8. Fuera de tiempo

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El continuo vacío del espacio tuvo sonido por un momento. La asoladora sinfonía fue corrompida con el origen de un portal que expulsó una furiosa ráfaga de energía; luego, se cerró. Allí, en lo oscuro del cosmos, flotó una luz, un destello minúsculo que luchaba por no apagarse. Brillaba con debilidad, opacada por la ausencia de vida aparente en el cuerpo que protegía. La batalla reciente le había pasado factura, lo herido de su cuerpo y lo catártico de su mente no le permitió resistir al feroz salto temporal provocado por Doctor Universal.

El cuerpo de James Jerom se mantuvo a la deriva. La falta de oxígeno era mortal. El frío espacial lo consumía como fuego, sus facciones se hincaban y su piel se agrietaba por el desierto desatado en sus pulmones.

Y aún así, atada a su mano se mantenía la espada caída durante la batalla, fiel a su puño. Fue su única compañera en su viaje sin retorno, ambos condenados al final de su existencia, a ser nada más que materia danzante en lo lejano del infinito.

Al mismo tiempo, a miles de años luz hacia una galaxia consumada en la muerte, un planeta de tierras verdes y atmósfera rebosante de vida recibió un paso tan fugaz y abrupto como el de un meteoro. Otro portal acababa de abrirse en la atmósfera superior. De él había salido disparada la luz que centelleó con su arribo a la fortificada ciudad durmiente; surcó lo metálico de sus feroces construcciones puntudas y lo imponente de la edificación piramidal que sobresalía del resto, iluminada en su interior por una poderosa luz blanca que alcanzaba a arropar miles de kilómetros a la redonda.

La estrella se detuvo al golpear tierra firme, provocando un cráter al pie de la montaña; su luz redujo el brillo gradualmente, poco a poco mostraba un cuerpo magullado en el centro. El aterrizaje había sido lo suficiente impetuoso para captar la atención, incluso del lago próximo, en cuyas aguas el reflejo de la luz agonizó. Pero cuando los minutos comenzaron a pasar y nadie llegó al encuentro, la inconsciente Victoria Pembroke fue condenada a permanecer oculta bajo el manto de la fría noche, solo con la colosal pirámide luminosa de la ciudad como testigo.

No fue hasta minutos después que las llamas se apagaron y sobre las aguas rebotó un sonido, una esperanza que se creía perdida.

—¡φΦ×Δ!—se escuchó a lo lejos.

La voz provenía de una nave de vigilancia, una plataforma en punta carente de techo, tan grande como dos camionetas terrestres, la impulsaba una luz del mismo color del edificio principal. Quienes la tripulaban eran dos seres de apariencia humanoide, vestidos con una armadura tecnológica de impecable blancura.

El destello del vehículo era suficiente para iluminar el pie del acantilado, donde, unos cincuenta metros bajo tierra, se esclareció la figura de una mujer de cabellos rojos y vestido escarlata calcinado por el fuego del choque. Entre sus muchas quemaduras, resplandeció un haz dorado, un reflejo que chocó con los ojos de los sujetos, tan rápido como para desviar la atención hacia él y tan fulminante para dejarlo pasar inadvertido.

¡¥¬₢€¥฿┘€! ¡ ₶!€¬£ £┘ ∩! —reconoció el conductor de la nave, traducido por su lenguaje milenario como ¡Increíble! ¡Tiene el símbolo!

—Hay que llevarla con la Emperatriz —habló el otro, en el lenguaje que ambos conocían—. Inicia tracción.

Al presionar los comandos en su tablero de navegación, el conductor de la nave disparó un rayo hacia Madame. Las ondas viajaron a toda velocidad por su cuerpo, reducían su peso a nada más que partículas microscópicas. De estar consciente, se hubiera sentido tan liviana como el aire en el momento en que su cuerpo levitó hacia el interior.

Oscuridad. Frío. Vacío. Una nada inquebrantable.

Y de pronto, una luz. Un reflejo incandescente impactó desde un veloz acorazado. Por la forma en que la nave era conducida, se preparaba para dar un salto, solo la detuvo la invasión de un cuerpo a su espectro visual.

—Argh, basura espacial —bramó la mujer de piel azul que pilotaba, meneando sus cabellos negros hacia atrás—. Lo apartaré de nuestro camino con un destello de...

—Espera, Iodrana —ordenó un soldado robusto, por la larga barba blanca que colgaba de su mentón moreno y la ausencia de cabello en su cabeza, denotaba experiencia en sus facciones—. No lo trates como basura espacial, es... —Agudizó la vista—, es un ser vivo.

—Muerto querrás decir —contestó Zahim, el copiloto. Su cabello blanco alborotado ocultaba el filo de sus orejas; su piel era tan lozana que se asemejaba a un rosado pálido—. Hasta las terantes con las que tuve sexo ayer estuvieron más vivas luego de que terminé con ellas. Míralo, la falta de oxígeno acabó con ese hombre, su cuerpo y su cara están agrietados. Ahora solo es un obstáculo en nuestra misión.

—Eres un maldito cerdo gorgol, Zahim —repudió Iodrana, a lo que solo obtuvo un guiño de su parte.

—Garteo tiene razón —dijo la última voz en la nave, provenía de una mujer de tez clara. Entre todos, era la más parecida a un humano; se mantenía cruzada de brazos en el rincón, jugando con los mechones violetas de su cabello oscuro como el cosmos—. No puedes desintegrarlo, aún percibo atisbos de vida de él. —Se acercó a los controles y señaló—. Ahí, a su alrededor, ¿lo ven?

—Increíble... —susurró Garteo—. Una minúscula onda de luz lo mantiene con vida. Y en su mano hay... ¿una espada?

—Está protegido por energía... y una muy particular que no veía hace tiempo —siguió Jexyit—: es mágica. Siento un nivel de poder cercano a la novena energía. Quien sea ese hombre, estaba preparado para el espacio, tuvo que haber activado un escudo a su alrededor que lo mantuviera protegido.

—Entonces no lo estará por mucho si no lo salvamos, si sigue disminuyendo va a morir —observó Zahim, soltando un suspiro resignado—. ¿Deberíamos rescatarlo? ¿O dejarlo tirado? Total no sabemos qué tipo de hombre sea. Puede que resulte siendo un hijo de ralka y el infeliz requiera una solución definitiva.

—Garteo, espero órdenes —habló Iodrana.

Se escuchó un suspiro pensativo en el fornido gigante moreno.

—En un universo miserable donde los forasteros no son bienvenidos, en Galtha se salvan y protegen todo tipo de vidas sin discriminar su raza —recordó a sus compañeros—. Es lo que nos enseñó Iodré. Nunca olviden eso, malditos infelices. Ahora, sálvenlo.

Con un asentimiento, la mujer de piel azul fijó objetivo en sus controles y disparó un rayo blanco hacia el cuerpo deteriorado de James Jerom. Poco a poco, comenzó a ser acercado al interior de la nave por obra del rayo tractor. Fue el musculoso Garteo en persona quien lo recibió una vez se cerró la compuerta exterior. Lo alzó como si fuera papel y lo tendió en una plancha alargada.

En ese momento Iodrana y Zahim abandonaron el volante, el piloto automático se encargaría de conducirlos.

—Buah —asqueó Iodrana—. La exposición al exterior por poco lo deja hecho un zombie.

—Sus heridas comienzan a cerrarse ahora que recibe oxígeno de los cristales de la nave —detalló Zahim, con la distancia suficiente—. Aj, y esa espada sigue pegada a él. Me pregunto si habrá una forma de quitársela.

Tan pronto como puso un dedo en ella, un hechizo repulsor se activó, lanzándolo contra un costado de la nave. Iodrana soltó una risa baja.

—Sé cuidadoso, idiota —dijo sin siquiera acercarse a ayudarlo—. ¿Dónde te entrenaron? ¿En los campos? Tú más que nadie deberías saber que es difícil remover los objetos de un muerto.

—No está muerto. Jexyit, haz lo tuyo —ordenó Garteo, cruzado de brazos, con una mirada de sospecha—. Por supuesto, no seas como el ingenuo del rincón.

—En ello, grandote.

La alquimista dio pasos desconfiados hacia el cuerpo de Mago Universal. Lo observó unos segundos. Era cierto que la novena energía de los cristales de la nave lo sanaban, su piel recuperaba el color natural, pero el proceso era lento. Ubicando sus manos sobre él, resplandecieron en un blanco puro que aceleró la sanación. Las heridas terminaron de cerrarse y, como si nunca hubieran estado, desaparecieron.

Hubo silencio los siguientes segundos. Jexyit se apartó de él cuando sintió el aire llenarle sus pulmones.

Los ojos de Mago se abrieron de golpe, se incorporó en la mesa con un sonido ahogado y profundo; por instinto decenas de gigantescas púas mágicas aparecieron en el aire, amenazaban con atravesarlos sin compasión. En ese instante los inspeccionó, eran extraterrestres, no le quedaba duda, vestían trajes especiales de un material oscuro, algunas partes destacaban en gris, pero lo que más le llamó la atención fueron los cristales blancos en sus pechos.

—¡Wow! —exclamó Garteo—. Más despacio, amiguito. ¿Así nos recibes luego de que te salvamos el trasero?

—¡Deberías estar agradecido! —gritó Iodrana.

—Les dije, es un maldito hijo de ralka —bufó Zahim—. ¿Por qué demonios debimos haberlo salvado?

—Acabo de ser atacado ferozmente, orejón, mi mente se partió en dos y fui expulsado sin compasión de mi dimensión. Ahora estoy varado en quién sabe dónde, rodeado de un montón de extraños y no dejo de pensar en dónde estará la mujer que amo —amenazó con la espada—. No estoy de humor para ser buena persona, así que más les vale decir. Dónde. Diablos. Estoy.

—Lo veo en tus ojos —habló Jexyit sin dejar de inspeccionarlo con sus hipnóticas perlas violetas—. El dolor, la pérdida, la angustia... el sentimiento de derrota. Hay una batalla en tu mente en este momento, te consume por dentro. —Aun con la amenaza de las púas, se acercó con pasos lentos, James sola la vio sin responder—. Eres un buen hombre, has pasado por situaciones peores y has conseguido volver a flote. Sé que lo harás de nuevo. —Lo tomó por el rostro y le dedicó una mirada que le transmitió paz—. No pierdas el norte.

Mago logró relajar sus impulsos con un suspiro profundo. Deshizo con un movimiento las púas y se dejó caer de nuevo en la plancha. Su reacción no era propia de alguien como él, hacía tiempo, cuando recién entrenaba como hechicero, había aprendido a controlar la ira, eran otros los motivos oscuros que lo movían, pero, en ese momento de debilidad, de alguna forma consiguieron volver y dominarlo.

Con otro respiro recuperó el control por completo.

—Lo siento... gracias por salvarme.

—Bonita forma de agradecerlo —recordó Zahim, recibiendo luego un golpe en el hombro por parte de Iodrana.

—Dónde estoy —volvió a preguntar más sereno—, o más bien... cuándo.

Los uniformados cruzaron miradas confusas entre sí.

—¿De dónde eres, extraño viajero? —interrogó Iodrana.

—Mi nombre es James Jerom, y soy de la Tierra. Me encontraba en una dimensión atemporal antes de llegar aquí, mi nave-Templo fue atacada, y lo último que recuerdo es haber conjurado un escudo mientras me perdía entre el espacio-tiempo.

—La Tierra... —recordó Garteo—. He oído hablar de ella, se rumora por todo el cosmos que fue el único planeta en el universo capaz de derrotar al Imperio corvyniano, y con tan solo seis hombres como defensa. Gracias a eso dejó de considerarse un lugar de seres primitivos.

—Aquí Mago Universal, líder de esos seis. —Levantó la mano con orgullo—. Y sin duda a Supernova le parecerá muy machista tu comentario, grandulón. —Soltó una sonrisa, luego pensó—: Espera, si reconoces la invasión, entonces eso no debió ser muy lejos de ahora. En años terrestres ocurrió en 2018, era 2019 cuando aparecí aquí.

—Dos mil diecinueve —murmuró Iodrana con atisbos de rencor—. En Ciclos Galáctico Nur ese fue el año cincuenta y tres, cuando la traidora de Adyin nos abandonó luego de todo lo que Galtha y nosotros hicimos por ella. Por alguna razón prefirió mantenerse ligada a la Tierra y su gente.

—Han pasado cinco ciclos con tres meses desde entonces —susurró Jexyit con la mirada baja, como si aquello la afectara.

—Eso fue bastante preciso —acotó Mago.

—Éramos mejores amigas, hermanas de batalla y compañeras de cuarto, hasta que me abandonó, a mí y a todos nosotros... aún me duele su partida. —Ante el silencio, volvió a subir la mirada—. Eso significa que, en años terrestres, para ti es dos mil treinta y cinco.

James parpadeó sorprendido. Una vez, dos veces, hasta tres veces.

—Eso es mucho tiempo —susurró.

—Mago Universal... tú y tu gente son una leyenda. Corvyn hizo mucho daño a lo largo y ancho del cosmos, mi planeta entre ellos —dijo Garteo con una mirada que evidenció su dolor—. Soy de los pocos sobrevivientes de mi pueblo, agradezco que les hayan dado su merecido a esos hijos de ralka. Nos vendría bien una mano como la tuya en nuestra misión.

Él asintió.

—En el fondo no eran los malos —dijo de repente, ganándose las miradas molestas de los guerreros—. El Imperio había sido corrompido por Azazel, un hechicero hambriento de poder. Pero sin él en el camino, Corvyn logró la redención. Todos merecen una segunda oportunidad, incluso ellos. Desde entonces, estoy seguro de que han trazado otro legado.

—Ahí es donde te equivocas, amigo... —replicó Zahim.

Victoria Pembroke sintió un cosquilleo tan suave como rosas acariciándola, el tacto se le hacía familiar, como cuando James deslizaba sus dedos por su cuerpo desnudo lenta y excitantemente. Con él en su mente, abrió los ojos poco a poco, mas grande fue su sorpresa al encontrarse bajo los brazos de una máquina que destilaba una luz blanca sobre su cuerpo.

Contrario a la reacción de James, ella se mantuvo tranquila, la energía sanándola le evocaba la paz que tanto ansiaba, sobre todo después de aquel mortal enfrentamiento que la llevó a donde estaba.

—Veo que despiertas —escuchó la voz de una mujer. Sonaba imponente, decidida, pero a la vez agradable, una extraña combinación a juicio de Madame—. Cuando te trajeron ante mí temí lo peor.

La hechicera buscó el origen, pero fue limitada por los brazos de la gigantesca máquina sobre ella.

—¿Quién habla? —preguntó con serenidad.

—Déjennos solas —pidió a los hombres repartidos en el salón.

En cuanto los soldados dejaron el recinto, a Victoria llegaron pasos tronantes de tacón. Distinguió una mujer que arrastraba un elegante vestido blanco con su andar, lo sujetaba a su cuello una lujosa reliquia, tan dorada y resplandeciente como la imponente corona en su cabeza y el cabello semiondulado que caía más allá de sus hombros. Todo lo demás pasó a segundo plano cuando su mirada se encontró con los atrapantes ojos vinotinto de ella.

La mujer extendió su mano hacia un costado de la máquina, de inmediato su firma fue leída y la cápsula transparente se abrió como un capullo. Fue entonces cuando Victoria notó que vestía un atuendo blanco ceñido a las curvas de su cuerpo.

Thanks, por rescatarme y sanar mis heridas... Madame... —Buscó la respuesta con una mirada.

—Kissandra.

—Madame Kissandra, ha sido usted muy amable, agradezco la hospitalidad y lo extremadamente cómodo de este vestido.

—Es lo menos que puedo hacer por ti después de lo que ustedes hicieron por nuestro pueblo.

Victoria la vio con una expresión curiosa.

Excuse me, lady, pero creo que no nos estamos entendiendo. ¿A qué se refiere?

—El símbolo que llevas... —Comenzó a caminar hacia el ventanal, Victoria la siguió—, es el mismo del mago que, junto a otros héroes, salvaron nuestro planeta. Bienvenida a un nuevo mundo, Universal, un pueblo agradecido, renacido de las cenizas de su pasado, donde el vinotinto que representaba la sangre de la guerra fue reemplazado por lo blanco de la paz. Bienvenida a Nuevo Corvyn.

Madame vio con sorpresa la enorme ciudad ante sus ojos, excedía los límites de lo que estaba acostumbrada a observar en la Londres victoriana de su tiempo e incluso superaba por mucho más al presente de Mago Universal. Los edificios eran enormes e imponentes, perfectamente en armonía con la naturaleza viva a su alrededor, cientas de naves se movían en el cielo sin congestión alguna, iluminado por un poderoso reflejo incandescente de pureza que emanaba vida con su luz.

Ella reconoció de inmediato la historia detrás del nombre Corvyn, Mago le había contado acerca de la invasión en 2018 y sobre cómo se formó el Escuadrón de Héroes, pero, sobre todo ello, lo que más le llamaba la atención era la redención de la Emperatriz y sus tropas.

«Razón tenía Sir James cuando dijo que era un imperio», pensó, aun asombrada por la panorámica.

—Corvyn —repitió con atisbos de horror—... ¿cómo es que llegué aquí? —Arrugó el entrecejo en un intento por recordar—. Lo último que recuerdo es... My God! ¡Sir James! Nos atacaron, el templo... él y yo fuimos separados. —Llevó las manos desesperadamente a la cabeza—. Yo... debo encontrarlo, debo saber que él está bien. Estará por ahí en algún lugar del universo y temo porque no haya tenido la misma suerte que yo.

—Te ayudaré, así como los héroes de tu planeta lo hicieron con nosotros —apoyó Kissandra, llevándole la mano al hombro—. Haré que mis científicos trabajen en una forma de encontrarlo y llevarte con él.

—Agradezco su cooperación, madame, pero creo que no entiende lo complejo de esta situación... él puede estar en cualquier lugar del universo, en cualquier época. —Comenzó a caminar de un lado a otro con desespero—. ¿Qué año es este?

—Año diecisiete del Nuevo Calendario Imperial —afirmó, con la frente en alto y las manos tras la cadera—. Estuvimos estudiando el planeta Tierra años atrás, su traslación alrededor de su estrella es similar a la nuestra, y, considerando que el nuevo calendario comenzó a regir hace diecisiete años, luego de que abandonáramos a la Tierra, para ustedes ha de ser dos mil treinta y cinco.

Madame amplió los ojos impetuosamente.

—Me moví hacia el futuro —susurró.

—Viajera del tiempo —reconoció Kissandra—. Interesante, daría lo que fuera por volver el tiempo atrás y corregir los errores de nuestros antepasados, pero también entiendo que no es correcto. —Se giró de nuevo al ventanal—. Ese pasado monstruoso estará ahí para siempre, recordándonos cuando fuimos prisioneros de la oscuridad, para aprender de nuestros errores y para nunca más volver a tocar fondo, sino mantenernos en la luz de la esperanza.

—Sabias palabras, Emperatriz —admiró Victoria—. Sé que tal vez no pueda cambiar el pasado, pero recuerde que el presente estará ahí siempre, recordándole que nunca es tarde para hacer algo al respecto y mejorar el futuro.

—Gracias, es lo que trato de decirme día a día. ¿Ves esa luz blanca sobre la ciudad?

—Ciertamente, bastante llamativa.

—Es la nueva fuente de poder que nos mantiene con vida —empezó a explicar—. Durante siglos la salvación a nuestra atmósfera desgastada estuvo en el corazón del mismo imperio, pero mis antepasados se negaron a ver más allá. No quiero volver a cometer sus errores. Mis intenciones son cambiar el legado de muerte que ha imperado de nosotros en todas las galaxias.

»Desde que el Escuadrón de Héroes nos ayudó a fundir las Gemas Reales en una gran gema unificada, comenzamos una nueva historia. Con el tiempo la nueva gema no solo nos mantuvo a salvo de los peligros del pasado, también regresó la vida a nuestra naturaleza muerta y especies que durante siglos permanecieron extintas. Nuestros científicos descubrieron la razón de ello. La gema se convirtió en una roca sólida de una energía poco vista en el universo, pero presente en todo sistema solar desde la fundación del cosmos: la Novena Energía.

»Desde entonces decidimos seguir el ejemplo del Escuadrón de Héroes y convertirnos en un faro, una luz de esperanza para el cosmos, como embajadores de vida y como una forma de expiar nuestros pecados ante los dioses, de redimirnos. Hemos estado proveyendo de Novena Energía a otros planetas estériles de vida como Corvyn lo fue tiempo atrás.

—Aplaudo la buena voluntad —elogió Victoria—. Estoy segura de que sus dioses, madame, donde sea que se encuentren, están orgullosos de la Emperatriz que es ahora.

En los labios de la Kissandra se formó una leve sonrisa que rompió su rostro severo.

—¿De qué año vienes, viajera?

—Madame está bien, gracias —acotó.

—Lo lamento —respondió con gesto respetuoso—. ¿De qué año viene, Madame?

—Verá, darling, eso es otro tema complejo, soy de mil ochocientos ochenta y ocho, pero era dos mil diecinueve cuando fui lanzada aquí.

—Y el hombre del que fue separada, ese tal... Sir James, ¿no es el mismo...?

—Mago Universal —dijeron al tiempo.

—Oh, siempre creí su pareja era la cazadora.

Victoria levantó una ceja y la vio con desconcierto. Cuando Kissandra se dio cuenta quiso enmendar sus palabras.

—No se preocupe, Emperatriz, suelo escucharlo a menudo.

—Ojalá existiera una forma de encontrarlo.

—¡El Ojo! —exclamó Victoria.

De inmediato invocó el poder frente a ella con el suave movimiento de sus manos. Kissandra vio asombrada el emerger de la energía escarlata que invadió el espacio en toda la habitación, cientas de imágenes se veían en tiempo real como estrellas fugaces, pero lo que más resaltaba era el gigantesco ojo levitando en el medio de la sala.

»Muéstrame a James Jerom, Mago Universal.

Las proyecciones se desplazaron a la velocidad de la luz, tan rápido que no alcanzaban a ser definidas. De pronto el movimiento fue tan impetuoso que estalló, generando una potente onda expansiva de magia. Kissandra reaccionó a tiempo y se colocó en frente con su mano empuñada, del brazalete dorado de su muñeca se desplegó un escudo acorazado que las protegió.

—¿Qué fue eso? —cuestionó Kissandra—. Por poco nos mata.

—El contrahechizo —recordó Madame, maldiciendo por lo bajo—. La misma magia con la que nos protegí de ser encontrados por otros nos separa... estoy perdida.

—Madame, no pretendo comprender qué tan caótico es esto, la hechicería nunca fue mi fuerte, pero te puedo asegurar que no me rendiré hasta que tú y Mago Universal estén reunidos de nuevo.

Victoria asintió en agradecimiento.

—Gracias, Emperatriz. —Se aportó camino al ventanal y miró hacia el cielo—. Estoy segura de que él, donde sea que se encuentre, también está buscándome.

—Escucha, Madame, ahora debo irme. He organizado un encuentro con la reina de un planeta al borde de la extinción. En estos momentos hay galaxias en guerra, y su pueblo se ha visto afectado en medio de ella. Conozco de cerca lo caótico que esto puede ser, así que me he ofrecido a proveerlos de Novena Energía, y una vez hagamos la entrega, estarán a salvo.

—Es un bonito gesto de su parte, Emperatriz. Estoy segura de que salvará millones de vidas.

—Te digo esto porque me gustaría que me acompañaras.

—Oh, me siento honrada por tal invitación. Cuente conmigo, su majestad. —Asintió—. Estoy en deuda con usted.

Kissandra respondió con una ligera sonrisa.

—Gracias, Madame. Tus habilidades de hechicera me servirán de apoyo. Verás, El Concejo de los Cinco no está de acuerdo con esta entrega. La guerra de los Gorqoks es un peligro inminente para todos, creen que hay mucho en riesgo para visitar un planeta ubicado en el medio, pero me niego a permitir que más vidas se pierdan por culpa de la guerra. Yo más que nadie sé lo terrible que es esta situación y mientras hayan vidas inocentes en riesgo, haré todo lo que esté a mi alcance para salvarlos.

Madame sonrió de medio lado.

—Sus motivaciones son las correctas, Emperatriz Kissandra. Estoy segura de que James estará orgulloso de la mujer en la que se ha convertido.

—Cuento con ello, Madame. Ahora encarguemos a los hechiceros ayudarla con su problema, luego, nos prepararemos para partir. La gente de Gamber nos necesita.

—Me niego a creerlo —refutó Mago Universal.

Frente a él los guerreros habían proyectado las pruebas que Los Cuatro Sabios, la máxima autoridad en Galtha —elegidos por la diosa Iodré, el ser celestial que les otorgó la sabiduría y la alquimia por sus buenas acciones— habían entregado. Se presentaron ante él como Guerreros Oscuros, una minoría entre la raza y la contraparte de los llamados Caballeros Dorados.

—Lamento que te enteres así, Mago, pero es la realidad —contestó Iodrana, seria en su expresión—. Los corvynianos no son de fiar. Ya lo han hecho antes, y no me quedan dudas de que volverían a hacerlo de nuevo de tener la oportunidad.

—Durante años Corvyn se benefició de las guerras que ellos mismos llevaron a los planetas —siguió Garteo—. ¿Por qué sería diferente esta vez? Es un imperio corrompido por el poder, y por mucho que creas que Kissandra haya cambiado, en algún momento sería tentada. Los Cuatro Sabios no nos enviarían a esta misión si no tuvieran pruebas de que se ha comunicado con los gorqoks.

—Ser cogobernantes del nuevo régimen galáctico sin duda suena tentador —agregó Zahim—. Esos malditos se han propagado por todas partes como la plaga que son, y si llegan a obtener la fuerza necesaria para derrocar al Cúmulo de Estrellas, entonces será el fin para todos nosotros.

—En serio me cuesta creerlo, sé que Kissandra no sería capaz de ello —defendió Mago—. Ella peleaba por fines nobles, solo que sus métodos no eran los correctos, vi el dolor en esa mujer cuando descubrió que estaba siendo manipulada, y de inmediato intentó hacer todo lo que estuviera a su alcance para enmendar sus errores.

—Pero el tiempo pasa, y hasta las personas más bondadosas son tentadas a la oscuridad —respondió Jexyit—. Lo sé porque ya lo vi, Adyin también estuvo a punto de caer, y de no ser por Galtha, su vida hubiera sido otra. Como la alquimista de este equipo doy fe de cuan peligrosa puede ser la Novena Energía en las manos equivocadas, y si Kissandra la entrega a la reina gorqok, tendrán lo que necesitan para ganar la guerra.

—Como tú hay otras personas que creen que Corvyn se ha redimido, incluso entre los mismos galtheanos —habló Zahim—, por eso a nosotros nos asignan estas misiones, hacemos el trabajo sucio que los Caballeros Dorados se niegan a hacer por sus malditos principios.

—La misión es clara, Mago —continuó Iodrana—: para que la guerra no avance, Kissandra debe morir. Cumpliremos la misión quieras o no, así que es tu momento de elegir bando.

—Es deber de Galtha evitar el caos en la galaxia. Y créeme cuando te digo que no dudaríamos en destruirte si te interpones en nuestro camino —amenazó Garteo.

James soltó un largo suspiro.

—Bien, estoy dentro, solo con una condición... me deben llevar ante Los Cuatro Sabios una vez termine la misión.

¡Llega el nuevo capítulo!

¿Ha vuelto Corvyn a sus viejas andanzas? 😱

¿Podrán reencontrarse Madame y Mago?


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