CAPÍTULO 15: TERAPIA FAMILIAR

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Antes de que comenzara a caminar por la ajetreada calle hacia la parada del autobús, Edwin me alcanzó. Su expresión era completamente seria. Temí mucho que mencionara algo con respecto a lo que acababa de suceder porque no quería discutir con él, sólo eso me faltaba. Sin embargo, para mi alivio se limitó a decir:

—Yo te llevo a casa.

No abrí la boca, simplemente asentí con la cabeza sin deshacerme de mis brazos cruzados y mi expresión severa. Luego de subirnos al carro, no charlamos en absoluto; ni siquiera nos dedicamos una mirada de soslayo. El silencio se adueñó del espacio entre nosotros, pero no me interesó. No quería hablar de lo ocurrido en el club ni de nada más; los hechos me abrumaban demasiado, llenándome de ira y vergüenza, que prefería evitarlos de ahora en adelante. Lo único que hice fue observar las calles oscuras que transitábamos hasta llegar a mi edificio, eso me distrajo de hundirme en el enojo. Cuando aparcamos frente a mi hogar, me quité el cinturón dispuesta a bajar sin siquiera sisear.

—Te llamo mañana —comentó mi novio antes de que abriera la puerta.

Yo volví a asentir con la cabeza y descendí del vehículo.

Al día siguiente sí marcó a mi celular, pero nuestra tema de conversación fue sobre el próximo regreso a clases, nuestro entusiasmo y acerca de la editorial; quedamos que a final de mes haríamos una junta para iniciar el proyecto. Afortunadamente, ni él ni yo tuvimos intenciones de sacar a colación todo lo que se había dicho aquella noche, lo cual me pareció perfecto.

Disfruté mucho retornar al trabajo porque nuestra relación había conseguido recuperar el ritmo de antes de la discusión. Las primeras dos horas que impartí en la escuela, las pasé extremadamente bien. Les presenté el primer libro que íbamos a leer en el trimestre, Nuestra sangre, y les platiqué del nuevo proyecto: Construir un relato con todo lo que les había enseñado mas lo que aprenderían en las siguientes lecciones; podía ser un cuento largo o una novela corta. 

En mi descanso me encontraba nerviosa por ver a Dylan, tenía miedo de que nos preguntara sobre la pelea, pero jamás lo hizo. Continuó con su humor habitual y nuestras conversaciones sobre los estudiantes se mantuvieron intactas. No obstante, cuando por fin sentí que me había librado del tema, arribó el viernes.

—A Evelyn y a mí nos gustaría ir mañana a tu departamento, Emily —nos dijo el rubio durante el almuerzo—; queremos charlar sobre lo que sucedió en la discoteca. ¿Les parece bien?

Hubo un silencio en la mesa, mi novio y yo habíamos bajado la mirada. No sabía si quería hablar sobre eso, pero tampoco deseaba dejar las cosas en el aire sin una conclusión.

—Está bien —respondió Edwin con la cabeza agachada.

Yo simplemente asentí, invadida de hormigas en el abdomen; estaban ansiosas por devorarme el vientre debido a los nervios que aceleraban a mi corazón. Platicar con los rubios sobre lo que había ocurrido me ayudaría a desahogarme un poco más, eso era mejor que nada... Lo menciono porque no sabía sobre Peter o Jade desde aquella noche. Hubo momentos en la semana donde mi cabeza se torturó con la idea de haberlos perdido para siempre, sin embargo, luego la ira salía a relucir, causando que poco me importara lo que pensaran.

Al mediodía del sábado, Edwin llegó a mi casa para esperar conmigo a las visitas. Jane había salido con sus amigas, ignorando por completo lo que había sucedido en mi vida los últimos días. No se lo había mencionado a ella ni a la doctora Kaur porque me daba flojera explicar toda la historia, aunque —tarde o temprano— el enojo sería tan incontrolable, que tendría que contarles el drama. Mi novio y yo comenzamos a juguetear en el sillón de sala, luchando con vigor, amabilidad y mucha tensión sexual. El que lograba tumbar al otro en el colchón, ganaba. Había muchos besos, energía e inmensas ganas de quitarnos la vestimenta; pero tuvimos que contenernos.

En el instante en el que tenía el torso de Edwin atrapado entre mis fuertes piernas para conseguir que cambiáramos de posición, fue que tocaron el timbre. Callamos nuestras risas y nos relajamos, acomodándonos la ropa y poniéndonos el calzado. Aún no se me borraba la sonrisa cuando ambos nos acercamos a la puerta y yo giré el picaporte. Sólo bastaron un par de segundos para que todo mi ánimo se pudriera y mi boca formara una fina línea.

Edwin y yo nos quedamos fríos y estáticos frente a la puerta, mirando a los recién llegados con severidad. Los bufones de Dylan y Evelyn no habían venido solos, Jade y Peter se hallaban junto a ellos. No..., no quiero una segunda ronda de gritos, pensé inmensamente cansada de este desastre. Las expresiones de los rubios eran reservadas con una pizca de ingenio, aguardando por nuestra reacción hacia su engaño. Por otra parte, la pelirroja y el castaño tenían un rostro lleno de vulnerabilidad, esperando que no los echáramos.

—Debí adivinarlo —espeté. Después observé a Dylan y Evelyn con brutalidad—, esto es tan típico de ustedes...

—Jade y yo queremos aclarar todo lo que ha ocurrido entre los cuatro —soltó Peter, de repente, sin dejarme concluir con mi comentario hiriente.

—Bien por ustedes —contestó Edwin con mucha seriedad—, pero ya no tengo más energía para soportar otra pelea.

—Los dramas me tienen harta —agregué agotadísima.

La pelirroja y mi exnovio retrocedieron con el rostro herido por el rechazo, pero Dylan tomó las riendas del asunto.

—Es bueno saberlo —dijo extremadamente entusiasmado. Ingresó a mi casa sin importarle golpear la barrera que habíamos hecho Edwin y yo con nuestros cuerpos. Mi novio y yo nos hicimos a un lado, sobándonos los hombros y quejándonos por lo bajo—, pero no tienen que temer —continuó, viendo la mesa de la cocina. Evelyn empujó a Jade y Peter para hacerlos pasar; luego de que ella entró, cerró la puerta a sus espaldas—. Esta discusión la moderaremos Evelyn y yo para evitar sarcasmos, ironías, gritos y golpes.

Después el rubio nos miró, sonriendo con orgullo.

—Dylan y yo queremos recuperar a nuestros amigos. ¡Estamos cansados de tener que turnarnos para verlos por separado, así que nadie sale de este departamento hasta que todo esté arreglado! —sentenció Evelyn.

Edwin, Jade, Peter y yo evitábamos a toda costa mirarnos a los ojos.

—Siéntense a la mesa —pidió Dylan con mucho vigor, terminando de acomodar las sillas. Evelyn se aproximó a él, pero los demás no nos movimos—. ¡Ahora! —ordenó él, haciéndonos caminar. Mi novio y yo maldecimos por lo bajo mientras Jade y Peter intentaban hacerse pequeños— Si hacen de lado su orgullo, más pronto seremos amigos otra vez.

Llegamos hasta la mesa con mucho cansancio. Mi mejor amigo y yo nos sentamos viendo a la estufa, y mi exnovio y la pelirroja tomaron asiento frente a nosotros. Dylan y Evelyn se acomodaron en los sitios restantes.

—Estas son las reglas —impuso la rubia—: Si alguien hace un comentario sarcástico o grita, Dylan o yo le pediremos que vuelva a replantear sus palabras, hablando desde el corazón y no desde un mecanismo de defensa, ¿está bien? —nadie asintió. Peter y Jade estaban sumidos en su asiento mientras Edwin y yo los mirábamos brutalmente, deseando que este show se acabara— Finalmente, si alguien pretende golpear a otra persona, el agresor será detenido y neutralizado en la sala hasta que se calme, ¿de acuerdo?

Imaginarme a los dos rubios intentando tranquilizarnos para evitar que nos abofeteáramos la cara me pareció muy gracioso, pero tuve que reprimir mis risas, esto era serio. No esperaron respuesta para proseguir.

—Bien, adelante —indicó Dylan.

Hubo un silencio eterno entre los cuatro. Creí que esto no resultaría, pensé que nos destruiría más. Estaba a punto de abrir la boca y opinar que la dinámica era ridícula, pero Peter me demostró que no era así.

—Emily, perdóname —inició, suspirando y erguiéndose en la silla—. En vez de ponerme en tu lugar, de analizar la situación como tú lo harías, me dejé llevar por mi dolor egoísta —su rostro representaba completa sinceridad y nostalgia—. Yo..., creo que siempre se supuso que en la escuela me sentía desplazado cuando estabas conviviendo con Edwin —lo miré atentamente sin creer lo escuchaba. Claro que siempre lo pensé, pero no le había dado tanta importancia hasta ahora. De soslayo pude ver que mi novio también lo observaba, frunciendo el ceño—. Ustedes siempre han tenido una conexión muy rara, así que me encontraba intimidado. A veces tuve celos y creo que eso todos ustedes lo saben. Sin embargo, en lugar de confesarte mis inseguridades, actué de una manera muy infantil. ¡Dios!, ¡incluso lo golpeé! —expresó asqueado— Por lo que, cuando supe que a él no lo hiciste a un lado y a mí sí, toda la incertidumbre regresó; y perdón, mis celos me cegaron. Después de tantos años de relación, no pude ver tu dolor... Hasta que me lo expresaste en el club, me di cuenta de todo; y quiero decirte algo: Si pudiera regresar el tiempo al instante en que tú y yo conversamos en el hospital, en vez de irme sin más, te habría dicho que no tienes de qué avergonzarte frente a mí. Jamás sientas vergüenza a mi lado, Emily —los ojos se me cristalizaron. Mi cuerpo se había tranquilizado y ahora todo brillaba con más nitidez—. Aunque ya no estemos juntos de una forma romántica, tú lo has dicho: Este grupo es una familia... Tú siempre has sido mi familia y siempre lo serás, así que no debes avergonzarte de la esquizofrenia...; nuestro amor fraternal por ti nunca se modificará. Perteneces a este grupo y eso nadie lo puede alterar.

Las lágrimas amenazaron con inundarme, pero no se movieron; se quedaron en el borde, empañándome la vista mientras le sonreía a Peter.

—Gracias... —murmuré.

Le tomé la mano con firmeza, disfrutando plenamente el contacto con su piel. Él tenía razón, estuviéramos juntos o no, seguíamos siendo familia. Luego de unos minutos con las manos entrelazadas nos soltamos lentamente, dedicándonos una tierna y amigable sonrisa. Tuvo que pasar más silencio para que la charla fluyera.

—¿Por qué lo hiciste, Jade? —preguntó Edwin, casi en un susurro, luego de mucho tiempo.

Tenía los brazos cruzados y la mirada agachada. La pelirroja lo observó con culpa, acomodándose en su asiento. Tragó saliva.

—Creo que... continuaba molesta contigo —confesó, resoplando.

Edwin esta vez sí la vio. Sus ojos negros reflejaban furia.

—¿Molesta? —alzó la voz, rompiendo la paz por completo— ¡Tú me engañaste primero! —ella cerró los ojos y mi ser entero se tambaleó. Me inquietaba que este tema se debatiera y que yo no pudiera intervenir, ya que eran asuntos pendientes entre ellos dos— ¡Santo Dios...!

—¡No quiero tener la misma discusión contigo, Edwin! —espetó Jade al borde de su asiento— ¡Que yo te engañara no justifica que tú me hayas hecho lo mismo después!

Agradecí mucho que la mesa los separara.

—¿Por qué la infidelidad? —cuestionó mi novio desesperado— ¿Por qué Charlie? ¿Por qué, Jade? —la pelirroja se quedó callada—¡Contéstame!

Miré a los rubios con los ojos muy abiertos, esperando a que intervinieran. Sin embargo, ambos estaban encantados con la pelea. Tal vez tenían que explotar para sanar...

—¡Porque quería tu atención! ¡Deseaba que nos descubrieras para tener tu atención! —escupió Jade. Mis oídos se encontraban pendientes, pero mi boca se mantenía muy cerrada (igual que la de todos) y así se iba a quedar— Estaba harta de que no pudiéramos vernos tanto como yo quería y Charlie siempre había mostrado interés en mí, así que lo hice. Sabía que no estaba bien, pero, aun así, lo hice. Me sentí tan culpable posteriormente que le pedí disculpas a él, y a ti te rogué que me perdonaras. ¡Yo intenté arreglar lo que había roto, pero tú te rendiste, largándote con Lena! —vociferó, casi levantándose de su asiento.

—Y con exactitud, ¿cómo pensabas que iba a ser nuestra relación si íbamos a estudiar en dos ciudades diferentes? —contestó mi mejor amigo— ¡Querías que todo fuera como en la secundaria!, pero adivina qué, ¡ya no estábamos ahí! ¡Las relaciones a distancia funcionan si hay confianza entre dos personas...!

—¡Y compromiso! —lo interrumpió la pelirroja, levantándose de su lugar— ¡No olvides el compromiso, Edwin; algo que tú no tenías!

—¡Yo te amaba, Jade! —respondió mi novio, también poniéndose de pie— ¡Había estado enamorado de ti desde los trece años, por supuesto que estaba comprometido con nosotros; así que no intentes culparme por tu engaño!

Yo ni siquiera los miraba, no podía verlos tan enojados. La pelirroja gritó hacia el cielo y con eso se desvaneció en su asiento, cubriéndose los ojos y hundiéndose en llanto. Al verla llorar, Edwin se calmó, volviéndose a sentar. Todos la miramos con tristeza, sin saber cómo continuar. Me rompió el corazón contemplarla así.

—Ya no puedo más... —gimoteó. Después bajó las manos para ver a Edwin—, ya no puedo seguir detestándote y mantener las mismas peleas —admitió completamente roja. La expresión de mi novio se había suavizado—. Voy a casarme con una persona maravillosa —dijo, viendo hacia el techo— y no quiero llegar al matrimonio con este rencor venenoso en mi pecho, Edwin —admitió, mirándolo—. Después de que Emily defendió su postura en el club, me percaté de que esta venganza personal contra ti era una tontería. Todo este tiempo he actuado como una niña en lugar de ser una mujer. Me hice la víctima porque me dolió que huyeras con Lena, así que te separé de tus mejores amigos. Les mentí a todos y te manipulé. Lo lamento —declaró, viéndonos uno por uno. Se detuvo cuando llegó a mí—. Lo siento mucho, Emily. Tienes razón, eres una persona fuerte y capaz; nadie puede elegir por ti ni mucho menos limitarte. Lamento separarte de tu mejor amigo y excluirte del grupo. Tú perteneces aquí —después vio a Edwin—. Ambos pertenecen aquí y su amor no será castigado por mí —declaró, curándome el corazón—. Ustedes merecen mucho afecto y yo jamás voy a volver a negárselos. Bésense y salgan en pareja con nosotros, el amor que se tienen ya no debe esconderse.

Sentí cómo la mano de Edwin me buscó debajo de la mesa, por lo que yo la sostuve, entrelazando nuestros dedos y llenándome de vitalidad. La luz se contenía en mi pecho.

—Peter... —habló Dylan después de un silencio—, ¿quieres expresarle a Emily y Edwin qué sientes al verlos como pareja?

Mi exnovio tenía la mirada baja, pero después nos encaró.

—Lo que yo sienta no es importante en este asunto —expresó—. ¿Qué clase de familia seríamos si no los hacemos sentir cómodos con sus sentimientos? —me miró con sus ojos verdes y brillantes, reflejándome completa honestidad— Si ellos se quieren, como bien dice Jade, su amor no debe suprimirse más.

Sonreí con la amenaza de volver a llorar sin quitarle la vista de encima. Él me respondió el gesto con la misma calidez. Después de esas palabras, todos pudimos volver a respirar libremente. El rencor y los secretos se habían acabado. La paz olía a llovizna de invierno, endulzándome la lengua. Cerré los ojos un momento, dando gracias por volverme a sentir segura en mi hogar.

—Bien, oficialmente somos amigos de nuevo —agregué entusiasmada.

De inmediato se soltaron a reír, haciéndome estirar los labios en una sonrisa. No había escuchado esas cinco risas, carcajéandose en sintonía, desde hace casi siete años. Los pedazos encajaron otra vez dentro de mí mientras una voz armoniosa me susurró con seguridad que nuestras almas jamás se volverían a separar. Debido a la alegría y al llanto en sus rostros, yo le creí. Ahora le agradezco a la vida, de forma infinita, que me diera la razón tan siquiera una vez.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro