CAPÍTULO 34: LUZ ESTELAR

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—Mi amiga y yo encontramos un lugar más cerca del trabajo —me decía Jane del otro lado de la línea—, así que es un hecho que nos mudaremos; por eso te hablaba: ¿Quieres que ya entregue el departamento o planeas regresar?

Esa pregunta me hizo tambalear. Jamás me había cuestionado si algún día volvería a Londres, pero ahora que me lo planteaba, no estaba segura. Hui de ahí porque me sentía sofocada y en Bérgamo encontré la paz, no obstante, seguía viendo a la ciudad inglesa como mi verdadero hogar. Además, siempre me había encantado el departamento. Sin embargo, ahora mi vida estaba en Italia...

—Dame esta semana para pensarlo, ¿sí? —contesté sumamente confundida.

—Claro —respondió mi hermana.

—Gracias. Ahora debo colgar para apurarme, este día será de mucho ajetreo —le informé.

—Está bien. Me avisas —pidió—, nos vemos.

—Adiós —dije y colgué, lanzando un resoplido.

¿Qué haré con ese departamento? 

—¡Emily, tu abuelo ya se va! —anunció Doretta desde la puerta, recordándome que no era el momento de tomar una decisión.

Guardé el celular y me apresuré a llegar a la entrada mientras una mano aplastaba mi estómago. Mi amiga y Edwin despedían a William en el umbral. Después mi abuelo salió y yo lo seguí. Afuera se encontraban Jennifer y Lorraine con sus familias. David subía las maletas a la cajuela del auto blanco. Atrás de él estaba el vehículo gris, que pertenecía a mi hermana mayor. Las dos irían en caravana hacia Milán y llevarían a William a visitar a su hijo. Nosotros también estaríamos en Milán, pero en las afueras.

—Nos vemos, Emily —dijo mi abuelo.

—¡Adiós! —contesté y lo abracé—, buen viaje.

Sonreí cuando me aparté. Después él se dispuso a subir al carro de David mientras Erick subía a Sabrina al suyo. Mis hermanas se despidieron de mí, deseándome que me diviertiera hoy, y ascendieron a sus respectivos vehículos. Mis amigos y yo cerramos la puerta de la casa cuando desaparecieron por el camino.

Doretta sólo tenía pintada media cara, Edwin aún traía la pijama y yo apenas me había cambiado de ropa.

—Debemos apurarnos —los incité de inmediato y me aparté abruptamente para ir al cuarto—, llegarán por nosotros en una hora —exclamé distraída.

Me fue imposible prestarles atención porque mi mente estaba en Peter. Quería que esto saliera muy bien porque hace mucho tiempo que no salíamos, claro, estarían sus primos y mis amigos, pero sería relevante porque seguramente sólo podría verlo a él.

Me cepillé el cabello y me pinté ligeramente la cara, ya que con el sudor todo se estropearía; además de que me aseguré de llevar una liga por si me daba calor. Mi ropa era ligera y cómoda para poder bailar y saltar. Me encantaba mi blusa que decía MUSE al frente, esta la había comprado en un concierto pasado.  

Después de un tiempo, llamaron a la puerta. Fui yo quien se levantó ansiosamente para abrir. Mi exnovio estaba detrás del umbral con una playera similar a la mía. Entonces recordé que las habíamos comprado juntos cuando asistimos a The Resistance Tour en Inglaterra. Tuve que ahogar un grito, una piedra me oprimió el pecho. Doretta fue la que saludó primero porque yo no podía hablar. 

—¿Están listos? —preguntó Peter.

—¡Sí! —respondió mi amiga.

Yo aún no despertaba de la conmoción.

—Bien, entonces vámonos.

Fue en ese momento que vi la camioneta vieja. Doretta y Edwin corrieron muy emocionados hacia ella.

—¿Todo bien, Emily? —cuestionó mi exnovio suavemente.

Lo vi a los ojos. Su rostro era completamente apacible, me pregunté si recordaba lo de las camisetas.

—Sí, sí —contesté, recuperando la compostura—. Vamos a divertirnos —finalicé, sonriendo de verdad y olvidando mis dolores.

Cerré la puerta a mis espaldas y la aseguré con la llave. Después Peter y yo caminamos hasta el vehículo.

—Por cierto, linda playera —comentó cuando yo ya estaba arriba del carro—. Las compramos juntos, ¿verdad? —preguntó.

—Sí —respondí estúpidamente, sonriendo de oreja a oreja.

Mi corazón explotó al comprobar que lo recordaba.

—Genial —mencionó y después cerró la puerta.

El ánimo hacia el concierto estuvo hasta el cielo. Reíamos, cantábamos y platicábamos. Escuchamos Drones para prepararnos, además de otras canciones de la banda. En particular, yo me encontraba emocionada por escuchar The Globalist y Defector por primera vez en vivo. 

Al llegar al estadio, no pude evitar enamorarme de otra camiseta de Muse. Por delante estaba la foto de los tres que usaron como contraportada para The Resistance y atrás estaban todas las fechas de Europa en las que tocarían durante esta fase de la gira. Al final terminé comprándola y me tomé una fotografía con ella. 

Ya adentro, en el acto de apertura, todos nos encontrábamos tranquilos. Sin embargo, cuando apagaron las luces y supimos que Matt, Dom y Chris saldrían al escenario, enloquecimos.

Durante el concierto, la gente gritaba cantando las letras. Todo mi ser vibraba mientras brincoteaba y alzaba los brazos con fuerza. Cuando tocaron Uprising, Knights of Cydonia y Apocalypse Please, empeoró porque eran de las canciones más conocidas. Entre todos nos empujábamos por el movimiento de nuestros cuerpos, pero poco me importaba. Me sentía flotando, con el alma en la garganta, teniendo explosiones de energía cada cinco segundos. 

En Starlight fue que me doblé de la risa, enamorándome del momento. El beso entre Doretta y Edwin me puso en un estado eufórico tan nocivo, que estuve a punto de caer. Busqué la mirada de Peter a mi lado, él también sonreía. La verdad, en ese instante no me puse a pensar lo que ese acto desencadenaría en ambos. Al final del concierto, el estadio explotó robándome la energía. 

De regreso a Bérgamo, mi exnovio condujo y yo fui su copiloto. Aunque lo hubiera intentado, no habría podido dormirme; estar junto a él me ponía muy nerviosa. La mayoría de sus primos estaban demasiado cansados para hablar, pero Doretta y Edwin jugueteaban hasta atrás de la forma más silenciosa que podían. Mis ganas de interrogarlos por lo del beso me asfixiaban, causando mariposas en mi estómago mientras el aroma de Peter me mecía.

El vehículo aparcó frente al pequeño hotel donde la mayoría de los familiares de mi exnovio se había hospedado, ya que todos no cabían en la casa de Paulina. Los primos no tardaron en empezar a salir, despidiéndose de mis amigos y de mí.

—¿En serio no quieren que los lleve? —cuestionó Peter, viendo por el retrovisor.

Desde que habíamos salido de Milán, Doretta había insistido que nos fuéramos directo al hostal en lugar de ir primero a la casa de mi abuelo.

—No, no —contestó ella, tomando su bolsa—. Todos ya se encuentran demasiado cansados, pediremos un taxi.

Mi amiga descendió de la camioneta seguida por Edwin. Yo también debía ir, pero, sinceramente, no quería separarme de mi exnovio. Mi estómago hormigueó un poco, pero nadie me reprendió por mis acciones.

—Te avisaremos cuando haya llegado el taxi —fue lo único que comentó Doretta mirándome distraídamente, no me dio tiempo de asentir porque se fue.

Por otro lado, Edwin ni siquiera me observó. Seguramente tenían miedo de sentirse atacados por mí, sin embargo, eso jamás ocurriría. Desde el primer indicio me había entusiasmado mucho con la idea de que estuvieran juntos.

Cuando el auto quedó en silencio, deseé que mi amiga jamás me llamara. Podía fingir olvidarme, irse con el chico que había besado y usar su llave para entrar a la casa. Yo quería quedarme en compañía de Peter hasta que mi cuerpo dijera suficiente. Poco importaba que nos quedáramos callados, sentirlo junto a mí era todo lo que necesitaba por esta noche. No obstante, mi exnovio sí quería conversar.

—¿Qué te pareció el concierto? —preguntó después de resoplar y relajar su postura en el asiento.

Yo hice lo mismo, dándome cuenta de que estaba muy cómodo.

—Estupendo —respondí—, ya tenía tiempo que no me sentía tan emocionada. ¿A ti te gustó?

—Sí, fue fantástico; me divertí mucho.

Luego la incomodidad se expandió y él giró hacia la ventana para evitarla. Sentí que me asfixiaba, pero no podía hablar porque me molestaban las veinte mil preguntas que mi cabeza estaba haciendo sobre nosotros: ¿Qué quieres lograr con esto? ¿En serio crees que tengan futuro? Sólo estaba segura de una cosa. 

—No quiero charlar sobre el pasado —declaré en voz alta, concentrando mi vista en las luces del hotel. Peter volteó de inmediato; no articuló ni una palabra, sino que esperó pacientemente a que decidiera continuar—. Ya me cansé de pensar en las cosas que dije o no dije y en lo que hice o no hice —comuniqué con fuerza mientras mis ojos cansados visualizaban a Doretta y Edwin subiéndose al taxi. Después miré a Peter de una forma llena de entereza y vulnerabilidad—. Quiero ser tu amiga, empezar desde cero —sus ojos eran indescifrables, había apretado los labios—. ¿Tú estás dispuesto a eso?

De repente sus cuencas se abrieron más y relajó su expresión.

—Sí —contestó al mismo tiempo que asentía.

Sonreí hasta que las mejillas me dolieron.

—¡Perfecto! —exclamé, intentando esconder mis risas nerviosas— Tendremos que hacerlo mejor que la vez anterior —puntualicé, usando mucho las manos porque estaba extasiada.

Peter no había abandonado su sonrisa. Mis pómulos se calentaron al percatarme de que seguramente mi euforia había aplacado su incertidumbre.

—Estoy de acuerdo —contestó, viendo hacia el frente.

Sin embargo, mi humor se apagó.

—¿Consideras que lo lograremos? —musité desanimada— Digo, ya lo intentamos y no funcionó...

—Nuestra amistad merece una segunda oportunidad, ¿no crees? —retomó, mirándome con intensidad. De repente, tenerlo tan cerca hizo que me doliera el pecho—, nos lo debemos.

Tenía razón. Merecíamos un final amigable. Me parecía insoportable pensar en el resto de nuestra existencia sin saber del otro. Él había significado mucho, no podía dejarlo ir tan fácilmente ahora que lo había vuelto a encontrar.

—Sí —dije, sonriendo al comprobar que estaba comprometido con nuestro futuro.

Mi exnovio me devolvió el gesto con dulzura. Después de otro silencio fue que eligió empezar con nuestro convenio, lo cual agradecí mucho.

—Supe que tuviste una fiesta online por tu cumpleaños —giró todo su cuerpo a mi dirección y yo lancé una carcajada. 

—Sí, Doretta la organizó —contesté, copiando sus movimientos.

—Evelyn me dijo que todos usaron coronas en honor a La Reina del Mar

Su comentario me hizo respingar.

—¿Ya leíste el libro? —cuestioné con la mirada iluminada.

—¡Por supuesto! —respondió con entusiasmo— Me encantó, Emily —una sensación dorada se esparció por mi cuerpo—; lo acabé en tres días. Como siempre, el final fue brutal.

Sonreí de oreja a oreja extremadamente feliz. En ese instante, lo amé más que de costumbre.

—Edwin y Doretta mencionaron lo mismo del final.

—¿Ya empezaste a escribir el segundo?

Recuperar su cariño por mi trabajo causó que me dieran ganas de llorar. Él siempre había sido importante en el proceso. Antes de Doretta, era a Peter a quien siempre le enviaba mis avances. Aunque la universidad lo mantenía ocupado como a todos, siempre se hizo un espacio para leerme, demostrándome lo mucho que le importaba.

—Estoy escribiendo el primer capítulo.

—Cuando lo tengas, me lo enviarás, ¿verdad? —inquirió— Necesito saber qué sucedió con Selena.

Lancé unas risitas.

—Por supuesto, Peter.

Sonrió con satisfacción. Después el silencio amenazó con incomodarnos una vez más, pero yo no lo dejé. Quería que siguiéramos hablando hasta que se me secara la garganta.

—¿Cómo están nuestros amigos de Londres?, no los he visto por la pantalla desde mi cumpleaños.

—Están bien —contestó—. La broma de ahora es insistir que Evelyn y Dylan se casen, y en cuanto a Jade —su rostro titubeó—, pues tiene planes...

—Te contó sobre lo de querer ser madre, ¿cierto? —inquirí, reconociendo el miedo en su cara.

—Sí y me atemoricé bastante. Aún no estoy listo para ese paso —admitió, abriendo mucho los ojos.

—¡Lo sé! —exclamé, sintiéndome aliviada que me comprendiera— Todavía ni consigo esposo y ella ya quiere un bebé. Cuando lo note, ya tendré treinta y aún estaré soltera.

Él se rio.

—Te entiendo. Asusta cómo tenemos la misma edad que ella, pero estamos muy lejos de encontrarnos en su posición.

Asentí con la cabeza.

—A veces pienso que nunca me casaré porque no me conformo con cualquier persona —admití—. El que sea mi esposo tendrá que besarme todos los días o no habrá trato.

Peter se rio, sacándome una sonrisa.

—Seguramente alguien podrá estar a tu altura.

Alcé los ojos, suplicándole al cielo. Mi exnovio volvió a carcajearse.

—¿Tú quieres tener hijos? —retomé porque no quería que nos detuviéramos.

Él asintió.

—Sólo he pensado en el nombre de la niña —me informó, recuperando el aliento—: Cassandra. Espero que mi esposa esté de acuerdo porque a mí me encanta.

Me sentía entre miel.

—Puedes decirle Cassie —añadí—. Aunque debes apurarte con la boda porque también me gustó ese nombre y tal vez te lo gane.

Peter se echó a reír otra vez, causando que yo también lanzara unas risitas. Verlo eufórico realmente hacía que me dolieran las mejillas por tanto sonreír...

Ahí lo tienes, mi amor: Fue en medio de la oscuridad y el frío de la madrugada cuando tu padre te nombró, haciendo que me enamorara de su elección. Ninguno tuvo que robarle el nombre al otro, ya que, por suerte, terminamos criando a la misma Cassandra. 

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