron y Pettigrew. Harry, Brigid y Hermione los seguían. Tras ellos, Snape iba flotando, y Black, que iba detrás de él, lo mantenía en el aire usando la varita del profesor. Vega se encontraba junto a Nova, cerrando la marcha.

Brigid apenas se enteraba de qué iba pasando. El dolor punzante en la pierna confundía sus sentidos y tenía que hacer su mayor esfuerzo por no gritar cada vez que daba un paso. Era realmente horrible.

Sin embargo, alcanzó a notar que Sirius Black estaba hablando con sus hijas y, al ver que Harry tenía el rostro girado hacia ellas, le dio un golpecito en el hombro.

—Ve con ellos —dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia atrás—. Me las apañaré.

—No importa —respondió Harry, aunque sí importaba.

—No pasa nada —insistió ella—. Están hablando de cosas que importan más que esta maldita pierna rota. En cuanto lleguemos a Hogwarts, me la arreglarán. Pero te habrás perdido toda la conversación ya. Así que, ve.

—Yo puedo ayudar a Brigid —apoyó Hermione.

Finalmente, le convencieron entre las dos. Cuando Harry fue a reunirse con los Black, Vega yacía inconsciente entre los brazos de Sirius. Brigid decidió no preguntar por qué.

Brigid y Hermione no hablaron demasiado hasta el final del túnel. Crookshanks fue el primero en salir. Lupin, Pettigrew y Ron le siguieron. Hermione hizo pasar a Brigid primero, para que Ron la ayudara desde fuera y ella desde dentro. Harry y los Black fueron después: primero Nova, que hizo salir a Snape, golpeando su cabeza contra el borde del agujero por accidente. Harry salió después y, por último, Sirius, cargando a Vega, que seguía inconsciente.

—Un paso en falso, Peter, y... —advirtió Lupin, apuntando con la varita al pecho de Pettigrew.

El grupo anduvo lentamente hacia el castillo. Hermione y Brigid se colocaron junto a Harry, sin decir palabra. Nova se dedicaba a vigilar a Vega, que seguía inmóvil, y tratar de no dejar caer a Snape.

Brigid miró distraídamente las nubes desplazándose en el cielo. Una se apartó y dio paso a la luna llena. Su luz cayó sobre ellos. Snape chocó con Lupin, Pettigrew y Ron, que se habían detenido de repente. Sirius se quedó inmóvil. Con un brazo, indicó a Brigid, a Nova, a Harry y a Hermione que no avanzaran. Lupin se quedó rígido y comenzó a temblar, sin control.

—La luna —musitó Brigid, aferrándose al brazo de Harry para no caerse.

—¡Dios mío! —dijo Hermione con voz entrecortada—. ¡No se ha tomado la poción esta noche! ¡Es peligroso!

Snape cayó al suelo de inmediato, siendo olvidado por Nova por completo. Sirius dejó a Vega sobre los brazos de Nova, lo que puede que no fuera una decisión muy sabia. La menor casi se cae de espaldas.

—Corred —gritó Sirius—. ¡Coged a Vega y Brigid y corred! ¡Ya!

Harry se echó hacia delante, mirando asustado a Ron. Sirius le obligó a retroceder.

—Dejádmelo a mí. ¡Ayuda a Altair y Brigid! ¡CORRED!

Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras.

Brigid tragó saliva.

—¡Vamos! —gritó, mientras se pasaba uno de los brazos de su hermana por encima del hombro—. ¡Harry, ayúdame! ¡VAMOS!

El chico dejó a Brigid únicamente con el apoyo de Hermione y sujetó el otro brazo de Vega. Brigid le lanzó una mirada a Lupin y se quedó observando lo que sucedía, casi hipnotizada. Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció del lado de Nova. Se había transformado.

Un perro negro y grande como un oso saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron y de Pettigrew. Brigid chilló por la impresión. Estaban enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.

El grito de Hermione fue lo que lo alertó. Pettigrew había saltado para coger la varita caída de Lupin. Ron trató de detenerlo, forcejeando contra el hombre. Se oyó un estallido, se vio un relámpago y Ron quedó inmóvil en tierra. Otro estallido: Crookshanks saltó por el aire y volvió a caer al suelo.

Brigid tropezó —mal momento para demostrar su torpeza— y tanto ella como Hermione terminaron en el suelo, Brigid dejando escapar un grito de dolor.

Le pareció ver un rayo violeta dirigiéndose hacia ella. El dolor de la pierna desapareció casi milagrosamente, al mismo tiempo que su visión se ensombrecía.

Brigid se desplomó en el suelo.




















confieso que últimamente no estoy demasiado conforme con lo que escribo a, por eso y los estudios tardo tanto en actualizar lom y lh (y mejor no hablemos de easier y by), espero lo entiendan <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro