CAPÍTULO 32: COMO LA PRIMERA VEZ QUE TE VI

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Antes de partir, desayunamos con mi abuelo. Doretta y Edwin prepararon el almuerzo mientras se reían de sus chistes privados. Era extraño, me hallaba sumamente segura de que no notaban que parecían pareja. Me incomodaban un poco porque la situación era de mucha incertidumbre, ¿cuándo se darían cuenta?, ¿cómo reaccionarían ante los hechos? No saberlo me asfixiaba, ya que ahora yo estaría en medio de los dos y no deseaba estar en esa posición. Como verán, estos días me había puesto muy ansiosa, ni la visita a La última cena que habíamos hecho ayer me tranquilizó del todo.

—¡Sí! —exclamó mi amiga, moviendo toda la mesa y sacándome del mundo rojo—, por fin pude enviar mi solicitud de trabajo para la revista —comentó.

Eso aumentó mis nervios. Doretta se había postulado para ser la nueva fotógrafa de una revista europea y esperaba que le dieran la sede italiana; realmente rogaba que le dieran el puesto, siempre velaría por su felicidad.

—¡Eso es genial! —añadió Edwin con su gutural voz— ¿Cuándo te darán los resultados?

—En algunas semanas, espero —contestó la mujer.

Tuve que respirar hondo para calmarme. Me estaba adelantando mucho en el futuro, debía disfrutar lo que sucedería hoy: Iríamos a comprarle regalos a Sam, el sobrino de Edwin.

Terminamos de desayunar, lavé los platos y William los secó. Después mi abuelo se fue a su clase de pintura y nosotros nos dirigimos al centro. Por unos minutos estuvimos deambulando entre las tiendas para turistas, pero después Doretta propuso entrar a un establecimiento grande en la esquina de la cuadra, así que le hicimos caso.

De inmediato, las postales llamaron mi atención por sus colores chillones y textura. Por otro lado, como era de esperarse, mis amigos se apartaron para ir al fondo de la tienda, parloteando quién sabe de qué. Suspiré, tendría que acostumbrarme a que se encerraran en su burbuja. Después moví la cabeza para no darle importancia y me aventuré en la sección de llaveros para distraerme, pero, aun así, la roca en el estómago no desaparecía.

—Este le va a gustar más —habló un hombre en inglés; sin embargo, eso no fue lo que me apanicó (estábamos en una tienda para turistas, así que era lo de menos), sino que aquella voz profunda y gruesa me pareció sumamente familiar.

—No, no, está muy feo —le contestó una mujer—. Tú sabes que el tío Giorgio me cae mal, pero tampoco le vamos a comprar algo horrible.

Mis ojos saltones y miedosos buscaron el origen de las voces, dándome cuenta de que los dueños se encontraban de espaldas en el otro estante frente a mí. Por muchos años, estas personas fueron mi familia política no oficial, así que no me costó trabajo reconocer la silueta de Harry Bennet y Nicolle Fellon, discutiendo por qué llavero era el más bonito. Mi corazón comenzó a latir tan rápido, que me costó trabajo respirar. No deseaba que me vieran, me negaba a convivir porque el recuerdo de él me aplastaría. ¿Y si Peter está aquí?, me atacó la ansiedad. El cuarto comenzó a hacerse más pequeño, asfixiándome de pavor. No, cálmate, dije, Él está en Nueva York, lejos de ti, pero eso no detuvo al pánico.

Lo mejor sería que esperara afuera, no intercambiaría palabra alguna con la familia del exnovio a quien había lastimado decenas de veces. No obstante, mis piernas se descontrolaron, guiándome en reversa sin quitarles la mirada a Harry y Nicolle de encima.

Sólo escuchaba lejanos murmullos cuando, de repente, un golpe. Mi cuerpo entero se deshizo de la torpeza, despertando a mis sentidos. Había chocado contra alguien a mis espaldas. Giré para disculparme y huir de la tienda, pero no pude mover la boca en el momento que sus ojos verdes se posaron sobre los míos.

Peter tenía la boca media abierta, mi imagen también le había cortado las palabras. Su mirada sobresaltaba, observándome con estupefacción. Mis mejillas se calentaron y las suyas se tornaron rojas. Casi caí al suelo por el desconcierto, pero su cálida y sudada mano me tomó del antebrazo para mantenerme en equilibrio.

—Cuidado —dijo con una voz que sólo reconocería en otra vida. Cuando ya estaba segura, me soltó—. Perdón por pegarte, no me di cuenta de que había alguien atrás.

Mi garganta estaba seca, no obstante, me obligué a contestar .

—No te disculpes, yo fui la que dio el golpe; me encontraba distraída.

—¿Peter, te gusta este? —preguntó Nicolle, volteando hacia nosotros, sin embargo, cerró la boca abruptamente. Me concentré en ella porque no deseaba perderme en el hombre que tenía junto a mí— ¡Emily! —exclamó con sorpresa, haciendo que Harry también girara—, ¡qué gusto! ¿Cómo has estado?

Era muy placentero lo firme que se sentía la presencia de mi exnovio junto a la mía, parecíamos titanes.

—Muy bien —contesté sin flaquear—, de maravilla — está bien, tal vez eso sólo lo dije para exagerar—. ¿Y ustedes?, ¿qué están haciendo aquí? —inquirí, intentando no ver a cada uno por mucho tiempo.

Esperaba que ignoraran mi sonrisa fingida. 

—Nuestra abuela cumplirá noventa años en unos días y toda la familia ha venido para celebrar —mencionó Nicolle.

Abrí la boca sorprendida.

—¡Fantástico! —observé a Peter con frialdad para mantener mi cordura— ¿Incluso tú viajaste de Nueva York hasta acá?

—Desde Londres —me corrigió—; regresé de Estados Unidos hace un mes, la pasantía se terminó.

Hace un mes..., repetí, Edwin sabía que él había vuelto y no me comentó nada al respecto, me esforcé en no fruncir los labios con disgusto.

—¡Hola! —saludó una mujer. Volví a concentrarme y observé a Doretta junto a mi amigo acercándose a nosotros. Él caminaba con reserva— Edwin me ha dicho que eres Peter — dijo, sonriendo de oreja a oreja—. Un gusto —estiró la mano—, me llamo Doretta.

De reojo pude ver que mi exnovio frunció el ceño mientras le estrechaba la palma.

—¿Doretta: la amiga de Emily de la infancia? —cuestionó entusiasmado.

El estómago se me había revuelto. Al mismo tiempo que contesté sí, mi amiga asintió con la cabeza.

—¡Guau! —Peter me sonrió de una manera encantadora— Sí que te has acoplado a Bérgamo.

—Yo soy Nicolle y él es Harry —intervino la prima de mi exnovio, saludando a Doretta; su hermano hizo lo mismo.

—Edwin, no esperaba verte aquí —agregó Harry, dándole una palmada a mi mejor amigo.

—Estoy de vacaciones —respondió él, nervioso, señalando con el pulgar a Doretta.

Agaché la cabeza, conteniendo mis ganas de gritar. Quería irme de aquí y esconderme en la cama hasta el fin de mis días.

—¡Espléndido! Pues los tres están invitados al cumpleaños de la abuela —la frase de Nicolle me hizo encajarle la mirada—. Lorraine y Jennifer irán: Ya sabes, siempre han sido como otras nietas para la familia —añadió la mujer, respondiéndole a mis ojos de desasosiego que se acercaban a la repugnancia—, al igual que tú. Últimamente la abuela le ha preguntado mucho a Peter sobre ti, así que le encantará verte.

De soslayo pude observar que mi exnovio se había tensado ante las palabras de su prima. Sin duda, mi presencia en esa fiesta nos incomodaría a ambos.

—¡Claro! —contestó Doretta de inmediato.

—Lo pensaremos —corté a mi amiga antes de que se emocionara, todos me observaron confundidos.

—Sí, piénsenlo —me secundó Peter. Cuando mi vista se posó en él, sus ojos me controlaron—; no están forzados a venir.

Fue muy fácil determinar que no nos quería ahí, lo cual era comprensible; yo tampoco me aceptaría con ese pasado de por medio.

Por otra parte, al tenerlo tan cerca de mí, recordé por qué había caído la primera vez y todas las veces que le siguieron: Su presencia influía mucho en mi cuerpo. Ahora no deseaba largarme, sino que quería contemplar esos ojos hasta que alguien me sacara del sueño... Sin embargo, el orgullo me salvó.

—Entendido, Bennet —contesté secamente—. Me alegró verte —dije con indiferencia. Luego volteé a ver a sus familiares— y también a ustedes. Nos vemos —alcé la mano para despedirme y, sin mirarlo una última vez, me seguí derecho para salir de la espantosa tienda.

Al estar afuera, no me detuve; sino que caminé y caminé para llegar al mar lejano y hundirme en él. ¿Saben lo horrible que es sentir completo control sobre tu vida, y que luego llegue el niñato de siempre y te mueva todo en tu interior otra vez? Después de Edwin pensé que jamás me volvería a suceder, pero aquí nos encontrábamos de nuevo: Cayendo en el mismo acantilado sin salida, lista para hundirme en la profundidad del idilio una vez más.

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