xxv. miss you

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xxv.
echarte de menos








—Diggory.

Brigid levantó la mirada del libro al momento. A su lado, con los brazos cruzados, estaba Michael Nott, observándola en silencio.

—¿Sí? —preguntó ella, sin entender. La presencia del Slytherin, un año mayor que ella, le intimidaba un poco.

—McGonagall quiere que te lleve a su despacho —explicó él, tranquilamente—. Al parecer, es urgente.

Brigid se preguntó en qué lío podría haberse metido. ¿Moody podría haberse quejado de ella o algo?

—¿Por qué?

—¡Nott!

Madame Pince chistó con severidad a Ron quien, algo sonrojado, se aproximó a Michael y Brigid tratando de hacer el menor ruido posible.

Su mirada pasó de Brigid a Nott, algo desconcertado.

—¿Pasa algo? —quiso saber.

Brigid desvió la mirada.

—McGonagall me ha pedido que lleve a Diggory a su despacho —explicó tranquilamente Michael—. Me alegro de verte, Weasley.

—Lo mismo digo —farfulló el pelirrojo—. ¿Cómo estás, Brigid?

—Bien —se limitó a decir ésta. Había recogido sus cosas y ya estaba de pie—. ¿Y tú, Ron?

—También bien.

—Me alegro —dijo ella, sonriéndole levemente—. Nott, ya podemos irnos.

Éste asintió.

—Nos vemos, Weasley —dijo, dando media vuelta.

—Adiós, Ron —se despidió Brigid.

Fue tras Michael Nott, sin atreverse a decir ni una palabra. El Slytherin tampoco parecía ser muy hablador, de modo que llegaron al despacho de McGonagall sin hablarse. Allí, Nott se despidió con un simple Adiós y se marchó, dejando a Brigid sola ante la puerta.

Tras dudar un momento, golpeó la madera con los nudillos. La voz de McGonagall le dio permiso para entrar.

En el interior del despacho esperaban otras cuatro personas: la profesora McGonagall, Hermione Granger, una niña que, por su aspecto, debía ser Gabrielle, la hermana de Fleur, y el mismísimo Dumbledore.

Brigid permaneció en el umbral, algo incómoda. Hermione le dirigió una débil sonrisa.

—Señorita Diggory, puede tomar asiento —ofreció McGonagall, señalándole una silla—. Estamos esperando a que llegue la señorita Black para explicarles por qué están aquí. ¿Una galleta?

—No, gracias —dijo Brigid, sentándose junto a Hermione.

No pasó más de un minuto antes de que alguien llamara a la puerta y McGonagall le diera permiso para entrar. Vega Black apareció en el umbral, con aspecto confundido.

—Ah, Vega, perfecto —saludó McGonagall, sonriéndole levemente—. Toma asiento, por favor.

Vega se sentó entre Brigid y Gabrielle; Brigid desvió la mirada antes siquiera de pensar en lo que hacía.

—Ya que estamos todos, os explicaré qué hacéis aquí, como seguro os estaréis preguntando —dijo Dumbledore, en tono jovial—. Veréis, la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos, que como sabréis se celebra mañana, necesita de vuestra colaboración.

Vega abrió la boca para preguntar, pero el director la detuvo con un gesto. Brigid solo estaba confundida. Cedric no había querido contarle de qué iba la prueba.

—Los campeones deberán rescatar a lo que más valioso es para ellos del lago. Vosotras cuatro sois lo más valioso para los señores Diggory, Krum, Potter y la señorita Delacour. Mediante un encantamiento, os dormiré y no os despertaréis hasta que salgáis a la superficie. Os garantizo que nada malo os sucederá, ¿de acuerdo?

Com tan solo escuchar la palabra lago y comprender de qué iba aquello, Brigid palideció. Aquello sonaba como una pesadilla para ella.

—Pero... —trató de decir, sin siquiera saber cómo iba a poder explicarle al director la fobia que sentía hacia las grandes masas de agua.

Si no moría ahogada, iba a ser por terror.

—Oh, no —escuchó decir a Selena, a su espalda.

Brigid ni siquiera sabía cuándo había llegado.

—Estaréis totalmente a salvo y seréis atendidas por la enfermera del colegio tan pronto salgáis del lago —se apresuró a aclarar Dumbledore.

Brigid era consciente de su palidez. Sin embargo, incapaz de hablar, asintió levemente. Quiso decir algo, pero antes de poder hacerlo, se encontró bostezando. A Gabrielle ya le costaba mantener los ojos abiertos. Ella fue la primera en quedarse completamente dormida; Hermione le siguió.

Brigid trató de hablar, trató de decir que no quería, pero ni una palabra salió de su boca. A su lado, el sueño venció a Vega. Segundos después, Brigid fue incapaz de continuar con los ojos abiertos y se unió a las otras tres chicas durmientes.


























Lo primero que sintió Brigid al salir a la superficie fue el agua, que le caía del pelo y le resbalaba por la cara, que hacía que su túnica pesara y le rodeaba por completo.

Brigid hubiera gritado de no haber estado demasiado aterrada. Instintivamente, cerró los ojos y solo Cedric, que la sujetaba con fuerza, evitó que su cabeza se hundiera bajo el agua.

—¿Bree...? —preguntó él, completamente desconcertado—. ¿Estás bien?

Brigid negó levemente con la cabeza y aquello bastó a Cedric para arrastrarla lo más rápido posible hacia las tribunas donde la multitud aplaudía y festejaba.

Brigid no abrió los ojos hasta que alguien la envolvió con fuerza en una manta muy gruesa y caliente. La voz de Madame Pomfrey le habló.

—Brigid, cielo, ¿te encuentras bien?

Brigid la miró y asintió una sola vez, abrazando la manta. Al ver el lago junto a ella, se giró hasta quedar a espaldas de éste. La enfermera le tendió una botella de poción.

—Bébela, te hará entrar en calor.

La poción le hizo salir humo por las orejas, pero sirvió para que el frío de las ropas empapadas se desvaneciera. A su lado, Cedric finalmente accedió a ser atendido por Pomfrey, después de asegurarse de que Brigid estaba bien.

—Bree, ¿estás bien? —preguntó Cedric, con voz queda.

Brigid inspiró hondo.

—Sí —murmuró.

No sonó en absoluto convincente.

—¿Qué ha pasado? —susurró Cedric.

Brigid dudó.

—Odio el agua. L-las grandes masas, me refiero —dijo, vacilante—. Desde aquella vez, en la playa...

—¿Qué playa? —dijo su hermano, desconcertado.

—La de la ola —respondió ella, apretando los labios—. Cuando casi me ahogué, papá me sacó y...

—Brigid, nunca hemos ido a la playa —dijo Cedric, extrañado.

Ella frunció el ceño.

—No, yo me acuerdo, y-yo me acuerdo de estar ahogándome.

—Bree...

Brigid solo supo que Viktor Krum había regresado con su rehén, que resultó ser Hermione, por los aplausos del público. Por lo que le dijo Cedric, Fleur había tenido problemas con los grindylows y había tenido que volver sin su rehén.

Al parecer, la campeona trataba de regresar a por su hermana, pero no se lo permitían.

—¡Brigid! —saludó Hermione, llegando empapada y abrazada a una manta.

Ella le dirigió una débil sonrisa. Prim apareció corriendo y se abalanzó a abrazar a Hermione, que rio y abrazó con fuerza a la rubia.

Brigid supo que Harry había regresado porque desde las tribunas, la multitud armaba muchísimo jaleo: todos estaban de pie, gritando y chillando.

—¿Ha traído a la hermana de Fleur? —escuchó Brigid exclamar a una sorprendida Primrose.

—¡Señorita Jones, regrese con el público! —la regañó Pomfrey—. ¡Debo ocuparme de los campeones y rehenes!

Una muy contrariada Prim casi fue arrastrada por Ron para volver a las tribunas, después de que Hermione le asegurara que no pasaba nada.

Brigid escuchó los gritos de Fleur con mayor nitidez.

—¡Gabguielle!, ¡Gabguielle! ¿Está viva? ¿Está heguida?

—¡Está bien, Fleur! —Aquella era la voz de Vega.

Poco después, escuchó un nuevo grito, este de Pomfrey.

—¡Black, por Merlín! ¿Por qué tenías que mojarte tú también?

La enfermera llegó segundos después, casi arrastrando a Vega del brazo. Nova iba tranquilamente a su lado, también chorreando agua. Brigid supuso que se había tirado al lago.

Pomfrey envolvió a Vega tan apretada en una manta, y la obligó a beber la poción que antes Brigid tuvo que tomar. Cuando le salió vapor por las orejas, Nova se rio de ella.

—Cállate —le espetó su hermana mayor—. Señora Pomfrey, creo que Gabrielle necesita más atención que yo ahora mismo.

Brigid agachó la cabeza al ver que Harry tenía la mirada fija en ella. Él era el único que sabía de su terror. No estaba de humor para que le preguntara si estaba bien. Bastante tenía con Cedric, que permanecía a su lado en silencio y con la mirada perdida.

—Me parece que tenemos que hablar antes de dar la puntuación —escuchó anunciar a Dumbledore, y supuso que hablaba con los otros miembros del tribunal.

Fleur apareció en compañía de su hermana. Tenía muchos cortes en la cara y los brazos, y la túnica rasgada; pero no parecía que eso le preocupara, y no permitió que la señora Pomfrey se ocupara de ella.

—Atienda a Gabguielle —le dijo, y luego se volvió hacia Harry—. Tú la has salvado —le dijo casi sin resuello—. Aunque no ega tu gueén.

—Sí —asintió Harry.

Fleur se inclinó, besó a Harry dos veces en cada mejilla, dejándole con cara de profunda sorpresa, lo que casi hizo reír a Brigid. Luego, la francesa le dijo a Vega:

—Tú también la ayudaste.

—No fue para tanto —le respondió ella, quitándole importancia.

Fleur se abalanzó también sobre ella para besarla. Brigid advirtió que Cedric estaba mirando a ambas chicas. Concretamente, a Vega.

—Ced —le llamó.

—¿Sí? —preguntó éste, volviéndose al momento hacia ella—. ¿Te pasa algo? ¿Quieres que...?

Brigid negó con la cabeza.

—Si le echas de menos, habla con ella —dijo, en voz baja.

—Pero...

—Ced, no dejes que un estúpido artículo de Rita Skeeter haga que lo que vosotros teníais se vaya a la mierda —le dijo Brigid, sonando más decidida de lo que esperaba—. Escucha, yo estoy bien. Ni Harry ni Vega tienen culpa de nada de lo que dijo Skeeter. Me alegra que te preocupes por mí, pero no quiero que te afecte a ti, ni a Vega, en especial cuando ella no tiene nada que ver en esto.

Su hermano apretó los labios.

—No sé, Bree.

—Si de verdad la quieres —respondió su hermana, con voz segura—, no seas idiota, Ced. Los dos parecíais muy felices juntos.

—Yo...

La voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman retumbó junto a ellos y los sobresaltó. En las gradas, la multitud se quedó de repente en silencio.

—Damas y caballeros, hemos tomado una decisión. Murcus, la jefa sirena, nos ha explicado qué ha ocurrido exactamente en el fondo del lago, y hemos puntuado en consecuencia. El total de nuestras puntuaciones, que se dan sobre un máximo de cincuenta puntos a cada uno de los campeones, es el siguiente:

»La señorita Delacour, aunque ha demostrado un uso excelente del encantamiento casco-burbuja, fue atacada por los grindylows cuando se acercaba a su meta, y no consiguió recuperar a su hermana. Le concedemos veinticinco puntos.

Aplaudieron en las tribunas.

—Me meguezco un cego —dijo Fleur con voz ronca, agitando su magnífica cabellera.

—Deja que te den los puntos que merecías en la primera prueba.

Brigid no pudo estar más de acuerdo con lo que Vega dijo.

—El señor Diggory, que también ha utilizado el encantamiento casco-burbuja, ha sido el primero en volver con su rehén, aunque lo hizo un minuto después de concluida la hora.

Se escucharon unos vítores atronadores procedentes de la zona de Hufflepuff. Brigid forzó una débil sonrisa.

—Por tanto le concedemos cuarenta y siete puntos.

Advirtió que su hermano miraba a Vega y que ésta le devolvía la mirada.

—El señor Viktor Krum ha utilizado una forma de transformación incompleta, que sin embargo dio buen resultado, y ha sido el segundo en volver con su rescatada. Le concedemos cuarenta puntos.

Karkarov aplaudió muy fuerte y de manera muy arrogante.

—El señor Harry Potter ha utilizado con mucho éxito las branquialgas —prosiguió Bagman—. Volvió en último lugar, y mucho después de terminado el plazo de una hora. Pero la jefa sirena nos ha comunicado que el señor Potter fue el primero en llegar hasta los rehenes, y que el retraso en su vuelta se debió a su firme decisión de salvarlos a todos, no sólo al suyo.

Brigid no pudo evitar sonreír. No le sorprendía aquello, viniendo de Harry. Su mirada fue al chico y le vio junto a Vega y Nova, casi pareciendo avergonzado.

Casi.

—La mayoría de los miembros del tribunal —y aquí Bagman le dirigió a Karkarov una mirada muy desagradable— están de acuerdo en que esto demuestra una gran altura moral y que merece ser recompensado con la máxima puntuación. No obstante... la puntuación del señor Potter son cuarenta y cinco puntos.

Vega y Nova, muy sorprendidas, miraron a Harry; luego se rieron y empezaron a aplaudir muy fuerte con el resto de la multitud.

Brigid aplaudió con fuerza. Fleur también aplaudía con mucho entusiasmo. Krum, en cambio, no parecía nada contento.

—La tercera y última prueba tendrá lugar al anochecer del día veinticuatro de junio —continuó Bagman—. A los campeones se les notificará en qué consiste dicha prueba justo un mes antes. Gracias a todos por el apoyo que les brindáis.

La señora Pomfrey se llevó a los campeones y las rehenes de regreso al castillo, para que se pusieran ropa seca. Nova tuvo que seguirlos, porque también estaba empapada.

El humor de Brigid mejoró conforme se alejaba del lago. Dejó que Cedric le pasara el brazo por encima de los hombros y sonrió.

—Has estado genial, Ced —dijo, con sinceridad.

—¿Ya estás mejor? —quiso saber.

Brigid asintió.

—Hey, Bree.

No le sorprendió girarse y encontrar a Harry. Brigid vaciló.

—Harry, yo...

—¿Estás bien? —quiso saber él, muy serio—. Cuando supe que ibas a estar en el lago, pensé...

Brigid asintió.

—Estoy bien —se apresuró a decir, sonriéndole levemente.

Harry también asintió. La miró fijamente, preguntándose qué decir a continuación. Brigid no recordaba haber visto a Harry dudar tanto antes.

—Te echo de menos, Bree —admitió, con voz queda—. Lo siento.

Y Brigid ni siquiera pensó en qué hacía a continuación. Saltó sobre Harry y le abrazó con fuerza, dejando a un lado todas sus dudas, preocupaciones y las palabras de su padre.

Harry rio, sorprendido, y luego le devolvió el abrazo con fuerza.

—Yo también te echo de menos, Harry —dijo ella, con total sinceridad—. Y soy yo la que lo siente.

Harry la estrechó con fuerza.

—Pensé que nunca admitirías que no puedes vivir sin mí.

Brigid soltó una fuerte carcajada y se apartó de él, encontrándose con la gran sonrisa de Harry y sus chispeantes ojos azules.

—¿Así que ya puedo volver a hablarte?

Brigid no pudo evitar sonreír aún más al ver a Felicity; lo cierto era que también había extrañado su compañía.

—Siempre has podido hablar conmigo, Felicity.

—No si me estabas echando atrás —respondió ésta, algo ofendida.

Brigid advirtió, algo sorprendida, que había empleado las mismas palabras que Selena.

—Lo siento —dijo, agachando la cabeza—. Aún no sé cómo va esto de ver muertos y...

—¿Muertos? —repitió Harry, frunciendo el ceño—. ¿En plural?

Brigid dudó, pero terminó asintiendo.

—Por ahora, más bien muerta —aclaró.

—¿Así que se lo vas a contar?

Selena estaba tras ella, sonriendo tranquilamente. Brigid asintió.

—Ya no puedo negarlo, ¿no? —preguntó.

—En eso tienes razón —admitió Selena.

—Ella suele tener razón —asintió Felicity—. Aunque se equivoque de vez en cuando, como estas últimas semanas.

Harry miró a su hermana y a Brigid totalmente confundido.

—¿Qué me he perdido? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿Estáis teniendo una conversación con un fantasma al que no puedo ver? ¿Eso no es de mala educación?

—¡Eh, no os perdáis eso! —avisó Felicity, señalando hacia atrás.

Ambos giraron la cabeza al instante. Vega y Cedric se besaban, ambos empapados pero sonriendo ampliamente. Nova chocó los cinco con Susan varios metros atrás. Harry rio.

—Algo me dice que esos dos lo han arreglado —comentó Harry, girándose de nuevo hacia Brigid—. Pero eso no evita que siga preguntándome cómo es que puedes ver muertos. ¿Ese fantasma con el que hablabais...?

—Se llama Selena Ross.

La sonrisa de Harry decayó, siendo sustituida por una expresión de sorpresa y algo de confusión.

—¿La madre de Sue? —preguntó, en voz baja—. ¿Mi madrina?

Brigid asintió lentamente.

—Escucha, no sé cómo funciona esto, pero... —empezó, dando un paso al frente.

Harry parecía profundamente turbado. Brigid, confundida, le rozó la mano, esperando que reaccionara. Los ojos de Harry se abrieron bruscamente, asustándola y haciéndola retroceder.

—¿Estás...? —preguntó, sin entender.

—L-le he visto —dijo Harry, sin dar crédito—. Estaba ahí, junto a Fely, y...

Brigid frunció el ceño.

—¿Cómo has podido...?

—Ha tenido que ser cuando le has tocado la mano —dijo Selena, que parecía curiosa—. De algún modo, tú has podido...

—¡Dale la mano! —exclamó Felicity.

—¿Qué dices, Fely? —preguntó Harry, sin entender.

—Selena cree que has podido verla porque te he rozado —explicó Brigid, quien ya sentía calor en las mejillas—. Así que...

Harry extendió la mano hacia ella sin dudar ni un momento. Le sonrió al ver su expresión.

—¿No me digas que vuelves a ser tímida conmigo? —preguntó. Brigid sonrió levemente y le tomó la mano.

Harry observó con rostro serio a Selena, que le dirigió una sonrisa y le examinó de arriba a abajo.

—Es increíble lo que te pareces a tu madre —comentó ella—. Los dos tenéis la misma actitud.

—No suelen decirme que me parezca a mi madre, menos los ojos —admitió Harry.

—Bueno, el parecido físico con James es evidente —dijo Selena—. Pero cualquiera que haya estado cinco minutos con Ari puede que ver hay mucho de ella en ti.

Y él sonrió ampliamente.

—Me alegra conocerte, Selena.

—Lo mismo digo, Harry.

























Brigid había echado mucho de menos a Harry en el último mes. Había sido consciente de ello, pero no fue hasta que éste volvió a acompañarla a la biblioteca que notó cuán sola se había sentido sin su compañía.

—Sigo sin entender por qué vienes si no tienes exámenes —le dijo Brigid, riendo.

Él se limitó a sonreírle.

—Recuerdo ya haber respondido a esa pregunta antes —comentó.

Brigid también lo recordaba. Había dicho que le gustaba estar con ella. Solo de pensar en ello, sintió que se sonrojaba y volvió la mirada a su libro.

Ron, Prim y Hermione se sentaron junto a ellos en la mesa. Brigid los recibió con una sonrisa. Se había disculpado con todos ellos por haber estado evitándoles durante las semanas anteriores; ninguno de ellos parecía estar especialmente enfadado con ella por eso.

Al contrario, de hecho. Ver que lo entendían dejó a Brigid bastante cortada en un inicio. No esperaba aquella reacción.

—Deja de dar envidia, Potter —protestó Prim, viendo cómo Harry se dedicaba a observar con aburrimiento a su alrededor, con la barbilla apoyada en la mesa—. Para eso, lárgate.

—Me parece a mí que no, Jones —se burló Harry—. Estoy bien aquí. De hecho, puede que me quede un par de horas más...

Brigid sonrió para sí. Guardó su libro en la mochila y se puso en pie. Los cuatro Gryffindor la miraron con curiosidad.

—Tengo clase de Transformaciones —aclaró, mirando sus miradas interrogativas.

—Te acompaño —se ofreció Harry, poniéndose en pie—. No tengo nada mejor que hacer.

—¿Dónde ha ido eso de quedarse un par de horas más? —preguntó Ron, burlón.

Harry miró mal a su amigo. Brigid rio, algo avergonzada.

—Ven, si quieres —ofreció.

Harry le acompañó a la puerta, siendo los dos seguidos por las miradas pícaras de Ron, Prim y Hermione.

—No tenías por qué venir —comentó Brigid, tímidamente.

—Bueno, me gusta estar contigo —respondió Harry, sonriendo—. ¿No te lo había dicho ya?

—Tengo la vaga impresión de que sí —rio Brigid.

Y, si tenía que ser sincera, a ella también le gustaba estar con Harry.




















maratón 1/5

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