CAPÍTULO 14: EL FÓSFORO Y LA PÓLVORA

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Cuando el cuerpo desnudo y vibrante de Edwin reposaba junto al mío, era extraño. Me resultaba peculiar porque nunca me imaginé que se sentiría tan bien, tan cómodo, placentero y gentil. Después de aquella noche, no me limité más... ni él tampoco. Cuando teníamos ganas, lo hacíamos sin cuestiones ni advertencias de lo prohibido; simplemente nos escuchábamos para satisfacer lo que cada cuerpo quería.

El resto de las vacaciones decembrinas nos concentramos en hacer las clases para el próximo trimestre. Nuestros ratos libres los dedicábamos a ver una película, charlar de cualquier trivialidad; y, sobre todo, desde que habíamos descubierto lo excitante que nos resultaba tocarnos recíprocamente, el sexo se había convertido en nuestro pasatiempo favorito.

A pocos días de regresar con los jóvenes a la escuela, mi novio y yo finalmente decidimos salir a celebrar que este año podríamos poner manos a la obra con nuestro proyecto de la editorial. Sugerí ir a bailar a un club nocturno y Edwin aceptó. Por lo que al anochecer pasó por mí para dirigirnos al sitio. Le dije a Jane que no me esperara despierta y después me encaminé a salir del edificio. Mi novio me dio las llaves para que condujera hasta el lugar. En esta temporada me había puesto la meta de que, cuando la editorial ya no resultara un gasto, mi siguiente paso sería comprarme un auto.

Pronto llegamos a la discoteca. A pesar del frío invernal, había mucha gente afuera esperando para entrar. Admito que al principio mi fobia social regresó con mucha fuerza, haciéndome anhelar retroceder. No obstante, cuando Edwin me dio la mano, me sentí a salvo.

—Esta noche es nuestra, venimos para tener un buen momento —me murmuró al oído, tranquilizando a todos mis temores—; no les des importancia a los demás.

Respiré profundo, cerrando los párpados. Él tenía razón. Hace mucho tiempo que quería divertirme bailando en un club y nadie iba a arrebatarme eso ahora. Abrí los ojos, le apreté la mano y nos guié al final de la fila. No tardamos en ingresar, y para mi sorpresa, tampoco me abrumó estar a oscuras —entre tantos cuerpos— y con música retumbando en mis oídos.

No perdí el tiempo en invitaciones —me atemorizaba que las voces atacaran—, así que de inmediato jalé a Edwin a la pista de baile. Al principio no pude evitar fijarme en todos para compararme; sin embargo, poco a poco —mientras mi cuerpo se relajaba, entrando en sintonía con la música—, me olvidé de los demás y sólo me concentré en las sensaciones dentro de mi ser. Perdí la cuenta del número de canciones que bailamos, pero sentí que el momento fue infinito. Los besos apasionados, el sudor y nuestros pies dolidos me hicieron sentir completamente viva.

Después de confesar nuestro cansancio, nos dirigimos a la barra para platicar. Habíamos acordado no beber, yo no podía por los medicamentos y Edwin quiso ser empático conmigo.

—¿Y cómo ves a Evelyn y Dylan? —me preguntó, haciéndose oír entre la música y los gritos—, ¿crees que este año finalmente confiesen sus sentimientos?

—No lo sé... —respondí—, son muy orgullosos y temen perderse en una relación, así que es difícil saberlo. Aunque me gusta ser positiva, tal vez el 2015 traiga más sorpresas de las que imaginamos. Oye —cambié de tema—, ¿qué opinas de Jake y Samy? —sonreí a punto de carcajearme—, en la fiesta de Año Nuevo coquetearon bastante.

Edwin se rio.

—Sí, los vi muy entusiastas —concordó—, supongo que el tiempo lo dirá. Por otra parte, sé que Colin tiene novio, pero Max y él mostraron tener mucha química esa noche.

Yo estaba completamente de acuerdo con él. Reprimí mis carcajadas.

—Lo sé —dije—, puede ser que este año se conozcan más y ya veremos qué sucede...

—Me siento Cúpido —comentó Edwin.

Yo me reí de inmediato, supongo que por su expresión inocente... o simplemente estaba tan alegre, que el momento era perfecto para hacerlo. Esta era la primera vez que me sentía completamente merecedora de la felicidad, así que el amor por mí estallaba en medio de la oscuridad. La luz era tanta, que seguramente desde el cielo podía presenciarse. Mi mano se estiró para llegar a la de Edwin y volver a la pista de baile, pero de repente se heló.

—¡Hola! —exclamó una figura pelirroja, interponiéndose entre nosotros. Mi ser entero se congeló, inmovilizando a mis pensamientos y desatando al ácido caliente en mi pecho— Hace un rato los vimos bailar —comenzó Jade, dejándome sin argumentos; señaló a sus espaldas, por lo que mis ojos se dirigieron ahí. Peter, Evelyn y Dylan nos miraban fijamente. Mis amigos rubios reflejaban temor y nerviosismo con sus ojos saltones, no pude descifrar la expresión de mi exnovio—. Conseguimos una mesa afuera; vengan, debemos hablar sobre ustedes —pidió, pero estoy segura de que se trataba de una orden.

Su tono en la palabra ustedes casi me deja de rodillas por el miedo; lo había dicho con recelo, como si le diera asco. Intenté levantarme, pero casi pierdo el equilibrio, así que me agarré de la barra con mucha fuerza; mis piernas temblaban. Edwin y yo tuvimos que tomarnos de las palmas para el soporte. No nos dijimos ni una palabra, pero nuestros ojos reflejaban lo mismo: estupefacción. Yo estaba en shock, mis sentidos seguían helados. Jade se puso a la cabeza, Peter la siguió, y Dylan y Evelyn llegaron rápidamente a nuestro lado.

—Lo sentimos mucho —susurró la mujer mientras caminábamos a nuestra sentencia final—, cuando nos percatamos, ella ya los había visto besarse.

—Enseguida quiso ir a separarlos para hacer una escena —siguió el hombre—, pero, extrañamente, Peter la detuvo. Evelyn y yo intentamos contenerla un rato; sin embargo, cuando vio que estaban por levantarse para volver a bailar, no pudo más e intervino.

Sus explicaciones no tenían sentido para mí..., nada tenía sentido para mí. La noche había sido tan espectacular, que me costaba trabajo creer que Jade y Peter habitaran el mismo planeta que nosotros. Casi no pude sentir frío cuando salimos a la silenciosa terraza; mi mente aún no procesaba que los seis nos encontrábamos juntos otra vez, pero para destruirnos con palabras. Por otra parte, sí percibí cómo la carne se me enchinó; aunque dudo mucho que fuera por el clima. Cuando finalmente vi la mesa vacía, mis sentidos reaccionaron.

—¿Dónde están Maddie y Daniel? —cuestioné, convenciéndome de que resultaría mucho peor si ellos escuchaban esta discusión.

—Hoy decidimos salir solamente los cuatro, sin parejas —declaró Jade, arribando al sitio.

Yo no avancé más, por lo que Edwin se detuvo a mi lado. Peter se colocó junto a Jade, y Evelyn y Dylan se posicionaron en medio de nosotros, dejando que nos viéramos cara a cara. Mi novio y yo soltamos nuestras manos entrelazadas, listos para la bomba. De inmediato, un hormigueo agredió mi estómago, ya que la mirada inquisitiva de Peter nos atacó cuando realizamos tal acto.

—Ah, claro —respondí irónicamente, conteniendo todo mi enojo—, ahora su grupo es de cuatro —espeté para lastimarlos con cristales.

—Sí —contestó la pelirroja con rudeza, desorientándome— y ahora tú besas a Edwin.

Mis mejillas se enrojecieron por la culpa. Su contestación me dejó sin palabras, no supe cómo defenderme. Tiene razón, ¡todo este tiempo me he estado involucrando con su exnovio!, recalqué completamente avergonzada de mis sentimientos y acciones. Me quedé muda.

—No empieces, Jade —pidió Edwin con una firmeza impresionante.

Lo miré sorprendida. Su rostro se había endurecido, mostrando los detalles de su mentón. Nunca lo creí capaz de hablarle con ese tono a la pelirroja..., a la chica que había sido su gran amor desde los trece años. Luego pensé que los dos tenían un pasado tóxico y doloroso del que nadie aquí había sido testigo, sólo ellos sabían cómo y cuánto se habían herido hasta los huesos.

—¿Cuándo regresaste? —cuestionó Jade, usando un tono exigente y serio— ¿Por qué no me dijiste que ya te habías reunido con ella? —siguió, viéndolo con una mirada brutal y hambrienta de respuestas, señalándome— ¿Desde cuándo son pareja? —finalizó, esta vez observándonos a ambos como si no pudiera creer lo que presenciaba.

No fui capaz de responder, no cuando Peter me veía como si no me conociera.

—No te lo mencioné porque parece que todo este tiempo me has estado mintiendo para separarme de mis amigos —contestó mi novio lleno de rencor.

Mi alma seguía perdida en el mundo de la culpa.

—¿Sabes qué él me engañó? —inquirió la pelirroja, viéndome ferozmente y apuntando hacia su exnovio.

Visualicé cómo Peter abrió ligeramente la boca, pero poco me importó. Jade me había sacado del mundo de las víctimas con esa frase, incitándome a ponerme a la defensiva.

—Sí —contesté violentamente—, al igual que sé que tú también lo engañaste. Además, después lo chantajeaste para que no se acercara a mí.

Mi rostro otra vez se había calentado, pero esta vez había sido puramente por ira.

—Fue por tu bien —dijo la pelirroja sin más.

—¿Por su bien? —rugió Edwin, acercándose a la pelirroja.

—Sí —escupió Jade—, tú con todos tus problemas sólo ibas a hacerle más daño —finalizó sin una pizca de compasión.

Hasta a mí me lastimó su respuesta, por lo que no quería imaginar lo mucho que le había dolido a mi novio. Por otra parte, algo dentro de mí se removió...

—Y supongo que ustedes sí son muy buenos para ella, ¿no? —atacó mi mejor amigo, casi gritando. Mis ojos no pudieron ignorar cómo el rostro de Peter se ensombreció— Son tan buenos para ella, que cuando nos encontramos, Emily estaba en un programa para prevenir que tratara de suicidarse ¡otra vez!

—Cállate, Edwin. En serio, cállate —espetó Peter—. Tú desapareciste, así que no tienes idea de lo duro que ha sido para la gente que la ama...

—Y supongo que tú sí —lo interrumpió mi novio completamente encolerizado—, sabes tanto que tu mejor solución fue conseguirte otra novia.

Esa oración me despertó de la pasividad, logrando que me interpusiera justo a tiempo entre los dos; no toleraría golpes. De soslayo pude ver que Dylan y Evelyn estaban temblando, sin saber cómo intervenir.

—Que te lo diga ella misma —siguió Edwin. El rostro de mi exnovio expresaba una dureza letal—, que te diga cuánto le duele que la hayan reemplazado con tu nueva novia, Bennet.

Cuando sus ojos verdes me miraron, me hice consciente del hormigueo que emanaba de mi pecho por tener ambos cuerpos rozando mis palmas. La mirada de Peter se había relajado un poco. Tenerlo tan cerca de mí, sentir su acelerado corazón y respirar su aliento me confundió profundamente, meciéndome en un sueño mágico que siempre me había hecho caer en el enamoramiento.

—Tú terminaste conmigo.

Aquellos vocablos quemaron todas las sensaciones pasadas, despertando al dragón. Bajé ambas manos y lo observé letalmente.

—Poco me importa tu relación con Maddie —aclaré—, pero no tenías derecho a intentar imponerles a los demás que la vieran como mi reemplazo —estaba tan furiosa con el hombre que tenía frente a mí, que me resultaba imposible pensar que hubo una época en que lo amé incondicionalmente—. Este es mi grupo desde que tenía catorce años, ¡mis amigos! ¡Estas personas son familia de ambos, no sólo tuya! —el llanto quemó mis mejillas, dándome más valor— ¡Estemos juntos o no, yo sigo perteneciendo aquí!

Sus ojos se habían llenado de lágrimas. Me observaba con una expresión tan melancólica, que casi pierdo el equilibrio.

—¿Tú crees que no me dolió? —comenzó mientras el líquido se escurría por sus pómulos— Fue muy difícil, Em, muy difícil. Verte en tu momento más oscuro, sufriendo todo el tiempo sin poder hacer nada para ayudar, me estaba matando. Desde que vi cómo te transportaban a Psiquiatría mientras tú gritabas, tratando de zafarte porque estabas atemorizada, un pedazo de mi alma desapareció. Me rompí —si no estuviera tan molesta, verlo así me habría apretado el corazón—. No sabía qué hacer..., tus hermanas no tenían idea de qué hacer. Los doctores nos indicaron que, en lo único que podíamos apoyarte un poco, era en las visitas; Jennifer y yo lo intentamos, pero jamás bajaste. Luego, cuando por fin pude verte, tomaste la decisión de alejarme y lo acepté. Si lo que necesitabas era espacio, quién era yo para negártelo. Sin embargo, no voy a mentir, cuando me enteré de que a la única persona a la que nunca le diste la espalda, fue a Edwin, me dolió...

—¿Qué? —espeté aún enojada—, ¿te dolió que no fueras tú? —su rostro se descompuso— Peter, te negué porque estaba sumamente avergonzada de mí. No quería hacerte daño, permitiendo que me vieras tan moribunda. ¡Me estaba muriendo!, y no iba a permitir que tú me observaras padecer porque sabría lo mucho que te lastimaría. ¡Qué egoísta habría sido llevarte conmigo a la tumba! —su rostro se frunció, expresando asombro— Pero claro, no pensaste en eso, ¿verdad? Sólo me viste como la mala novia que no se apoyó en los que siempre estuvieron ahí, tratando de protegerla.

Me alejé de él con la ira aplastándome la garganta.

—Que les quede claro de una vez —alcé la voz, mirando a los cinco con severidad—: No soy una bebé ni una muñeca, no necesito que me salven —observé a Peter— ni que decidan por mí —vi a Jade—. ¡Yo soy la que estuvo en el infierno! —exclamé. Para mi sorpresa, Evelyn y Dylan me miraban con orgullo—, ¡yo soy la que convive con la esquizofrenia todos los días!, así que yo soy la única que sabe qué es bueno y malo para mí —hice una pausa, ninguno se atrevió a respirar—. Si no comprenden esto, entonces ya no podemos ser amigos —concluí tranquilamente, pero muy segura de mi posición.

Ni siquiera abrieron la boca; sólo se limitaron a mirarme con una expresión muy sutil, dándose cuenta de la verdad. Retrocedí un poco más. Después les di la espalda y me largué de la terraza, agradeciendo que nadie me detuviera.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro