CAPÍTULO 7: NO DESEO RECORDARTE

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—¿Quieres que te lleve? —preguntó Jane—; por mí no hay problema, regresaría justo a tiempo para prepararme e ir a la cena.

Mi hermana asistiría a una reunión con sus amigos de la orquesta esta noche.

—No, tomaré el autobús y después caminaré —respondí secamente—; justo como los viejos tiempos, ¡yupi! —comenté con sarcasmo, fingiendo euforia; después volví a meter mis manos dentro de los bolsillos de mi abrigo.

Esta noche también era la fiesta de egresados. El evento ya había iniciado hace una hora, pero, como verán, me daba igual llegar tarde.

—Está bien —dijo Jane desde la sala. Aquí vienen sus palabras de siempre, pensé, conteniendo mis ganas de rodar los ojos—. Avísame si te empiezas a sentir mal.

No, no lo haré, me espeté para mis adentros, Tu noche no se estropeará por mi culpa. Si algo me sucede, tengo otro plan: Edwin. Él me prometió que estaría al pendiente de su móvil por si alguna... eventualidad se presentaba.

—Por supuesto —mentí, esbozando una sonrisa engañosa.

Giré para tomar mi bolso del perchero y las llaves de la mesa a un lado de la puerta. Luego las guardé en el compartimiento delantero del saco.

—¡Nos vemos! —me despedí, volteando otra vez hacia mi hermana.

Después me dirigí al umbral, giré el picaporte y salí de la casa, cerrando la puerta a mis espaldas. Sentí que mi espíritu flotó, experimentando nada más que esa sensación molesta y ácida en el pecho, a la cual ya me había acostumbrado. Ese fue mi estado hasta el momento que arribé al autobús y tomé asiento.

Luego me carcomieron los nervios. No estaba segura de si podría hacer esto sin perder el control. Junto a Edwin mi fobia social se reducía al mínimo, pero sin él estaba en problemas. Por otro lado, confiaba en las palabras de mi mejor amigo. Si te sientes mal, llámame e iré por ti de inmediato, me había dicho con un tono protector. Yo le había respondido que así sería.

Cuando descendí del camión y me encaminé a mi antigua secundaria, comencé a cuestionarme sobre mi atuendo: ¿Me había vestido adecuadamente para la ocasión? Llevaba puesto una blusa azul marino con unos jeans ajustados más claros. Además, calzaba unos tenis negros muy cómodos, y mi abrigo oscuro me cubría la espalda y el torso. Por otra parte, la bolsa que colgaba de mi hombro derecho era muy práctica. Qué más da, pensé, te sentirás incómoda de todas maneras.

Al estar frente a la gran estructura casi me caigo de rodillas. Una mezcla de recuerdos dolorosos con memorias llenas de luz atacó mi mente... y no sabía a cuáles aferrarme, ya que, si me apegaba a las buenas, el presente me aplastaba con todo su vigor. Por otra parte, ver al edificio en medio de la oscuridad, con luces tenues proviniendo de su interior, me daba muy mala espina. Le habría dado la espalda para nunca regresar, pero algo en mi cabeza sabía que eso no era posible. Por más que los fantasmas me ahogaran, toda mi alma anhelaba entrar en esas instalaciones.

Sin pensarlo más tiempo, con un andar osado, crucé el gran patio para ingresar a la estructura. Al atravesar el umbral, las luces, la música y las voces me señalaron el camino para ir al lugar donde se llevaba a cabo la reunión. Esto era a la izquierda; lo cual agradecí mucho porque, si mal no recordaba, la cafetería, el salón de Jones y las antiguas taquillas de mis amigos, de mi exnovio y la mía se hallaban a la derecha.

Le hice caso omiso a la penumbra llena de espectros y me dirigí rápidamente al gimnasio. Con cada paso que daba, mi estómago sentía al nerviosismo masticarlo con sus filosos dientes. La seguridad, que había reflejado antes, desapareció; ahora lo sustituía la carne erizada de mi espalda y el tambaleo de mis piernas. Cuando llegué al último y largo pasillo —antes de girar a la derecha para arribar al gimnasio—, me petrifiqué. Algunas personas estaban charlando en el corredor —antiguos compañeros, supuse—; y aunque a ninguno lo reconocí —ya que en ese instante la niebla tapaba a las memorias del pasado, impidiéndome que recordara algo coherente—, me sentí abrumada. Algunos me vieron por el rabillo del ojo, dándome una repasada; otros ni siquiera se giraron a mirarme; y los últimos me observaron con atención, abriendo mucho los ojos. Sin embargo, admito que los tres grupos de personas me incomodaron.

Al dar la última vuelta hacia la derecha para ingresar a la fiesta, noté que evidentemente se me había hecho un nudo en la garganta, mi corazón estaba a nada de salirse de mi pecho y sentía el pulso en mi estómago. Di unos cuantos pasos hacia delante para cruzar el umbral, inspeccionando el sitio con cuidado. Había luces de colores chillones alumbrando todo el gimnasio, el cual me pareció más grande de lo que recordaba. Alrededor se encontraban múltiples mesas y en medio estaba la pista de baile. Una canción, que no identifiqué, zumbaba en los muros del lugar. Finalmente, un cartel enorme se hallaba colgado al fondo del salón; con letras gigantescas se podía leer ¡Bienvenida, generación 2008!

Unas carcajadas muy estruendosas, que provenían de la izquierda, llamaron mi atención al instante. Mis ojos se dirigieron a ese borde con curiosidad. Les juro que, a pesar de la ruidosa música, pude escuchar el estallido de mi corazón. Una mezcla entre miedo, ira y coraje se adueñó de mi pecho. Un conjunto reducido de siete personas se reía: cuatro hombres y tres mujeres. No obstante, lo que hizo que mi sangre se helara fue ver a Dayron Blair y a Alison Blake entre los integrantes de ese grupo. Christopher estaba con ellos, pero Hayley no. ¡¿Por qué los invitaron?! ¡Ellos no tenían derecho...!, no cuando le hicieron tanto daño a la gente reunida aquí, se quejaron mis voces interiores.

Ambos no me veían, sino que estaban muy concentrados en la plática de su alrededor; sin embargo, yo los analicé detenidamente..., uno por uno. Alison tenía el cabello corto, hasta los hombros, y más claro aunque seguía castaño. Su atuendo era un conjunto negro extravagante, se veía hermosa con él. Por el otro lado, Dayron iba de traje; su melena oscura estaba peinada con gel hacia atrás; y había unos cuantos anillos en sus dedos.

La mujer rio con gracia, tapándose la boca. En ese momento fue que miró hacia su izquierda y me encontró. Su rostro cambió a uno serio, en el que ni siquiera parpadeó. De repente, los otros seis miembros del grupo detuvieron sus carcajadas para ver por qué el ánimo de la reina se había permutado. En menos de cinco segundos, ya tenía los ojos de todos sobre mí. Dayron tenía la misma expresión severa que Alison: Me observaban con desprecio, como si yo fuera una mancha que nunca habían podido borrar.

Estaba segura de que en ese momento mi rostro era impenetrable, incluso algunos habrían dicho que mis ojos reflejaban brutalidad, pero la verdad es que estaba asustada. Esas miradas amenazadoras no se apartaban de mí y yo no podía alejarme de ahí, mis pies se hallaban clavados en el suelo. ¿Qué pensarán?, me cuestionaba, «Ah, ahí está la mujer que se atrevió a enfrentarnos, consiguiendo que nos expulsaran de la escuela. Ella misma juraba que tendría un futuro brillante, pero ahora he oído que la pobre se volvió loca». Y es cierto, Emily, juro que me susurraron las voces.

No sé qué iba a hacer, tal vez retrocedería o caminaría hacia ellos; sin embargo, nunca lo descubrí porque alguien me tocó el hombro, logrando que despertara de la impotencia. Volteé hacia el enfrente, encontrándome con Peter. Sus ojos proyectaban enojo, pero su cuerpo entero aparentaba tranquilidad. Hace tiempo que él y yo no estábamos tan cerca, así que tuve que contener el aire para no emanar un quejido de sorpresa.

—Nuestra mesa está por allá —dijo, señalando con su pulgar el sitio en su retaguardia—. Ven conmigo.

Luego me tomó de la espalda para que avanzara junto a él. Su palma en mi dorso provocó que se me erizara la piel y no supe por qué. Cuando se movió hacia mi izquierda, pude presenciar nuestro objetivo. Antes de partir, vi que dirigió su mirada hacia Alison y Dayron. Sólo fue por unos segundos, pero cuando volvió a voltearse, su semblante reflejaba furia. Mientras caminábamos, por el rabillo del ojo me percaté de que había apretado el mentón. Estaba molesto, lo sabía.

—¿Qué hacen ellos aquí? —espeté con desagrado, asegurándome que sólo él me escuchara— Los expulsaron, ¡no deberían haber venido!

—Lo sé —contestó duramente—. En cuanto los vimos, le cuestionamos a Hayley por qué los había invitado; respondió que ella no había tenido nada que ver con aquella decisión, fue por políticas de la escuela.

La ira me hirvió la sangre. Era claro que a la institución nunca le importó todo el miedo que muchos tuvimos que pasar a causa de ellos.

Peter y yo llegamos a la mesa donde estaban reunidos nuestros amigos, Daniel y Maddie. En una parte del sitio, Evelyn, Dylan y el prometido de la pelirroja charlaban, mientras que del otro lado, Jade y la novia de Peter hacían lo mismo efusivamente. El primer grupo se giró un segundo para saludarme, alzando la mano. Sin embargo, Maddie y la pelirroja no interrumpieron su emocionante plática para dirigirme tan siquiera una mirada.

Tomé asiento en la esquina de la mesa y, para mi sorpresa, Peter se sentó junto a mí. Esa acción me incomodó demasiado. Nuestros muslos a punto de rozarse, nuestras manos muy cercanas una de la otra y nuestros hombros tocándose ligeramente, me erizaron la piel. Incluso, por alguna razón extraña, la pelvis me hormigueó. Pasé saliva y cerré los ojos un momento para tranquilizarme. Él quiere a Maddie, Él quiere a Maddie, Él quiere a Maddie, repetí en mi cabeza para apaciguar las sensaciones. El corazón me latió más rápido, pero, por lo menos, la electricidad en la espalda y las mariposas en el estómago casi desaparecieron por completo. Mis palmas comenzaron a sudar, por lo que las restregué en mis jeans para deshacerme del líquido pegajoso.

Edwin te dijo que lo llamaras si ellos asistían a la fiesta, se prendió un foco rojo en mi memoria a pesar del huracán. No, me debatí, tú puedes sola con el asunto de Alison y Dayron. No le comentes nada; si lo haces, él vendrá en contra de sus propios deseos. ¿Vale la pena que comience una guerra entre Jade, Peter, Edwin y tú sólo porque tienes un poco de miedo? ¡Claro que no!, así que no abras el pico, concluí con severidad.

—Es increíble cómo ha volado el tiempo —habló mi exnovio, sacándome de mis pensamientos con su gutural y linda voz—. Hace unos años, caminar por estos corredores era nuestra vida —comentaba, observando la fiesta frente a nosotros. Ni siquiera me miró de reojo— y ahora...

Su frase quedó en el aire y no supe si fue porque temía decir la verdad.

—Y ahora —retomé por él. Al instante sentí su vista encima de mí, pero yo tenía la mirada puesta en la entrada del gimnasio— ya dejamos de ser niños —concluí, girando la cabeza para que nuestros ojos se encontraran.

—Sí, ya no somos niños —murmuró con una pizca de nostalgia.

Esa expresión me trajo a la mente nuestras viejas y reflexivas conversaciones, donde ambos parecíamos distantes sin admitir que extrañábamos la misma cosa.

—¿Recuerdas nuestros días aquí? —preguntó con un tono más animado.

Yo sonreí a punto de carcajearme.

—Sí, los recuerdo —respondí, haciendo una pausa—. Recuerdo que tú y yo íbamos de la mano a todas partes, y sentíamos que era el fin del mundo si nos separaban.

Estuve a nada de echarme a reír. Mi exnovio sonreía de oreja a oreja.

—¿Recuerdas cuando Jones nos regañó por besarnos el día que regresaste a la escuela? —Peter se hallaba al borde del carcajeo.

Sin embargo, yo no pude soportarlo más. Mis risas rompieron la música del evento. Por un segundo, hasta tuve que recargar mi cabeza en el hombro de mi exnovio para no caerme.

—Nos encantaba el drama —añadí entre carcajadas.

Peter también se estaba riendo.

—O cuando empezaron los entrenamientos... —agregó— Ay, qué escena montamos sólo porque no íbamos a poder estar juntos por unas semanas.

Soltó más carcajeos.

—Oye —me quejé en broma—, ¡cómo te atreves a burlarte de aquella vez! —continuaba riéndome. Alcé el dedo índice para reclamarle como una ebria—; yo en serio sufrí mucho por no verte.

—Yo también —comentó, intentando serenarse para darme a entender que era cierto.

Sin embargo, no pudimos contenernos y ambos volvimos a carcajearnos.

Romeo y Julieta —pronuncié—, sin duda merecíamos esos apodos.

Ante esa última oración, a los dos nos fue imposible no doblarnos de la risa. Azotamos las manos contra la mesa y nuestras ruidosas carcajadas atravesaron el salón entero. De seguro habíamos llamado la atención de unos cuantos, pero poco me importaba.

—¿Están divirtiéndose? —escuché a una voz lejana.

Mis oídos, inesperadamente, reconocieron a la portadora con rapidez. Una bomba de miedo e inquietud me aplastó, sosegando mi buen humor; se trataba de Hayley Weston. Peter también se detuvo y casi simultáneamente volteamos al otro extremo de la mesa. Jade, Maddie, Evelyn y Daniel nos observaban con extrañeza y confusión mientras que la mirada de Dylan estaba sobre la recién llegada. Al ver sus rostros, mi mente finalmente procesó todo lo anterior. ¿Qué fue eso?, me cuestioné, refiriéndome a mis repentinas bromas y risas que había compartido con mi exnovio hace unos segundos. De repente, me sentí sumamente incómoda; y esa sensación aumentó al tener los ojos de Hayley sobre mí. Edwin...

—Oh, al parecer el invitado de Emily no llegó —comentó la rubia, fijándose que faltaba mi mejor amigo.

Esa simple frase me heló la sangre.

—¿Su invitado? —cuestionó Jade.

Mi corazón se detuvo, pero sentí un poco de alivio cuando Dylan comenzó a reírse.

—¿Acaso tu misterioso novio iba a asistir, Anderson? —se burló mi amigo.

—¡¿Tu novio, Emily?! —dijo Evelyn exaltada.

—¡¿Por qué no vino?! —se quejó Jade— ¡Queremos conocerlo!

Mi vista se centró en Hayley, que tenía la boca media abierta sin saber qué añadir. Yo le lancé una mirada suplicante. Si ella contaba la verdad, en la mesa se desataría el caos.

—Sí... —mentí—, mi novio iba a venir, pero se le presentó un contratiempo y no pudo llegar.

—¡Sabía que tenías novio! —enunció Maddie con tono triunfante.

En ese momento sentí a las miradas curiosas de todos atravesar mi piel como si fueran alfileres. No obstante, los ojos inquisitivos de Peter detrás mío eran los que me estaban matando. Las luces naranjas apuntando mi rostro, las mentiras y la sensación de bochorno, que me había empezado a someter, me encerraban, provocando que el corazón se me acelerara, mi cuerpo desprendiera sudor y los nervios me carcomieran el estómago. Le imploré a Hayley que me ayudara.

—Qué lástima, Emily... —comenzó la rubia, captando mi señal de auxilio— Cuando me dijiste por teléfono que lo invitarías, sonabas muy emocionada.

—Lo sé —seguí—, pero no logré convencerlo de que asistiera aunque llegara un poco tarde.

Aparenté tristeza.

—Yo creo que, más bien, lo persuadiste de no venir porque no quieres que lo conozcamos —atacó Dylan tan socarrón como siempre.

—Apoyo esa idea —se le unió Evelyn.

Crucé los brazos.

—Es que me horroricé con tan siquiera pensar que mis bufones amigos lo conocieran —simulé repugnancia para bromear.

Evelyn y Dylan fingieron una indignación exagerada, haciéndome reír.

—Bueno —retomó Hayley—, sigan divirtiéndose —dijo y luego se retiró de nuestro lugar.

Dylan la vio marchar con suma atención.

—¿Es en serio? —replicó Evelyn después de golpear el hombro del hombre con fastidio.

Su queja hizo que él despegara la vista de Hayley para centrarse en su mejor amiga.

—¿Qué tiene de malo? —protestó Dylan.

—¡Hace ocho años que nos graduamos de la secundaria y tú sigues hipnotizado por ella! —exclamó Evelyn. Todos veíamos la discusión con rareza. ¿Desde cuándo mi amiga se enojaba con él por estas cosas?, siempre le había dado igual— ¡Por Dios, Dylan, ya déjala ir!

—¡Lo siento, Evelyn! —contestó él sorprendido por su reacción—, pero el primer amor siempre es difícil de olvidar.

Su última oración dejó a la rubia sin palabras. Ella simplemente se giró hacia delante y cruzó los brazos, emitiendo una expresión molesta. Algo inusual está ocurriendo aquí...

—¡Vamos, no te enojes! —intentó animarla— ¡Mejor hay que bailar!

Tomó su mano de la mesa y la arrastró hasta el centro del salón. Al principio mi amiga parecía aún enfadada, pero Dylan hizo algunos pasos graciosos, logrando que ella se riera; así ambos empezaron a danzar con peculiaridad. Poco después, Daniel y Jade también se levantaron a bailar. A diferencia de Evelyn y Dylan, ellos danzaban monótonamente mientras que mis amigos bailaban con expresividad, moviendo la cabeza, los brazos y la cadera. Sonreí ante esos extravagantes pasos; sabía que no les importaba, ni en lo más mínimo, hacer el ridículo.

Despegué mi vista de la escena cuando escuché que Peter se levantó de su lugar a mi lado, caminó en el trecho que estaba a mis espaldas y se sentó junto a Maddie. Una fuerte roca me golpeó el pecho, dejándome sin aire. Ella lo recibió con una sonrisa resplandeciente y él le correspondió con un beso. Aunque sentía cómo mi corazón se estaba pudriendo, dejándome una sensación amarga en la boca, no pude apartar mi mirada de los enamorados. Empezaron a charlar mientras coqueteaban y se reían por ello.


Todo comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Tenía que moverme de ahí o me hundiría en el suelo. Al fondo pude visualizar unas cuantas sillas, así que obligué a mis piernas a reaccionar. Cuando por fin estuve ahí, me dejé caer sobre un asiento vacío. Peter y Alison estaban unos lugares más allá. De soslayo vi que mi exnovio no se había percatado de mi presencia; y si lo hizo, me había ignorado por completo.


No estás en el 2008, es el 2014. No estás en el 2008, es el 2014, empecé a repetirme obsesivamente para deshacerme de los recuerdos que sólo deseaban ahogarme. El pulso se me había acelerado y comencé a marearme.


Las luces, la oscuridad, las personas, las chicas con sus bonitos atuendos, los chicos, los besos, la música, los bailes, el humo, el licor... No eres suficiente, Emily, se burlaba la voz, Jamás serás suficiente. Este no es tu mundo y ellos lo saben.


Me tapé los oídos con las palmas y cerré los ojos con fuerza. El corazón se me iba a salir por la garganta y mi cuerpo se había helado como la tez de un muerto. El 2008 es pasado y nunca regresará, respira. El 2008 es pasado y nunca regresará, respira.


... Tienes dieciocho años, ¿por qué no puedes actuar como tal? ¿Por qué cuando se trata de ti, todo debe ser tan formal? Eres una vergüenza. Tú no mereces ser como ellos, me atormentaba con severidad.


—Tienes veinticuatro, no dieciocho. Tienes veinticuatro, no dieciocho —empecé a murmurar en voz alta, moviendo mi cabeza hacia delante y hacia atrás para tratar de controlarme.

Claro que resultó inútil. Ja, puede ser que tengas veinticuatro, pero tu actitud es la misma que la de una niña de seis años, sentenciaron las voces. Abrí los ojos para pedir ayuda, ya que pronto todo dentro de mí se descontrolaría. Sin embargo, lo único que mi vista borrosa pudo distinguir fueron los rostros alegres de Evelyn y Dylan mientras bailaban, a Jade y Daniel abrazados en la pista, y a Peter y Maddie riendo de manera radiante. Intenté hablar, pero un nudo enorme me tapaba la garganta. No quería estropearles todo...


... Bien, Emily, podrías morir aquí y nadie lo notaría, me dije, Si te desvaneces como polvo junto a la pared, tardarían como unas horas en encontrarte fría e inmóvil.


Las lágrimas laceraban mis mejillas y por más intentos que realizaba para dejar de llorar, no podía detenerme. Eran sollozos de tortura, de enojo, de abandono, de derrota, de tristeza...


... Emily estudia. Emily es brillante en la escuela, pero es en lo único en lo que puede destacar, empezó la voz otra vez, ¿Tú crees que mereces divertirte? No, a pesar de que te mates estudiando, siempre serás el segundo lugar en todo lo que hagas. ¿Tú crees que mereces amor? ¿Tú crees que mereces un novio? No, Emily, no. Tú has hecho cosas horribles en el pasado, así que no mereces nada, ¡nada! Recuerda que tu mamá está muerta por tu culpa...


Amanda y Geneviève están muertas por tu culpa...

La imagen del Edwin adolescente se presentó ante mí. Ese rostro bello y jovial caminaba felizmente en medio de los cuerpos danzantes y los colores difusos para llegar conmigo y salvarme de este tormento, justo como lo había hecho cuando teníamos dieciocho años. No obstante, al parpadear, todo volvió a ponerse en su lugar. Edwin no estaba aquí, Peter no estaba aquí, Evelyn no estaba aquí, Dylan no estaba aquí, Jade no estaba aquí...

Huye. Con el llanto aún escurriendo por mis pómulos, mi mano derecha sacó el celular de mi bolsillo. Mis dos palmas se concentraron en la pantalla del móvil; los brazos no paraban de temblarme a pesar de que tenía puesto el abrigo, pero, aun así, pude escribir el mensaje.


Ellos están aquí. Necesito escapar de este infierno.


Esperé con el teléfono en la mano a que él contestara.


Tranquila, voy para allá.


Respiré profundo después de guardar el celular. Posteriormente, traté de pasar saliva antes de levantarme, sin embargo, el nudo en mi cuello me lo impidió. Una mano invisible me estaba aplastando la garganta poco a poco. Me puse de pie en un intento y me largué al baño para salir del sofocamiento que me estaba aniquilando. Caminé, fingiendo tranquilidad, hacia el sanitario. Lo que menos deseaba ahora es que la gente me cuestionara acerca de mis chillidos. Nunca lo entenderían, ya que ni yo misma lo he acabado de entender. ¿Por qué siempre me dan estos ataques cuando estoy en una reunión social?, pensé. Ingresé al baño abruptamente. Después me dirigí con velocidad al espejo. Al ver mi rostro demacrado por las lágrimas y el martirio, recargué mis palmas sobre el barandal del lavamanos para no caerme del agobio. Estaba desahuciada.

—¿Cuándo esto terminará? —le cuestioné a la mujer frente a mí. Mis gimoteos eran tan abrumantes, que sentí al fuego quemarme el pecho; dolía como una estaca clavada en el corazón— Sólo deseo ser normal... —le suplicaba a mi reflejo— ¡Derrota a los demonios asesinos! —moví los brazos con violencia—, ¡aleja a la confusión de la esquizofrenia! —azoté mi puño contra la barda—, ¡aplaca a las alucinaciones destructivas! —exigí—, silencia a las voces saboteadoras de mi cabeza —aflojé la mirada abatida. Unas cuantas lágrimas volvieron a escaparse de mis ojos— Sólo quiero amar y ser amada —hice una pausa para llenarme de coraje y pronunciar la verdad—. Estoy sedienta de amor...

Al terminar la oración escuché perfectamente que alguien estaba a punto de entrar al sanitario. Los nervios atacaron mi estómago. Tuve que actuar rápido para esconderme, ya que mi rostro aún estaba rojo e hinchado por el llanto. Me encerré en un cubículo, pasando el seguro. Luego, con premura, bajé la tapa del escusado y me senté sobre ella; doblé mis rodillas para que no vieran que alguien más se hallaba aquí. Con mi vista en el suelo pude comprobar que tres pares de tacones habían ingresado al baño. Detuvieron su andar donde yo supuse que debía encontrarse el gran espejo.

—Ja, tanto amor por Peter para que al final él la dejara por esa rubia —reconocí la voz ponzoñosa de Alison al instante.

Me abstuve de soltar aire porque supe de inmediato que, si lo hacía, emanaría sonidos de irritación, consiguiendo que me descubrieran. Admito que tenía curiosidad por saber hasta dónde llegaría su veneno.

—¿Por qué dices eso? —refutó Hayley— ¿Qué tal si fue ella quien lo dejó a él? ¿Qué tal si ahora ella también está viendo a alguien más?

Esas preguntas me revolvieron el estómago.

—¡Hayley, la mujer está loca! —contestó Alison. Sentí cómo la sangre hirvió dentro de mi pecho—, ¿quién podría amar a una mujer loca?

—Tal vez alguien que siempre lo ha hecho... —comenzó Hayley. Cierra la boca, Weston, no digas nada, rogué en silencio—, pero que jamás se lo ha dicho.

Cuando completó la oración, mi corazón dio un salto. ... pero que jamás se lo ha dicho, se repitieron las palabras de la rubia en mi mente como si se trataran de una sentencia.

—¿Acaso sabes algo, Hayley? —cuestionó una tercera voz.

Me costó trabajo determinar de quién se trataba, pero al final definí que era Raven: La chica que de vez en cuando se había juntado con la pandilla de bravucones.

—Emily aún se mantiene en contacto con Edwin Bridgerton —pronunció la rubia.

Mi cuerpo comenzó a temblar.

—¿Edwin?, ¿el que siempre estuvo enamorado de Jade? —quiso saber Raven.

—Sí, pero no vino a pesar de la invitación; y Emily no quería que su... grupo supiera que todavía se ven. ¿Eso no les parece sospechoso?

El hecho de que, mis sentimientos ocultos por mi mejor amigo se descubrieran, me puso muy inquieta. Las mariposas se estaban comiendo mi vientre y un escalofrío recorría salvajemente mi espalda.

—¿Edwin y Emily ahora están juntos, pero no quieren que Jade y Peter lo sepan?

Habían acertado en el punto débil. No sé cómo pude resistir el no desvanecerme en ese momento.

—¡Exacto! —afirmó Hayley.

—¡Qué escándalo!

—Yo no lo creo —intervino Alison—; ese niño raro siempre estuvo embobado con Johnson, y Emily, con Peter. Así que es imposible...

—Pero sabes perfectamente que, mientras Peter estuvo contigo, en el último año, hubo rumores afirmando que entre Emily y Edwin pasaba algo... —refutó la rubia— Incluso se besaron en tu fiesta.

El bochorno me quemaba las mejillas.

—¡Cierto! —concordó Raven— ¿Se imaginan lo que esta información podría hacerle a su grupo de amigos? Se pelearían a muerte...

Mi alma se congeló al escuchar su insinuación. Ellas no pueden... No... Sin duda nos destruirían, fue lo único que pudo armar mi mente en ese instante. El miedo me paralizó.

—¡No vamos a decirles! —defendió Hayley.

Esas palabras me aliviaron.

—¿Por qué no? —cuestionó Alison, causando que yo apretara los dientes— Si no es verdad, tan siquiera lograremos que Peter se desencariñe definitivamente de Anderson.

Cerré los puños con fuerza. En ese momento me dieron ganas de salir del cubículo y golpearle la cara.

—¡Alison, ya déjalo ir! —exclamó Hayley, consiguiendo que relajara los hombros.

Me había sorprendido. Weston jamás le había replicado algo a Alison mientras estudiábamos aquí.

—¿Qué dijiste? —preguntó la mujer con sequedad.

—Ya no estamos en secundaria —Hayley habló con claridad, su voz no titubeaba—, ya crecimos, así que deja de ver a Emily como tu némesis y a Peter como el premio que nunca pudiste obtener.

Dios mío...

—Discúlpame, Weston —se defendió—, pero sabes perfectamente que, desde el instante en que Anderson puso un pie en esta escuela, las cosas comenzaron a estropearse. ¡Todo lo que le ocurrió lo tiene muy bien merecido! —declaró con una seguridad inquebrantable— Ella se creía mejor que nosotros con sus calificaciones perfectas y su intento de buen libro, y mira, al final el karma fue una perra y la hizo pagar con la locura.

No sé por qué eso me debilitó más de lo que se merecía. Las lágrimas volvieron a acariciar mi rostro con sigilo y prudencia. Cuando las sentí avanzar por mis pómulos, me hice pequeña, abrazándome con dulzura.

—Si no sales ahora y las callas, te juro que voy a molerlas a golpes —gruñó Sophie.

Di un respingo al escuchar su voz. Giré hacia arriba y la encontré asomándose por el otro cubículo. De seguro estaba parada en el escusado. Me sorprendió verla aquí, aunque, pensándolo bien, recientemente se le había dado por aparecer cuando yo requería protección.

—¡Malditas víboras! —se quejó— ¡Quítate esas lágrimas de la cara y sal a enfrentarlas! —ordenó—, o yo lo haré por ti y te aseguro que el resultado no te gustará... —luego comenzó a reírse con estruendo, haciéndome sentir incómoda— Nos volverían a meter al manicomio por violencia brutal.

Decidí hacerle caso omiso a sus comentarios descabellados; sin embargo, me convencí que lo correcto sí era ponerlas en su lugar. Respiré profundo y lentamente bajé los pies al suelo. Cuando las plantas ya estaban asentadas en el piso —sin pensarlo mucho—, me levanté con convicción, y retrocedí un poco para jalar la palanca del baño y aparentar.

En el momento en que el agua corrió, el parloteo de las tres mujeres se disipó de inmediato. Ni siquiera oí que respiraran. Yo, por el otro lado, inhalé profundo y exhalé con disimulo, apretando los ojos para que el coraje endureciera mi corazón y mis extremidades. Después quité el seguro y abrí la puerta como lo haría normalmente. No les dediqué ni una mirada, sólo me limité a ir hacia el lavamanos y limpiarme las palmas. Sin embargo, por el rabillo del ojo presencié que estaban atónitas por mi inesperada aparición. Mi expresión reflejaba una dureza tan severa, que hace unos minutos creí imposible que yo me pudiera ver así.

—Deberían tener más cuidado al elegir los lugares en los que conspiran —hablé con rigidez—. Aquí las paredes son delgadas.

Ni siquiera abrieron la boca, lo cual me calmó; en ese momento no me sentía lo suficientemente fuerte como para discutir, mi rostro matón sólo era puro teatro. En medio del silencio, me dirigí a secarme las manos, deseando intensamente largarme del baño cuanto antes, huir de este ridículo evento y jamás volver a poner un pie en esta escuela. Después de que el aparato se calló y yo me disponía a finalmente salir del sanitario, la voz de Hayley me detuvo.

—A mí sí me gustó tu libro —añadió, haciendo que me parara en seco. Me giré lentamente hacia ellas. Aunque mi cuerpo estaba a la defensiva, mi mente se encontraba estupefacta por aquella oración—. Es increíble que, mientras a nosotras nos interesaba salir a fiestas, ser las más populares y perdíamos el tiempo embobadas con chicos, tú escribieras esa desgarradora historia.

Analicé los rostros de las tres, uno por uno. Hayley tenía una expresión dulce y de completa sinceridad, me resultó hasta amable. Raven estaba impresionada con las palabras de la rubia; y Alison observaba a Hayley con aburrimiento, evitando mi mirada. Guau, Hayley Weston, sin duda ya no eres esa joven tímida que seguía a la castaña a todos lados solamente porque tenía miedo, pensé con alegría.

—Gracias, Hayley —respondí amigablemente—. Pero no desprestigies de manera tan despiadada a tus años de adolescencia —hice una pausa—. Admito que a mí sí me hubiera gustado divertirme más en lugar de encerrarme en mi cuarto todo el día —la rubia esbozó una pequeña sonrisa—. Además —concluí, bajando la voz y acercándome un poco más a ella—, tú no fuiste la única que estuvo embobada con un adolescente.

Las dos nos sonreímos con calidez. En sus brillantes ojos pude ver al ser del que Dylan se había enamorado perdidamente. Detrás de esa máscara retorcida siempre estuvo esta hermosa mujer. Después de todo, resultó que mi amigo no tenía malos gustos. Sin agregar una palabra más, me retiré del baño concentrándome sólo en Hayley y en su centelleante belleza; Raven y Alison no merecían ser recordadas en mi memoria.

Cuando me encontré otra vez en la dominante oscuridad con sus luces nauseabundas y la música indescifrable, me apresuré a ir a la mesa donde había dejado mi bolso; esforzándome mucho porque las lágrimas no se escaparan de mis cuencas otra vez. No importaba si Edwin aún no había llegado, prefería esperarlo afuera de la escuela que en este infierno. Al arribar a mi asiento, mis amigos, Peter, Daniel y Maddie ya estaban reunidos otra vez. Sin darles explicaciones e ignorando mis sentimientos, tomé mi bolsa y me alejé precipitadamente de ahí. A pesar de las tonadas que hacían rebotar las paredes, pude escuchar sus voces de exclamación, pero no desaceleré el paso.

Cuando ya iba a la mitad del camino, una mano me tomó bruscamente por el hombro y me hizo voltear. Tuve que contener el aliento de nuevo, ya que para mí sorpresa se trataba de Peter. De seguro mi rostro expresó estupefacción, pero sólo fue por unos segundos porque después la melancolía me invadió.

—¿Qué sucede? —me cuestionó— ¿Por qué te vas?

—Sabemos que este dejó de ser mi lugar hace mucho tiempo —fue lo único que respondí, ya que luego me dispuse a continuar con mi fuga.

Tenía miedo de que me siguiera persiguiendo; sin embargo, algo dentro de mí sabía que, debido a mi última oración, él se había quedado estático, observándome marchar. Pero eso no me tranquilizó, ya que las voces de mis amigos se oían cada vez más cerca.

Fue tan rápido... Cuando estaba a punto de salir del gimnasio, vi claramente cómo mi mejor amigo tomó el brazo de una muje; poco después me percaté de que se trataba de Weston.

—¡Hayley! —exclamó Edwin.

Comencé a trotar para alcanzarlo y lograr protegerlo de las personas que venían detrás de mí.

—¡Edwin! —contestó ella atónita.

—¿Has visto a Emily...?

Jalé a mi amigo de la chaqueta, alejándolo abruptamente de la rubia. Sin mirar atrás, corrí por el pasillo para salir de este tormentoso edificio mientras agarraba con fuerza su mano. No quería soltarlo, ellos no debían ver a mi Edwin...; no podría con otro drama en mi vida, ya tenía bastante con mis propios problemas como para agregar más a la lista. Oí cuando sus pasos torpes se detuvieron en la entrada del gimnasio, pero decidí no prestarles atención. Pensé que continuarían persiguiéndonos hasta el final, no obstante, mis oídos escucharon algo mucho peor.

—¿Edwin? —cuestionó Jade.

Su tono fue de pavor absoluto. Esa pregunta me heló el corazón, paralizándome por un milisegundo; sin embargo, el miedo y mis lágrimas derramadas fueron mi motor para continuar con la misión: sacar a mi mejor amigo de este cementerio de recuerdos. No obstante, después se presentó otro obstáculo.

—¡Ey! —dijo Edwin, deteniendo la fuga—, ¿qué ocurre?

Él había quedado de espaldas a nuestros amigos, por suerte. Tenía el ceño fruncido y sus labios eran una línea recta. Por encima de su hombro pude visualizar que los cuatro observaban hacia acá con atención. Me apaniqué, soltando más sollozos. Miré a Edwin otra vez, preocupada. Él, al notar mi llanto, frunció más el ceño, pero su rostro se suavizó. Lo abracé con ímpetu. Mi mejor amigo me correspondió el gesto, sosteniéndome en sus fuertes brazos. Yo me hundí en su pecho, notando que su corazón latía violentamente. Su aroma a nicotina me meció como una dulce canción de cuna.

—Si volteas ahora, ellos te verán —gemí, aún temblando.

—No importa si así logro sacarte de aquí —murmuró, acariciándome con delicadeza la mejilla izquierda. El calor invadió mi cara y los labios me empezaron a hormiguear. La garganta me raspó molestamente, ya que anhelaba que nuestras lenguas se tocaran—. Salgamos de aquí —concluyó en voz baja, entrelazando nuestras manos con calidez.

Sus dedos, que normalmente eran fríos como el hielo, ahora estaban ardiendo. Comenzamos a andar hacia el final del corredor para salir del edificio. La tranquilidad apaciguó mi inquietante corazón cuando realmente sentí que él estaba caminando junto a mí.

—¿Hayley, viste quién era? —oí que cuestionó Evelyn a lo lejos.

—¿Cómo era, Hayley? —interrogó Jade, agitada— ¿Era Edwin Bridgerton?

Esa pregunta me volvió a turbar. Mi pulso se aceleró y la piel se me tornó de gallina. Edwin me dio un apretón para ratificarme que no había nada qué temer.

—Sí lo vi —empezó Hayley—, pero les aseguro que no se parecía en nada a su amigo —esa fue la última oración que escuché antes de dar la vuelta en el siguiente pasillo.


—¡No puedo creer que me sigan dando ataques por estar en una fiesta! —me quejé, moviéndome de un lado al otro.

Edwin y yo estábamos en la sala de mi departamento, acabábamos de llegar de aquella reunión espantosa de exalumnos y la ira me asfixiaba. ¡¿Por qué siempre me ponía a chillar cuando me encontraba entre tanta gente divirtiéndose?!

Por otro lado, de camino a mi hogar había tenido que enviarles un mensaje a mis amigos para que no sospecharan nada o armaran un escándalo con mi hermana por mi salida repentina de la fiesta. Estoy bien, no se preocupen, había escrito, Mi novio me recogió de la reunión y me llevará a casa. Les pido que, por favor, no le comenten nada de esto a Jane; yo misma se lo diré. Sé que había mentido —Edwin no era mi novio y no planeaba contarle a Jane sobre lo que ocurrió esta noche—, pero sólo así podía conseguir que me dejaran en paz.

—Emily, estuviste en un lugar donde la mayoría de las personas te incomodaban; es obvio que entres en crisis por ello, así que no seas tan dura contigo —agregó mi mejor amigo a la conversación.

Él se hallaba de pie, pero recargado en el sillón, observándome andar de un lado al otro. Sus palabras no tranquilizaron a la furia que quería destruirme.

—¡Es que ellos ahí —continué reprochando—, Maddie y Peter, los comentarios de Alison...!

—¿Maddie y Peter? —interrumpió. Me detuve abruptamente, dándome cuenta de que lo había arruinado. ¡Felicidades, Emily!, me grité con sarcasmo, ¡has abierto el pico! Un nudo cerró mi garganta y el corazón me palpitaba fuertemente. Miré a Edwin con miedo. Él me veía extrañado, frunciendo el ceño y con los brazos cruzados. Abrí la boca para brindarle explicaciones, pero ni una simple sílaba emanó de ella. No sabía cómo comenzar...— ¿Quién es Maddie, Emily? —me invitó a que prosiguiera.

Intenté no concentrarme en mis latidos cardíacos para responderle.

—Es la novia de Peter, salen desde hace seis meses —comenté con blandura.

—¿Qué...?

Edwin abrió los ojos con estupefacción, abandonando su postura rígida.

—No te lo había dicho porque eso daría pie a que habláramos de... —no terminé la oración, estaba asustada.

—De Jade —espetó— y su compromiso con ese tal Daniel.

Esa respuesta suya casi hace que me desvanezca. Las rodillas estuvieron a punto de fallarme, y abrí la boca y los ojos atónita. ¡¿Cómo demonios sabe eso?!, todo mi cuerpo se puso alerta.

—¿Qué mierda, Edwin...? —comencé a cuestionar.

—Lo sé desde hace meses, Jade me lo dijo —agregó.

Los nervios devoraban mis órganos. ¡Exigía una explicación ahora!

—¡¿Qué?! —repliqué casi gritando.

Mi amigo suspiró, agachando la cabeza. Yo sólo deseaba abalanzarme sobre él y sacudirlo hasta que me contestara. Después volvió a clavar sus ojos en mí, su mirada brillaba con tristeza a pesar de la luz de la sala.

—Creo que es tiempo de contarte lo que sucedió hace tres años —soltó y mis pulmones dejaron de recibir aire—. Ven —me pidió, extendiendo la mano hacia mí.

Yo se la tomé dubitativa y cautelosa. Él me llevó al sillón y ambos nos sentamos frente al televisor. Vi por un instante hacia las ventanas, Londres estaba sumergido en una oscuridad absoluta y había dejado de hacer ruido para dejarme escuchar esta revelación. Giré otra vez hacia Edwin. Mi amigo tenía la mirada en el piso y jugueteaba con sus manos inquieto. Yo le di un apretón, consiguiendo que sus dedos se calmaran. Él me observó con mucha melancolía.

—Puedes comenzar, te escucho —lo incité, hablando en un tono suave.

—Sólo prométeme que no me odiarás cuando lo sepas todo —me suplicó.

—Claro que no —le respondí con dulzura—, jamás podría odiarte.

Él tomó aire y después exhaló notoriamente.

—Bueno... —hizo una pausa— Durante los primeros meses del 2010, Jade y yo relativamente estábamos bien..., hasta que ella se molestó porque en casi dos años no nos habíamos visto tanto como le habría gustado. Yo estaba en Cambridge y Jade se encontraba aquí, en Londres; en serio me esforzaba mucho por irla a ver los fines de semana y ella hacía lo mismo, pero eso nunca fue suficiente —mis latidos se aceleraron—. Poco a poco, comenzó a ser más cortante conmigo en los mensajes de texto... Cuando le proponía hablar por teléfono, ella contestaba con una negativa, diciéndome que estaba ocupada. Al principio pensé que realmente sí era por el colegio, pero el hecho de que se estuviera alejando cada vez de mí, me aterraba. Un fin de semana decidí venir aquí para sorprenderla..., pero el sorprendido fui yo —su sarcasmo e ira me hizo tener un mal presentimiento. Estaba muy nerviosa—. Resulta que Jade llevaba engañándome tres meses con un compañero suyo. A ambos los encontré besándose en el campus de la universidad —mi corazón se detuvo por un segundo y entorné mucho los ojos. No puedo creerlo...—. Después de discutirlo todo el fin de semana, en la que ella lloraba arrepentida, pidiéndome una segunda oportunidad y asegurándome que entre Charlie y ella todo había terminado, decidí no cortar la relación... aunque debí haberlo hecho —escuchar su severidad hizo que tragara saliva preocupada—. Todo ese año sólo fueron puras peleas entre los dos, la confianza se había roto. No podía evitar cabrearme cuando me enteraba que salía con sus amigos; y ella siempre intentaba averiguar con quién estaba, enfureciéndose al saber que me encontraba con mis amigas. Nuestra relación se volvió muy tóxica, Emily. Por mi parte, yo descuidé mucho los estudios porque, cada fin de semana, ella iba a verme o yo venía para acá. Pero no viajábamos por amor, sólo por control y posesión. Admito que nuestra vida sexual estaba mejor que nunca, pero los celos y las discusiones lograban eclipsar todo lo demás. Estaba abatido, amarla era desgastante —escuchar que una de las más tiernas parejas, que mis ojos habían visto nacer, se hubiera podrido así, me causó mucha tristeza. 

—En cuanto a Dylan y Evelyn, decidimos no meterlos en esto para que no tomaran partido sobre la situación; no queríamos fracturar a lo que quedaba del grupo sólo por nuestros conflictos de pareja... Así que por eso yo recurría, constantemente, a los consejos de Lena —al escuchar ese nombre me puse a la defensiva—. Ella intentó ayudarme, en serio, pero la verdad no se podía hacer mucho por nosotros... Lo único que sostenía a esa relación putrefacta era el sexo y el cariño por el pasado que nunca volvería. Un día, después de tener una larga pelea con Jade por teléfono, me reuní con los amigos que ya conoces y Lena. No sé qué me ocurrió esa noche, pero al quedarme platicando solo con ella, realmente me sentí en paz. Ya no había quejas ni discusiones, sólo calma y sus bonitos ojos clavados en los míos —no me gustaba hacia dónde iba esto—. Fue entonces que la besé —tuve que reprimir un grito—. Sólo fue un segundo de debilidad; después me percaté de lo que estaba haciendo y me separé de ella, pero Lena volvió a juntar sus labios con los míos y siguió. A partir de ahí, ya no escuché a la razón y dejé que la noche pasara mientras ella y yo hacíamos el amor sin condiciones —apreté los párpados un segundo, intentado procesar esa información—. Sé que estaba mal —su voz me hizo abrir los ojos, sin saber exactamente cómo me sentía—, pero experimentaba tanta tranquilidad al estar con ella, que no pude dejarla en los meses siguientes. Me negué a ver a Jade después, poniendo de excusa el fin del semestre. Cuando llegó el verano, antes de comenzar el último año de la carrera, Jade y yo tuvimos una discusión brutal, donde nos echamos en cara todo lo malo que habíamos hecho antes. Ahí fue cuando no pude más y exploté: Le conté mi amorío con Lena sólo para lastimarla más porque estaba enfurecido —sentía el corazón en la garganta—. Esa noche, después de una pelea extenuante, rompimos y yo decidí irme de Inglaterra sin pensarlo dos veces. Lo necesitaba, Emily, ya estaba harto del drama —no sé por qué esta parte de la historia me pareció totalmente racional—. Así que Lena y yo huimos juntos a España.

Escuchar eso no me agradó en lo absoluto.

—¿Jade supo que te fuiste con ella?

—Sí —contestó y eso me sorprendió—. A ella fue a la única que le respondí la llamada cuando desaparecí. Jade quería asegurarse de que estuviera bien y yo le contesté que sí, pero que no me volvería a ver por un tiempo. Supo que me había ido con Lena, no porque se lo dijera, sino porque ella lo intuyó y me preguntó, y yo no quise mentirle más.

—Guau... Entonces Jade sí supo adónde te fuiste, pero no se lo mencionó a nadie.

—Como dije antes, no deseábamos involucrar a los demás —respondió—. Lena y yo estuvimos todo el verano en España, hasta que ella insistió en regresar porque las clases estaban a punto de comenzar. Yo le dije que no regresaría, que cambiaría mi programa de estudios por uno en línea. Prefería acabar la carrera por internet, y viajar con el dinero que los empleos temporales me brindaban, que retornar a Inglaterra. Lena regresó, pero yo seguí con mi plan. Ella y yo nos mantuvimos en contacto todo ese año, como si mantuviéramos una especie de relación a distancia. Ella me prometió que me alcanzaría y viajaríamos juntos cuando saliera del colegio. Con esa motivación estuvimos bien, aunque admito que a veces no podía dejar de pensar en Jade y en lo que le había hecho... Llegué a Francia cuando Lena y yo ya nos habíamos graduado, a finales de septiembre del 2012. Esperaba que ella me alcanzara en Burdeos...

No me di cuenta de lo que significaban sus últimas dos oraciones porque estaba impaciente por saber si su amiga se había ido con él.

—¿Y lo hizo? —pregunté inquisitivamente.

—No.

—¿Por qué? —seguí con mi interrogatorio, sumamente sumergida en la historia.

—Por ti.

Esa respuesta me dio un puñetazo en la cara, no me lo esperaba. Abrí la boca sin entender muy bien a qué se refería, hasta que lo recordé. ¿Dónde estabas a finales de septiembre del 2012, Emily? Así es, en la misma ciudad que tu amigo, en Burdeos

—Cuando le dije a Lena que te había visto por casualidad en la calle y que no podíamos irnos de la ciudad hasta que yo no te hallara, no le pareció. Por alguna razón, con cada mensaje que le escribía sobre ti y mi obsesión por encontrarte, a ella le agradaba menos la idea de venir conmigo; hasta que me dijo que no iría a Francia y que sería mejor sólo ser amigos —lo miré con impresión y extrañeza. ¿Perdió también a Lena sólo por su contienda de hallarme? ¡Qué disparate!—. Hablamos durante los siguientes meses, pero después perdimos contacto.

—Entonces, como bien dijeron tus amigos, ya no saben nada sobre ella —comenté.

—No, ya no.

Esa noticia no causó ningún efecto en mí.

—¿Y qué sucedió después? —indagué, sabiendo que ese no era el final de la información que me había estado ocultando.

—Lo que ya sabes: Descubrí que te habían internado en un psiquiátrico, investigué en cuál y comenzamos a escribirnos las cartas —hizo una pausa—. Sin embargo, cuando saliste...

—¿Sí? —cuestioné, alzando las cejas.

—Emily, tu enfermera sí me dio el papel con el número de tu hermana, pero Jade me dijo que no te llamara, que me mantuviera lejos de ti porque ahora estabas inestable y yo en tu vida podría causarte más confusión; decidí hacerle caso...

La cabeza me dio vueltas.

—¿Qué? —objeté.

—Al saber que te habían dado de alta, luché contra todo en mi interior y le llamé a Jade, esperando que ella supiera sobre ti, ya que tú me habías contado en tus cartas que te habías reencontrado con ella. Le hablé acerca de que te había visto en Burdeos y sobre nuestra correspondencia para darle a entender que en serio quería hallarte, pero ella me respondió que te dejara ir, que ahora tú no estabas lista para lidiar con dramas. Y, Emily, le hice caso...; lo siento mucho, creí que sería mejor mantenerme alejado, por eso nunca contacté a tu hermana.

La ira me enrojeció el rostro. ¡Jade!, bramaba mi interior, ¡Maldita Jade!

—¡¿Cómo pudo...?! —empecé, poniéndome de pie; pero la furia no me dejó terminar— ¡Se hizo la sorprendida cuando les conté sobre nuestro encuentro en Burdeos y las cartas, pero ella ya lo sabía todo! ¡Qué maldita! ¡Cómo se atreve a decidir por mí!, ¡cómo se atreve a decidir a quiénes necesito en mi vida y a quiénes no! ¡No tenía ningún derecho a separarte de mí! —bufé cabreada.

—¡Sé que no debí escucharla! —exclamó Edwin, también levantándose— Pero, Emily, pensé que te encontrabas de maravilla, no quería arruinar eso con mi retorno. Cada vez que hablábamos por teléfono, ella respondía que cada día estabas mejor. Eso fue lo que me dijo una semana antes de que tú y yo nos viéramos en la salida del Programa...

Exploté.

—¡Pues claramente era una mentira!

El enojo me envenenaba el pecho. No podía creer que Jade, llamándose a sí misma mi amiga, hubiera inventado todo esto para mantener a Edwin lejos de mí.

—Tenemos que decirles a Dylan y Evelyn que has vuelto —solté agitada—, ¡ellos merecen saber la verdad! ¡Jade no puede manipular la información a su antojo sólo porque sigue enojada contigo!

—Emily...

—Como bien lo dijiste, esto era entre tú y ella. ¿Es justo que pierdas la amistad de Evelyn y Dylan sólo porque Jade no quiere que sean tus amigos? —él iba a refutar otra vez, pero lo detuve— ¡¿No te das cuenta?! ¡Todo este tiempo te ha estado mintiendo para que no regreses al grupo!, porque ella sabe bien que, si tú y yo volvemos a ser amigos, tarde o temprano retornarás con los demás —hice una pausa—. Lo que hiciste estuvo mal, Edwin, lo sé; pero no te convenzas de que tú eres el villano de la historia porque ella también te engañó. Los dos lo arruinaron, los dos se destruyeron; sin embargo, ¡eso está en el maldito pasado! ¡Ella ya avanzó con su vida!, digo, va a casarse; así que debería dejar sus rencores a un lado y permitirte estar con tus amigos.

Una sonrisa curvó sus labios; esta se encontraba llena de picardía, la cual me desorientó por la furia que le había dado intensidad a mi discurso.

—Realmente Anderson apuesta todo por mí, ¿eh? —añadió socarronamente.

—Sólo expreso mi opinión, así que déjate de bromas que esto es serio —ataqué.

—Lo sé —concordó con severidad—. Y te prometo que les contaremos a Dylan y Evelyn la verdad, ya que sí quiero recuperarlos, pero dame tiempo; aún no estoy listo, he estado fuera de sus vidas por mucho tiempo y temo profundamente sentirme como un extraño si regreso.

Esas palabras me relajaron.

—Te entiendo —dije, bajándole a mi tono—, yo siempre experimento lo que dices cuando estoy con ellos.

—¿Cómo has tomado lo de Bennet y su nueva novia? —preguntó amablemente, volviéndose a sentar en el sillón.

Exhalé con cansancio, copiando sus movimientos.

—Yo ya no sé quién es, Edwin —admití—. Cada vez que lo veo, no lo reconozco. Es como si mi exnovio estuviera muerto y ahora su suplente fuera un completo desconocido para mí. Maddie es muy linda, me agrada. Ellos dos se ven muy felices..., pero ese factor es otra razón para sentirme fuera de lugar cuando estoy con el grupo.

—Entiendo...

Un silencio se extendió entre nosotros, ambos teníamos la vista en el suelo. Esto había sido demasiado. No obstante, lo que menos me molestaba eran las infidelidades de Jade y Edwin, ya que toda mi energía estaba concentrada en los engaños de la pelirroja hacia mis amigos y hacia mí. Jamás la había creído capaz de algo así... Lo había hecho sólo por venganza o qué sé yo.

—Guau, entonces realmente tú y yo ya no pertenecemos a ese grupo —resumí, dándome cuenta de que todo estaba roto.

—No —respondió Edwin, clavándome la mirada—, pero eso no me interesa si te tengo a ti.

Su comentario me animó, logrando que sonriera. Alcé la cabeza y nuestros ojos se encontraron. Su vista color azabache brillaba con ternura. Ya no estás sola, Em, me murmuré, usando un tono como la miel, Después de dos años extenuantes, luchando con tu enfermedad, tus familiares, tu exnovio y tus amigos, en donde estuviste completamente aislada, este hermoso ser que tienes frente a ti ha llegado para acompañarte

—¿Sabes?, desearía haberme puesto de pie, durante esa reunión catastrófica, y simplemente ir a bailar sin tomarle importancia al pasado o al presente —confesé con añoranza.

Desearía ser normal.

—Pues hay que hacerlo ahora —agregó, levantándose del sillón por segunda vez; no obstante, en esta ocasión lo hizo con calma. Me extendió la mano—: de pie.

Sin pensarlo mucho, tomé su palma y me levanté. La magia me mecía, bloqueando la parte que constantemente me cuestionaba si esto estaba bien o mal. Delicadamente, colocó sus dedos en mi cintura, poniéndose detrás de mí. Esas pequeñas caricias me cortaron la respiración y erizaron mi piel. Me giré hacia él sin deshacerme del hormigueo que se hacía paso entre mis piernas. No me vio, pero, con una sonrisa en su rostro, tecleó algo en su celular. Después una tonada comenzó a sonar. Tardé un poco en reconocerla, sin embargo, de repente, el nombre se estampó en mi memoria.

—Me encanta esta canción y en serio me gustaría bailarla contigo —añadió cuando todavía no empezaba la letra, alzando las cejas mientras continuaba sonriendo.

En el momento en que Ryan Tedder comenzó a cantar, Edwin se acercó a mí, me tomó de la cintura y entrelazó su otra mano con la mía. Yo coloqué mi palma libre en su hombro suavemente. Así nos quedamos unos segundos, mirándonos a los ojos.

Al inicio del pre-coro, iniciamos con el baile. Danzábamos rápido, dando saltos al ritmo de If I Lose Myself. Nuestros pies iban hacia adelante y hacia atrás mientras las risas nos hacían caer en los brazos del otro. Cuando llegamos al éxtasis y se escuchó Take us down and we keep trying. Forty thousand feet keep flying1 repetitivamente, Edwin se encontraba a mis espaldas. Ambos brincábamos con las manos alzadas, como si quisiéramos alcanzar desesperadamente el techo. Me sentía invencible, plenamente feliz.

En las últimas notas, estallé en una carcajada, recargando mi nuca en el hombro de mi mejor amigo. Edwin me abrazó, entrelazando sus dedos en mi abdomen; las mariposas revolotearon en mi estómago con agresión. En otras circunstancias me habría alejado, sin embargo, esta vez reposé sobre su cuerpo sin temerle a lo indebido. Cuando él me apartó el cabello de la oreja —erizando mi garganta con sus manos— y me besó el cuello, no me inmuté, sino que simplemente cerré los ojos para disfrutar cómo la electricidad despedazaba mi pelvis.


1 OneRepublic. (2013). If I Lose Myself [canción]. En Native. Mosley Music/Interscope Records.

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