9. Guerra Gorqok

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«Te encontraré, donde sea y cuando sea que estés».

Los pensamientos de Victoria Pembroke la lanzaban más allá del balcón desde donde contemplaba la ciudad acorazada, a pesar de que era una majestuosidad, en su mente solo había lugar para una persona, y esa era James Jerom.

—¿Lista?

Madame apartó sus pensamientos y se giró hacia la voz. Kissandra llevaba un cofre herméticamente sellado entre sus manos.

—Lista, su majestad. ¿Partiremos ya?

—Así es, sígueme —Indicó. Victoria le siguió el paso a través de los pasillos del palacio—. He pedido a un pequeño escuadrón que prepare una nave de asalto, algo moderado, no tan grande como para llamar la atención del Concejo de los Cinco ni tan pequeño e indefenso para ser aniquilados a medio camino de Gamber.

—¿Aniquilados? —cuestionó Victoria, deteniendo su paso.

—Es una guerra, Madame —persuadió, y tomándola del brazo la instó a seguir el recorrido—. Los gorqoks arrebatan vidas y explotan naves a lo largo y ancho de la galaxia durante cada minuto que hablamos. Lo que haremos es absolutamente peligroso, hay que tener en cuenta las opciones.

—Madame Kissandra, parece que necesita reconsiderar sus opciones, porque yo me niego a morir en el espacio sin antes encontrar a Sir James.

Kissandra la vio con curiosidad.

—Pero qué clase de hechizo te lanzó el mago, mujer.

—Bueno, diría que fue al revés —reconoció con una pequeña sonrisa—. Fui yo quien lo dejó inconsciente con un hechizo floral cuando nos conocimos.

Kissandra soltó una risa suave mientras terminaban de cruzar por el corredor. De repente Victoria Pembroke se detuvo abruptamente, había quedado petrificada ante la inmensidad del hangar y los cientos de naves que entraban y salían, de todos los tamaños y formas. Por su lado pasó una de las tantas filas de soldados de impecable armadura blanca que inclinaron su rostro en saludo.

—Emperatriz.

Kissandra les asintió y vio cómo continuaban el recorrido, dirigió luego su mirada a su acompañante, encontrándola aún congelada.

—¿Qué? ¿Nunca habías visto un hangar?

—En realidad, your majesty, nunca había visto un hangar futurista dentro de un planeta extraterrestre redimido de la guerra, así que usted podrá entender.

Kissandra esbozó una nueva sonrisa y apresuró el paso. Identificaron la nave que las esperaba al encontrarse con dos hileras de soldados solemnemente formados en la entrada hacia ella. La Emperatriz y Madame Universal marcharon por el medio.

—Emperatriz —saludó una rubia de cabello recogido al inicio de la plataforma. Su armadura diferenciaba del resto por las añadiduras a la coraza, lo reluciente de la misma y por la capa que le caía de lado—. El escuadrón de asalto está preparado. Esperamos su orden para despegue.

La mirada severa de la soldado pasó entonces a Madame y la escaneó con una ceja levantada.

—Capitana Pectra —correspondió Kissandra—, que sea ahora mismo. Ella es Madame Universal, será nuestra guardiana en esta entrega.

Victoria pestañeó mientras saludaba con el ligero movimientos de sus dedos.

Nice to meet you, Captain. —Le palmeó suavemente el hombro a la firme capitana—. Algo me dice que seremos buenas amigas.

Victoria le sonrió con picardía y avanzó por la plataforma tras Kissandra.

«Te encontraré, donde sea y cuando sea que estés».

James Jerom observaba el enorme vacío del espacio a través del cristal de la nave, a pesar de la infinidad de puntos que distaban de él, en su mente los enlazó cual constelación que dio forma al rostro de Victoria. Fue su foco, su punto de concentración, el motivo que le dio las fuerzas necesarias para cumplir lo que se debía hacer por más dura que fuera la misión.

Terminó por enfundar a La Quebrantadora de Almas en el cinturón del traje. Los Guerreros Oscuros lo habían provisto de una armadura especial de Galtha para la batalla que se avecinaba. Conocía bien a los corvynianos y era consciente de que necesitaría estar lo mejor preparado posible, pero aún en lo profundo de su mente se libraba una batalla, una parte de sí creía en Kissandra y en Corvyn, sin embargo la aparente realidad era otra. Solo esperaba no tener que blandir la espada del difunto Kassian contra la Emperatriz.

—¿Listo? —preguntó Jexyit, guardando un arma en su cinturón—. Nuestro infiltrado en Gamber nos espera. Iodrana está lista para dar el salto.

—Listo —respondió mientras se le unía al lado—. Pero antes, tengo algo que preguntarte. No juzgo tu apariencia, sino tu forma de hablar y sentir, pareces ser la más pacífica de este grupo, ¿cómo es que apoyas esto?

—Se trata de Corvyn, James, con ellos no puedes mostrar tu mejor parte ni la menor pizca de debilidad o duda. Te matarán sin dudarlo. Durante años hemos vivido con las secuelas de lo que su pueblo ha provocado en el universo, es momento de detener el problema de raíz eliminando a su emperatriz.

Cuando Jexyit terminó de hablar, ya habían llegado a los asientos. Mago se abrochó en silencio, reflexionaba en sus adentros las palabras de la alquimista.

—Daremos el salto en cinco... cuatro —informó Iodrana.

—Sujétate, maguito, no querrás vomitar en nuestra nave —burló Zahim mientras presionaba comandos en sus controles.

—Pruébame, orejas, estoy acostumbrado.

Durante su conversación el tres, dos y uno pasaron a otro plano, por orden de Iodrana la nave se impulsó a la velocidad de la luz y atravesó un vórtice de fugaces colores que terminó por arrojarlos a un punto diferente del espacio.

—Salto exitoso. Iniciando camuflaje —dijo la mujer de piel azul.

Afuera, la nave se mimetizó con el espacio. A toda velocidad se abrió paso en la espesa bruma espacial que cubría la superficie agonizante de Gamber, la atmósfera se pudría en un verde ácido que amenazaba con convertirlos en supernova. La nave siguió su curso hasta que inició el descenso en un punto rocoso, cuando finalmente el acorazado aterrizó levantó la arena del árido suelo. En medio del polvo se desplegó la plataforma, los esperaba un ser de piel verdosa cuya frente se prolongaba más de diez centímetros y luego caía sobre su cabeza hasta treinta y cinco centímetros más allá.

—Zilra —saludó Garteo, tras él bajaban los demás.

Al hombre le causó especial atención el soldado que finalizaba la fila.

—Veo que no les tomó mucho reemplazarme —bramó con una mirada desconfiada hacia James—. Solo estuve por fuera una semana en reconocimiento, y ahora un completo extraño ya ocupa mi lugar.

—Así que... tú eres el idiota del grupo. —Señaló a Zahim, sorprendiéndolo—. Y tú, el idiota orgulloso. —Señaló finalmente hacia Zilra, luego le dedicó una sonrisa desafiante—. Mago Universal, supongo que es un placer.

—No te pongas a llorar, Zilra, solo es un terrano interesado en ayudar —contestó Garteo.

—Un verdadero hijo de ralka en mi opinión —alegó Zahim.

—¿Debería comenzar a tomar eso como una ofensa, orejas? —se interesó James.

—Aquí el asunto es que el terrano es un mago poderoso con experiencia en corvynianos, cooperará con nuestra querida Emperatriz —habló Iodrana, destilaba irritación con cada palabra—. Y cuando terminemos la misión, se irá, así que no comiences con tu drama ahora, Zilra.

—¿Y de dónde carajos salió este tipo? —preguntó el hombre de piel verde—. ¿Realmente confiarán en él?

—Ya pasamos por todo eso de la confianza hace un buen rato, así que mejor sé buen soldado y comienza a hablar —replicó Jexyit.

El hombre resopló. De sorpresa para James su forma se desfiguró en la de una gigantesca masa amorfa y grisácea de cuatro brazos. Del brazalete de una de sus extremidades tecleó, y un mapa holográfico del planeta fue proyectado.

—Los ataques de los gorqoks cesaron desde que una flota se ocultó entre los gamberianos. Hace unos minutos intercepté un mensaje de una nave de asalto corvyniana a una nave imperial gorqok, la Emperatriz está llegando. El encuentro se realizará en este punto, la Fortaleza de Er. —Señaló, y el mapa se agrandó para mostrar un plano más cercano—. Es una zona muerta dentro de la superficie, alguna vez fue parte de una de las primeras órdenes que rigieron Gamber, pero con los años ha quedado rezagada al olvido. Estuve haciendo reconocimiento, ahora no son más que ruinas cubiertas de arena.

—Qué curioso, se reunirán en un lugar donde no podrán ser rastreados ni escuchados —contestó Jexyit, luego miró hacia Mago—. ¿Aún te quedan dudas?

Mago decidió dejar a un lado sus recuerdos y comenzar a sentar cabeza como el héroe que la guerra necesitaba. Por más que buscaba abogar a favor de Kissandra, las pruebas cada vez eran mayores en su contra.

—¿Cuál es el plan? —pregunto sin más.

—Muy bien, malditos buenos para nada —habló Garteo, captando la atención—, esto es lo que haremos...

El escuadrón se reunió a la orden de su líder, los minutos pasaron y conforme a lo planeado cada uno tomó posición estratégica en el tablero de juego. Aguardaron, pacientes, hasta que una alargada nave negra arribó las colosales puertas de la fortaleza e inició su descender en la árida zona. Cuando la rampla terminó de prolongarse, las compuertas se abrieron, de ellas salió un humo que primero fue coronado por los pasos de la Capitana Pectra y dos soldados a cada lado; inspeccionaron la zona: a unos metros al norte aguardaba una mujer de vestido extravagante en posición firme, era de piel verde y su frente se extendía enorme sobre su cabeza carente de cabellos, todos los seres que la rodeaban eran de igual aspecto y no mostraban ningún indicio bélico en sus facciones, nada más que una desesperación asoladora.

—La zona es segura, la Emperatriz puede descender —informó la capitana.

Al instante Kissandra arribó.

—Sigue sin haber rastros de los gorqoks, pero tengo en la mira a la Emperatriz—informó Iodrana. Muy a lo lejos, oculta entre las rocas, apuntaba a la frente de Kissandra—. Hay una mujer junto a ella.

—Yo la tengo —apuntó Zahim desde otra posición, fijaba su mira en una pelirroja de vestido blanco—. Garteo, esperamos órdenes.

—Victoria —reconoció Mago, en otro lado de la zona, soltando un murmullo de asombro y desesperación—. Estás... estás aquí y estás en el ojo de la guerra.

—Emperatriz Kissandra de Corvyn —recibió la reina con una leve reverencia de cabeza—. Cuánto no hubiese deseado encontrarnos en un lugar a la altura de su nombre, pero me temo que las circunstancias no son las mejores, nuestro planeta fue tomado por las fuerzas invasoras gorqok.

—Reina Clarox de Gamber —correspondió, avanzando con el cofre en sus manos—. Entiendo lo alarmante de la situación, por eso ahora, más que nunca, necesitan esto. —Acercó la caja, por un momento los ojos de la reina brillaron con deseo—. El cristal de Novena Energía les dará la fuerza que necesitan para sobrevivir y salvar a su pueblo, recuperarán lo perdido y cobrarán la energía que les dará la victoria. En nombre del Imperio de Corvyn, reciban este símbolo de paz y restauración. Que la vida regrese a Gamber a la belleza de antaño y que nunca más la oscuridad de la guerra brille en el horizonte de su nación.

—Ella no lo sabe —susurró Mago—. Kissandra no lo sabe, la están engañando, otra vez.

—Garteo —avisó Iodrana, Kissandra cada vez estaba más cerca de entregar el paquete a Clarox.

—Dispara —ordenó el gigante.

—¡Iodrana, no! —gritó Mago, al tiempo en que la guerrera accionaba el gatillo.

—Oh, no, Mago, ¡no lo harás! —Jexyit lo encerró en un campo de energía.

—¡Les dije que no podíamos confiar en él! —alegó Zahim.

El disparo de Iodrana atravesó la fortaleza a la velocidad del pensamiento, hubiera sido mortal para Kissandra, de no ser porque los sentidos de Victoria se agudizaron ante el accionar del disparo y la luz de la barrera.

—¡Kissandra! —advirtió ella mientras la apartaba del blanco.

Madame logró levantar un escudo oportuno que alertó a la tropa corvyniana. La sorpresa de Kissandra y lo repentino del ataque habían hecho que el cubo cayera lejos de ella y del escudo.

—¡Inicien extracción! —ordenó Pectra, ante la ráfaga de disparos que llovieron contra la barrera—. Protejan con su vida a la Emperatriz.

El puñado de soldados formó un escudo alrededor de Kissandra y la movieron camino a la nave.

—¡No, aguarden! ¡El cristal! —avisó.

La Reina Clarox se lanzó sobre el cubo con un sorprendente salto.

—¡Zilra, ahora! —alertó Garteo—. Que nadie toque ese cubo, podríamos estar ante un cambiaformas gorqok.

El gamberiano camuflado entre los acompañantes de la reina se metamorfoseó de regreso a su forma amorfa y con dos de sus brazos lanzó puñetazos certeros que apartaron a la reina del cubo. Al instante un frenético grito de guerra estalló en las ruinas de la fortaleza, los gamberianos se transformaron en insectos gigantescos de aspecto abominable y furiosas pinzas cuales tentáculos. Más disparos llovieron, tornando el campo de batalla en un canto de fuego y muerte.

—¡Gorqoooks! —exclamó Pectra, y una vez Madame bajó el escudo cuando Kissandra estuvo a salvo, abrió fuego con su rifle.

Mientras los corvynianos emprendían combate contra los insectos, Madame se propulsó con su magia y cayó frente a Zilra, su atención estaba enfocada en el cubo que ahora sostenía el guerrero cambiaformas.

—Ese cubo se va conmigo, gentleman —dijo con sus manos rebosantes en magia escarlata.

—¡Ninguna sucia corvyniana tocará de nuevo la novena energía!

—Usted, mal señor, aprenderá por las malas que esa no es la forma de referirse a una dama.

Victoria doblegó la voluntad de Zilra con su magia y lo obligó a que dos de sus puños lo golpearan brutalmente, la ferocidad de los golpes lo embistió contra una roca y el cubo cayó fuera de sus manos. Luego levitó al cambiaformas con cierto esfuerzo y lo arrojó contra el insecto gorqok más cercano. Madame rodeó la caja con energía y la atrajo hacia ella, pero un disparo láser la volvió a expulsar de su alcance. Cuando Victoria se giró, se encontró con tres uniformados que se unían al campo de batalla: Garteo, Zahim y Jexyit.

—Aleja tus manos de esa caja, corvyniana —amenazó Zahim con su rifle.

—No permitiremos que regreses con la novena energía, así tengas que morir en el intento —dijo Jexyit.

—Ya escuchaste a mis chicos. —Garteo estaba equipado con un par de hachas que centelleaban en energía blanca—. Ríndete, maldita corvyniana.

—No mientras aún respire. —Victoria los embistió lejos de sí con un choque de sus manos.

Mientras la onda los derribaba, paneó la zona de guerra en la que se había convertido aquella vieja fortaleza, y, en medio de la lluvia de láseres, encontró un hombre que captó toda su atención: Mago Universal volaba hacia ella sobre el fuego cruzado.

—¡Victoria!

—¡Sir James! —exclamó con emoción desbordada.

Entonces un disparo lejano lo derribó del aire, apagando su entusiasmo y convirtiéndolo en desesperanza; la autora del tiro apuntó luego a Victoria, mas el objetivo de Iodrana se perdió cuando un rayo láser la expulsó de su posición. La guerrera rodó en su caída por la tierra, hasta que sus ojos se encontraron con Capitana Pectra, la rubia movió sabiamente una lanza recién extraída de su cinturón.

—Basura corvyniana —escupió mientras se levantaba—. Vas a obtener lo que mereces.

—No somos el viejo Imperio —se defendió con su voz amenazante—. Somos una nueva nación que ha renacido de las cenizas del pasado. Somos más puros y fuertes, defendemos causas justas, y ahora no permitiremos que la tiranía quebrante nuestro espíritu.

Iodrana extrajo una pistola de su cinturón y disparó al pecho de Pectra, mas el tiro rebotó al chocar con el metal. La capitana tronó el cuello a cada lado y con su mano la incitó a atacarla. Iodrana tomó entonces su rifle y el metal del arma se transformó en un bastón que al extenderlo, de cada extremo se electrificó mientras se prolongaba. La guerrera se lanzó de un salto contra la capitana, terminando en un choque de ambas con sus potentes armas.

Emprendieron un combate en el que sus bastones tronaron con cada impacto, una y otra vez, hasta que Iodrana tendió la lanza hacia los pies de su contrincante y le provocó una caída, mas Pectra se valió de ello para girar en el aire y descender con su lanza dirigida a Iodrana. La guerrera cayó bruscamente, pero se levantó con rapidez, enredó sus brazos en torno al cuello de la capitana y le dio un giro sobre el hombro en el que su enemiga terminó en el suelo por su fuerza ejercida.

Aun de rodillas y con sus codos sosteniéndola en el suelo, Pectra lanzó una patada veloz hacia atrás, apartándola de sí. Con impulso dio un giro en el aire en el que sus piernas rodearon el cuello de la galtheana y con una llave la derribó.

Unos pasos más allá, Mago y Madame Universal se reencontraban no en la mejor forma, sus espaldas chocaron cuando se vieron rodeados por sus nuevos adversarios: los Guerreros Oscuros de Galtha.

—Supongo que no es el mejor momento, pero me alegro mucho de verte —murmuró Mago.

—Lo mismo digo, darling, no sabe cuán preocupada estuve por encontrarlo.

—Mago Universal, has incumplido a tu palabra y por tanto has quebrantado el máximo código moral de Galtha, ahora te condenamos a la muerte —habló Garteo, con sus armas resplandecientes en novena energía listas para atacar.

—Mira a tu alrededor, Garteo, ¿qué no ves? El verdadero enemigo está ahí. —Señaló hacia los gorqoks.

—¡Kissandra es inocente! De lo que sea que la acusen —defendió Victoria—. Es una de las mujeres más fuertes y decididas que he conocido.

—¿Y esta bruja de dónde salió? —inquirió Jexyit—. Su hechicería nubla tu juicio, Universal. ¡Kissandra se estuvo comunicando con una reina gorqok, no hay duda de ello!

—¿Bruja? Eso sin duda es un insulto, lady. Soy una hechicera.

—No es una bruja, es la mujer que amo y de la que fui separado, y ahora que nos hemos reunido de nuevo, no pienso separarme de ella por ningún motivo —defendió él, ganándose una mirada enamorada de Victoria—. Así que si ella confirma lo que yo sé de Kissandra, entonces yo también lo creo.

Darling... —susurró con ternura.

—¡Alto! —gritó una voz familiar a oídos de los Universales. Llamó la atención de todos, Kissandra había abandonado la nave y se acercaba a ellos, los galtheanos la recibieron con la mira de sus armas—. Atacarnos entre nosotros no ayudará a detener este conflicto. Reconozco que fui engañada, los gorqoks se aprovecharon de mi juicio y buena voluntad. ¡El verdadero enemigo está allá! Y si no están dispuestos a creerme, entonces cumplan su misión: mátenme aquí, ahora mismo. —Tendió sus brazos a cada lado en rendición—. ¡Acaben conmigo! Pero entonces sepan una cosa, que si lo hacen, solo demostrarán que están tan ciegos como el viejo imperio lo estuvo alguna vez, que la oscuridad de la ira ha sido más fuerte que la nobleza del corazón de un guerrero.

»Demostrarán entonces que la redención es un engaño y que nadie puede volver a la luz por más siniestro que haya sido su pasado, ¿pero eso en qué los convierte? ¡En asesinos! ¡En el mal que juraron destruir! Y eso, los llevará por sendas peores que las de mi pueblo.

Las palabras de la Emperatriz los hicieron dudar de sí mismos. Ninguno se atrevió a disparar. Entre los bandos reinó un silencio mortal que ni los ecos de la batalla a su alrededor lograron superar.

Se giraron entonces cuando un grito ronco y ahogado retumbó. Al girarse encontraron que la Reina Clarox despertaba luego del golpe de Zilra. De pronto su frente se redujo a la de un humanoide promedio, la espalda se le encorvó y de sus huesos brotaron gigantescos picos oscuros sobre los que la mujer se sostuvo cuales patas, el resto de su cuerpo se tornó de un morado eléctrico y vivo, fue recubierta por vertebras y de pies a pecho le nacieron picos. Por último de su cabeza también emergieron cabellos negros puntudos que lucían como serpientes.

—¡Entreguen la novena energía! —Su voz desgarrada tronó con toda autoridad—. ¡O mueran todos ahora mismo!

—Es la reina gorqok... la Emperatriz dice la verdad —reconoció Garteo con recelo, y al bajar su arma, los demás guerreros hicieron lo propio.

—Ahora tenemos dos opciones: seguir peleando entre nosotros o unirnos y ayudar a detener la guerra —aseveró Kissandra—. Mientras hayan vidas en riesgo, yo siempre elegiré la segunda.

Garteo resopló, aún desconfiado.

—Ya escucharon a la Emperatriz.

—Kissandra —llamó Mago con una sonrisa, y extrajo la pesada espada de su cinturón—. Esto es para ti.

La Emperatriz recibió con sorpresa la espada entre sus manos, inspeccionó el filo, la hoja, el acabado, el mango, por un momento pudo sentir a su hermano a través de ella. Sus ojos se aguaron y una lágrima bajó por ellos, pero con la fuerza que requería la situación sorbió sus sentimientos y volvió la frente en alto.

—Gracias, Mago Universal, una vez más estoy en deuda contigo.

—Terminará cuando esta guerra acabe.

Kissandra asintió con firmeza y volvió la vista al campo de batalla. Iodrana y Pectra se unían a cada lado. Guerreros de Galtha, corvynianos y Universales caminaron por igual, todos en un mismo bando, mientras que, al extremo contrario, tras la reina gorqok se aglomeraban sus tropas voladoras y terrestres de insectos.

—Acabemos con esas cucarachas —dijo Zahim.

El equipo de héroes corrió a la acción en medio de un grito de guerra. Mago, Jexyit y Madame unieron sus manos en un movimiento coordinado, frente a ellos apareció un gigantesco sello de energía que, alimentado por magia y novena energía, produjo una furiosa tempestad de relámpagos que azotaron a todo gorqok a su paso.

Iodrana y Pectra se unieron en el fuego cruzado, se juntaron espalda contra espalda y barrieron fuego al enemigo con sus potentes disparos. Unos metros más allá, Zahim saltó sobre Garteo e impulsándose de los hombros del musculoso hombre atravesó con los láseres blancos de sus pistolas a todo enemigo cercano, luego Garteo arrojó sus hachas a diestra y siniestra, iban y cortaban a sus enemigos mientras él los demolía a golpes limpios, para luego volver a él y ser arrojadas una vez más. Garteo era una máquina imparable de destrucción, se abalanzaba sobre los gorqoks con facilidad y los desmembraba de sus patas.

Zilra, mientras tanto, llevaba en cada una de sus cuatro manos una espada con la que se movía como una batidora; sus cuchillas atravesaban a los insectos y sus partes caían en trozos de viscosidad humeante. La novena energía en sus sables era mortal.

—Me has engañado —habló Kissandra, acercándose a la reina gorqok—. Te aprovechaste de mi voluntad y lo usaste a tu ventaja. ¡¿Dónde está la verdadera Reina Clarox?!

—Muerta, por supuesto, así como toda su gente. —Sonrió, mostrando sus filosos colmillos—. Qué decepcionada te has de sentir. La Kissandra del pasado de seguro hubiera sido alguien más perspicaz y menos ingenua.

—La Kissandra del pasado te aniquilaría aquí mismo por lo que has hecho, pero como soy otra... —Blandió la espada con una sonrisa maliciosa—, solo te causaré la mitad del daño.

La reina insecto embistió sus pinzas contra la Emperatriz, mas ella movió sagazmente a La Quebrantadora de Almas y de un solo corte partió tres de las tenazas de la gorqok. La mujer soltó un tormentoso grito ahogado.

Kissandra se detuvo por un instante a observar la espada, a través de ella corría una fuerza invisible que había logrado tocarle el alma. Era Kassian. Sentía a su hermano más cerca de lo que estuvo alguna vez en sus pensamientos. El corazón de la Emperatriz bombardeó con más fuerza, lucharía por él, por su honor, por su fuerza y, por su espada, se lanzó contra la reina y terminó por atravesarla de lado a lado en el pecho.

Un último grito doloroso y susurrante salió de la reina. Su cuerpo magullado cayó de espalda, con Kissandra coronando sobre la cima. La rubia apartó la espada del cuerpo viscoso y la blandió de nuevo en el aire.

El canto de guerra de los gorqoks fue más retumbante y frenético, con su reina muerta sacaron la fuerza para derribar a sus enemigos y obligarlos a agruparse.

—Debe haber una forma de salir de estas feas criaturas para siempre —murmuró Kissandra.

—La hay —contestó Mago, dirigiendo su mirada a Victoria, quien asintió en acuerdo.

¡Le a ecenetrep euq ol esevell y ateirg anu esertlif, redop im rop arreit al arab es euq! —Los ojos de los hechiceros fueron avivados por la oscuridad que requería conjurar el hechizo y de sus manos se reflejó la potencia de su orden en círculos malditos—. ¡Arucso noisnemid al a latrop le arba es euq!

La vieja fortaleza se sacudió. De lo alto de su cubierta cayeron escombros, en el centro se extendía una grieta que hacía temblar toda la superficie. Cuando terminó de abrirse, de ella salieron hilos de oscuridad que sujetaron a los gorqoks y los arrastraron a lo profundo de las fosas, incluso la agonizante reina fue reclamada por la Dimensión Oscura. Sus portales se sellaron cuando hasta el último de los insectos desapareció.

Sin embargo, otro temblor los movió frenéticamente en aviso.

—Hay que salir de aquí, ¡la Fortaleza de Er va a colapsar! —avisó Zilra.

—¡Todo el mundo, a la nave! —gritó Kissandra.

Corvynianos y galtheanos corrieron por igual. Los Universales los alcanzaron tras ayudar a transportar con su magia al último de los soldados. La nave salió expulsada mientras la decadente fortaleza se venía abajo; emprendió vuelo durante unos minutos hasta finalmente aterrizar justo donde se encontraba oculta la nave de los Guerreros de Galtha.

—Así que aquí es donde nuestros caminos vuelven a separase y una vez más, quedo agradecida, pero esta vez no con un Universal, sino con dos —dijo la Emperatriz, dejando salir una sonrisa sincera.

—Conocerla fue todo un placer, your majesty. Quién diría que terminaría echándola de menos. Es usted toda una guerrera de corazón de noble.

—Y tú una mujer sinigual, Victoria —respondió con un asentimiento—. Cuídala bien, James Jerom, no sabes lo mucho que esta mujer se preocupa por ti.

—Lo sé, Emperatriz. —Sonrió, encontrándose con la expresión coqueta de Victoria—. Y yo por ella.

La sonrisa de Kissandra se convirtió luego en nostalgia al cargar la espada en sus manos.

—No creí que volvería a verla alguna vez, realmente sentí a mi hermano al empuñarla. ¿Cómo es que la recuperaste? Creí que había sido destruida en Capital City.

—Así es, pero reuní las partes y la regresé a su forma original. Era demasiado poderosa como para dejarla por ahí, ya bastantes problemas ha causado la tecnología residual de la invasión en las calles del planeta.

Kissandra bajó la mirada un momento.

—Lamento seguir causándoles problemas.

—No hay nada qué lamentar, Emperatriz —respondió Mago, regalándole una sonrisa serena que le regresó la calma—. Lo importante aquí es la mujer en la que te has convertido, escuché lo que dijiste en la Fortaleza. No me cabe duda de la impecable labor que están haciendo ahora, eso es suficiente para borrar los números en rojo. Estoy orgulloso de ti.

—Ey, maguito, ya regresaremos, ¿vienes? —preguntó Zahim.

—Por supuesto, orejas, no me lo perdería —contestó, luego volvió a la rubia de vestido blanco—. Kissandra, fue un gusto muy grande volver a verte. Larga vida a tu reinado de paz —despidió con una ligera reverencia.

Y tomado de gancho con Madame, subieron al transbordador. Kissandra y Pectra los vieron partir en silencio.

—Tal como lo prometimos, Mago —decía Jexyit mientras los conducía frente a un salón de colosales y resplandecientes puertas doradas—. Los Cuatro Sabios te esperan tras esas puertas.

Los Universales vestían de nuevo con sus trajes de hechiceros.

—Gracias, Jexyit. De todos los guerreros, sin duda conocerte a ti fue la mejor parte. Nunca cambies.

Jexyit sonrió por lo bajo mientras los veía adelantarse al salón.

—Espera, James —lo detuvo de repente. Mago y Madame se giraron con curiosidad—. No he sido totalmente sincera contigo, tampoco con los demás.

Mago alzó una ceja con sorpresa. Cruzó una mirada con Victoria y luego se volvió a Jexyit.

—¿De qué hablas?

—Sé la razón por la que Adyin nunca volvió a Galtha... y es porque en dos mil diecinueve te conoció a ti y al Escuadrón de Héroes. En ustedes encontró la familia que nunca pudo tener aquí.

—Jexyit, no deberías decirme esto. No conozco a Adyin aún, no es correcto indagar hacia el futuro.

—Lo sé, pero también sé que en algún momento eso va a suceder y no puedo permitirme dejar que te marches sin antes pedirte algo. —Llevó la mano a su cinturón y extrajo una pequeña daga en cuyo mango yacía un amarre especial—. Adyin y yo solíamos jugar con ella, literalmente me la arrojó el día en que intenté hablarle por primera vez. Desde entonces siempre ha permanecido conmigo como un recuerdo. —La extendió hacia James—. Quisiera que ella la tenga de regreso, y que sepa que, haya pasado lo que haya pasado en esa última misión, la perdono por haberme abandonado. Y también quiero que sepa que, pase lo que pase, siempre vamos a ser hermanas.

Mago tomó la daga con un asentimiento y la guardó en su cinturón.

—Ella lo sabrá. Puedes contar con eso.

—Buen viaje, James.

Jexyit asintió con una última sonrisa ladeada y se retiró.

—Vaya, darling, si sigue así se le terminarán acumulando los souvenirs —comentó Victoria mientras se internaban en la sala.

Sus ojos se movieron maravillados en la majestuosidad imperecedera del salón oval. Su presencia fue iluminada con el resplandor dorado que emanaban los cuatros seres en los tronos, las sillas eran excelsas en tamaño y esplendor, estaban separados, cada uno en un extremo del corredor en redondo. Los Cuatro Sabios eran de piel dorada y sus ropas de una impecable blancura que se extendían como batas a lo largo de los pies del trono. Tras ellos la novena energía corría viva en cantidades desmesuradas que evocaban un sentimiento de paz.

—James Jerom, hijo de Antonio y Adara Jerom, Mago Universal, Hechicero Protector del planeta Tierra durante el siglo veintiuno —hablaron al unísono, en un retumbante coro armónico agradable a los oídos—. Victoria Pembroke, hija de Arthur y Adele Pembroke, Madame Universal, Hechicera Protectora del planeta Tierra durante el siglo diecinueve. Bienvenidos a nuestra divina presencia.

Los Universales hicieron una leve reverencia.

—Sabios de Iodré —habló James en cortesía—. Venimos ante su presencia porque...

—Es tarea de los Cuatro Sabios conocer a sus visitantes y sus intenciones —contestó uno, sus ropas y la del Sabio de enfrente se diferenciaban de los otros dos por los implantes de armadura.

—Escudriñamos mente, alma y corazón —siguió el del frente.

—Ustedes han sido probados —concluyeron al unísono—. Hoy lucharon valientemente por fines nobles y contribuyeron a minimizar la guerra en la galaxia. Demostraron que el amor y el perdón pueden más que la ira y el dolor de la guerra. Hoy, superada la prueba, demostraron ser héroes dignos de ver la luz de Iodré.

Por el resplandor puro en sus ojos, la novena energía danzó ante ellos en completa armonía y los envolvió en su luz. Por un minuto en el salón todo fue blanco, luego disminuyó la claridad gradualmente mientras Mago y Madame descendían de lo alto del salón del trono.

It's beautiful.

—Así que ustedes hicieron esto —susurró Mago, asombrado—. Ustedes lo supieron todo este tiempo.

—Previmos lo que pasaría y el motivo de su llegada —respondió otro de los Sabios—. Buscamos ayudarlos, pero para eso primero debían ser probados. Todo lo que sucedió hoy fue real, solo movimos los hilos para que el resultado fuera este.

—Ahora, un motivo mayor los espera y requerirá de toda su fuerza y valentía —mientras otro de los Sabios hablaba, un portal blanco surcaba la sala—. El destino del universo mismo y el bien de todas las dimensiones recae en ustedes, Mago y Madame Universal.

—Pasado, presente y futuro están en juego. La oscuridad se impondrá ante la luz —volvieron a corear—, y solo unidos podrán vencer. La victoria requerirá de coraje, resistencia y amor. Buena suerte.

Los Universales asintieron con firmeza. Mago extendió su mano a Madame, ella correspondió y juntos atravesaron el vórtice de luz.


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