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xlviii.
mayor








Cuando ella y Harry estaban solos, casi se sentía como si nada de lo que sucedía en torno a ellos fuera real. Como si toda tristeza, pérdida y dolor quedaran lejos, incapaces de alcanzarles, y ellos simplemente pudieran sentirse seguros y felices, uno junto al otro.

Para Brigid, aquello era magia en el más auténtico de los sentidos, incluso cuando nada tenía que ver con los encantamientos y hechizos que ellos sabían conjurar. ¿Encontrar un rayo de sol en medio de la más negra de las nubes y que éste te envuelva, como si toda la oscuridad no existiera? ¿Cómo no iba a ser magia aquello?

Desde luego, no podían olvidar la situación que se veían obligados a enfrentar. Les había dejado demasiadas heridas que aún debían sanar como para eso. Pero aquello no significaba que no trataran de aislarse de ella durante los preciosos momentos que compartían.

Realmente, lo necesitaban.

—¿Cuánto planeas quedarte aquí, Brigid? —le preguntó Ariadne la mañana siguiente al cumpleaños de Harry, durante el desayuno que compartieron los Potter, Nova, Sirius, Susan y Brigid. Sonreía ampliamente, su mirada yendo de su hijo a Brigid de vez en cuando—. Tenemos espacio de sobra para una más, así que no te preocupes por eso.

—Le dije a mi padre que serían unos días —aclaró, encogiéndose de hombros—. En principio, una semana, pero...

Un golpeteo en la ventana le interrumpió. Siete cabezas se giraron al mismo tiempo en dirección a ésta, sorprendidos. A través del cristal, divisaron tres lechuzas, cada una con un gran sobre cuadrado. Brigid contuvo el aliento al comprender lo que debía ser aquello.

—Las notas de los TIMOs. —Susan se había puesto de pie como si un resorte la empujara. Su palidez resaltaba sus numerosas pecas—. Oh, por Merlín.

Brigid, que había logrado olvidar parcialmente los resultados que esperaban todos los alumnos de sexto gracias al caos al que se había visto envuelta en las últimas semanas, sintió el pánico invadirla, recordando todos y cada uno de los exámenes que había hecho. Recordando, en especial, el de Historia de la Magia, que había quedado inacabado. Se había dicho muchas veces que había sido por una causa de mayor importancia: la pesadilla de Harry, el falso secuestro de Ariadne... Pero, de todos modos...

Se puso en pie con brusquedad, del mismo modo en que Harry. Éste corrió a abrir la ventana y dejar pasar a las aves, mientras el resto de los presentes les contemplaban en silencio, conscientes de lo importante que era aquello para ellos.

Harry les tendió a ambas sus sobres. Susan lo tomó y lo abrió, tomándose unos segundos para inspirar antes de sacar el pergamino con sus resultados. Brigid, con manos temblorosas, cogió también el suyo y trató de abrirlo, con cierta dificultad.

Cuando por fin lo logró, más aún le costó sacar el pergamino que contenía. Teniéndolo finalmente fuera, Harry tomó su mano y se la sostuvo con fuerza, tratando de infundirle ánimos. Brigid suspiró y leyó, aferrándose a la mano del azabache.

TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

APROBADOS: Extraordinario (E)
Supera las expectativas (S)
Aceptable (A)

SUSPENSOS: Insatisfactorio (I)
Desastroso (D)
Trol (T)

RESULTADOS DE BRIGID GWENDOLYN BLACK

Astronomía E
Aritmancia S
Encantamientos E
Defensa Contra las Artes Oscuras E
Runas Antiguas E
Herbología E
Historia de la Magia E *
Pociones E
Transformaciones E

* Calificación obtenida mediante un seguimiento especial a los resultados académicos de la alumna debido a circunstancias excepcionales sucedidas durante la prueba escrita

Brigid leyó, incrédula, la nota a pie de página unas diez veces. No tenía sentido ninguno. Aquello nunca pasaba en los TIMOs. ¿«Circunstancias excepcionales»? ¿Por qué...?

—¿Bree? —Levantó la mirada, dándose cuenta de que su expresión desconcertada debía de darle aspecto de estar a punto de echarse a llorar—. ¿Todo bien?

—S-sí —tartamudeó a ella, asintiendo rápidamente—. Es que hay una cosa que no entiendo.

—No será nada importante. —Harry le miró, con cierta diversión en la mirada—. ¿Qué tal Historia de la Magia?

Brigid soltó un chillido de sorpresa, cubriéndose la boca con la mano al instante.

—¡Has sido tú! —exclamó, señalándole con el dedo. Harry amenazaba con soltar una carcajada; Nova ya reía sin disimulo alguno—. ¡Por Merlín, Harry! ¿Qué has...?

—Recibí una visita de Dumbledore y poco después de una de Scrimgeour —dijo él, orgullosamente. De reojo, Brigid advirtió las expresiones de los adultos volverse más serias ante aquellos nombres—. Querían que colaborara y... Puse condiciones.

Brigid le miró, sin dar crédito. Susan dio un codazo al chico.

—¿Le pusiste condiciones al Ministro de Magia y al mago vivo más poderoso? —preguntó la pelirroja, divertida.

—¿Y esas condiciones fueron que ella aprobara un TIMO? —añadió Nova, negando con la cabeza—. Es decir, nada en contra de Bree, pero...

—No me parecía justo que Bree tuviera mala nota cuando no correspondía —comentó Harry, arqueando una ceja y cruzándose de brazos—. Además, precisamente en Historia de la Magia.

Un momento después, Brigid se abalanzaba a abrazarle y él, pese a la sorpresa, se las arreglaba para no perder el equilibrio, entre las risas de los demás.

—Por Merlín, eres increíble —declaró la castaña, aún sin dar crédito—. ¡Esto... no ha pasado nunca!

—Hay una primera vez para todo —opinó James, divertido—. ¿Qué tal entonces, chicos?

Harry solo había suspendido Adivinación e Historia de la Magia, las que menos le importaban —a Brigid le desesperó ver la D junto a la segunda—, consiguiendo una E en Defensa Contra las Artes Oscuras. Advirtió que, en Pociones, había obtenido un Supera las expectativas, lo que significaba que Snape no le permitiría cursarla. Brigid apretó los labios y, en vista de que Harry no había comentado nada al respecto, se dijo que le preguntaría después.

Susan, por su parte, no había suspendido nada y, con media de S en casi todas las asignaturas, destacaba con una E en Transformaciones y otra en Encantamientos.

James, Ariadne y Sirius felicitaron a los tres por sus resultados, mientras Nova soltaba resoplidos y afirmaba que jamás lograría algo así.

—¡Soy capitán del equipo de quidditch! —exclamó súbitamente Harry, boquiabierto. Brigid acertó a ver una insignia verde y plateada en su mano, antes de que sus padres le abrazaran con excesiva fuerza.

De un momento a otro, cualquier orgullo que James y Ariadne Potter, ambos antiguos capitanes de quidditch en sus respectivas casas, hubieran sentido por su hijo se había multiplicado por diez, al menos.

—¡Ahora tú estás por encima mí! —exclamó Nova, horrorizada—. ¿Por qué Michael lo ha dejado? ¡No!

Susan rio y le pasó el brazo por encima de los hombros, fingiendo consolarla. Brigid, junto a ellas, trataba de contener las carcajadas, sin mucho éxito: resultaba cómico ver a los Potter y Sirius celebrando aquello como si Harry acabara de ser escogido Ministro de Magia.

—¡Eh, te han escrito «Black» en vez de «Diggory»! —exclamó de repente Nova, señalando a las calificaciones de Brigid.

—¿Qué? —preguntó ésta, levantándolo para volver a leerlo. Con las prisas por ver las notas obtenidas, lo había pasado totalmente por alto—. Ah.

Brigid Gwendolyn Black. Le sonaba raro al imaginarlo, como si no correspondiera así verdaderamente.

—Supongo que eso significa que ahora tienes derecho a la herencia —añadió Nova, notando que se había quedado callada tras aquello.

—Tiene el derecho use el apellido que use, Altair —apostilló su padre, acercándose a las tres chicas. Nova hizo una mueca.

—En ese caso, pienso cambiarme el apellido tan pronto como pueda. ¿Y si me pongo Bon Jovi? Suena genial.

—Ahora que el apellido Black ha dejado de ser una vergüenza en la sociedad mágica, deberías conservarlo. —Sirius lo dijo con una expresión tan seria que ni uno solo de ellos se lo creyó. A continuación y muy lentamente, esbozó una sonrisa torcida idéntica a la que Nova tenía en el rostro—. O me lo cambio yo también y decimos que somos familia de Jon Bon Jovi.

—¡Genial! —Nova aplaudió, encantada—. Bree, ¿te apuntas?

—No planeo cambiarme el apellido ahora mismo, gracias —rio Brigid, negando con la cabeza—. Bastante tengo por el momento con acostumbrarme a ser una Black.

Sirius le puso la mano en el hombro, sonriendo débilmente.

—No tienes que hacerlo si no quieres, ya sabes. Dudo que en Hogwarts vayan a preocuparse mucho por ese aspecto. —Ante la mueca mal disimulada de Nova, que había sufrido las consecuencias de ese apellido y, en especial, había visto a Vega sufrirlas, añadió—: Ahora, al menos. De todos modos, seguramente sigan llamándote Diggory, ¿no?

—No sé si quiero que siga siendo así —admitió Brigid, apretando los labios.

Dejar atrás el apellido Diggory significaba dejar totalmente a un lado a Cedric. ¿Podía siquiera seguir diciendo que era su hermana en aquel momento? Lo ignoraba.

A Brigid, la sangre le importaba poco en aquel aspecto. Amos y Charlotte Diggory podían no ser sus padres, pero Cedric era su hermano. Eso ella lo sabía. Pero ¿y los demás? A efectos prácticos, legales o como fuera, no lo eran.

Por otra parte, pensaba en la infinidad de veces en las que Umbridge le había llamado «señorita Diggory» con su tono meloso y le daban ganas de echarse a temblar. Las cicatrices, una en cada mano —Umbridge le había obligado a escribir con la izquierda al añadir una nueva frase a su castigo—, aún era perfectamente visibles en su piel.

«Calladita estoy más guapa.»

«Soy una decepción.»

Eran repugnantes. Brigid trataba de no fijarse mucho en ellas, pero le era prácticamente imposible no hacerlo. Y, una vez lo hacía, se lo quedaba mirando, leyéndolo en su mente una y otra y otra vez.

—Ya que tenemos las listas de libros —dijo Susan, interrumpiendo sus pensamientos—, ¿por qué no vamos al callejón Diagon a comprarlos un día de esta semana? Podemos quedar con los Weasley, Prim y Hermione. Así, Bree irá con nosotros.

Quedó aquello acordado, tras una carta de Harry a Ron, para dos días después. De modo que, durante aquella tarde y todo el día siguiente, Brigid y Harry, dejados atrás los TIMOs, se ocuparon de disfrutar del tiempo que tenían juntos, ya fueran los dos solos o con Nova y Susan.

Harry le enseñó Potter Manor al completo y solo en ello invirtieron un buen rato, pues la mansión parecía ser infinita y todo lo que contenía merecía ser observado con atención.

A través de fotografías que habían colgadas por todas partes, Brigid pudo ser testigo de la infancia y adolescencia de James y Aura Potter. Sus padres, Fleamont y Euphemia, habían decorado la casa con cientos de imágenes suyas. Brigid se detenía, de vez en cuando, a contemplarlas, maravillándose por el parecido entre Harry y James, así como el de Aura con Vega y Nova.

—Hay millones de ellos dos —comentó Harry, parándose junto a Brigid en una de las tantas. En ella, se veía a los mellizos Potter cuando no podían tener más de once años. Puede que aún ni siquiera hubieran empezado a estudiar en Hogwarts—. Sé que a mi padre no le gustan, pero no las quita aún así. Alguna vez le he visto mirándolas en silencio.

—No es fácil, después de todo —masculló Brigid; ella, mejor que nadie, sabía aquello.

—Lo sé —murmuró Harry.

Ella le miró, esbozando una triste mueca.

—¿No sabes nada de ella?

Harry negó con la cabeza; del mismo modo en que ella era incapaz de comunicarse con Selena o Lily, Harry, que había sufrido un intento de posesión por parte de Voldemort en el Ministerio, no había vuelto a ver a Felicity. Ninguno de los dos tenía idea de lo que pasaba, pero no podían evitar estar preocupados por ella.

—La volveremos a ver —aseguró Brigid, tomando su mano—. Hubieras sabido si algo malo le pasaba; ella y tú estáis conectados. Se arreglará, te lo prometo.

—Eso espero —respondió Harry, negando con la cabeza—. Aunque hay algo más.

—¿Qué quieres decir?

Harry echó un vistazo a ambos lados del pasillo y, inclinándose hacia Brigid, le susurró al oído:

—Creo que mi madre está embarazada.

Brigid tuvo que contenerse para no exclamar un «¿Qué?» excesivamente fuerte. Harry asintió, muy serio.

—¿Por qué lo crees? —acertó a preguntar ella.

—Me lo dijo Vega —explicó él—. Dice que la nota rara, pero lo que de verdad le hizo sospechar fue que, el otro día, cuando Vega le dijo que le asustaba estar criando a un bebé en mitad de una guerra, ella le dijo algo así como: «Lo entiendo. Volver a pasar por esto...», pero se calló al momento. Fuera de eso, es verdad que lleva unas semanas actuando de modo extraño y durmiendo poco. He visto a mi padre también raro y ya...

—Estáis sospechando todos, ¿no? —preguntó Brigid, sonriendo levemente. Harry asintió.

—Vega, Nova, Jess, Sue y yo tenemos apuestas. Intentamos averiguar cuándo lo dirán y qué será —trató de bromear, pero Brigid notaba a la perfección lo nervioso que estaba por aquello.

Le dio un beso en la mejilla y le abrazó por la cintura, sonriéndole tranquilizadora.

—Tus padres podrán con ello y lo sabes —le dijo, haciéndole suspirar.

—Lo sé, pero me asusta lo que pueda pasarle a un bebé. Bastante tenemos con Teddy como para que ahora...

—Sirius y tu tía criaron a Vega y Nova en la guerra. Tus padres a ti. A Jessica sus padres, a Susan los suyos. Es algo que puede hacerse —dijo Brigid, tomándole de las manos.

Él le dirigió una triste mirada.

—Pero todos nos criamos sin padres luego, Bree —murmuró Harry—. Menos Sue, que tuvo a tío Jason. No quiero que Teddy crezca sin Vega, no quiero que mi hermano o hermana crezca sin alguno de mis padres. Esos niños merecen más de lo que nosotros tuvimos. Y me asusta que, si no terminamos con esto pronto, a mis padres o Vega o cualquier otro les pase como a tío Jason o tía Amelia y... —Su voz se rompió al final.

Se puso de puntillas para abrazar a Harry nuevamente, soltando un triste suspiro. Él la estrechó fuertemente, acariciando su espalda.

—Es una mierda —murmuró.

—Lo sé. —La mirada de Brigid fue a la puerta junto a ellos, advirtiendo un cartel sobre el que se leía «Aura»—. Lo sé.

—Tengo miedo —confesó él, negando con la cabeza—. Todos esperan que yo acabe con todo esto. Me llaman «el Elegido» y es absurdo, porque, aunque quiera, no sé qué podría hacer. No pude hacer nada por Sirius en el Departamento, o por ti, o por tío Jason. ¿Si no pude ayudaros a vosotros...?

—Harry —le frenó ella, llevando su mano al mentón del azabache y obligándole a mirarle a los ojos. Así de cerca, parecía mucho más cansado—. Las guerras no duran para siempre. Voldemort fue derrotado una vez y lo será de nuevo, ¿vale? —Harry, suspirando, apoyó la frente en su hombro. Brigid suspiró—. Te lo juro, Harry.

James y Ariadne, que acababan de detenerse en el rellano de la escalera, contemplaron tristemente a los dos adolescentes, que permanecían abrazados en mitad del pasillo. El matrimonio, tomado de la mano, intercambió una mirada desconsolada.

No habían podido salvar a aquellos niños de la guerra y, ahora, estaban tan envueltos como ellos mismos en ésta.

Era precisamente lo que nunca habían querido.


























Para Brigid, que nunca había visitado la Madriguera hasta el momento, la casa de los Weasley resultó ser, cuanto menos, llamativa.

Prim se abalanzó sobre ella para abrazarla tan pronto como la vio, seguida poco después por Hermione, algo más paciente que la rubia. Luego, se lanzó a los brazos de Ron y le felicitó cuando él, orgullosamente, le mostró sus notas de los TIMOs: había suspendido dos asignaturas, las mismas que Harry, y le agradeció infinitamente por haberle ayudado con las otras.

—No tendría estas notas si no fuera por ti —le susurró—. Gracias, Bree, te debo muchas.

Prim había suspendido únicamente Pociones y Hermione había sacado E en todos menos Defensa Contra las Artes Oscuras, en la que obtuvo una S.

No obstante, Hermione y Prim no eran las únicas visitantes en la Madriguera: Brigid se llevó una buena sorpresa al encontrar charlando alegremente en la cocina a Vega y Jessica con Fleur Delacour y Carla Valverde.

Más aún cuando la francesa, esbozando una sonrisa al verla, abrió los brazos en su dirección y gritó:

¡Bgigid!

El abrazo de la que fue campeona de Beauxbatons le pilló por sorpresa, en especial cuando se enteró de que estaba comprometida con Bill Weasley. Pero hubo algo que le desconcertó incluso más que eso.

—¿Por qué la señora Weasley, Hermione y Ginny parecen odiar a Fleur? —le preguntó a Nova más tarde, en privado. La Slytherin soltó una carcajada despectiva.

—Oh, Gin solo está celosa, la muy tonta. Intenté coquetear con Fleur de broma. Las otras, no tengo ni idea.

Brigid se quedó mirando a Nova, con los ojos muy abiertos. La menor la miró, extrañada, hasta que súbitamente soltó un gritito y, a continuación, una fuerte carcajada.

—¡Mierda, no te lo dije! —Ante la mirada de Brigid, se apresuró a decir—: Digamos que Gin y yo nos hemos besado un par de veces. Nada serio aún, pero...

—¡NOVA! —casi gritó Brigid, cubriéndose la boca con las manos al instante al darse cuenta de cuán fuerte se le había escuchado—. Por Merlín, Nov, ¿cómo...?

—No lo digas muy alto, su familia no sabe nada —refunfuñó la Slytherin, frunciendo los labios—. A ver, no es como si no supiera que ella llevaba gustándome no sé ni cuánto tiempo. Era natural que terminara pasando. Recuerdo que cuando se lo conté a Luna y Tori ninguna se sorprendió especialmente. Pero... Sí. —Ante la amplia sonrisa de Brigid, se apresuró a decir—: Oye, yo no me puse así cuando empezaste con mi primo. Así que...

No obstante, eso no le evitó que la Hufflepuff le abrazara con fuerza, riendo emocionada. Según lo veía Brigid, con tan pocas alegrías como tenían últimamente, lo mejor era vivirlas lo mejor posible.

—¡Basta, basta, Bree! —chilló Nova, con tal fuerza que hubo algún que otro grito desde la casa que buscaba asegurarse de que todo estuviera bien—. ¡Sí, sí, perdón! —Golpeó a Brigid al ver cómo ésta trataba de contener la risa—. ¿Me harás el favor de parar ya?

—Está bien, está bien —suspiró Brigid, a quien no se le había pasado por alto el hecho de que Nova no dejaba de sonreír—. Ya paro.

—Bien.

Acordaron reunirse con los Weasley a la mañana siguiente para realizar juntos la compras en el Callejón Diagon y, además, visitar Sortilegios Weasley, la nueva tienda de los gemelos. Nadie de ellos había tenido oportunidad de ir; con las estrictas medidas de seguridad que debían cumplir, había sido imposible. Todo lo que sabían de la tienda era por Vega, Jessica y los propios gemelos. Los cuatro coincidían en algo: era impresionante.

Brigid no es que tuviera un especial interés en ir, pero sí sabía que a los otros les ilusionaba. Ariadne, en especial, parecía emocionada ante la perspectiva de visitar la tienda.

—A James no le hace mucha gracia que haya venido —le confesó la mujer a Brigid mientras ambas caminaban por el Callejón Diagon tomadas del brazo. Los Potter, los Black, los Weasley, Susan, Prim y Hermione constituían un grupo numeroso, pero precisamente por ello les habían autorizado a ir, sabiendo que era imposible que alguno se viera solo. Aún así, por precaución, Hagrid les acompañaba; Harry, Prim y Hermione hablaban con él en ese momento—. Pero no podía perdérmelo por nada del mundo. Bastante tiempo he pasado encerrada los últimos meses, ¿no crees?

—No puedo negarte eso —admitió Brigid, esbozando una mueca—. ¿Cómo estáis ahora que todo se sabe?

—Es raro, desde luego. —Ariadne esbozó una mueca. Sus ojos fueron a James y Sirius, que charlaban animadamente con Nova. Los señores Weasley iban unos metros por detrás, tomados del mano y bastante callados—. Es un alivio que ya no sea un secreto, pero eso solo lo vuelve un riesgo mayor. Esta visita se trata de algo excepcional: apenas hemos salido de Potter Manor en todo el verano.

Realizaron las compras, dividiéndose en dos grupos, con tanta rapidez como les fue posible. Todos estaban deseando ir a Sortilegios Weasley, de modo que tan pronto como Brigid, Ginny, Nova y Susan adquirieron sus nuevos libros, corrieron a reunirse con Harry, Ron, Prim y Hermione, que habían ido a la tienda de túnicas de Madame Malkin.

—¿Ha pasado algo? —preguntó Brigid al verles llegar. No era difícil saber que sí: Ron y Prim tenían idénticas expresiones furiosas, Hermione parecía muy agitada y Harry estaba sumido en sus pensamientos.

Los cuatro negaron, aunque nadie pareció creerles. Nova, aunque intrigada, insistió en ir a Sortilegios Weasley cuanto antes, viendo que se quedaban sin tiempo, de modo que el grupo reemprendió la marcha. Brigid buscó a Harry y se colocó junto a él, frenando el paso y quedándose los dos a la cola.

Ni siquiera tuvo que preguntar: tan pronto como estuvieron lejos de los oídos de sus padres, Harry habló.

—Malfoy —se limitó a responder éste, tomándola al instante de la mano, pero sin mirarla directamente a los ojos—. Siendo un incordio, como de costumbre.

—¿Ha dicho algo especialmente interesante? —preguntó la castaña.

Harry esbozó una mueca.

—Me ha dicho que le diera saludos a su prima. Cuando le he dicho que Nova los aceptaría encantada, ha dicho: «Me refiero a la que puede tratar con muertos. Esperemos que no se acerque demasiado a ellos, ¿no, Potter?». —Brigid no pudo evitar rodar los ojos—. Y su madre me ha pedido que saludara a tu padre. Con la misma cara de estar oliendo mierda de siempre. Vaya familia.

Brigid le acarició el dorso de la mano con el pulgar, tratando de calmarle. Los ojos azules de Harry parecían soltar chispas.

—Que Malfoy haya dicho eso no significa nada, Harry.

Él guardó silencio y Brigid se preguntó si había algo que no le estaba contando. Aquel comentario no parecía ser suficiente para justificar la inquietud del azabache.

—Siempre puedes echarle del equipo de quidditch. Recuérdale que eres su capitán —añadió, consiguiendo que a Harry se le escapara una pequeña sonrisa.

—Es verdad.

—¡Vaya! —escucharon exclamar a Ron, que se detenía en seco algo por delante. Brigid levantó la mirada y se quedó boquiabierta.

Comparados con los sosos escaparates de las tiendas de los alrededores, cubiertos de carteles, los del local de Fred y George parecían un espectáculo de fuegos artificiales. Al pasar por delante, los peatones se volvían para admirarlos y algunos incluso se detenían para contemplarlos con perplejidad.

El escaparate de la izquierda era deslumbrante, lleno de artículos que giraban, reventaban, destellaban, brincaban y chillaban; Harry se desternilló de risa al verlo. El de la derecha se hallaba tapado por un gran cartel morado con unas centelleantes letras amarillas que decían:

¿Por qué le inquieta El-que-no-debe-ser-nombrado?
¡Debería preocuparle
LORD KAKADURA,
la epidemia de estreñimiento que arrasa el país!

Brigid rompió a reír, pero oyó un débil gemido a su lado. Era la señora Weasley contemplando el cartel, estupefacta, mientras articulaba en silencio las palabras «Lord Kakadura».

—¡Esto va a costarles la vida! —susurró.

—¡Qué va! —saltó Ron, que reía también—. ¡Es genial!

—Venga, Molly, vamos a ver cómo es por dentro —animó Ariadne, visiblemente divertida.

Harry tiró de Brigid para llevarla con él a su interior. Prim soltó un grito de asombro a sus espaldas. Ron reía, encantado.

Sortilegios Weasley era verdaderamente impresionante. Además de estar abarrotada de clientes, los estantes se veían repletos de todo tipo de artículos, a cada cual más asombroso. Desde los Surtidos Saltaclases que Brigid había visto a los gemelos perfeccionar el curso anterior a productos que requerían de un nivel de magia realmente avanzado. Pese a lo incómodo de la clientela, que daba empujones sin descanso y complicaba el paso, Brigid se encontró disfrutando enormemente de la visita a la tienda.

Tiró de Harry para ir en busca de estantes a los que pudieran acercarse —a la mayoría de ellos resultaba imposible—, pero terminaron por separarse entre la marea de gente, para molestia de Brigid. ¿Cómo era posible que hubiera tantas personas allí metidas?

Trató de retroceder y buscar a los demás, pero terminó en la sección de filtros amorosos y el intenso olor que le llegó —el del cabello húmedo de Harry nada más salir de la ducha— casi la mareó.

—¿Algo que te interese por aquí? —La voz de Jessica Bones le hizo girarse con una sonrisa en el rostro—. Porque me temo que soy parcial y no te dejaría llevarte uno de esos para que lo usaras en mi primo.

—No tengo planeado hacerlo por el momento, si te soy sincera —comentó Brigid.

La mayor esbozó una amplia sonrisa.

—No creo que te hagan falta —declaró—. ¿Y los demás? He visto a Ginny y Nova molestando por ahí y a Harry con los gemelos, pero ni rastro de Susan o los adultos.

—Han venido, eso seguro —replicó Brigid, echando un vistazo a su alrededor: no reconoció ni un rostro—. Pero es imposible encontrar a nadie con toda esta gente.

—No te quito la razón —admitió Jessica, negando con la cabeza—. Ven, sígueme; ya he aprendido a abrirme paso por aquí.

Tan pronto como Jessica la tomó por la muñeca, Brigid ahogó un grito de la impresión: el tacto helado de la rubia la tomó por sorpresa.

Pero aquella sorpresa solo empeoró al darse cuenta de la fuerza con la que la otra la sujetaba.

—¡Eh, Jess, me haces daño! —protestó, tratando de liberarse. La otra chica continuaba avanzando, impasible, entre la multitud—. ¡Para!

—¿Quieres que pare?

Jessica se giró hacia ella, solo que ya no era Jessica.

Brigid contempló, desconcertada, el rostro pálido de la desconocida frente a ella. Sus ojos, como dos cuarzos grises, relucían de un modo peligroso. Su cabello, negro como el ala del cuervo, contrastaba con su palidez. Los mechones que caían sobre su rostro parecían riachuelos negros sobre nieve.

De un momento a otro, Brigid ya no estaba en Sortilegios Weasley, sino en un lugar tan oscuro y siniestro, en el que nada se veía, que la chica tuvo la sensación de haber regresado al otro lado del Velo de la Muerte.

La mujer no la soltaba aún, pero Brigid había dejado de resistirse.

—Siempre supe que mezclar nuestra sangre con la de los Black era peligroso —espetó la desconocida, negando con la cabeza—. Pero jamás imaginé que resultaría en alguien como tú.

Brigid parpadeó, desconcertada. Sus ojos recorrían el rostro de la mujer frente a ella una y otra vez. Estaba segura de no haberla visto jamás en su vida. No obstante, tampoco le abandonaba la sensación de conocerla a la perfección.

Los labios de la mujer se torcieron hacia arriba, divertida.

—El motivo por el que crees que me conoces es porque conoces mi magia; es la que has estado usando toda tu vida. Naciste con ella y te acompañará siempre. Tú eres mi linaje, Brigid Black.

Los labios de ésta se entreabrieron. Un pequeño jadeo se le escapó. «No es posible —pensó—, no puede estar pasando esto.»

—Lady Morrigan —pronunció, muy despacio. Ésta asintió.

—Es el título que te dan los muertos, porque es mi título —asintió la mujer—. Mi magia puesta en ti.

Brigid contempló a la bruja frente a ella, siendo bien consciente de que estaba frente a la mujer a la que Merlín más amó, según afirmaban las leyendas. La que provocó su caída. La muerte del Gran Mago. Su antepasada.

—Te estás preguntando por qué he decidido aparecer ahora, ¿no? —preguntó la hechicera, sonriendo con suficiencia. Brigid solo se atrevió a asentir—. Una advertencia, niña mía. Debes ser muy cuidadosa con tu magia ahora. Bajo ningún concepto, ninguno, la liberes. Tenla siempre bajo control. Deberás tener esto en cuenta.

Brigid volvió a asentir, algo preocupada por las palabras de Morrigan. La mujer le acarició la mejilla en un ademán casi maternal.

—Pronto, recuperarás tu Visión del mundo que domino, pequeña —continuó diciendo Morrigan—. Pero ya no tendrás escapatoria. Verás a todos. Concéntrate en los que conoces, trata de bloquear a los que no. Sé que será difícil, pero sé bien que estarás a la altura. Jamás una de mis descendientes ha tenido en sus manos tanto poder como tú, Brigid Black. —La antigua hechicera sonrió—. Sé digna y cauta. Hasta el momento, has conocido los beneficios del don, pero no tardarán en volverse contra ti si no tienes cuidado. No lo olvides.

—No lo haré —prometió Brigid, tragando saliva nerviosamente. Morrigan asintió.

—Desiste de repetir lo sucedido con el Velo de la Muerte, ¿querrás?

La chica asintió al momento. No tenía intenciones de ello, pero algo le decía que Morrigan se lo decía por algún motivo.

—Y una última advertencia —añadió la mujer, cuya silueta ya comenzaba a difuminarse. Brigid aferró su mano con fuerza, a sabiendas de que no le convenía perderse ni una sola de las palabras de la mujer—. Cuida bien este universo. Del mismo modo en que los otros chicos deben hacer con los suyos. Si vuelven a fracturarse o a cambiarse de algún modo...

Dejó la frase en el aire, pero aquello le dejó claro a Brigid que nada bueno pasaría.

—Lo haré —aseguró, hablando muy rápido—. Haré todo eso, no...

—¡BRIGID!

Se incorporó, jadeando. Fue capaz de ver el alivio teñir el rostro de Ariadne antes de que ésta se echara hacia atrás y soltara un suspiro de alivio. A su alrededor, también estaban James, Sirius, Nova, Susan, Ginny, Jessica y los señores Weasley. Brigid trató de formar una sonrisa.

—Hola.

—¿Se puede saber qué te ha pasado? —exclamó Nova, tendiéndole la mano para ayudarla a incorporarse. Se encontró sentada en el suelo, con la espalda apoyada en uno de los escaparates de Sortilegios Weasley—. ¡Jess dice que, de un momento a otro, simplemente te desmayaste!

—Sí, algo así pasó —masculló la castaña, negando con la cabeza—. N-no pasa nada. Estoy bien. Solo ha sido un momento.

—Hace como Harry —le bisbiseó Jessica a Susan—. Se desmaya y luego pretende que actuemos como si nada hubiera pasado. ¡Claro que ha pasado!

La menor de las Bones rio suavemente.

—Sí, se parecen bastante en eso.

—¿Dónde están Harry, Ron, Prim y Hermione? —preguntó entonces Brigid, mirando a su alrededor—. ¿Siguen dentro?

—No lo sabemos —explicó James, apretando los labios.

—Se han escabullido, como de costumbre —bufó Sirius.

—No os preocupéis —intervino Jessica, señalando con la cabeza a un punto de la calle—. Vienen por ahí, con Vega.

Y aunque tanto Harry como su prima parecían enfadados conforme se aproximaban, la expresión del azabache cambió al momento de ver a Brigid en el suelo. Aceleró el paso y no tardó en agacharse junto a ella, observando preocupado su rostro pálido.

—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? —preguntó, hablando tan rápido que Brigid apenas fue capaz de comprender sus paabras—. ¿Bree?

—Estoy bien, estoy bien —se apresuró a decir ella, tomando su mano—. No te preocupes, no ha pasado nada.

—Por estas cosas no deberíamos irnos a ningún lado —le susurró Ron a Prim. Las severas miradas de los cinco adultos presentes fueron hacia él, que rápidamente se sonrojó hasta las orejas—. Lo sentimos, por cierto.

—Faltaría —masculló Vega, de brazos cruzados. Su padre le puso la mano en el hombro—. No puedo quedarme más, tengo que volver con Teddy. Está con Carla. Solo os digo, a vosotros cuatro —aclaró, mirando severamente a Harry, Ron, Prim y Hermione—, que tengáis cuidado con dónde vais ahora mismo. Nada es seguro. Ya deberíais de saberlo.

Las dos chicas asintieron, mientras Ron continuaba sonrojado. Harry ayudó a Brigid a ponerse en pie.

—¿Seguro que estás bien?

Ésta suspiró y asintió.

—¿Dónde habéis ido vosotros? —cuestionó, frunciendo el ceño.

Harry agachó la cabeza.

—Hemos seguido a Malfoy —admitió. Sus padres y Sirius fruncieron el ceño al momento; Jessica soltó un suspiro—. Nada más.

Horas después, de regreso en el número 12 de Grimmauld Place, Brigid aún seguía pensando en lo que Morrigan le había dicho, en todas sus advertencias. Pronto, volvería a ver a Selena, a Lily, a Felicity, a Althea. Pero también al resto de muertos que nunca había querido ver.

¿Serían espeluznantes o como ellas, fantasmas normales? Sabía que había innumerables tipos de espíritus, Selena le había hablado de ellos. No conocía todas las diferencias entre ellos. Ya había invocado en una ocasión a un cementerio completo; ahí, había podido ver a las personas que allí había enterradas, el aspecto que tenían en la Otra Vida. Pero aquellos fantasmas no eran los que paseaban por su mundo. No si no era llamados, al menos. ¿Cómo eran los que habitualmente caminaban entre los vivos?

—¿Insomnio? —Brigid levantó bruscamente la cabeza al ver a Regulus Black en el umbral de la puerta de la biblioteca. Había ido hasta allí porque deseaba encontrar un lugar más grande que su dormitorio. Asintió una única vez—. Kreacher ha hecho chocolate caliente al ver que no estabas en la cama. Te traigo una taza.

Una sonrisa apareció en los labios de Brigid al escuchar aquello. Su padre fue hasta ella y dejó la taza entre sus manos, antes de tomar asiento junto a ella en el sofá de terciopelo que decoraba la estancia.

—Gracias —susurró la chica—. ¿Te he despertado?

—No, yo también tengo algo de insomnio —rio Regulus—. Hubiera venido aquí de todos modos.

Brigid asintió y dio un sorbo al chocolate caliente. Nunca antes había provado el que Kreacher preparaba y al momento abrió los ojos bruscamente de la sorpresa. Su padre rio.

—Está bueno, ¿verdad?

—¡Está delicioso! —exclamó ella, impresionada—. No sabía que Kreacher era capaz de hacer un chocolate caliente así. Nunca había probado uno tan bueno.

Regulus rio ante su efusividad.

—Yo lo tomaba a todas horas antes, créeme —suspiró—. Recuerdo que, la primera vez que le di un poco a Gwen, puso la misma cara que tú hace un momento.

Brigid se volvió hacia su padre, sorprendida. Éste sonreía levemente.

—Ya iba siendo hora de que habláramos un poco de ella, ¿no? —comentó—. Siento no haberlo hecho antes. Me ha costado un poco acostumbrarme a todo esto. Pero, en estos últimos días... —Regulus suspiró—. No sé si querrás preguntarme por ella o por otras cosas, Deneb, pero quiero que sepas que puedes hacerlo. Ya he puesto mis cosas lo suficientemente en orden como para ser capaz de responder —añadió, sonriendo.

La chica asintió, despacio. Aferró su taza de chocolate con fuerza y le dio otro sorbo.

—Tengo cosas que preguntarte —admitió—. Pero... No ahora. Solo quiero tomarme un chocolate caliente tranquilamente con mi padre. ¿Puedo hacer mis preguntas mañana?

Regulus asintió, sonriendo.

—Mañana, entonces. Si no quieres preguntar ahora, ¿por qué no me cuentas un poco sobre ti, sobre Hogwarts?

Había sido suficiente por un día. La idea de dejar que su padre la conociera un poco mejor le parecía la mejor manera de terminarlo. Brigid asintió con la cabeza, preguntándose por dónde empezar.

Terminó siendo por cómo conoció a Harry, Ron, Hermione y Prim, en el Expreso de Hogwarts, a punto de comenzar su tercer año. Sonriendo con nostalgia mientras recordaba aquel día, aquel chico —por aquel entonces de Gryffindor, pese a que aquello cambiara tras el desastre producido por ella, Cassiopeia y Atlas—, a ella misma con trece años. Sin saber cuánto cambiaría su vida por sentarse en aquel compartimento.

Si una Brigid más joven viniera a preguntarle si debía acompañar a Primrose Jones en aquel viaje del Expreso de Hogwarts, respondería con el más rotundo sí.

Habían pasado tres años desde aquello. Se sentía como si hubiera sido más. Brigid hizo girar en su dedo distraídamente el anillo que Harry le había regalado, sabiendo que siempre recordaría aquel día con una sonrisa, pasara el tiempo que pasara.
















ya me dolía llevar tanto tiempo sin actualizar a estos dos :')

disfruten de (probablemente) el último capítulo de lom antes de selectividad! ojalá pase todo esto pronto y pueda ponerme más en serio con mis niños <3

ale.

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