xxxvii. illegal... sounds fun

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xxxvii.
ilegal... suena divertido








—Tenemos reunión en Cabeza de Puerco en la visita a Hogsmeade.

Brigid miró, extrañada, a Prim. Ésta asintió.

—¿Harry te ha hablado de lo del grupo de defensa?

—Sí, aunque no estaba muy convencido.

—Pues lo vamos a hacer —aclaró Prim—. Este fin de semana, en Hogsmeade. ¿Vendrás?

—No lo dudes —asintió Brigid.

Desde que Umbridge se había autoproclamado Suma Inquisidora de Hogwarts y había comenzado a evaluar a los profesores, Brigid detestaba incluso más que antes a la mujer. Parecía estar haciendo lo imposible para ganarse el odio de todos en el castillo. De modo que le pareció bien lo del club de defensa, además de porque sería útil, porque sería una forma de ir contra ella.

Nova se acercó a ella antes de la visita al pueblo y le preguntó si le acompañaría a la reunión.

—Iba a ir con Astoria y Ginny —explicó, sonriendo—. Pero me he quedado dormida y les he dicho que no me esperasen.

—De acuerdo —dijo Brigid—. ¿Vas a salir ya?

Nova asintió. Juntas, emprendieron la salida hacia Hogsmeade, pasando junto a Filch, que se aseguró de que tuvieran sus permisos.

A Brigid le había preocupado que Amos decidiera retirárselo después de haberse fugado en verano, pero no había sucedido. Aún no había tenido ni una noticia por su parte y, aunque al inicio había resultado un alivio, aquello comenzaba a agobiarle.

—Pensé que irías con mi primo —comentó Nova, de camino—. Últimamente se os ve incluso más pegados de lo habitual.

—No tenemos que estar pegados todo el tiempo —respondió Brigid, sonriendo.

—¿Y acaso vuestras bocas no se echan de menos?

Brigid la miró, incrédula. Nova sonreía inocentemente.

—Me quedé a dormir en la sala común de Hufflepuff el otro día. Cada vez me gusta menos estar en mi casa, ¿sabes? Así que me tapé con una manta y me quedé en un sofá. Cuando me desperté, vosotros dos estabais ahí, escribiendo algo, y de un momento a otro...

Brigid había ido enrojeciendo conforme Nova hablaba, mientras que la sonrisa de ésta solo se iba ampliando más y más. Nova soltó un chillido y abrazó a Brigid.

—¡Por fin os atrevisteis! Estábamos todos hartos de esperar.

—N-nosotros no... —Brigid trató de buscar las palabras correctas, aún roja como un tomate—. Escucha, Nova, no se lo digas a nadie. Aún no, ¿vale?

—Relación secreta. Me gusta. —Nova sonreía con picardía—. No lo diré, no te preocupes. Pero ¿desde cuándo?

—Después de la fiesta en Grimmauld Place —admitió Brigid—. No es que sea mucho, pero...

Aww, voy a ganar mucho dinero —rio Nova—. No sabes la de apuestas que tenemos. Yo dije que sería en agosto. ¡Y fue en agosto! El último día, además. El cumpleaños de Vega. Qué divertido.

—¿El cumpleaños de Vega? —repitió Brigid, sorprendida—. Yo no sabía...

—No quiso celebrar nada —aclaró Nova, perdiendo la sonrisa—. Se enfadó conmigo porque intenté cantarle el cumpleaños feliz. Lo dejamos pasar. ¡Eh, esa es Luna! ¡Luna!

La Ravenclaw se giró hacia ellas con su habitual sonrisa soñadora. Nova le saludó alegremente.

—Vas a la reunión, ¿cierto? —dijo Nova, tomándole del brazo. Luna asintió—. Íbamos para allí también. Podemos ir juntas.

—Suena bien —asintió Luna, sin perder la sonrisa—. Hola, Brigid.

Ésta se sorprendió al ver que la recordaba. Luego, se acordó de que casi todo el mundo la conocía gracias al artículo de Rita Skeeter y a su hermano. Le sonrió de vuelta, como en el carruaje.

—Hola, Luna. Bonitos pendientes.

—¡Gracias! —Luna se pasó un claro mechón por detrás de la oreja, para que se vieran mejor—. Los hice en verano.

—¿En serio? Soy incapaz de hacer cualquier tipo de trabajo manual —admitió Brigid—. Son preciosos.

La sonrisa de Luna se amplió, pero no dijo nada más. Las tres pasaron junto a una pareja que iba de la mano y Luna suspiró.

—Me encantan las personas enamoradas —comentó, sonriendo—. Les brillan los ojos.

Nova miró a Brigid con expresión pícara.

—Sí, créeme, lo he notado —comentó. La mirada de Luna también había ido hacia ella. Brigid agachó la cabeza, con las mejillas enrojecidas y no solo debido al frío.

Al abrir la puerta del pub, se encontraron con al menos una treintena de personas. Brigid casi se bloqueó cuando todas las miradas se volvieron hacia ellas. Distinguió a Zacharias Smith inclinándose a susurrarle algo a Ernie Macmillan. No necesitaba mucha imaginación para suponer que hablaba de ella: las miradas de ambos no se apartaban de su persona.

—¡Fantástico, ya estamos todos! —escucharon gritar a Fred Weasley—. Tres cervezas de mantequilla más, por favor.

Jessica les llevó a las tres las botellas, con una amplia sonrisa en el rostro. Brigid dudó, pero la aceptó. Apenas había desayunado aquella mañana y, por la mirada que Jessica le dirigió, parecía que ella lo sabía.

Los recién llegados fueron sentándose en grupos de dos y de tres alrededor de Harry, Prim, Ron y Hermione. Nova arrastró a Brigid hasta las primeras filas, sentándose junto a Susan. Algunos parecían muy emocionados, otros, curiosos; Luna se quedó al fondo, mirando a su alrededor con ojos soñadores. Cuando todos tuvieron su silla, fue cesando el parloteo. Todos miraban a Harry.

Todo empezó de manera algo desastrosa, teniendo en cuenta que Hermione prácticamente comenzó hablando de que era importante aprender a defenderse solo para terminar soltando que Voldemort había regresado. Aquello, como era de esperar, provocó ciertas reacciones entre los asistentes.

La Ravenclaw no se dejó impresionar por aquello.

—Bueno, pues ése es el plan —concluyó Hermione—. Si queréis uniros a nosotros, tenemos que decidir dónde vamos a...

—¿Qué pruebas tenéis de que Quien-vosotros-sabéis ha regresado? —preguntó Zacharias Smith con tono bastante agresivo.

La mueca que apareció en los rostros de Nova y Brigid fue casi inmediata.

—Bueno, Dumbledore lo cree... —empezó a decir Hermione.

—Querrás decir que Dumbledore lo cree a él —aclaró Smith señalando a Harry con la cabeza—. Y a Diggory, aunque todos parezcan haberse olvidado de ella.

Todos los ojos fueron a Brigid, que tragó saliva.

—Nadie se ha olvidado de mí, Smith —respondió ella, levantando la voz. Solo le tembló un poquito—. Tú eres el primero que va murmurando sobre mí, así que no te hagas el despistado.

Un leve murmullo apareció entre los alumnos.

—Creo que tenemos derecho a saber qué es exactamente lo que os permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado —replicó Smith.

—Mira —intervino Hermione con rapidez—, ése no es el tema de esta reunión...

—Si te gusta cotillear, Smith, puedes irte a hacerlo fuera —añadió Prim, que le miraba con desprecio.

—Dejadlo, chicas —dijo Harry. Brigid acababa de comprender por qué había acudido tanta gente a la convocatoria.

Pensó que Hermione debería haberlo previsto. Algunos de sus compañeros, quizá incluso la mayoría, habían ido a Cabeza de Puerco con la esperanza de oír la historia de Harry contada por su protagonista.

—¿Quieres saber qué es exactamente lo que me permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado? —preguntó mirando a los ojos a Zacharias—. Yo lo vi. El año pasado, Dumbledore le contó al colegio en pleno lo que había ocurrido, pero si tú no lo creíste, no me creerás a mí, y no pienso malgastar una tarde intentando convencer a nadie.

El grupo en su totalidad había contenido la respiración mientras Harry hablaba. A continuación Zacharias dijo desdeñosamente:

—Lo único que nos contó Dumbledore el año pasado fue que Quien-tú-sabes había matado a Cedric Diggory y que tú y su hermana habíais llevado el cadáver a Hogwarts. No nos contó los detalles ni nos dijo cómo habían matado a Diggory, ni siquiera por qué ella estaba ahí, y creo que a todos nos gustaría saber...

—Si has venido a oír un relato detallado de cómo mata Voldemort, no puedo ayudarte —lo interrumpió Harry. Su genio, que últimamente estaba siempre muy a flor de piel, volvía a descontrolarse. No apartó los ojos del agresivo rostro de Zacharias Smith, y parecía evitar mirar a Brigid—. No voy a hablar de Brigid ni de Cedric Diggory, ¿de acuerdo? De modo que si es a eso a lo que has venido aquí, ya puedes marcharte.

Y entonces lanzó una airada mirada a Hermione. Ninguno de sus compañeros se levantó de la silla, ni siquiera Zacharias Smith, aunque siguió contemplando a Harry. Su mirada fue a parar a Brigid.

—¿Y tú cómo acabaste allí?

—No es algo que quieras saber, Smith —respondió ella, sin levantar la voz. Apretó los puños—. Ya te lo ha dicho Harry. Puedes largarte.

—Bueno —saltó Hermione con voz chillona—. Bueno..., como iba diciendo..., si queréis aprender defensa, tenemos que decidir cómo vamos a hacerlo, con qué frecuencia vamos a reunirnos y dónde vamos a...

—¿Es verdad —la interrumpió un chico de Slytherin que Brigid reconoció como Blaise Zabini, mirando a Harry— que puedes hacer aparecer un patronus?

Un murmullo de interés recorrió el grupo.

—Sí —contestó Harry poniéndose a la defensiva.

—¿Un patronus corpóreo?

La vaga sonrisa de Zabini pareció dar algo de confianza a Harry.

—Sí.

—¡Caramba, Harry! —exclamó Lee, que parecía muy impresionado—. ¡No lo sabía!

—Mi madre hizo prometer a Ron que no lo contaría —intervino Fred dirigiéndole una sonrisa a Harry—. Dijo que ya atraías suficiente atención.

—Pues está en lo cierto —murmuró Harry, y un par de personas rieron.

—¿Y mataste un basilisco con esa espada que hay en el despacho de Dumbledore? —inquirió Terry Boot—. Eso fue lo que me dijo uno de los retratos de la pared cuando estuve allí el año pasado...

—Pues sí, es verdad... —admitió Harry.

Justin Finch-Fletchley soltó un silbido; los hermanos Creevey se miraron atemorizados y Lavender Brown exclamó «¡Ahí va!» en voz baja.

Brigid ocultó una sonrisa al ver que Harry, que parecía casi avergonzado, evitaba mirarle a ella precisamente. Le mostró un pulgar hacia arriba, sin saber si realmente lo había visto o no.

—Y en primero —dijo Neville dirigiéndose al grupo— salvó la Piedra Filológica...

—Filosofal —lo corrigió Hermione.

—Eso, sí..., de Quien-vosotros-sabéis —concluyó Neville.

Hannah Abbott tenía los ojos redondos como galeones.

—Por no mencionar —intervino Cho Chang— las pruebas que tuvo que superar en el Torneo de los tres magos el año pasado: se enfrentó a dragones, a la gente del agua, a las acromántulas y a todo tipo de cosas...

—Harry se ha enfrentado a Voldemort un total de cuatro veces y ha salido con vida de todas —dijo Vega, y su voz sonó alta y claro por encima de los susurros de los demás—. Y ni una de esas veces ha mentido. ¿Por qué creéis que mentiría en algo así, más cuando ha habido alguien que ha muerto?

Los impresionados asistentes emitieron un murmullo de aprobación que recorrió la mesa. Harry se moría de vergüenza e intentaba controlar la expresión de su rostro para que no pareciera que estaba demasiado satisfecho de sí mismo. Sin embargo, la sonrisa que había aparecido en su rostro al escuchar hablar a Vega era totalmente auténtica.

—Mirad —dijo Harry sobreponiéndose, y todos callaron al instante—, no... no quisiera pecar de falsa modestia ni nada parecido, pero... en todas esas ocasiones conté con ayuda...

—Con el dragón no —saltó Michael Corner—. Aquello fue un vuelo excepcional...

—Sí, bueno... —cedió Harry creyendo que sería una grosería no admitirlo.

—Y tampoco te ayudó nadie a librarte de los dementores este verano —aportó Susan.

—No —reconoció Harry—. De acuerdo, ya sé que algunas cosas las conseguí sin ayuda, pero lo que intento haceros entender es...

—¿Intentas escabullirte y no enseñarnos a hacer nada de eso? —sugirió Zacharias Smith.

—Oye, tú —dijo Ron en voz alta antes de que Harry pudiera contestar—, ¿por qué no cierras el pico?

Ron, que estaba perdiendo la paciencia, miraba a Zacharias como si estuviera deseando pegarle un puñetazo. El chico se ruborizó y se defendió diciendo:

—Hemos venido aquí a aprender de él y ahora resulta que en realidad no puede hacer nada...

—Harry no ha dicho eso —gruñó Fred.

—¿Quieres que te limpiemos las orejas? —le preguntó George sacando un largo instrumento metálico de aspecto mortífero de la bolsa de Zonko.

—O cualquier otra parte del cuerpo. De verdad, no tenemos manías —añadió Fred.

—Chicos —dijo Jessica, en tono de advertencia. Aunque se veía que trataba de contener la risa.

—Sí, bueno... —los interrumpió Hermione—. Siguiendo con lo que decíamos... Lo que importa es: ¿estamos de acuerdo en que queremos que Harry nos dé clases?

Hubo un murmullo general de aprobación. Zacharias se cruzó de brazos y no dijo nada, aunque quizá fuera porque estaba demasiado ocupado vigilando el instrumento que Fred tenía en la mano.

—Muy bien —dijo Hermione, que pareció aliviada al comprobar que al menos se habían puesto de acuerdo en algo—. Entonces, la siguiente pregunta es con qué frecuencia queremos reunirnos. Creo que, como mínimo, deberíamos reunirnos una vez por semana...

—Un momento —terció Angelina—, tenemos que asegurarnos de que esto no interferirá con nuestros entrenamientos de quidditch.

—Eso —coincidió Cho—. Ni con los nuestros.

—Ni con los nuestros —añadió Zacharias Smith. Ron y Prim, muy a su pesar, tuvieron que mostrarse de acuerdo con él.

—Los nuestros tampoco —añadió Michael Nott—. Aunque supongo que Harry contará con ello.

—Estoy segura de que podremos encontrar una noche que le vaya bien a todo el mundo —afirmó Hermione impacientándose un poco—, pero pensad que esto es muy importante, estamos hablando de aprender solos a defendernos de Vo-Voldemort y de los mortífagos...

—¡Así se habla! —bramó Ernie Macmillan—. Personalmente creo que lo que intentamos es muy importante, con seguridad...

Brigid admiró la capacidad de su cerebro para desconectarse y dejar de prestar atención. No es que tuviera nada en contra de Ernie, solo que no se sentía con fuerzas para aguantar su discurso.

Una vez terminó, miró a Susan y Nova, que se sentaban junto a ella.

—No he entendido la mitad de sus palabras —murmuró Nova—. ¿Este tío que se ha tragado, un diccionario?

Brigid y Susan contuvieron la risa.

—Creemos que la razón por la que Umbridge no quiere entrenarnos en Defensa Contra las Artes Oscuras —explicó Hermione— es que se le ha metido en la cabeza la idea de que Dumbledore podría utilizar a los estudiantes del colegio como una especie de ejército privado. Cree que podría movilizarlos para enfrentarse al Ministerio.

—Podemos no haber tenido a los mejores profesores, pero al menos aprendimos algo con ellos —añadió Prim—. Incluso Lockhart nos enseñó a desarmar. El Ministerio quiere que no sepamos defendernos.

Todos se llevaron una buena sorpresa ante aquello. Todos, excepto Luna Lovegood, que soltó con tranquilidad que Fudge tenía su propio ejército, formado por unas criaturas que, según decía Hermione, no existían.

Viendo que se avecinaba una pelea, Ginny intervino y recordó que era importante encontrar un sitio para reunirse. Ninguno de los asistentes tenía idea de dónde podrían ir, sin embargo.

—Bueno, ya buscaremos un sitio —dijo Hermione—. Cuando tengamos el sitio y la hora de la primera reunión os enviaremos un mensaje a todos. —Rebuscó en su mochila, sacó un rollo de pergamino y una pluma y vaciló un momento, como si estuviera armándose de valor para decir algo—. Creo que ahora cada uno debería escribir su nombre, para que sepamos que ha estado aquí. Pero también creo —añadió inspirando hondo— que todos deberíamos comprometernos a no ir por ahí contando lo que estamos haciendo. De modo que si firmáis, os comprometéis a no hablar de esto ni con la profesora Umbridge ni con nadie.

Vega fue la primera en avanzar y firmar, seguida por Fred, que cogió el pergamino y, decidido, firmó en él, pero Brigid se fijó enseguida en que varias personas no parecían muy dispuestas a poner su nombre en la lista.

—Esto... —empezó Zacharias con lentitud, y no cogió el pergamino que George intentaba pasarle—. Bueno..., estoy seguro de que Ernie me dirá cuándo es la reunión.

Pero Ernie tampoco parecía muy decidido a firmar. Hermione lo miró arqueando las cejas.

—Es que... si alguien encontrara esta lista... —dijo Ernie—. Bueno, quiero decir que... ya lo has dicho tú misma, si se entera la profesora Umbridge...

—Acabas de decir que haber formado este grupo es la cosa más importante de este curso —le recordó Harry.

—Sí, ya... —repuso Ernie—. Sí, y lo creo, pero...

—Ernie, ¿de verdad piensas que voy a dejar esta lista por ahí? —le preguntó Hermione con irritación.

—No. No, claro que no —contestó Ernie un poco aliviado—. Yo..., sí, claro que firmo.

Después de Ernie nadie puso reparos. Cuando hubo firmado el último, Zacharias, Hermione cogió el pergamino y lo guardó con cuidado en su mochila. En ese momento, el grupo experimentaba una sensación extraña. Era como si acabaran de firmar una especie de contrato.

—Bueno, el tiempo pasa —dijo Fred con decisión, y se puso en pie—. George, Lee y yo tenemos que comprar unos artículos delicados. Ya nos veremos más tarde. Chicas, ¿venís?

Jessica y Vega intercambiaron una mirada.

—Sí, vamos —terminó diciendo la segunda—. Ya nos veremos —añadió, despidiéndose de Harry, Nova y los demás.

Brigid se acercó a Harry, sonriendo.

—Has estado muy bien.

Él se rascó la cabeza, incómodo.

—No estoy tan seguro de ello. Ni siquiera sé qué voy a poder enseñar.

Brigid rio.

—Yo creo que serás un gran profesor.

Y, sin embargo, pronto la idea de aquel club, que tanto había gustado a Brigid y a muchos otros, se vio frustrada por la aparición del Decreto de Enseñanza n.º 24.

Éste apareció colgado en el tablón de anuncios de la noche a la mañana. Cuando Brigid, en compañía de Susan y Prim, lo leyó, las tres se quedaron de piedra.

Porque el decreto convertía en ilegales todas las asociaciones de alumnos que existieran, que debían disolverse de inmediato y, para volver a formarse, tendrían que ser aprobadas por Umbridge.

—Tenemos un chivato —fue lo primero que dijo Prim, frunciendo el ceño—. Como haya sido Smith, juro que...

—Voy a buscar a Harry —dijo Brigid, observando el decreto con el ceño fruncido.

Se marchó sin decir más, apartando a los otros alumnos que trataban de leer el cartel. No tardó demasiado en dar con Harry, tal vez porque él también había ido a buscarla. Supo por su expresión que él también lo había leído. Brigid se acercó a él con decisión y, mirándole directamente a los ojos, preguntó:

—No iremos a parar ahora, ¿no?

La seguridad y decisión que había en el rostro de Brigid pillaron por sorpresa a Harry. Negó con la cabeza.

—Si lo hemos empezado, vamos a seguirlo —aseguró.

Brigid asintió lentamente, algo más tranquila.

—Vamos a hacer algo ilegal... Suena divertido —bromeó.

Harry se echó a reír.

—Vaya, nunca te hubiera imaginado como una rebelde sin causa —se burló—. Dices palabrotas, te peleas con Hocicos... Increíble.

—Ni hablar, yo soy rebelde pero con causa —rio Brigid—. Lo que no entiendo es cómo se habrá enterado esa arpía.

—No lo sé —admitió Harry—. Tendremos que ir con más cuidado. Pero vamos a seguir. No te preocupes.

Brigid soltó un suspiro y asintió.

—¿Tanto te importa esto? —Harry medio sonrió.

Brigid se encogió de hombros.

—No lo sé. Solo sé que quiero seguir con ello. No voy a dejar que Umbridge se cargue esto. Estoy harta de no hacer nada. —Le miró, con decisión—. Si llega el momento de defenderme a mí o a otros, quiero saber hacerlo. No estar sin hacer nada, como en el cementerio.

—No estuviste sin hacer nada, Bree —susurró él.

Ella agachó la cabeza.

—Pero no pude hacer nada por Cedric —murmuró.

Harry la abrazó.

—Yo tampoco.

Ella negó.

—Me salvaste a mí, Harry. Estaría muerta ahora si no fuera por ti —respondió, en voz baja.

—Y tú me salvaste a mí. Si no hubieras traído a todos esos fantasmas...

—No quiero depender de un poder que ni siquiera controlo. Quiero saber defenderme. Quiero saber luchar —dijo, y sonó mucho más potente de lo que esperaba. No había ni un atisbo de duda en su voz—. Ya he perdido a Cedric por no poder hacer nada. No volveré a repetir eso.

Harry asintió.

—Te enseñaré todo lo que sé —prometió—. Y aprenderemos de tus poderes. ¿De acuerdo?

—Me parece bien —respondió Brigid, sonriendo. Sus ojos bajaron hasta los labios de Harry y recordó algo importante—. Por cierto, Nova nos vio besarnos. En la sala común. Me lo dijo en Hogsmeade.

—¿Por qué siempre tiene que estar en todo? —preguntó Harry, aunque sonreía—. No dirá nada.

—Lo sé. Pero me dijo que han apostado por nosotros. Y ella ha ganado.

Harry se echó a reír.

—No me sorprende —admitió.

Brigid le besó y Harry lo aceptó con gusto.

—¿Sabes? —le susurró—. Me gusta cuando das tú el primer paso.

Brigid se echó a reír.

—¿Cómo? ¿Así? —preguntó, para luego volver a besarle.

Sintió a Harry sonreír.

—Exactamente así —asintió—. Pero deberías repetirlo. Creo que no lo he experimentado de la manera correcta.

Ella soltó una fuerte carcajada.

—¿Y cómo sé si éste lo vas a experimentar de la manera correcta o no?

—Habrá que descubrirlo, ¿no?

Sin dejar de sonreír, Brigid volvió a besarle.


























—La profesora Umbridge casi atrapa a Hocicos anoche.

Brigid se llevó un buen susto al escuchar aquello. Miró a Harry, esperando haber entendido mal. La expresión de él le indicaba que no.

—Ha tenido que leer mi correo —suspiró Harry. No había querido despertar a Brigid la noche anterior. Se había quedado profundamente dormida en uno de los sofás de la sala común de Hufflepuff, con la cabeza apoyada en el hombro de Harry. Se le veía tan cansada que él no se atrevió a despertarla—. Cuando estábamos hablando con él, su mano apareció de la nada en la chimenea. Si hubiera llegado a pillarle...

—Ya estaría en Azkaban —comprendió Brigid, con horror—. Creo que no podremos usar la chimenea más.

Harry negó con la cabeza. Estaban practicando el encantamiento silenciador en la sala común. A ambos se lo habían mandado como tarea, por no ser capaces de realizarlo correctamente en clase.

Brigid se frustraba, porque sabía que era importante para el TIMO, pero cada vez que recordaba lo horrible que se sentía estar bajo sus efectos, se bloqueaba y era incapaz de hacerlo.

—Ojalá el sapo se marchara ya —suspiró Felicity—. Y el curso solo está empezando.

—Creí que no habría nadie peor que Crouch —masculló Selena, con descontento.

—Y tanto que lo hay —suspiró Brigid—. ¿Creéis que es un error lo del grupo de defensa?

Se lo preguntaba a Selena y Lily. Éstas intercambiaron una mirada. Ambas parecían dudar.

—Tenéis derecho a saber defenderos —terminó diciendo Lily—. Si lo que pasó en nuestra época se repite con vosotros, necesitaréis saberlo para poder sobrevivir.

—No os hacéis a la idea de lo que puede llegar a ser —asintió Selena, con voz grave.

Harry y Brigid se miraron. Él asintió.

—No vamos a parar ahora —aseguró.

Brigid suspiró. Mantenían las manos entrelazadas, para que él pudiera ver a Selena y Lily, aunque también por el simple placer de ello. Brigid apoyó la cabeza en el hombro de Harry.

Últimamente, cada vez les importaba menos que les vieran juntos.

—¡Ay! —exclamó entonces Harry.

Cerró los ojos y Brigid se incorporó al instante, preocupada. Imaginaba qué era lo que había pasado y sabía que no le iba a gustar en absoluto. Nunca había estado con Harry cuando éste había sentido dolor en la cicatriz, pero suponía que solo podía ser aquello.

Harry tardó un momento más en abrir los ojos. Brigid le miraba fijamente, aguardando a que hablara. Con ambas manos, sostuvo la de Harry.

—¿Estás bien? —susurró, preocupada.

Harry asintió lentamente. La sala común estaba desierta, por suerte.

—Me ha dolido la cicatriz —murmuró él, confirmando las sospechas de Brigid—. Y es porque... está furioso.

Brigid tragó saliva.

—¿Lo has visto? —le preguntó, horrorizada—. ¿Has tenido... una visión o algo así?

Harry se quedó muy quieto, inspirando. Brigid aguardó pacientemente. Notaba la respiración agitada de Harry. Felicity, Selena y Lily se habían quedado muy calladas.

—Quiere que alguien haga algo, pero no va tan deprisa como a él le gustaría —dijo.

Escuchar aquello era casi como estar hablando con alguien ajeno a Harry. Brigid sintió un escalofrío.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó, en voz baja.

Harry hizo un gesto negativo con la cabeza y se tapó los ojos con las manos, apretándolos con las palmas. Brigid dejó caer sus manos sobre su regazo y aguardó, preocupada. Quería preguntar, pero a la vez sentía que era mejor aguardar.

—La última vez me dolió porque él estaba contento —explicó Harry, muy lentamente—. Muy contento. Creía... que iba a pasar algo bueno. Y la noche antes de que viniéramos a Hogwarts... estaba furioso...

—No sabía que te había dolido antes de venir —susurró Brigid.

Harry hizo una mueca.

—No estaba bien ir a contarte aquello al día siguiente de nuestro primer beso.

Ella asintió lentamente.

—¿Puedes sentir su estado de ánimo o también tienes acceso a su mente? —quiso saber, en voz baja.

—Recibo impresiones del estado de ánimo que tiene —dijo él, tras pensarlo un momento—. Dumbledore me habló de esto el año pasado. Dijo que yo percibía cuándo Voldemort estaba cerca de mí, o cuándo sentía odio. Pues bien, ahora también noto cuándo está contento...

Hubo una pausa. El viento y la lluvia golpeaban contra las ventanas de la sala común.

—¿Se lo contarás a alguien?

—La última vez se lo conté a Sirius —admitió Harry—. Y espero que él se lo dijera a mis padres.

—Pero ahora no puedes decírselo —murmuró Brigid, y él asintió—. La profesora Umbridge vigila las lechuzas y las chimeneas. No podemos comunicarnos con ellos.

Harry se encogió de hombros. Se la quedó mirando un momento y luego se levantó, negando con la cabeza.

—Voy a ir a dormir —terminó diciendo, comenzando a recoger sus cosas—. ¿Te veo mañana?

Brigid asintió, dubitativa. Le vio marchar y miró a Selena, Lily y Felicity, que permanecían junto a ella en silencio.

—Eso ha sido... raro —masculló Felicity, frunciendo el ceño—. Iré a hablar con él.

—No hace falta, Fely —repuso Brigid, poniéndose en pie—. Creo que yo también debería irme a dormir.

Mientras, Harry se alejaba con paso lento hacia la sala común de Slytherin, sin poder quitarse de la cabeza lo que había sucedido cuando la cicatriz le había ardido.

No solo había sentido la furia de Voldemort. También había visto un rostro. Uno que conocía a la perfección.

Era el rostro de Brigid. Y, del mismo modo que Harry iba comprendiendo poco a poco lo que buscaba Voldemort, un arma que no había tenido la última vez que había aterrado al mundo mágico, también sabía que Brigid tenía algo que ver con todo aquello.

No sabía de qué manera. Se lo había olido, sin embargo, desde que ella convocó a los muertos en el cementerio. Algo así no podría haber podido pasar inadvertido para Voldemort.

Harry aún no sabía qué tramaba el mago, pero sí tenía clara una cosa y ya se la había dicho al mismísimo Voldemort en el cementerio: si le hacía el más mínimo daño a Brigid, no habría ritual que lo trajera de vuelta.

Harry planeaba cumplir con aquello.


























A las ocho en punto del 9 de octubre se celebró la primera reunión del club de defensa. Harry había encontrado un lugar perfecto para practicar: la Sala de los Menesteres.

—Mi madre lo conocía —le confirmó a Brigid, mientras le explicaba cómo entrar—. Me habló de pasada de ella en verano. Solo que no caí en la cuenta hasta que encontré la sala.

A la hora todos los cojines ya estaban ocupados. Harry fue hacia la puerta y giró la llave que había en la cerradura con un ruido lo bastante fuerte para convencer a los asistentes; éstos, por su parte, guardaron silencio y se quedaron mirando a Harry.

—Bueno —dijo él un poco nervioso—. Éste es el sitio que hemos encontrado para nuestras sesiones de prácticas, y por lo que veo... todos lo aprobáis.

—¡Es fantástico! —exclamó Cho, y varias personas expresaron también su aprobación.

—Qué raro —comentó Fred echando un vistazo a su alrededor con la frente arrugada—. Una vez nos escondimos de Filch aquí, ¿te acuerdas, George? Pero entonces esto no era más que un armario de escobas.

—Oye, Harry, ¿qué es eso? —preguntó Dean desde el fondo de la sala, señalando los chivatoscopios y el reflector de enemigos.

—Detectores de tenebrismo —contestó Harry, y fue hacia ellos sorteando los cojines—. Indican cuándo hay enemigos o magos tenebrosos cerca, pero no hay que confiar demasiado en ellos porque se les puede engañar... —Miró un momento en el rajado reflector de enemigos; dentro se movían unas figuras oscuras, aunque ninguna estaba muy definida. Luego se dio la vuelta—. Bueno, he estado pensando por dónde podríamos empezar y... —Vio una mano levantada—. ¿Qué pasa, Hermione?

—Creo que deberíamos elegir un líder —sugirió ella.

—Harry es el líder —saltó Vega mirando a Hermione como si estuviera loca.

—No creo que a nadie le quepa duda de ello —añadió Michael Nott, sentado junto a Nova y Susan.

—Sí, pero creo que deberíamos realizar una votación en toda regla —afirmó Hermione sin inmutarse—. Queda más serio y le confiere autoridad a Harry. A ver, que levanten la mano los que opinan que Harry debería ser nuestro líder.

Todos levantaron la mano, incluso Zacharias Smith, aunque lo hizo sin entusiasmo.

—Vaya, no me lo esperaba —fingió sorprenderse Nova.

—Bueno, gracias —dijo Harry, que tenía las mejillas ardiendo—. Y... ¿qué pasa, Hermione?

—También creo que deberíamos tener un nombre —propuso alegremente sin bajar la mano—. Eso fomentaría el espíritu de equipo y la unidad, ¿no os parece?

—Podríamos llamarnos Liga AntiUmbridge —terció Angelina.

—O Grupo Contra los Tarados del Ministerio de Magia —sugirió Fred.

—Asociación Para Acabar Con Fudge —se burló Prim.

—Yo había pensado —insinuó Hermione mirando ceñuda a su novia— en un nombre que no revelara tan explícitamente a qué nos dedicamos, para que podamos referirnos a él sin peligro fuera de las reuniones.

—¿Entidad de Defensa? —aventuró Cho—. Podríamos abreviarlo ED y nadie sabría de qué estamos hablando.

—Sí, ED me parece bien —intervino Ginny—. Pero sería mejor que fueran las siglas de Ejército de
Dumbledore, porque eso es lo que más teme el Ministerio, ¿no?

El comentario de Ginny fue recibido con risas y murmullos de conformidad.

—Podríamos llamarlo Ejército de Diggory y no Ejército de Dumbledore. Son las mismas siglas, después de todo. Sería una manera bonita de recordar a Cedric, ¿no?

Todos los ojos fueron hacia Jessica. Brigid tragó saliva. La mirada de Harry volvió a ella, observándola con inquietud, pero también algo de curiosidad.

Brigid lo pensó un momento. ¿Tan mal estaría tener aquel nombre? Buscó a Vega y vio que ella también había dirigido la vista hacia ellas. Ambas mantuvieron un breve diálogo silencioso. Finalmente, Vega asintió, con la mandíbula bien apretada.

—No creo que sea mala idea —habló entonces Brigid, haciendo que todos se giraran a mirarla—. Jessica tiene razón. Es una forma bonita de recordarle.

No quiso pronunciar el nombre de su hermano porque sabía que su voz se rompería. Harry asintió, sonriendo levemente.

—¿Estáis todos a favor de ED? —preguntó Hermione en tono autoritario, y se arrodilló en el cojín para contar—. Sí, hay mayoría. ¡Moción aprobada!

Clavó el trozo de pergamino donde habían firmado todos en la pared, y en lo alto escribió con letras
grandes:

EJÉRCITO DE DIGGORY

Brigid se levantó y sacó de su túnica una foto que siempre llevaba con ella: la última que poseía de su hermano, la que le habían hecho antes de la Tercera Prueba. Con decisión, la clavó junto al pergamino y casi sonrió.

—Vamos a hacer esto por ti, Ced —susurró.

No iba a dejar que el nombre de su hermano cayera en el olvido. Tampoco que el Ministerio ocultara la verdadera razón de su muerte. Y mucho menos iba a permitir que la historia de Cedric se repitiera.

Tras observar el rostro de su hermano por unos instantes, se volvió hacia los demás, que la observaban en silencio. Inclinó la cabeza en dirección a Harry, que aguardaba para empezar.

—Cuando quieras.

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