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No pasó mucho para que Jungkook fuera tras él, dejando unas cuantas luces encendidas por si Suni necesitaba levantarse. Una vez arriba, entró a su habitación y cerró la puerta. El bultito que vio debajo de las sábanas le recordó que esta noche no iba a dormir solo.

Jimin estaba acurrucado, pegado al borde del colchón, un poco más y se estampaba contra el suelo. Lo observó unos minutos y sonrió, su esposo tenía un gran corazón. No solo por lo que él le contó, sino por lo que la abuela Park le dijo sobre su niñez.

Se puso sus pantalones de pijama y una camisa. Prefería dormir en bóxers, pero no quería que Jimin se sintiera más nervioso de lo que estaba. Luego se metió a la cama y esperó a que dijera algo, pero lo único que lo recibió fue el silencio.

Se incorporó sobre un codo y miró por encima del hombro del menor al tiempo que apartaba unos mechones de su rostro. Jimin no habló ni se movió, se mantuvo con los ojos cerrados con fuerza. Jungkook se inclinó sobre él y le habló al oído.

—Sé que estás fingiendo, cariño —susurró.

Jimin se estremeció y ocultó su cara con la almohada. Jungkook le besó el hombro y lo cubrió con las sábanas.

—Tranquilo, me comportaré como una persona decente.

Luego de decir aquello, apagó la luz. Sentía la calidez y el dulce perfume que tanto lo caracterizaba.

Por otro lado, Jimin seguía nervioso. No solo por tener a Jungkook en la misma cama, sino que la lluvia, la tormenta... le recordaba aquel día. No podía evitar sentir miedo y que su cuerpo temblara, acurrucándose aún más.

Intentó dormirse, ignorando los golpes que la lluvia daba contra los cristales de la ventana. Pronto sintió un brazo rodeándolo, pegándolo a un cuerpo que conocía perfectamente: Jungkook.

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