Capítulo 2. ¿Dónde estoy?

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Lo último que vio Sovieshu antes de sentir el impacto fue como se aproximaba a su final.

Ojalá Navier y el Imperio pudieran ser felices y prósperos ahora, no esperaba que lo extrañarán o llorarán por él.

Ruido.

Alboroto.

Personas corriendo de un lado a otro.

Gritos.

Médicos.

Una sirvienta a través de una de las ventanas de los pisos de abajo había visto al emperador caer por el balcón.

Al mismo tiempo, Navier se encontraba en su parte del palacio, no se sentía bien, había escuchado como Sovieshu le decía a Rashta que daría cualquier cosa por volverla su emperatriz, (más no había escuchado que estaba realmente planeando o decidiendo su divorcio), aún así, estuvo a punto de tener un colapso nervioso, ¿cómo podía decir eso Sovieshu?, y si en algún momento lo llevaba a cabo, ¿qué sería de ella?

Sus pensamientos se la estaban comiendo viva hasta que...

-Su majestad -le llamó Laura, su dama de compañía, quién se encontraba junto a la Condesa Eliza

Navier no las había escuchado tocar la puerta, pero, pensó que era por haber estado perdida en sus pensamientos (en realidad no la habían tocado).

-Perdónenos no haber tocado, su majestad -dijo la Condesa Eliza con una notable mirada de preocupación mientras daba una reverencia un tanto rara

-¿Qué pasa? -preguntó Navier intentando mantener su cara y voz neutra

-Es el emperador -respondió visiblemente preocupada

"Ahora qué habrá hecho Sovieshu"

Segundos de silencio.

Tensión.

-¿Pero qué pasa? -volvió a preguntar, quería que todo se acabara para irse a dormir

-Su majestad, el emperador se cayó de su balcón y no reacciona -terminó de decir la Condesa Eliza

-¿¡Qué!? -por primera vez la calma y neutralidad de Navier se esfumaron

Los médicos seguían intentando que Sovieshu reaccionara, pero, no había respuesta de su parte

Navier, sin perder más tiempo, les ordenó a Laura y a la Condesa eliza que la llevaran a donde estaban los médicos y Sovieshu

Sí, su última interacción no había sido buena, y la charla que escuchó no le animo más, pero, Sovieshu seguía siendo su esposo y se conocían desde que eran unos niños

Estaban en el patio del palacio, aún no habían movido a Sovieshu ya que primero esperaban que reaccionara, lo cual aún no ocurría.

Habían llamado a los magos de la corte, llegaban cuando Navier llegó.

No había sido un buen día, ni una buena semana, ni un buen mes.

Junto a Sovieshu había sangre.

Cerca y bajo él había restos de almohadas, ropa y cubre camas.

Navier se acercó a Sovieshu, se arrodilló y puso su cabeza en su regazo, sus manos se mancharon de sangre.

"¿Qué hiciste Sovieshu?" Pensó Navier y cuando se dio cuenta, un líquido mojaba su cara, en especial sus mejillas, estaba llorando. "¿Qué nos pasó?".

Los magos seguían conjurando hechizos.

Navier pasó su mano derecha por la cara de Sovieshu, manchando su mejilla de sangre, su sangre.

-Despierta... por favor

Los magos ya no sabían qué más hacer.

Sólo quedaba un hechizo que podía funcionar.

¿Qué consecuencias tendría?, nunca se sabe, depende de la persona, la suerte o el destino... si es que funciona.

Terminaron de conjurarlo esperando alguna respuesta por parte del emperador.

De repente, escucharon un leve quejido.

Era de Sovieshu.

Ahora que había reaccionado, podían empezar a revisar y curar sus demás heridas.

No podían hacer mucho debido al último hechizo que habían ocupado en él, pero, lo poco que pudieron hacer fue suficiente, por lo menos momentáneamente.

De un momento a otro el emperador volvió a quedarse dormido.

.

.

.

Dolía.

Dolía mucho.

Cada vez más.

Movió suavemente sus cejas, él no lo veía, pero, suponía que su cara tenía una mueca de dolor y no se equivocaba.

Sintió una mano.

Una mano que le acariciaba.

Unos dedos tocaban suavemente su cabello.

Aquellos dedos se deslizaron suavemente por su cara haciendo que abriera los ojos.

Los abrió poco a poco y de manera lenta debido a la luz que le rodeaba.

Sentía una punzada muy fuerte en el cabeza.

Intentó levantarse pero le dolió la espalda, una mano lo detuvo al ponerse sobre su pecho.

Por primera vez volteó a ver a la persona que estaba a su lado.

No la conocía.

Era una mujer.

Un ruido fuerte lo sacó de sus pensamientos e hizo que le retumbara toda la cabeza.

-El emperador despertó

"¿Emperador?, ¿dónde?"

Frente a él había un hombre mayor, de aproximadamente unos 60 años, vestía extraño para su gusto, llevaba una túnica y un sombrero puntiagudo, pero, no era el único hombre en su habitación, había 2 más y otra mujer.

Uno de los hombres usaba una bata blanca y el otro estaba vestido un tanto más formal, como de traje, en cambio la mujer ocupaba un vestido negro con algunos encajes de color blanco, llevaba también un mandil.

-Emperador, ¿cómo se siente? -preguntó el hombre de la bata blanca mientras lo veía a los ojos

"¿me está hablando a mí?"

Su mirada pareció perdida un instante y las presentes se dieron cuenta de ello.

La mujer sentada al lado de su cama le volvió a acariciar el cabello.

Dirigió su mirada a ella.

-Sovieshu, ¿cómo te sientes?

"¿Sovieshu?, creo que conozco ese nombre, ¿por qué ella me parece tan familiar?"

-¿Dónde estoy? -preguntó

-Estás en tu habitación... en el lado del palacio del emperador -dijo ella

-¿Palacio del emperador? -Repitió confundido, aún se sentía adolorido y mareado, arrastraba un poco las palabras

-Sí, tú eres el emperador de Oriente y este es el palacio, ¿recuerdas?

"Si fuera emperador claro que me acordaría, no sé qué ocurre aquí"

-No, tampoco sé quién eres o quién son ellos.

-¿No me reconoces?

Él analizó a detalle la cara de la mujer.

Cabello rubio, largo, piel blanca, labios rojos.

Su mirada chocó con la de ella y se perdió en aquellos ojos verdes.

Por fin estaba consciente o por lo menos más que antes.

Parecía sorprendido y confundido.

-¿Na-Navier?

Su cabeza comenzaba a dolerle de nuevo, ¿qué había pasado?

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