Capítulo IX

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

130 estrellitas y 30 comentarios para actualización de la historia⭐

🗓️ 20 de marzo de 2025
📍 Australia (Sidney)

-¿Puedes explicarme qué diablos he escuchado?- notoria y justificadamente alterado, Charles dió un paso más hacia delante, acercándose a mí con una expresión difícil de descifrar en su rostro.

Mis ojos, inmediatamente, se dirigieron a mi hija, la cual me estaba mirando con pena y miedo, sin entender la situación que estaba pasando a su alrededor.

-Charles, por favor, cálmate... - murmuré bajito, intentando mantener la situación bajo algo de control, ya no tanto por nosotros, sino por los dos menores que estaban a nuestro alrededor.

-¡No me pidas que me calme, Allegra! ¿¡Por qué coño acabo de escuchar que soy el padre de Charlie!? - visiblemente irritado y en busca de explicaciones a sus preguntas, el monegasco se acercó tanto a mí que llegué a sentir su respiración agitada chocando contra mi rostro.

-Mami, ¿¡qué pasa!? - preguntó la pequeña oji-verde, con lágrimas brotando de sus ojos y cayendo por sus mejillas,humedeciéndolas.

-Charles, por favor, cálmate... - en un tono de voz sereno pero notablemente entrecortado, miré al monegasco directamente a los ojos, rogándole que controlase su actitud.

Con el ceño fruncido, el castaño tomó una gran bocanada de aire y suspiró al darse cuenta de que la forma que él mismo estaba empleando en ese momento no era la óptima y que solo estaba logrando alterar a los dos niños que, lejos de entender la situación, se veían más asustados que nunca, incluso temblorosos y confundidos.

Al notar como Charles relajaba sus nervios, me acerqué a Charlie y a Juls, me agaché a su altura y, sin esperar ni un solo segundo más, tomé cada una de sus manos entre las mías, intentando aportarles algo de seguridad y calma ante un problema que, en cuanto a ellos, no les concernía en absolutamente nada.

-Chicos... Necesito que dejéis que Charles y yo hablemos a solas un rato - sin saber muy bien como hacerles comprender que ese no era su lugar en ese preciso instante, los miré a ambos alternativamente.

¿Cómo explicarle a dos niños tan pequeños una situación tan complicada? Ni siquiera yo misma siendo adulta sabía muy bien como afrontarla...

-Pero, mami... ¿Tito Mason no es papi? - entre sollozos, la pequeña Charlie me miró con ojos suplicantes, intentando, por todos los medios, conseguir una respuesta a su complicada pregunta.

-Hablaré contigo en un momento, ¿vale, Char?pero necesito que me dejes hablar con Charles primero... - me acerqué a ella y reposé mis labios sobre su frente, dejando un pequeño y cálido beso sobre ésta.

-¿Lo prometes? - la infante me miró con esos grandes y aún aguados ojos verdes, asegurándose de que mi respuesta sería afirmativa.

-Te lo prometo... Juls y tú estaréis dentro mientras tanto, ¿vale? Id al salón del yate y encender la televisión, nosotros iremos en un momento, ¿te parece? - murmuré bajito, mirándolos a ambos.

Juls asintió rápidamente y mi hija tardó poco tiempo en imitar su acción. Ambos procedieron a tomarse de la mano y caminar dentro del yate, perdiéndose de nuestra vista en pocos segundos.

Tras respirar profundamente para apaciguar mis propios nervios y ansiedad, me giré y volví a mirar a Charles, el cuál estaba mirándome con anterioridad.

-¿Cuándo lo supiste? ¿Cuándo supiste que estabas embarazada? - yendo directamente al grano, sin rodeos, el monegasco se cruzó de brazos y comenzó a hacer preguntas.

-Me enteré un par de días antes de ganar el mundial en Japón... - finalmente, empecé a confesar, cual acusado declarando ante un juez.

-¿Hiciste esa carrera embarazada? - preguntó con una mezcla de enfado y sorpresa.

Me limité a asentir y mirar hacia otro lado, sabiendo que, años atrás, la codicia había superado a mi sentido común y había equilibrado la balanza hacia un lado que me expuso a mucho peligro, no solo a mí, sino al bebé que recientemente estaba formándose en mi vientre en esos momentos.

-¿Por qué no me lo dijiste? - una pregunta tan sencilla tenía una respuesta tan arrolladora que hasta parecía que ni él mismo tenía fuerzas suficientes para pronunciar.

-Porque tenía miedo.. - confesé, reteniendo las lágrimas en mis ojos - Charles, tú y yo habíamos discutido como nunca lo hicimos y no tardaste ni veinticuatro horas en irte con otra mujer después de nuestra ruptura. ¿Cómo y cuándo querías que te lo dijese si mientras yo estaba celebrando que era campeona del mundo por primera vez en toda mi vida, tú estabas en un bar, emborrachándote y ligando con otra mujer? ¡Dímelo, Charles! ¡Dime cómo diablos querías que te dijese que estaba embaraza de tu hija cuando tardaste horas en romper la promesa de que siempre me querrías! ¡Dime cómo querías que te lo dijese si mientras yo estaba llorando y sin saber que hacer, tú estabas demasiado ocupado enredándote en las sábanas de otra! ¡Vamos, dímelo! - dije entre sollozos, con la voz entrecortada y sintiéndome más vulnerable que nunca.

-¡Merecía saberlo, Allegra! ¡Estamos hablando de nuestra hija! - exclamó con furia y pesar apoderándose de su mirada.

-¡Perdiste todo el derecho a saberlo cuando te follaste a Alexandra aquella noche, Charles! - el odio invadió mi cuerpo como un tsunami de emociones rompiendo olas en mi interior.

-¡Tú te fuiste con Mason! - reprochó él, dando un paso más hacia mí.

-¡Pero yo no lo metí en mi cama, ni lo besé! ¡No hice nada de eso, y lo sabes! - recrimé esta vez yo, enfadada y angustiada porque Charles estuviese terjiversando la realidad de tal manera.

-¡Y aún así ahora estás casada con él y le has dado mi papel y mi derecho como padre de Charlie! - pequeñas gotas de saliva escupían fuera de su boca con rabia y ferocidad, nuestros gritos cada vez más fuertes.

-¡Yo nunca quise que las cosas fueran así! - dije dándole un pequeño empujón, sintiéndome impotente ante esa situación.

-¡Entonces déjame decirte que eres una inconsciente y una ignorante si crees que de verdad quieres a Mason! - tomándome de las muñecas y clavando sus dedos en mi piel, tiró de mí hasta que mi pecho impactó contra el suyo y nuestros rostros quedaron peligrosamente cerca.

Nuestras respiraciones estaban agitadas, la rabia que corría por nuestras venas se dejaba ver en el reflejo de nuestros ojos, los cuales se habían convertido en fuego de ira y enojo.

-Yo amo a Mason - dije mirándolo, directamente, a sus ojos verdes.

-No, no lo haces. Crees que lo amas pero estoy seguro de que cada beso, caricia y roce que él te dá te hace recordar de mí y estoy muy convencido de que ni en cien años de vida ese imbécil sería ni la mitad de bueno que yo - como si la distancia entre nosotros aún fuese demasiada, se acercó más a mí, hasta el punto de que su nariz y la mía estaban en contacto, rozándose.

Mi respiración estaba tan agitada como la suya, los latidos de nuestros corazones eran tan avivados que los sentíamos palpitar en nuestras gargantas mientras nos mirábamos tan fijamente, como si nada existiese a parte de nosotros.

Ante tal fuerte e intenso contacto visual, mi mirada cayó y reposó en el suelo, incapaz de seguir con esa batalla que había entre nuestros ojos.

-Mírame - demandó el monegasco, colocando su mano en mi mentón, levantándolo con la ayuda de sus dedos, obligándome a establecer conexión visual de nuevo.

Su cabeza y su cuerpo se inclinaron ligeramente hacia delante, su respirar y el mío se mezclaban como un tornado y su delicado tacto en mi piel no hacía más que lograr estremecerme y alterar la cordura de mis sentidos.

-Mírame y dime que lo quieres, vamos, hazlo y prometo que jamás volveré a entrometerme en vuestra relación - esta vez en un tono de voz más suave y emotivo, el castaño volvió a hablar, sin moverse ni alejarse un solo centímetro.

Ahí fue cuando me dí cuenta de que, aunque sí bien era cierto que una parte de mí amaba a Mason, jamás lo haría como lo hacía con Charles.

Cuando mis labios comenzaron a separarse para pronunciar palabra, un grito prominente se escuchó desde el exterior del yate.

Mis ojos, al igual que los de Charles, inmediatamente se abrieron en sorpresa y tardamos décimas de segundo en salir de nuestro trance y acelerar hasta llegar al interior de la estructura flotante.

-¡Charlie! - grité, acercándome a ella con la mayor de las preocupaciones a anhidando mi cuerpo.

-¡Yo no hice nada, lo juro! - exclamó Juls, temblando, sin entender ni saber que estaba pasando con la pequeña oji-verde.

-¡¿Qué le pasa?! - preguntó Charles, visiblemente alterado.

Tomé una gran bocanada de aire y, con mucho cuidado, recogí el cuerpo de mi hija del suelo, estrechándola contra mi pecho.

-Allegra, ¿¡qué diablos le pasa a Charlie!? - volvió a hablar el monegasco, realmente preocupado.

-Charlie es epiléptica - respondí con un tono de voz frío, pasivo, intentando mantener mi propia calma mientras la infante convulsionaba repetidas veces.

Cerré mis ojos y agarré a mi hija con todas mis fuerzas, evitando que se hiciese daño mientras el ataque de epilepsia seguía descontrolando cada nervio de su cuerpo, haciendo que la pequeña diese pequeños saltos de manera involuntaria mientras sus ojos seguían tornados.

La peor situación para una madre era ver a su hija sufrir y de primera mano sé que cuando un médico te dice que tu hija vá a padecer una enfermedad que la hará dependiente toda su vida, el mundo se te cae encima.

Odiaba ver a mi hija pasarlo tan mal y no poder hacer nada para ayudarla, me sentía impotente cada vez que caía al suelo y su pequeño cuerpo comenzaba a dar pequeños y prominentes respingones que lograban dejarle moratones por toda su blanca y delicada piel.

Odiaba tanto eso que, cada vez que pasaba, estaba dispuesta a darle mi propia vida si eso sirviese de algo y curase su enfermedad.

-Estoy aquí, estoy aquí... - murmuré bajito, abrazando a mi hija con todas mis fuerzas, notando como mis ojos se aguaban y por mis mejillas caían varias lágrimas cargadas de dolor y sufrimiento ante esa situación.

Mientras el pequeño cuerpecillo de Charlie seguían convulsionando y yo la acunaba contra mi cuerpo, noté como unos pasos se acercaron a mí por detrás, envolviendo mis hombros en un cálido y significativo abrazo.

Casi como si fuese por obra de pura magia, la pequeña dejó de temblar y rebotar contra el suelo, su cuerpo se relajó y sus ojos se cerraron.

Charlie siempre terminaba exhausta tras un ataque de epilepsia y eso la dejaba en un estado de inconsciencia por algunos minutos.

Suspiré aliviada y abrí los ojos al ver que ese angustioso momento por fin había terminado. Tomé a mi hija entre mis brazos y reposé su cuerpo en el sofá que había cercano a mí.

Acaricié su rostro blanquezino, el cual parecía digno de un ángel caído del cielo; tan inocente, apacible y vulnerable.

Se veía tan tierna y dulce en esos momentos... Como si nada hubiese pasado y todo hubiese sido una mera pesadilla.

-¿Está Char bien? - preguntó Juls con la voz temblorosa, claramente preocupado.

-Sí, solo necesita descansar un rato, no te preocupes... - forzando mi mejor sonrisa, reposé mis labios sobre la frente del hijo de Charles, procurando así calmarlo, al menos, un poco.

Mi mirada se cruzó con la de un monegasco ciertamente dolido por todo lo que acababa de pasar, aún procesando la imagen de su propia hija en el suelo, luchando contra algo que, a nuestro pesar, nadie podía curar o arreglar.

Llenando mis pulmones de aire antes de hablar, me cargué de valor y, sin perder esa conexión entre su mirada y la mía, dejé que las palabras fluyesen fuera de mí.

-Escúchame, Charles, no te estoy pidiendo que te hagas cargo de ella, ni siquiera tienes porqué creerme si no quieres... Solo quiero que sepas que siento no habértelo dicho hasta ahora y que espero que entiendas porqué en un pasado no te conté nada de esto - con sabiduría y serenidad, fui muy honesta, como nunca lo había sido anteriormente, quizás.

El nombrado pareció tomarse un par de segundos para analizar la situación en su cerebro y ordenar todos los hechos que acababan de poner su realidad patas arriba.

Temiendo que su silencio fuese ya una respuesta, bufé una última vez y me dí la vuelta, volviendo a mirar a mi hija, aunque tardé poco tiempo en sentir una mano posarse en mi hombro, incitándome a mirar hacia atrás de nuevo.

-Os dejé solas una vez, Allegra...

"No volveré a hacerlo"

¡Holiwiiiis! ¡Estoy de vuelta! Sí, sé que este capítulo se ha hecho de rogar pero, ya sabéis lo que siempre digo, lo bueno tarda en llegar.

Btw, ¿podemos confirmar que ya hay reconciliación de Charles y Alle? ¿Creéis que la reacción de Charles ha sido la adecuada? ¿Qué hará ahora que sabe que Charlie es su hija? ¿Cómo afrontarán ambos esta situación?

Si os ha gustado el capítulo ya sabéis que una estrellita, un comentario y un follow siempre ayudan mucho.

Esta semana no tengo uni así que tengo intención de actualizar más veces.

Atte: Alma<3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro