Capítulo 49

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Quería que la noche llegase para entrar de nuevo en mis sueños. Y sí, quería verlo de nuevo porque tenía muchas preguntas que hacerle. Recorrer la biblioteca en busca de un libro que me ayudara a matar el tiempo fue mi pasatiempo de esa tarde. Brujería, hechizos, magia blanca... tomos y tomos interminables de libros antiguos estaban repartidos por todas las estanterías.

Después de la conversación que Kai y yo habíamos tenido, me explicó el funcionamiento de la siguiente prueba, Concilium.

—¿No te da miedo que alguien entre en tu cabeza y hagas lo que te ordene?

Estábamos sentados en una de las grandes mesas que se encontraban en la planta inferior. Debían de ser cerca de las seis de la tarde y no había dejado de llover en todo el día.

—Depende de la persona que lo haga y de lo que me obligue a hacer.

—Esto puede ser peligroso. ¿Y si termino haciéndote daño?

—No lo harás—dijo con total tranquilidad.

—Nunca antes lo he hecho—dije frotándome las manos, nerviosa.

—Puedes empezar cuando quieras—dijo encogiéndose de hombros.

Por un segundo, me pregunté si estaba confiando demasiado en mí o si me estaba poniendo a prueba.

—¿Y si tiene algún efecto secundario?—miré el libro que tenía colocado sobre la mesa, El control de la mente. Concilium y brujería, y leí lo siguiente:

"Para entrar en la mente del otro, una serie de pasos has de seguir: coloca la mano izquierda sobre tu corazón y la mano derecha sobre el corazón de la otra persona. Cuando ambos latan al unísono, acércate a su oído y recita: Mandatis meis obedite. Cum dixero tibi ambulare, ambulabis. Nunc unum sumus".

—Ya lo sabría si ese fuese el caso.

—¿Morgan ha intentado...?

—No lo ha intentado. Lo ha hecho—dijo sin un ápice de emoción.

—¿Qué se siente?—la pregunta se escapó de mis labios antes incluso de detenerme a pensar en si era adecuada o no.

—No sabría cómo explicarlo—suspiró y apartó la mirada—Tus pensamientos se nublan y no puedes pensar. Tu cuerpo se mueve solo, pero no te resistes porque sientes que es lo correcto.

En resumen, se convertía en una marioneta de carne y hueso.

Miré hacia los grandes ventanales. La noche había caído sobre nosotros, haciendo que todo pareciese todavía más oscuro.

—No quiero que te sientas mal haciendo esto. Tú puedes ser la próxima Bruja Suprema y lo que sintamos nosotros no es...

—¿No es qué?—lo interrumpí—¿Crees que no deberías importarme?

—No—contestó rotundamente—. Nunca antes nadie se ha preocupado por eso. ¿Por qué debería cambiar ahora?

—Estás muy equivocado. Si crees que no me importa lo que puede pasarte, te equivocas.

Abrió la boca, pero de ella no salió ninguna palabra. El asombro reflejado en su rostro me demostró que realmente pensaba lo que estaba diciendo.

—Siento que te hayan hecho sentir así, pero esa no es la verdad.

En vez de darme una respuesta inmediata, Kai alargó su mano y la colocó sobre la mía. Lo miré a los ojos y pude leer fácilmente a través de ellos.

—Te protegeré—susurró—. No dejaré que nada malo te pase.

En ese instante, Kai movió su otra mano y la colocó sobre mi mejilla.

—Yo...—comenzó a decir, pero el sonido de la puerta abriéndose lo interrumpió.

Al girarme, mi mirada se topó con la de Rina.

—Lamento interrumpir, pero por órdenes de Morgan, debéis volver a vuestras respectivas habitaciones—sentí la mirada de Kai sobre mí, pero yo seguí mirándola a ella—. Nina—dijo mientras se cruzaba de brazos—mañana a mediodía se reunirá con vosotras de nuevo en la Sala del Consejo.

—¿Te ha dicho el motivo?

—Mañana lo sabréis—sus ojos se posaron en Kai antes de volver sobre los míos—. Si habéis terminado de hablar, os pido que cumpláis con lo que os he dicho y que lo hagáis por separado. 

***

Tras despedirnos, me detuve en la entrada de la Sala del Consejo y en mi mente apareció la siniestra figura del encapuchado. Morgan dijo que debíamos acostumbrarnos a su presencia, pero era pensar en ellos y mi piel se erizaba.

También temía por la reunión del día siguiente. Si descubría lo que estaba haciendo a sus espaldas, nadie podría salvarme. Sería mi final y de eso no me cabía duda. Cerré los ojos con fuerza e intenté evadir esos pensamientos. Volví mi mirada de nuevo hacia el piso superior y eché a andar con ganas de llegar cuanto antes a mi habitación. El pasillo en el que se encontraban nuestras habitaciones estaba en silencio y observé un suave resplandor proveniente de las habitaciones de Gwen y Phoebe. Sabía que la pérdida de Ruby y las palabras de Morgan las habían herido. A pesar de que no la conocía tanto como ellas, tampoco estaba de acuerdo con la versión de Morgan.

¿Por qué usaría la magia negra conociendo sus consecuencias?

Introduje la mano en el bolsillo de mi vestido y saqué la llave que abría la puerta de mi habitación. Cuando estuve dentro, una fría brisa recorrió mi rostro, así que me dirigí hacia la ventana para cerrarla. Una vez allí, me di cuenta de que todo a mi alrededor era oscuridad. La espesura del bosque se mezclaba con la negrura de un cielo nocturno y encapotado.

Nunca me gustó el frío, pues me recordaba lo sola que me sentía. Sólo había un momento del día en el que no me sentía así y eso era cuando dormía porque en mis sueños, siempre estaba él.

Antes de irme, me cambié de ropa y me coloqué el broche de media luna sobre el corazón. Me tumbé en la cama y miré el reloj. Era medianoche, así que cerré los ojos y dejé de pensar. 


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