CAPÍTULO 33: RAÍCES ITALIANAS

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Les juro que habría cumplido mi propósito si esa mano no me hubiera detenido. El roce de Edwin con mi cuerpo me despertó del trance. Giré y lo observé, viendo de reojo que Doretta se acercaba a zancadas. Ya nos encontrábamos lejos de la tienda.

—¿Estás bien? —preguntó mi amigo, la mujer llegó a su lado con el ceño fruncido.

—¿Por qué no me dijiste que había regresado? —le reclamé, dirigiéndole una mirada asesina.

Mi pregunta lo dejó mudo por un segundo.

—No creí que te importara...

Ahí fue cuando el chasquido me despertó. ¿Por qué me estaba quejando por esto? Edwin tenía razón, se supone que el paradero de Peter ya no me era relevante... Qué caos, sólo deseaba irme de aquí.

—No, ya no importa —mencioné, retractándome—. Si quieren, sigan buscando regalos; yo regresaré a casa —dije, alejándome de ellos.

—¿Segura que estás bien? —cuestionó Doretta— Entiendo que haya sido muy abrumador para ti...

—Sí, estoy bien —la interrumpí mientras el estómago me apretaba—. No se preocupen. Nos vemos.

Sin esperar a que se despidieran, me di la vuelta a la encrucijada de calles y hui de la escena. 


Un par de días tuvieron que transcurrir para sentirme normal otra vez. Por lo tanto, había accedido con euforia a la propuesta de mi amiga de salir a patinar al parque. Podía hacerlo muy bien gracias a que Amanda..., más bien, yo misma había practicado cuando estuve en Burdeos. Sin embargo, no podía compararme con Doretta: Hacía saltos en el aire.

Edwin, por otra parte, se caía a cada minuto; así que mi amiga, sin ningún pesar obviamente, le estaba enseñando a dominar la disciplina. Lo sostenía de las manos para guiarlo por el camino. Contemplar a Doretta tomando sus palmas con delicadeza y viéndolo con suavidad mientras que el temeroso joven avanzaba, me hizo comprobar mi teoría una vez más; quién sabe cuándo se darían cuenta de lo evidente.

Pude seguir patinando sin distracciones, sintiendo el viento contra mi cara, pero la aparición de Peter lo arruinó por completo. Cuando volteé, él ya estaba viéndonos en la acera. No me asusté porque ya esperaba algo así. Mi cuerpo se endureció, intentando ahogar al hormigueo en mi pecho. Respiré hondo y me acerqué al hombre.

—Hola —lo saludé antes de llegar—, ¿qué haces por aquí?

—Fui a verte a casa de tu abuelo, pero él mencionó que estarían aquí —contestó cuando ya nos encontrábamos frente a frente.

Por la banqueta tenía que mirarlo hacia arriba. Sin embargo, su vista se concentraba más allá de mi hombro. Giré, descubriendo que observaba a Doretta y Edwin en su escena cautiva corazones.

—¿Qué hay entre esos dos? —cuestionó.

Lo volví a mirar, Peter estaba sonriendo.

—Algo muy fuerte, pero aún no lo notan —respondí a punto de reírme.

—Ya lo creo —añadió, conteniendo las carcajadas. Después de un silencio incómodo, lo soltó—. Sólo venía a decirte que sin problema pueden venir este viernes al cumpleaños de mi abuela, mi familia ha insistido en la invitación...

—¿Y tú qué opinas? —pregunté, cortándolo— Creo que en este asunto tú deberías tener la última palabra, no tu familia.

Me esforzaba mucho en controlar las mariposas que aleteaban en mi estómago.

—Eh... —no supo qué responder al instante—, no me molesta que vengan, la verdad. Habrá mucha gente, así que...

—... nos perderemos entre ella —finalicé por él.

Peter suspiró y bajó de la banqueta para estar más cerca de mí. Al instante su aroma envolvente me penetró. Tuve que esforzarme mucho para no reflejar que me encantaba.

—Pienso que, después de todo lo que ha pasado, merecemos paz, ¿no crees?

No podía estar más de acuerdo. Incomodarnos cada vez que el otro estaba cerca ya era extenuante.

—Absolutamente. ¿Entonces estamos bien? —cuestioné, estirando la mano.

Él me sonrió pícaramente, causando que mi corazón retumbara.

—Por supuesto —me estrechó la mano. Una sensación suave me invadió; ya no quería soltarlo, pero lo hice—. Nos vemos el viernes, ¿está bien?

Alzó las cejas, sonriéndome.

—Podrán ir ellos, ¿verdad? —cuestioné, señalando con mi pulgar a mis amigos.

—Claro, incluso tu abuelo es bienvenido —respondió sin que su rostro se inmutara.

—Excelente, entonces nos vemos el viernes —dije, sonriendo naturalmente.

Cuando Peter desapareció, giré para ir a comunicarles las nuevas a los enamorados ignorantes. 


Toqué la puerta con mis nudillos dos veces, conteniendo el aliento. No podía verme inestable ante Edwin, Doretta y Willian, que se encontraban a mis espaldas; pero la verdad es que mi interior se derretía lentamente. Una sensación de desasosiego me atacaba por todos los francos porque, aunque Peter me atraía como magneto, no podía construir castillos a nuestro alrededor; él y yo ya no éramos las mismas personas que se habían amado en el pasado, así que no me arriesgaría.

Por suerte, abrieron la puerta, cortando mi diálogo interno que había empezado a cansarme. Si antes sentía falta de aire, todo empeoró cuando los primos de mi exnovio se extasiaron por verme después de mucho tiempo.

—¡Emily! ¡Emily!, ¡qué gusto verte! —exclamó Lina, dándome palmaditas en los hombros.

—¡Qué maravilla! —agregó su hermano, que se llamaba Gabriel.

Entre sus gritos ingresé a la casa, guiando a mis invitados.

—¡Pasen, pasen! —oí a la mujer— Es un gusto también verlo, señor Anderson.

Los saludos poco a poco se fueron apagando mientras visualizaba cuánta gente había en la casa. Algunos de sus tíos me saludaron de lejos, por lo que me obligué a responderles el gesto; pero, la verdad, mis ojos sólo lo buscaban a él.

—¡Tía, Emily! —escuché de repente, desviando mi atención.

Sabrina corría hacia mí con los brazos extendidos. Mi corazón se detuvo un segundo y mi felicidad estalló cuando la niña se adhirió a mis piernas. De reojo vi que sus papás se apresuraron a visualizar que la chiquilla no se hubiera caído. Con una sonrisa de oreja a oreja, me hinqué para estar a la altura de mi sobrina. La niña se separó un poco, mirándome con una hermosa sonrisa.

—Hola, Sab. ¿Cómo estás?

Ella simplemente asintió, lanzándose a mi cuerpo para acogerme en sus pequeños brazos. Yo le correspondí el gesto, sumiéndome en su aroma infantil. Cuando alcé los ojos, vi que su madre se aproximaba con una sonrisa de oreja a oreja. Intenté levantarme para saludarla con estupendo ánimo, pero Sabrina alzó sus manos, insistiendo que la cargara, así que eso hice. Ahora pesaba mucho más, pero pude mantenerla lo suficiente hasta que su papá llegó con nosotras y la sostuvo para que yo pudiera abrazar a mi hermana. Me lancé hacia Lorraine, sonriendo hasta que las mejillas me dolieron; me sentí tan acogida, que no deseaba soltarla.

—Me da mucho gusto verte, hermanita —mencionó mientras yo me mecía en su cálido aroma.

—A mí también —respondí con sinceridad.

No me había percatado de cuánto la había echado de menos hasta que la vi. De repente, alguien más se unió al abrazo, envolviéndonos en sus finas extremidades.

—Yo también quiero amor —comentó Jennifer, recargando su cabeza en la mía.

Lancé algunas risitas. Después mi hermana mayor se separó y así pude abrazar a Jennifer de forma más personal. Su cuerpo no era tan robusto como el de Lorraine, pero, aun así, me calmaba bastante. No conversamos más allá de nuestro saludo, ya que las dos se dispusieron a darle su cariño a mi abuelo. De soslayo pude ver que él las recibió con una sonrisa, pero no me volteé a contemplarla porque mis ojos sólo querían encontrar a Peter.

Caminé un poco más dentro de la casa, sin embargo, no duré mucho sola porque Stella se abrió paso entre sus hermanos, cuñados y sobrinos para llegar hasta mí.

—¡Hola, Emily! —me saludó, dándome un abrazo rápido. No me esperé esta muestra de afecto de mi antigua suegra, así que no pude impedir que mi piel se erizara ante su contacto— A mi mamá le dará gusto verte —me dijo, separándose de mí y sonriéndome con entusiasmo. Sin dejarme responder, prosiguió—. Ven, te llevaré con ella.

Me guio con la abuela de mi exnovio, a la que no veía desde hace una eternidad. Por ser su cumpleaños y la matriarca de la casa, Paulina estaba rodeada de invitados. Stella se hizo paso a la cabecera de la mesa, haciendo que mis mejillas se calentaran por tantas molestias. Al final, llegamos con su madre que no me reconoció; Stella tuvo que decirle quién era.

—¡Emily! —estalló de alegría—, ¡qué bueno verte, linda! Tenía años que no te aparecías por aquí, qué malvado es Peter por no haberte traído en todo este tiempo.

Tuve que morderme la lengua para no reírme con nerviosismo.

—Es un gusto, Paulina —contesté.

Ella abrió los brazos, así que no me inhibí y la abracé con cariño.

—Él está en la cocina —me susurró al oído.

Las mejillas me ardieron tanto, que se me entumecieron. Después de que me separé de la cumpleañera, ella me guiñó el ojo; casi me carcajeé. Finalmente, me despedí, moviendo la mano y Paulina no me detuvo porque sabía que iría a buscar a su nieto.

A mis espaldas, Stella conversaba con sus hermanos, por lo que me escabullí rápidamente, intentando recordar dónde estaba la cocina en esta casa. No tardé en adivinarlo, por lo que me dirigí ahí lentamente mientras un nudo apretaba mi garganta. Cuando estuve a punto de llegar, me detuve por la falta de aire. ¿Maddie estará con él?, me cuestioné sintiéndome expuesta. La verdad no me puse a discutir conmigo misma para determinar si eso era posible, ya que me obligué abruptamente a caminar e ingresar al sitio. De inmediato me quedé helada por la vergüenza; Peter y su tío se encontraban preparando algún platillo, por lo que mi presencia los hizo alterarse. 

—Hola —dije con los pómulos como tomates.

Sus ojos verdes estupefactos reaccionaron rápidamente.

—Hola —contestó sin saber qué más añadir. Su tío regresó a sus deberes cuando mi mirada incómoda se posó sobre él. Al instante empecé a cuestionarme por qué había venido a buscarlo, mi entrada no pudo haber sido más estúpida—. Si quieres, espérame junto a la puerta del jardín; iré en cuanto termine aquí.

Torpemente asentí y me salí del horno que era la cocina. No tenía aliento, así que tuve que detenerme a respirar profundo y tratar de tranquilizar a mi inquieto corazón antes de acatar sus instrucciones. Cuando ya me hallaba más calmada, fui al umbral del jardín y lo esperé ahí.

En lugar de cuestionarme severamente mi comportamiento reciente, me dediqué a observar la colosal reunión. Mi abuelo cargaba a Sabrina mientras saludaba a la cumpleañera; y Doretta y Edwin charlaban con Lina y Gabriel, las personas que nos habían abierto la puerta. Mis ojos detectaron que mis amigos habían entrelazado sus manos y de inmediato intuí que la mujer lo había hecho para darle seguridad a Edwin, sonreí ante ese gesto. Qué bueno que ambos se hacían compañía porque, entre tanto ajetreo, yo había olvidado por unos segundos que ellos estaban aquí.

Cuando la mano de Peter se posó en mi hombro, salté por la sorpresa. Lo volteé a ver, intentando formar una sonrisa.

—Lo siento —se disculpó por asustarme—. ¿Quieres una limonada?

Me ofreció una de las latas que traía consigo.

—Claro —respondí, cogiendo el envase.

Abrí el recipiente y bebí un sorbo.

—Vamos afuera —mencionó, dándome paso al amplio jardín.

Salí, respirando el naranjo que se encontraba en la esquina de la casa y enamorándome de la brisa. Peter se colocó a mi lado y caminamos hasta al fondo del patio para sentarnos en la banca color marrón. Sé que mi comienzo en esta fiesta había estado lleno de tropiezos, pero, cuando por fin pude andar junto a él, ya no me sentí ansiosa.

Tomamos asiento sin que nuestros cuerpos se rozaran. Luego hubo un largo silencio en el que sólo bebíamos limonada, hasta que me animé a iniciar con la conversación.

—No vi a tu padre entre la gente —comenté inocentemente.

—No está aquí —contestó, agachando la cabeza—. Stella y Michael se están divorciando.

Mi cabeza se revolcó por la bomba. Sin embargo, rápidamente determiné que no me sorprendía; sus padres siempre habían tenido múltiples problemas.

—¿Y cómo te sientes al respecto? —pregunté, dejando mis opiniones a un lado.

Su perfil se relajó.

—Estoy bien —dijo y después suspiró—. Ojalá lo hubieran hecho cuando Harry y yo aún éramos niños, nuestras vidas habrían sido más fáciles.

Resoplé.

—Te diría algo como Los adultos y sus ideas raras, pero tú y yo ya somos adultos, así que no podemos quejarnos —agregué, dándole palmaditas en el hombro. 

Sonreí cuando lo escuché reírse. Me miró con una sonrisa simplona, dirigiendo su postura a mi dirección, lo cual hizo que el corazón se me acelerara.

—¿Y tú?, ¿qué tal las cosas con tu papá?

Desvié la vista.

—Él sigue sin hablarme y yo hago lo mismo —contesté sombríamente—. La verdad me da miedo, parece que para Jack y mi abuela es mejor fingir que no existo a aceptar la realidad —su mano sobre mi piel me reconfortó bastante, compartiéndome su calor—. En fin —lo observé, intentando sonreír—, no vale la pena hablar de ello.

Al final sí pude realizar una sonrisa verdadera. Él me soltó, electrizándome con su deslice, y me devolvió el gesto.

—¿Y por qué no vino Maddie? —pregunté, deseando cambiar de tema.

Peter casi se ríe.

—Porque terminamos hace dos meses —contestó.

Esa noticia sí me dejó con los ojos saltones, deteniendo mi pulso por un segundo. Mi mente se revolvió.

—¿Qué pasó? —exclamé casi gritando.

Peter alzó los hombros.

—Creo que los dos concluimos que ya no era emocionante —respondió como si nada.

Su contestación me enterró en la tierra. Aún no podía procesar lo sucedido cuando Doretta gritó mi nombre. Ambos la miramos, la chica corría hacia nosotros; y los primos de mi exnovio y Edwin caminaban atrás de ella, conteniendo sus risas por su arranque de euforia. Yo sonreí de oreja a oreja, de soslayo pude ver que Peter fruncía el ceño.

—¡Lina nos ha invitado al concierto de Muse mañana! —mi corazón vibró, excitando a todo mi cuerpo.

Me levanté de un salto.

—¡¿En serio?! —exclamé eufórica.

—¡Sí! —Doretta saltó, explotando de alegría.

—Los boletos eran para Abraham, su esposa y Nadia; pero ellos no pudieron venir este fin de semana, así que nos dijeron que podíamos invitar a otras personas. Todos los primos irán —explicó Lina al llegar.

—Es el Drones World Tour, no nos lo perderíamos por nada —añadió Peter, levantándose de su lugar. 

—Nos encantará ir —contesté en un hilo de voz, temblando de la emoción.

Todos sonreímos con éxtasis, listos para la aventura.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro