Capítulo 57

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Nos veremos mañana a la misma hora—dijo sin levantarse de su asiento.

Las puertas de la Sala del Consejo crujieron y yo me di la vuelta. Esa breve pero intensa reunión había sido un tanto extraña, empezando por la clara indiferencia que seguía mostrando por la pérdida de Ruby y terminando con la mala sensación que no sólo se había instalado en mi cuerpo, sino también en el ambiente, ya que habíamos acabado descubriendo que todas teníamos un pasado oscuro que se relacionaba con la muerte de una o varias personas, pero que además, una lo hizo a propósito.

La atmósfera se volvió más fría y tensa cuando las dos grandes puertas de madera se abrieron con un crujido. Ninguna dijo nada, a pesar de que se sentirían nerviosas por lo que sucedería en menos de veinticuatro horas. Moira, en concreto, se mordía las uñas perdida en sus pensamientos.

Miré el rostro serio de Gwen y comprendí que Morgan había logrado su propósito: aprovecharse de nuestros miedos e inseguridades para hacernos más vulnerables. Ya no éramos siete maravillas y saber que una de nosotras había acabado con la vida de otros por mera venganza me hacía pensar que no todas eran diferentes a Morgan. Mantenerse en el puesto de Bruja Suprema no podía ser tan sencillo como ella nos quería hacer creer, pero si se sentía tan bien siéndolo, ¿por qué estaba dispuesta a ceder su sitio?

Morgan debía de tener unos cuarenta años y se conservaba muy bien. Tenía un cuerpo esbelto y delicado, no habían arrugas en su piel y su melena rubia parecía sana y fuerte, por lo que no había ningún indicio que pudiera indicar que debía ser reemplazada. También había dicho que la ganadora comenzaría a desarrollar sus funciones bajo su supervisión, pero no había delimitado un tiempo concreto.

—Tenemos que ser fuertes—dijo Cleo cuando las puertas se cerraron.

—Tienes razón—respondí—. No podemos dejar que el miedo nos paralice.

—¿Qué sabrás tú del miedo?—masculló Phoebe—. No tienes ni idea de lo que hemos tenido que pasar para estar aquí.

Unas semanas atrás hubiese permanecido con la boca cerrada ante sus comentarios hirientes, pero si estaba dispuesta a que las palabras de Morgan no me afectasen, ¿por qué tendría que permitir que Phoebe me atacara siempre que tenía una oportunidad?

—Eres tú la que no tiene ni idea de lo que yo he tenido que pasar para estar aquí—dije aguantándole la mirada— ¿Sabes lo que es perder tu vida y a las personas que más quieres en un abrir y cerrar de ojos?—di un paso hacia ella—. Súmale comenzar de cero en un lugar donde intentan pisotearte por todos lados y se burlan de ti por no saber nada. ¿Sabes cómo se siente que otras personas se crean superiores a ti cuando en realidad sus acciones son un reflejo de ellos mismos?

Phoebe me miró durante varios segundos sin decir nada. No tenía una respuesta que darme, por lo que se limitó a chasquear la lengua y a girar sobre sus talones, desapareciendo al girar la curva del pasillo en dirección a la planta inferior.

—Será mejor que empecemos a practicar cuanto antes—dijo Moira con voz temblorosa—. Mucha suerte para mañana.

—Estoy segura de que todas la superaremos—dijo Cleo.

—Suerte—dijo Cora y comenzó a alejarse por el pasillo.

Cleo y Moira la siguieron y Gwen y yo nos quedamos solas en el pasillo. Como Kai podría aparecer en cualquier instante, me apresuré a hablar con ella.

—No permitas que Morgan se salga con la suya. Su plan era hacernos daño y sea lo que sea que sucedió en el pasado, no fue culpa tuya.

—No me conoces—dijo desviando la mirada—. Ninguna de nosotras nos conocemos realmente.

—¿Y por qué no me dejas intentarlo?—pregunté con la esperanza de hacerla entrar en razón—. Si no me das la oportunidad de hacerlo, no podré saber si llevas o no razón.

—Eres demasiado insistente—murmuró. Entonces, su rostro se relajó.

En ese instante, comencé a escuchar a alguien que subía por las escaleras.

—Acuérdate de nuestra reunión a medianoche en la biblioteca.

—Hola—saludó Kai mientras se acercaba a nosotras—¿Cómo ha ido todo?

Gwen no contestó, pero sí lo miró con cierto recelo.

—¿Va todo bien?

—No te molestes en fingir que te importa—respondió secamente mientras pasaba por su lado—. Nos vemos mañana, Nina. Mucha suerte.

—Igualmente—respondí.

Cuando desapareció por el pasillo, miré a Kai esperando verlo visiblemente afectado por su comentario, pero no fue así. Ese día, sus ojos no me recordaron a un mar en calma como tantas otras veces, sino a dos bloques de hielo.

***

—Esto no funciona—me quejé después de haber perdido la cuenta de las veces que había repetido el hechizo en voz alta.

—Tienes que relajarte—contestó Kai con voz calmada—. Estás demasiado tensa.

Debían de ser alrededor de las seis de la tarde y sólo había logrado que chasqueara los dedos de la mano derecha. Cerré los ojos con fuerza e intenté concentrarme mientras tenía mi mano colocada justo encima de su corazón, el cual latía más rápido que el mío.

—Tienes que olvidarte de todo y centrarte únicamente en nuestros latidos.

La prueba era en menos de veinticuatro horas y yo no era capaz de conectar con Kai y mucho menos de entrar en su mente.

—Mírame—abrí los ojos sin levantar la mano de su pecho e hice lo que me pidió—. Vamos a respirar despacio y a dejar salir el aire lentamente.

—Vale.

Comenzamos haciendo coincidir el ritmo de nuestras respiraciones y cuando lo logramos, colocó su mano en la parte alta de mi espada. Lo miré extrañada y él levantó una de las comisuras de sus labios. Acto seguido, se inclinó hacia delante y todos mis sentidos se pusieron alerta. No tenía ni la más mínima idea de lo que estaba tratando de hacer, pero lo que sí que estaba consiguiendo era ponerme nerviosa.

—Espero que tu corazón esté latiendo más rápido ahora—susurró—. Recita el hechizo.

Cuando lo hice, me separé de él para comprobar que estaba bien.

—Dime qué hacer y lo haré.

Aunque traté de mantener la calma, no pude evitar tartamudear al hablar.

—Da dos pa...palmadas.

Kai obedeció de forma instantánea y sonrió divertido.

—¿Eso es todo?

—¡Ha funcionado!

Miré mis manos temblorosas y esa vez fui yo la que hizo palmas.

—¿Cómo te sientes?—pregunté curiosa.

La sensación de calidez que inundaba mi cuerpo empezaba a resultar embriagadora.

—Bien. Aunque no puedo mover ninguna parte de mi cuerpo.

—¿Sientes algo?

—Lo mismo que tú. Es como si fuéramos...uno.

De pronto, mi corazón latió con fuerza, ¿o era el suyo?

—Nina...—comenzó a decir—. Yo...

De pronto, su expresión se tornó seria. Sus labios se fruncieron en una fina línea y sus ojos parecieron perder su brillo habitual.

—¿Te encuentras bien?—pregunté acercándome a él— ¿Por qué me miras así?

—¿Así cómo?—dijo una voz a mis espaldas que reconocí de inmediato.

Morgan.

Me giré hacia ella y descubrí que no estaba sola. La acompañaba un encapuchado.

—¿Qué le has hecho?

Su sonrisa me dio escalofríos.

—¿No te encantaría hacer concilium sin tener que poner un dedo sobre nadie?—preguntó— ¿No te gustaría que todos estuvieran a tus pies con solo chasquear los dedos?

—Si para eso tengo que hacer daño a otros, prefiero no tener ese poder.

—Cariño—susurró mientras se colocaba frente a mí—. Aquí matas o te matan.

—No tiene por qué ser así.

—¿Acaso crees que Kai no te mataría si se lo ordeno?

Un escalofrío recorrió mi columna y mi cuerpo entero se paralizó.

—¿Soy una amenaza para ti?

—Todo lo que hago es por pura diversión—se cruzó de brazos y me miró con desdén—. Kai, enséñale lo que pasa con los traidores.

En un abrir y cerrar de ojos, sus manos me rodearon el cuello y sus dedos comenzaron a ejercer presión, asfixiándome. Coloqué mis manos sobre sus brazos y los apreté con fuerza para que me soltara, pero él no respondía. Mis pies dejaron de tocar el suelo y mi vista comenzó a nublarse.

—Me haces daño—cuando hablé, la garganta me ardió.

—No puede escucharte.

Me estaba quedando sin aire y no podía hacer nada para evitarlo. Si alguna vez puse en duda que Morgan era una asesina, estaba equivocada. Yo iba a convertirme en su próxima víctima.

Cuando lo di todo por perdido, sentí que unos brazos tiraban de mí hacia atrás y las manos de Kai abandonaron mi cuello. Respiré tan fuerte que me dolieron los pulmones. Mis piernas temblaron y me tambaleé.

—No tientes a la suerte—cerré los ojos y traté de no desmayarme—porque siempre gano yo.

Sus palabras retumbaron en mi cabeza al tiempo que sentía que me precipitaba hacia un pozo sin fondo y tan oscuro como una noche sin luna. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro